Demon

Demon


Extra

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extra

oscuRidad

El cielo nocturno carece de luz. Está repleto de nubes espesas y grises que ocultan cualquier indicio de estrellas. Es una noche tranquila. Una noche que huele a peligro y maldad. Una especialmente hecha para los demonios.

La criatura, esa que luce como un humano común y corriente, pero que guarda una naturaleza tan ancestral como divina y compleja, se encuentra parado sobre aquel solitario claro.

No deja de preguntarse si lo que está haciendo es lo correcto. No se siente como si lo fuera.

—Hace una noche maravillosa, ¿no lo crees, Mikhail? —la voz de barítono parece taladrar en lo más profundo de su mente y, a pesar de que no le teme en lo absoluto a quien le habla, los vellos de la nuca se le erizan por completo.

Se vuelve sobre sus talones y entorna los ojos hacia las sombras.

No puede verlo, pero sí que puede sentirlo. No se necesita ser una criatura celestial o demoníaca para saber que él se encuentra ahí.

— ¿Para qué querías verme? —pregunta Mikhail, sin rodeos.

Es plenamente consciente del peligro que lo acecha y del poco cuidado que está teniendo en estos momentos, pero no le importa. Ya no…

La criatura oculta entre las sombras puede observar a detalle al ser que luce como si de un humano cualquiera se tratase a pocos metros: su cabello revuelto, oscuro como la noche, contrasta con su piel pálida y sus ojos grises escudriñan el lugar con esa mirada suspicaz que lo caracteriza.

A la criatura en las sombras no se le escapa, ni por atisbo, aquella peculiar energía que Mikhail sigue emanando. Aquella fiereza letal que nada tiene que ver con el aspecto hosco y peligroso que tiene.

Mikhail irradia fuerza y poder, de eso no hay duda, pero eso, en combinación con aquel porte arrogante y seguro que tienen los de su clase, le hace lucir como si el chico aún perteneciera a ese lugar luminoso que tanta repulsa le causa a la criatura.

Mikhail puede tener el rostro de un adolescente, pero eso no la engaña. La criatura sabe lo poderoso que puede llegar a ser.

—Creo que alguien se está impacientando —canturrea, acercándose varios pasos. Tratando de decidir si debe mostrarse o no.

Mikhail, por su parte, entorna los ojos en dirección a las sombras cuando nota el movimiento casi imperceptible en algún punto de la oscuridad. Finalmente, luego de unos instantes de escrutinio, logra verla. Logra tener un vistazo de una figura inquietante.

A simple vista, parece un tipo cualquiera; sin embargo, Mikhail puede sentir la energía maligna que emana por cada poro del cuerpo. Puede, pese a que no tiene un vistazo directo de aquel chico, sentir cómo todo a su alrededor se pudre con solo su presencia.

Está de pie frente al mismísimo Lucifer. De eso no tiene duda.

— ¿Qué es lo que quieres? —vuelve a preguntar. Esta vez, sintiéndose embargado por la horrible sensación de peligro.

—He oído rumores acerca de tu caída, Miguel —Mikhail se estremece al escuchar de boca de Lucifer, el nombre que le dio su padre al crearlo.

—Caída que tú provocaste —se obliga a responder con tranquilidad.

Una sonrisa torcida surca los labios de Lucifer, al tiempo que se acerca un poco más.

—He venido a ofrecerte mi ayuda. He venido a ofrecerte un lugar en mi Reino —dice, sin más.

Un escalofrío recorre la espina dorsal de Mikhail. No está acostumbrado a las sensaciones humanas. No está familiarizado con el nerviosismo y el miedo.

—No quiero formar parte de tu reino —su rostro es una máscara de serenidad, a pesar de que su instinto de supervivencia le grita que debe alejarse de inmediato.

—Tus hermanos te traicionaron. No confiaron en ti, te juzgaron, te acusaron con tu padre y él, en lugar de acoger a su hijo y perdonarlo como predica en su palabra, te desterró. Se deshizo de ti como quien se deshace de una bolsa de basura —Lucifer frunció el ceño profundamente. Contrariado —. ¿Ese es el Reino de los Cielos, Miguel? ¿Luchaste por eso? ¿Estabas dispuesto a dar la vida por defender a un Dios que fue capaz de desecharte?

Las palabras de Lucifer calan en lo más profundo del corazón de Mikhail, quien aprieta los puños con una fuerza contra sus costados.

—Te ofrezco mi Reino. Te ofrezco poder y libertad. Lo único que necesitas hacer por mí es jurarme lealtad —Lucifer hace una pequeña pausa para que sus palabras se asienten en el corazón de quien, alguna vez, luchó en su contra para defender el reinado de luz que le dio la espalda—. Júrame lealtad y me encargaré de devolverte tus alas. Júrame lealtad y me encargaré de hacer que tu nombre resuene en el reino de los cielos como siempre debió haberlo hecho. Júrame lealtad y serás el líder de mi ejército cuando sea el momento indicado.

—¿Qué ganas tú a cambio? —el recelo en la voz de Mikhail es palpable.

—¿No es obvio? —una sonrisa lobuna surca las facciones de Lucifer, a pesar de que sabe que Mikhail no puede verlo—. Gano al mejor guerrero. Gano al mejor estratega. Al mejor general existente. Lo único que necesito de ti, es que te unas a mí.

Una carcajada carente de humor escapa de la garganta de Mikhail.

—Debes estar demente de verdad si crees que me uniré a ti —dice.

—¿Prefieres pudrirte al lado de los Grigori, entonces? —Lucifer se burla y Mikhail aprieta la mandíbula—. ¿Prefieres proteger a los ángeles? ¿Aun cuando te traicionaron? ¿Aun cuando te dieron la espalda? ¡Hazlos pagar, Miguel! ¡Deben pagar por lo que te hicieron!

—¿Y quién me garantiza que no harás conmigo lo que le hiciste a Los Vigilantes? —Mikhail refuta—. ¿Debo recordarte que les prometiste un lugar en tu Reino si se revelaban y luchaban a tu lado en contra del Creador? Los utilizaste. Los convenciste de ayudarte y luego los dejaste convertirse en las abominaciones que son ahora.

La sonrisa de Lucifer se ensancha hasta convertirse en una mueca aterradora.

—Tú eres diferente, Mikhail —dice—. Tú no dejaste el Reino del Creador por voluntad propia. Te desterraron. Te dejaron caer, justo como lo hicieron conmigo. Te subestimaron y te creyeron capaz de hacer algo tan atroz como cometer alta traición…, pero yo no haré. Sé de qué eres capaz. Sé cuán poderoso eres. Eres más importante y poderoso que cualquiera de ellos. Tú puedes ayudarme a construir el reinado que siempre he deseado.

Mikhail desvía la mirada. No está acostumbrado a tanta oscuridad. No está acostumbrado al insoportable dolor de la traición y el odio dentro de su corazón.

Quiere hacerlos pagar. Uno a uno. A absolutamente todos…, pero también sabe que Lucifer no es de fiar. Sabe que no puede depositar su confianza en nadie nunca más. No luego de lo que le hicieron.

—¿Y yo qué gano con todo esto? —espeta, al cabo de unos momentos de silencio.

—La gloria —la voz de Lucifer es terciopelo. Es miel en los oídos de Mikhail.

Un escalofrío recorre el cuerpo de quien alguna vez fue uno de los ángeles más importantes de todos.

—De acuerdo —dice, con la voz temblorosa, luego de unos segundos más, a pesar de no estar seguro de lo que hace—. Lo haré.

—Has tomado la decisión correcta, Miguel.

—No vuelvas a llamarme así —Mikhail espeta y Lucifer suelta una carcajada estruendosa.

Entonces, el silencio se apodera de la atmósfera.

De pronto, una sombra se ciñe sobre Mikhail, cegándolo por completo.

Es capaz de sentir crepitar la energía desde la punta de sus pies, hasta la cima de cabeza. Una horrible sensación de frialdad se instala sobre su pecho y, acto seguido, cae de rodillas al suelo, doblándose del dolor.

Mikhail grita en agonía mientras la oscuridad, poco a poco, se cuela en su interior y trata de tomar posesión de su corazón y su alma. La luz que aún guarda en su interior se estremece y lucha con violencia ante el nuevo intruso, y un grito que no reconoce como suyo brota de su garganta.

La piel de su espalda se desgarra. Cartílago, piel y tejido se rompen para abrirle paso a aquello que, a la fuerza, la oscuridad está construyendo en su interior.

Un gruñido estridente y animal se le escapa y, de un movimiento furioso, un par de alas se extienden grandes y poderosas. No son un par de alas cualquiera. Son las alas de un demonio, membranosas, grises, puntiagudas y letales; similares a las alas de un murciélago.

Tembloroso, adolorido y al borde de la inconsciencia, Mikhail alza la vista, encontrándose, por primera vez en mucho —muchísimo— tiempo con el rostro delicado, joven y hermoso de Lucifer; quien sonríe satisfecho.

—Bienvenido al Averno, querido amigo —dice el rey de las Tinieblas y, entonces, el ahora demonio, se desploma contra el suelo.

Table of Contents

SAM LEÓN

deMon

TRILOGÍa DEMON I

ínDice

2 parAnoia

3 confUsión

4 mikHail

5 sumMa daemoNiaca

6 estiGmas

7 conMoción

8 irritAnte

9 rOce

10 ceLos

11 revelAciones

12 torTura

13 aliVio

14 ánGeles

15 gabRielle

16 negAción

17 torMento

18 redeNción

19 coNfeSión

20 tenSión

21 cAída

22 poDer

23 abaNdono

24 meNtira

25 preLudio

26 pérDida

27 doLor

28 laZo

29 sacRificio

epíLogo

extra oscuRidad

1

heRidas

2

parAnoia

3

confUsión

4

mikHail

5

sumMa daemoNiaca

6

estiGmas

7

conMoción

8

irritAnte

9

rOce

10

ceLos

11

revelAciones

12

torTura

13

aliVio

14

ánGeles

15

gabRielle

16

negAción

17

torMento

18

redeNción

19

coNfeSión

20

tenSión

21

cAída

22

poDer

23

abaNdono

24

meNtira

25

preLudio

26

pérDida

27

doLor

28

laZo

29

sacRificio

epíLogo

extra

oscuRidad

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