Demon

Demon


Página 31 de 32

epíLogo

El olor a aceite quemado inunda mis fosas nasales en el instante en el que pongo un pie dentro de la enorme cocina de la cafetería donde trabajo. A pesar de eso, trato de no hacer ninguna mueca que delate el desagrado que me provoca.

Linda, una de las cocineras, me regala una sonrisa fugaz antes de colocar un emparedado de pollo sobre un plato, para luego colocar un pequeño contenedor con aderezo a su lado. Sin perder el tiempo, me acerco a ella y lo tomo antes de murmurar un agradecimiento y abandonar la espaciosa estancia

«Sigue teniéndome miedo», pienso, mientras avanzo hacia el exterior del local.

No me sorprende.

Niara y Daialee dicen que me veo, incluso, más aterradora que Dinorah. Debo confesar que no es algo que me incomode del todo. Después de todo, la bruja me agrada.

Una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios y me abro paso entre las mesas vacías del lugar, hasta llegar a una de las que se encuentran cerca de la entrada de los comensales. El hombre de edad avanzada que espera por su almuerzo mira hacia el enorme ventanal del establecimiento, y da un respingo cuando coloco el plato con cuidado frente a él.

El tipo me regala una sonrisa fugaz y una negativa de cabeza cuando le pregunto si necesita algo más. En ese momento, me retiro y avanzo hasta la caja registradora, donde Daialee se encuentra ordenando unos tickets viejos.

—No olvides que te toca preparar la cena hoy —dice en un susurro bajo y sonrío un poco más.

—Esta noche cenamos congelados —bromeo y ella sonríe también.

—No te atrevas, Marshall —musita, para luego tomar el montón de pequeños trozos de papel y encaminarse en dirección a la oficina del dueño y hacerle saber que tenemos el cierre del turno matutino listo.

Me quedo a solas durante un rato y poso mi vista en la calle que se dibuja del otro lado de los enormes paneles de cristal. Este lugar es tan diferente a la ciudad.

Un suspiro se me escapa y me coloco detrás de la registradora justo a tiempo para recibir a un cliente deseoso por pagar su cuenta y marcharse.

Hace apenas dos meses que empezamos a trabajar aquí. Hace seis que nos mudamos a Bailey, Carolina del Norte. No voy a negarlo: fue un cambio radical; pero ¿qué otra cosa podíamos hacer? Después del lío en el que nos vimos envueltas las brujas y yo, fue la mejor de nuestras opciones.

Aún no recuerdo del todo qué fue lo que pasó esa noche —ni los días que le siguieron—, pero, gracias a las versiones de las mujeres con las que ahora vivo y a las vagas imágenes que tengo acerca de lo que ocurrió, he podido armar una versión que me ha sido lo suficientemente convincente como para dejar de obsesionarme con ello. Una que me ha permitido salir de la burbuja que empecé a crearme cuando desperté y me di cuenta de que mi mundo había cambiado para siempre.

Esa noche —la noche en la que fui recuperada de las manos del Arcángel Rafael—, supe que Dahlia había muerto. Supe, también, que un ángel apoderó del cuerpo de Nathan y que estuvo vigilándome durante mucho tiempo; el suficiente como para acostumbrarse a la vida humana y a anhelarla.

Me enteré, también, de que, a los ojos de todo el mundo, Bess Marshall está muerta.

Los noticieros dijeron que fallecí en el mismo fatídico accidente que mi tía y su prometido. Que, a pesar de que nunca encontraron mi cuerpo, el mundo entero se conmocionó con la trágica historia de la chica huérfana que sobrevivió a un accidente automovilístico de dimensiones atroces, para morir tres años después gracias a una explosión provocada por un montón de tuberías de gas en mal estado —explosión que, por cierto, mató también a una mujer que vivía en el piso superior al nuestro.

Nadie sabe que, en realidad, sobreviví.

Nadie sabe que fui llevada a una iglesia a las afueras de la ciudad para ser asesinada. Que el mismísimo Rafael Arcángel intentó utilizarme para atraer al único ser en el mundo capaz de detenerlo y que despertó un poder que ni siquiera yo sabía que poseía. Un poder que estuvo a punto de matarme.

Rafael llevó mi cuerpo a sus límites solo para que la energía que emanaba de mí atrajera al demonio que tanto se empeñaba en protegerme.

Sabía que él acudiría. Sabía que iría en mi rescate si presionaba lo suficiente y que conseguiría tenernos a los dos en una misma habitación para acabar con nosotros al mismo tiempo.

Según lo que Daialee y Niara me contaron, incluso ellas pudieron sentir las oleadas descomunales de la energía que llevaba dentro cuando fui provocada por el arcángel.

No estoy muy segura de qué fue lo que pasó o de cómo es que Mikhail dio conmigo —hay una enorme laguna ahí—, pero algo escuché acerca de que Daialee fue quien buscó al demonio para informarle acerca de lo ocurrido en el apartamento de Dahlia.

No sé en qué momento me encontró. Mucho menos sé cuándo se marchó una vez más para buscar a las brujas. Lo único que sé, es que lo hizo. Lo hizo porque yo estaba muriendo y él no podía permitirlo. No quería hacerlo.

Las brujas dijeron que, cuando fue a su encuentro, Mikhail les informó de lo ocurrido. Les dijo que Rafael no quería entregarme sin obtener algo a cambio. Que le había suplicado que me dejara en paz. Que le daría lo que quisiera a cambio de que me permitiera vivir; sin embargo, Rafael nunca estuvo dispuesto a ceder. No sin condicionar al demonio de los ojos grises; y fue en ese momento cuando le pidió que renunciara a la parte angelical que aún tenía dentro.

Básicamente, Rafael le pidió a Mikhail que renunciara a ser esa criatura a la que estaba destinado a convertirse solo para salvarme. Le dijo que, si quería que me permitiera vivir hasta que mi cuerpo envejeciera y que no desatara el apocalipsis hasta que yo fuera una anciana lista para morir de causas naturales, debía renunciar a su destino.

Mikhail, por supuesto, aceptó la oferta. Aceptó sacrificarse por mí; sin embargo, cuando Rafael por fin le permitió verme de cerca, ya era tarde. El poder desatado por los Estigmas estaba matándome y nadie podía hacer nada para impedirlo.

Fue entonces, cuando salió a buscar a las brujas para ver si ellas podían hacer algo por mí.

Acorde a lo que Daialee relató, esa noche morí.

Morí a manos de Mikhail y fui traída de vuelta gracias a la magia de Dinorah y Zianya. Fui atada a él y gracias a eso, mi cuerpo fue capaz de soportar la cantidad de poder que llevo dentro. Su cuerpo, constituido a la perfección para poseer y portar magia, salvó al mío de sucumbir ante el poder abrumador de los Estigmas.

Era la única manera de salvarme. Era la única forma que las brujas conocían para evitar que muriera; así que así lo hicieron: Me ataron a Mikhail a pesar del riesgo que suponía intentar hacer algo así.

Puedo recordar algunas cosas de esa noche. Recuerdo la inmensa laguna de incoherencia que me envolvía, la voz de Mikhail diciendo que me amaba y que se sacrificaría por mí; el ritual se llevó a cabo y el intento de asesinato de Rafael.

Aún no puedo creer que, literalmente, quería freírme de adentro hacia afuera.

No puedo creer como Mikhail, pese a estar retorciéndose de dolor, lo detuvo. Incluso, lo atacó e impidió que me asesinara.

Tengo entendido que las brujas no pudieron contener más la neblina procedente del poder angelical de Mikhail y lo dejaron libre. Lo dejaron ir para que este buscase su camino por su cuenta, cosa que nadie esperaba.

Nadie esperaba, tampoco, que el lazo entre Mikhail y yo haría que esa neblina se dirigiera hacia mí. Nadie vio venir que la parte angelical del demonio se atascaría en mi cuerpo gracias a la atadura entre su vida y la mía.

A partir de aquí todo lo que sé, se vuelve confuso. Según Dinorah —la bruja que fue atada a Zianya—, las cosas ocurrieron así:

Tras la transformación completa de Mikhail, la oscuridad que había en él se apoderó de todo y atrajo a las fuerzas más oscuras del Inframundo. Esto, aunado al pentagrama que sirvió como portal, hizo que todas ellas intentaran escapar, provocando que el edificio se estremeciera debido a la fuerza descomunal que poseían. Por esa razón todo comenzó a derrumbarse.

En ese momento, fue cuando la oscuridad, materializada en forma de manos siniestras y aterradoras, arrastró a Mikhail y a Rafael hacia el Inframundo.

Las brujas, junto con Jasiel —el ángel que se apoderó de Nathan—, al darse cuenta de lo que sucedía, emprendieron la huida y me llevaron con ellos.

Han pasado seis meses desde entonces.

No fue difícil para las brujas mayores tomar todo el dinero que habían guardado en el banco y encontrar un pueblo pequeño al otro lado del país. Tampoco fue difícil para ellas decidir que debían traerme hasta aquí, porque yo estaba completamente sola y porque el mundo entero piensa que estoy muerta.

Entonces así, sin más, venimos hasta acá para iniciar una nueva vida. Una que, en realidad, no empezó para mí hasta hace apenas un par de meses.

Durante el primer mes, me reusé a hacer otra cosa más que dormir. Comía porque Dinorah me obligaba a hacerlo y hablaba porque Daialee me arrancaba palabras, aunque no deseara pronunciarlas.

Me pasé días enteros pronunciando el nombre verdadero de Mikhail, en un intento desesperado por verlo de nuevo. Pasé semanas enteras obsesionada con la idea de que, quizás, un día de estos acudiría en mi búsqueda… Pero nunca lo hizo.

Pese a eso, una noche se me ocurrió invocar a Axel —con su real nombre, por supuesto— y así lo hice.

Verlo fue la cosa más maravillosa que pudo pasarme. Comprobar que se encuentra bien, fue como un bálsamo para mis nervios alterados.

No hablamos demasiado tiempo, debo admitir; sin embargo, si el suficiente como para ponernos al corriente de todo. Dijo que las cosas allá abajo son muy diferentes ahora, y que ningún demonio de jerarquía menor a la primera podía poner un pie en la tierra sin autorización del Supremo.

Al parecer, los incidentes ocurridos con los ángeles hicieron que las autoridades del Inframundo tomaran medidas al respecto.

Mikhail no salió a la plática inmediatamente, como era de esperarse; pero, cuando me preguntó dónde diablos se encontraba, el mundo volvió a deshacerse para mí. Tenía la esperanza de que él supiera algo respecto a su paradero, pero no fue así.

Por el contrario, escucharlo preguntarme por él, solo hizo que mis miedos más profundos se materializaran. Solo consiguió que aquello que tanto temía, tomara más fuerza en mi sistema; porque, si Axel no sabe dónde está Mikhail, solo podía significar una cosa. Algo que es lo suficientemente terrible como para no querer pronunciarlo en voz alta.

El íncubo prometió investigar sobre su paradero en el Inframundo una vez que le conté todo lo que ocurrió cuando Rafael trató de asesinarme, pero esa fue la última vez que supe algo de él.

Por más que traté de invocarlo una vez más, jamás lo conseguí.

Poco tiempo después de aquello, las brujas hablaron conmigo. Me dijeron que había pasado ya bastante tiempo, y que era hora de que me levantara de la cama y empezara a luchar. Me dijeron —cruda y cruelmente— que tenía que aceptar la posibilidad de que Mikhail estuviese muerto; cosa que me negué a creer.

¿Cómo iba a estar muerto si yo estaba viva?, ¿si se supone que estamos atados?... El lazo sigue aquí. El lazo no se ha ido. Puedo sentirlo.

Ellas, sin embargo, argumentaron que tenía que aceptar la posibilidad de que, quizás, aún sigo viva porque una parte de él vive en mí: la angelical. Dijeron que era probable que la atadura aún funcionara gracias a que una parte de Mikhail sigue viva dentro de mí.

No suena muy descabellado. De hecho, tiene bastante sentido, pero me rehúso a creerlo. Me niego a aceptar que, quizás, Mikhail ya no exista más. Me niego a pasar el resto de mis días con el peso de su sacrificio sobre mis hombros y un montón de recuerdos atascados en la memoria.

No sé cuánto tiempo me tomó empezar a funcionar con normalidad.

No recuerdo, tampoco, cuánto tiempo me tomó acostumbrarme a esa sensación de desconexión que el lazo ha dejado en mí. Mucho menos sé exactamente cuánto tiempo pasé encerrada en una habitación, mientras las brujas se partían el culo para echar a andar el lugar donde ahora vivimos; pero, una vez que tuve la fuerza suficiente, salí a enfrentarme al mundo.

Conseguí este empleo no mucho después de tomar la decisión de tratar de continuar y me inscribí en la escuela semiescolarizada bajo el nombre de soltera de mi madre: Annelise Williams. Desde entonces, he estado tratando de concentrarme en dar un paso a la vez.

No ha habido rastro alguno de ángeles en este lugar desde que llegamos. De hecho, nadie se explica cómo es que ya no despido ese halo de energía que los atraía. No cuando ahora soy capaz de hacer cosas bastante aterradoras gracias al poder de los Estigmas y la parte angelical que tomé de Mikhail.

A pesar de eso, no hemos querido investigar demasiado. Todas las brujas parecen decididas a olvidar la pesadilla que fue vivir en Los Ángeles y yo estoy en la misma sintonía.

Por ahora, lo único que queremos es tomar las piezas que quedaron de nuestras vidas y comenzar a armarlas de nuevo. No sé cuánto tiempo va a tomarnos, pero confío en que algún día podremos hacerlo.

Confío en que algún día, todo esto quedará como el recuerdo de un episodio bastante extraño. Uno lo suficientemente increíble como para conseguir que te preguntes una y otra vez si de verdad ocurrió. Si realmente hubo un demonio rondando nuestras vidas. Un demonio con el alma de un guerrero. Uno capaz de darlo todo por alguien.

Ir a la siguiente página

Report Page