Deepweb

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Capítulo 10

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Capítulo 10

Perteguer y Samir charlaron durante unos minutos con una asistente social y con la Fiscalía de Menores y, con el compromiso de que devolverían a Susan sana y salva a su domicilio se dirigieron a una hamburguesería cercana que abría las veinticuatro horas. Los tres pidieron un menú grande con refresco y patatas y se sentaron en una de las mesas del local, que a esas horas y salvo ellos tres y los dos empleados estaba desierto.

* * *

Las últimas dos horas las habían pasado en la comisaría del distrito de Moncloa donde habían llevado detenidos a los dos energúmenos que habían intentado asaltar a la joven, que resultó tener diecisiete años. Eso suponía una serie de peculiaridades legales tanto en lo que respectaba a la agresión, o intento de agresión, que acababa de sufrir, como en lo relativo a la investigación de la muerte de Eric y las prostitutas.

Además se daba el caso de que Susana, que era como se llamaba la joven que estaba detrás del «nick» o nombre en clave Darksoul, era huérfana y estaba tutelada por la Comunidad de Madrid, y era la asistente social de la residencia de menores de Villalba la persona con la que habían conversado a quien le correspondía el ejercicio de su guardia y custodia legal.

En lo relativo a la investigación, un par de llamadas al director de la Residencia Juvenil Abantos donde Susan estaba interna habían bastado para confirmar que las noches en las que se habían asesinado a las prostitutas y la tarde en la que se inoculó a Eric la cocaína, la joven había permanecido en la residencia. De hecho la última noche que la chica pasó fuera del centro de menores fue casi seis meses atrás cuando no regresó tras una salida y fue interceptada a las pocas horas en las puertas de un concierto de una banda de rock danesa de gira por España. Sin embargo seguían existiendo muchas conexiones entre los asesinatos, la sobredosis de Eric, que también apuntaba a un asesinato más, el poema de Rosalía de Castro y el foro de imágenes escabrosas Woregore del que Susan López Ezquerro, tras el «nick». DarkSoul, era administradora. Por todo ello Perteguer prefirió abandonar la comisaría tras la declaración relativa a la agresión que acababa de sufrir en el campus de la Complutense y llevó a Susan directamente a la hamburguesería antes de devolverla a su residencia. De ese modo, pensó, quizá la joven no se cerrara en banda y se mostrara más colaboradora. No era, desde luego, el protocolo adecuado con una sospechosa y mucho menos aún con aquella menor de edad que para colmo, había sido agredida apenas un par de horas antes, pero Perteguer intuía que ese campo neutral que suponía aquella hamburguesería podía hacer que DarkSoul se mostrara más colaboradora con los policías.

Y allí acabaron pues, tras ser reconocida ella por un médico de urgencias y con la anuencia de sus tutores y la Fiscalía del Menor, que permitió a los policías llevar a cenar a la joven con el compromiso de reintegrarla al centro donde residía en Villalba, pese a lo rocambolesco de las razones esgrimidas por Rafael Perteguer.

Tras varios minutos en silencio, Susan se dirigió a Samir. Probablemente al verle más joven imaginó que sería más cercano o por lo menos más comprensible. No se equivocaba. En cierto modo, Perteguer no sabía muy bien por donde empezar la conversación con aquella joven de aspecto gótico. Le costaba entender que con sus diecisiete años recién cumplidos tuviera más interés en los muertos que en los vivos.

—¿Por qué no me han llevado los otros maderos?

—Los otros policías… —Samir hizo amago de retirar la bandeja de comida de Susan—… vuelve a empezar la frase, Susana.

—Susan… —Susan atrajo de nuevo hacia sí la bandeja con la comida y fingió indignarse por unos segundos. Tras unos tragos de refresco recomenzó la frase—…¿Por qué no me han llevado los otros policías?

—Porque queremos hablar contigo de una cosa.

—¿Qué cosa? —Susan comenzó a mordisquear las patatas fritas— ¿voy a tener un padre adoptivo nuevo?

Samir y Perteguer cruzaron sus miradas antes de que el Inspector se dirigiera finalmente a la adolescente.

—¿Hace cuánto que vives en la residencia?

—Desde que me sacaron del orfanato… o del colegio… no sé como lo llaman ahora para que no parezca sacado de un libro de Dickens…

—Vaya. —Samir sonrió—. ¿Lees a Dickens?

—Todo huérfano debería leer Oliver Twist para saber de qué va el mundo de ahí fuera…

—No estamos en el siglo XIX…

—¿Estás seguro? Solo porque lleves un teléfono con Internet en el bolsillo no quiere decir que sigas viviendo en el siglo XIX. Pregunta en un suburbio de Bangladesh a los niños que recogen botellas por la calle en qué siglo VIven…

Era evidente que Susan era mucho más madura que lo que su edad podía sugerir en un primer momento. También estaba claro que no era la primera vez que le tocaba defender sus argumentos en frente de adultos y en especial de policías. La ficha policial a la que había tenido acceso Perteguer estaba jalonada de continuas fugas de centros de menores y un par de peleas con otras chicas de su edad e incluso mayores de edad. Puede que en parte tuviera razón en compararse con Oliver Twist. Samir asintió y concedió que el argumento de Susan era razonable y prosiguió con la charla.

—Susan. Queremos hablar contigo de una cosa. Una cosa bastante grave…

—¿Tan grave como para ir a juicio?

—Tan grave como para ir a juicio…

—En ese caso quiero un abogado. ¿Qué he hecho esta vez?

Susan no parecía inmutarse por el hecho de que la policía quisiera tomarla declaración. Era parte de su día a día. Una rutina más.

—¿Conoces a un tal Eric?

—No.

—¿Y si te digo que usa el «nick». Athos?

—No.

Susan siguió comiendo las patatas sin inmutarse.

—¿Y si te digo que sabemos que eres DarkSoul?

Por primera vez en toda la conversación Susan pareció sorprendida. De hecho con la última frase de Samir la joven pareció sentir un escalofrío. Bajó la mirada para no cruzarla con ninguno de los dos policías y la clavó en la cesta de patatas fritas.

—¿Susan? —Perteguer buscó el tono de voz más amable posible—. A Eric le ha pasado algo malo…

—¿Algo malo? —La cara de sorpresa de la joven parecía sincera cuando levantó la mirada de la cesta de patatas fritas y la fijó en Samir. O eso o era muy buena actriz, pensó el oficial—. ¿Cuándo? Hablé con él hoy mismo.

—No… no hablaste con él Susan… hablaste con nosotros.

Ahora su gesto pareció todavía menos impostado que antes. Enrojeció con rapidez e hizo que su ceño se frunciera con rabia antes de arrojar lo que quedaba de patatas fritas contra Samir.

—¡Malditos mentirosos! ¡Maderos cabrones! ¿Dónde está Eric?

Ante los gritos de Susan los dos empleados de la hamburguesería salieron corriendo de la cocina y se precipitaron a la barra. Perteguer y Samir los tranquilizaron mostrando sus placas de policía.

—Susan… —Samir se quitó tres patatas de encima y se sacudió la chaqueta de cuero antes de proseguir—… nos hemos hecho pasar por Eric porque a Eric le han…

—Ha muerto, Susan… —Zanjó Perteguer—… ha muerto y estamos investigando qué le pudo pasar… ¿Lo sabes tú?

* * *

Susan se quedó en silencio unos segundos mirando intermitentemente a Samir y a Perteguer, como buscando alguna última confirmación o negación de lo que acababa de escuchar. Pero los rostros de los dos policías se mantuvieron sobrios y quedos. Tras esos instantes de indecisión, dos lágrimas salieron de sus ojos y recorrieron sus mejillas hasta caer sobre la mesa de la hamburguesería. Ella siguió inmóvil y en silencio. Hasta que la mano de Perteguer en su hombro desató por fin un torrente de sentimientos impredecible. De un manotazo, Susan apartó la mano del inspector y se levantó como un resorte de su asiento, provocando que la bandeja que contenían lo que quedaba de hamburguesa y patatas saliese volando por los aires.

—¡Susan!

De nada sirvió el grito de Perteguer. La joven salió corriendo del local con una carrera explosiva seguida por Samir, que era quien estaba más cerca de ella. Tras unos segundos y una veintena de metros, logró alcanzarla calle arriba. Había comenzado a diluviar y las gotas de lluvia se mezclaron con las lágrimas que ahora brotaban sin consuelo de los ojos de la adolescente. El oscuro maquillaje comenzó a llenar de hileras negras sus carrillos mientras pataleaba impotente y trataba de zafarse de Samir, que la sujetaba por los hombros sin saber muy bien qué palabras emplear para consolarla.

—Lo siento, Susan… lo siento mucho…

—¡No lo sientes!

—Claro que lo siento. Por eso estamos aquí contigo… para tratar de averiguar qué le paso… para saber quién le hizo daño.

Susan dejó de patalear y se limpió la cara con la manga de su chaqueta. Negó con la cabeza e hipó un par de veces antes de responder.

—¿Por qué iban a hacer algo malo a Eric?

—Eso es lo que queremos averiguar… y creemos que tú puedes ayudarnos. Vamos de vuelta a la hamburguesería, estás empapándote aquí fuera.

Susan y Samir regresaron al local ante la atenta mirada de Perteguer, que fumaba un cigarrillo apoyado en el escaparate y resguardado de la lluvia bajo el colorido toldo. Cuando al fin el oficial y la adolescente entraron en el local, el inspector entró tras ellos. Unos minutos después, Susan tenía delante suyo otro menú completo, que apenas tocó, salvo el refresco.

—¿Cómo ha muerto?

—Sobredosis, creemos que provocada. ¿Sabes si consumía algún tipo de droga?

Susan negó con la cabeza visiblemente afectada y volvió a secarse la cara con la manga de su abrigo, hasta que Perteguer le tendió una servilleta, con la que procedió a sonarse la nariz.

—Fumaba porros. Pero nada más. Ni coca, ni pastillas… solo hachís… ¿Sobredosis de qué?

—De cocaína.

Susan cerró los ojos y volvió a negar con la cabeza, esta vez de una forma más tajante.

—Ni de coña. Cocaína ni de coña…

—¿Cómo le conociste, Susan?

—Conocí a Eric en un foro americano, TopChan, no sé si lo conocen…

—Topchan… —apuntó Samir—… el que filtró las fotos de las famosas…

—Exacto. De vez en cuando cuelgan alguna foto gore que dura algunos minutos. En el hilo suelen colgar algunos enlaces de intercambio que tengan que ver con la temática, al menos el tiempo necesario antes de que algún administrador lo censure y cierre el hilo. Pero con los minutos que ha estado activo es suficiente para ir de un chan a otro hasta encontrar una dirección para algún sitio de TOR…

—Deepweb —esta vez fue Perteguer, quien quiso asegurarse de que se estaba enterando de lo que aquella chica estaba narrando— ¿no?

Susan miró de arriba a abajo al inspector y asintió antes de dar otro largo y sonoro trago a su refresco.

—Sí. La cebolla.

—Pero WoreGore lo creaste tú…

Samir había sacado un cuaderno Moleskine con tapas de color morado donde tenía anotados algunos de los dominios y «nicks» que había sacado del ordenador portátil de Eric.

—Sí. No es ilegal.

—No es de buen gusto.

—Pero no es ilegal… Cada cual tiene sus gustos.

—Dudo mucho que a alguien pueda gustarle un cadáver diseccionado en una autopsia…

Perteguer callaba. Dejaba que Samir llevara la conversación con Susan a sabiendas de que ambos tenían más afinidad. Así podía estudiar con calma a la joven que se ocultaba bajo el pseudónimo DarkSoul, «alma oscura» en inglés, y por otro lado evitaba resbalar en algún término tecnológico que aún no dominaba del todo. Así que se limitaba a seguir casi sin parpadear la conversación. En ese punto de la misma, Susan sacó su teléfono móvil del bolsillo derecho de su chaqueta y buscó entre sus archivos Al cabo de unos segundos mostró una fotografía a Samir, y después a Perteguer. Se trataba de un dibujo de Leonardo da Vinci que mostraba el torso de una mujer con sus diferentes órganos y arterias diseccionados y anotados.

—Leonardo… —Samir amplió la imagen mostrada por el teléfono—… pero esto es anatomía, no morbo.

—El dibujo original es de Leonardo da Vinci, sí… pero ese que ves… Samir… ¿te llamabas Samir? …Pues bien… ese dibujo es mío. Sigue pasando imágenes. Son todos míos. Y ahora dime… ¿cómo logra una chica de 15 años estudiar disecciones? Buscando fotos por Internet…

Samir y Perteguer contemplaron impresionados la colección de dibujos que Susan había fotografiado. Algunos como el primero, del torso de la mujer, eran reproducciones perfectas de los estudios anatómicos de Leonardo da Vinci, Giovanni Battista Castello o el español Valverde de Amusco. Otras, eran crudas y casi perfectas representaciones de restos humanos descuartizados. Huesos, tendones, articulaciones. La colección de dibujos de Susan debía haberle tomado meses de dedicación. En efecto, los dibujos carecían de morbo alguno, y no eran ni más ni menos que perfectas reproducciones anatómicas.

—Quiero ser cirujana. Me da igual lo que piensen. Lo que piense todo el mundo. Yo sí sé encontrar bello un cadáver. No veo nada repulsivo en la carne que rodea nuestra alma… y creo que el mayor desprecio a la vida que hacemos es alejar a la muerte de nuestro día a día. En mis dibujos, los órganos muertos que dibujo están vivos en el que los mira. Es lo hermoso de ello. Y… sé que las fotos que busco en Internet son desagradables para la gran mayoría… y que la gente piensa que estoy colgada… o como has dicho tú… que «no es de buen gusto». Pero si alguien en su momento hubiera quemado todos los dibujos anatómicos de Leonardo… quién sabe…

Perteguer asintió y finalmente intervino en la conversación.

—Entonces creaste woregore para intercambiar este tipo de imágenes. Imágenes que son censuradas en el 90% de las páginas web.

—Exacto. Y un día en TopChan, Eric se mostró interesado. Intercambiamos correos, y tras una hora chateando para ver si era un rarito o un… —Miró sin disimulo a ambos policías antes de continuar—… madero… pues finalmente le di la dirección de mi foro gore en la cebolla… en TOR. Lo llaman «cebolla» por las capas que lo tapan… supongo… La famosa «deepweb» para los periodistas enteradillos de esos que se llaman de investigación, los maderos enteradillos y los escritores de novela negra que van de enteradillos… En realidad todos van de enteradillos con TOR… hasta los informáticos… y hasta yo misma, supongo…

Samir sonrió con la reflexión de Susan sobre el Internet profundo. Estaba de acuerdo con ella en todo punto por punto, aunque les dejase a Perteguer y a él como «maderos enteradillos» y cuasi-profanos en la red profunda.

—Ahora dinos, Susan… ¿Qué es todo eso de Rosalía de Castro?

Susan se encogió de hombros y acabó de un último sorbo el refresco antes de picotear distraída un par de patatas. Parecía que escuchar el nombre de la poetisa no había causado otro efecto en ella que la mera indiferencia.

—Eso es una rayada que se inventó Aneris… una tontería de cambiar la contraseña del foro con ese poema. En principio… me pareció guay lo de encriptar más el acceso y cambiar de contraseña según el día. Muy peliculero. Luego se convirtió en un coñazo por tener que mirar día tras día qué frase tocaba… aunque eso hizo que se fueran del foro muchos mirones que no participaban. Que en el fondo eran la inmensa mayoría. De todas formas es que pese a que yo lo creé en su momento, Aneris cada vez era más importante en el foro. No paraba de subir material nuevo, así que en parte la dejé ir controlando más y más el grupo… Llenó todo un hilo solo con fotos del poema de las narices… el de dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros, ni su puta madre…

Samir rio con la última frase de Susan. La joven parecía más relajada pese al sofoco inicial al conocer la muerte de Eric.

—Aneris publicaba bastante material en tu foro, mucho… —Samir revisaba sus anotaciones—. Te pidió entonces un buen día que usaras el poema como contraseña. ¿Te dijo para qué?

—Pues a ver… —Susan se rascó la cabeza con indiferencia sin entender muy bien a qué se debía tanto interés con el poema—… Aneris es un rayado de la vida que dice que es gótico y romántico y gallego. Y que le flipaba mucho Rosalía de Castro y Edgar Allan Poe. Que supongo que podría haber hecho el rollo de la contraseña cambiante con el Cuervo pero por lo que sea escogió el poema de las plantas y las fuentes… Yo que sé… —Susan se encogió de hombros y mordisqueó una patata frita con aire pensativo—… la verdad es que en estos foros encuentras a auténticos tarados. Como he dicho me gustó la idea por aquello de dar un poco más de privacidad y seguridad al foro… me pareció original, sí… esa sería la palabra… y como aportaba mucho material pues le dejé que introdujera ese comando en el foro y bloqueara a quien no respondiera correctamente a la contraseña. Luego nos mandó las fotos a los usuarios más activos. El resto lo cierto es que nunca jamás volvieron a entrar. En la deepweb hay mucha gente que se registra en las cosas para husmear y luego nunca vuelve… o pierde la dirección o deja de tener curiosidad… quién sabe…

—Pero Aneris era activo en el foro… ¿cómo le conociste?

—Igual… de algún chat de góticos o de emos, no recuerdo muy bien. Alguna charla en el chat del IRC y acabé dándole la dirección de mi woregore. Desde entonces empezó a surtirlo de un material que la verdad, nunca supe cómo conseguía, pero tampoco le pregunté. En este mundo es casi mejor no saber nada de nadie. Ahí se mueve gente muy oscura con intenciones muy chungas. Hay demasiado hijo de puta en esa cebolla moviendo mierda muy muy mala… tan mala que las fotos de mis foros se quedan al nivel de los dibujos animados si los comparamos con ella…

—¿Alguna vez quedaste con Aneris?

—Jamás le vi en persona… con Eric sí. —El rostro de Susan se ensombreció de nuevo al recordar a Eric y sus ojos se humedecieron—. Con el pobre Eric dos veces. Con Aneris nunca… la verdad no vi motivo… Aneris no es de chatear y contarte su vida, sino de intercambiar mucho material, muchas fotos y sobre todo otras webs, con recursos muy técnicos… como de cirujanos…, Pero no hablaba mucho ni opinaba.

—¿Técnicos? —Samir anotó en la libreta el «nick» de Aneris y lo rodeó con un círculo—. ¿A qué te refieres? ¿Médicos?

—Sí… de cirugía. De bastantes universidades extranjeras. Vídeos de clases o intervenciones en hospitales… cosas así… no solo el típico vídeo mal tirado con un móvil… no… algo más profesional, más… profesional.

Samir y Perteguer se miraron y los dos supieron que iban por buen camino. El inspector insistió.

—¿Y crees que alguno de ese material podría no provenir de una clase o de una intervención quirúrgica?

—¿Algo como qué?

—Autopsias de accidentes, de crímenes… de asesinatos.

Perteguer hizo una pausa deliberada antes de decir «asesinatos» y Susan dudó antes de responder. Finalmente fijó la mirada en Perteguer y asintió con seguridad.

—Alguna vez me dio miedo. Hay fotos que se nota que son de la poli… o de los médicos. Pero… alguna foto… alguna era… no sé… diría que más artística que otra cosa. Algunas veces Aneris aportaba material bastante chungo… muy… directo…

—¿Y no tienes manera de contactar con Aneris?

—El foro, por mensaje privado. Pero fuera de él, nada… ni correo electrónico ni teléfono ni nada. Es español fijo… por la forma de hablar y tal… pero nada más… Ya os digo que no es de chatear.

—¿Ni edad ni nada?

—Nada…

—¿Y con Eric… cuando quedasteis…?, ¿pasó algo?

—¿Cómo que si pasó algo?

Perteguer y Samir se miraron. El Inspector asintió y finalmente Samir reformuló la pregunta.

—Sí… A ver no es una pregunta que me guste hacerte pero… ¿Erais amigos o algo más?

—Me van las tías…

Susan afirmó de nuevo con seguridad y sin mostrar que en modo alguno pudiera haberle molestado la pregunta.

—Entiendo… —Samir asintió— …¿entonces con Eric?

—Eric era un buen chaval. Quedamos un par de veces a tomar cervezas o a fumarnos unos petas en el parque de Roma o en la Complu. La verdad es que cuando quedábamos no hablábamos de gore. En realidad no creo que a Eric le molara el gore o lo disfrutara… quizá lo investigara como yo… a lo mejor es en lo que nos parecíamos. Por eso no hablábamos del foro fuera del foro…

—¿De qué hablabais entonces?

—De todo y de nada… política, series de televisión, pelis… algún videojuego, y sobre todo de libros. Libros de terror, libros de misterio… Era un buen chaval la verdad. Muy culto… —De pronto Susan quedó unos segundos en silencio con la mirada fija en un punto lejano más allá del escaparate de la hamburguesería. Después sacudió su cabeza como tratando de borrar un pensamiento triste—. Qué putada lo que le ha pasado… ¿Quién iba a querer matarle al pobre?

Dos horas después Samir y Perteguer dejaban a Susan en la residencia juvenil en la que estaba interna. El vigilante de la puerta no preguntó por qué la chica venía en mitad de la madrugada acompañada de dos policías, de modo que los dos investigadores no dieron más explicaciones. Pese a lo poco o nada ortodoxo del interrogatorio, sin luz ni taquígrafos de la hamburguesería, tanto el oficial como el inspector jefe estaban prácticamente convencidos de que Susan no les había mentido. Desde su primera reacción al conocer la muerte de Eric hasta el mismo momento en que, portátil abierto y conectado a la red wifi del restaurante, fue explicando uno por uno de qué conocía y qué datos disponía de cada uno de la veintena larga de usuarios ya no tan activos del foro Woregore en los últimos meses parecía totalmente sincera y mucho más colaboradora de lo que habían pensado en un primer momento los dos investigadores. Era obvio y notorio que a Susan no le agradaba mucho dar determinada información a la policía, pero al igual que los detectives estaba convencida de que Aneris y su poema de Rosalía de Castro estaban en efecto relacionados con la muerte de Eric.

Sin embargo ni Perteguer ni Samir comentaron con Susan-DarkSoul lo de las prostitutas asesinadas; no lo necesitaron y quizá era mejor dejar eso a un lado en esa primera toma de contacto con la joven administradora de Woregore.

Era evidente para ellos que Susan no tenía nada que ver en absoluto con ellas, más allá del hilo virtual que a través del foro le unía con Aneris y con el fallecido Eric-Athos. Ese hilo sórdido de un foro en TOR, esa macabra cebolla llena de capas oscuras y a veces podridas y hediondas que, como Susan decía, los que iban de listillos llamaban «deepweb» y que en otros casos era la única herramienta para algunos de escapar del control de las dictaduras que estrangulaban el intercambio de información en la red de redes. Como siempre la mejor herramienta podía servir al ser humano para salvar vidas, o para cercenarlas. Y parece que Aneris se decantaba por lo segundo.

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