Deepweb

Deepweb


Capítulo 8

Página 11 de 29

C

a

p

í

t

u

l

o

8

Samir y Perteguer continuaron navegando con el ordenador portátil de Eric durante las dos horas siguientes, acompañando los cafés con galletas de chocolate y un trozo de tarta de zanahoria. Al cabo de un rato, Samir señaló orgulloso la pantalla del portátil. Se trataba de un foro de aspecto rudimentario y arcaico, como del Internet de quince años atrás, de fondo negro y letras rojas. Tal y como había anunciado Samir, el dominio de la web era una amalgama de caracteres alfanuméricos muy difícil de recordar. Un rótulo con letras góticas anunciaba el contenido de la página: «gore», de una elevada y macabra violencia explícita.

—Aquí lo tenemos. —Samir tomó otra fotografía de la página web, en especial de la dirección de dominio de la misma—. Lo más visitado por Eric es el foro denominado «Woregore»… una página de intercambio en cadena de imágenes gore… sangrientas, macabras… aquí hay álbumes enteros de fotografías de cadáveres muertos en condiciones muy desagradables y violentas, reportajes de autopsias… en fin… cosas así.

—Como las que tenía en sus carpetas… —Perteguer recorría con la mirada la colección de atrocidades que se había recopilado en esa página—. Sería la misma temática ¿no?

—Exacto. —Convino Samir—. Y además… el foro es español… o al menos está configurado en idioma español de España… De modo que puede que empezara a consultarlo una vez que estuvo aquí…

—¿Puedes meterte? ¿Conectarte como usuario?

Samir asintió y volvió a tomar una fotografía de la pantalla del ordenador.

—Si me meto corro el riesgo de que ellos sepan que estoy conectándome con su cuenta… Aunque puedo probar… podría enmascarar mi estado de conexión… aunque el administrador del foro podía verme…

—No tienen por qué saber que Eric ha muerto…

—Pero jefe… —Samir se corrigió ante la mirada del Inspector—… Perteguer… no estarás pensando en que nos hagamos pasar por él…

—No… no si no hay otra salida… pero al menos me gustaría ver qué buscaba en este foro y si tiene en él amigos… amigos que se correspondan con el mundo real… Y quizá qué rol tenía Eric en este grupo de intercambio… cuanta más información obtengamos de Eric, más cerca estaremos de su asesino.

—De acuerdo… —Samir no había dejado de teclear frenéticamente entretanto—… he encontrado la forma de aparecer como no conectado… pero ahora me pide una contraseña… esto va a ser más complicado…

Cuando Samir intentó conectarse al foro con la identidad virtual de Eric, un marco apareció tapando la totalidad de la pantalla. El marco contenía un enunciado y un espacio para escribir la respuesta, a modo de seña y contraseña.

—¿«Diecisiete de febrero»?

—Eso dice. Es la pregunta. La contraseña será la respuesta a esa pregunta…

—Caramba… —Perteguer miró su móvil— fue… lunes. Prueba a poner «lunes».

—No… —Cuando Samir pulsó la letra enter tras escribir la palabra que sugería Perteguer, apareció en la pantalla un recuadro con la leyenda «introduzca contraseña»—… no es lunes…

—Puede ser… ¿el santoral? —El inspector volvió a consultar la pantalla de su teléfono—… El diecisiete de febrero es… vaya… son muchos santos ese día… San Alejo, Amideo, Benedicto, Bonajunta, Bonfiglio, Donato, Eutropio, Faustino, Lotoringo, Policromio,…

—¿Lotoringo y Policromio? ¿Está de coña, jefe?

—No… eso dice… y sigue… San Rómulo, Secundiano, Silvino, Sosteneo, Teódulo, Ugocio…

—No puede ser… solo puede valer una contraseña… pero probemos…

—¿No hay peligro de que nos bloqueen?

—No tengo ni idea, Perteguer…

—Prueba entonces…

Samir comenzó a teclear nombres del santoral sin éxito. La pantalla una y otra vez volvía al rótulo con la leyenda «introduzca contraseña» pero al menos no parecía que los policías hubieran alcanzado un número máximo de errores en el acceso al foro restringido.

—Nada…

—Puede ser… ¿un cumpleaños de alguno de sus amigos?

Consultaron a través del calendario de Facebook los cumpleaños de sus contactos y otras fechas señaladas. Ninguno se correspondía con el diecisiete de febrero. Perteguer y Samir, tras quince minutos introduciendo contraseñas erróneas, comenzaron a desesperar.

—Nada… no coincide ninguno… ¿algún hecho histórico?

—Veamos… —Perteguer tecleó en en el buscador de su teléfono la fecha—… diecisiete de febrero… también son muchas cosas… Bernal Díaz del Castillo escribe «Historia verdadera de la conquista de la Nueva España» en 1580…Rusia y Prusia firman un tratado para repartirse Polonia en 1772…en 1831 Bélgica se constituye como país independiente… ¡Esta es importante! ¡Al menos supongo que lo será para Eric! ¡Muere Molière en 1673 mientras representa «El enfermo imaginario»! Prueba a poner «Molière»…

—No… —Samir negó con la cabeza tras teclear el nombre del dramaturgo—… nada…

—¿Mil seiscientos setenta y tres?

—No…

—¿En letra? —Insistió Perteguer—. Prueba a ponerlo sin números…

—Tampoco…

—«¿El enfermo imaginario?».

—No… tampoco… además… —Samir retiró durante unos segundos la vista de la pantalla y se frotó los ojos y el puente de la nariz con gesto cansado. Después dio otro trago al vaso de plástico que contenía los últimos restos de un café frío—… estoy pensando que esto de las fechas históricas puede ser mil cosas… no tiene sentido poner una contraseña al azar… que dependa de varios factores… tiene que ser otra cosa… algo pactado de antemano. Que cuando el usuario lea «17 de febrero» sepa dónde mirar o qué poner…

—¿Un código?

—Sí… una especie de libro de códigos… algo que sea como un calendario, un dietario que asigne una contraseña a cada día… y habría… trescientos sesenta y cinco contraseñas distintas…

—Es imposible aprenderse eso…

—Por eso tiene que ser otra cosa. Algo que se relacione directamente. Como el número dos con un pato… o el trece con la mala suerte…

—Pero no puede ser tan obvio… no tiene lógica poner una contraseña que se pueda adivinar en Internet… el código tiene que ser más secreto… más único… más… ¡déjame mirar una cosa!

Perteguer cogió el ordenador portátil de manos de Samir y se dirigió a la carpeta de imágenes. En ella buscó el extraño recopilatorio de poemas, o en concreto, el mismo poema de Rosalía de Castro fotografiado una y otra vez hasta llegar a ciento sesenta. Después seleccionó una de las fotografías, la primera de ellas, y accedió a sus propiedades pinchando en el botón derecho del ratón. En el menú desplegable aparecía entre otras cosas, la fecha en la que la fotografía había sido tomada.

—Si miro aquí pone cuándo tomaron la foto ¿no, Samir? —Perteguer señaló la pantalla y buscó en el menú una fecha—… sí… aquí…

—Diecisiete de febrero… pero… son todas iguales… —Samir negó con la cabeza de pronto—… o no tan iguales… no…

—Son todas iguales pero todas son distintas… la letra, el color… y mira…

—Palabras subrayadas…

—En esta está subrayado «pero no es cierto»… en la siguiente «fuentes y flores»… en la del diecisiete de febrero… «unos se agostan»… prueba con eso…

Perteguer movió el ordenador portátil hacia Samir, como si por superstición confiara en que si el oficial era el que introducía la clave, esta fuera a funcionar. Y así fue. En cuanto terminó de introducir la última ene y pulsó la tecla enter, el cuadrado con la leyenda «inserte nombre de usuario y contraseña» desapareció para dar paso al tablón principal del foro woregore.

—Unos… se… agostan… ¡Es la contraseña! ¡Estamos dentro! ¡Estamos dentro! El usuario de Eric era… Athos…

—Un mosquetero…

—Exacto, el que parecía que estaba siempre enfadado…

Lo que mostraba el foro no era fácil de digerir. Ni siquiera para dos policías expertos como Perteguer y Samir. Página tras página y a modo de cadena, la pantalla mostraba infinidad de imágenes sangrientas y de alto contenido violento. Algunos hilos, casi monográficos, tenían casi una docena de imágenes en los que apenas cambiaba el ángulo desde el cual habían sido tomadas. Algunas colecciones se delataban como reportajes tomados por diversas fuerzas de seguridad del planeta, siendo identificables gracias al logotipo que algunos cuerpos policiales habían sobreimpresionado en el margen inferior de algunas fotografías. Secuencias y fotogramas extraídos de cámaras de seguridad mostraban ataques brutales contra personas a machetazos e incluso a hachazos. No faltaban los hilos dedicados a ejecuciones sumarias por terroristas islámicos o carteles de la droga mexicanos y centroamericanos o palizas asesinas de bandas del este de Europa. En la mayoría de las fotos se apreciaban cuerpos desmembrados, decapitados y salvajemente descuartizados. Finalmente el último de los hilos ofrecía de nuevo asépticas y oficiales fotos de autopsias de diversos países y épocas. No faltaban algunas muy conocidas de un caso bastante mediático en España a mediados de los noventa y que se acabaron filtrando a la prensa junto con todo el sumario a los pocos años gracias a una importante revista y un polémico abogado y editor. Hoy, olvidados esos casos en la memoria colectiva, sobrevivían las imágenes del mismo en aquel rincón oscuro y perdido del laberinto en que se había convertido Internet. Perteguer no pudo dejar de fijarse que en la última foto que había visto: el técnico que inspeccionaba sobre una camilla metálica lo que quedaba de un esqueleto, estaba fumando mientras hacía la autopsia de los restos. El mundo había cambiado bastante en veinte años: en 2015 seguía la misma violencia cainita y la misma brutalidad homicida… pero ya no se podía fumar en edificios oficiales. Al menos en España.

—Joder… —Samir pasaba de página en página del foro con gesto de asco en su rostro—… esto es… repugnante…

—Más fotografías de autopsias…

—Y accidentes de tráfico… joder… ¿para qué cojones comparten estas fotos?, ¿algún tipo de necrofilia?

—Ya hay bastantes páginas en Internet sobre estos temas… pero esto va más allá… estas fotos… algunas son de la prensa pero otras… otras son demasiado explícitas…

—Mira, Perteguer… hay más fotos. Entrando en el perfil tiene casi una docena. El tipo se llama «Aneris77».

—¿Pone algo más?

—Nada más… esto es un foro clandestino no el Facebook… lo que no se es si además de intercambiar fotografías aquí tienen algún tipo de relación en «el mundo real»…

—Prueba en la carpeta de mensajes privados…

—Nada… está vacía. Pero espera… hay una cosa… tokens…

—¿Tokens? —Perteguer miró extrañado al oficial— ¿qué es eso?

—Puntos… recibidos por otros usuarios al colgar material… es como si te dieran puntos cada vez que dan a «me gusta» en una foto. Cuantos más puntos tiene un usuario, más importancia tienes el foro… más poder sobre los otros para bloquearles y expulsarles… Eric alias Athos tenía 127 «tokens»… la mayoría recibidos por el tal «Aneris77».

—¿Se puede llegar a saber quién es el administrador del foro?

—Sí… está marcado en amarillo en la lista de usuarios… este tal «Darksoul» pero no nos deja acceder a su perfil…

—¿Él es el único que nos puede ver ahora?

—Exacto.

—¿Y es el que pone las contraseñas? Quiero decir… el Darksoul este… es el que manda las fotos de los poemas de Rosalía de Castro… que sería el asesino de las prostitutas…

—Podría ser…

Perteguer se quedó en silencio unos instantes. Al fin asintió con la cabeza.

—Mándale un mensaje, Samir. Al administrador.

—¿Cómo?

—Ha pasado poco tiempo —razonó el inspector—… y Eric murió de una sobredosis… no ha salido en la prensa, si lo hizo alguien a drede para cargárselo puede que no haya podido confirmarlo. Escríbele.

—Pero si hago eso me cargo cualquier prueba, estaríamos suplantando su identidad…

—Olvídate de las pruebas. Esto se trata de coger a ese hijo de puta y las pruebas vendrán solas…

Samir esbozó una sonrisa sardónica y dio una palmada, como si fuera un aplauso interrumpido.

—Por lo que veo los rumores eran ciertos…

—¿Qué rumores? —Inquirió Perteguer, aunque ambos sabían a que se refería el oficial.

—Lo de que se pasa el Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal por el forro…

Perteguer negó con la cabeza con gesto reflexivo y carraspeó antes de responder, cuidándose de bajar el tono de voz cuando notó que la camarera sonriente andaba cerca de ellos. Justo acababa de recoger la mesa que estaba a la espalda de Samir. Devolvió la sonrisa a la camarera y finalmente habló.

—Escucha, el cien por cien de los tíos que he encerrado en toda mi carrera eran culpables. Y en homicidios estoy más aún.

—¿Más seguro que el cien por cien? ¿Cuánto? ¿El ciento diez? Interesante… Eso no quita para que el procedimiento sea ilegal…

—¿Crees que algún juez te autorizaría a entrar en un foro clandestino de intercambio de imágenes macabras de cadáveres a hacerte pasar por un muerto? Solo el tiempo que tardarías en explicarle a «Su Señoría» qué es un foro y esta cosa de la deepweb te llevaría meses y toneladas de papel y tinta. Todo lo que vamos a hacer aquí es bajo mi responsabilidad… tú decides si quieres pillar a un asesino en serie o pasarte dos semanas yendo y viniendo al despacho del juez…

Samir quitó las manos del teclado del ordenador como si de pronto se hubiera manchado los dedos con algo pringoso. Después miró a Perteguer con gesto reprobador.

—Entonces me estás pidiendo que cometa un delito.

—Si me vas a venir con esos cuentos, corre a contárselo a Callahan y te condecorará él mismo en su despacho. Si quieres pillar al asesino antes de que muera una, dos… cinco prostitutas, manda ese mensaje.

Durante una docena de segundos se hizo el silencio entre los dos policías. Finalmente el oficial suspiró y volvió a colocar sus manos sobre el teclado del ordenador portátil.

—Discrepo totalmente de tus métodos… pero… —Samir hizo un gesto a la camarera sonriente y encargó dos cafés y otro trozo de tarta de zanahoria—… por un lado tienes razón. ¿Qué le pongo a nuestro amigo DarkSoul?

Perteguer meditó apenas unos instantes antes de responder.

—«Tenemos que hablar».

—¿Solo eso?

—Solo eso. Si se lo ha intentado cargar se extrañará de que le mande un mensaje. Si no le ha intentado asesinar no notará nada extraño.

—¿En serio? ¿«Tenemos que hablar»?

—¿Se te ocurre una frase mejor, Samir? Algo como «Hola querido Darksoul, ¿has intentado matarme?».

—Pues…

Samir extendió el índice delante de sus labios como pidiendo silencio a Perteguer y sonrió antes de ponerse a teclear.

—¿Qué estás haciendo?

—Su frase es cojonuda, jefe…

—¿La de «tenemos que hablar»?

—No, la segunda…

—¿Le has mandado eso? —Perteguer miró la pantalla del ordenador portátil con incredulidad— «¿has intentado matarme?».

—Palabra por palabra…

Perteguer miró alternativamente la pantalla y al oficial durante unos segundos. Luego se reclinó en el respaldo de la silla y se cruzó de brazos circunspecto mientras la camarera sonriente cambiaba sus vasos vacíos por otros nuevos y repletos de humeante café.

—No sé si eres un genio o eres estúpido… —Perteguer hizo un aparte a la camarera—. ¿No había tarta de cerezas?

La camarera negó sin perder su sonrisa y siguió su camino a la barra.

—¿Tarta de cerezas? —Samir cerró los ojos tratando de hacer memoria. Finalmente los abrió y chasqueó los dedos—. ¿Como el agente Cooper?

—Exacto, oficial… —Perteguer sonrió se metió una tenedorada de tarta de zanahoria en la boca—. La sabrosa tarta de cerezas y el delicioso café del RR Diner de Twin Peaks. Y ahora… esperemos… a ver si responde nuestro querido DarkSoul o ya está borrando sus entradas al foro y sacándose un billete de avión a Río…

—Esperemos pues…

Los dos policías devoraron sin prisa pero sin pausa la última ración de tarta de zanahoria y después pasaron unos minutos en silencio, comprobando sus teléfonos móviles y con una sensación creciente de desánimo. Sin embargo, pasados esos minutos de incertidumbre, Samir señaló la pantalla del ordenador portátil y dejó escapar una carcajada de satisfacción.

—¡Mire, Inspector! ¡Mensaje en la bandeja de entrada! Mire:

En la pantalla se podía leer esta frase: «¡Hahahaha XD Ke cabron! ¡Ganas no me faltan! ¿Dnd stabas?».

—Caramba Samir… —Perteguer palmeó el hombro del oficial—… al final vas a ser un genio… continúa… ¿qué vas a escribirle como respuesta?

Samir tecleaba al tiempo que leía en voz alta lo que iba escribiendo.

«Retiro espiritual. Quiero volver a Francia».

—«¿Y eso?». —Perteguer señaló con un dedo la respuesta de DarkSoul—. ¿Qué le respondemos?

—Eso…

—Ponle… «me llamaron para un trabajo».

—Y Darksoul responde: «¡norawena! ¡Aki lo tenías jddido!» ahora está escribiendo «¿cuando t vas?».

—«En un par de días» …por ejemplo… Dile que quieres quedar con él, Samir.

—Ni siquiera sabemos si está en España.

—Mira como habla, tanta «ke» y «dnd». Y dice «aquí» en vez de «acá». Me juego otra ración de tarta de zanahoria a que es de España o vive en España. Dile que quieres quedar para despedirte, Sam, que lo tenemos a huevo.

—Recibido jefe. «Me gustaría despedirme». Ha respondido «¿Por aki?».

—Dile… que… tienes un regalo… una visita.

—¿Una visita?

—¿Recuerdas lo que salió hace poco del depósito de cadáveres de la Universidad Complutense? ¿La noticia de que estaba lleno de restos por ahí tirados sin control? Eric estudiaba en la Complutense. Dile que le quieres llevar a ver donde guardan los cadáveres más recientes… Estoy seguro que que DarkSoul se muere, nunca mejor dicho, por visitar el lugar…

—Joder Perteguer eso es de perturbados…

—Sí, bueno… —convino el inspector—… es a lo que estamos jugando ¿no?

—Ya… pero… me sorprende que se te ocurra así de pronto… vale probemos: «tengo una sorpresa. ¿Quieres ver los cadáveres de la Complutense?».

—Perfecto. A ver que responde.

—Responde «otra vez¿? Dsd lo de la prensa esta complicado, yo lo intenté la semana pasada y han puesto vigilantes».

Samir y Perteguer se miraron sorprendidos.

—Joder… ¿está aquí en Madrid? —Perteguer se acarició la barbilla pensativo—. Y ya ha estado en el depósito de cadáveres…

—Pues si no lo está parece que ha estado hace poco. Voy a ponerle «conozco el depósito nuevo. De los que llegan sin embalsamar» y ya responde «En serio» ¿Cuand kieres ir? ¿Sta noche???

—Pues sí. Está en Madrid. Queda con él.

—Joder Perteguer… ¿y si viene qué hacemos?

—Se le identifica y se le lleva a tomar declaración.

—¿Acusado de qué?

—Eso ya lo veremos. Por ejemplo por colarse en la universidad de noche…

—Eso es provocar un delito Perteguer. —Samir negó con la cabeza ofendido—. Una cosa es husmear en los archivos de un fallecido, otra más allá hacerse pasar por él… ¡pero ya inventarte un delito a la carta es de madero cabrón, jefe!

—Vale, vale… —concedió Perteguer— me he pasado. Quedamos con él, vamos y lo identificamos… No tiene por qué pensar que es algo relacionado con Eric… puede ser una identificación rutinaria… Luego lo seguimos a casa y ya lo investigamos a fondo. Sin detenerle… ¿Te parece? Eso sí es legal.

—¿Y Eric?

—Eric le va a dar plantón, pero se excusará por este foro…

—Maldita sea jefe… —Samir parecía aceptar a regañadientes—… va a conseguir que me echen y que me metan en el trullo.

—Reconoce que estamos avanzando más en una hora en esta cafetería que la Brigada de Homicidios en tres meses… Por no hablar de la deliciosa tarta…

—Espera… —Samir señaló la pantalla—… Darksoul ha vuelto a escribir. «Dimelo rápido ke tngo que coger el tren dsd villalba». Pues vive en Villalba, a sesenta kilómetros de Madrid en la Sierra… ¿Qué le digo, jefe?

—Que sí. Que a qué hora le viene bien…

Samir asintió y tecleó con rapidez en el ordenador. A los pocos segundos, apareció en la pantalla la respuesta de DarkSoul.

—Dice que a las doce en la parada de metro de Ciudad Universitaria, Perteguer.

—No… ahí habrá más gente además de Darksoul… tiene que ser algún sitio más específico. Que cuando le veamos esperar cinco minutos sepamos que es él.

—La puerta principal de la Facultad de Medicina. Voy a ponerle que exactamente ahí.

—Buena idea, Samir.

—«En la facultad a las doce». Ha respondido. «¡Ok! Taluego xoxo».

—¿Qué significa eso?

—¿Lo de las equis? «Besos».

Perteguer se encogió de hombros y se acabó de un trago lo que le quedaba de café antes de dejar un puñado de monedas sobre la mesa. Propina generosa para la camarera sonriente.

—Vaya… Pues nada ya tenemos quién es DarkSoul… En apenas tres horas. ¿Quieres cenar algo?

Ir a la siguiente página

Report Page