Deepweb

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Capítulo 14

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Samir entró bien temprano en el despacho de Perteguer con una revelación y agitando una fotografía impresa en la mano y una taza de metal rebosante de café humeante en la otra.

—¡Jefe! Estoy casi seguro que esta foto se ha tomado en España. Y aún más… después de estar horas mirando decenas de fotografías en Woregore subidas por Aneris77, estoy «casi casi casi» seguro —dijo cada «casi» masticando las palabras— de que esta foto y otras seis que son de la misma serie son exclusivas de ese foro y no se encuentran en ningún otro. De modo que es muy probable que si Aneris77 subía material propio puede que estemos ante una foto tomada y subida por Aneris mismo en una calle de España… solo nos queda… saber cual… El problema… que ha borrado toda la información Exif que existía en el archivo, por lo que no sabemos ni dónde, ni cuándo ni con qué tipo de cámara la tomó.

Perteguer levantó la mano con la intención de que Samir se frenara en su discurso, quizá demasiado apelotonado de palabras técnicas para el inspector en una hora tan temprana.

—Exif… Un momento, Samir… Refréscame la memoria… ¿qué era eso?

—Exif, metadatos insertados en la fotografía. El tipo de lente, de cámara, hora, fecha, incluso algunas veces las coordenadas geográficas de donde se ha tomado y hasta el nombre del propietario de la cámara. Todo eso puede aparecer en los archivos digitales de imagen a no ser que tomes las precauciones de borrarlo o que tu cámara sea tan antigua que no registre nada de eso… Lo único seguro por ahora es que esta foto en concreto fue subida por Aneris hace semanas y que con toda probabilidad las tomó Aneris mismo…

—De modo que la mayoría de las fotos exclusivas de este foto las subió el tal Aneris77 tal y como nos dijo Susan… Pues vamos al lío…

—Y no solo eso… desde que Eric fue asesinado… nadie ha vuelto a publicar nada en el foro…

Perteguer y Samir emplearon las siguientes dos horas en «trillar bien trillado el foro de imágenes macabras» en palabras textuales del inspector jefe sobre el foro Woregore. En una mesa redonda de uno de los despachos en la que reposaba una cafetera y una bandeja con restos de un bollo parecido a un roscón de reyes, los dos policías se afanaban en analizar cada una de las fotos que habían descargado en el portátil y al que habían conectado dos monitores de tamaño medio con el fin de apreciar mejor los detalles de las imágenes. El inspector jefe escudriñaba con detenimiento cada centímetro cuadrado de la primera fotografía que le había presentado Samir y en la que se apreciaba una fractura abierta de una pierna, con toda la crudeza de la imagen y que pertenecía a un reportaje de siete fotografías más. El oficial, que había estado varias horas analizando las fotografías de madrugada, había observado muy acertadamente que en las mismas aparecía el rótulo de un bar escrito en castellano y era bastante probable que las fotos se hubieran tomado en España por los modelos de vehículos y el mobiliario urbano. Sin embargo, para desgracia de los detectives y bien por casualidad o conscientemente, en ninguna de las instantáneas salía la matrícula de ningún vehículo. Samir asintió y desplegó la carpeta que contenía estas imágenes y que había bautizado con el nombre «Pierna rota España».

—Me atrevo a decir que las fotos de la pierna rota son exclusivas de woregore. Ni siquiera nadie las colgó posteriormente en otro lado… debe ser que el rollo de las contraseñas funcionaba. No las hemos encontrado por ahora en ninguna web, foro, tablón… nada de nada… y llevo un buen rato haciendo búsquedas inversas por la web con distintas fotografías… pero en esta en especial… —señaló la fotografía del primer plano de la pierna fracturada—… en esta estoy completamente seguro de que esta foto se tomó en Madrid. El tipo de baldosa de la acera, el pie del semáforo… me juego lo que sea a que esto ocurrió en Madrid.

En efecto, obviando el primer plano de la sangrante y desagradable fractura, en el fondo de la fotografía se observaba un suelo de baldosas cuadradas divididas en cuatro cuarteles igualmente cuadrados, de un color grisáceo muy característico de las aceras madrileñas en al menos el setenta por ciento de las calles de la ciudad. Que los dos policías recordaran, esos baldosines grises habían sido así durante décadas y aún hoy se seguían poniendo para sustituir a los gastados o quebrados, o cuando se levantaba todo el pavimento para realizar una zanja para las frecuentes obras madrileñas. Además, en una de las esquinas de la fotografía se apreciaba el tubo metálico y pintado de un peculiar verde que sin lugar a dudas para todo aquel que hubiera vivido en Madrid, se trataba del nacimiento de un semáforo de la Villa y Corte. En un estudio más técnico de la instantánea, se intuía por el encuadre que esta estaba tomada en un extraño y excesivo primer plano, como si hubiera plasmado directamente la mirada de un espectador muy cercano que está observando detenidamente la fractura. En ello reparó Samir.

—Pero esta foto no la puede haber sacado un curioso… está demasiado cerca de la intervención… tiene que haber sido un sanitario, un bombero…

—O un policía… —Apuntó Perteguer.

—O un policía… —Convino Samir.

—De modo que si logramos ubicar qué gente estuvo en ese accidente, podríamos cercar a ese tal Aneris77…Fíjate en ese reflejo del escaparate, Samir… se ve un lanzadestellos naranja y otro azul… eso significa que ya estaban allí los sanitarios y la policía, puede que los bomberos si fue un accidente importante… De modo que no creo que mucha gente pudiera acercarse a la víctima, y si lo hicieron tendrían que haber sido identificados…

De pronto Perteguer se quedó en silencio mirando la fotografía durante unos segundos, casi inmóvil. Pasados esos instantes, como si hubiera sufrido un calambrazo pegó una palmada, despegó la nariz del monitor y se dirigió a la pizarra blanca que colgaba en la pared opuesta. Cogiendo un rotulador azul escribió con grandes letras mayúsculas la palabra «ANERIS», y se giró sonriente hacia Samir.

—El reflejo del lanzadestellos… la sirena… Aneris…

—¿Cómo? —Samir contempló algo desconcertado la pantalla y la pizarra alternativamente—. No te sigo, Perteguer.

—«Aneris» es «Sirena» al revés. —Perteguer escribió «SIRENA» debajo del «ANERIS» y unió ambas palabras con dos flechas circulares— …¡su reflejo, de hecho!

—¡Claro, Perteguer! Aneris77, Sirena, del año 1977. Es alguien de los servicios de emergencia… un poli, un bombero o un sanitario…

—Si pudiéramos saber dónde se tomó esa foto… eso parece…

Perteguer volvió a pegar prácticamente la nariz en la pantalla escrutando cada pixel de la fotografía. Detuvo su mirada en una estructura marrón que salía borrosa en una esquina de la tercera fotografía. Parecía, sobre todo por la sombra que proyectaba sobre la acera, ser parte de una especie de caseta de metal.

—Eso parece… un kiosko de la ONCE ¿verdad Samir?… Estoy casi seguro de que es un kiosko de cupones… Pero cuántos habrá en Madrid… ¿cientos?

Samir asintió y trató de ampliar la imagen lo más que pudo. En efecto y pese a que no se llegaba a ver ningún rótulo o letra, el color y la estructura era el propio de los kioskos callejeros que la Organización Nacional de Ciegos de España tenía repartidos por las calles de la mayoría de las grandes ciudades. Pero Samir deslizó la fotografía hasta su otro extremo, hacia la reja del bar que había atraído su atención en un primer momento de entre todas las fotos que habían analizado en Woregore.

—Mira, Perteguer… fíjate en esa esquina… ¿ves ese grafiti?

—Sí. Me suena de haber visto varios así por la ciudad. ¿Qué pone en la firma? ¿Rober? ¿Roberto?

—Si le enseñamos esta foto al grafitero tiene que saber dónde la hizo…

—Es muy probable… la cosa será dar con él… —Perteguer sacó su teléfono móvil para buscar en la agenda—… no suelen cooperar mucho con nosotros. Preguntaré a nuestra unidad de transportes y mientras vamos a hablar con la Policía Municipal… ellos llevan un registro de los grafitis para cuando localizan al pintor…

Los dos policías imprimieron las fotografías tratando de ampliar la imagen que captaba el grafiti y se trasladaron a la comisaría de la Policía Municipal de Madrid que estaba junto a la Estación de Atocha. Los trenes eran un objetivo codiciado para los grafiteros y tanto la Policía Nacional como la Policía Municipal tenían numerosos y nutridos archivos de grafitis, con las firmas más repetidas y en los casos en los que se habían esclarecido, la identidad real que se escondía tras los nombres en clave de los grafiteros. Al igual que los foros de la deepweb, las firmas en las paredes de la ciudad no daban un nombre, sino un pseudónimo con el que había que profundizar si uno quería llegar a saber con quién estaba hablando. Como les informaron que en los archivos del Cuerpo Nacional de Policía no existían registros similares a aquella firma acudieron al especialista de la Policía Municipal, que llevaba varios años de su carrera profesional dedicado en exclusiva a estos temas. Un alto y muy delgado oficial uniformado de la Policía Municipal de Madrid, de unos cincuenta años, con barba y pelo castaño y elegantes maneras, apellidado al parecer Colomo les recibió en su despacho y tras una breve mirada a la fotografía que le tendió Samir asintió con seguridad.

—Sí. Esa firma es de LanRobe. Tenemos unos cuantos de este…, a ver déjeme mirar… —El policía municipal tecleó despreocupado su teclado unos segundos y luego volteó la pantalla del ordenador hacia los dos policías nacionales—. Aquí… sesenta y un grafitis entre 2011 y 2014. Algunos borrados por los servicios de limpieza o con algún «beef» encima… —el policía municipal se anticipó a la pregunta—… «beef» significa que lo haya tachado otro grafitero, vaya…

—¿Y sabemos quién es ese LanRobe?

A la pregunta de Perteguer, el policía municipal Colomo volvió a girar la pantalla hacia sí y pinchó media docena de veces los botones de su ratón con la mano derecha mientras se atusaba una elegante barba castaña con la mano izquierda. Finalmente negó con la cabeza y despegó la mirada del monitor para fijarla alternativamente en los dos policías judiciales.

—Ehm… no… ni la más remota idea. Debe al consistorio en concepto de daños a la propiedad…

—Eso no nos interesa. —Perteguer trató de cortarle de manera educada—. Nos interesa encontrarle a él o encontrar este grafiti…

—¿Ahora os dedicáis a grafitis?

—En realidad no, oficial Colomo, más bien tenemos que encontrar esta calle…

El oficial de la Policía Municipal escudriñó cada centímetro de la fotografía colocando la misma casi pegada a su nariz. Tras cinco o seis segundos de detenido examen se la devolvió a los policías nacionales.

—Parece Madrid… podría ser… cualquier calle de Madrid de hecho… mira el suelo, los baldosines… menos la calle Serrano y una docena de calles del Centro podría ser cualquier calle…

—Y entonces… —Samir guardó la foto en su cuaderno Moleskine—. ¿No sabéis nada del tío que pinta esta especie de picas?

—Suponemos que se llama Roberto…

—¿Y nada más? —Insistió.

—Nada más. —Palomo se encogió de hombros y volvió a mirar la pantalla como buscando más información sobre el pintor—. Y debe al consistorio… pues a ver…

—¿Podríamos conseguir ese listado de calles donde han encontrado sus grafitis?

—Sí por supuesto, Inspector. Si le encuentran nos dirán quién es ¿verdad? Se lo voy a imprimir… Aquí tiene el listado…

—Sí, no se preocupe. —Aseguró Perteguer mientras cogía el listado que recién impreso, le tendía el oficial Colomo—. Eso haremos…

—Es que debe al consistorio en labores de limpieza más de…

—No se preocupe muchas gracias…

Samir y Perteguer estrecharon la mano de Colomo y abandonaron la comisaría de la Policía Municipal. Antes de montar en el coche, Perteguer encendió un cigarrillo y abrió por la mitad el listado que les habían proporcionado los municipales.

—Ochenta calles… —protestó Samir—… podemos tardar días…

—¿No conoces a nadie en el mundillo?

—No… y no estoy nada puesto en este tema la verdad… ni siquiera sé si lo hace el mismo o qué…

—Pues nada… —Perteguer exhaló una enorme bocanada de humo antes de arrojar el cigarrillo a la mitad a un charco de la calle—… vamos a tener que ponernos los chicos tú y yo a mirar una por una estas calles…

—Buscaremos en antecedentes cualquier Roberto detenido por daños a inmuebles a ver si hay suerte…

—Si es que le han detenido alguna vez… porque ya has escuchado que debe…

—Sí… —Samir interrumpió a Perteguer antes de abrir la puerta del Seat y sentarse en el asiento del copiloto—… mucho dinero al consistorio…

Perteguer accionó el contacto de su coche de policía amarillo y la radio del mismo en esta ocasión, hizo sonar con fuerza la canción «El Afilador» de Los Suaves.

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