Darkness

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Darkness

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–Mi hijo. –Lloré acariciando mi vientre–. Nuestro bebé, Donald. –Si bien no quería un bebé en estos momentos, y el susto me puso histérica con la noticia; enterarme de que lo había perdido fue todavía peor… Al final de cuentas era mío, mío y del hombre que amo…

–Tranquila, nena. –Comenzó a consolarme acariciándome el cabello-. Saldremos adelante de esto.

– ¿Cómo puedes estar tan sereno? –Pregunté entre lágrimas.

–Porque uno de los dos debe estarlo, mi amor. Debo ser fuerte para trasmitirte esa fuerza a ti.

–Era nuestro, Donald… Una creación que ambos hicimos, era lo que siempre me mantendría unida a ti.

–Y siempre será así, Annabelle. Es nuestro pequeño ángel.

– ¿Vas a dejarme verdad? –Pregunté sin más.

– ¿Por qué piensas eso? –Cuestionó alejándose de mí lo suficiente para mirarme a los ojos.

–Maté a nuestro hijo. Soy una asesina. –Volví a cubrir mis ojos ocultando las lágrimas.

–No, no mi amor. –Me acurrucó en sus brazos nuevamente-. No es tu culpa, no es culpa de nadie, tú no lo sabías.

–Tenia síntomas extraños, debí haberme dado cuenta, creí que era el estrés, nunca pensé que… –Rompí en llanto otra vez–. Soy tan estúpida.

–Córtala, Annabelle. –Me regañó Donald–. Deja de culparte, lo desconocías y punto.

Saldremos adelante.

 

Y así fue… Nos costó. Diablos, demasiado. Pasamos por centenares de altos y bajos en nuestra relación, más bajos que altos me atrevo a decir. Donald tuvo que lidiar conmigo cuando caí en estado de shock al reaccionar de la pérdida de mi bebé; una enorme depresión me invadió, que me tuvo al borde de la muerte… Era tanto el grado de mi tristeza que nani me forzó a contarle absolutamente todo lo que sucedía conmigo.

Fue de esa manera como Donald terminó viviendo conmigo… claro, haciéndose pasar por un sobrino extranjero de nana; solo ella sabía de nuestra relación y de la perdida de mi bebé.

Poco a poco fui recuperándome de esa traumante pérdida, Donald aún seguía viviendo en casa de mis tíos. Era realmente increíble tenerlo ahí, tan cerca para tocarlo y besarlo en cuanto pudiera.

Amaba que mis tíos estuvieran en época de viajes, eso nos facilitaba aún más las cosas. De repente me pongo a pensar que es probable que mi tía se haya dado cuenta de lo que estaba pasando, pero como siempre no se metía más allá. Solo me decía “Cuídate, Anna, ten cuidado” y yo le ponía cara de confusión.

*******

Habían transcurrido varios meses y se suponía que yo debía haberme casado ya con Damián pero increíblemente logré persuadirlo para que lo aplazáramos un año más; de primera no quería aceptar, después que me pedía que fuera suya para así demostrarle no sé qué cosa; pero también logré librarme de eso diciéndole que quería llegar virgen al matrimonio.

Vaya mentira. Estaba dispuesta a inventar cualquier cosa con tal de ganar más tiempo lejos de él. Además, si me casaba, debía ir a vivir con el de inmediato y dejaría de ver a Donald así que puse mi mejor cara de niña convincente y gané el juego.

7

Un año… un año ha transcurrido ya y el día más horrible de mi vida había llegado.

Estaba en mi cuarto, admirando desde la ventana a la masa de gente que se encontraba en el jardín adornando todo para la ceremonia de mañana. No puedo creer lo rápido que pasó el maldito tiempo; parece que cuando se quiere que transcurra más lento, más rápido avanza.

Me sentía morir.

He tratado de encontrar miles de formas para librarme de esto pero no hallé ninguna; salvo, la opción que tenía Donald de fugarnos. Si bien la idea era tentativa, no podía abandonar a mis tíos, y mucho menos a nani que ha sido nuestra cómplice desde hacía un poco más de un año.

 

– ¿En qué piensas? –Dice Donald rodeando mi cintura con sus brazos desde mi espalda.

–En que mañana cambiará todo.

–Mi propuesta sigue en pie, Annabelle.

–Lo sé. Pero no puedo. –Comencé a llorar–. No puedo dejarlos, amor.

–Te entiendo. Al menos piénsalo ¿sí? No te estoy proponiendo que nos vayamos definitivamente. A lo que voy es que salgamos de este país, al menos hasta que ya no te estén obligando a casarte. Cuando calme todo esto podemos volver.

–Lo siento. Ni siquiera de esa forma puedo hacerlo. Soy una cobarde.

–No te trates así.

– ¿Por qué eres tan dulce conmigo?

–Porque te adoro, además sé lo difícil que es todo esto para ti.

–Es horrible, Donald, solo tengo diecisiete años y estoy a horas de morir en vida.

–No digas eso. Todo se puede solucionar y tú sabes cómo.

–Imposible. No se diga más. –Me alejé de la ventana–. Deberías dejarme ahora.

– ¿De verdad quieres eso?

–No, pero es lo mejor… para ti.

– ¿Y qué pasa con este amor?

–Quedará atesorado por siempre en mí, créeme.

– ¿Eso es todo? ¿Tú crees que es fácil mandar a la mierda un poco más de un año de relación? Hemos pasado por mucho, no me rendiré ahora.

–Te arrepentirás después.

–Puede ser, pero el futuro en este momento no me interesa; me importa el ahora, me importas tú. Dijimos que estaríamos juntos, que saldríamos adelante. ¡SE LO PROMETIMOS

A NUESTRO BEBÉ! –Soltó con furia.

– ¡No lo metas! Ese bebé no está, se murió. –Grité.

– ¿Crees que no lo recuerdo? ¿Qué no pienso en ese día? Me siento culpable en todo momento.

– ¿Por qué?

–Porque te celé. Si no hubiera perdido la cabeza y no te hubiera alterado, jamás te habrías sentido mal y el bebé estaría aquí ahora.

–No fue tu culpa. –Dije bajándole el tono a mi voz.

–Pero yo inicié la pelea.

–Amor. –Roce mis manos en sus mejillas–. Olvidémonos de ese momento.

–No me vuelvas a pedir que te abandone, porque no lo haré.

–Lo sé. –Reconocí en voz alta-. Es solo que no quiero hacerte sufrir.

–No lo harás. –Me besó.

–Quiero sentirte, Donald. –Susurré en su oído–. Hazme el amor… Hazme olvidar.

 

Me cogió de la cintura, me hizo enredarle las piernas en su cintura y me llevó a la cama. Ese día hicimos el amor como nunca antes; tierno, delicado, dulce. Se notaba que había tristeza entre nosotros.

Pasión.

Amor.

Sí, sobre todo eso.

Esta era la despedida. Desde mañana nuestra relación quedará reducida a visitas escondidas. Nani le pidió a Donald que se quedara de todas formas en casa de mis tíos; ella le había tomado demasiado cariño, era como un hijo para ella. Gracias a Dios que aceptó.

 

Frente al espejo estaba yo con la maquilladora pintando mi rostro. Estaba a minutos de dirigirme a la iglesia. Mi vestido era enorme, con centenares de diamantes agregados en él.

Tía Isabella y tío Stefano me pedían que no me casara; nani lloraba en un rincón mientras acomodaban mi velo entre el peinado. Pero, ¿Qué podía yo hacer? Ya había llegado a esta instancia, temía con que Damián intentara algo hacia mis tíos, nani, inclusive Donald. Ese hombre está loco, creo que su obsesión a tales tabletas lo tiene así.

 

Una vez finalizado toda clase de detalle llegó por mí la enorme limusina que mis padres habían comprado para llevarme al altar.

Estoy temblando, tengo el pecho apretado, y mis ojos ya se están aguando. De sólo pensar lo que se me avecina hoy a la noche me produce nauseas. ¿Cómo librarme de la noche de bodas? Damián no me dejará pasar esta vez. Estoy perdida, atada a un hombre que me causa miedo y repulsión.

Mi madre estaba sentada a mi izquierda, sonriendo sínicamente y mi padre, mi padre no hacía más que mirar al frente esperando el momento exacto para bajarnos de allí y caminar hacia la iglesia.

8

“Donald”

 

La veía entrar hermosamente vestida de blanco a la iglesia, estaba oculto tras las bancas cuando la melodía prenupcial sonaba. Sus ojos, sus hermosos ojos negros estaban apagados, a punto de llorar. Quería tomarla entre mis brazos y sacarla de allí pero con todo el dolor del mundo contuve esas ansias.

Escuchaba al sacerdote hablar, dictar todas esas palabrerías típicas de las bodas.

Al momento de preguntar acaso alguien se oponía a dicha unión, tuve que morder mi lengua antes de gritar “Yo me opongo”; y cuando, preguntó eso de si se aceptaban mutuamente él sin dudarlo respondió “Si”. Al turno de dar ella su respuesta un silencio invadió el lugar. Comenzó a recorrer la iglesia con su mirada. Sabía perfectamente que a quien buscaba era a mí. Pero no podía permitir que me viera, nos descubrirían; ella descubriría que estaba llorando y eso la haría sufrir.

Le preguntaron una vez más acaso aceptaba a ese idiota como marido y mi nena en un susurro lloroso respondió “Si acepto”. Morí en ese momento, la impotencia de la que se estaba apoderando mi cuerpo me obligaba a salir corriendo de allí, alejarme de su vida para siempre y no volver a verla. Pero el amor que siento me lo impidió. Juré amarla siempre, apoyarla en todo instante. No puedo dejarla ahora que está pasando por esta horrible situación.

Quiero matarlo. A él, a los padres de Annabelle por torturarla de esta manera, por lanzarla a los brazos de ese estúpido.

Esta noche ella se entregará a él quien es su esposo y yo siento que arderé de celos. De sólo imaginarlos en la cama, tocándose mutuamente me está llevando a la locura extrema.

Desde hoy comienzo a compartirla, corriendo el riesgo de que en el camino ella le entregue, además de su cuerpo, su corazón.

 

La fiesta había llegado y ella estaba sentada escoltada por Damián. Quería verla, pasar estos últimos minutos a su lado pero él no la dejaba sola en ningún momento. Hasta que la vi levantarse y dirigirse hacia la casa. La seguí sin dudarlo. La seguí hasta que ingresó a su habitación y se sentó en el suelo llevando y abrazando sus piernas a su cuerpo.

Su cuerpo temblaba, prueba de que lloraba. Me acerqué sigilosamente hacia ella y me arrodillé al lado de la cama.

 

–Annabelle. –Susurré en su oído y ella solo pudo sollozar más fuerte–. Anna…

–Perdóname. –Dijo con la voz entrecortada.

–Amor, mírame.

–No puedo.

–Por favor. –Imploré. Y sin necesidad de repetirlo se lanzó a mis brazos.

–Te amo tanto. –Confesó llorando aún más alto–. Perdóname.

–No digas nada. –Dije con lágrimas silenciosas en los ojos–. Todo estará bien.

–No me dejes. Por favor no me dejes. –Su cuerpo temblaba, se estremecía por causa de las lágrimas.

–No lo haré. –Prometí.

–Tengo miedo, amor. No quiero irme de aquí, no quiero verlo, no quiero que me toque.

– ¿Y tú crees que yo lo quiero? Quiero matarlo. –Comenté tenso-. Te hará suya esta noche y yo no puedo hacer nada.

– ¿Por qué pasa esto, Donald? ¿Por qué no pudiste ser tú quien me llevara al altar hoy?

–No te tortures con preguntas así. Te sacaré de esto, amor. Te libraré de él. Aun así tenga que matarlo pero te separaré de ese idiota.

–Abrázame. Abrázame fuerte. –Y así lo hice.

 

Nos quedamos así por no sé cuánto tiempo. No quería dejarla ir. La besaba infinitas veces.

Quería sentirla pero no podíamos. Era demasiado riesgoso y lo último que pretendía era causarle problemas a ella.

Nani llegó a la habitación donde nos encontrábamos, diciendo que todo mundo preguntaba por la flamante novia. Era tiempo de irse a su luna de miel.

 

– ¿Estarás cuando vuelva? –Preguntó bajito abrazando más mi cuerpo.

–Estaré aquí, hermosa, no me iré hasta que tú me lo pidas.

–Gracias. Gracias por querer soportar toda esta situación.

–No será fácil pero, no te dejaré ir.

–Te amo, Donald. –Dijo incorporándose para mirar a mis ojos.

–Te amo, Annabelle. –Tomé su rostro entre mis manos y la besé lentamente.

–Por favor. –Dijo nani–. Ya es hora. Deben salir de aquí antes de que alguien los vea juntos.

–Ambos asentimos con la cabeza y procedimos a levantarnos del piso. La besé por última vez y dejé que nani se la llevara. Llevándose mi corazón con ella.

 

Había finalizado toda esta mierda. Ella se había ido a otro lugar para celebrar dicha ceremonia. La vi alejarse y tuve que contener las ganas de salir corriendo tras ese vehículo.

Miraba melancólico por la ventana de su habitación. Alcé un cojín y me lo llevé a la nariz para aspirar su dulce perfume. Lágrimas corrían por mis mejillas.

Las horas, los días se me harían eternos sin ella. Me ahogué en la música y en las drogas, necesitaba quitar este dolor de mí.

¿Se estará entregando a él?

¿Volverá a casa?

¿Podré seguir poseyéndola?

No lo sé. Ya no sé nada. De lo único que estoy consciente es que la amo tanto que duele.

9

“Lo siento” repite él una vez más. ¿Cuántas veces le he oído decir esas dos palabras?

Desde que me violó y golpeó por primera vez…

 

Flashback

Íbamos camino al hotel donde nos hospedaríamos por un tiempo. La luna de miel sería larga.

Llegamos a la lujosa suite y me obligó a brindar por nuestro matrimonio, bebiendo champagne. Una vez más sacó esas tabletitas que ingirió cuando lo conocí y yo nuevamente accedí a ellas. Bebí y tomé esas pastillas hasta que se me hizo pesado el cuerpo. Lo sentí recostarme lentamente en la cama y luego me quedé dormida.

Desperté no sé cuánto rato después. Estaba desorientada, todo me daba vueltas y mi cuerpo se movía. Sentí un aliento rozar mi mejilla y supe lo que estaba sucediendo.

Traté de moverme, pero él agarro fuertemente mis muñecas y me aprisionó más a su cuerpo. Sus embestidas aumentaban su ritmo cada vez que yo intentaba alejarlo. Dolía. Sentía que en cualquier momento me partiría en dos. Sus manos en mis muñecas estaban dejando leves marcas. Su aliento a alcohol rozaba en mi cara. Cada vez que él intentaba besarme, yo lo esquivaba. Ganándome unos tirones de cabello para mantenerme estática ante él y así besarme forzosamente. Yo gritaba ahogadamente debido al dolor. Le pedía una y otra vez que se detuviera pero no lo hizo; por el contrario, más me obligaba a mover mis caderas.

 

No sé cuánto tiempo transcurrió. Yo lloraba y Damián lo único que hacía era reírse burlonamente. Mi cuerpo me dolía. Él se la había pasado la noche entera abusando de mí.

Violándome al oponerme a que me hiciera suya. En un momento de ira le escupí en el rostro y lo único que conseguí con eso fue que terminara golpeándome. ¿Acaso iba a ser así mi matrimonio? No llevábamos ni veinticuatro horas casados y ya estaba torturándome, golpeándome, violándome.

 

–Eres mía, Annabelle. –Dijo él acomodándose su miembro dentro del pantalón–. Y te tendré las veces que yo quiera, con o sin tu consentimiento.

–Te odio. –Decía yo una y otra vez entre sollozos.

–No me interesa. Porque por mucho que me odies soy tu esposo. Y así será hasta que la muerte nos separe.

Fin Flashback

*******

Han pasado varios meses desde esa tortuosa noche. Damián me llevó a vivir a una enorme mansión. Menos mal no tan lejos de la casa de mis tíos. Aun no logro entender por qué me consiente tanto. Sé que no me ama y yo le he dejado bien en claro el enorme odio que siento hacia él.

Mi vida ha cambiado completamente. Yo he cambiado. Vivo con miedo. Rogando porque todo esto termine. Ni siquiera puedo mirar a Donald a los ojos. Desde que me desposé con Damián que no he permitido que Donald me toque. Cada vez que estamos a punto de hacer el amor, los recuerdos de mi luna de miel invaden mi mente impidiéndome llevar a cabo. Termino gritando y empujándolo lejos. Él me pregunta una y otra vez que qué es lo que sucede y yo no hago más que callar y voltear la mirada.

Me da vergüenza mirarlo, me siento sucia para él. Mi cuerpo que se lo entregué a un hombre por amor, ha terminado siento objeto de violación para otro.

Hay momentos en lo que quiero mandar todo a la mierda y terminar con mi vida. Pero luego Donald se me viene a la cabeza. Lo amo tanto, que ni siquiera dejarlo puedo.

¿Qué habré hecho mal para que la vida me castigue de esta manera? No lo sé. Dudo mucho que una niña de diecisiete años se merezca algo como lo que yo estoy viviendo. Es demasiado. Es cruel e inhumano.

¿Sabían que tuve que dejar el ballet? Damián me prohibió volver a la academia por temor a que descubran los cientos de moretones que adornan mi piel. He comenzado a drogarme, es la única forma de soportar sus malos tratos. Son el antídoto para soportar el dolor al momento de forzarme a ser suya noche tras noche. Vivo día a día con el temor de que en una de sus tantas violaciones termine dejándome embarazada. Gracias a Dios no lo ha hecho.

Esta tarde iré a la clínica acompañada de nani para que me examinen y me brinden pastillas anticonceptivas. Si él no se cuida debo hacerlo yo. Prefiero estar muerta antes que darle un hijo a ese bastardo.

Un hijo… es imposible no pensar en Donald cuando se me pasa por la mente ser madre.

Desearía tanto formar una familia con él. Pero eso ya es imposible. Damián está demente y si algún día se llega a enterar que hay otro hombre en mi vida, es capaz de matarnos a los dos.

Su obsesión por mi crece día a día. Y eso me aterra aún más…

 

– ¿Estás lista? –Pregunta a secas Damián mientras me mira armando la maleta.

–Aun no. –Respondo seria.

–Pues apúrate. Se me está haciendo tarde y aun debo pasar a dejarte a casa de tus tíos. – Damián se va fuera del país en un viaje de negocios. Estará fuera por dos meses por lo que me permitió quedarme en casa de tía Isabella para que me haga compañía.

–Lo siento. No puedo ir más rápido, me duele todo el cuerpo.

–Eso te pasa por negarte a ser mía.

– ¿Y qué pretendes? –Pregunté furiosa-. ¿Qué me lance a tus brazos a pesar de cómo me tratas?

–Ya te he pedido perdón.

– ¿Cuántas veces? Siempre es lo mismo contigo. Me golpeas, me violas y luego llegas a casa en las tardes con un ramo de rosas y una tarjeta que dice “Perdóname”. Además odio las flores.

– ¿Y qué quieres que haga para que me perdones?

–Dejarme en paz, irte lejos, darme el divorcio. No sé, se me ocurren muchas ideas.

–Ni lo sueñes, Annabelle. Si piensas que voy a dejarte libre estás MUY equivocada. –Toma mis mejillas y me besa–. Apúrate. –Sin más sale del cuarto subiendo alguna de mis cosas a la camioneta.

*******

–Mi niña, ¡Ya estás aquí! –Grita nani entusiasmada desde la entrada de la casa–. Te he extrañado tanto.

–Yo también nani. –Digo lanzándome a sus brazos y derramando lágrimas.

–Ya, yo debo irme. Voy demasiado atrasado. –Comenta Damián.- Adiós, mea amore. –Dice dejando un beso simple en mis labios.- Mas te vale portarte bien, Annabelle. –Susurra en mi oído.

–Vete ya. Perderás tu viaje.

Ciao. –Se da la media vuelta y se aleja de aquí.

– ¿Cómo estás? –Pregunta al fin nani cuando ya estamos solas.

–Pues bien. –Trato de ser convincente.

–No suenas como si estuvieras bien.

–Estoy cansada eso es todo. No he dormido bien anoche.

– ¿Tan ocupada te tiene tu marido?

–No quiero hablar de eso.

–No me digas que lo estás comenzando a querer.

–Tú sabes que eso es imposible.

–Pues ya no lo sé. Has cambiado mucho en estos cuatro meses de casada.

–Si nani, he cambiado. ¿No crees que casarme a los diecisiete años es motivo suficiente para cambiar mi actitud?

–Sí, sí lo es. Pero eso no es razón para que estés así conmigo… con Donald.

–Donald… –Susurro. De sólo oír su nombre siento un hueco en el pecho–. ¿Cómo está él?

–Muy mal, Annabelle. Al igual que tú él ha cambiado mucho.

– ¿Dónde está? Necesito verlo nana. Hablar con él.

–Sube. Está en tu cuarto.

 

Subí corriendo las escaleras. Me he comportado como una maldita con él. Con él que ha sido incondicional. Con él que a pesar de estar casada con otro sigue aquí esperando por mí.

Él es el amor de mi vida y odio estar en esta situación. Lo estoy haciendo pagar a él por algo de lo que no tiene la culpa. Quiero amarlo, sentirlo, mas el recuerdo no me deja hacerlo.

¿Cómo olvidar algo así? Es imposible. No puedo hacerlo. Sé que debería contarle a Donald lo que me está pasando pero, corro el riesgo de que él cometa una locura. Y eso, jamás me lo perdonaría.

He tomado una decisión. Y aunque duela, debo ver lo que es mejor para él.

Ingreso a la que fue mi habitación por catorce años. Todo sigue igual a como lo dejé meses atrás. Cada vez que venía a ver a Donald, nos juntábamos en su habitación. No podía ingresar a la mía sin que los recuerdos de nuestros cuerpos unidos invadieran mi memoria.

Miro todo a mí alrededor y ahí está él, asomado en la ventana mirando a la nada. Se me fue el aliento en ese momento. Está tan delgado. Hace solo unas semanas que no lo veo y su cuerpo ha variado bastante. Está pálido, ojeroso y su cabello ha pasado de rubio a rojo.

 

–Donald. –Logro articular al fin tras unos largos minutos de silencio. Él no se mueve. – Donald. –Me acerco a él y acaricio su mejilla. Una lágrima baja por ésta.

–Perdóname. –Dice él abrazándome fuertemente–. Perdóname, Annabelle.

– ¿Por qué me pides perdón?

–Fue un error. Estaba drogado. Te lo juro que no significó nada. –Su voz se iba apagando con cada palabra que pronunciaba. Comencé a ponerme nerviosa.

– ¿De qué me estás hablando? –Silencio–. Donald dímelo.

–Perdóname. –Pidió una vez más.

–Por favor, ya habla.

–Anoche… Anoche tuve sexo con otra mujer.

10

Sus palabras me dejaron atónita ese día. Se rompió mi corazón. Quedé estática. Mi cuerpo no se movía y de mis ojos no dejaban de brotar lágrimas.

O sea que mientras yo estaba siendo torturada por mi marido, violada por él; Donald se iba a tener sexo con otra mujer. Más lágrimas salían de mis ojos. Sentía su voz a lo lejos llamándome y pidiéndome perdón pero ¿Cómo perdonar algo así? Yo pensando en todo momento en él, sintiéndome una puta por “dejar” que Damián me tocase, y él se la estaba pasando bien con alguien más.

¿Cómo no me di cuenta antes? Su actitud y amor hacia mí parecía demasiado perfecto para ser verdad.

Fui una niña ingenua al creer que él me sería fiel, que aguantaría tener que compartirme. Ya veo el porqué.

Lo aceptó porque así podía tirarse a quien quisiera sin sentir remordimientos, total, yo lo traicioné primero. Excusa perfecta.

En el instante en que reaccioné e ingerí sus palabras, lo cacheteé y mandé a la mierda. Lo traté de lo peor, lloré desconsoladamente y luego le dije que no quería volver a verlo.

Se reusó a eso y me pidió por favor que lo perdonara.

¿Cómo hacerlo?

¿Cómo perdonar algo que me dañó tanto?

Yo lo amaba. Lo amo aun. Y él me traicionó.

Tal vez fue mi error por casarme con otro hombre. Tal vez mi frialdad lo llevo a ello. O, tal vez, él solamente se vengó de mí.

Quiero morirme. Él era lo único hermoso y puro en mi vida y ahora no lo tengo.

El amor es una mierda. Todos los hombres son iguales de hijos de puta. Una les entrega todo y ellos te destrozan.

 

Perdonar… ¿podré hacer tal cosa?

 

No sé cuánto tiempo ha transcurrido desde esa lastimosa pelea con Donald en mi habitación. ¿Han sido meses, días? No lo sé y no importa. Nada importa ya.

Las violaciones y golpes por parte de Damián han disminuido debido a que ya no me resisto a entregarme a él. No es porque él haya comenzado a gustarme o algo por el estilo. Es sólo que ya no tengo razón para rechazarlo.

En un principio seguía negándome a ser suya, pero me imaginaba a Donald con esa otra mujer y dejaba de luchar.

He bajado notoriamente de peso. Más de una vez he ido a parar al hospital debido a mi desnutrición. Mi deshidratación.

Creo que estoy matándome lentamente. Ya no quiero nada. No soporto este dolor en el pecho que se niega a desaparecer. No tolero no sentir a mi corazón latir enloquecido.

He dejado de ir a visitar a mis tíos, no quiero tropezarme con él. No sería capaz de resistirme.

Nani ha venido a verme seguido, me regaña cada vez que me ve. En su última visita descubrió un moretón en mi muslo derecho. Enseguida comenzó con el interrogatorio y, en un momento desesperante, le inventé que me había caído. No me creyó pero no agregó nada más.

*******

–Tiempo sin verte. –Dije seria al verlo parado frente a mí.

–Mucho en realidad.

–Creí que te marcharías.

–También yo.

– ¿Por qué no lo has hecho? –Pregunté curiosa pero tratando de parecer indiferente al mismo tiempo para no ser descubierta.

–Aún tengo la esperanza de que me perdones.

– ¿Cómo está tu nueva conquista? –Pregunté ignorando su comentario.

–No lo sé y no me interesa. No sé nada de ella desde esa vez.

–Cuando se revolcaron. –Agregué.

–Annabelle, por favor, olvida eso.

– ¿Qué sentiste? –Pregunté en un susurro.

– ¿A qué te refieres?

– ¿Qué sentiste cuando penetraste su cuerpo, cuando la besabas y hacías tuya?

–No lo recuerdo. Ya te dije que estábamos drogados.

– ¡MENTIRA! –Grité perdiendo los estribos.

–Es verdad.

–Querías castigarme, ¿Cierto?

–No, no amor. Eso no es verdad. –Intentó abrazarme pero me alejé.

–No me llames así. Ya no tienes derecho.

– ¿Y él lo tiene?

–Es mi marido, claro que lo tiene. –Su cuerpo se tensó y sus nudillos se pusieron blanco de la fuerza con la que cerraba su mano formando un puño.

– ¿Lo amas?

– ¿Y si lo hago qué?

– ¡NO PUEDES AMARLO! –Gritó Donald furioso.

– ¿Quién eres tú para decirme eso? –Desafié.

–Soy el hombre que tú amas. No lo niegues, aun me amas. –Silencio–. Reconócelo, Annabelle. Soy el único que logra estremecerte con solo mirarte. Soy el único que acelera los latidos de tu corazón con una caricia. –Tocó mi hombro e inmediatamente mi piel ardió–. Se te sube la temperatura cuando te toco. –Susurró rodeando mi cintura con sus brazos–. Tú me amas, Anna, así como yo lo hago.

–Yo… –No me dejó terminar cuando nuestras lenguas ya jugaban entre sí.

 

De un segundo a otro estábamos uniendo nuestros cuerpos. El vaivén que creábamos era el cielo para mí, lo extrañaba tanto. Todo este acto echaba de menos. Jadeábamos y gemíamos con desenfreno. Hasta que recordé que Damián andaba cerca.

 

–Damián… Damián está abajo. –Decía con la voz ronca–. Nos van a oír.

–No me importa. –Seguía embistiendo duro contra mí. No podía controlar mis gritos guturales, y Donald mucho menos–. No quiero pensar en nada mas que no sea en este momento.

–No quiero dejar de sentirte nunca. –Reconocí enredando mis piernas en sus caderas.

–Tampoco yo. Eres mía, Annabelle. –<Eres mía, Annabelle> Esas palabras provocaron que mi cuerpo se congelara.

–Suéltame. –Grité luego de recordar mi tormentosa luna de miel. Él pareció no escuchar–.

¡Que te quites!

– ¿Qué sucede?

–No quiero que me toques. –Era como si se estuviera repitiendo lo de nuestra primera vez.

–Dime que es lo que te sucede, Annabelle. No entiendo. Desde que te casaste estás así conmigo.

–Lo siento.

–Eso es lo único que dices.

–No puedo contarte.

– ¿Por qué no?

–Porque no y punto. Algún día entenderás el porqué de mi reacción.

– ¿Él te hizo algo? –Silencio–. Respóndeme, Anna. –Gritó tomándome de los hombros y sacudiendo mi cuerpo–. ¿Damián te hizo algo? Nani me dijo que vio unas marcas en tu cuerpo.

Moratones. ¿Ese idiota se atrevió a ponerte una mano encima?

–Fue un accidente. –Susurré, agachando la cabeza.

–Si claro, un accidente. ¿Tú crees que yo soy idiota?

–En serio. Fue un accidente.

–Te lo advierto, Annabelle, yo encuentro alguna marca sobre tu piel y ese bastardo me las paga.

–Te mataría.

–No si lo hago yo primero.

–Estás loco.

–Y tú avisada. Él te toca y yo lo mato. ¿Entendiste, Annabelle? ¡Lo mato!

–No lo hagas. Terminarás tras las rejas si lo haces.

–No me importa. Al menos así estarás a salvo.

–No tienes porqué arriesgarte. Tú y yo ya no estamos juntos. No te corresponde.

–Parece que olvidas que te amo.

–Es difícil creerlo cuando te imaginas a la persona que supuestamente te ama en la cama con otra mujer.

–Jamás vas perdonarme eso ¿Verdad? –Preguntó en voz baja.

–No lo sé. Aun me duele tu traición.

–No tanto como a mí me duele saber que te fui infiel. Déjame explicarte lo que sucedió.

–No quiero. No quiero escucharlo. Saber lo que hiciste con ella sólo provocaría más daño en mí.

–Por favor… –Suplicó. No pude negarme.

–De acuerdo. Habla. –Nos sentamos en la cama y cubrimos nuestros desnudos cuerpos con las sábanas.

–Ese día… ese día comencé a pensar en ti en brazos de él. Estabas tan distante desde que te casaste que empecé a pensar que comenzabas a quererlo y no querías decírmelo.

–Donald…

–Déjame continuar. –Se giró y cogió mis manos–. La sola idea de considerar el hecho de que estuvieras sintiendo algo por él hirvió mi piel. Estaba enfadado. Con ganas de ir a tu casa y partirle la cara a ese imbécil por tenerte a su lado mientras que a mí me ignorabas cada día más.

–No te ignoraba.

–Pero tampoco dejabas que te tocara, era casi lo mismo. Desde que te fuiste de luna de miel, me deprimí. Comencé a ir a bares, emborracharme y drogarme; y ese día no fue la excepción. Fui a un sitio a conseguir más drogas, luego de eso caminé a un bar. Ahí conocí a una mujer que comenzó a coquetearme descaradamente. Hacía semanas que no sabía de ti.

Iniciamos conversación. Era atractiva no voy a negártelo, y ella no dejaba de repetir lo guapo que me había encontrado.

Yo por mi parte, no dejaba de pensar en ti, hasta que volví a imaginarte en los brazos de Damián. Los celos me invadieron y en un arranque de furia me lancé a sus labios. –Cerré mis ojos al imaginarme la escena.

Sin pensarlo siquiera partimos a un hotel, ella llevaba drogas consigo y comenzamos a ingerirlas. Después de una hora de fumar y aspirar, nos tiramos al suelo.

Reíamos descontroladamente. La mente volaba y la habitación daba vueltas. Para cuando reaccioné ya estábamos tumbados en la cama teniendo sexo.

– ¿Qué pasó después? –Pregunté al ver que se quedaba callado.

–Perdí la noción del tiempo. No recuerdo ni en qué momento me quedé dormido. Solo sé que desperté con ella al lado. Me vestí rápidamente y salí de allí.

– ¿Has vuelto a verla?

–Ya te he dicho que no.

–Solo quería confirmarlo.

–Annabelle, te juro que jamás quise dañarte. Fue un arranque de celos y debilidad. Yo te amo.

–Yo también te amo, Donald. –Dije. No había necesidad de seguir negándolo. Él suspiró aliviado. Nos besamos. Nos besamos un largo rato. Tierna, apasionada y lentamente.

Demostrándonos

todo

el

amor

que

sentíamos.

Tentándonos,

consolidándonos…

enamorándonos.

–Entonces… ¿Volverás conmigo?

–No…

11

–Vuelve conmigo, Anna. –Repitió Donald millones de veces en ese lugar.

–Te he dicho que no. –Respondí-. Además aunque no haya vuelto contigo seguimos juntos ¿Cuál es la diferencia?

–Que a pesar de estar juntos, no es oficial. Quiero poder llamarte mi novia a pesar de que seas una mujer casada.

–Ya dejemos el tema por un momento, Donald. Estamos en una fiesta, sólo quiero beber y emborracharme.

– ¿Segura que es lo único que quieres?

–No, también quiero drogarme.

–Odio que lo hagas. –Bufó molesto.

–Yo también odio que tú lo hagas pero aun así sigues haciéndolo.

–Hagamos un trato.

– ¿Cuál?

–Si yo no me drogo, tú tampoco lo harás.

–Imposible, es la única manera de soportar a Damián en las noches.

–No lo nombres que aun quiero asesinarlo.

–Pero no lo harás. Ahora cambiemos de tema.

–Ya, volvamos a lo del trato.

–No hay trato que valga, Donald. Yo no dejaré de drogarme mientras esté casada. Punto final.

– ¡Por la mierda! ¿Por qué eres tan terca, Annabelle?

–No lo hago de terca, lo hago solamente para poder llevar bien mi matrimonio. Y por favor, no quiero hablar más del tema, Donald. Tú y yo estamos juntos otra vez.

–Si lo sé. Es solo que hace ya varios meses nos “reconciliamos” en tu habitación pero aun así no quieres volver conmigo.

– ¿Tan importante es para ti?

–Sí, sí lo es. –Estaba a punto de responderle algo cuando unas personas nos interrumpieron.

–Bouffart. –Volteó hacia quien le hablaba.

–Ross. –Sonrió-. Viniste.

–Por supuesto, amigo. –Le dijo mientras se abrazaban y daban golpecitos en la espalda-. Y

no vengo solo.

– ¿No?

–No. Hay alguien que tenía muchas ganas de verte.

–No me digas que…

–Por supuesto, amigo mío, ella vino conmigo. – ¿Ella? ¿De quién demonios están hablando?

Los celos empezaron a invadirme cuando una morocha comenzó a aproximarse, lanzándose a los brazos de Donald.

–Cariño, tiempo sin verte. –Comentó él mientras la estrechaba contra su cuerpo.

–Lo sé, hermoso. ¿Cómo estás? –Preguntó coqueta.

–Ahora que están ustedes aquí, estoy mucho mejor.

–Me alegro. Te he extrañado demasiado. –Confesó ella acariciándole la mejilla.

–También yo. Me has hecho mucha falta. –Él tomó su mano y la besó.

–Me imagino. – ¿Quién mierda es esta tipa? ¿Por qué habla con tanta familiaridad con MI hombre? La cólera iba aumentando.

–Los dejo solos. –Comenté y me fui de ahí más que molesta.

 

Me aparté de ese grupo y busqué un lugar un poco solitario. La casa de Claude, el amigo de Donald, estaba a rebosar. Gente bebiendo, bailando, drogándose, estaba por todo el lugar.

Eso era lo que yo necesitaba, una buena dosis de drogas y alcohol.

Comencé a recorrer la casa buscando una habitación vacía. Abría y abría puertas y todas estaban ocupadas. Una pareja follando en una; en otra un dormitaba un hombre inconsciente por el alcohol; otra estaba con llave.

Cuando encontré un cuarto a solas, acerqué una mesita que se encontraba allí y empecé a dibujar una línea con tan deseado polvito blanco que me llevaba a la luna. Estaba comenzando a inhalarla, cuando una voz más que familiar me interrumpió.

 

– ¡¿Qué mierda haces, Annabelle?! –Gruñó furioso.

–No sé para qué preguntas si ya lo estás viendo, Donald. –Respondí sin siquiera voltear a mirarlo.

– ¿Estás loca? Deja eso. –Puso su mano sobre la mesa y lanzó el polvillo lejos.

–Pero, ¡¿Qué haces?! –Grité-. ¿Por qué no te vas a joder a esa otra mujer?

– ¿De quién hablas?

–De la tipa a la que llamaste cariño mientras te lanzabas a sus brazos.

– ¿Hablas de Amy?

–Con que se llama Amy. –Dije con voz despectiva, cruzándome de brazos-. ¿Con ella me fuiste infiel?

–No sabes las estupideces que estás diciendo.

–Respóndeme, Donald, ¿Fue con esa tal Amy con quien te revolcaste? –En ese momento la puerta se abrió.

–Yo… Lo siento no quise interrumpir –Dijo la misma mujer que estaba con Donald hace unos momentos.

–Amy, ven acá. –Llamó Donald. Ella se acercó lentamente a nosotros–. Amy, ella es Annabelle, mi novia. –Nos presentó tomándome de la cintura. Acercándome a él.

–Un gusto. –Dijo Amy ofreciéndome su mano en modo de saludo.

–Annabelle, ella es Amy, la esposa de Dave.

–Oh. –Me sentí como una tonta después de eso–. Yo creí que… tú y Donald… yo… Lo siento.

– ¿Creíste que Donald y yo teníamos algo? –Inquirió, divertida.

–Sí. Los vi tan cariñosos que pensé tú eras… No importa.

–Amy es mi mejor amiga desde la infancia, Anna.

–Lo siento en verdad.

–Descuida. Los dejo solos para que hablen. –Asentimos.

–Jamás vas a olvidarlo, ¿verdad? –Preguntó en voz baja soltándome la cintura.

– ¿De qué hablas?

–De mi infidelidad.

–He tratado, Donald. Te juro que he tratado, pero me cuesta.

– ¿Cuántas veces debo decirte que lo lamento, que lo que sucedió esa noche no se va a repetir?

–No lo sé. Me estoy comportando como la niña chica que soy y tú no te mereces esto. Mis celos se están volviendo cada vez mayor, la duda me invade. Esto ya no puede seguir así, no puedo hacerte esto.

– ¿Y qué es lo que quieres?

–Que dejemos esto hasta acá.

–No, Annabelle.

–Nos está haciendo daño, Donald, yo te estoy haciendo daño.

–Olvídate de eso porque no va a suceder. Olvidaremos esa sugerencia y saldremos adelante juntos.

–Eres un terco masoquista.

–No te imaginas cuánto, mi amor. –Se acercó a mí y comenzó a besarme desesperadamente la unión entre mi hombro y mi cuello.

–No puedo creer que estés pensando en eso con todos tus amigos en el piso de abajo. – Comenté riendo juguetonamente al descubrir sus intenciones.

–Pues créelo.

 

Me acorraló a la pared y empezó la acción. Nuestra ropa estaba tirada por toda la habitación mientras que nuestros cuerpos estaban pegados debido al sudor moviéndose sincronizadamente. Una vez más me hizo suya. Esta vez fue ahí, en esa misma pared.

Desesperado por meterse en mi interior que no quiso perder tiempo llevándome a la cama.

Jamás nos cansábamos de esa muestra de amor. Nos sentíamos completos y como si nada a nuestro alrededor existiera. En sus brazos no había dolor, no existía Damián, ni el sufrimiento, ni adicciones. Sólo él y yo, viviendo nuestra historia romántica.

 

–Sé que me estás ocultando algo, Annabelle, pero si no quieres decírmelo está bien. –Dijo acariciándome la espalda mientras estábamos tumbados en la cama tras nuestro tercer asalto sexual. Yo con mi cabeza sobre su pecho desnudo.

–Te lo diré, Donald. Sólo que no hoy, no ahora.

–Está bien. No te presionaré más con eso. –Besó mi sien.

–Creo que será mejor que nos vistamos. Ya hace un par de horas que desaparecimos y tus amigos deben estar preguntado por ti.

–Sí.

 

Nos besamos por última vez antes de empezar a cubrir nuestros cuerpos con la ropa correspondiente de cada uno.

Salimos del cuarto cogidos de la mano directamente hacia donde se encontraran Dave y Amy. Le debía una disculpa a ella.

 

–Dave, Amy. –Ambos voltearon–. No tuve la oportunidad de presentarles a Annabelle, mi…

–Novia. –Dije completando la frase y dándole, al mismo tiempo, la respuesta a esa pregunta que tantas veces me hizo.

–Exacto. Mi novia. –Sonreímos.

–Un placer, Annabelle. –Dijeron ambos.

–Igualmente. –Estrechamos nuestras manos en forma de saludo.

–Anna, ¿Quieres algo de beber?

–Un vodka naranja estará bien, Donald.

–Enseguida. Dave, ¿Me acompañas?

–Por supuesto. Amor, ¿tú quieres algo?

–Lo mismo que Annabelle, Dave.

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