Darkness

Darkness


Darkness

Página 9 de 11

– ¿Quiénes? ¿Qué pasó? ¿Qué te hicieron? ¿Los viste? –Yo estaba al borde de la histeria.

–No, no sé… no sé quiénes eran. No reconocí sus nombres ni vi sus rostros. Me golpearon y cuando caí al suelo vi a alguien con mi bebé en brazos. –Llanto–. Se… se acercaron a mí y me dijeron “visualízalo bien porque jamás volverás a verlo”. –Rompió a llorar más fuerte–. Mi bebé… búscalo, amor…

–Hay que llamar a la policía. –Me separé de ella y cogí el teléfono. Luego de dar aviso a la policía, avisé a la familia de Annabelle y a los chicos de la banda quienes de inmediato llegaron a hacernos compañía.

 

Ha pasado no sé cuánto tiempo y no hemos tenido noticias de su paradero. Annabelle está mal y tengo miedo de que se derrumbe. Nos hemos mantenido encerrados, luchando por no caer en el vicio y rogando por tener noticias de él… las esperanzas se estaban acabando hasta que recibimos una esperada y esperanzada llamada…

22

Renunciar a un hijo es algo por lo que ninguna madre debería pasar.

Entregárselo a alguien más, tener que hacerlo para poder conservarlo con vida, es lo más doloroso del mundo. Se te va la vida y gran parte del corazón con ello.

 

El día que tuvimos nuevamente entre nuestros brazos a nuestro pequeño bebé, fue la mejor sensación del mundo, como si nos sacaran un gigantesco peso de los hombros. Lloré desconsoladamente ese día, de felicidad, de rabia al haberme perdido días de su existencia, de miedo a que me lo volvieran a arrebatar.

Mi pequeño bebé es lo más grande del mundo. La mejor prueba de amor que Donald me ha regalado. Nuestra razón de vivir… y hoy debemos renunciar a él puesto que nos han llegado correos amenazantes sobre matarlo y arrancarlo por siempre de mi lado. Jamás supimos quién fue el verdadero responsable del secuestro de mi niño. A los hombres que la policía atrapó no eran más que personas contratadas para arrebatarlo de mi lado. Las notas anónimas parecen venir de todos lados, por eso mismo no han podido dar con la cabecilla de esto, y eso hace que mi temor sea mayor a cada segundo.

 

Tía Isabella vendrá por él en unas horas más. Ella y mi tío se lo llevarán fuera del país. Le dije que no me dieran su paradero, no aun, pero que si me tuvieran al tanto de todo lo que tenga que ver con él.

 

“Por favor, críalo con amor y recuérdale siempre que sus padres lo aman más que a sus propias vidas”

 

Le había pedido a mi tía. Juró hacerlo, juró dedicar su vida a cuidar de la suya.

Las horas estaban pasando demasiado rápido para mi gusto, no quería que llegara el momento del adiós, no quería despegarme de su pequeño cuerpo. Esto era el infierno, de verdad que era el mismísimo infierno.

 

¿Qué hice para que la vida me siga castigando de esta manera? ¿Estaba siendo castigada por amar a alguien como él? ¿Este era mi castigo eterno por elegir a Donald como el amor de mi vida?

 

Me pongo a imaginar cómo habría sido mi vida si él no me hubiera encontrado en el asfalto hace ya cinco años atrás. De seguro estaría en casa, junto a Damián; con un par de hijos, golpeada, violada, y quien sabe, hasta quizás muerta. Donald llegó en el momento perfecto, llegó para salvarme, para demostrarme lo que es el amor. Él me mostró el significado de felicidad y de que sí existe el amor eterno. Yo lo había elegido a él para eso, para amarlo infinitamente a pesar de las mil desgracias que nos ha tocado vivir. Lo elegí y lo elegiría siempre.

 

Donald era el hombre de mi vida, él y mi pequeño Jamie eran lo mejor que me han pasado.

Jamás supe del amor incondicional hasta que los tuve a ellos. Y ahora… ahora se me iba un tercio de mí, el tercio más grande e importante. Mi pequeño hijo, mi pedacito de cielo, el fruto del amor de Donald hacia mí.

No quería que se lo llevaran, no quería separarme nunca de él. Pero por salvar su vida soy capaz de todo, incluso de dejarlo marchar…

*******

Siento un vacío en el pecho, hay un silencio tormentoso invadiendo mi hogar. Sus llantos han desaparecido y los míos continúan desgarrándome el alma.

Sus brazos me acurrucaban tratando de consolarme pero en estos momentos era imposible… verlo partir en los cálidos brazos de tía Isabella fue lo más doloroso que me ha tocado ver.

Lloré hasta que mis ojos secaron, lloré hasta que mis ojos estaban rojos y ardían como el infierno, lloré hasta que perdí el conocimiento…

 

– ¿Cómo te sientes? –Susurró la voz del amor de mi vida.

–Dime que fue una pesadilla. –Pedí con un puchero en los labios.

–Amor… amor tenemos que ser fuertes. –Largué a llorar de nuevo–. Ya no llores más, por favor.

–Duele… duele tanto… -Dije largando a llorar más fuerte.

–Lo sé, mi pequeña, lo sé… -Su voz se iba entrecortando–. A mí me duele también no tenerlo entre mis brazos.

– ¿Qué hice, Donald? ¿Qué hice mal para merecer tanta maldad?

–Tú no has hecho nada, amor mío, nada malo.

– ¿Entonces?

–No lo sé, cariño, no sé por qué nos tienen que suceder estas cosas. –Me apretó más contra su cuerpo–. Pensemos que él estará bien, estará vivo, estará sano; ambos sabemos que tu tía hará un buen trabajo.

–Lo sé, pero ese trabajo era mío, Donald. Yo debería ser quien cuide de él. No ella. –Llanto otra vez.

–Tranquilízate, ya estaremos los tres juntos de nuevo. No desesperes. No desistas.

 

Me tomó entre sus brazos otra vez y me besó dulcemente para así arrancar todo dolor de mí. Y así fue, con sus besos, con sus caricias, con amor, me hizo suya. Lo necesitaba, verdaderamente necesitaba sentirlo mío, lo necesitaba dentro de mí.

23

“Donald”

 

Ha pasado, creo, un poco más de un año. Siento que mi matrimonio se está desmoronando.

Annabelle ha cambiado mucho desde que sus tíos se llevaron a nuestro hijo. Ya no sale, ya no come, sus hermosos ojos negros están apagados, se la ha pasado llorando la mayoría del tiempo y con suerte si me toca.

El bar que teníamos en casa se lo ha bebido todo ella sola. Ha intentado suicidarse, se ha drogado hasta el punto de quedar inconsciente y he tenido que partir de urgencias a la clínica.

No niego que yo me he cortado mil veces más para neutralizar el dolor de mi pecho pero…

solo han sido heridas leves. En cambio ella… ella quiere morir y yo moriré si ella lo hace.

 

Volteo mi rostro al suyo y la veo dormida junto a mí en la cama. Me asusté tanto al encontrarla inconsciente en la tina que creí desfallecer. Corrí a ella y la tomé en mis brazos a la misma vez que golpeaba sus mejillas para que reaccionara. Como alma que lleva el Diablo la llevé a la clínica una vez más y le volvieron a recetar las pastillas antidepresivas.

Me duele verla rendirse. Creo que solo sonríe cuando recibe noticias de James o uno que otro video diciendo “Mamá, te amo”. Aunque luego de recordar que se está perdiendo todo eso, vuelve a caer en el llanto y en el alcohol.

 

–Debes ser fuerte. –Le susurro al oído acariciando su cabello–. Debes salir adelante.

Nuestro hijo está bien.

–Lo extraño tanto. –Dice ella con la voz ronca y sin abrir sus ojos.

–Lo sé, Annabelle. –Respondí acurrucándome a su lado y tomándola entre mis brazos–. Yo también lo extraño. Pero pienso que está vivo y es suficiente para sonreír.

–Me cuesta.

–Eso también lo sé, pero debes intentarlo. Annabelle, por favor, no te lastimes más.

– ¿Me amas? –Preguntó desconcertándome un poco.

–Claro que te amo. ¿Cómo me preguntas algo así?

–No lo sé. Solo quería confirmarlo.

–No seas tontita. –Dije lanzándome sobre su cuerpo y basando sus labios–. Tú sabes que te amo más que a todo.

–Yo también te amo, Donald.

 

La besé hasta que se me adormecieron los labios, la besé hasta que me fundí por completo en su alma.

Estábamos sufriendo, mucho, pero a pesar del dolor, el amor jamás podría acabarse…

24

¡Maldita sea!

 

Maldito sea el tiempo que solo transcurre para torturarme cada día más. Maldito sea el hecho de tener un corazón, que solo sirve para amar a aquellos que no puedo tener. Maldito dolor que me carcome el alma.

 

¿Cómo pasé a ser de una niña que lo tenía todo: ropa, dinero, el ballet, unos tíos maravillosos; a ser una drogadicta? ¿Cómo fue que cambié tanto? ¿Cómo es que aún sigo con vida?

 

Tantas interrogantes sin ninguna respuesta para cada una de ellas.

Me siento estúpida, ajena, fuera de lugar, como un doctor trabajando de profesor en un colegio. Me siento vacía todo el tiempo. Enojada todo el tiempo. Melancólica todo este. Soy solo un ser inservible en este mundo, un gasto de oxígeno, una lacra para la sociedad.

Ya nadie me soporta, hasta mis tíos dejaron de escribirme o llamarme, por ende ya no tengo contacto alguno con mi pequeño Jamie que ya está cursando los cuatro años. No nos quieren cerca de él y no los culpo.

 

¿Quién querría tener a un bebé cerca de sus patéticos padres drogadictos y alcohólicos?

Nadie.

 

Llevamos meses viviendo en soledad junto a Donald. Extrañando con demasía a nuestro pequeño hijo, culpándonos por ser lo que somos y más aún por no hacer nada para cambiarlo.

Nuestros ánimos han cambiado considerablemente, siento que nuestro amor igual. No desaprovechamos momentos para gritarnos y lanzarnos uno que otro objeto. No sé cuántas veces le he echado la culpa de toda la mierda que estoy viviendo. Sé que él no la tiene, estoy consciente de ello; es sólo que mi dolor y mi odio por mí misma me ha hecho descargarme con cualquier persona que me rodee, lamentablemente él es el único.

 

Ya no recuerdo las centenares de veces que hemos intentado quitarnos la vida, siendo encontrados por el otro en el momento preciso para impedirlo. Tampoco sé con exactitud el número de cicatrices que adornan mis blancos y delgados brazos. Al cuello de Donald lo adorna una hermosa marca que se realizó cuando intentaba ahorcarse, justo cuando iba ingresando al dormitorio y logré detenerlo. Sentí un pánico tremendo cuando lo vi contorsionándose con la soga al cuello; diciéndonos que jamás volverá a repetirse una vez nos hayamos liberado del intento suicida. Palabras que, como es usual, se quedan rondando en el aire.

 

Cada que eso sucede terminamos haciéndonos el amor y repitiéndonos una y otra vez lo mucho que nos amamos. Que saldremos adelante, que estamos juntos en esto para derribar los obstáculos, que basta con tenernos a nosotros uno al lado del otro.

 

Y si es así, entonces, ¿Por qué seguimos torturándonos?

 

¡Maldito Damián! ¡Malditos sean mis padres! ¡Maldito sea mi primer matrimonio y todo lo que trajo consigo! ¡Maldito aborto! ¡Maldita vida! Maldito… Maldita sea yo…

*******

“No te amo”, le dije un día en medio de una pelea más. Obviamente le estaba mintiendo.

¿Cómo no amar a alguien como él? Miré sus ojos plagados de nostalgia y lágrimas acumulándose en ellos y noté que me había creído. No medí mis palabras y es ahora cuando me arrepiento de haberlas dicho.

Hace tres días que no sé de él.

Hace tres días que en nuestra cama sólo dormita mi cuerpo extrañando el suyo.

Hace tres días que mi alma se perdió y mi corazón fue en busca de ella.

Donald se había ido dolido de nuestra casa. No había gesticulado ninguna sola palabra luego de yo soltar esa enorme mentira.

 

¿Dónde estaba? ¿Me estaba odiando en estos momentos? ¿Su partida había sido definitiva?

 

He vaciado el bar de nuestra sala haciéndome una y otra y otra vez esas mismas preguntas, he ingerido más drogas y pastillas de las que he consumido en un mes entero. Me he rebanado mi brazo tantas veces estas treinta y dos horas que me sorprende aun encontrar partes de piel sana.

He dado aviso a la policía de su perdida, pero ellos al ver mi estado han ignorado por completo mis palabras.

 

¿Quién le creería a una adicta al crack?

 

Estoy segura que no me han encerrado sólo porque mi padre es uno de los hombres más influyentes de la ciudad; y para él, el hecho de tener una hija como yo, siendo encima su única hija, lo hace sentirse completamente avergonzado. Dar a conocer esta realidad al mundo sería una aberración para él. Para nuestro apellido. Aunque ya no llevo su apellido; llevo el de mi esposo. Bouffart.

Creo que el transcurso de los años no ayuda para aquellos que no tienen corazón, como mis padres. Ni siquiera en estos momentos puedo contar con alguno de ellos.

*******

Han pasado… em… no sé cuánto tiempo y Donald no me habla. Esa vez que estuvo desaparecido volvió a los 5 días drogado y borracho a más no poder. No sé qué tiene, acaso he hecho algo para que se molestara, no sé nada.

 

¡Ni siquiera recuerdo haber discutido!

 

Odio esta maldita situación, odio mi vida, y odio a Donald por estar haciéndome a un lado él también. Creo que me culpa por todo lo que está pasando. ¿Cómo se atreve?

Yo estoy sufriendo tanto como él.

Yo estoy destrozada tanto como él.

Yo necesito de Jamie tanto o más que él.

No puede culparme por esto. No tiene derecho. Lo necesito, maldita sea, él es lo único que tengo, lo único que amo. No puede ignorarme, me mata con eso.

*******

Estoy sentada en la sala mirando la lluvia caer por la ventana. Son las cinco de la mañana y Donald aun no llega. Estoy desesperada, tengo un mal presagio. ¿Dónde está? ¿Por qué no ha vuelto?

No tengo a quién acudir, Dave y Amy están molestos conmigo, creo que se arrepienten de habernos elegido como padrinos de Danna; según ellos fui yo la que llevó a Donald a las drogas, que desde que me conoció sólo le he hecho daño.

¡Eso es mentira!

¿Cómo dañar a la persona que se ama?

Nunca fue mi intención arrastrarlo a esta vida asquerosa que me tocó vivir, jamás quise que tuviera que lidiar con malos tratos, con el desquiciado de Damián, mis padres, todo. Nunca quise esta oscuridad para él.

De haber sabido que él tendría que pasar por todo aquello, que algún día se arrepentiría de amarme, jamás habría aceptado tener una relación con él, por más que haya estado enamorada.

 

Me duele, me duele que él esté así conmigo. Me duele su ignorancia.

 

Me quedé dormida sobre el sillón esperándolo, y para cuando desperté ya estaba acostaba en nuestra habitación, en nuestra cama.

 

– ¿Cómo llegué aquí? –Dije en voz alta hablándole a la nada.

–Yo te traje. –Dijo él. Volteé hacía donde sentí su voz y yacía ahí, acostado a un lado de mí, mirándome fijamente.

–Donald. –Susurré–. ¿A qué hora llegaste?

–Muy temprano en la mañana.

– ¿Dónde estabas? –Interrogué.

–Te amo. –Soltó él ignorándome.

–Eso no responde mi pregunta. –Fingí que no me importaba mientras que mi corazón estaba alborotado por volver a escuchar mis palabras favoritas salir de sus labios.

–Fui al bar. –Contestó.

– ¿A qué?

–No lo sé, creo que necesitaba estar solo.

– ¿Solo? Donald has estado prácticamente solo ¡semanas! Con eso desde que ahora me ignoras, es como si yo no viviera contigo en esta casa, es como si no existiera para ti.

–Jamás digas eso. Yo te amo.

–Pues no se te nota. Me has hecho sentir mal, culpable por todo esto, me llegué a odiar a mí misma por arrastrarte hacia esto.

–Lo siento, mi amor.

–No… No me digas que lo sientes. No cuando con tus hechos me demuestras lo contrario.

– ¿Qué quieres que haga?

–Que me digas lo que está sucediendo. ¿Qué pasa, Donald?

–Nada.

–No me mientas, no me digas que está todo bien cuando con tus ojos me dices que nada está bien. –Dije ya al borde del llanto–. Yo te amo, Donald, te amo, y me lastima que estés así conmigo, no lo merezco.

–Lo sé. –Susurró.

–Lo sabes pero aun así lo haces, yo te necesito, Donald, yo también perdí un hijo. –Rompí en llanto sin poder evitarlo.

–Perdóname. –Pidió acurrucándome en su pecho–. Perdóname por todo esto, yo te amo, Annabelle.

– ¿Entonces?

–Es que no puedo más, mi amor, no puedo con todo esto. No puedo mirarte y no sentir impotencia por no hacerte feliz, por no poder devolverte a nuestro pequeño Jamie.

–Pero no es tu culpa, no es nuestra culpa.

–No podemos seguir así, Annabelle.

– ¿Qué quieres decir?

–Que quiero que seas feliz, y es obvio que conmigo no lo serás.

–Qué… ¿Qué estás diciendo? –Dije tartamudeando, temiendo de sus respuestas.

–Debemos separarnos, Anna.

–No… no, no, tú no puedes estar hablando en serio, no, eso nunca. –Dije a medida que movía mi cabeza en modo de negación.

–Amor…

–No, Donald, tú no puedes dejarme… no puedes… –No pude terminar puesto que un mareo inundó mi cuerpo.

– ¿Estás bien?

–Fue solo un mareo.

–Anna…

–Donald, dime que es mentira, dime que no me dejarás. –Rogué llorando. Él sólo me miraba llorar en silencio.

–No, mi amor, no te dejaré. –Habló por fin.

–Nunca… nunca más vuelvas a decirme algo así.

–Perdóname, estoy enojado, solo digo tonteras.

– ¿Estás enojado conmigo? –Pregunté inocentemente.

–NO, jamás… estoy enojado con la situación, nada más.

–Te amo, Donald.

–Te amo, Annabelle. –Me besó–.Prométeme que pase lo que pase, saldrás adelante.

–Si tú estás conmigo, claro que lo haré.

–Prométemelo.

–Te lo prometo, Donald. –Me tomó entre sus brazos y me hizo el amor como hace tiempo no lo hacía. Me llevó al cielo con sus besos, con sus manos, con su cuerpo. Me volvió la paz estando en sus brazos. Me dormí bien esa noche, aunque el mal presentimiento, jamás abandonó mi ser.

*******

¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! –Un grito desgarrador se escapó de mi garganta en aquella habitación–. No, por favor no. Donald… Donald, háblame… ¿Qué hiciste, mi amor? –Me puse histérica y movía desesperada el cuerpo de mi esposo, la sangre bañaba su traje color turquesa y las lágrimas bañaban insaciables mi rostro angustiado.

 

No podía creer lo que mis ojos veían; hacía sólo un mes que habíamos vuelto a solucionar nuestras cosas y estábamos volviendo a ser felices, al menos eso creía. Pero al parecer todo fue una mentira, una actuación del amor de mi vida para que no descubriera sus verdaderas intenciones, pues ahí, tirado en el suelo, yacía sin vida el cuerpo del líder de

Just, mi esposo, el padre de mi hijo, el amor de mi vida… junto a él, la culpable del suceso. Aterradoras ideas comenzaron a invadir mis pensamientos, dejándome guiar solamente por el inmenso dolor que me carcomía el alma.

En estado de shock, perdida, drogada… cogí el arma que se encontraba junto a Donald.

 

No recuerdo el momento en que la policía llegó hasta el lugar, no recuerdo lo que le dijeron, lo que me preguntaron, lo que me inyectaron. Sólo recuerdo aquel día que tuve que ir a reclamar el cuerpo de mi amado esposo a la morgue. La muerte fue catalogada como suicidio y, aunque quería negar ese hecho sabía que era verdad.

 

Un mes entero pasé velando la tumba de él. No ha dejado de llorar desde entonces y aun me pregunto de dónde saco tantas lágrimas para derramar.

Luego de tan larga conversación con aquel hombre que me encontré en el cementerio y del regreso de mi pasado relatándoselo a él, volví a sentir esa opresión en el corazón. Seguía amándolo, seguía doliéndome su partida, seguía “odiándolo” por haber tomado esa decisión de dejarme sola, por haberse rendido.

Decidida a que mi corazón dejara de sufrir, acomodé el arma sobre él y jalé del gatillo.

25

“Nani”

 

Desperté de un salto tras escuchar un estruendoso ruido. Estaba sudada y temerosa.

 

¿Qué había sido tal sonido ensordecedor?

 

La única forma de averiguarlo era saliendo de la cama y, con miedo aun, recorrer los pasillos de la casa de Annabelle.

Desde la muerte de Donald había decidido volver a casa de mi pequeña Anna, sabía que me necesitaba. Si a mí la muerte de dicho joven me había tocado el alma, no me imaginaba lo que había sentido mi niña con ese acto. Anna amaba con todo su corazón a ese hombre y jamás se imaginó que tendría que vivir sin él. Yo lo sabía. Yo en carne propia experimenté lo que la pérdida del hombre amado significa, también había tenido que soportar la marcha de mi querido Joseph tras perder la batalla contra una cruel enfermedad. Y ahora mi pequeña niña, sufría dicho sentimiento.

Con un miedo enorme me levanté de la cama y me dirigí a la habitación de Annabelle, sólo para encontrarme con un horrible hecho. Anna, mi niña, yacía inerte en el suelo de la habitación con sangre saliendo a borbotones de su pecho.

 

– ¡NOOOOOOOOOOOOOOOO! –Grité aterrada–. ¡NO! ¡Anna, Annabelle! ¿Qué hiciste? – Preguntaba a gritos mientras le golpeaba las mejillas para hacerla reaccionar. Nada funcionaba. Sin tener conocimiento sobre qué hacer en estos casos, me levanté del suelo y con mis piernas temblorosas llamé a una ambulancia.

 

Los minutos que me la pasé esperando por ella me parecieron eternos y aterradores; mi pequeña no reaccionaba y sangre tras sangre seguía brotando de ella. La acurruqué en mis brazos al instante que me di cuenta que su cuerpo estaba helado. Le hablaba, le acariciaba la mejilla y le pedía a Dios porque mi niña estuviera bien.

 

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Annabelle había decidido llegar hasta este punto?

 

El sonido de unas sirenas interrumpió mis preguntas lanzadas al aire. Recosté cuidadosamente el cuerpo de Anna nuevamente en el suelo y corrí escaleras abajo a abrirle a los paramédicos. Estaba en shock y temblaba cuando éstos invadieron el hogar. Entre sollozos y palabras entre cortadas los guié a la habitación principal donde yacía mi pequeña nena.

 

–Aún está viva. –Escuché gritar a uno de los hombres y solté la respiración.

 

¿Acaso llevaba reteniéndola todo este tiempo?

 

No me di cuenta de nada. Sólo sentí cómo mi alma volvía al cuerpo y como mi corazón volvía a latir. Mi Anna aún estaba viva, aún quedaba un pedacito de esperanza que me decía que podía conservarla por más tiempo. La habitación era un caos, hombres entrando y saliendo a gran rapidez de ella. Una camilla, una persona presionando la herida en su cráneo y otros intentando acomodarla en el lugar exacto de la camilla para comenzar a trasladarla.

 

– ¿Pu-puedo ir con ella? –Pregunté. Mi voz un susurro. El hombre me examinó unos segundos.

–Por supuesto. –Respondió asintiendo. Rápidamente y sin dudar ni preocuparme sobre si tenía o no que llevar algo, seguí a los paramédicos y me subí a la ambulancia. Una vez dentro tomé la fría mano de Anna.

–Por favor, por favor Anna sé fuerte. Se fuerte, cariño. –Rogaba inundada en lágrimas.

Ir a la siguiente página

Report Page