Darkness

Darkness


Sobre la autora

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–De acuerdo. –Le dio un corto besos sobre los labios antes de salir en busca del trago.

–Ahora vuelvo. –Susurró Donald en mi oído–. Esta es tu oportunidad. –Me dio un cachete en el trasero para darme impulso y se fue a la barra acompañado de Dave.

–Se ve feliz. –Comentó Amy de la nada.

– ¿Disculpa?

–Que se le ve más feliz a Donald. Se nota que te ama mucho.

–Lo sé. –Silencio–. Amy yo… quiero pedirte perdón por lo de hace un rato.

–No te preocupes. Yo fui demasiado efusiva con él, era obvio que pensaras que yo era esa mujer.

– ¿Sabes de ella? –Pregunté abriendo los ojos.

–Donald y yo no tenemos secretos. En cuanto cometió ese error me llamó para contarme y pedirme alguna especie de consejo. Está arrepentido de verdad.

–Lo sé. Es solo que me da miedo perderlo.

– ¿Por ser menor de edad?

–Sí. Aún sigo creyendo que él necesita a una mujer y no a una nena como yo que encima está desposada con otro hombre.

–Sí, también estoy al tanto de eso. ¿Por qué no te fuiste con él cuando te lo pidió?

–Por miedo. –Reconocí.

– ¿A qué?

–A que mis papás comenzaran a buscarme y al momento de darse cuenta que yo me había ido con otro hombre, simplemente lo mandaran a prisión por llevarse a una menor de edad.

– ¿Crees que habrían hecho eso?

–Estoy segura. Son capaces de eso y mucho más.

–Es horrible.

–Más de lo que te imaginas. Para ellos, enamorarse o involucrarse con alguien de sociedad inferior es el peor pecado del mundo. Para mis padres, el dinero es más importante que todo, incluso más importante que la felicidad de su única hija.

–Lo siento mucho.

–Yo lo siento, no debí comportarme así con él, ni decir esas cosas sobre ti.

–Ya olvida todo eso. Fue un malentendido, eso es todo. –Dijo sonriente.

–De acuerdo.

 

En ese instante llegaron Donald y Dave y proseguimos con la fiesta. Fue una noche divertida la verdad. Creo que aprovechar así estos momentos, mientras Damián anda en sus viajes de negocio sirve de mucho.

Nos la pasamos toda la noche compartiendo, bebiendo de vez en cuando. Donald no se separó de mí en toda la noche, puesto que quería asegurarse que no ingiriera ningún tipo de droga.

Amy y yo nos hicimos muy amigas, hablamos de muchas cosas y nos conocimos bastante bien. Es bueno tener a una mujer casi de tu edad con quien hablar. Teníamos varias cosas en común. A Donald le encantó que su novia y mejor amiga se llevaran bien. Dice que debemos comenzar a salir los cuatro, en algo así como una cita doble. Nada mal.

 

La fiesta concluyó y la luz de la mañana ya comenzaba a asomarse por las ventanas. El alcohol en nuestro organismo no era excesivo pero tampoco escaso.

El sueño empezó a invadir nuestros cuerpos y sin energía para algo más que descansar, buscamos una habitación y nos tiramos a dormir.

 

–Te amo, Donald. –Susurré cansada acurrucándome a su cuerpo buscando su calor corporal.

–También te amo, Annabelle.

12

“Esperaré por ti”

 

Fueron sus palabras antes de que yo emprendiera viaje a Grecia. Mamá le había comentado a Damián que yo moría por ir a ese país y él en su misión de complacerme –o mantenernos lejos– compró unos pasajes y me dio la “sorpresa” de que nos daríamos unas vacaciones en aquel hermoso país.

La noche anterior de partir, le exigí a mi marido que me permitiera ir a hospedarme a casa de mis tíos para despedirme adecuadamente de ellos; se opuso un poco pero finalmente terminó por concedérmelo.

Esa noche la pasé en los brazos de mi amado Donald y entre las sábanas. Arrugándolas.

Desordenándolas.

Humedeciéndolas.

A su lado, es como si no existiera dolor; con él el mundo se detiene. Él, yo y una burbuja rodeándonos.

Confieso que se puso un poco loco con respecto al viaje, a veces pienso que él sospecha lo que sucede entre mi esposo y yo, mas no dice nada.

 

Desde aquella noche que volvimos oficialmente me escapo casi todas las semanas para salir con él, Dave y su novia Amy. De vez en cuando nos acompaña Claude pero, él prefiere pasársela a veces entre mujeres antes que hacer mal tercio en una de las parejas.

Para mi cumpleaños número 18 lo pasé con ellos cuatro, por primera vez pude ir a ver a mi hombre a uno de esos lugares donde toca su banda, ni imaginan lo que sentí al momento de oír su voz, si bien la escucho siempre, verlo ahí parado sobre un escenario, siendo apoyado por sus amigos y músicos de Just, mi corazón se infló con orgullo.

Orgullo por ser la dueña de él.

Orgullo por pertenecer a él.

Jamás había sentido tan dicho orgullo hacia alguien hasta que mis ojos encontraron a los suyos.

 

– ¿Por qué sonríes? – ¿Cómo no hacerlo si me escucho a mí misma y descubro lo cursi que me he puesto?

–Por nada, Damián. Es sólo que me entusiasma estar por fin en este país.

–Será increíble, Annabelle. Lo prometo. –Hay momentos en los cuales siento que Damián me ama pero, luego me toma a la fuerza y sé que no es así. Entonces, ¿Por qué tantas consideraciones para conmigo? Jamás lo sabré.

– ¿Por qué haces esto?

– ¿A qué te refieres?

–A todo, tu bipolaridad me confunde. Cumples todos mis caprichos, pero al caer el día te transformas, me drogas y me tomas a la fuerza.

–La droga transforma a cualquiera, Anna.

–Eso es una excusa baja.

–Lo sé. ¿Por qué repudias tanto entregarte a mí? Llevamos un poco más de un año de casados, meses atrás eras mía sin oponerte, ¿Por qué has vuelto a ser la misma de antes?

–Porque no te amo, Damián, tú sabes eso mejor que nadie.

–Pero uno puede entregarse a otro sin amor.

–Estoy consciente de ello.

– ¿Entonces?

– ¿Sé te olvida que la noche de nuestra boda tú me violaste, me golpeaste y me volviste a violar?

–Claro que no lo olvido. Y me arrepiento.

–Sin embargo lo vuelves a hacer después de arrepentirte.

–No hablemos de esto. Disfrutemos los meses que estaremos en este lugar. ¿De acuerdo?

Por favor.

–Está bien. –Sonrió y besó castamente mis labios.

–Te tengo una sorpresa.

– ¿A sí? –Asintió–. ¿Cuál?

–Ya lo verás. –Nos subimos al auto y nos fuimos en busca de tal sorpresa.

 

Su regalo fue que me inscribió en el ballet griego. Me sentí feliz en ese instante. Jamás pensé volver a bailar y mucho menos que fuera él quien me permitiera volver a hacerlo.

Desde ese entonces nos la hemos pasado recorriendo Grecia por las mañanas y en las tardes volvemos a la rutina de mis clases de ballet. He tenido una que otra presentación, en los dos meses que hemos estado acá; me volvieron bailarina principal así que me la he pasado de escenario en escenario. Siempre le pido a Damián que grabe cada una de mis presentaciones y yo a escondidas le envío copias de las cintas a Donald, quien no deja de decirme lo hermosa y delicada que me veo haciendo aquello. Lo extraño, lo extraño mucho la verdad. Desearía que él estuviera aquí conmigo viendo estos infinitos maravillosos lugares, por eso he tomado una decisión.

 

– ¿Estás lista? –Pregunta Damián afirmado en la puerta de nuestra habitación.

–Más o menos. –Él alza las cejas mirando que aún estoy semidesnuda con el traje sobre la cama sin guardar.

– ¿Más o menos? Annabelle, llegaremos tarde, tú eres la bailarina principal, sales de las primeras y aun no has hecho nada.

–Necesito un cigarro.

– ¿Estás nerviosa?

–Al parecer.

–Tranquilízate, saldrá todo bien. –Acarició mi espalda y yo me corrí de su tacto–. Ahora vístete rápido. –Comentó con ese tono gruñón que tanto odio–. Te espero abajo.

 

Salió de la habitación, tomé del bolsillo de su chaqueta un cigarrillo y comencé a fumar.

Estaba histérica ¿Desde cuándo me daban nervios? No lo sé, sólo sé que quiero que este baile salga a la perfección.

Terminé de fumar y empecé a vestirme, guardé mi tutu, zapatillas y mallas en mi bolso y salí en busca de mi esposo para dirigirnos al teatro.

 

En el camino iba apretando una de esas pelotitas blancas que entregan en las clases para controlar los nervios. El silencio invadía el auto pero ni Damián ni yo nos atrevimos a interrumpirlo.

*******

La presentación salió increíble. Esa noche llamé a Donald y le conté lo sucedido. Se puso feliz por mí. Con el sólo hecho de escuchar su voz se me estremecía el cuerpo y me daban más ganas de concretar la opción que tomé. El silencio me está matando, pienso que me volveré loca en cualquier momento si es que ya no lo estoy. Debo verlo, hablarle, ponerle al tanto de todo. Y lo haré, en cuanto lo vea, le pondré fin a todo…

 

Pasaron las semanas y en una reunión a la que me llevó Damián, me ofrecieron una carrera profesional allá en Grecia la cual rechacé.

 

–No lo entiendo. –Dijo Damián mientras manejaba el auto.

– ¿Qué cosa?

–Porque rechazaste esa oferta. Creí que era lo que querías.

–Y lo es, es solo que…

– ¿Qué?

–No quiero hacerlo aquí.

– ¿Cómo dices?

–Quiero volver a Nápoles.

– ¿Estás segura de que esto es lo que quieres?

–Amo el Ballet, Damián, pero no podría soportar estar lejos de nani y de mis tíos. –Y de mi Donald, obvio–. Si me quedo acá definitivamente, yo siento que me volveré loca debido a la soledad que imparte la distancia.

–Te vas a arrepentir, Annabelle. No me hablaste por tres meses debido a que te hice dejar el ballet, y ahora que estoy devolviéndote el sueño, tú lo deshechas.

–Nada cambiará entre nosotros, Damián. No te niego que el tiempo que estuvimos en Grecia fue tranquilo y hubo una especie de tregua entre los dos, sé que no durará mucho tiempo.

Quiero tener a mi familia cerca para cuando tú y yo volvamos a ser como el perro y el gato y yo no tolere verte ni la sombra.

– ¿Es que acaso no podemos llevar un matrimonio normal? –Preguntó cabreado.

– ¿Normal? Damián, tengo dieciocho años, me casé contigo a la fuerza y sin amor, te has aprovechado de mí durante todo el año de matrimonio… ¿Tú crees que esto es o será un matrimonio normal?

–Al menos podríamos intentarlo ¿No?

–En absoluto. Y por favor, ya no quiero hablar más del tema, solo quiero llegar bien a Italia.

–Como quieras.

 

Para variar el resto del viaje en el avión fue más que silencioso. Parece que ya es costumbre callar cuando estamos de viaje juntos.

13

–Te extrañé como un loco. –Comentó Donald, abrazándome fuertemente.

 

Hacia menos de veinticuatro horas que aterricé en Nápoles. Creo que poco y nada he dormido pero, ¿A quién le importa el sueño cuando estuviste más de dos meses sin ver al amor de tu vida?

Para mí todo pasa a segundo plano cuando se trata de Donald Bouffart y la belleza de su mirada azul cielo.

No perdimos tiempo alguno en demostrarnos cuánto nos extrañamos en esos meses de ausencia.

 

– ¿En qué piensas? –Pregunta Donald acariciando y besando mi espalda.

–Hay algo que debo decirte. –Rodeé en la cama para quedar frente a él.

– ¿Sucede algo?

–Mientras estaba en Grecia, me puse a analizar cosas y tomé una decisión.

– ¿Cuál?

–Voy a terminar con todo esto.

– ¿A qué te refieres con “todo esto”? –Me preguntó él con cierto nerviosismo en su voz.

–Con mi matrimonio, amor. ¿Qué creías? –Le pregunté dulcemente, acariciando sus mejillas con mis manos.

–Que ibas a dejarme. –Respondió bajando la mirada.

–No seas tontito, tú eres mi vida, Donald. –Sonrió–. Sé que he tardado mucho tiempo en decidirme pero, el estar allá tan lejos de ti y viendo todos esos hermosos lugares, me decidí a dejarlo.

– ¿Por qué?

–Porque, sin ti ni siquiera el amanecer más hermoso me resultaba interesante; sin tu presencia, ni el payaso más talentoso me hacía sonreír; nada tiene sentido sin ti, nada se compara con la seguridad que me imparten tus brazos, ni con la tranquilidad que me brindan tus besos.

–Tus palabras llenan mi corazón de una calidez indescriptible, Annabelle.

–Y tu presencia llena el mío. –Acarició mis mejillas y me besó dulcemente–. Estoy lista para volver a ser completa y únicamente tuya, Donald Bouffart.

– ¿Cuándo lo harás?

–Mañana por la tarde.

– ¿Quieres que te acompañe?

– ¿Lo harías? –Pregunté feliz.

–Por supuesto.

–Está bien, pero debes esperar afuera de la casa, no quiero que te encuentre y descubra que tú eres la razón por la que lo estoy abandonando. No sé de qué sería él capaz.

–Como digas.

–Mañana por la noche acabará nuestro calvario, mi amor.

–Mañana por la noche seremos sólo tú y yo…

*******

Donald y yo tenemos todo planeado para hoy. Él irá a mi casa mientras yo esté cenando con mi marido. Estoy nerviosa, tengo un mal presagio. Me llamaran paranoica pero no puedo evitar sentir esto. Me preocupa que Damián se dé cuenta antes y note que mi motivo de abandono es Donald.

 

¿Y si le hace algo?

 

Me muero.

 

Por favor, ojala que salga todo bien hoy. Ya no resisto más. Un año viviendo de esta manera atroz me mata por dentro.

Mis nervios se incrementan y Damián se está dando cuenta de que estoy así. Me ha preguntado infinitas veces qué es lo que me sucede, incluso llegó a pensar que le debía confesar acaso estaba embarazada. Sentí nauseas ante eso pero lo disimulé con una risa divertida. Él jamás supo que yo me he estado cuidando durante todo el matrimonio. Creo que me habría golpeado hasta cansarse de haberse enterado de eso. Según él quiere muchos hijos conmigo para así ser una verdadera familia. ¡Já! Como si yo fuera estúpida.

 

La cena concluyó de forma normal. Damián y yo íbamos en el auto hacia nuestra casa. No me atreví a hablar con él en el restaurant. Iba en el lugar del copiloto mirando por el vidrio hacia la nada. Él de vez en cuando comenzaba a acariciar mis piernas lujuriosamente y yo solo me dejaba hacer. No quería que por nada del mundo notara algo extraño.

 

Llegamos a nuestro destino y yo pretendía comenzar enseguida con la conversación, pero Damián tenía otros planes…

Rápidamente se lanzó a mis labios besándome apasionadamente. Su aliento olía a alcohol y mareaba. Sus manos recorrían todo mi cuerpo mientras me llevaba hacia la habitación. Me lanzó brutalmente a la cama y se posó sobre mí.

Traté de alejarlo, ponía mis brazos entre nosotros para así apartarlo de mí pero solo era una inútil acción más.

 

–Damián… Damián tenemos que hablar… –Le dije mientras trataba de alejarlo de mi cuerpo poniendo mis manos en sus hombros y empujándolo hacia arriba.

–Después que te haga mía. –Comentó bajando sus labios a mi clavícula.

–Suéltame, es importante.

–No me importa. Te deseo y te tendré en este mismo instante.

–No quiero… déjame.

– ¡NO! Te quiero ahora.

– ¿Me obligarás? ¿Otra vez me tomarás a la fuerza?

–Dije que no lo haría de nuevo.

–Entonces suéltame. –Mirándome a los ojos aflojó mis muñecas y se puso al lado de mi cuerpo.

– ¿De qué quieres hablar?

–De nosotros.

– ¿Qué pasa con nosotros?

–He estado analizando muchas cosas sobre nuestro matrimonio y he tomado una decisión.

– ¿Te embarazaras? –Preguntó esperanzado.

– ¿Qué? ¡NO! –Me miró arqueando las cejas–. Es decir, no por ahora.

– ¿Entonces?

–Yo… Bueno yo… –Comencé a tartamudear inevitablemente.

–Habla de una vez, Annabelle.

–Quiero el divorcio. –Lancé sin titubear ni mirarlo a los ojos.

– ¿Qué dijiste?

–Eso… quiero acabar con nuestro matrimonio. –Se quedó en silencio por unos segundos y luego una carcajada sádica propia de él invadió la habitación.

–Te volviste loca, ¿Verdad?

–No, no es una locura. –Con una velocidad sobrehumana se montó sobre mí.

–Estás demente si piensas que te dejaré libre. Nuestro matrimonio fue para toda la vida y así será.

–Suéltame, Damián. –Dije al notar su mano incursionando bajo mi brassier.

 

Estaba enojado, muy enojado. Lo hizo notar con su forma de tocarme, ruda, salvaje, brutal.

Las lágrimas de mis ojos no tardaron en aparecer. Por más que le rogaba a que se alejara de mí no me hacía caso. Es más, más fuerza ejercía contra mí. Me tenía firmemente agarrada de las muñecas y con sus piernas inmovilizaba las mías. Iba a hacerlo, una vez iba a violarme sin consideración. Sentí sus dedos bajar por mi vientre y no sé cómo me arrancó el tanga y subió mi vestido. Yo seguía retorciéndome bajo él, tratando de zafarme de alguna manera pero nada resultaba.

Sentí un punzante dolor en mi feminidad. Dos de sus dedos habían penetrado en mí sin compasión alguna. Mi cuerpo saltó ante tan intromisión inesperada.

Besaba y tocaba todo mi cuerpo asquerosamente. Comencé a gritar. Grité hasta que la garganta me ardió. Él trataba de callarme metiendo su intrusa lengua en mi boca. Me ahogaba con tales besos.

Seguía él torturándome sin piedad cuando sentí un tirón y Damián ya no estaba sobre mí.

Miré hacia arriba horrorizada y me encontré con un par de ojos brotando ira. Era la mirada de Donald. Dilatadas pupilas y brillante mirada azul llena de furia al presenciar tal escena.

 

Sin pensarlo dos veces se lanzó sobre mi marido.

Los puñetazos iban y venían. A ambos les sangraban los labios y es más que seguro que tendrían los ojos morados por la mañana. Donald estaba cegado por la ira. Era él quien seguía encima del otro cuerpo. Damián trataba de doblegarlo y distraerlo para poder cambiar de posición pero era imposible.

No sé en qué momento Damián lanzó lejos a Donald de una patada en el vientre. Lo miraba con veneno en los ojos apuntándole con un arma que sacó de quien-sabe-donde. Me aterré tan sólo al momento de presenciar eso. El hombre de mi vida podía ser asesinado en cualquier momento.

Comencé a gritar, a rogar porque bajara la pistola, y Damián solo hacía oídos sordos.

 

–Dispárame si eres tan hombre. –Empezó a desafiar Donald.

–Cállate, Donald. –Grité.

–Sabía que había algo raro en ti. Que tenía que cuidarme y estarte vigilando. –Hablaba dirigiéndose a Donald–. ¿Qué pasa, Bouffart? ¿Quieres hacerte el héroe con mi mujer?

–Damián… Damián baja el arma. –Rogué desesperada.

–Cierra la boca, Annabelle.

– ¡A ella no la haces callar, hijo de puta!

 

Inmediatamente se creó una nueva pelea, ahora inundada de insultos y denigraciones.

En silencio traté de dármelas de valiente y pretendí quitarle el arma a Damián de las manos pero todo resultó mal. Un ruido ensordecedor y un dolor en mi torso que me hizo caer al suelo.

El grito de Donald a lo lejos pronunciando mi nombre, era desgarrador.

Gritos y más gritos. La bala rompiendo mi organismo… otro disparo más y me perdí del mundo…

*******

Poco a poco comencé a recuperar el conocimiento. Los ojos me ardían, la luz blanca dificultaba mi visión. Sentía una calidez en mi mano derecha. Parpadeé un par de veces, hasta lograr reconocer la figura a mi lado. Era nani sosteniendo mi mano fuertemente a la suya.

Traté de incorporarme en la cama pero mi abdomen dolía demasiado. De mis labios comencé a sacar susurros, repitiendo “nani” una y otra vez hasta que por fin salió mi voz. Nana se removió asustada y al ver mis ojos abiertos, ella sólo sonrió mientras rodaba una lágrima por su mejilla.

 

Transcurrieron unos minutos, los cuales fui visitada por unos médicos y enfermeras. Nani esperaba afuera mientras ellos analizaban mi situación. Luego de recomendarme que no me agitara mucho hicieron abandono de la sala…

 

–Nani, ¿Qué pasó? –Sus ojos se aguaron casi inmediatamente– ¿Qué hago aquí?

–Te dispararon, mi niña.

– ¿Dispararon? –Asintió–. ¿Quién?

– ¿No recuerdas nada? –Y como si hubieran sido palabras mágicas las imágenes vinieron a mi memoria.

–Damián… él… Donald… yo… –Hablé desorientada–. ¿Dónde está Donald, nana? Él llegó a casa, se peleó con Damián… ¿Dónde está? ¿Está bien?

–Annabelle, encontraron un cuerpo. Aun no nos han informado a quién pertenece. Puede que sea Donald.

–No. –Dije moviendo mi cabeza frenéticamente en modo de negación mientras que nuevas gotas salinas bañaban mis mejillas.

–Tienes que ser fuerte…

14

Ya no puedo más. Llevo un poco más de cinco meses –si es que no son más– desde que mi vida cambió por completo. Desde que él me abandonó.

Aun me cuesta creer que jamás volveré a perderme en su mirada. Nunca más seré rodeada con sus cálidos brazos, nunca más volveré a ser yo.

 

Me encuentro internada en una clínica siquiátrica, debido a que he hecho sangrar mis muñecas una y otra vez. Mis brazos están adornados por millones de cortadas, cicatrices que jamás se borraran de mi cuerpo, así como las infinitas caricias que Donald una vez me brindó.

 

Ya no quiero vivir, ya no quiero nada de esta vida de mierda que me tocó vivir. Lo quiero a él pero es algo imposible. Él mató a Damián y alguien al parecer lo mató a él.

 

¿Qué hicieron con mi Donald? ¿Quién lo habrá matado?

 

Sé que estoy siendo pesimista pero, han pasado varios meses y nadie sabe de él. Lo dieron por desaparecido, presunto muerto.

Todavía puedo escuchar las palabras de ese estúpido detective…

 

Flashback

 

– ¿Annabelle Polliensky? –Dijo un hombre regordete entrando a mi “habitación” del hospital.

– ¿Quién es usted? –Preguntó nani curiosa.

–Soy el detective Kirks y estoy a cargo de lo sucedido en casa de la Sra. de Salvatore.

– ¿Sucede algo malo?

–Lamento informarle que fue su marido a quien encontramos muerto en el lugar. –Por feo que suene, sentí un gran alivio en ese momento.

– ¿Qué…? –Me aclaré la garganta puesto que me temblaba la mandíbula–. ¿Qué le pasó?

–En su cuerpo encontramos una alta cantidad de alcohol y un disparo en el pecho que, deduzco, fue su motivo de muerte.

– ¿Había alguien más ahí?

–No. –Me tranquilicé, eso quiere decir que él logró escapar ¿No? –. Pero, había dos tipos de sangre en la habitación. La de su marido y la de un individuo localizado como Donald Bouffart.

–Es mi sobrino. –Dijo nani con lágrimas en los ojos–. ¿Se sabe algo de él?

–No. –Respondió a secas–. Este suceso se efectuó hace seis semanas ¿verdad?

–Así me dieron a entender. –Respondí yo–. Estuve en coma inducido por varias semanas puesto que las balas aún se hospedaban en mi interior. Una estaba muy cercana al corazón, mientras que la otra impactó contra mi estómago.

–Entiendo. –Comentó él.

–No sabe cuánto me asusté cuando nos dieron aviso que debían operarla de suma urgencia.

–Agregó nani–. Y más aún cuando nos dijeron que era altamente riesgoso quitar la bala al extremo de su corazón. Gracias a Dios todo salió bien. –Sonrió con ojos llorosos y apretó fuerte mis manos.

–Ya no llores, nani. –Acaricié dulcemente su mejilla.

–Necesitamos que testifique lo que sucedió esa noche Sra. Polliensky. –Dijo interrumpiendo ese tierno momento.

–Claro. Solo dígame que necesita saber.

–Todo lo acontecido esa noche. –Asentí.

–Esa noche, mi marido y yo salimos a comer; yo había tomado la decisión de pedirle el divorcio, en la cena no me atreví a hacerlo puesto que no sabía cuál sería su reacción así que en cuanto llegamos a la casa se lo pedí.

– ¿Cómo reaccionó él? –Preguntó a medida que tomaba notas.

–Muy mal. Me dijo que yo estaba loca si pensaba que él iba a darme tal cosa. Se puso como loco y… –Cerré los ojos con pena.

– ¿Y…?

–Trató de violarme… otra vez. –Dije con vergüenza. Nani soltó un sollozo ahogado.

– ¿Su marido la violaba?

–Desde la noche la boda.

–Anna… –Susurró nani horrorizada.

–Lo siento tanto, nani. –Dije rompiendo en llanto–. Sé que debí haber hablado, pero tenía miedo.

–Ahora todo concuerda. –Dijo ella–. Tu alejamiento, tu cambio de actitud, los moratones en la mayoría de tu cuerpo. ¿Por eso dejaste el ballet? –Asentí.

–Él me obligó a hacerlo. Dijo que tenía que dejarlo para que nadie viera las marcas que él dejaba en mi piel.

– ¿Por qué nunca lo denunció? –Agregó el detective.

–Por miedo. Sólo tengo dieciocho años y tuve temor de que nadie me creyera o él se vengara. Esa noche lo intentó una vez más y ahí fue cuando entró Donald y lo vio encima de mí. Todo sucedió tan rápido. Le pedía a Damián que bajara esa arma. Ni siquiera sabía que tenía una. –Comenté esto último más para mí misma que para los demás-. Comenzó a apuntar a Donald con ella y yo me puse histérica. Traté de quitársela de las manos y me disparó a mí… desde ahí perdí el conocimiento y desperté en esta camilla semanas después.

–Mi niña.

–Por favor… –Hablé al detective–. Por favor, necesito saber de Donald.

–De él no se sabe nada, es probable que esté muerto, lo han dado de desaparecido. Lo lamento mucho.

–No… él no puede estar muerto. No, dígame que no es cierto.

–Lo siento mucho. –Me lanzó una mirada entristecida, y salió de la habitación.

 

Fin de Flashback

 

Desde entonces mi vida ya no tiene sentido. Esa misma noche comencé con los síntomas suicidas. Esa noche, traté de ahorcarme para ya no sentir dolor interno. Lamentablemente ingresó una inoportuna enfermera y detuvo el acto. A partir de ahí comenzaron a vigilarme.

Aunque… había momentos en los que me dejaban sola y yo volvía a atacar contra mi vida.

 

Ahora me encuentro aquí, en esta estúpida clínica siendo vigilada las veinticuatro horas al día por medio de cámaras. Nani y mis tíos vienen a verme casi a diario. Para qué les digo de mis padres, ellos se desligaron de mí. Me culpan por la muerte de Damián. Grandes padres los míos.

*******

Nani ha logrado, después de tantos ruegos, que me saquen de este horrible lugar al menos por ahora. Siento que me estoy volviendo loca –si es que ya no lo estoy-acá encerrada.

 

Creí que estando lejos de ese lugar y acompañada de mis familiares, todo sería mejor.

Gran error el mío. Todo aquí me recuerda a él. Están sus cosas rondando por la casa, su guitarra, su ropa que aún conserva su aroma. Mi cama lleva su esencia de aquella vez que hicimos el amor por última vez. Se nota que nadie ha entrado a mi habitación desde entonces.

 

Camino sin dudarlo hacia su habitación y me lanzo a su cama. Lloro descontroladamente al imaginar cómo será mi vida sin su presencia de ahora en adelante.

Me duele el pecho, y se me hace dificultoso respirar. No creo poder salir de esta enorme depresión que me atrapa. Lo necesito a él, él es mi todo y sin él nada hay.

Sé que debo salir adelante, que nani y mis tíos necesitan que lo haga pero, ¿Cómo hacerlo si solo quiero acabar con todo?

 

Me pongo en posición fetal abrazándome a su almohada. Las lágrimas salinas siguen bañando mis mejillas, los ojos me arden y de mis labios sólo salen esos “te amo” susurrados dedicados a Donald.

Lloro hasta que me duele la cabeza y me tiembla el cuerpo… lloro hasta que por fin logro quedarme dormida…

15

“Demasiado doloroso para ser un sueño, demasiado perfecto para ser una realidad”.

 

–Annabelle, Annabelle encontraron a Donald. –En cuanto escuché esas palabras salir de los labios de nani me levanté de un salto de la cama.

– ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Está él bien? –Silencio–. Respóndeme, nana ¿Está él bien? ¿Dónde está?

–Está en el hospital.

–Llévame donde él, por favor, nana.

–Annabelle, lo tienen en un hospital practicándole una autopsia. –Soltó sin una pizca de sutileza. Mis piernas flaquearon.

– ¿Qué… qué estás diciendo? –Tartamudeé debido a la opresión en el pecho.

–Lo encontraron, pero muerto. –Automáticamente las lágrimas comenzaron a bañar mis mejillas–. Mi niña, lo siento.

–No es cierto, no puede ser verdad. –Negué. Perdí el equilibrio y nani inmediatamente me cogió en sus brazos y me sentó en la cama.

–Annabelle, tienes que ser fuerte, pequeña. –Dijo consolándome y brindándole caricias a mi espalda.

–No puede estarlo, él no puede estar muerto.

–Annabelle, debes aceptarlo. Ellos llamaron hoy dando aviso de su encuentro.

–Es mentira, él está vivo, ¡Te mintieron, nana! –Grité al borde de la desesperación.

–Anna, sé que es difícil de procesar una noticia de tal magnitud pero debes ser fuerte y asimilarlo.

–No puedo. Dime que es mentira, nana, que es una broma cruel por parte de los detectives.

–Me acurruqué en sus brazos como una niña pequeña.

–Todo estará bien, cariño. Saldrás adelante con este dolor.

–No seré capaz. Él es mi vida. Tenía la esperanza de volverlo a ver y ya no está.

–Si lo serás, dulzura, yo estoy aquí para ayudarte.

–Duele tanto, nana.

–Lo sé, cariño, lo sé. –A medida que nani pronunciaba más palabras, más grande era mi dolor en el pecho–. Duerme un rato, mía bambina. –Dijo nani acostándome en la cama. Ella se acomodó a un lado de mí.

 

Las caricias de mi nana continuaban tratando de calmar mi tembloroso cuerpo, mientras que infinitas lágrimas brotaban insaciables de mis negros orbes. Lloré pensando en esta horrorosa noticia. Lloré hasta que Morfeo me reclamó a sus brazos.

 

Desperté con una punzada en el pecho, lágrimas en los ojos, la respiración acelerada y mi corazón partido en dos.

El sueño que tuve anoche con respecto a la muerte de Donald fue el sueño más horrible que una mujer enamorada pueda tener e incrementó mi miedo de que se haga realidad. Tomé mi diario –el cual jamás usaba-con unas ansias tremendas de escribir lo que viví con Morfeo.

 

PESADILLA CONVERTIDA EN REALIDAD

 

Tuve un sueño en el cual te alejabas de mi vida…

Tuve un sueño en el cual te perdía para siempre y yo perdía la cordura.

Trataba de alcanzarte pero era imposible; te arrancabas de mi lado, como el agua escurre entre mis dedos…

Quise tomar de tu mano, lograr hacer que te quedaras o, al menos, poder irme contigo si era necesario pero te separabas de mí como la noche se separa del amanecer…

Tuve un sueño en el cual se llevaban mi felicidad junto con tu vida, junto con tu cuerpo…

Tuve un sueño en el cual trataba de acariciar tu bello rostro, pero éste sólo se desvanecía cuando mis dedos rozaban tu delicada piel…

Me volvía loca, minuto tras minuto; mientras más imaginaba mi existencia sin ti, perdía la razón.

El sólo hecho de pensar que no volvería a tocar tu piel, no volvería a besar tus cálidos labios o no volvería a hacerte mío por las noches, me ponían en estado de demencia…

Quería despertar de esta pesadilla; creyendo que al abrir mis ojos tendría tu cuerpo junto al mío en la cama… en nuestra cama.

Odié esta maldita pesadilla, pero al despertar descubrí que sólo era la maldita realidad…

 

Hace siete meses, dos semanas y un par de horas –Sí, he llevado la cuenta– que vivo temerosa y con la incertidumbre de que llegue un policía a decirme que encontraron a Donald muerto. Vivo día a día con la esperanza al filo de ser derrumbada completamente. Continúo respirando porque mi corazón es terco, está enamorado y eso mismo hace que me levante – Con mucho pesar– todas las mañanas de la cama.

 

Hoy es cinco de abril, del año ochenta y siete y he aprendido a camuflar mi tristeza en la música.

En la tarde tengo revisión en la clínica para ver el avance de mi recuperación. Me han mantenido tan ocupada que ni tiempo le presté a intentar suicidarme nuevamente…

 

Me encuentro sentada mientras espero el resultado de mi chequeo médico. Según el doctor me ha visto un poco más calmada, pero seguro que es por las miles de tabletas que me siguen recetando para comportarme “tranquilamente”.

Miraba los pasillos, esos mismos por los cuales me paseé con Donald en más de una ocasión. Los recuerdos viajaban por mi mente con imágenes de aquellos momentos que llenaron de felicidad a mi existencia.

 

Eres una masoquista, Annabelle –me digo a mí misma– te gusta torturarte con el inmenso dolor que habita en tu alma, te gusta revivir esos momentos que tal vez jamás volverás a tener.

Eres una tonta, una estúpida por mantenerte aferrada al pasado, eres una…

 

–Regañándote otra vez, Annabelle. –Susurró una más que conocida y serena voz en mi oído, interrumpiéndome.

–No puedo evitar hacerlo. –Comenté en el mismo tono susurrante.

– ¿Por qué no volteas a verme?

–Porque tengo miedo de que sólo sea una imaginación más como las millones que he tenido.

–Mírame. –Inquirió.

–No quiero.

–Voltea hacía mí, Annabelle. –Lo hice pero automáticamente mis ojos se cerraron evitando todo contacto que acabara con este sentir–. Mírame. –Lentamente comencé a abrir mis ojos.

–Qué hermoso sueño estoy teniendo.

–No es un sueño.

–Quisiera tocar tu piel y así al menos sentirte antes de despertar. –Hablaba ignorando completamente lo que ese ser me decía. Más que dialogar, parecía como si cada uno creara su propio monólogo, sobre todo yo que no tomaba en cuenta sus palabras.

–Tócame, acaríciame y te darás cuenta que esto está sucediendo.

–Si te toco desaparecerás, lo sé.

–Tócame. –Tomó mis manos y las posó sobre su mejilla izquierda–. Acaríciame, amor.

–Amor. –Dije en un casi inaudible susurro. Las lágrimas ya bañaban mi rostro–. He muerto, ¿cierto? Porque estoy viendo un ángel en estos momentos. –Sonrió.

–No, no estás muerta.

–Pero, tú… yo creí que… han pasado siete meses. –Estaba tan anonadada que ni en cuenta caí de que dejaba las frases a la mitad.

–Lo sé. Te prometo que te contaré todo. Por ahora vámonos a casa. –Asentí–. Busquemos a nana.

 

Nos pusimos de pie e inmediatamente lo tomé de la mano. No quería correr el riesgo de perderlo una vez más. Él entrelazó nuestros dedos y disfruté de sentirlo nuevamente de esa forma.

En cuanto nani lo divisó, corrió hacia él abrazándolo fuertemente. Lloraba aun no creyendo que Donald otra vez estuviera frente a ella.

 

– ¿Cómo supiste que estábamos aquí? –Preguntó nani con voz gangosa debido al llanto.

–Llegué a casa y Thomas, el mayordomo, me dijo que habías traído a Annabelle a un chequeo médico.

– ¿Dónde estabas, hijo? ¿Estás bien? –Lo interrogó con ese inconfundible tono maternal que ella usaba con nosotros.

–Ahora estoy mejor. –Comentó rodeando mi cintura. Aproveché para aspirar ese exquisito aroma que revolucionaba a mis hormonas–. Les juro que les contaré todo pero, por favor, vámonos de aquí. Detesto los hospitales.

–Como gustes.

 

Abordamos un taxi y nos dirigimos a casa. No dejé de admirar su rostro en ningún momento, y es que, ¿Cómo hacerlo? Estuve anhelándolo, soñándolo, extrañándolo, como a ninguna otra cosa en el mundo. No quería perderme detalle de él. Reconocí cada uno de sus gestos faciales. Recordé lo placentero y suave que se sentía su piel al contacto con la mía. Y me enamoré mucho más de él.

16

“Donald”

 

Verla, después de tanto tiempo, fue esa descarga eléctrica que necesitaba para volver a sobrevivir. Entrar a la casa, donde desarrollamos nuestra historia de amor, era sentir esa tranquilidad que hace meses se me había arrebatado.

 

–Donald. –Dijo la más hermosa voz interrumpiendo mi pensar. Volteé a verla–. Por favor, Donald, quiero saber… necesito saber qué sucedió. -Asentí.

–Prométeme que después de esto no volveremos a hablar de aquello.

–Lo prometo.

–Está bien.

 

“Esa noche mientras esperaba afuera de tu casa, me puse a pensar en todas las cosas que podríamos hacer desde entonces, estaba feliz porque finalmente seriamos solos tú y yo.

Estaba embelesado con mis pensamientos cuando sentí tus gritos. Me preocupé y no dudé un segundo en entrar a verte, no me importaron las consecuencias.

Cuando ingresé a tu habitación y lo vi sobre ti despojándote de tus ropas, comencé a ver rojo. Quería matarlo, Annabelle. Lo peor es que lo presentía, presentía que ese hijo de puta abusaba de ti, lo que no sé es desde cuándo. –Miró hacia mí esperando que dijera algo. Callé.

No sé si recuerdas el cómo comenzó la discusión o si te fijaste de dónde sacó el arma, pero al momento de observar cómo te apuntaba con el arma y cómo la bala atravesaba tu cuerpo, me derrumbé, creí morir en ese instante. Me tomó un par de segundo despegar mi vista de ti y para cuando reaccioné, me lancé sobre él, forcejeamos, nos golpeamos sin piedad y en un descuido me disparó a mí también, no sé si era por causa de la ira que no sentía dolor en el cuerpo, seguí golpeándolo mientras me desangraba, lo golpeé y golpeé hasta que sentí mis nudillos entumecidos. La verdad no recuerdo muy bien en qué momento se invirtieron los roles, solo sé que de un minuto a otro era yo quien me encontraba sobre él… en un arranque de locura y aprovechando su inconsciencia, tomé el arma y lo apunté con ella, no me detuve ni un segundo a pensar en que estaba a punto de matar a alguien, estaba en shock, cegado por la furia, no veía nada más que tu cuerpo tiñéndose de ese rojo escarlata, tenía clavada esa imagen en mi mente… me sentía débil… estaba al borde de la inconsciencia yo también así que cegado por rabia le disparé, ¿Dónde? Realmente no lo sé, ni siquiera supe si le di o acaso lo asesiné. Perdí la consciencia. –Se silenció por unos segundos y luego continuó.

Para cuando reaccioné, ya habían pasado varios días, yo me encontraba en un hospital, con una señora que se hizo llamar mi madre y cuya mano apretaba fuerte la mía. Desperté sin memoria, sin pasado, sin alusión ni siquiera para recordarla a ella. No supe nada más. Nunca quise averiguar qué me había pasado realmente, nunca sentí necesidad o falta de algo hasta que leí tu nombre en el diario internacional donde dieron aviso sobre tu recuperación.

Automáticamente recordé quién eras y lo que habíamos vivido juntos, y sin dar aviso me vine hasta acá en busca de ti. A recuperarte, a ver si no era tarde aún para amarte. Rezaba para que no te hayas olvidado de mí y estuvieras esperándome. ¿Lo haces?”

17

Su relató me dejó atónita. Nunca esperé que algo así sucediera. Parecía irreal, sacado de una película dramática. Lloré mientras él me narraba todo eso y nani me acompañaba en ello.

Estábamos absortas de todo lo que tuvo que vivir. Él sin memoria y yo creyéndolo muerto. Me lancé a sus brazos en un acto reflejo y lo sostuve ahí.

 

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