Dark

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CAPÍTULO 11

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CAPÍTULO 11

En momentos como este, a Ana le costaba por completo no ser ella misma. Todos en el hospital la comparaban con el mismo demonio, era temida, respetada e incluso odiada. Gideon que era con el que últimamente se sentía más cómoda al mostrarse a sí misma la comparaba constantemente con un demonio. Pero estando aquí, con Mina, las circunstancias eran completamente diferente.

—En el hospital, jamás quieren comunicarme contigo—

—Por lo general siempre estoy en cirugía— Sé excusó, no era del todo mentira y tampoco la verdad completa.

—¿Incluso para verte, necesito cita? — Mina frunció los labios al tiempo que recargaba su cabeza en el hombro de Ana —Deberías dejarles bien claro quién soy yo—

—Llama al celular, te prometo hacer todo lo posible por contestarte, si estoy ocupada te regresaré la llamada cuando pueda— Ana bebió un trago de su copa de vino y alzó la mirada justo a tiempo para ver que Bruno la miraba atentamente. Al hombre nunca le gustó demasiado que Mina siempre estuviera cariñosa con Ana. << Que se joda, él me trajo aquí>> Ana también observó a Morgan. Ella se encontraba a un lado de Bruno ayudándole a cocinar las hamburguesas en la parrilla. La casa de Bruno y Mina era muy bonita, al menos era una cómoda casa con jardín que les permitirá hacer barbacoas. El aire fresco le sentaba bien a Ana. Haber estado en un espacio cerrado con Mina y Bruno no habría sido bueno para su control. << Y Morgan estaba ahí>> Pese al momento en que casi tumba uno de los floreros de la casa de Mina, haber traído a Morgan había sido un acierto total. En la última hora Ana había estado más atenta a que Calamity no se metiera en problemas que en la presencia de Mina.

—Tu amiga, es un poco extraña— Comentó Mina a su lado. A Ana no lo paso desapercibido el tono utilizado en la palabra “ amiga ” La sonrisa de Ana desapareció. Su ánimo se tornó ácido.

—Morgan es un poco despistada, eso es todo— Giró su cabeza para mirar a Mina, ella atrapó su labio inferior con sus dientes.

—Eso no era lo que me interesaba saber— Ana la estudió por un momento.

—¿Quieres saber si ella es mi novia? — Ana rio —Sabes que yo no soy una persona de relaciones estables— Ana regresó su vista hacia Morgan, ella ahora las miraba, pero al verse descubierta, rápidamente volvió la vista al plato que sostenía mientras Bruno sacaba unas salchichas de la parrilla.

—Pero ella te gusta ¿no es así? — Mina dijo suavemente. Ana frunció el ceño.

—¿Por qué piensas eso? —

—Porque la trajiste contigo, nunca antes me habías presentado a nadie… Salvo el chico que llevaste a mi boda— Si no fuera porque Ana sabia la verdad, podría jurar que Mina estaba celosa.

—Bueno, a tu boda no quería ir sola. Gideon es un buen amigo. Que es gay por cierto y no tengo la más absoluta esperanza— Ana soltó una carcajada. —Y con Morgan tengo un negocio pendiente—

—Siento que últimamente no eres sincera conmigo— Con un suspiro de satisfacción, Mina se relajó. Apretando la mandíbula al oler el perfume de Mina, Ana se aclaró la garganta.

—Siempre soy sincera contigo Mina, creo que lo que sucede es que estás demasiado sensible por tu embarazo— Mina se tensó un poco antes de relajarse y recostarse por completo en el banco. Ana alzó los brazos cuando ella recostó su cabeza en el regazo de Ana

—He visto como miras a esa chica, admite que te gusta— Demando saber Mina mirándola severamente desde abajo. Las cejas de Ana se fruncieron.

—¿Te estás escuchando? ¿Por qué tanta insistencia? —

—Es normal que me sienta de lado, si casi no te logro ver, no puedo dejar de imaginar que me ignoras por estar con ella. Sé que tienes derecho a tener novia o novio, pero por lo menos sé honesta conmigo— Mina dijo, con amargura. Ana sacudió la cabeza para sí misma. Mina jamás había actuado de esta forma.

—Morgan no es mi novia— Dijo Ana apartando un mechón del cabello de mina. Ella entrecerró los ojos.

—¿Pero te gusta? — Ana soltó un bufido.

—Ya te dije…— Fue interrumpida cuando escuchó un fuerte golpe. Alzó la vista y vio a Morgan cerca de la pequeña mesa, un plato estaba rotó sobre el piso. Las salchichas también. Ana no lo pensó dos veces, rápidamente apartó a Mina y se levantó para ir a asegurarse que Morgan estuviera bien. Cuando llegó a Morgan, ella ya estaba de rodillas tratando de limpiar su desastre. Pese a que Bruno le insistía en que no se preocupara.

—Morgan, ¿estás bien? — El control de Ana se rompió al ver claramente que Morgan estaba llorando mientras intentaba recoger los trozos del plato. —Deja eso, te vas a cortar— Pero ella parecía no escuchar, así que a Ana no le quedó más remedio que agarrarla por los hombros y levantarla. La obligó a dejar los trozos de porcelana sobre la mesa, aparentemente no se había cortado, pero Ana quería estar segura, así que, disculpándose, sujetó a Morgan por la muñeca y la condujo hacia la cocina. Escuchó la voz de Bruno diciéndole que había un botiquín de primeros auxilios en el baño de invitados. En la cocina, condujo a Morgan a uno de los taburetes de la mesa del desayuno.

—Siéntate —Le ordenó. Morgan le hizo caso mientras seguía sollozando en silencio. —Enséñame las manos. —

—Estoy bien…— Susurró la chica con la cabeza gacha, todo su cabello le tapaba el rostro.

—Yo soy la doctora aquí, así que déjame hacer mi trabajo— Ana alcanzó una toalla de cocina, quitó la tierra de las palmas de las manos de Morgan, y efectivamente, parecía que no se había cortado. Además de que, sin previo aviso. Alzo un poco su falda para revisar sus rodillas, la había visto de rodillas sobre el suelo, así que no tenía la menor idea si se había tropezado o solo se le cayó el plato, era mejor asegurarse. Morgan se sorprendió ante ese acto, pero no intentó apartar sus manos. Cuando Ana la miró a la cara ella estaba sorprendida y sonrojada, pero por lo menos había dejado de llorar.

—Bien, parecer que no te has hecho daño— Ana le aparto el cabello de la cara, —Así que deja de llorar ¿Quieres? — Con los pulgares intentó limpiar su rostro, era una suerte que la chica no se maquillara, sino, su rostro hubiera sido el mayor desastre de la noche.

—Se me resbalo el plato— Confesó ella. Ana hizo una mueca.

—¿Tienes dedos de mantequilla también? No creo que exista un cirujano para arreglar ese mal— Intentó bromear, pero no tuvo ese efecto en Morgan, la cual agachó la cabeza.

—Ya le dije doctora que soy torpe por naturaleza, nada tiene que ver con mi falta de visión—

—¿Otra vez comenzarás con las formalidades? — Ana rodó los ojos, Morgan la estaba mareando, en algunos momentos estaban en confianza y cuando estaba nerviosa o asustada volvía tratarla como si fuera un adulto mayor que merecía todo su respeto y propiedad al hablar.

—Lo siento— Morgan apretó las manos juntas —Me pongo nerviosa, además escuché…—

—¿Qué escuchaste? — Ana se tensó, no creía que Mina y ella hubiera hablado demasiado alto como para que Morgan escuchara…

—¿Por qué me trajiste? — Preguntó Morgan mirándola fijamente —¿Por qué insistes en ayudarme? — Ana escuchó las preguntas, claro que lo hizo. Pero simplemente la respuesta se escapó de sus labios al contemplar el brillo en los ojos del rostro sonrojado de Morgan. Eran preguntas válidas, que ella se había hecho muchas veces, a la mejor conclusión que había llegado fue al hecho de que últimamente tenía una debilidad por el más débil. Era su reciente humanidad recién descubierta la que la obligaba a actuar a favor del desamparado. Al menos eso era lo que pensaba al mirar con atención a la criatura allí mirándola con ojos confusos y mejillas rojas. El corazón de Ana dio un vuelco. Inclinándose hacia ella, le secó las lágrimas con los dedos con delicadeza. En cuanto la rozó, notó un estremecimiento y la sensación de que su piel le resultaba familiar y no entendía por qué. Sin pensar que hacía. Ana se inclinó hacia adelante, vio a Morgan cerrar los ojos justo antes de que sus labios se encontraran. En cuanto sus labios entraron en contacto, Ana perdió la capacidad de razonar y se sumergió en las sensaciones. Nunca había sido tan consciente de su físico como en ese momento. La energía que había perdido su mente la ganó su cuerpo. Notó que los labios de Morgan apenas se movían. Eran unos labios cálidos, húmedos y sorprendentemente suaves. No sabía si la estaba besando así porque no tuviera experiencia o por temor a moverse y que Ana lo tomara como una negativa. Era como si sus bocas se hubieran quedado pegadas. Como si su conexión, tan real como intensa, no pudiera romperse ni por un segundo. ¿Qué rayos estás haciendo Ana? Dijo su subconsciente. Morgan no era como a esas mujeres a las que Ana le gustaba seducir, no era material para jugar. Estaba cometiendo un grandísimo error. Pero eso no causo que se apartara, al contrario. La atrajo hacia sus brazos con suavidad, pero con firmeza, mientras le acariciaba las mejillas con las manos. No abrió la boca, no era un beso con lengua. De hecho, este parecía el beso más tierno y casto que había tenido en su vida. Pero el sentimiento que circuló entre ellas fue muy intenso. Ana notó el latido de su corazón en sus oídos, sintió que se calentaba y que le aumentaba la temperatura en todo el cuerpo. Se acercó un poco más a ella. Eliminando la separación que quedaba entre las dos y rodeándole la espalda con los brazos. Percibió su corazón latiendo contra su pecho. Ella quería más, mucho más.

No supo cuánto tiempo pasó desde que empezaron a besarse, pero cuando Ana se apartó, sintió que le daba vueltas la cabeza. Había sido algo trascendente. Emocional. Había sido un momento real y muy emotivo que le había provocado una marea de sensaciones. Ana contempló el rostro de Morgan, ella se pasó la lengua por los labios como si la estuviera saboreando. Que los cielos la amparaban, eso había sido un acto de lo más inocente, pero para Ana fue de lo más erótico de ver.

—¿Ella se encuentra bien? — Al escuchar la voz de Mina, Ana levantó la vista, por sobre la cabeza de Morgan vio a Mina en la entrada de la cocina. Su corazón cayó al suelo en un viaje en picada hacia el abismo.

—Está bien— Ana carraspeó — Pagaré el plato roto— No pudo soportar la mirada de Mina, ni tampoco la presencia y confusión en el rostro de Morgan. Así que lo más seguro fue dar un paso atrás.

—No seas ridícula, es solo un plato—

—Siento haber roto el plato y tirado la comida— Morgan se levantó del taburete y se enfrentó a Mina. Su amiga hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.

—No te preocupes, Morgan, lo importante es que tú estás bien—

—Pero me gustaría…—

—No tiene importancia— Mina lo dijo más firmemente. Pero Ana conocía bien a su amiga, ella estaba molesta ¿Por el plato roto? Lo dudaba, tal vez era por el hecho de que momentos antes, había asegurado que Morgan no era nada para ella. Pero a los cinco minutos la había descubierto besándola ¡La había besado!

Ana se quedó dónde estaba, tratando de impedir que el corazón se le saliera del pecho. Por suerte, apareció Bruno, anunciando que el resto de la comida se había salvado. Aunque Morgan se angustió por esa afirmación. Bruno logró seguir bromeando hasta que la tensión del momento se esfumó.

El resto de la comida transcurrió sin incidentes, charlaron y bebieron hasta que casi oscureció. Mirando su reloj Ana anuncio que era momento de marcharse. Mientras Mina fue en busca de algo que quería que Ana se llevara. Morgan se disculpó para ir al baño, eso la dejo sola con la persona con la que menos deseaba conversar.

—Le gustas a esa chica— Ana levantó la vista. Bruno estaba apoyado en el marco de la puerta, con un profundo ceño fruncido.

—Creo que eso no es de tu incumbencia— Ana recordaba el beso que le había dado y aún pensaba que había hecho una estupidez. ¿Qué había estado pensando? Bruno dejó escapar un profundo suspiro.

—Mírate. ¿Cómo puede una mujer con tu apariencia estar soltera? —

—Por el momento solo me interesa tener sexo, no soy de las personas que están en una relación— Bruno se burló.

—Entonces te aconsejo que te alejes de esa chica, ella no es material para noches de lujuria solamente—

—Será mejor que pises el freno— Ana se levantó y se aproximó hacia Bruno, ya bastante había tenido de sus dramas —Sé que no te agrado y que deseas verme atado a otra persona para así poder relajarte, pero te recuerdo que estoy aquí porque tú me lo pediste—

—Sé que piensas que no te conozco— Bruno le sostuvo la mirada —Sé que puedes ser el diablo, pero ¿No quieres algo más? ¿No quieres una relación plena? ¿Alguien a quien amar y ser amada también? Alguien…—

—Suficiente— Dijo entre dientes. —Ya no pienso tolerar tu excesivo grado de inseguridad, es tu esposa, esta embaraza, ya supérame ¿Quieres? Yo no soy un peligro para ti— Sacudiendo la cabeza, Ana se dirigió hacia la sala de estar, ahí se encontró de nuevo con Mina, la cual le entregó una bolsa de papel color marrón, no hizo falta que mirara el contenido. Ella se encargó de decirle que era vino y chocolates. La despedida fue un poco, incómoda. Pero Ana pudo respirar mejor cuando estuvieron en el coche. No le pasó desapercibido que Morgan también se relajó. Una vez que cerró la puerta del auto, Ana se sintió culpable por hacerla pasar por semejante estrés.

—¿Tus padres ya saben sobre tu cirugía láser? — Preguntó Ana mientras se incorporaba por la avenida principal.

—Están un poco nerviosos, pero creen que es lo mejor para mí— susurró —El abuelo me ha dado de descanso una semana completa en el invernadero—

—Es bueno saberlo, no es conveniente que estés expuesta a condiciones húmedas y a todos esos químicos— Durante el resto del trayecto no dijeron nada. Ana sabía que tenía que decir algo, tenía que explicarle a Morgan sobre el beso. ¡Mierda! Tenía que disculparse, durante años Ana había atacado a mujeres simplemente por tener el placer de molestarlas, pero con Morgan… Durante todo el camino en su cabeza, Ana organizo un gran discurso de disculpa. Planeó cada cosa que diría en cuando detuviera el coche. También esperó que en el camino Morgan le reclamara algo, pero nunca sucedió. Como tampoco ocurrió la disculpa que ella había preparado. Cuando estacionó frente a la casa de Morgan, ella le agradeció la invitación, Ana le prometió que la llamaría. Y eso fue todo. Ana no se disculpó. No pudo hacerlo… No quiso disculparse porque no estaba arrepentida de lo que había hecho. ¡Era una jodida desgraciada sin corazón! Se condenaría en el infierno.

 

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