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CAPÍTULO 17

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CAPÍTULO 17

 

Los fines de semana de Morgan no eran como los fines de semana que otras mujeres de su edad desearían. Esa semana tocó visita a la residencia. Siempre fue agradable para ella tener conversaciones con los residentes. En serio le gustaba ser voluntaria, aunque muchos otros dudaran.

Morgan alzó de nuevo el cuello del lugar donde estaba sentada, de verdad si le preguntaban, prometería que no tenía la menor idea que ese día en particular la doctora Carson estaría dando consulta en la residencia. ¡Ella ni siquiera debería de estar ahí! Después del accidente que había vivido días antes, la doctora debería de estar en casa, recuperándose. Durante estos días, solo habían hablado por teléfono. Pero no conversado sobre nada importante. Ni siquiera la doctora le pidió ir a visitarla. Sabía que la doctora estaba quedándose en casa de su amigo Gideon. Estaba preocupada por su salud, aunque el doctor Edson aseguraba que Ana estaba fuera de peligro. Hasta ahora se había mensajeado con el doctor Edson, era un buen hombre, y él le insistía en que tuvieran una cita, pero Morgan no estaba preparado para ello.

—Levanta más las manos, chica— Instruyó la señora Davis —Se va a enredar el hilo—

—Lo siento— se disculpó, regresando la vista a lo que estaba haciendo.

—Estoy emocionada por el concierto al que iré con mi Michell— comento la señora Davis, Morgan sonrió —Admito que me encanta Queen, pero me emociona más el hecho de pasar todo un fin de semana con Michell. —La señora Davis se sonrojó y agitó las manos hacia su acalorado rostro.

—Su novio es muy guapo, señora Davis— La señora Davis, era una anciana de ochenta años con Alzheimer . El Michell del que hablaba tanto fue un novio de su juventud. Con el cual ni siquiera se había casado. Había muerto en un accidente de auto. Según su nieta, la señora Davis había sido muy feliz a un lado del señor Davis. Pero al parecer jamás había logrado olvidar a su primer amor. Michell. Era tan triste.

—Michell es el amor de mi vida— La señora Davis, miró hacia ambos lados esperando que nadie la escuchara. Después se inclinó para susurrarle a Morgan en el oído.

—Sé que es pecado, pero ya hemos consumado nuestro amor… Ha sido maravilloso— Aseguró la señora Davis con una sonrisa tonta en su rostro. Morgan le sonrió.

—El verdadero amor no es pecado, señora Davis— Ella rebuscó en su canasta de costura hasta que sacó una foto en blanco y negro. Demasiado gastada, miró con verdadero amor al hombre en la fotografía.

—Me siento tan feliz cuando estoy con él, que no me importa que mis padres digan que él no es el hombre apropiado para mí, yo dejaría todo cuando él me lo pidiera—

—Sus padres entrarán en razón cuando vean el amor que ustedes se profesan —dijo Morgan, dándole la vuelta al carrete de hilo. La señora Davis pasó los últimos diez minutos alabando a su amado Michell. Morgan sintió tristeza e impotencia, aunque la señora Davis estuviera enferma, y su realidad estuviera sesenta años más atrás, el amor que veía en su mirada era verdadero, ella había estado muy enamorada de ese hombre, pero la desgracia los había separado. Si cosas feas ocurrían a las personas, entonces que caso tenía enamorarse.

—Morgan— Llamó Sandy desde el lobby. — Me puedes ayudar un momento por favor—

—Claro— Morgan dejó la costura de la señora Davis y fue a ayudar a Sandy, la recepcionista de la residencia le agradaba, al menos no la veía como si fuera una bomba a punto de explotar. —En que necesitas que te ayude— Preguntó cuando llegó al mostrador. Sandy le sonrió y señaló la pila de tarjetas y los sobres de celofán.

—Son las invitaciones para el evento de caridad del siguiente mes. — Morgan miró las hermosas portadas de la tarjeta, eran bonitas y llamativas.

—Al parecer será un gran evento—

—Así es— Sandy señalo sus manos. Llamando la atención de Morgan en sus hermosas uñas rojas largas. —Miranda insiste en que las invitaciones lucirán mucho mejor en los sobres de celofán, pero mis uñas me están poniendo imposible la misión— Morgan sonrió, le enseñó sus manos a Sandy, sin uñas, sin acrílico, sin problemas. Esa era una de las ventajas de no ser como las demás chicas.

—Yo me encargó— Aseguró orgullosa.

—Eres un sol— Sandy le trajo una silla, para que se sentara a un lado de ella, mientras Morgan se encargaba de meter la invitación en el sobre, Sandy se encargaba del sello y pegar el remitente de la invitación.

—La doctora Carson, me comentó que tienes problemas de la vista— dijo Sandy.

—Me harán una cirugía pronto, no me gusta usar anteojos, ya bastante soy fea sin ellos—

—¡Oh Morgan! No eres fea— Morgan hizo una mueca.

—Eres muy amable Sandy, pero yo sé la verdad—

—Venga Morgan, eres muy linda y estoy segura de que si te lo propones podrías tener a cualquier novio que quisieras— Sandy habló con convicción.

—No quiero un novio —respondió ella, incómoda—. No creo que nadie se quiera arriesgar conmigo—

—Está claro que necesitamos trabajar en tu autoestima. — Sandy le dio unas palmaditas en la mano. Morgan no se apartó. Al contrario, al ver a Sandy ahí, tan cerca, una idea cruzo por la cabeza de Morgan. Hizo algo impetuoso: se inclinó hacia Sandy y la besó. Fue un beso tímido y casto. No sintió que la sangre se le acelerara, ni una vibración por todo el cuerpo, ni una explosión de calor. Los labios de ella, que eran muy suaves, respondieron vacilantes. Morgan notó su asombro en el modo en que apretó la mandíbula. Sin duda la había sorprendido con su atrevimiento y lo lamentó inmediatamente.

Lamentó que sus labios no fueran los de la doctora Carson.

Lamentó que aquel beso no fuera como el beso que había recibido de Ana la otra noche, no había podido dejar de pensar en ello en los siguientes días que pasaron.

Una gran tristeza se abatió sobre ella. Una vez más, se maldijo por haber probado algo de lo que no podría volver a disfrutar. Y ahora lo sabía. Se alejó de Sandy antes de que lo hiciera ella. Reprendiéndose por haber sido tan atrevida. Se preguntó qué pensaría de ella. ¡Maldita sea!

—Morgan —dijo ella mirándola con cariño y acariciándole la mejilla. Su contacto no era eléctrico, sino suave y relajante. Todo en Sandy era amable. Hasta su piel.

—Lo siento— susurró Morgan —Solo quería comprobar que algo…— Rodeándola con sus brazos, Sandy la atrajo hacia su pecho para acariciarle el pelo y susurrarle algo dulce al oído. Cualquier cosa que sirviera para tranquilizarla y borrar aquella expresión de dolor y de confusión en su cara. Pero sus dulces murmullos se interrumpieron en seco con la llegada de un idiota total, el más grande que la residencia hubiera conocido.

—Vaya, no me digas que la chica desastres se ha golpeado la cabeza y tratas de consolarla —Dijo una voz fría y dura como el acero. Al levantar la vista, Morgan se encontró con los ojos castaños del doctor Rayan. Trató de apartarse de Sandy, pero ella se lo impidió.

—Pensé que tenía una importante reunión, doctor —Dijo Sandy sin ningún temor en su voz, al parecer no era la primera ocasión en que se enfrentaba al médico.

—No pensé que también era tu obligación vigilar mi agenda, Sandy —El doctor, sostuvo una de las invitaciones en la mano, ignorando a Morgan. —Sin duda este será un gran evento— El doctor Rayan rio, después miró a Morgan. —Lástima que a ti no te dejaran entrar, Morgan— Luego la miró de arriba abajo, como si fuera un animal de esos que nadie quiere. De pronto, Morgan se vio fea y poco adecuada. Sintió ganas de llorar, pero las reprimió. Sandy sabía lo que Rayan estaba haciendo. Notó que Morgan empezaba a temblar.

—¿Qué te hace pensar que no dejarían entrar a Morgan en el evento? — Sandy lo miró fríamente —Ella es un miembro de la asociación y tengo entendido que todos están invitados— El doctor Rayan soltó una carcajada.

—Espero que Minerva reconsidere esa decisión, algunos simplemente desentonarían con el ambiente— El doctor Rayan le frunció el ceño. Morgan se sonrojó. 

—Rayan, si no cierras la boca ahora mismo, voy a tener que levantarme. Y en cuanto me ponga de pie, me voy a olvidar de mis modales —dijo Sandy, sin dejar de recordarse que no podía pegarle al amante de su jefa.

—No te alteres tanto —Replicó Rayan—. Es muy lógico lo que estoy afirmando, después de todo. Sería contraproducente para el evento por muchas razones. Aparte de que no tiene sentido de la moda, estoy seguro de que no le permitirán entrar por su tendencia a los accidentes. Escuche decir a la doctora Carson que es tan ciega como un murciélago y tan torpe como un topo— Rayan sonrió triunfante al ver que Morgan agachaba la cabeza. Sintiéndose insignificante. Sandy se apoyó en los talones. No iba a pegarle a Rayan; solo iba a asegurarse de que se callara de una vez. Tal vez pudiese darle una patada en las bolas y fingir que fue un accidente, pero al final algo por detrás de Rayan lo detuvo.

—¿Ah? ¿Sí? ¿Y qué más dice la doctora Carson, si se puede saber? — Ana se había acercado a ellos sin que se dieran cuenta. No sabían cuánto tiempo llevaba allí ni lo que había escuchado. Pero tenía la mirada brillante y no podía esconder su enfado contra Rayan. Tal vez la doctora no era tan alta como Rayan y mucho menos hoy que no llevaba puestos zapatos de tacón. Pero ahora mismo su mirada dura era lo que en verdad era una amenaza, y Morgan se alegraba de que esa ira no estaba dirigida a ella.

—Rayan, Rayan, Rayan— Ana chasqueó la lengua. Al tiempo que le entregaba a Sandy unas gruesas carpetas. Eran los expedientes médicos de sus pacientes, pero en ningún momento aparto la vista de Rayan — Al parecer no te enseñaron en la escuela de medicina a ser un poco más prudente—

—¿Acaso ahora eres defensora de los débiles? — Preguntó Rayan rodando los ojos —Simplemente digo lo que todo mundo piensa. Morgan ya está acostumbrado a escuchar ¿No es así? — Cuando Rayan se giró hacia Morgan la doctora se movió rápidamente y se interpuso amenazadoramente a un costado de él, obligándolo a alejarse unos pasos del mostrador.

—Sé que para idiota no se estudia, Rayan. Pero te aconsejo que midas tus palabras—Ana esbozó una sonrisa un poco forzada.

—¿Me estás amenazando? — Preguntó el doctor Rayan mirando a Ana con desafío. Era un duelo de titanes entre esos dos médicos, pero Morgan apostaba por la doctora Carson.

—Por supuesto que no, Rayan— dijo la Doctora Carson con burla en su voz —¿Qué podría hacer yo en tu contra? — Las palabras de la doctora decían una cosa, pero su mirada… Morgan estaba segura de que había algo que ellas desconocían, pero que Rayan si lo sabía. La rabia en sus ojos se lo confirmó. Sin decir otra palabra más, el doctor Rayan se giró sobre sus talones y se alejó sin decir nada. Por un momento se sintió aliviada, hasta que la doctora Carson se giró hacia ella.

—Qué bueno que llegaste, Ana— dijo Sandy —No sabes cuantas ganas tenía de darle unas buenas bofetadas al idiota cuando ha dicho esas cosas. De verdad que no me hubiera importado que Minerva me despidiera. —

—No tiene caso que te metas en problemas— dijo Ana, pero sin dejar de mirar a Morgan.

—Gracias a la dos— dijo Morgan en un susurro. —Pero no tienen que molestarse en defenderme…—

—Exacto— dijo Ana con convicción —No debemos defenderte, tienes que hacerlo por ti misma—

—¿Cómo? — Morgan preguntó con los ojos como platos, ¿por eso estaba molesta la doctora Carson?

—Debes defenderte. He visto cómo te miraba. Y he visto tu reacción. Te has encogido, Morgan. ¿Por qué demonios te has encogido? ¿Por qué no lo has mandado al infierno? —

—Porque yo no hago esas cosas si puedo evitarlo. Intentó no pelear con nadie…—

—Ana tiene razón, Morgan— Intervino Sandy —No debes permitir que nadie te humille—

—Lo sé— Morgan bajo la mirada a sus manos —En ocasiones me quedo tan asombrada de que la gente sea tan desagradable sin motivo que no me salen las palabras—

—Dios— Ana rodó los ojos —No quiero imaginar cómo es que te enfrentas al mundo, necesitas dejar de ser un gatito asustado— Sandy asintió estando de acuerdo.

—Creo que tenemos muchas cosas que enseñarle a nuestra pequeña gatita ¿No crees, Ana? —

—Seguro que si— Aseguró la doctora, Carson. Morgan se retorció las manos, nerviosa.

—No pretendo ser una mártir ni nada parecido, pero cualquiera puede gritar obscenidades. ¿Por qué debería ser como esas personas? Me gusta pensar que a veces… Solo a veces, el silencio puede ser más fuerte que el mal. Tal vez la bondad sea suficiente para mostrar el mal como lo que es, sin necesidad de reprimirlo con más mal. Aunque no es que yo sea la encarnación del bien. Sé que no lo soy. —Se detuvo y miró a la doctora Carson—. No me estoy explicando muy bien. — Ella sonrió.

—Te explicas con absoluta claridad— Respondió la doctora.

—Creo que son las frases más largas que te he escuchado decir— Aseguró Sandy

—El doctor Harper decía, que el mar es su propio castigo, pero creo que algunas personas son tan egocéntricas y viven tan engañadas que ni todos los gritos del mundo servirían para que se dieran cuenta de sus errores. —

—El doctor decía frases que no logró comprender— Aseguró Sandy. La doctora Carson miró a Morgan por un largo segundo.

—Tengo que hablar un minuto con Minerva y después me encontraré con Keity y Alex en la cafetería de Iain ¿Quieres venir? — Preguntó la doctora.

—Si— Pronunció no muy segura. La doctora asintió con la cabeza, después se giró y fue en busca de Minerva. Cuando ella se alejó Morgan dio una respiración profunda, ¿Por qué siempre se ponía nerviosa? La doctora había demostrado en más de una ocasión que Morgan no la molestaba en absoluto. << Hasta la había besado>> Aunque esa parte aún seguía pensando que era producto de su imaginación. Sandy se volvió hacia Morgan y suspiró.

—Creo que Minerva estará contra de la espada y la pared. Rayan tendrá que esforzarse en complacerla si desea que Minerva lo salve de la ira de la doctora Carson— Morgan respiró hondo y dejó pasar unos instantes antes de decir lo que sabía que tenía que decir.

—No he debido besarte. Lo siento —Se disculpó, mirando el escritorio para no mirarla a la cara.

—Yo no lo siento. Solo siento que lo sientas —Replicó Sandy, acercándose y mirándola con una sonrisa—. Pero no pasa nada. No estoy enfadada ni disgustada—

—No sé qué me ha pasado. No suelo actuar así. No voy besando a cualquiera por ahí—

—Es que yo no soy cualquiera. —La miró fijamente—. Soy tan segura de mí misma que puedo admitir con toda libertad que soy hermosa. Soy bisexual en todo caso, cosa que desconocía de ti— Sandy en verdad no parecía molesta, trató de obligarla a mirarla a los ojos, pero ella apartó la vista y miró hacia donde un grupo de ancianos entro en el lobby discutiendo.

—Yo no sé…— Morgan tragó saliva —No sé qué impulsó a besarte, lo siento mucho—

—Morgan, ese beso no tiene por qué cambiar nada. Piensa en ello como en una demostración de cariño entre amigas. No tiene por qué volver a suceder a no ser que tú así lo quieras —insistió ella, preocupada—. ¿Te sentirás mejor así? ¿Quieres que finjamos que no ha sucedido? — Morgan asintió.

—Lo siento, Sandy. Eres tan amable conmigo…—

—No quiero que sientas que me debes nada. No soy amable contigo para conseguir algo a cambio. Soy así contigo porque me apetece. Tú me agradas —Se inclinó hacia ella para susurrarle al oído — Por favor, no te sientas obligada a hacer nada que no te apetezca. Yo seré tu amiga hagas lo que hagas. —Guardó silencio unos instantes—. Ha sido un pequeño beso amistoso. Pero a partir de ahora podemos limitarnos a abrazarnos ¿De acuerdo? —

—Gracias, Sandy, en verdad, estoy tan confundida que no encuentro las respuestas a lo que estoy sintiendo últimamente—Susurró Morgan, algo sorprendida al haber encontrado con tanta facilidad las palabras que expresaban exactamente cómo se sentía.

—Lo sé. Por eso no te he devuelto el beso con el entusiasmo que me habría gustado. Pero ha sido un beso muy bonito. Gracias. Sé que no dejas que cualquier persona se acerque tanto a ti y yo me siento muy honrada de que me tengas confianza. — Le dio unos golpecitos en la mano y volvió a sonreír. Ella abrió la boca para decir algo, pero en ese momento la doctora Carson estuvo de regreso. Nuevamente las miró con una extraña mirada en sus ojos. Parecía molesta, solo esperaba que no fuera por los problemas causados con Minerva. Ana Carson no les explicó nada, aunque Sandy preguntó cómo le había ido. Ana se limitó en preguntarle a Morgan si estaba lista para marcharse.

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—Pensé que nos encontraríamos en la cafetería del papá de Keity— Dijo Morgan insegura al ver que la doctora Carson aparcaba en un restaurante de comida italiana.

—Cambie de idea, todos han estado invadiendo mi espacio personal últimamente, merezco un poco de calma— Dijo la doctora Carson, buscando su bolso en el auto. —Además estando muchas personas alrededor, apenas y puedo conversar contigo, siempre te alejas, ni siquiera has ido a visitarme—

—Lo siento— susurró. —No quería incomodar, sé que está quedándose en casa de sus amigos—

—Hoy me quedaré en casa— interrumpió — Mi cuota de aguantar a Dorian Donnart ya llego a su límite. —Morgan se apresuró a salir del coche, la doctora inmediatamente estuvo a su lado. Morgan miró el aspecto del restaurante y luego se detuvo.

—No sé si voy vestida para ir a cenar en un lugar como este. —Respondió al ver que la doctora la miraba con una ceja arqueada. Ana la examinó de arriba abajo lentamente, admirando su figura. Aunque no se podía distinguir mucho con esa ropa tan holgada, Ana estaba comenzando a odiar esas faldas sueltas, su mirada cambió al llegar a las zapatillas deportivas. Odiaba que las mujeres se pusieran zapatillas deportivas. Puesto que de ese modo evitaban lucir los pies. Consciente del absurdo rumbo de sus pensamientos, se aclaró la garganta.

—Vas perfecta. Creo que el color de la blusa hace destacar el rubor natural de tu piel, además este restaurante no es tan formal— Ana de verdad estaba agradecida de poder hacer algo fuera de los muros de la casa de Gideon. Ya no soportaba la inactividad. Su plan había sido ir a la residencia, dar consultas y por la tarde noche ocuparse de hacer limpieza en su departamento. Jamás considero llamar a Morgan, pero dado el hecho de habérsela encontrado y sumado al hecho de haber escuchado a Rayan humillarla…  Además, estaba ese besó, ¡Mierda! ¿En serio Morgan había besado a Sandy? Al principio creyó que la que tenía problemas de vista era ella, pero había visto todo muy clarito, hasta que había llegado Rayan a interrumpir y fastidiar.

Como Ana era un cliente habitual, le ofrecieron el mejor sitio, una tranquila mesa para dos en un rincón, cerca de un gran ventanal con vistas a la avenida. Morgan se sentó lentamente en su asiento, un antiguo banco rústico.

—¿Discutiste con Minerva? —le preguntó Morgan.

—No. ¿Edson te ha llamado? —Cambió de tema bruscamente y su voz adquirió un tono más oscuro. Por suerte, el camarero las interrumpió en ese momento preguntándoles qué querían cenar y ella pudo centrarse un poco.

—La ensalada César es muy buena aquí, igual que la pizza, pero son raciones bastante grandes para una sola persona. Podríamos compartirla ¿Qué te parece? —preguntó la doctora Morgan abrió la boca, sin saber qué decir. —¿O prefieres cualquier otra cosa? —

—Me encantará compartir la ensalada y la pizza con usted… Contigo, gracias —Corrigió Morgan. La doctora pidió por las dos poco después, el camarero apareció con dos jugos de arándanos la doctora no podía beber alcohol y Morgan estaba contenta con eso. No le gustaba que bebiera tanto.

—Salud —Dijo ella haciendo mala cara al jugo.

—Salud —Replicó Morgan. —¡Está muy rica! —susurró.

—A falta de mejor opción— La doctora Carson tomó una profunda respiración. —Me alegro de tener la oportunidad de hablar contigo en privado —Comentó ella en modo serio —No debes permitir que bajo ninguna circunstancia nadie te humille de esa forma— El ánimo que Morgan había ganado al entrar en el restaurante, había caído en picada.

—Estoy acostumbrada a que la gente se burle de mi aspecto—Aseguró Morgan dejando la botella de cerveza con manos temblorosas —Yo no les tomó importancia, Sandy no debió de haber caído en su juego— Ana permaneció en silencio unos instantes.

—Cierto, Sandy no debió de intervenir, debes aprender a defenderte, ponerte de tapete tampoco arregla las cosas, Morgan— Morgan levantó la vista ¿La doctora estaba enojada?

—¿Qué quieres que haga? ¿Enfrentarme a todas las personas que me ven con desagrado? ¿Cambiar mi aspecto? —

—Si quieres cambiar tu forma de vestir, hazlo. Puedo ayudarte si quieres, o Keity puede hacerlo si te sientes más cómoda con ella, le encanta ir de compras— dijo la doctora —Pero no es tu aspecto el problema, tienes que aprender a no bajar la mirada ante nadie. Lucha. En mi experiencia la mayoría de las personas son idiotas. — Morgan le clavó la vista en el collar azul que la doctora llevaba, era un lindo collar que resaltaba su cuello y el escote de su blusa. 

—Yo tengo un concepto diferente sobre las personas— Murmuró ella. —Al menos tengo claro en mi cabeza que clase de persona quiero ser—

—Realmente eres una chica como ninguna, creo que nunca llegara el día en que te vea perder la paciencia por algo ¿cierto?  —dijo la doctora con los ojos brillantes.

—No soy una santa— Las cejas de Morgan se alzaron.

—Más vale que no lo seas— Dijo Ana el vaso de cristal a los labios — Este mundo esta llenó de depredadores, y por lo general se comen a las presas—

—¿Por qué te empeñas resaltar la maldad del mundo? — Morgan le dirigió una mirada glacial antes de apartar la vista. Negó con la cabeza y empezó a buscar la salida, preguntándose si podría escapar. Por alguna razón la doctora ese día estaba de muy mal humor.

—Porque el mundo es malo. Es ruin. Es cruel—Susurró ella, pasados unos instantes. —Tienes que abrir los ojos y comprender que no puedes ir por ahí, recibiendo golpes e insultos y no luchar al respecto. Hasta donde sé, no eres Jesús de Nazaret [18] para poner la otra mejilla [19] —

—¿Acaso eres creyente? — Preguntó Morgan con una ceja arqueada.

—Solo creo en la medicina— dijo Ana con una risita burlona —Pero mi madre es creyente, tuve que ir a misa los domingos cuando era niña— Morgan asintió con la cabeza.

—Pues yo si soy creyente, y no creo en la violencia—

—¡Dios! Entonces estás empeñada en ser santa Morgan— Dijo la doctora con desesperación, cerrando los ojos frustrada.

—No sé por qué razón hoy esta tan de mal humor, doctora. Creo que será mejor que me marche— Dijo Morgan buscando su mochila que había dejado en el suelo. Los ojos de Ana se abrieron muy lentamente, como los del dragón enfurecido, pero no empezó a soltar fuego por la nariz. Todavía.

—¿Ves a lo que me refiero? Siempre decides huir que enfrentar tus problemas—

—No quiero pelear con usted— Intentó levantarse, pero Ana sujetó su mano.

—No es una pelea— gruñó la doctora entre dientes —Y si no recuerdo mal, quedamos que me llamarías por mi nombre, me molesta tu falta de coraje. Pero me molesta más aún que me llames de usted, me llamó Ana, y ser médico es mi profesión, no lo que soy— Por largos segundos se miraron a los ojos, lo decía en serio, lo que menos le gustaba a Morgan era pelear, y hacerlo con la doctora… Ana, era inaceptable.

—Lo siento—murmuró ella—. En ocasiones me cuesta mucho trabajo recordar que alguien como usted pueda ser amiga mía— Ana rodó los ojos.

—A eso me refiero, por el hecho de ser cirujana y mayor que tú en edad, me hace más importante—

—Es que me resulta intimidante—Ana rio.

—Creo que mis internos estarían de acuerdo contigo, pero te aseguro que mi intención no es causarte miedo—

—Entonces ¿Cuál es? — Preguntó Morgan recolocando los cubiertos para tener algo que hacer.

—¿Tan difícil es creer que me agradas? — La voz de la doctora parecía fría, pero su mirada daba a entender otra cosa, Morgan bebió la cerveza lentamente, sin responder. —Y antes de que digas que te tengo lástima, créeme no lo tengo, de verdad hay algo especial en ti, me agradas y no muchas personas lo hacen—

—Ni siquiera me conoce— susurró ella.

—Soy buena juzgando a las personas, créeme y sé que eres buena persona, sin importar el aspecto, lo que importa es lo que un humano lleva dentro—

—¿Eso cree? — Morgan levantó la vista y le dedicó una sonrisa.

—Es verdad que eres tímida, pero eso no es ningún pecado. — Ana carraspeó— Eres dulce, gentil, generosa, una linda gatita, aunque creo que pecas demasiado al ser tan amable, no debes de dejarte humillar por nadie, sacar las garras de vez en cuando no es malo— Morgan sonrió. ¿Gatita?

—Siempre intenté ser como las demás chicas, pero…—Ana frunció el cejo y dijo:

—No tienes que ser como las demás, solo sé tú misma—

—Soy extraña, y todos me evitan, ser yo no es bueno—Notó que se le hacía un nudo en la garganta. Tragó saliva con dificultad, esto era lo que siempre lo atormentaba, no tenía amigos, siempre se burlaban de ella, nadie la quería…

—¿Y crees que ser como los demás es mejor? — Ana volvió a beber su jugo.

—No lo sé. Por eso te lo pregunto. — Él la miró fijamente y bajó el tono de voz.

—A tu edad ya había conocido toda la maldad del mundo, me divertí como nunca en la universidad, descubriendo los vicios y el sexo. Tuve amigos y amigas, pero ¿Dónde están ahora? Con sinceridad ahora te puedo asegurar que esos que se llamaron mis amigos en aquel entonces, no lo son ahora, nunca lo fueron— Morgan parpadeo sorprendida.             

—Yo…—

—Tarde comprendí que vivir la vida de esa forma no era vivirla, experimente hasta con drogas. — Morgan se atragantó con su saliva al escuchar esa confesión —Un día desperté una mañana para verme rodeada de hombres y mujeres en las peores condiciones posibles y fue entonces cuando reflexioné sobre todas mis mierdas. Y comencé a concentrarme en mi carrera, el doctor Harper también me ayudó a poner las cosas en perspectiva— Miró a su alrededor algo incómoda.

—Lo siento, no tiene que contarme…—

—Te estoy contando todo esto para que comprendas que eres más valiente de lo que piensas— Dijo Ana con sinceridad. —Ahora mismo estoy en control con todos mis demonios, y he aprendido a convivir con mis pecados, tú eres admirable al mantenerte alejada de la corriente que es la sociedad y sus malas influencias—

—No soy una santa—Ana frunció el cejo y negó con la cabeza.

—Tal vez no, pero estás muy cerca de serlo—

—¿Se está burlando de mí? —Morgan inspiró hondo y contuvo el aliento. Cuando no pudo aguantar más, lo soltó, negando con la cabeza.

—No, o tal vez si lo haga, hasta que dejes de hablarme con propiedad, Sandy también es mayor que tú, y la tratas como si fuera una amiga ¿Por qué conmigo no puedes hacerlo? —

—No sé —respondió en voz baja, mirándose las manos—. ¿Ta vez porque la conozco de más tiempo? — Ana suspiró y se llevó las manos a la nuca.  Ana la miró y ella vio remordimiento en sus ojos.

—Tal vez tengas razón, ni siquiera he hecho algo para ganarme tu confianza—dijo ella en voz baja.

—No es eso—Alegó, pero Ana no pareció escucharla.

—Además de que tal vez no sea buena compañía para ti, cada vez que estoy cerca de ti te estoy corrompiendo. No puedo evitarlo. —

—No siento que me estés corrompiendo. — Ana la miró con tristeza.

—Solo porque no sabes lo que eso implica. No sabes reconocerlo. Cuando lo hagas ya será demasiado tarde. Hay muchos libros de literatura que te pueden dar una clara referencia sobre la tentación y el pecado, créeme no es bueno estar cerca de mí y yo debería de ser una persona honorable y dejarte sola. Pero… no puedo hacerlo— Morgan parpadeo sorprendida. ¿A qué ser refería? Iba a preguntar, pero en ese momento, les llevaron la cena, interrumpiendo la incómoda conversación. También comenzó a sonar una canción por los altavoces. “Clouds” la identifico de inmediato. Era una canción tan bonita que dejó los cubiertos sobre la mesa y escuchó con atención.

—Es una canción preciosa. ¿No es así? —

—Es muy bonita pero triste. — Estuvo Ana de acuerdo —El cantautor de esa canción, te deja una gran lección de vida— Morgan estuvo de acuerdo, la canción había sido compuesta por un chico que tenía osteosarcoma [20] , su historia de valentía y actitud ante el cáncer era una gran lección de vida. Ella misma había leído el libro escrito por su madre, aunque aún no había podido ver la película en la cual estaba basada en el libro.

—Siempre he tenido una gran debilidad por las cosas bonitas pero tristes. —Comentó Ana, Morgan la miró atentamente

—Debe ser difícil lidiar con tantas muertes todos los días—

—La clave para ser un buen cirujano es la negación— comento la doctora Carson —Negamos el cansancio, negamos que tenemos miedo, negamos que nos importa el dolor y sufrimiento de los pacientes. Y, sobre todo, negamos que negamos— Morgan levantó una ceja.

—Supongo que es una forma de protegerse a sí mismo—

—Muchos no mostramos nuestros sentimientos, vemos lo que queremos ver y creemos lo que queremos creer— Ana levantó su vaso a modo de brindis —Funciona, nos mentimos tanto a nosotros mismos que con el tiempo, nos creemos nuestras propias mentiras—

—Dios, yo no creo que pudiera hacer eso— Comentó Morgan. Era cierto, ella jamás en la vida podría ser tan insensible, aunque la doctora no le parecía una persona sin sentimientos. Después de todo estaba ayudándola ¿no es así?

—Aunque nuestro método no es infalible, en ocasiones la realidad viene a golpearnos el trasero. — La doctora rio amargamente — Nos cansamos, tenemos miedo y negarlo no cambia la realidad, en ocasiones es tanto lo que acumulas que el dique termina reventando—La doctora hizo una mueca amarga, miró hacia la ventana pensativa —Cuando el dique revienta te espera un océano enorme… Y lo único que te queda hacer es nadar.— Morgan vio tristeza y nostalgia en la cara de la doctora, ella siempre había sido tan controlada, tan fría en algunas ocasiones. Pero ahora se le veía tan frágil, que Morgan no sabría qué decir. El sonido de unas cuerdas de guitarra sacó a la doctora de sus pensamientos, ella frunció el ceño al ver la pantalla de su móvil.

—Tengo que responder —dijo con preocupación—. Lo siento. — Ella Se levantó y respondió al teléfono en un mismo gesto.

—Habla la doctora Carson — La doctora se alejó unos metros, pero Morgan alcanzaba a escuchar parte de la conversación.

—¿Qué cosa? ¿Qué le sucedió? —Preguntó ella, en voz cada vez más baja. Morgan comenzó a cenar, pero no podía dejar de preguntarse quién era quien llamaba. Ana parecía muy preocupada. Y parecía muy molesta también. La vio caminar por la esquina de la estancia, y por los gestos de su cara parecía muy molesta. La doctora regresó a la mesa un par de minutos más tarde y no se sentó. Estaba muy alterada, pálida y temblorosa.

—Tengo que irme. Lo siento. La cena está pagada y he pedido en recepción que llame un taxi para que te lleve a casa cuando hayas terminado—

—Puedo ir andando —Replicó Morgan buscando su mochila. La doctora levantó una mano para detenerla.

—De ninguna manera. Yo te he invitado, mínimo tengo que encargarme que llegues a casa, toma —añadió, ofreciéndole un billete doblado—. Para el taxi o por si quieres tomar algo más. Por favor, quédate y acábate la cena, por favor —

—No puedo aceptar tu dinero —dijo Morgan, devolviéndole el billete. Ana le dirigió una mirada suplicante.

—Por favor, Morgan, ahora no, tengo que marcharme de verdad. —Le rogó, frotándose los ojos con una mano. Morgan se apiadó de ella y no insistió. —Siento tener que dejarte así. Yo…—

—No te preocupes, espero no sea nada grave— Podía ver la desesperación en la cara de doctora, pero se abstuvo de preguntar. Estaba tremendamente angustiada, casi desencajada de ansiedad. Sin pensar, Morgan le tomó la mano en un gesto de compasión y solidaridad. Y se sorprendió mucho al comprobar que ella no hacía ninguna mueca, ni se soltaba bruscamente. Al contrario. Le apretó los dedos como dándole las gracias por el contacto

— Morgan. Nos veremos pronto. Te llamaré— Ella asintió. La vio salir a la calle y echar a correr en cuanto sus pies tocaron la acera.

 

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