Dark

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CAPÍTULO 26

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CAPÍTULO 26

 

Durante sus años de vida Ana se había enfrentado varias situaciones incómodas. Más aún en su vida profesional, como por ejemplo a familiares agradecidos por salvar a un paciente. O en la situación contraria, cuando tenía que darles a los familiares las malas noticias. También recordaba varias situaciones incómodas con algunos amantes, y la única ocasión en la que fue presentada como novia por parte de un chico con el que salió en la universidad, fueron situaciones malas. Y pensó que, a esas alturas de su vida, ya había vivido de todo. Pero estaba equivocada.

—Tus padres son personas agradables— Dijo Ana una vez que estuvieron a salvo del auto y el chofer de Dorian se puso en marcha.

—Estaban preocupados porque no he ido a casa— Murmuró ella sin mirarla. —Además de llevarme ropa, creo que deseaban cerciorarse de que la amiga de las que les conté fuera de carne y hueso— Cuando llegó a recoger a Morgan. No creyó encontrar a los padres de ella ahí, solo al abuelo. Lo que decía Morgan era cierto, los padres de Morgan mostraron curiosidad por conocerla, ya que de buenas a primera no creían que su hija, haría una amiga. Que no solo era cirujana, si no que la estaban ayudando con su problema de vista y de buenas a primeras pasaba un par de noches durmiendo en su casa. ¿Ana fue una cobarde al no decirle a esos padres preocupados que estaba pervirtiendo a su hija? Ciertamente lo fue. Pero por primera vez Ana sintió remordimiento y porque no decirlo. Temor. Sintió verdadero temor al rechazo. ¿Qué esperaba que los padres de Morgan dijeran? ¿Acaso pensaba que ellos aceptarían que de buenas a primeras su hija entrara en una relación lésbica? Por supuesto que no esperaban eso. Quedo claro que ellos no pensaban que Ana tenía malas intenciones para con su hija. Cuando mencionaron lo agradecidos que estaban de ayudar a su hija con su problema de vista. Ya que lo que más deseaban es que fuera a estudiar su especialidad en Toronto. Se sintió incómoda cuando los señores Ellis mencionaron lo orgullosos que estarían de su hija si continuaba con su carrera. Ana sintió en ese momento que todas sus esperanzas estaban cayendo en picada como una torre de naipes siendo azotada por el aire.

Morgan se mostró mortificada, tal vez porque ella se había olvidado de ir a Toronto. Ana tenía el peligroso presentimiento de que Morgan no iría a Toronto si Ana se lo pedía. Cosa que por supuesto jamás haría. Ana tenía su carrera, había tomado sus elecciones, no podía impedirle a Morgan que no hiciera algo.

—Morgan—

—¿Sí? — Morgan giró la cabeza hacia Ana. Ni siquiera la había tocado todavía, pero ya estaba sintiendo la terrible satisfacción de tenerla junto a ella. Hasta que Morgan no entró en su vida, Ana no se había dado cuenta de la fría y desolada existencia que había llevado. Era como si se hubiera movido en una niebla de obligaciones y responsabilidades durante toda la vida y nunca se había permitido el tiempo de pensar en lo que se estaba perdiendo. Por supuesto, Morgan había removido todas las vigas de su vida. Encontraba tanta dicha solo al estar con ella. Ahora se tomaba el tiempo de hacer cosas sin importancia, como bromear con Morgan para obtener su siempre refrescante reacción. También le agradaba tocarla. Ay, Señor, cómo le agradaba la sensación del suave cuerpo presionado contra el suyo. Le agradaba la manera en que se sonrojaba ante las cosas más insignificantes. Morgan era una encantadora confusión para Ana. Morgan tenía una fuerte voluntad, era valiente y extremadamente bondadosa…

—¿Sucede algo malo? — La pregunta de Morgan la sacó de su estupor.

—¿Juegas al billar? —preguntó tranquilamente. Morgan sonrió.

—¿En serio me preguntas eso? —

—¿Qué tiene de malo? — Ana enarco una ceja.

—Nada— Morgan se mordió el labio —Mi padre cree que soy bastante peligrosa sin un arma. Así que un palo de billar y varias bolas serian peligroso ¿no lo crees? — Ana rio.

—Buen punto el de tu padre— Ana aparto un mechón de su cabello —Pero ya les dejé claro que es tu problema de visión el mayor problema, no tu coordinación motriz—

—Mi abuelo se concentró en enseñarme deportes menos peligrosos como el ajedrez, el póker, domino… Soy muy buena en las damas chinas— Morgas suspiró — Pero si quieres jugar billar puedo intentarlo—

—En la esquina del edificio hay un bar— Comentó Ana desviando la mirada un segundo hacia la calle, para ubicar donde se encontraban en ese momento. No era muy lejos. Regresando la mirada hacia Morgan, su vista se detuvo en el chofer y el guardia de seguridad armado en el asiento delantero. Dorian no estaba bromeando con eso de la seguridad de Gideon y eso le hizo tomar conciencia que por el momento no sería prudente andar de fiesta —Pero creo que esta noche podemos quedarnos en casa, pedir comida y ver una película ¿Qué te parece? —

—Me parece buena idea— Y fue exactamente lo que hicieron, Ana ordenó comida a domicilio cuando llegaron al apartamento. Estaba a casi nada de saltar sobre Morgan cuando recibió una llamada por parte de Gideon, no le quedó más remedio que contestar. Mientras se dirigía a la habitación le dijo a Morgan que se pusiera cómoda, no quiso hablar delante de ella con su amigo no porque no confiara en Morgan, si no que lo que menos deseaba era mortificarla más con la situación que estaban viviendo.

—Una cámara de seguridad de un banco, captó a Lobo saliendo de una tienda de comida rápida— Comentó Gideon —Fue solo un segundo, ya que tenía puesta una sudadera con capucha—

—No soy policía experimentada…— Comentó Ana mientras buscaba algo de ropa que ponerse — Pero si, solo fue un segundo, creo que Lobo sabía muy bien que esa cámara de seguridad estaba ahí ¿No crees? — Por un segundo Gideon no dijo nada, antes de que gritara una maldición y Ana tuviera que separar el teléfono del oído.

—¡Mierda! Tiene sentido— Gideon gruño — Ellos deben de estar por esta zona, deben conocer el territorio y saber cómo moverse sin ser detectados—

—Tienes que ver más películas de acción, policía— Ana rio —Creo que ser niñero está afectando tu capacidad—

—Que chistosa eres— Nuevamente otro gruñido por parte de Gideon —Seguiré rastreando por esta zona, no deben de estar lejos—

—Si Lobo se está exponiendo en la calle, por lo menos podemos estar seguros de que de momento están a salvo—

—Aun así, tenemos que encontrarlos—

—Estoy de acuerdo— Ana cerró el cajón de la cómoda con un pesado suspiró —Gracias por informarme G, ahora tengo que ir…—

—¿Acaso llevas prisa? — Escuchó la burla en la voz de Gideon.

—Por supuesto que tengo prisa, hay una chica linda esperándome— murmuró con falsa molestia.

—Yo también tengo a un apuesto hombre en casa, pero tengo trabajo que hacer y tú eres mi compañera ¿No es así? Si yo tengo que trabajar tú también—

—¿Me darás un arma también? — Ana sonrió con malicia —Siempre he querido aprender a disparar—

—Olvídalo— Dijo Gideon con horror —Ya eres bastante peligrosa sin un arma, además Kai me mataría. —

—¡Oh vamos! No seas tan remilgado— Ana caminó hacia el cuarto de baño, tomaría una ducha rápida —No pasa nada porque me enseñes a usar un arma, te recuerdo que el uso de armas es legal en…—

—Olvídalo— Cortó Gideon. —Mejor te enseñaré defensa personal— Ana rodó los ojos.

—Que aburrido te has vuelto, no permitas que Dorian te lo contagie— Gideon rio ante el comentario. Estuvieron conversando un minuto más antes de que Gideon tuviera que terminar la llamada a causa de algo urgente. Buscar a James no era la única ocupación del FBI. El maldito mundo criminal no se detenía jamás. Después de dejar su móvil sobre la base de carga, fue al baño, duro menos de cinco minutos en ducharse. No quería dejar a Morgan sola tanto tiempo. Encontró a Morgan en el sofá, en sus manos tenía un libro y ni siquiera la chaqueta y los zapatos se había quitado, eso le dejo claro a Ana de que Morgan seguía sin sentirse cómoda del todo en su casa.

—¿Quieres comida china o italiana para la cena? — Ana se acomodó en el sofá junto a ella.

—Cualquier cosa estaría bien, incluso puedo cocinar si lo deseas —Nada más estar cerca de ella a Ana se le quitó la idea de cenar. Al menos no era comida lo que deseaba, se inclinó para acariciar el cuello de Morgan

—No tengo hambre de comida exactamente —Echándose hacia atrás, Ana sonrió.

—¿Entonces? — Preguntó Morgan con un hermoso sonrojo en las mejillas, ella era inocente todavía. A Ana eso la volvía loca. Ana se acercó más, y reanudó el mordisqueo de su cuello.

—Creo que sabes mucho mejor que cualquier postre— Inconscientemente Morgan inclinó la cabeza para exponer más de su cuello. Ana puso una mano en el interior de la blusa y el sujetador de Morgan, apretando un pezón.

Morgan había estado pensando que al venir a casa de Ana nuevamente, algo parecido a la noche anterior podría suceder, pero no imaginó que sucediera tan pronto. La presión en el pecho era muy agradable y difícil de ignorar. Sexo. Esa era la palabra que había tenido en su cabeza todo el día. Incluso fue muy difícil concentrarse en el libro de contabilidad sin que todo le recordara esa palabra. Era como si de repente hubiera tomado conciencia de su entorno. Una pareja había ido hoy al invernadero para escoger las plantas que sembrarían en su jardín. Era un matrimonio joven. Muchas otras parejas como ellos llegaban al invernadero cada día, pero ahora Morgan observaba cada movimiento, cada roce cómplice, cada beso y no podía dejar de imaginarse y preguntarse cómo era que la pareja hacia… ¡Realmente estaba enloqueciendo! Ana le había abierto los ojos a un mundo que ella no conocía en absoluto.

—Dios se siente bien. ¿Podemos ir habitación, por favor? Prometo que te alimentaré más tarde—

—¿Ahora? —Manifestó Morgan con entusiasmo. Ana se puso de pie, levantándola de la mano.

—Tengo varios juguetes que podemos probar— Se dirigieron por el pasillo.

—¿Qué? —Parpadeó Morgan, sin saber que quería decir. Ana sonrió. Tal vez no era buena idea dar demasiada información por el momento. Mogán escaparía si tan solo supiera la cantidad de vibradores, consoladores, arneses y otros juguetes que deseaba probar con ella. Ana abrió la puerta de la recámara, le guiñó el ojo a Morgan y luego le dio un pequeño y suave empujón para hacerla entrar.

—Hoy me tomaré mi tiempo— Anunció—. Quítate la ropa— El súbito rubor le dijo que Morgan había entendido el juego. Morgan rio, con una risa profunda y sonora que hizo que a Ana se le aceleraran los latidos del corazón. Se recostó contra la puerta y observó cómo Morgan luchaba contra la vergüenza. Eso era lo que le fascinaba de ella, en un momento era tímida e insegura y de momentos florecía en Morgan una mujer que nadie conocía. Una mujer que estaba cubierta por todas esas capas de ropa holgada. “ Tú me amas a mí, no a ella” En su cabeza volvió a escuchar las palabras de Mina. No sabía si reír o rugir. Morgan se detuvo en la tarea de quitarse las ropas para mirarla.

—¿Pasa algo malo? —preguntó.

—Prométeme que no reconsideraras tu determinación de ir a Toronto —Le pidió Ana.

—Es algo en lo que no quería pensar… —Objetó Morgan—. Si me voy, entonces…— El entrecejo fruncido de Ana se intensificó.

—Tienes talento con las plantas, tu abuelo me lo dijo, y tú quieres esa especialidad, es tu sueño, al menos eso dijo tu madre—

—Lo es— Afirmó Morgan —Pero al irme, dejaría atrás a mi familia nuevamente y ahora tengo amigos, Keith, Alex, Sandy… Tú—

—No tienes que sacrificar tus sueños por nadie más, si tienes metas en la vida, cúmplelas— Morgan no podía entender por qué Ana de repente estaba tan molesta.

—Aún tengo que considerar algunas cosas, tengo dos meses antes de aplicar —Se encogió de hombros delicadamente. — Yo solo quiero estar segura— Ana asintió. Morgan comenzó a retorcerse las manos. Ana se apartó de la puerta. El entrecejo fruncido era lo suficientemente intenso como para arder. Ella tenía tantas cosas que decir, pero su cabeza ahora mismo era un lío, quería ser lo suficientemente honorable para asegurarse de que Morgan siguiera con su vida, pero al mismo tiempo era bastante egoísta. Se olvidó de su propósito cuando se encontró con la mirada de Morgan. Todo lo que atraía su atención era un deseo como nunca antes había sentido. Su disciplina lo abandonó. Se sentía impotente frente a aquella atracción. Se acercó a ella y no pudo evitar probar el sabor de Morgan. Se inclinó con lentitud, dándole tiempo de sobra para que se apartara si así lo deseaba, pero Morgan no se movió. Le rozó suavemente la boca con la suya. Una vez. Dos. Y Morgan todavía no se apartaba.

Ana deseaba más. Le apresó la mandíbula con la mano y colocó su boca posesivamente sobre la de Morgan. Capturó el jadeo de asombro y no le prestó atención. Erróneamente Ana pensó varios días atrás que con el tiempo la curiosidad sobre Morgan quedaría satisfecha. Conocería el sabor de Morgan y también la sensación de sus suaves labios, y entonces todo terminaría. Estaría satisfecha como con sus otros rollos de una noche. Pero no estaba resultando ser de esa manera. Ana se dio cuenta de eso lo suficientemente rápido. Parecía no tener bastante de ella. Maldición, sabía a gloria. Y era tan suave, tan cálida y estaba tan entregada en sus brazos. Necesitaba más. La obligó a abrir la boca y, antes de que Morgan pudiera adivinarle la intención, introdujo rápidamente la lengua para acoplarla a la de ella.

Entonces Morgan sí intentó apartarse, aunque solo durante breves segundos. Luego rodeó con los brazos la cintura de Ana y se aferró a ella. La lengua de Ana frotaba la de Morgan hasta que ella tembló de deseo. En esos momentos Morgan no se comportaba con timidez. No, le estaba devolviendo el beso con energía.

Ana emitió un ronco gruñido. Morgan gimió. La pasión rugía entre ellas. La boca de Ana se inclinó sobre la de Morgan una y otra vez, sin dejar de besarla, la desnudó lentamente y después la obligó a recostarse sobre la cama. Ana se subió a un lado de la cama. Se arrastró entre las piernas de Morgan y las separó de par en par.

—Primero tengo que conseguir que estés húmeda. Sé cuál es la mejor manera de hacerlo— Morgan se echó hacia atrás cuando la boca de su Ana se concentró en su clítoris. Ya estaba mojada cuando Ana lamió y chupó los pliegues carnosos. No pasó mucho tiempo antes de que sintiera el hormigueo del primer clímax. Ana hundió la cara en el valle entre sus piernas y gruño. Su lengua reanudó los golpeteos en el clítoris palpitante de Morgan.

—Dios—Morgan dio sacudidas en contra de los sensuales labios que la devoraban. Las chispas de placer se expandían en todo su cuerpo, centrado en su núcleo. Ana mantuvo el ritmo frenético mientras Morgan se sacudió con un intenso orgasmo. Se elevó en las alturas y poco a poco volvió una vez más, la boca aún continuaba con las caricias.

Ana poco a poco fue subiendo de nuevo por el vientre de Morgan.  Su estómago, sus pechos, a ciegas estiró la mano y rebusco en el cajón, no tenía un plan en la cabeza, simplemente ese día quería disfrutar de Morgan y hacer que ella conociera tanto placer como fuera posible. Su mano alcanzó un dildo de silicona de dos puntas. Sonrió. Esto sería divertido. Extrajo el juguete del cajón y lo dejo a un lado de la almohada.

—Yo… — Ana levantó la cabeza cuando escucho el leve murmullo de la voz de Morgan, ella estaba toda sudorosa y sonrojada. Era realmente preciosa. —Yo… quiero hacerlo—

—¿Hacer qué? — Se dejó caer encima de Morgan con una gran sonrisa y un rostro resplandeciente. Morgan alzó la cabeza en respuesta, capturando los labios salados en un beso feroz.

—Quiero aprender a darte placer —Murmuro Morgan en sus labios. Ana acarició un pecho de Morgan cuando se besaron de nuevo.

— Puedes tocarme todo lo que quieras— Ana susurró y luego pasó su lengua hacia abajo por su cuello hacia su hombro, Ana descansó sus labios sobre la piel, Morgan se movió —Tócame y bésame, Morgan, — Suplicó Ana suavemente, y arqueó su cuello sobre su boca en una clara invitación. Ana casi lloró con el placer que sintió cuando su lengua golpeó su cuello donde su pulso palpitaba desesperadamente.

— ¿Así? — Morgan preguntó, con clara incertidumbre.

—Por supuesto, cariño, exactamente así, — Ana le dijo fervientemente. — Más, Morgan, pruébeme un poco más— Ella lamió sobre su cuello, comenzando en ese punto dónde latía, y luego hacia abajo, hacia el hueco entre su clavícula, ella aspiró la piel allí y Ana no pudo parar su gemido. Morgan al instante se retiró.

— ¿Te hice daño? — Ella preguntó preocupada. Ana sacudió su cabeza y bajó más abajo sobre ella hasta que sus labios se recostaron en el área suave y sensible detrás de su oído. Ella era sensible ahí.

— No, Morgan, esto se siente increíble tener tus labios sobre mí — Ana jadeó cuando ella continuó besando y lamiendo ahí, torpemente al principio, pero fue ganando más confianza en sí misma. La lengua de Morgan barrió el punto otra vez y él tembló.

—Tu piel es tan suave aquí, — Ella movió su cabeza y lamió el hueco de su garganta otra vez, ella frotó su nariz contra su cuello y se rió tontamente. Ana se sintió completamente perdida. Ana se hizo hacia atrás alejándose de sus manos. En aquel momento todo en lo que podía pensar era cuanto quería su boca sobre la suya.

— Quiero más, Morgan. Quiero sentir tu boca sobre mí. Por favor no tengas miedo. — Finalmente consiguió sacarse la blusa y la tiró con apuro. Ana miró a Morgan y se sintió muy feliz al ver que no parecía asustada —Por favor, Morgan. — ella se puso a su lado y giró la cabeza para mirarla. —Por favor besa mis pechos, pruébame aquí. — Ella frotó sus dedos sobre sus pezones. — Chupa aquí— Morgan pasó un codo al colocarse a su lado, con un pequeño ceño fruncido,

—Bien —Ella se inclinó hacia abajo para besarla, pero Ana la paró con una mano sobre su mejilla. —Eres realmente sorprendente, Morgan, no tienes que esforzarte a hacer nada— Ella la miró sorprendida un momento y luego tímidamente la miró de abajo de sus párpados.

—Quiero hacerlo— Susurró. Ella frunció el ceño, avergonzada durante un segundo. — De verdad quiero hacerlo, quiero darte placer — Miró a Ana durante otro segundo. — Quiero que sea bueno para ti también— Ana cerró sus ojos con alivio, pero luego se abrieron desorbitados cuando sintió que Morgan lamía su pezón. Ella agarró el cubrecama debajo de ella. Morgan inexpertamente lamió y besó el excitado punto y luego lo tomó en su boca y lo chupó. A pesar de su carencia de maestría. Ana casi se cayó de la cama cuando lo sintió tan delirantemente bueno. Ella mordió sus labios y gimió. Morgan se retiró para mirarla, una arruga cruzaba su frente.

— Lo estoy haciendo bien ¿Verdad? — Ella le preguntó expectante. Ana ahogó una risa y tiró su cabeza echándose hacia atrás.

— Sí, definitivamente lo estás haciendo bien, ahora continua — Ana siguió embelesada cuando Morgan se inclinó y siguió en la tarea con toda dedicación. Lamió cada pulgada de sus pechos y estómago. Su lengua pasó después por su estómago. Su vientre. Cosquilleando sobre sus costillas. Sus dientes mordisquearon y su boca chupó. Ella prestó atención especial a sus pezones y a Ana casi grito de alegría cuando Morgan literalmente se le subió encima, mientras se ocupaba de besar y lamer su cuerpo. Morgan estaba concentrada mientras tocaba, chupaba y mordía su pezón izquierdo. Ana no podía detener sus manos necesitaba tocarla también, sus manos recorrieron de arriba a abajo por los suaves músculos mientras Morgan prácticamente intentaba hacerle el amor. Ana sintió la mano de Morgan descender por su costado, hasta su muslo. Sus caderas empujaron hacia arriba con la anticipación. Ana podría jurar que Morgan apenas se daba cuenta de lo que estaba haciendo, o lo que significaba. Morgan seguía su instinto. Y Ana estaba encantada por ello. Cuando sintió la mano de Morgan sobre su sexo, gimió y arqueó su espalda mientras separaba un poco más las piernas. Eso hizo que de algún modo la determinación de Ana dudara un poco. Ana no tenía voz en ese momento para darle instrucciones así que sujeto su mano y ella misma la guio hasta su coño. Ana estaba perdiendo el poco control que le quedaba, empujó sus caderas al mismo tiempo que ayudaba a Morgan empujar su mano. Morgan encajó dos dedos en su entrada mientras su palma presionaba contra su clítoris. Ana se relajó y se hizo más hacia atrás, respirando de manera irregular. Morgan trabajó su dedo profundamente, mirando como se mordía su labio inferior. Sujetando su muñeca, Ana le indicó sin palabras como era que tenía que mover la mano. Morgan retiró su dedo hacia atrás hasta que solo la punta permaneció en ella, luego empujó profundamente otra vez. Ana se estremeció. Después de varios empujes más, Ana liberó su mano dejando que Morgan continuara por su cuenta, cuando ella continuo sus movimientos Ana dejó escapar un pequeño sonido de placer.

— Sí, así Morgan. — Morgan la folló con sus dos dedos dentro y fuera aumentando el ritmo. Ana se arqueó de modo incontrolable cuando Morgan frotó su clítoris con su pulgar mientras la follaba con sus dedos. Ana estaba cerca, muy cerca, sin poder controlarse, atrajo a Morgan para besarla. Ahogo su grito cuando alcanzo el clímax en los labios de Morgan. Pero, aunque Ana acababa de correrse, aún no estaba satisfecha. No permitiendo que Morgan se alejara, las hizo rodarse para que ahora ella fuera la que estuviera debajo. Ana no detuvo sus besos, sus caricias, querían encender en Morgan de nuevo la pasión y la necesidad, Ana quería consumirla por completo.

—¿Por favor, puedo follarte ahora, Morgan? — Pidió Ana, Ana, estirándose lo suficiente para alcanzar el consolador de silicona. Morgan apenas y alcanzo a ver de reojo el consolador, pero aun así cabeceó en gesto afirmativo, meneando sus caderas un poco. Ana ajustó sus caderas, extendiendo sus piernas más amplias, acercó una de las puntas al coño de Morgan, empujando hacia adentro y hacia fuera otra vez, lentamente.

—Ana…— Morgan empujó sus caderas

—Estoy aquí contigo, cariño— Con un movimiento suave. Ana deslizó la polla de goma hasta la mitad. Morgan grito. Movió sus caderas arriba y abajo, deseosa de más. —Eso es, Morgan. Mueve las caderas, nos follaremos la una a la otra— Ana se levantó, empalando su coño en el otro extremo del consolador. Gimió cuando su cuerpo se hundió, apenas se tocaron sus coños

—Eso es, cariño, esto es fantástico —Repitió, moviendo su cadera contra Morgan. Ana tomó la cara de Morgan con una mano —. Mírame— Morgan abrió los ojos, mirando a Ana. Sin decir otra palabra. Ana empujó su cuerpo hacia abajo, y ambas gimieron. La forma en la que Morgan la miraba, con tanta confianza y anhelo, hicieron que el corazón de Ana diera un vuelco, nunca se había sentido tan apreciada en su vida.

No podía poner el sentimiento en palabras. Ana aún sostenía su cara en un apretón.

—No apartes la mirada —Ana alentó—. No dejes de mirarme. Observa el placer que me provocas—

—Por favor. —Los ojos de Morgan desesperadamente querían cerrarse, dar marcha atrás, a punto de estallar de la cabeza, pero mantuvo el contacto visual con la doctora. Morgan abrigó sus piernas alrededor de su cintura y sus brazos alrededor de su cuello y la sostuvo tan fuerte que Ana no estaba segura donde terminaba Morgan y comenzaba ella. Morgan temblaba y Ana pasó una mano con dulzura por sus costados. Todo en lo que podía pensar era en que no podía follarla duro y con furia hasta correrse, Ana se empujó completamente en ella y tuvo que dejar un momento para respirar profundamente y retirarse del abismo. Morgan no tenía ni una idea de cuan cerca Ana estaba. Pero ella deseaba que se corrieran juntas, Morgan se retorcía debajo de ella, era como si Morgan fuera inconsciente de cuan apasionada se ponía mientras estaba sumergida en el placer. A Ana no le quedó más remedio que darle a Morgan lo que tanto deseaba, Ana ajusto el ángulo del consolador, para asegurarse que la punta de la polla golpeara el sitio correcto dentro del canal de Morgan. Cuando sus movimientos comenzaron a ser lentos y demoledores círculos, Morgan comenzó a gemir.

—Mueve tus piernas más alto sobre mi espalda, — Ana le ordenó y Morgan no hizo ninguna pregunta, ella solo lo hizo. El pequeño ajuste hizo que el consolador se deslizara más lejos dentro de ella, y Ana supo el momento exacto en que el dildo golpeó su punto dulce. Ella jadeó y sus uñas se incrustaron profundamente en su trasero mientras sus caderas tiraban con fuerza contra ella

— Tranquila, cariño — Ana murmuró, a ciegas buscando su boca. Ana la encontró y la besó, con besos profundos, mojados, interminables, que ayudaron a concentrar su mente mientras la follaba. Ana movía sus caderas incesantemente, asegurándose que el consolador entrara con un profundo golpe más al fondo, hasta golpear directamente sobre ese punto tan sensible. Ana movió sus rodillas hasta que se arrodilló, sus piernas se extendieron amplias, su peso se reforzó sobre sus puños mientras usaba todo su peso y su poder para follarla tan duro como podía. y Morgan la recibió y pidió por más con cada quejido y gemido y pinchazo de sus uñas sobre su espalda y su trasero. Ana empujó su peso hacia abajo sobre ella otra vez, el cambio del ángulo del consolador la ponía en contacto con su clítoris con cada empuje. Ella comenzó a gritar con suaves y pequeños gruñidos femeninos que volvieron loca a Ana mientras se empujaba en ella.

—Córrete, Morgan, — Ana la impulsó, — Córrete para mi otra vez. Morgan gritó y la folló con fuerza, sus caderas encontraban las suyas en un golpe. Llegaron al clímax juntas, jadeando, gimiendo, mirando una a la otra todo el tiempo.

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