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CAPÍTULO 27

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CAPÍTULO 27

 

Ana observó desde la mesa del comedor, como Keity, Alex y Morgan interactuaban. Los tres parecían estarse llevando sorprendentemente bien, a pesar de que Allister aún seguía en el hospital. Keity se había acordado que ese día era la cirugía láser de Morgan, desde muy temprano tanto Keity como Alex estuvieron muy al pendiente de todo lo que sucedía. Estuvieron llamándole o enviándole mensaje a cada momento y una hora después de que llegaran a casa… Ellos se presentaron al instante. Le agradaba que Morgan estuviera haciendo amigos, y que mejor que ese par, eran muy cercanos en edad. 

—Oye, no pensé que fuera tan complicado picar una lechuga— dijo Kai burlándose de ella, mientras dejaba unos palos de pan sobre la mesa. —Eres buena con el bisturí, pero no con el cuchillo, curioso ¿No lo crees? —

—Cocinar es diferente— Ana regresó su atención a lo que estaba haciendo, ni idea tenía que estar haciendo en realidad, ella no era buena en la cocina. ¿No era más sencillo encargar comida a domicilio? Pero Kai se había presentado con una bolsa llena de ingredientes para preparar la cena. También había sido su intensión en estar a solas con Keity todo el día, ya bastante difícil había sido no permitir que los padres de ella se la llevaran a casa. Cuando ellos insistieron que no deseaban darle más problemas, Ana quiso gritar que era algo que estaba haciendo por su amante. Que no quería su gratitud. Pero nuevamente tuvo que guardar silencio y fingir ser solo una amiga. Lidiar con los padres de una amante era algo que nunca había hecho. Ya que la mayoría de las personas que llevó a su cama eran adultos independientes que no le daban cuantas a nadie. En realidad, ahora se sentía como en esas novelas de época donde la protagonista era virgen y el protagonista había robado su virtud. Negó con la cabeza cuando la absurda idea de que el matrimonio repararía el daño llegó a su mente. Esta no era la época de las colonias.

—Cocinar es divertido— La voz de Kai la hizo despertar de su ensoñación. —Deberías de intentarlo más seguido—

—Terminaría envenenándome yo sola— Ana se burló, ella no podría ni siquiera calentar agua, Morgan sabía cocinar, ella se lo había dicho. Pero ahora tenía que descansar, su cirugía había sido esa mañana y aunque no era nada grave, no podía forzar la vista. Esa noche se quedaría en su casa y mañana la llevaría a revisión.

—Es bueno saber que la incomparable cirujana tiene sus puntos débiles— Se burló Kai regresando a la cocina. ¿Puntos débiles? Por supuesto que la tenía, y estaba comenzando a pensar que no le agradaba mucho uno que estaba recién descubriendo.

—Vamos, Keity, no puede ser tan difícil decir un discurso de graduación— Escucho a Alex decir.

—Creo que me da pánico pararme delante de tantas personas— Ana sonrió al escuchar a Keity. Esa chica era todo, menos tímida. Era muy parecida a su padre. No podía imaginársela huyendo de un escenario. Además, Ana había escuchado su discurso y era bueno. Muy bueno. Mientras ellos continuaron hablando, Kai y Ana intentaron cocinar. En honor a la verdad, Kai tampoco era un experto, pero al menos estaban logrando que la comida tuviera sabor. Mientras preparaba la cena, Ana contestó una llamada de Gideon y una de Sandy. La cual estaba preocupada por Morgan, Ana había tenido tantas cosas en la cabeza, que se le había olvidado que ese fin de semana tenía que ir a dar consultas a la casa de retiro y también se le había olvidado el dicho baile de beneficencia. Pero decidió que por esa noche no se preocuparía por nada más.

Entre charlas y risas cenaron y unas horas después se retiraron Alex, Kai y Keity. Morgan insistió nuevamente que podría ir a casa, que en su casa estaría completamente bien. Pero Ana no estaría tranquila si no la mantenía vigilada.

—Te prepararé un poco de té, a menos que quieras ir directo a la cama—

—Me quedaré un poco más en el sofá— dijo Morgan llevándose la mano a la cabeza.

—También te daré algo para el dolor, pero solo será por un rato, Morgan, tienes que descansar—Ella le regaló una sonrisa que podría equivaler a una mueca de dolor. Ana se dio cuenta de que todo esto era una escena muy doméstica, algo que no solo se podría ser con un amante.

<< Tú eres mía, no de ella>>

La voz de Mina volvió a su cabeza, por instante se detuvo rumbo a la cocina, nuevamente regreso a la vista en el sofá. Morgan había recargado la cabeza contra el respaldo. Estaba media recostada, no podía ver sus ojos a causa de las gafas, pero sus labios le decían que estaba… Contenta. Con dolor, pero contenta. A su cabeza llegó una escena, no pudo no imaginarse a sí misma, en una casa más grande, con sofás cómodos y almohadones bordados, una chica en medio del sofá, con un bebé en brazos, otro hombre a un lado de Ana observando la misma escena. Mina, podría tener a Mina como siempre había querido, solo tendría que compartirla con Bruno. ¿Eso era lo que deseaba en realidad?

Durante días había estado comiéndose la cabeza sobre qué era lo que Morgan significaba para ella, pero aún no encontraba la respuesta. Se preocupaba por ella, eso sin duda, y se sentía sobreprotectora con la chica. Había algo en Morgan que siempre la impulsaba a querer arrastrarla dentro de sus brazos y asegurarle que nada malo le volvería a pasar. Y luego quería probar esa boca que la había tentado desde el momento en que había puesto los ojos en ella. La observó en el sofá, metiendo sus pies desnudos bajo ella. Cuando alcanzó la manta que yacía sobre el respaldo, se enredó en ella y prácticamente ronroneo como un gatito. Esta era una escena que la hizo sonreír.

Unos minutos más tarde, llevó dos humeantes tazas de té caliente a la sala y puso la suya sobre la mesa de café. Ella alcanzó la suya con ambas manos, acunándolas en torno a la cálida superficie, como capturando y reteniendo el calor tan cerca de ella como le fuera posible. Ana tomó asiento en el extremo opuesto al de ella.

—¿Cómo te sientes? — Ella sonrió.

—Perfecta. — Luego sacudió la cabeza. —Aún estoy un poco aturdida, pero creo que es por la ansiedad que he tenido en los últimos días, he estado muy nerviosa— Sus dedos se agitaron contra la taza. Ana se apresuró hacia delante encima del sofá hasta que su rodilla se apoyó en la de ella. Tocó su mejilla, dejando que sus dedos le rozaran el pómulo y luego descendieran a su mandíbula. Ella cerró los ojos y hociqueó dentro de su palma como si le hubieran negado por mucho tiempo los placeres de contacto de otra persona.

—Te dije que todo saldría bien ¿No es así? —

—Por un segundo temí que no te permitieran entrar conmigo— Ana se mordió la lengua. Ni en un millón de años eso habría ocurrido.

—No era una cirugía tan complicada, así que no podían negarme estar a tu lado— Lo único que no le había gustado a Ana fue que Edson estuvo también ahí. Uno a cada lado. Sosteniendo su mano. Hasta la fecha, Edson aún no se daba por vencido. Al menos tenía la esperanza que Ana cambiara de opinión y le dejara el camino libre.

—Yo estoy agradecida por ello— Ella hizo una mueca —Te agradezco por todo, ni siquiera sé cuánto te debo por…— Ana coloco una mano sobre sus labios.

—No hablemos de ello—susurró. —¿Quieres que te ponga música? —

—Si— contesto ella recargando la cabeza en el sofá —O podrías leer algo en voz alta—

—¿Qué quieres que te lea? — Preguntó desviando su mirada a la estantería, la mayoría eran libros de medicina. 

—Lo que sea— Morgan bostezo —Si no quieres leer, puedes contarme cualquier cosa, me gustaría saber de tu vida, ni siquiera conozco las cosas que te gustan o disgustan— Ana sonrió. Últimamente le gustaba que Morgan le hablara con más confianza, ya eran menos las ocasiones en las que le hablaba de usted con tanta propiedad.

—Tampoco sé muchas cosas sobre ti— Confesó, sujetando la mano de Morgan. —Creo que comenzamos las cosas en el orden equivocado ¿no crees? —  Morgan hizo una mueca. Odiaba las malditas gafas oscuras, pero era mejor que mantuviera sus ojos lejos de la luz por unas horas más.

—Te refieres a que saltamos al sexo ¿No es así? — Morgan suspiro —Aun así, no me he arrepentido… Me ha gustado…—

—Ha sido increíble— Confirmó Ana, moviéndose en el sofá para quedar de espaldas a Morgan y ella quedará recostada contra ella. —No puedo negar que te deseaba por más que luche contra ello, y aún lo hago, pero por algunos días tendré que controlarme— Los labios de Morgan se abrieron en una perfecta “O” ella era tan linda.

—Entonces tendremos mucho tiempo para hablar— Dijo Morgan. Ana comenzó a dibujar círculos en la muñeca de Morgan. Era para tranquilizarla, pero estaba teniendo otro efecto en Ana. Hablar. Contar cosas sobre ella. Nunca había sido nada fácil abrirse a los demás.

—Soy una persona complicada…—Comenzó a decir Ana. —No me gustan muchas cosas y exijo demasiado de los que están a mi alrededor…— Y así fue como Ana comenzó a contarle un poco de como era su personalidad, de la forma en la que le gustaba trabajar e incluso le contó un poco del doctor Harper.

—Cuando hablas de amigos…— Escucho la duda en la voz de Morgan —Hablas mucho de Kai, Gideon, Keity y sus padres, Alex… Haces parecer como si no tuviste amigos antes que ellos—

—El doctor Harper era mi amigo— Ana sintió que su corazón comenzaba a latir muy rápido porque ya presentía hacia donde iba esa pregunta —Nunca fui muy buena para relacionarme con nadie, no muchos tienen la capacidad de comprenderme y yo no poseo gran talento para hacer amigos—

—¿Qué sucede con el señor Bruno y Mina? Son tus amigos ¿no es así? —

—Lo son—

—La señora Mina me dijo que se conocieron desde niñas— Morgan levantando la cabeza para mirar a Ana, aunque mirar era un eufuismo, con esas gafas y la reciente cirugía, la mirada de Morgan estaba demasiado borrosa. —¿Por qué no me preguntaste sobre lo que converse con ella en el hospital? — Y esa era otra buena pregunta.

—¿Te dijo ella algo importante? — Preguntó con precaución.

—Dijo que ustedes son muy unidas— Morgan regresó su mirada al frente —Que la unión que ambas tienen es muy especial—

—Somos solo buenas amigas— Ana sintió la bilis subir por su garganta al mentir.

—La forma en la que ella hablaba de ti, dio a entender que nunca tendrías una conexión con alguien más como la tenías con ella— Dijo ella en un susurro —Fue muy extraño la forma en que lo dijo… —

—Hemos sido amigas muchos años. Mina teme que al yo estar en una relación me olvidaré de ella— Se apresuró a decir. —Además está embarazada y las hormonas la vuelven un poco sensible e inestable emocionalmente—

—Entonces a ella le molesta que yo…— Ana la interrumpió y la hizo girar el rostro hacia ella.

—No tienes que preocuparte por lo que a Mina le afecte o no, es más, debes de dejar de preocuparte por lo que piensen los demás— Dijo con convicción—Ya me cansé de andar con pies de plomo, no entiendo por qué razón no puedo alejarme de ti, pero no voy a luchar contra lo que sea que pasa entre nosotras. Desde el momento en que te vi, supe que ibas a significar algo para mí. No lo entiendo, pero no voy a luchar contra ello. No quiero luchar contra ello—

—Yo, creo que debí de haber muerto, no puedo creer que tú… Pensé que yo no te gustaba—Susurró ella. El triunfo ardió a través de Ana con salvaje intensidad. Era primitivo y oscuro, y no estaba del todo cómodo con ello, pero no era algo que pudiera controlar.

—Voy a besarte, Morgan— murmuró. Los labios de ella se separaron en un suspiro sin aliento, justo un momento antes de que Ana se acercara y presionara su boca contra la de ella en el más ligero de los toques. Saboreó el contacto y la eléctrica sensación que se deslizó sobre ella, aguijoneando cada terminal nerviosa de camino a su coño. Acunó su barbilla y profundizó el beso, hundiendo su lengua para saborear el dulce sabor a yerbas en la boca de ella. Morgan era suya. Ese hecho golpeaba con ritmo constante a través de su cuerpo. Su sangre pulsaba por sus venas, susurrándole que la tomará, que llenará el vacío que no había sabido que existía dentro de ella. Uno que Morgan podía llenar. Mía. Era todo lo que podía hacer para no decirlo. Únicamente la idea de asustarla evitaba que la palabra brotara por su garganta.

No quería finalizar el beso. Quería hacerlo eterno. Quería llevarla a la cama donde la besaría y la probaría el resto de la noche. Pero no sería prudente, Morgan necesitaba descansar.  Con un gruñido, se apartó. Los labios de Morgan temblaban y estaban húmedos por la lengua de Ana. Se llevó una temblorosa mano a la boca, y Ana supo que Morgan sintió lo que ella le hizo. Los labios de Ana hormigueaban y se sentían vivos, como si fuera a morir si no la besaba de nuevo.

—No es un sueño ¿verdad? — preguntó ella. Le tocó el rostro nuevamente, pasando la mano con trazos dulces.

—No lo es—

 

 

 

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