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CAPÍTULO 32

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CAPÍTULO 32

 

Apenas acaba de comenzar su turno pocas horas atrás, y Ana ya estaba loca por marcharse. Tener la agenda de ese día llena de cirugías era algo que siempre ella apreciaba, pero en ese momento… Le urgía volver a casa, tenía que buscar a Morgan y hablar apropiadamente con ella. No entendía por qué de buenas a primeras ella…

La había escuchado rara, su voz cansada, y cuando le informó lo de Toronto. A Ana la había desconcertado, era algo que ella ya esperaba. Pero no tan pronto. Además, ese adiós, le había sonado a despedida. Había intentado llamarla de vuelta, pero su teléfono salto directamente a buzón de voz.

Las últimas dos horas, fueron las más pesadas, no podía parar de mirar el reloj, el tiempo estaba pasando demasiado lento. Estaba considerando en hablar con la jefe de cirujanos, necesitaba una hora. Con una simple hora bastaría para ir a arreglar lo que fuera que estaba sucediendo. Estaba a punto de hacer eso, cuando recibió una llamada del área de obstetricia para una consulta. Cuando llegó ahí se encontró a la doctora Rosse, claramente no podía negarle nada a la mujer, solo esperaba que lo que fuese que la doctora le pidiera no durara más allá de una hora.

—¿Qué necesita, doctora Rosse? — dijo Ana mirando su reloj ¿Luciría tan desesperada como se sentía? Probamente sí.

—En realidad no. — dijo la doctora con una sonrisa —Quería informarte que el estado de tu amiga es estable, aún es un embarazo de alto riesgo, pero tengo confianza en que llevara su embarazo a buen término, al menos hasta el punto donde el bebé sea viable— Ana asintió con la cabeza.

—Gracias por informarme, pero pensé que tenías una urgencia médica—

—Pregunte en la estación de enfermeras, me dijeron que no tenías cirugía, y tu amiga insistió en que te llamara— La doctora señaló con la cabeza el pequeño consultorio de la izquierda. Por primera vez logro ver a Mina, sentada sobre la camilla con una bata de hospital y la miraba incesantemente. Ana quería marcharse, pero eso seguramente extrañaría demasiado a Rosse, y no quería dar pie a los chismorreos.

—Muchas gracias por todo, Doctora Rosse— Ana le sonrió —Aún estoy en deuda contigo—

—No te preocupes por eso— Con un asentimiento de cabeza, Rosse regreso la atención a sus notas, como ella no se marchaba, entonces a Ana no le quedó más remedio que dirigirse al consultorio.

—¿Bruno no te acompañó? — Preguntó, simplemente por preguntar algo. Ana cerró la puerta del consultorio para evitar las miradas curiosas de las enfermeras en la estación de enfrente. Además, si comenzaban a pelear al menos su discusión quedaría en secreto.

—Está esperándome en la cafetería, solo he venido por una revisión— Sonaba lógico lo que Mina estaba afirmando, pero alguna razón dudo. Fue consciente de que ella la miraba de forma extraña y eso no le dio buena espina.

—La doctora Rosse dice que todo está bien, vístete y te acompañaré a buscar a tu marido, seguro que debe estar preocupado—

—Ana, ¿Podemos hablar un momento? —

—Escucha Mina, ahora no tengo tiempo, tengo algo importante que hacer— Ana intentó controlarse —Así que, por favor, vístete y te acompañaré a la salida— No supo bien cómo o por qué Mina al intentar bajarse de la camilla tropezó con la escalinata y cayó hacia adelante. Ana se movió rápido para sujetarla. Ella se agarró a sus hombros y terminaron unidas, con el cuerpo de ella pegado al suyo y la camilla a la espalda de Mina. Fue un instante. Un maldito instante donde observó con toda claridad como Mina se humedeció los labios, mirándola fijamente, a pocos centímetros de su boca. Ana inspiró profundamente, pero no se apartó. Mina comenzó a acariciarle la nuca, metiendo el dedo por dentro del cuello de su bata y consiguiendo que Ana se arrimara aún más. Muy lentamente Mina acercó los labios para decirle sin palabras que podía besarla. Unos centímetros, solo hacía falta que se inclinara un poco y al fin podría conseguir lo que tanto había anhelado.

—Ana… —Morgan jadeó suplicante. Entonces Ana levantó la cabeza de golpe y se dio cuenta de lo que estaba pasando. Se dio cuenta de con quién estaba pasando y, Ana se apartó bruscamente. Ana sintió asco, de ese momento, de ellas, de ella misma por haber reaccionado de esa forma cuando momentos antes su única preocupación fue Morgan. Mina no la quería, Mina estaba desesperada por amarrar a Ana como fuese. Llegó a una evidente conclusión: solo estaba jugando con ella y eso solo tenía una respuesta.

—¿Por qué? — Preguntó con ira contenida.

—Lo nuestro puede funcionar— Alegó Mina ajustándose la bata —Bruno está de acuerdo—

—¿Debo de creerte? — Ana dio una risa ahogada —¿Es cierto que está en la cafetería esperándote? —

—Él sabe que esto es lo que necesito, a él y a ti, juntos, los tres estaremos bien— Ana rio más fuerte.

—Esto es una maldita broma— Se pasó las manos por el cabello desesperadamente —Te agendaré una cita con un terapeuta, creo que estás enloqueciendo—

—¡Esto es tu culpa! — gritó Mina — No tenías por qué haberte alejado, esa chica está logrando que te olvides de mí, pero ahora las cosas estarán bien, hable con ella y comprendió…— Ana se movió tan rápido, sujetó a Mina por ambos hombros y la sacudió.

—¿Qué dijiste? ¿Hablaste con Morgan? —

—Ella sabe que me amas, así que se hará a un lado, todo volverá hacer como antes— Ana empujó nuevamente a Mina lejos de ella, jamás, jamás, jamás había tratado a Mina de esa forma. Pero le era imposible controlarse. 

—¡Estás loca! No te quiero volver a ver cerca de mí o de Morgan, ¡Te lo advierto!  —Le espetó con rabia y odio. Abriendo la puerta la dejó allí sin mirar atrás.

—¡Joder! —exclamó de mala manera mientras caminaba por los pasillos. Más que nunca tenía que buscar a Morgan, si no conseguía el permiso para ausentarse un par de horas, entonces renunciaría. —. Esto parece ser irreal… —Masculló. Era tal su enfado que le importaba que todos a su alrededor huyeran. Estaba tan cabreada, la rabia no permitía ver con claridad. ¿Por qué Mina había hecho algo así? Su teléfono móvil sonó y con la esperanza de que fuera Morgan miró la pantalla. Pero no era ella. << Claro que no sería ella, idiota, después de lo que confesó Mina ahora todo tenía sentido>>

—Te estás arriesgando a que te envié a ti también al diablo— Contestó furiosa la llamada de Bruno.

—Lo siento— Escuchó las palabras amortiguadas por un suspiró.

—¿Lo sientes? ¿Qué mierda sucede con ustedes? Yo me hice a un lado para que fueran felices y ahora vienen a joderme a la vida— Prácticamente gritó.

—Mina últimamente ha estado sensible por lo del embarazo… Es extraño—

—¡Llévala con un psicólogo! — Ana cerró los ojos —¿En verdad estabas dispuesto a que la compartiéramos? — Preguntó con un hilo de voz. Un largo silencio se extendió hasta que finalmente bruno contesto seriamente.

—Haría lo que fuera por ella—

—¿Y por qué ahora? ¿Por qué no antes? Ustedes fueron novios durante un largo tiempo y por lo que me enteré recientemente ambos sabían de mis sentimientos— Ana la verdad ya estaba cansada, solo necesitaba irse, buscar a Morgan e intentar arreglar las cosas.

  —No sé qué contestar— dijo Bruno —Solo sé que Mina te necesita—

—El que yo decidiera comenzar a salir con alguien, no significaba que perdería mi amistad— Ana abrió los ojos, se recargó en la pared del pasillo —Ella hizo su vida y yo tengo derecho a continuar con la mía—

—Estoy consiente— Murmuró —Pero quiero que tú y Mina arreglen esto, por favor, tienes que perdonarnos—

—Los pecados los perdona Dios— Ana miró la pared. Aún seguía furiosa, tantos años perdidos, tanta tontería y ahora se sentía una mierda. Si tan solo Mina le hubiera propuesto esto meses atrás entonces… —No los odio al grado de no querer verlos nuevamente, pero por el momento es mejor mantener las distancias—

—Ana…—

—Estere al pendiente de la salud de Mina, la doctora Rosse me mantendrá informada y te enviaré los datos de un psicólogo que puede ayudarlos, tomen terapia de pareja—

—Ana…—

—Hasta luego, Bruno— Termino la llamada. —¡Maldita sea! —se quejó en voz alta mientras intentaba aplacar su cabreo. No podía odiar a Mina, claro que eso jamás sucedería. Pero estaba molesta. Bien decían los grandes escritores que todo ser humano tenía un lado oscuro. Por primera vez en años había visto ese lado de Mina. Jamás lo hubiera creído. Y lo peor de todo no era haber estado a punto de caer en la tentación, eso podría ser comprensible, bueno, a lo mejor no tanto. Ana se quejó en voz alta, una enorme jaqueca estaba comenzando a construirse en la base de su cráneo.

—¿Qué mierda voy a hacer? — Ana, tenía que dejar de autocompadecerse y tenía que comenzar a arreglar las cosas. Primero que nada, tenía que encontrar a Morgan. Iría a su casa, hablaría con ella, con sus padres y que la bomba explotara de una buena vez. Sabía que Morgan la amaba y Dios era testigo de que Ana no se podía imaginar por qué Morgan la amaba. Eso era un milagro. Sin dudas, no sentía que se lo merecía. Casi sonrió, porque se lo mereciera o no, el corazón de Morgan le pertenecía… y nunca la dejaría partir. Nunca. Ahora más que nunca sus sentimientos estaban claros, y por lo tanto estaba al cien por ciento segura de que era lo que iba a hacer. Con esa determinación en mente, busco en la pantalla de su móvil a la única persona que podría ayudarle en ese momento.

—Hola, doctora—

—Necesito tu ayuda, Gideon— Manifestó seriamente.

—Suenas bastante seria, ¿A quién tenemos que matar? — Su amigo le sacó una sonrisa. Nadie podía negar que la conexión que habían formado en los últimos meses, era realmente especial. Ana nunca pensó que encontraría en Gideon un amigo fiel, incondicional, y que la pudiera comprender al cien por ciento. Cada día agradecería a Kai por ello. Mientras se dirigía a la oficina de su jefe, le contó a Gideon todo lo sucedido y lo que necesitaba hacer para arreglar las cosas. Pero sus maravillosos planes se frustraron, cuando Gideon le contó que Kai lo invitó hacer de chaperón, ya que Morgan, Keity y Alex irían a divertirse a un bar. ¡Mierda! Cometería el delito de golpear a la hija de un fiscal.

 

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