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CAPITULO 34

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CAPITULO 34

 

Esta no era una boda enorme. No había celebridades. Ni prensa. Pero aun así todos estaban vestidos para la ocasión. Tenía que admitir que fue toda una sorpresa haber recibido la noticia unas pocas horas antes. Apenas había tenido tiempo de llegar a casa y cambiarse. Frunció los labios. Eso había dejado nuevamente el sexo de reconciliación con Morgan suspendido. Pero valdría la pena esperar.

<< Las mejores recompensas se hacen esperar>>

Y también agradecía que la boda la hubieran organizado en su día de descanso. Eso la hizo sentir incluida. Apreciada.

<< ¿Está observando, doctor Harper?>>

Antes de finalizar su turno, al hospital había llegado un trauma. Un caso que seguramente desencadenaría en una cirugía interesante. Ana había mirado hacia el otro lado y dejado que el jefe del departamento de cardiología se hiciera cargo. Admitía que le costó trabajo. Mucho trabajo resistirse. Pero lo había logrado. Deseaba asistir a este evento de sus amigos y sobre todo quería ver a Morgan en ese hermoso vestido rosa pastel vaporoso que prácticamente Keity le había obligado a comprar. Estaba preciosa con ese vestido, era largo hasta los pies, en realidad no había mucha diferencia con el estilo de faldas que usaba. Pero este en particular se ceñía bien a su cintura y a sus pechos y lo que incomodaba a Morgan eran los pequeños tirantes de los hombros. No estaba acostumbrada a ese tipo de escote. Pero se veía sensual. Ana no pudo ir de compras para la ocasión, pero tenía ropa de sobra en su armario. Así que se había decidido por un vestido negro con escote en pico y unos zapatos de tacón altos. No había nada mejor eso.

—Dorian está algo molesto porque Allister e Iain se nos hayan adelantado— Bromeó Gideon a su lado. El también vestía un traje oscuro elegante. Era un Armani. Sin duda, ese traje era elección del arrogante abogado francés.

—Seguro que puede convencer al juez de paz, para que realice una boda doble ¿No crees? — Comentó Ana dándole un sorbo a su copa de champagne.

—Este era el día de Iain y Allister. Se lo merecen— Comentó Gideon y Ana estuvo de acuerdo. Regresó su mirada a la pareja que estaba esperando junto a la pequeña mesa improvisada donde el juez oficiaría su ceremonia. Iain siempre estuvo renuente a casarse. Pensando que eso afectaría la carrera política del fiscal de distrito. Pero ahora que se habían enfrentado a casi la muerte de Allister, Iain se estaba lanzando por todas y estaba decidido a ya no reprimirse. Cierto que Allister Morrison era una importante personalidad en el sistema judicial. Pero, antes que nada. Era un hombre que amaba a otro hombre y que era padre. Que se había enfrentado durante años a la pérdida de su primer gran amor y a la crianza de una hija como papá soltero. Merecían disfrutar de este momento. Su atentado fue televisado y seguido de cerca hasta por las autoridades de la Casa Blanca. Siendo Allister quien era. Podría tener una boda por todo lo alto. En cambio, la pareja había optado por una sencilla ceremonia con solo los amigos cercanos en su jardín trasero y una barbacoa como banquete de bodas. Keity estaba que saltaba por todos lados de la emoción. Era las más contenta. Ella sería la testigo de su padre y Kai el testigo de Iain.

—Espero que tu boda no sea tan apresurada. Quiero organizar una despedida de soltero que valga la pena recordar —Ana murmuró.

—Tal vez no sea pronto. Pero te avisaré con tiempo. Toronto no está demasiado lejos. Pero aun así…— Ana le palmeo la espalda.

—No me iré al otro lado del planeta, ni tampoco me iré de por vida. Voy a regresar. Así que deja esa cara larga—

—Espero también ser tu padrino para cuando al fin te decidas— Comentó Gideon divertido. Ana hizo una mueca.

—Morgan tiene que terminar su especialidad y aún está el tema de sus padres…— Ana se estremeció. —Espero que los señores Ellis no sean de los que guardan una escopeta tras la puerta— Gideon soltó una carcajada.

—¿Cuándo hablarás con ellos? —

—Esta noche—

—¿En serio? Tanta prisa tienes por enfrentarte…—

—Quiero que Morgan se quede a vivir conmigo a partir de hoy. Sus padres no aceptarán que buenas a primeras ella diga que se va de su casa ¿No crees? Ellos merecen una explicación— Gideon de repente comenzó a reír. Ana lo fulminó con la mirada.

—Lo siento…— Dijo Gideon casi sin aliento.

—Yo no lo encuentro la gracia a esto—

—Es divertido— Gideon volvió a reír — En estos tiempos los adolescentes son rebeldes y hacen lo que quieres. Morgan ha llegado virgen a esta edad y ahora tendrás que ir a pedir su mano a sus padres como en la vieja usanza. ¿Dime que no es gracioso? —

—No lo es— Ana apretó los dientes.

—Lo es— Gideon insistió —Tú que eres la que menos paciencia tienes y la más audaz de todos nosotros, se ha enamorado de la princesa más pura de este reino, y estás dispuesta a desafiar al dragón de su castillo—

—Será mejor que pares, no quiero derramar tu sangre en el jardín de Iain. — Cierto que todo lo que decía Gideon era realmente increíble de creer. Al menos en ella. ¿Quién iba a pensar que encontraría más placer en seducir a Morgan que buscar tener una noche sexual con un desconocido? Ana pensaba en todas las cosas que había hecho, que había experimentado. Y aunque era su pasado y no podía cambiarlo. Encontró que ya estaba cansado de eso. No le estaba costando trabajo dejarlo atrás. Además, había innumerables cosas que deseaba enseñarle a Morgan. Eso realmente sería divertido.

—De verdad, eres el perfecto caballero— Gideon la rodeo con su brazo por los hombros —¿Qué sucederá si no lo aceptan? — Ana apretó los labios. Ella no tenía respuesta para eso. Podría vivir con la desaprobación de sus propios padres y la familia de Morgan, pero ¿Morgan podría hacerlo? Si hace un año alguien le hubiera dicho que Ana estaría en una seria relación a largo plazo con una chica, habría pensado que esa persona estaba loca. Pero ahora no renunciaría a Morgan.

El juez de paz llegó y todos se acomodaron en sus lugares. Cuando Morgan se colocó a su lado, Ana no se resistió a envolver un brazo en su cintura. Todos estaban de pie. La ceremonia sería algo sencilla y rápida. Al tenerla tan cerca Ana pudo aspirar el aroma tan característico de Morgan. Tuvo que suprimir el impulso de poner su nariz contra la piel de Morgan y respirarlo. Toda su atención se centró en la ceremonia. Los novios aceptaron comprometerse el uno al otro, en las buenas y en las malas. En la tristeza, en las alegrías y en las penas. Ellos eran felices, estaban enamorados. Estaban de pie delante de sus amigos y seres queridos, comprometiéndose a una vida juntos. Ana miró a Morgan de nuevo. Los ojos de Morgan estaban sospechosamente brillantes. Ana volvió a mirar a los novios mientras intercambiaban anillos, con ojos únicamente para ellos mismos. Los miró fijamente. Observó el rostro del fiscal Morrison. El hombre siempre tan serio y taciturno. Ahora mostraba una sonrisa de amor sincero mientras deslizaba el anillo en la mano de Iain. Y a Keity a su lado sonreía. Feliz porque ahora su padre ya no estaría solo. <<Su familia>> Y eso la hizo pensar en una familia. Una pareja. Hijos. Casa. Mascota. Todas esas cosas que Ana siempre negó que quería. Entonces comprendido que amar a alguien significaba compromiso y sacrificio. Ya no era solo lo que ella deseara o no deseara. Si tenía una pareja, tenía que adaptarse a comprometerse y darle a esa persona todo lo que ella deseara. Amor era amor. No había absolutamente nada de malo en querer a alguien de su propio sexo. Y aunque ambas eran mujeres. Si Morgan deseaba una familia, Ana se la daría.

—Ana —dijo Morgan, tocándola en el brazo discretamente— ¿Todo bien? — Ana cambió su mirada fija de la pareja feliz hacia Morgan. Siempre

tan comprensiva. Los ojos de Morgan estaban fijos en ella, en su frente surcaba una arruga de preocupación y sus rojos labios estaban fruncidos. Llevaba poco maquillaje. En verdad que no le gustaba el maquillaje en Morgan. No lo necesitaba. Pero lucía particularmente impresionante ese día.

Su garganta repentinamente se apretó por la emoción. Ana se preguntó lo que había hecho para merecerse a esa hermosa chica.

—Yo te amo —dijo con voz entrecortada. Esas tres pequeñas palabras habían estado en la punta de su lengua tantas veces últimamente —. Es en serio que yo iría al infierno de ida y de regreso, solamente por ti—dijo más firme cuando los ojos de Morgan se agrandaron —. Estoy enamorada de ti. Y te prometo hacer todo lo posible para que vivir conmigo no sea una tortura para ti, sé que soy extraña y una persona complicada. Pero cambiaré…— Morgan coloco un dedo en sus labios.

—No tienes por qué cambiar nada, yo te amo así… — Ana se inclinó y besó a Morgan allí mismo. Mientras los novios firmaban el certificado de unión. Ana se separó y se encontró con que Morgan estaba sonriendo felizmente contra su boca.

—Te amo —dijo Ana otra vez

—Te amo, también —dijo Morgan mirándola con los ojos húmedos. Era hermosa. Y era suya.

 

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Ana abrió los ojos y parpadeo. El día había amanecido brillante y hermoso, la luz del sol filtraba a través de las cortinas a medio cerrar y despertando a Ana. Miró hacia la mesilla de noche y se dio cuenta de que eran la seis de la mañana. Demasiado temprano. Ella no tenía trabajo y Morgan había decidido no ir a trabajar ese día. Bostezando, Ana se volvió hacia su otro lado y su corazón saltó al contemplar a Morgan. Ella estaba plácidamente dormida de costado, frente a Ana. Parecía tranquila, aunque aún podía distinguir claramente la hinchazón de sus ojos.

Ana apoyó la cabeza suavemente contra su propia almohada y simplemente la observó. Quería acurrucarse contra ella, para inhalar el olor de su piel. Pero por ahora, la dejaría dormir. Había llorado bastante.

La noche anterior. Después de la boda de Iain y Allister. Habían ido a casa de Morgan. A hablar en definitiva con los padres de ella. Aunque no lo tomaron tan mal como otros padres homofóbicos lo hubieran hecho. Tampoco lo habían tomado tan bien tampoco. Ana podría lidiar con eso. Pero para Morgan fue difícil ver la decepción en los ojos de sus padres. Ojalá Ana pudiera tomar ese dolor por ella. El abuelo de Morgan no había dicho nada. Se había levantado de la mesa y se había marchado sin mirar a Morgan ni una sola vez. Por esa razón Morgan había decidido no enfrentarse a su abuelo esa mañana. Temía a la reacción de él.

Los planes principales no cambiarían, si la relación de Morgan con su familia se fracturaba. Aun así, Ana estaba convencida en que Morgan debería de estudiar esa especialidad que tanto deseaba. Ella la apoyaría incondicionalmente y se haría cargo de todo. Lo que era de Ana, ahora era de ambas.

Ana observó a Morgan dormir, sintiéndose como si nunca se cansaría de hacerlo. La amaba. La idea no lo hizo entrar en pánico. El pensamiento se sentía bien y cómodo. Al mismo tiempo pensó en Mina. Y se dio cuenta de que el sentimiento que tenía por ambas mujeres era diferente. No odiaba a Mina. Jamás podría hacerlo. Al contrario. Buscaría la manera de ayudarla a salir de esta extraña depresión y ansiedad que estaban provocando que ella hiciera tonterías. Ana estaba segura de que Mina amaba a Bruno. Ambos se merecían el uno al otro y ese repentino actuar de Mina era solo un episodio psicótico de algún tipo. Ellas jamás habían estado destinadas a estar juntas. Quería muchísimo a Mina. Y lo que más deseaba era que ella fuera feliz. Y quién sabe… Tal vez con el tiempo su amistad volvería a ser lo que fue.

—¿Ana? — Susurró Morgan adormilada. Apenas y pudo abrir un ojo para espiarla.

—Hola. Estás despierta. Te estaba viendo dormir. —

—Parecías absorta en sus pensamientos. ¿Estás bien? —

—Estoy mejor que bien— Ana se aproximó hacia ella para besarla. Ana le tomó la mejilla suavemente. —Eres tan hermosa. Casi no puedo creer que estés aquí. —

—¿Por qué dices eso? —Morgan movió la cara en la mano—. Yo sabía que la situación con mis padres no sería fácil, siempre termino decepcionándolos de alguna u otra forma…—

—No digas eso, no eres una decepción—

—Pero ya había tomado mi decisión— Dijo Morgan sin escuchar las palabras de Ana —Yo quiero estar contigo, aunque mis padres me desconozcan como hija— Ana pegó su frente con la de Morgan.

—Ellos estaban sorprendidos, te aman y sé que lo comprenderán— << Algún día>> Al menos eso esperaba Ana. No era el primer caso donde los padres rechazaban a sus hijos a causa de admitir su sexualidad. Ana inhaló el aroma de Morgan comenzó a explorar su cuerpo con sus manos. No queriendo hablar más. Ana comenzó a acariciar el cuerpo de Morgan. Acarició cada centímetro de piel que podía. Las yemas de sus dedos casi se fusionaron en la carne Morgan cuando ella se movió deliberadamente. Sus labios tomaron el mismo camino, y Morgan gimió.

—¿Se siente bien? —Susurró Ana.

—Eso es decir poco. —Morgan se retorció en la cama. Ana apartó las sábanas continuó su exploración, sin dejar ningún lugar sin tocar. Cuando ella había besado un camino en las piernas de Morgan y de vuelta otra vez, se detuvo en el vértice. Lo que permitió un aumento de tensión y luego se quedó a unos centímetros con el más ligero toque, ella abrió los labios inferiores de Morgan y sopló su cálido aliento sobre ellos.

—Eres hermosa aquí abajo —Murmuró. —Me gustará ver esta zona depilada—

—Ana… —Morgan apenas podía soportar la tortura. Cada terminación nerviosa hormigueaba por las ligeras caricias, y sus entrañas se sentían como si fueran a explotar—. Por favor. — Ana se rio entre dientes y uso la lengua a lo largo de la tierna carne. Ella hizo movimientos largos y lánguidos en los pliegues y en el clítoris de Morgan.

—Por favor —susurró Morgan, su cuerpo protestó arbitrariamente con el deseo.

—Tranquila, cariño. Quiero disfrutarlo —Ana se aferró a cada uno de los muslos de Morgan con firmeza y los extendió de par en par—. Solo quiero asegurarme de que lo disfrutes

—¡Lo estoy haciendo! —Jadeó Morgan con fuerza. Ana también estaba desesperada. La noche anterior sus planes cambiaron después del encuentro con los padres de Morgan. El estado de ánimo de Morgan no había sido el mejor. Así que Ana se había limitado a abrazarla mientras lloraba y se dormía. Hoy era un nuevo día. Y ellas superarían ese bache. De eso estaba segura. El toque de Ana ya no era gentil. Fue agresivo, insistente, ella sabía lo que quería estaba decidida a tomarlo. La lengua de Ana fue al coño de Morgan y entró lo más profundo que pudo. Tiró hacia atrás, siguió sumergiéndose en la carne. Sus movimientos eran con un propósito, eran determinados.

Morgan se estremeció por la construcción de un orgasmo. De alguna manera, quería prolongar esas sensaciones maravillosas, pero, por otro lado, no podía esperar a sentir la liberación. Dejó que las olas de placer aumentaran, envolviéndola en un clímax que era tan dulce que quería llorar. Ana no se detuvo.

—Ana —los dedos de Ana entraban y salían del coño de Morgan. Ella inhaló cuando la lengua de Ana entró más en su coño, ella se apretó en la almohada. Su siguiente orgasmo estaba por venir, y sería intenso. Ana trabajó también con sus dedos. Que bombeaba hacia dentro y hacia fuera, moviendo su clítoris mientras ella se movía.

—¡Oh Dios! —Jadeó Morgan cuando su orgasmo explotó con toda su fuerza, enviando escalofríos por todo su cuerpo. Morgan se hizo añicos. Su cuerpo se estremeció y se sacudió por las sensaciones que estaba recibiendo por todas direcciones. Este orgasmo no terminó, la mantuvo temblando y jadeando unos momentos preciosos y largos. Las ondas de placer la enviaron a órbita, para después regresar a la realidad. Ana trepó y se recostó a un lado de ella.

—Oh, Dios mío —fue lo único que pudo decir.

—Eso estuvo bien. —Ana le dio un beso en la punta de la nariz. Ana envolvió a Morgan en sus brazos, y se quedaron quietas en la cama. —Estemos bien, Morgan. —Ella mordió el labio inferior de Morgan con sus dientes y luego la besó con avidez. —Estaremos juntas, pase lo que pase— Morgan vio el profundo deseo en los ojos de la doctora. Un estremecimiento le recorrió la columna vertebral al caer en la cuenta que esa mirada era por ella, debido a ella. Estaba experimentando un caso fuerte de lujuria, por sí misma. Ahora tenía a Ana en sus brazos, no quería dejarla ir nunca.

Ellas se envolvieron con sus piernas alrededor de la otra, presionando sus coños entre sí. Sosteniéndose con fuerza, rodaron en la cama, compartiendo besos largos y húmedos. Morgan estaba en el cielo. Sintió la urgencia en el cuerpo de Ana. Ya que ella empezó a presionarse en ella. Morgan estaba saciada, Ana no, por el momento. Pero Morgan quería complacerlo. Morgan jamás había hecho sexo oral. Y sexo en general desde muy poco tiempo. Así que no tenía la menor idea de nada. Pero deseaba aprender. ¿Qué tan difícil podría ser?

—Quiero darte placer— dijo Morgan con voz entre cortada.

—No tienes que hacerlo. —Respondió Ana, aplastando su boca con la suya por última vez en un beso desgarrador hasta el alma.

—Quiero hacerlo —Insistió Morgan. Insegura. Morgan llevó una mano al pecho de Ana. Masajeando un pecho. Después inclinó su boca para succionar un pezón. Ana atrapó la nuca de Morgan y la urgió a seguir. Cuando el pezón estaba húmedo y duro, Morgan cambió de lado, rodando el primero entre sus dedos pulgar e índice. Ana se sacudió en su caricia, pero un momento después estaba suspirando y haciendo pequeños gemidos de placer. Sus caderas se presionaban más y más alto de la cama a la espera. Morgan apretó sus pechos por última vez antes de deslizarse entre las piernas de Ana. No sabiendo muy bien lo que hacía al comienzo, Morgan separo los labios vaginales con sus dedos, después se zambulló en ella primero con su lengua, y luego la boca entera. El sabor, era un poco extraño y nuevo para Morgan. Pero había llegado el momento de Ana, y Morgan quería que fuera perfecto para ella. Metió un dedo en el coño empapado, dentro y fuera, mientras lamia el clítoris hinchado de Ana. Podía decir por la forma en que la doctora se retorcía que ella estaba cerca, y mantuvo sus atenciones.

—¡Morgan! —Jadeó Ana, y su cuerpo se sacudió. Morgan sostuvo las piernas y continuó acariciando y atormentando la rosada carne. Antes de que Ana se detuviera temblorosa de su primer orgasmo, otro surgió. —¡Sí! —Sollozó ella, su voz áspera. Después de unos minutos, Morgan cedió y se retiró.  Ana alcanzó las manos de Morgan y la acercó a sus brazos. Morgan se acurrucó y arrastró una sábana sobre ellas. Abrazadas y saciadas. Volvieron a dormir.

Ana volvió a despertarse una hora más tarde. Suprimiendo un suspiro, se levantó de la cama. Con cuidado de no despertar a Morgan. Ese día daría consulta y hablaría con Minerva sobre su traslado a Toronto. Ya no podría dar consultas como el doctor Harper lo había estipulado. Pero también deseaba que otro médico vigilara el trabajo de Rayan. Gracias al fideicomiso del doctor Harper podrían hacerlo. Además, Ana deseaba ir de compras antes de tener que pasar por la residencia. Así que Morgan podría aprovechar un corto sueño extra. Mientras tanto, Ana podría hacer el desayuno para ellas. Nada elaborado por supuesto. Huevos, tocino y café.

El desayuno estaba listo en el momento que Morgan llegó a la cocina, bostezando cada pocos segundos, con una mirada soñolienta en los ojos. Pero parecía más relajada.

—Justo a tiempo para el desayuno, dormilona —dijo Ana, mirándola con una sonrisa cariñosa. Morgan era una persona energética por las mañanas, pero al parecer hoy le costaba abrir los ojos. Los ojos de Morgan aún estaban medio cerrados cuando se acercó a ella. Ana no dudó en abrir los brazos para ella.

—¿Por qué te levantaste? Hoy no tenemos que trabajar — Se quejó, colocando su cara en el hueco del cuello de Ana. Ella en cambio enterró su rostro en su cabello e inhaló profundamente —. ¿Podemos volver a la cama? —

—Eso es lo que más me gustaría. Pero tenemos que ir a realizar algunas compras y después tengo que pasar por la residencia —dijo Ana, empujando a Morgan en la silla y colocando un plato con el desayuno enfrente de ella — Come. —

—¿Qué vas a comprar? —

—La boda de Iain y Allister fue muy apresurada. No me dieron tiempo de nada. Quiero buscar un regalo de bodas. — Tomó asiento a un lado de Morgan y atacó su propio plato. Se moría de hambre. — Además, creo que necesitamos comprar ropa más abrigadora. En Toronto hace mucho frío. Quiero visitar una inmobiliaria. Tal vez ellos nos puedan facilitar encontrar un apartamento allá ¿No crees? — Ana era una persona previsora. Podrían faltar un par de meses para viajar. Pero ella nunca dejaba un cabo suelto. Era así de controladora.

—Tal vez podríamos esperar para ir a Toronto —Morgan dijo de pronto. Ana levantó la vista de su plato. Estudió el rostro de Morgan, tratando de descifrar su estado de ánimo. —Puedo aplicar para el próximo año—

—¿Por qué? — Preguntó Ana precavidamente.

—Porque necesitaré ahorrar dinero para la matrícula— Dijo Morgan pensativa —No creo que mi familia ahora me quiera apoyar… Tengo ahorros, pero no sé…— Ver la tristeza en su mirada hizo revolver el estómago de Ana.

Se aclaró la garganta y con su mano sujetó la mandíbula de Morgan. Obligándola de esa manera que se volviera a mirarla.

—No tenemos por qué esperar— Dijo Ana con convicción. — Tengo varias entrevistas pronto. Lo más seguro es que tendremos que trasladarnos antes, ya que tendríamos que buscar un apartamento que no quede lejos de la universidad, para mí no sería complicado conducir a mi trabajo—

—Pero…—

—Tienes ahorros, Morgan. Yo también y antes de que comiences a negar con la cabeza, escucha— Ana le sonrió — Somos pareja ¿No es así? Haremos esto juntas. Por dinero no te preocupes, además. Puedes buscar un trabajo de medio tiempo si lo deseas. Podemos hacer eso— Por último, se inclinó y le dio un beso en los labios. Morgan se abrazó a ella.

—Gracias— Murmuró Morgan. Ana rio.

—No tienes por qué agradecerme nada— Ana suspiró —Te amo y voy a ayudarte a realizar tus sueños— Morgan se separó y coloco ambas manos en su mejilla.

—También te amo y no sé cómo es que terminaste fijándote en mí— Las lágrimas corrían por las mejillas de Morgan. Ana sintió su corazón agitarse.

—Son los misterios de la vida— Ana se encogió de hombros —¿El destino tal vez? — Ana volvió a besarla. Con pasión. Con anhelo. Estaba a nada de olvidarse del desayuno cuando llamaron a la puerta. Ana maldijo. Estaba a punto de mandar a la mierda a quien fuera que estuviera llamado. Pero el timbre volvió a sonar, y luego dos veces más, con insistencia. Renuentemente se separó de Morgan.

—Joder. ¿Quién es a esta hora? — Ana Maldijo y Morgan rio.

—Puede ser algo urgente— Morgan tuvo la intensión de ella misma ir a abrir la puerta. Pero Ana la detuvo. Sintiéndose de mal humor a causa de la interrupción. Se apresuró hacia la puerta.

—Echaré a patadas a nuestro visitante y enseguida regreso—Morgan le sonrió, añadiendo en voz baja

— Vamos a tener mucho tiempo después. No te pongas de mal humor— Ana le guiñó un ojo. Morgan no conocía del todo su carácter. Ella no toleraba tonterías de nadie. Con Morgan siempre fue diferente desde el comienzo. Pero era su Morgan. Ella no tenía por qué ser amable con nadie más. Por algo era comparada con Satanás. Abrió la puerta sin mirar antes por la mirilla. Su sermón malhumorado se quedó atascado en su garganta. Cuando ante sus ojos se encontró cara a cara con Charli. El chico tenía el cabello desordenado. Estaba todo lleno de tierra. Ropa rota. E inmediatamente se dio cuenta de que algunas partes de sus ropas estaban desgarradas. Sus ojos estaban vidriosos y las lágrimas no dejaban de correr por su mejilla. A su espalda escuchó el jadeo sorprendido de Morgan. Pero Ana no podía apartar la mirada el chico.

—Charlie ¿Qué sucedió? — Atinó Ana a preguntar. El chico alzó sus manos. Al ver que Ana incesantemente las veía. Estaban cubiertas de sangre.

—No… es mi… sangre— Murmuró el chico. Ana apenas y tuvo tiempo de sujetarlo cuando el chico se desvaneció ahí mismo frente a su puerta.

 

Continuará…

 

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