Dare

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Llegó la primavera. Una soleada mañana, Jack y R’li fueron transportados en una de las máquinas voladoras que la «United» había dejado al lugar que había ocupado la granja Cage. Los terrestres les dejaron varias tiendas de campaña, alimentos, armas y herramientas. Les desearon buena suerte y se marcharon.

Jack contempló la ahusada forma hasta que se confundió con el azul del cielo. R’li, encinta, permanecía junto a él. Más tarde se obligó a contemplar la desolación revelada por la licuación de la nieve. Pasarían años antes de que pudiera construir una casa y un establo lo bastante grandes y fuertes para satisfacerle. Allí, donde yacían las ruinas de la casa de su padre, construiría una pequeña cabaña de troncos. Más tarde, cuando hubiese recogido unas cuantas cosechas, y nacieran más niños, añadiría otras habitaciones.

La labranza sería una gran tarea, ya que no tenía ningún unicornio y escasas perspectivas de conseguir uno. Pero los terrestres le habían prometido traerle más tarde un arado a vapor. Confiaba en que no lo olvidarían. Aunque sabía que le estaban agradecidos ahora porque había salvado sus vidas, también sabía que la gratitud podía ser efímera.

R’li le besó en la mejilla.

—No te preocupes.

—Al menos, estoy haciendo lo que sé y me gusta. Ya estaba cansado de permanecer en la base enseñando un idioma condenado a morir. Pero ahora todo es tan inseguro y peligroso… Mi propia gente va a ser hostil. Y pasará algún tiempo antes de que las fuerzas de ocupación socinianas logren acabar con los rebeldes subterráneos y los bandidos de las montañas. Además, Chuckswilly puede estar esperando una oportunidad para vengarse. Podrá matarnos y atribuir nuestra muerte a los rebeldes dyonisanos.

R’li tomó su mano y dijo:

—No estás en más peligro que cuando empezó todo esto. La vida es siempre insegura; la muerte acecha en cada esquina. Construyamos nuestro hogar, trabajemos nuestra tierra, criemos a nuestros hijos. No odiemos a nadie y confiemos en que nadie nos odie a nosotros, sabiendo perfectamente que en este mundo hay mucho más odio que amor.

»Pase lo que pase, haremos lo que podamos por nosotros mismos, nuestros hijos y nuestros vecinos. Esto es lo menos que podemos hacer, no lo más. No será fácil. Lo único fácil es renunciar.

FIN

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