Dare

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Chuckswilly le hizo una seña al sargento Amen. El soldado, un hombre enorme, sacó su mano de debajo de la mesa. Empuñaba un garrote de empuñadura nudosa. El nudo golpeó en la boca a Ed. Cayó de espaldas, derribando la silla, y quedó tendido en el suelo. Brotaba sangre de sus magullados labios; al cabo de unos instantes, se incorporó, y escupió tres dientes. Sus ojos entrecerrados se llenaron de lágrimas mientras apretaba un pañuelo contra su boca.

—Ahora siéntese, señor Wang. Y recuerde por favor que en el futuro no habrá más muertes a menos de que yo dé la orden.

Y no se preocupe ni se intranquilice por la falta de acción inmediata. Llegará el día en que nadará en sangre.

Su rostro moreno y narigudo giró hacia los otros, y dijo:

—Si alguno de ustedes no está de acuerdo conmigo, puede denunciarme a las autoridades. El sheriff Glane y el capitán Gomes están a su disposición. Ni siquiera tendrán que salir de la habitación para denunciarme.

Algunos de los presentes se echaron a reír. Merrimoth se puso en pie y apuntó al buscador de hierro con una jarra.

—Señor Chuckswilly, es usted un hombre de los que me gustan. Práctico, decidido y realista. Sabe cuándo hay que golpear y cuándo no. Brindo por usted y por la HK.

Chuckswilly tomó una jarra y dijo:

—Por nosotros, señor.

Bebió. Los otros se levantaron y bebieron también. Sin embargo, no parecían excesivamente entusiasmados.

—Ahora, Ed, ¿le importaría unirse al brindis? —dijo el hombre moreno—. No tienen por qué existir resentimientos entre nosotros. Cuando estaba organizando en Old City, tuve que matar a un hombre porque insistía en resolver una querella personal con un sátiro. El tonto no podía comprender que hay que pensar en el futuro.

Ed apartó el pañuelo de su boca. Alzó lentamente una jarra y saludó con ella a su jefe. Con una voz tan magullada como su boca, dijo:

—Por la condenación de todos los horstels, señor.

Chuckswilly dijo:

—Buen muchacho, Wang. Un día de éstos me dará usted las gracias por haber puesto un poco de sentido común en su cerebro. Y ahora, por favor, tal vez le gustaría contarnos lo que me contó a mí antes de la reunión.

Ed empezó con voz temblorosa, que se hizo más firme a medida que avanzaba en su relato.

—Se trata de lo siguiente. Josh, el hijo del señor Mowrey, sabe lo que siento —sentía— por Polly O’Brien. Ayer vino a decirme que la noche que ella huyó, él regresaba a su casa desde la granja Cespito. Había estado cortejando a Sally Cespito y era muy tarde, alrededor de las cuatro de la mañana. La luna brillaba aún en el cielo; él caminaba deprisa porque estaba nervioso a causa de los hombres lobo. Como ustedes saben, han sido vistos recientemente.

»Estaba a punto de llegar a la granja de su padre cuando oyó un carruaje que cruzaba el puente del Arroyo Escamoso. Sintió curiosidad por ver quién estaba levantado y viajando a aquella hora, de modo que se ocultó detrás de unos arbustos. Y se alegró de haberlo hecho, ya que el conductor era un hombre enmascarado y a su lado se sentaba una mujer encapuchada. En el asiento trasero había dos sátiros. No supo, desde luego, quiénes eran los humanos. Pero uno de los horstels era Wuv. Está seguro de eso.

»Josh dijo también que a pesar de no haber podido ver bien el rostro de la muchacha debajo de aquella capucha, juraría que era O’Brien. Creo que es obvio que ella buscó asilo en las viviendas cadmo de la granja Cage. Y creo que…

—Puede usted sentarse —le interrumpió Chuckswilly—. Señor Cage, por el modo con que ha estado chupando su pipa, deduzco que tiene usted algo que decir.

Walt se puso en pie y dijo con voz ronca:

—Yo no sabía absolutamente nada de que ella estuviera en mi granja. Créanme…

—Nadie sospecha de usted —dijo Chuckswilly—. Ella podía haber estado en la finca de cualquiera. En realidad, conociendo a los cadmos, me sorprende que no la ocultaran en la granja Wang. Pero la de usted, Walt, es el lugar más lógico, ya que es el más próximo a las montañas.

Ed se levantó de nuevo.

—¡Si eso es cierto, Polly será llevada a las Thrruk alguna noche oscura! ¿No creen que antes de que ocurra eso deberíamos registrar las viviendas cadmo y sacar a Polly de allí y quemarla por bruja? Eso les demostraría a los horstels que no pueden salirse con la suya siempre que quieran, y les demostraría a los humanos que hay esperanza para ellos, que existe un grupo dispuesto a todo para imponer la justicia.

»Podríamos ir enmascarados y armados con bombas y aceite hirviendo. Pillarlos dormidos, degollarlos, incendiar las viviendas cadmo. Y destruir sus bienes también, sus cosechas, y árboles, y vino, y carne…

—¡Siéntese! —tronó Chuckswilly.

El padre de Jack se levantó y empezó a dar golpes sobre la mesa.

—¡Señor Chuckswilly! ¡Protesto! Si siguiéramos el plan de Wang, significaría mucho más que la matanza de mis horstels. ¡Significaría mi ruina! Mi granja sería destruida: ¿cómo podrían distinguir los atacantes mi propiedad de la de los cadmos? Y no es sólo eso, sino…

—Siéntese, señor Cage. Por favor.

Walt vaciló, pero terminó por sentarse. Tenía el rostro enrojecido, respiraba agitadamente, y se mesaba la barba.

—Tiene usted razón —dijo Chuckswilly—. La ruina de los propietarios podría ser uno de los resultados del Día-HK, y no el más importante.

»No, por favor, silencio —dijo, acallando los súbitos rumores—. Permítanme que me explique.

Se giró hacia la pared situada detrás de él y tiró hacia abajo de un gran mapa de Avalon. Utilizó su daga como puntero.

—Cada una de esas cruces indica un grupo de viviendas cadmo. Los círculos señalan los centros de población humana. Donde hay grandes pueblos o ciudades, hay pocas viviendas cadmo. Los humanos son actualmente doce veces más numerosos que los horstels.

»Pero en las zonas rurales, los horstels son más numerosos que los humanos. Eso significa que el Día-HK, si se dejan las cosas tal como están, ellos dominarán zonas tales como Slashlark.

»No estamos dispuestos a permitir que las cosas discurran de esa manera. Cuando llegue El Día, simultáneamente con ataques nocturnos de nuestra Sociedad a cada vivienda cadmo, muchedumbres ciudadanas, inflamadas por discursos, bebida gratis y promesas de botín, pasarán de las zonas urbanas a las rurales.

»Una vez entablada la lucha, el Gobierno se verá obligado a apoyar a los ciudadanos. En particular teniendo en cuenta que muchos funcionarios son miembros de la HK. Y la Reina, estoy seguro, espera una acción semejante para romper los contratos con los cadmos y ordenar al Ejército que ataque.

»La HK es internacional. Nos aliaremos con los herejes para que los humanos puedan actuar unidos. Una vez eliminados los horstels, nos ocuparemos del problema de la herejía.

»Ahora, señor Wang, usted deseaba una acción inmediata. La tendrá. Hemos planeado una expedición, pero no sobre las viviendas cadmo, sino contra un convoy del Ejército que llegará por la carretera de Black Cliff hasta el fuerte. El convoy transportará fusiles de chispa, proyectiles, bombas, y un cañón de vidrio, el cual será muy útil para abrir las duras cáscaras de las viviendas cadmo.

»También habrá un carro lleno de lanzadores de llamas. Disparan un producto químico que, si se vierte en las entradas, quemará o estrangulará toda la vida subterránea.

Jack pensó. Si el Gobierno no se preparaba en secreto para la guerra y se oponía a la HK, ¿por qué transportaba armas que parecían diseñadas específicamente para un asedio a las viviendas cadmo?

La respuesta era obvia.

—… reunirse a las diez de la noche en el almacén de Merrimoth y decidir sobre los detalles de la expedición. Los expedicionarios tendrán que hacer algo que no les gustará. Tendrán que disfrazarse de sátiros, para que la Reina tenga la oportunidad de echarles la culpa a los horstels.

La risita de Chuckswilly fue debidamente coreada.

—Ahora, señor Cage, el extremo que le preocupaba a usted. Tenía miedo de que la HK se desmandara y destruyera o robara todo lo que estuviera a la vista. No iba desencaminado del todo. Eso es lo que harían las muchedumbres ciudadanas, desde luego. Ustedes, caballeros, viven lejos de las áreas cosmopolitas. ¡No saben lo necesitados, lo hambrientos, lo desesperados que están los pobres! Con el resentimiento alimentado en sus sórdidas viviendas, rodeados de hijos hambrientos, odian la riqueza humana tanto como a los cadmos. Más, en realidad, porque reprochan a la aristocracia y a los ricos la situación en que se encuentran, y apenas tienen tratos con los horstels.

»De modo que el día que salgan de las ciudades no se limitarán a matar y robar a los Wiyr. Con el sabor de la sangre en la boca, aprovecharán la oportunidad brindada por el inevitable caos y se volverán contra aquéllos que poseen lo que ellos no han tenido nunca.

»Calma, calma… —Chuckswilly alzó una mano para acallar las protestas—. La HK fue creada por más de un motivo. Nuestro objetivo primordial, desde luego, era organizar y desencadenar el ataque. Pero casi tan fuerte era el deseo de contener a la multitud, de conservar la ley y el orden. En resumen, protegernos contra un antagonista casi tan peligroso como los cadmos: el rebaño humano.

»En consecuencia, sólo la mitad del Ejército será utilizado en los ataques a las viviendas cadmo. La otra mitad quedará en reserva para actuar como fuerza de policía y devolver a las multitudes a las ciudades una vez hayan realizado su tarea. De modo, caballeros, que no deben sorprenderse por nada de lo que ocurra el Día-HK. Se perderán vidas, quizá algunas de las de ustedes. Arderán casas y establos, se destruirán cosechas. Los hambrientos sacrificarán reses y las devorarán. Fortificad vuestras casas, encerrad vuestro ganado.

»Pero no os mostréis desalentados. Después de todo, vale la pena librarse de una vez y para siempre de todas las bestias sin alma del campo. La victoria no vale nada si se consigue fácilmente.

»Ahora, ¿alguna pregunta?

El padre de Jack volvió a levantarse. Se apoyó sobre unos brazos rígidos; sus puños se apretaron contra la mesa. El sudor discurría por sus mejillas hasta su barba, y su voz era tensa.

—Ninguno de nosotros preveía esta consecuencia. Especialmente un punto. Si no lo he entendido mal, todos los horstels morirán. Eso no es lo que yo pensaba que iba a pasar. Yo creía que se mataría a unos cuantos, para demostrarles quién es el amo aquí. Y los supervivientes seguirían trabajando en los campos, pero como esclavos nuestros, sin ninguna de esas tonterías acerca de compartir con ellos los frutos del trabajo…

—¡Ni hablar! —Chuckswilly agitó la daga para subrayar su argumentación—. Todos los cadmos deben morir. No podemos sustituir un problema con otro. Si hiciéramos lo que usted sugiere, no tendríamos ningún lugar al que enviar a la gente de la ciudad. ¿Cómo podríamos instalarlos en el campo si los horstels siguieran viviendo en las viviendas cadmo? No. Una vez desaparecidos los Wiyr, los que no posean tierras serán trasladados, lenta y ordenadamente, a las zonas menos habitadas. Allí se convertirán en agricultores y granjeros.

—Pero… pero… —se atragantó Walt—. Ellos no saben absolutamente nada de faenas agrícolas. Arruinarán el suelo, los huertos, los rebaños. Son ignorantes, perezosos, sucios, torpes. Nunca nos prestarán la colaboración que obtenemos de los horstels. Y no podremos confiar en ellos cuando se trate de repartir beneficios al final de temporada. No son gente de palabra. El resultado será que nos veremos rebajados a su nivel. ¡Seremos tan pobres como ellos!

—Posiblemente cierto —dijo Chuckswilly—. En un sentido lo es. Ustedes, caballeros, no tendrán que renunciar a ninguna parte de sus tierras ni compartirlas con nadie. Su propiedad seguirá siendo suya. Los inmigrantes se convertirán en asalariados, dependientes de ustedes. Serán, hasta cierto punto, horstels sin rabo. Pero no tan independientes.

»Tendrán ustedes problemas, desde luego, para hacer entrar en vereda a esa gente, enseñándoles a amar el campo como hicieron sus predecesores. Cometerán errores. Sus tierras, durante una temporada, sufrirán por ello. Pero, finalmente, las cosas se arreglarán y volverá a alcanzarse la anterior producción.

—¿Qué me dice de la gente que quedará en las ciudades? —preguntó el señor Knockonwood—. Ahora tenemos ya bastantes dificultades para alimentarla. ¿No se morirá de hambre en el intervalo?

—No más que antes. ¿Por qué? Porque sólo habrá que alimentar a la mitad de la población anterior.

—¿Qué? ¿Por qué?

—¿Por qué? Piensen, caballeros. Lo que han visto hasta ahora es un futuro color de rosa: los cadmos eliminados y toda la riqueza para ustedes. Pero ¿no se les ha ocurrido que el horstel tiene conciencia de lo que se prepara? ¿Que luchará con más encarnizamiento incluso que el humano, porque sabe que se trata de una guerra de exterminio? ¿Que también ellos pueden haber fijado su Día-HK? ¿Quizá antes del nuestro, a fin de dominar a la población rural y marchar después sobre las ciudades? ¿Que HK puede significar también, además de Horstel Killer, Human Killer?

Jack miró a Chuckswilly con creciente respeto. A pesar de lo brutalmente cínico que era, era también honrado, inteligente y realista. Aquello era más de lo que podía decirse para el resto de los hombres presentes.

Chuckswilly dijo:

—Se lo diré a ustedes en seguida, a fin de que los débiles de corazón puedan fortalecerse a sí mismos: esperamos perder la mitad de nuestras fuerzas.

—¿La mitad?

—Sí… un precio terrible. Pero aunque me desagrada decirlo, es algo conveniente. Creará más espacio. Pasarán un par de generaciones antes de que Avalon empiece a superpoblarse de nuevo. Acabará también con la amenaza de revolución por parte de los habitantes de las ciudades, los cuales, como ustedes saben, han intranquilizado a la Reina desde hace algún tiempo.

»Será una época sangrienta, amarga. Caballeros, prepárense para lo peor.

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