Dante

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8. Dante y nosotros

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8. Dante y nosotros

«La Divina Comedia —escribe Bruno Nardi[50]—, atendiendo a su acción principal, no es una narración alegórica, aunque contiene elementos alegóricos. Una temática única recorre el poema de principio a fin: “Yo, Dante Alighieri, el florentino… Yo, Dante, hijo de Alighiero y descendiente de Cacciaguida, que he visto en el pasado salir a la caballería del campamento, formar para el ataque y vagar por los campos en busca de botín; yo, que vi a los mercenarios abandonar temblando de miedo la fortaleza de Caprona, tras haberse rendido según lo pactado; yo, que destruí una de las pilas bautismales de mi hermoso San Giovanni para salvar a un niño que se había caído dentro, soy la misma persona que se ha perdido en un bosque alegórico, en el que he hallado a Virgilio, enviado por Beatriz, en una visión; en su compañía hollé el pedregoso y escarpado camino del infierno, y cuando al fin lo abandoné y contemplé de nuevo las estrellas, pasé a la montaña de la purificación y luego me encontré con Beatriz, con la cual recorrí todos los cielos hasta llegar al Empíreo y al mismo trono de Dios…” El pronombre personal yo resuena una y otra vez a lo largo de todo el poema, y designa a su propio autor, a quien Dios ha concedido la gracia de la visión profética, que el poeta intenta contar.»

Dante asciende desde el paraíso terrenal hacia el cielo de la Luna acompañado de Beatriz. Dibujo de Botticelli.

Dante y Beatriz en el cielo de Mercurio. Dibujo de Botticelli sobre el canto VI del Paraíso.

La observación de Nardi es muy acertada. Sin embargo, el poema no constituye una autobiografía, sino una autoestilización, un despojarse de las connotaciones personales para erigirse en paradigma intemporal. El poeta pretende convertir al hombre histórico en ejemplo arquetípico, y cualquier otra finalidad primaria retrocede y se desvanece en la nada ante la trascendencia universal de esta temática que engloba la visión del mundo y de la humanidad.

El yo, por tanto, es cuando menos una imagen retocada, estilizada, idealizada. Es en realidad un prototipo el que habla a través de Dante, aunque éste lo inviste con algunos rasgos autobiográficos cuidadosamente seleccionados. Ya el mero hecho de la selección y de la supresión confiere al poema (que es una ficción) un lugar en la historia. Pero además, Dante exagera e inventa. Sobre el «Dante histórico» se han lanzado todo tipo de afirmaciones, y no existe medio alguno de separar la leyenda de la historia, la realidad de la ficción, la mixtificación de la verdad.

¿Qué conocimientos previos sobre la vida y personalidad de Dante son necesarios para entender la Commedia? Apenas pocos más que los que nos legó Dante en su propia obra, tanto en la Commedia como en las obras menores que la complementan, de entre las cuales únicamente la Vita Nuova es imprescindible en cuanto prefigura la Divina Commedia. Respecto a las demás, el Convivio es un autocomentario, útil a veces, pero farragoso y engañoso con mayor frecuencia. Las cartas abundan en informaciones de interés, aunque no son absolutamente imprescindibles. Sus famosos tratados De vulgari eloquentia y De monarchia facilitan la comprensión de problemas específicos, pero están escritos por otro Dante, un Dante de perspectivas más restringidas e intereses más estrechos. De los poemas del Canzoniere cabe decir lo mismo; sólo estrofas de esta antología postuma, recopilada de forma arbitraria por manos desconocidas, rayan a la altura de la Commedia, y en algunas ocasiones plantean interrogantes biográficos; algunos de los poemas de más interés han sido descartados como falsos por los investigadores italianos. Al margen de todo esto, los documentos indiscutibles y fehacientes son escasos, y por ello el historiador ha de conformarse con suposiciones más o menos fundadas.

Las tinieblas que rodean la biografía de Dante son en su mayoría una creación intencionada del propio poeta, que únicamente recoge de sus experiencias aquellas que pueden aplicarse al hombre en general. Todas las personas hemos recorrido alguna vez a lo largo de nuestra vida una selva oscura, y todos hemos hecho un examen de conciencia ante nuestro superyó encarnado en una Beatriz; los detalles biográficos concretos a los que se refieren estas alusiones quedan sumidos en una oscuridad intencionada. Sería deseable, por supuesto, poseer los conocimientos sobre hechos históricos, personajes, controversias y problemas relativos a la historia de las ideas que el poeta presuponía en sus contemporáneos eruditos, para quienes escribía; un buen comentario debería procurar proporcionarnos esos conocimientos. Cabe incluso la posibilidad de que Dante, de haber vivido más tiempo, hubiera escrito un comentario a su propia obra, aunque seguramente con ello, en lugar de facilitar, habría aumentado las dificultades hasta extremos inconcebibles.

Versión moderna de los gigantes (Infierno XXXI) como atletas olímpicos. En la parte superior, Virgilio y Dante en la mano de Anteo y el cuerno de Rolando. Dibujo de Robert Rauschenberg, 1959-60.

No parece descabellada la posibilidad de que un lector poco avezado y desconocedor del entramado histórico-filosófico de la Commedia pueda, en determinadas circunstancias, sacar de la lectura de la obra más provecho y beneficio para el desarrollo de su personalidad y la activación de su propia vida que el investigador erudito lastrado por su erudición.[51] Sin embargo, es inevitable una segunda lectura si queremos conocer con más exactitud el pensamiento de Dante y la significación para sus contemporáneos de tal o cual figura enigmática. Si no nos detenemos, pues, en la superficie, y emprendemos una singladura científica con ayuda de conocimientos históricos para hacer evidente lo oculto, al final alcanzaremos un segundo nivel más sereno y libre de prejuicios que espoleará mucho más nuestra fantasía.

Dante nos abre las puertas a numerosos ámbitos intelectuales que estaban relegados al olvido: Virgilio, Ovidio, Cicerón, Aristóteles, Boecio, la escolástica y el misticismo medievales, y el sustrato árabe de lo fantástico se manifiestan con una luz nueva. El poeta nos explica también los conflictos políticos y las ilusiones de su tiempo, y en el fondo, creemos que no eran tan diferentes de nuestras propias crisis y utopías.

Dante y la alta Edad Media; Dante y los orígenes del Renacimiento; Dante y la Antigüedad clásica; Dante y las utopías de la Edad Moderna; Dante y los arquetipos y entelequias de la humanidad; y también Dante y Florencia, Dante e Italia, Dante y Europa, Dante y la astronomía, y, finalmente, Dante y la concepción antropológica del hombre, la transformación de los valores, los orígenes de la sensibilidad moderna, Dante y Platón, Dante y Hegel, Dante y Marx…

Toda esta serie de interrelaciones conceptuales contiene y representa la ordenación de un cosmos de ficción, de un universo o museo imaginario de arquetipos, en el cual el visitante ve, lleno de asombro, que lo que él conocía como una mezcolanza infinita de detalles fortuitos, se va convirtiendo de manera progresiva en un todo sistemático construido en tomo a modelos. Este entramado metafísico no debería proceder de ese sueño inextinguible de la humanidad que el intuitivo autor francés Paul Valéry transmitió a su personaje Monsieur Teste:

«Viejo anhelo de edificarlo todo otra vez, pero a partir de materiales puros, siempre retornas con otra voz: sólo elementos definidos, sólo contactos y contornos nítidamente dibujados, sólo formas conquistadas penosamente, nada vago.»[52]

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