Dante

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9. Los dictados del corazón

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9. Los dictados del corazón

En su peregrinación por el purgatorio, Dante se topa con el poeta Buonagiunta de Lucca, muerto poco antes, símbolo de la vieja y anquilosada escuela y criticado con enorme dureza por Alighieri y los adictos al por entonces revolucionario dolce stil nuovo. El diálogo que citamos a continuación constituye un reflejo interesante en torno a lo que hoy denominaríamos «lírica moderna». Buonagiunta dice (Purg. XXIV, 49-60):

«Mas dime si estoy viendo al contemplarte

al que hizo nuevas rimas comenzando:

“Damas que del amor sabéis el arte”.

Le contesté: “Yo soy uno que, cuando

Amor me inspira, escribo, y el acento

que dicta dentro voy significando.”

“Ay! —me dijo— ya sé qué impedimento

al Notario, a Guitón y a mí ha vedado

el dulce estilo nuevo que ahora siento.

Veo que vuestras plumas el dictado

siguen del dictador sin desviarse,

cosa que con las nuestras no ha pasado…”»

Amor me inspira, afirma el poeta. Así define Dante, siguiendo la tradición trovadoresca, la auténtica fuente de su inspiración. Pero al mismo tiempo hay que tener en cuenta la significación versátil y cambiante de este concepto en la Commedia. Paul Claudel no dice demasiado cuando declara: «La palabra que explica toda la obra de Dante es el amor.»[53] El término «amor» abarca desde el elemento humano con fuertes connotaciones sexuales hasta el amor divino del místico, pasando por la sublimación de lo erótico; pero también comprende todos los demás impulsos positivos y negativos de la conducta humana: sí, es a la vez el fundamento esencial de las fuerzas que mueven el cosmos y de las que engendran todas las riquezas formales de la naturaleza humana. Reúne en su seno tanto la «voluntad de poder» como la «voluntad de placer» o la «voluntad de la forma». La instancia que espiritualiza, purifica y trasciende este instinto primitivo hasta suprimir la crueldad de este juego mediante la contemplación de lo Eterno, es para Dante, como lo fue para Platón y para Buda, el conocimiento; en Dante, desde su origen, amor y conocimiento son indisociables, y como tales se integran en la existencia definitiva.

En su visita al infierno, Dante se encuentra con Paolo y Francesco, condenados por su pasión. El poeta se apiada de ellos, porque para él, la felicidad culmina en la devoción amorosa, en la entrega total.

El amor, en cuanto experiencia humana, tiene también una connotación sexual evidente, incluso hasta el punto de desembocar en la lussuria (lujuria); existen en las obras principales de Dante insinuaciones discretas, pero inequívocas, sobre este asunto. Junto a la soberbia u orgullo, los pecados contra el Amor son los únicos que el poeta sitúa en el Purgatorio; el primero, la soberbia, está encarnado, siguiendo una característica muy peculiar, en un artista, el pintor Oderisi; sin embargo, los pecadores por amor que encuentra en los tres reinos de ultratumba reflejan en sus retratos la simpatía hacia ellos del autor —y del lector—: esta aseveración es válida ya en el Infierno para la adúltera Francesca, a la que ningún lector condenará si atiende a la calurosa defensa que de ella hace el narrador; pero es todavía válida cuando la aplica a los literatos que admira y a los que asocia sin excepción con la lussuria: Guido Guinizelli y Arnaut Daniel en el purgatorio, y Cunizza, el príncipe Carlos Martel y el trovador Folquet de Marsella en el cielo de Venus del paraíso. En la misma vida del poeta no hay otro hecho que goce de pruebas tan irrefutables como su predisposición hacia los encantos femeninos y su simpatía por los lances de amor, considerados en su doble vertiente lúdica y pasional.[54]

La atracción sexual es la manifestación más palpable, aunque no exclusiva, de esa fuerza llamada amore. El amor es el primer impulso de la conducta humana, el primer motor del mundo, y también la fuerza que pone en movimiento la Commedia. Amor mi mosse che mi fa parlare (Amor me mueve y me hace responder), explica Beatriz cuando le encarga a Virgilio que se ponga en camino para salvar al poeta extraviado. Pero si prescindimos del sentido literal de esta frase y la sacamos del contexto, equivaldría a Amor mi spira (Amor me inspira). Da la impresión de que en estos dos pasajes y en algunos otros, Dante acentúa la identidad entre el peregrino por los mundos de ultratumba y el narrador-poeta: la misma fuerza que inspira al último pone en movimiento al primero.

Sexus, eros, primo mobile: pero amore, en su condición o forma más sublime, produce el mismo efecto decisivo que caritas. Cae dentro de lo probable que Dante conociera las palabras del gran místico Ricardo de San Víctor citadas por Robert John: «O el amor (caritas), está completamente enraizado en la intimidad (intus), o no está en ninguna parte. Del amor sólo habla con dignidad quien compone sus palabras siguiendo los dictados de su corazón.»[55]

La analogía entre ambos autores llega incluso hasta el empleo de la misma voz.

Lógicamente, en la época del dolce stil nuovo —la «nueva intimidad» diríamos hoy— la concepción del amore no había adoptado ni con mucho la envergadura que habría de imprimirle la Commedia, e incluso en el conjunto de la lírica dantesca son muy escasos los poemas que satisfacen los afanes de autenticidad tal como aquí se expresan. De cualquier forma, lo esencial es que esta reivindicación se concretó en la formulación de Dante.

En el canto XXVI del Purgatorio, lugar donde expían sus culpas los lujuriosos, Dante se dirige al poeta bolones Guido Guinizelli, al que reconoce y alaba como su inmediato predecesor y maestro, con las siguientes palabras:

…Las dulces rimas vuestras,

que, cuanto durará el uso moderno,

me harán de vuestra tinta amar las muestras.

De la cita cabe colegir que al término «moderno» hay que atribuirle una antigüedad venerable; más aún, que remitiéndonos al poema de Dante, hay que tomarlo casi en la misma acepción del siglo XX.

El punto de partida es una lírica basada en el monólogo interior. Incluye además elementos épicos y dramáticos, por lo que la Commedia, a pesar de sus varias lecturas, es muy transparente, y podría compararse con nuestra moderna «poesía conceptual».

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