Danielle

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PARTE 12. DANIELLE » Capítulo 9

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Capítulo 9

—¿Y qué va a suceder ahora? —le preguntó Mónica sentada en un sillón Chesterfield de telas multicolores con Bruno encima de ella.

Estaban en la tienda de antigüedades de Anastasia, la jefa de Elsa, mientras esperaban a que cerraran el local para ir al bar de Ceci, donde las esperaba el resto de la pandilla.

Danielle, que tenía la vista fija en una estrella de cristal que colgaba del techo y que, gracias a la luz artificial, brillaba ofreciendo multitud de colores, se encogió de hombros.

—No tengo ni idea…

La prima de Raquel gruñó al escucharla y Lucía, que acababa de aparecer por las escaleras que conducían al apartamento que compartía con su hermana, se rio.

—Venga, Danielle, no seas mala con la pobre Mónica.

La mencionada miró a la novia de su hermano Israel y luego posó toda su atención en la francesa.

—¿Me estás tomando el pelo?

La joven de tirabuzones dorados le guiñó un ojo y le sacó la lengua.

—Puede ser… —señaló y se carcajeó.

Mónica puso los ojos en blanco.

—Eres mala, francesita. Muy mala…

Elsa apareció por la puerta que conducía a la trastienda y preguntó:

—¿Quién es mala?

Mónica señaló a la madre de Bruno.

—No quiere contarme qué va a suceder a partir de ahora entre Jaime y ella.

La novia de Martín miró a Danielle, que tenía en su rostro una gran sonrisa.

—Y parece que se lo está pasando muy bien…

—Muy bien —corroboró carcajeándose la francesa.

Mónica se enfurruñó.

—Vale, pues si no quieres decirme nada…

Danielle se acercó a ella y le quitó a su hijo, no sin antes darle un beso en la mejilla.

—No te enfades —le indicó—. Era solo una broma.

La prima de Raquel apoyó su espalda en el sillón y la miró.

—No me enfado si me lo cuentas.

Las chicas estallaron en carcajadas al escucharla.

—Danielle, no la hagas sufrir más —le señaló Lucía, sentándose encima del mostrador.

Elsa revolvió el negro cabello de su hermana y le guiñó un ojo.

—Son cosas que solo les conciernen a Danielle y a Jaime, y si no quiere contarlas…

—Tienes razón, Elsa. —Mónica estuvo de acuerdo con rapidez. Se levantó del sillón que ocupaba y se acercó a la francesa—. Perdona por ser tan pesada…

—Más bien cotilla —la corrigió Lucía.

Mónica la miró con cara de pocos amigos y continuó con lo que decía:

—Si no quieres hablar, no pasa nada. Es vuestra intimidad…

Danielle le dio un beso en la mejilla y dejó en el suelo a Bruno, muy entretenido con un viejo muñeco con forma de mono que le había regalado Anastasia, la dueña de la tienda en la que estaban.

—Pero vosotras sois mis amigas…, mi familia —corrigió con rapidez—, y quiero compartir con vosotras mi felicidad.

Mónica observó a Elsa y a Lucía, que, aunque no había insistido tanto como ella en querer saber lo ocurrido entre la pareja, esperaban impacientes que hablara.

—¿Y? —insistió con una sonrisa enorme en su cara.

Danielle miró a sus amigas y soltó:

—Hemos comenzado una relación…

—¡Sois novios! —gritó la prima de Raquel dando saltos sobre sí misma a la vez que daba palmas con las manos, entusiasmada.

Bruno observó a su tía postiza y de inmediato la imitó, arrancándoles carcajadas al resto de las chicas.

—Bueno, bueno… —comenzó a hablar Danielle, intentando controlar el entusiasmo de su amiga—. No hemos puesto etiquetas a lo que tenemos…

—Pero… —fue Lucía la que habló en esta ocasión.

La francesa suspiró y se sentó en una silla de estilo Luis XIV que había cerca de ella.

—No volverá a Nueva York. Se queda aquí… —Miró a su hijo con cariño—. Con nosotros.

—¿Y su trabajo? —preguntó Elsa de pronto.

—Jaime dice que su jefe quería abrir una sucursal en nuestro país, como punto de tránsito de muchos de los productos que acaban en Estados Unidos —explicó—. Su intención es que algunos viajen a América porque no haya más remedio, pero otros podrán ser reparados aquí. Parece ser que en nuestro país hay bastante fanatismo por los objetos vintage, y podrían sacar bastantes beneficios.

Mónica se dejó caer en el suelo junto a Bruno y comenzó a jugar con él.

—Entonces se queda… —repitió buscando que su amiga lo corroborara.

—Sí, se queda. —Acarició la cabeza de su hijo y repitió—: Con nosotros.

—Me alegro mucho, Danielle —afirmó Elsa, y su hermana movió la cabeza de manera afirmativa aprobando las palabras de esta.

—¿Y Buffy? —preguntó de pronto Mónica.

—¿Qué pasa con ella? —interrogó Danielle.

—Bueno, no quiero ser agorera, pero… —dudó— ¿no están juntos?

—¿Jaime y Buffy? ¿La americana? —preguntó Elsa confusa.

—¿Qué otra Buffy conoces, hermana? —comentó Lucía, recibiendo un pescozón como respuesta.

Danielle se rio ante ese comportamiento.

—No, no están juntos —aclaró sonriente—. Buffy solo quiso ponerme celosa para obligarme a reaccionar…

Mónica dio una palmada al aire y exclamó:

—¡Me gusta esa chica!

La francesa arrugó el ceño.

—¿Te gusta que me haya hecho sufrir?

—Bueno, en realidad, según tú no sentías nada por Jaime, por lo que…

Danielle golpeó el hombro de su amiga.

—Eres mala.

Mónica se carcajeó.

—Te debía una. —Le sacó la lengua.

Ella la empujó y ambas se rieron.

—Pues espero que te caiga bien Buffy.

La prima de Raquel elevó su ceja, extrañada ante el comentario.

—¿Por qué lo dices?

—Jaime me ha dicho que regresa a Nueva York y va a compartir piso con Dulce, tu prima.

Mónica se rio y exclamó:

—Que tiemble la Gran Manzana.

Las otras tres chicas también estallaron en carcajadas al imaginarse a esas dos juntas.

—¿Y tus padres? —se interesó Lucía al rato—. ¿Han regresado a su casa?

Danielle asintió.

—Pero por un corto período de tiempo —indicó—. Mi padre quiere arreglar sus asuntos en el hospital, hablar con la junta directiva para que recorten sus horas de operaciones y así puedan venirse a vivir cerca de su nieto. Solo viajaría a Francia cuando fuera necesario.

—¿Se vienen a vivir aquí? —preguntó Mónica.

Danielle asintió y tomó entre sus brazos a Bruno.

—Sí, se han enamorado de este pequeñín y dicen que no podrían estar tan lejos de él.

—Me alegro mucho —afirmó su amiga.

—¿De qué te alegras? —interrogó Raquel nada más entrar en la tienda.

Mónica miró a su prima y señaló a Danielle.

—De nuestra amiga y lo bien que le han salido las cosas.

La novia de Tony asintió conforme.

—Jaime no podría estar en mejores manos —afirmó.

Su prima se levantó del suelo y la observó sorprendida.

—¿Tú ya lo sabías?

Raquel se encogió de hombros y le guiñó un ojo cómplice.

—Es lo bueno de que uno de los implicados sea tu mejor amigo.

—Pero eso no es justo —exclamó de manera exagerada, provocando que los allí reunidos se rieran.

—Venga, primita. No te quejes. Tú tienes influencias en otros campos…

—Pero, pero…

Raquel atrapó su brazo y le dio un beso.

—Prometo que, si me entero de algo antes que tú, te lo diré de inmediato.

Mónica abrió y cerró la boca sin dar crédito a lo que escuchaba.

—Me rindo.

—No te pongas así —la reprendió Raquel—. Ya sabes que te queremos mucho…

—A pesar de tu vena cotilla —añadió Lucía.

Elsa le dio una colleja y huyó de su lado corriendo, no sin antes añadir:

—Habló la santa.

Danielle sonrió al ver a su familia, la que había llegado por un giro del destino y que no cambiaría por nada ni nadie.

—Chicas… —las llamó deteniendo su diversión—, os quiero.

Las cuatro amigas la observaron y con rapidez se acercaron a ella para darle un gran abrazo de oso.

—Nosotras también te queremos, francesita —indicó Mónica.

—Mucho —añadió Raquel tras darle un beso en la mejilla—, pero ahora, tenemos que irnos.

—Sí, aunque no entiendo por qué, hoy que libro, debo acabar el día en el bar de Ceci —indicó Lucía colgándose del brazo de Elsa.

—No te quejes, hermanita. Todos sabemos que es tu lugar favorito.

—Y más cuando Israel te está esperando allí —comentó Mónica—. Todavía no sé lo que puedes ver en mi hermano.

Lucía le guiñó un ojo cómplice.

—No quieras saberlo.

Mónica negó con rapidez con la cabeza.

—No, mejor no. —Hizo un sonido de asco exagerado, provocando que volvieran a reírse.

—Elsa, Martín todavía no había llegado cuando yo me fui —le informó Raquel—. Tony me ha dicho que va a tardar un poco más…

La hermana de Lucía asintió con la cabeza.

—Lo sé. Me mandó un WhatsApp explicándome que el juicio de Sarah se había retrasado un poco y que no llegarían los tres hasta un poco más tarde.

—¿Miguel estaba con ellos? —se interesó Danielle.

—Ajá… Desde que esos dos decidieron dar el paso de estar juntos, no se separan ni a sol ni a sombra —indicó Elsa.

—Fue terrible lo que le pasó a Sarah. Espero que lo supere —comentó Lucía temblando.

Su hermana le pasó un brazo por los hombros y Mónica le apretó la mano.

—Es tan fuerte como tú —señaló Raquel—. Las dos sois muy fuertes y, si en algún momento necesitáis hablar…

—Aquí estamos —acabó Danielle por ella—. Somos una familia que está tanto en lo malo como…

—En lo bueno —la interrumpió Mónica.

Las cinco chicas movieron la cabeza de manera afirmativa.

—Y ahora, tenemos que irnos —anunció Raquel—. Se estarán preguntando por qué estamos tardando tanto…

—Así es —indicó Jaime entrando en la tienda—. Lucas dijo que seguro que os pillaría hablando, y no le faltaba razón.

Las chicas comenzaron a hablar todas a la vez, con multitud de excusas que lo único que consiguieron fue arrancarle una carcajada al recién llegado.

—Ya está, ya está… —gritó intentando hacerse oír—. ¿No tenéis hambre?

—Canina —señaló Lucía.

—Por supuesto —concedió Mónica.

—Pues al bar de Ceci —ordenó al mismo tiempo que daba una palmada en el aire.

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