@daniela

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Un viernes extraño

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Un viernes extraño

 

 

Aquel jueves pasó súper rápido. Entre que teníamos mucho curro y que ultimamos los detalles del cumple, el día voló. Me despedí de Bruno con un beso eterno. Por la noche, quedé con Lorena y Sofía, por el mismo tema: el cumple. Cuando lo tuvimos todo bien atado, Lorena propuso salir a tomar algo pero yo estaba muerta de sueño, dos noches seguidas con Bruno me habían dejado kao. El viernes era festivo en Madrid, así que ellas salieron un rato y yo aproveché para recuperar horas.

Por la mañana leí un par de mensajes de Bruno.

“Mi cama te echa de menos”, a las once y media de la noche. “Y yo más”, 11:35. Sonreí como una boba.

“Buenos días Abreu, si estás despierto te invito a desayunar”

En quince minutos se presentó en mi piso, sin decir nada más. Cuando abrí me reí y nos besamos como si lleváramos días sin vernos.

Martín salió de su habitación, dormido. Y pensé en Eli y la prima, ¿se habría acostado con ella? Me dio los buenos días y se fue directo a la cocina. Le seguimos a la cocina y preparé el café. Oímos la puerta y supuse que era Sofía, quien vendría del piso de Toni. Pero no, no podía ser con aquellas pintas. Pelo revuelto, ojos panda del rímel y ropa bastante arrugada.

—¿Sofía? —me acerqué y ella se echó a llorar desconsoladamente.

Bruno y Martín también vinieron.

—Sofía... —los dos la nombraron a la vez.

—¿Qué te ha pasado? —le pregunté mientras me abrazaba.

—No... No lo sé... —seguía con la llorera aquella.

—Pero ¿estás bien? —preguntó Martín.

Lloraba y lloraba, nada más. La acompañé a sentarse, en la cocina, y la observé bien, por si había signos de violencia pero a simple vista no vi nada.

—Nena, Sofía —Bruno le cogió una mano y se puso delante de ella, en cuclillas.

Lo miró y logró calmarse un poco. Me senté a su lado y pasé mi brazo por su hombro para acercarla a mí.

—Salimos... —lo dijo como si hablara para ella, sin dirigirse a ninguno de los tres—. Salí con Lorena, y estuvimos en aquel pub de los gogos... —dónde yo me había tropezado con Julen, sí—. Lorena charlaba con Víctor, el camarero...Y yo estaba con ella, bebiendo y después no sé qué pasó...

Volvió a llorar y la abracé temiendo lo peor.

—Esta mañana... —hablaba y lloraba a la vez—. Me he despertado, sin ropa...en la cama con un tío.

Abrí los ojos y apreté mis labios.

—¿Sabes quién era? —Le preguntó Martín.

—No —lloraba sin parar mientras nombraba a Santi...joder, joder —. Daniela...Santi me dejará...esto es imperdonable...

—No, nena... tampoco sabemos...nada —no quise decir lo que todos pensábamos, ya hablaría con ella con más calma, ahora Sofía estaba muy ofuscada.

—Cuando me he despertado, me he ido corriendo de allí.

—¿Te falta algo Sofía? —preguntó Bruno.

—No... Lo he mirado en el metro...

¿Qué había ocurrido?

—¿Qué bebías? —continuó Bruno.

—Un licor de melocotón...

—¿Y dejaste la copa en algún momento?

Sofía lo miró extrañada.

—Claro...

—Ya.

¿Le habían metido algo en la bebida? No me jodas...

—¿Y desde cuándo no recuerdas nada?

—No lo sé...

—¿Recuerdas quién tenías a tu lado?

Bruno parecía que sabía a dónde iba y Martín y yo dejamos que él siguiera preguntando.

—Bueno, había bastante gente...no lo sé...chicas y chicos...

—¿Estuviste un par de horas allí dentro?

—Sí...eso seguro...

Bruno me miró unos segundos.

—Sofía, creo que alguien metió droga en tu bebida, podría ser Burundanga, que proviene de una planta: escopolamina. Mezclada con la bebida o inhalada puede hacer perder la voluntad de forma absoluta. Es incolora, insípida y se diluye en cualquier líquido —Lo miramos los tres alucinando por todo—. Entras en un estado de inconsciencia y después no recuerdas lo sucedido.

—¿Es real esa droga? —preguntó Martín sin acordarse de que apenas hablaba a Bruno.

—Eso dicen, no con un efecto inmediato como cuentan algunos bulos, tarda un par de horas en hacer reacción.

—Joder, ¿es en serio?  —pregunté asustada.

¿Podían haber abusado de ella?

—Daniela —Bruno me miró diciéndome que me tranquilizara.

—Deberías ir a un hospital —dijo Bruno con suavidad a Sofía.

—¿Por qué?

Por si algún hijo de puta la había violado de esa forma. Joderrrrrr. Me puse nerviosa y me fui unos segundos hacia el salón. Bruno y Martín hablaban con ella. En nada, volví a coger al toro por los cuernos y a los diez minutos estábamos los cuatro en el hospital. Madre mía. Parecía una leona encerrada dando vueltas por aquella sala mientras atendían a Sofía.

—Eh, Daniela, tranquila —me aconsejó Martín de buena fe pero yo estaba que trinaba.

—¿Tranquila? Joder Martín, ¿cómo voy a estar tranquila? —le alcé la voz sin querer.

—Daniela —Bruno vino hacia mí—. Ven.

Me abrazó y me hundí en su pecho. Cerré los ojos, sintiendo los primeros segundos de calma desde que Sofía había aparecido.

—Es que no puedo quitármelo de la cabeza, tengo una rabia dentro que voy a explotar. Como le hayan hecho algo...

—Vamos, nena, espera a ver qué nos dicen...

Tardaron una eternidad, o eso me pareció a mí. Sofía salió y nos explicó que estaba todo bien, que no había sufrido abusos. Respiré más tranquila aunque seguía inquieta por todo ese asunto. ¿Para qué la habían drogado? Ni habían robado ni habían abusado de ella. ¿Entonces? No entendía nada.

Regresamos al piso, en el coche de Bruno, y una vez allí Sofía se duchó y comió algo de lo que Martín le había preparado. Le pregunté si quería llamar a Santi pero se negó a hacerlo. Retuve la pregunta en mis labios: ¿no se lo vas a contar? Y dejé que Sofía se recuperara un poco. No era cuestión de agobiarla.

Bruno marchó porque tenía que pasar por la editorial y Martín se fue a mediodía a currar. Yo me quedé en plan niñera, mientras ella dormía, preocupada por lo ocurrido.

Sofía se despertó a media tarde y se tumbó en el sofá, con su cabeza en mis piernas. Necesitaba mimos y yo se los di. Sacó ella el tema.

—Daniela, no quiero que Santi se entere.

—Sofi...deberías decírselo.

—¿Para qué?

—Joder, porque yo querría saberlo, tú querrías saberlo, y no ha sido culpa tuya.

—No podré mirarlo a la cara...

—Santi entenderá que te la han jugado...En serio, no se lo ocultes. Es que además, te lo va a notar y tú lo necesitas Sofía, ¿quién mejor que él para estar a tu lado?

Me miró y suspiró cansada. Cogió su móvil y mandó un mensaje a Santi. Tenía un curso de entrenadores de futbol pero estaba ya terminando. En nada vendría.

—Y lo de mañana lo dejamos, nena —le dije, pensando que no tendría ganas de celebrar su cumpleaños.

—No —dijo rotunda—. Mañana hacemos la fiesta.

—Pero...

—No, Daniela, no voy a dejar de hacer mi fiesta, ni de salir, ni de nada. No quiero. No quiero tener miedo —me miró esperando que estuviera con ella.

—Pues mañana a quemar Madrid  —le dije bromeando aunque no las tenía todas conmigo.

Cuando entró Santi, se fueron a su habitación y salí a dar un paseo. Mejor dejarlo solos.

“Sofía está hablando con Santi. Voy a dar una vuelta, a ver si me despejo. Suerte con Paola”

Aquella pirada ya habría llegado; venía en el avión de las cinco. Tela marinera lo que había que aguantar. No estaba celosa pero no me gustaba un pelo que esa tía pasara dos noches en su piso, estaba segura de que intentaría meterse en su cama, sí o sí. Pero poco podía hacer yo.

Al rato me llamó Lorena y se quedó alucinada cuando le expliqué lo que había ocurrido. Ella estuvo charlando con Víctor y no se enteró de nada. Le supo raro que Sofía se fuera sin decirle adiós pero no era la primera vez, aunque en las otras ocasiones había estado Julen pululando por allí y Sofía había acabado yéndose con él. Le confirmé que el cumpleaños de nuestra amiga seguía en pie y me comentó que ya tenía el regalo preparado. Perfecto.

Regresando al piso, volví a darle vueltas a todo aquel asunto. Bruno creía que le habían metido esa droga en la bebida, y algo de razón debía llevar, o era aquella o cualquier otra. Yo no entendía de ese tipo de drogas, evidentemente, pero algo había provocado esas lagunas mentales en Sofía. Bruno hasta sabía el nombre de la planta esa, supuse que porque debía usar ese tipo de información para escribir sus libros. Ahora la cuestión era, ¿por qué? No lograba entenderlo. ¿Y quién era ese tío? ¿Y dónde vivía? Joder, Sofía había salido de allí como alma que lleva el diablo y no sabía ni donde había pasado la noche. Desnuda, en la cama, con un desconocido asqueroso. Me hervía la sangre. La puta que lo parió.

—Daniela... —paré de sopetón y sin darme cuenta me topé con Bruno que salía del Jamaica.

Estaba tan metida en mis pensamientos que no lo había visto, bueno, no los había visto, porque Bruno iba bien acompañado. Alta, morena, pelo rizado, maquillada, guapa y mirándome con cara de pocos amigos.

—Bruno, no te había visto —le dije mirándolo a él de nuevo.

—Ya me he dado cuenta. ¿Cómo está Sofía?

—Mejor —sentía la mirada de ella en mí y no me gustaba un pelo.

—Perdone señor —un camarero abrió la puerta y se dirigió a Bruno—. Le han dado mal el cambio...

—¿Sí?

—¿Puede entrar un momento? Mi compañero le ha dado de menos...

—Ahora salgo —nos dijo dejándonos allí a las dos.

Joder con los hombres, que poca vista tienen a veces.

Iba a marcharme pero la tal Paola abrió su boquita de piñón.

—¿Y tú eres?

—Daniela.

—Ya —Uyyyy, usaba ese “ya” como Bruno y me puse tensa—. Soy Paola —me dijo esperando algún tipo de reacción que no le di.

—Encantada Paola. Un gusto conocerte —Se lo dije con ironía y ella lo pilló.

—Así, sabes quién soy y supongo que lo sabes porque Gabriel y yo estamos juntos.

Sí, sé que estás chalada muchacha.

—Sí, muy juntos, lo sé. Tan juntos como la mantequilla en una tostada.

Me miró con cara de no entenderme.

—¿Has jugado con él a las preguntas? ¿Te ha palmeado el culo? ¿O te lo ha hecho en el metro? Le encantan ese tipo de juegos —¡Ostias!—¿Y las bolas chinas? No dejes de probarlo. Con otro claro, después de este fin de semana, ya puedes ir olvidándote de él.

La madre que la parió. La tía tenía claro quién era yo. ¿Las preguntas? ¿El mismo juego al que habíamos jugado hacia un par de días? No me fastidies Bruno...

Salió al segundo de que aquella zorra terminara su discurso.

—Daniela esta es...

—Sé quién es —le corté y él me miró sorprendido—. Se ha presentado ella misma. Bueno, ella y su vida sexual contigo: preguntas, metro, bolas chinas. ¿Te suena?

Paola me miró con los ojos bien abiertos. Si esperaba que no dijera nada iba bien apañada conmigo. Esta no me conocía a mí. Bruno la miró a ella.

—Paola, acabamos de hablar tranquilamente y hemos coincidido en que esto se ha terminado.

—Eso no es lo que hemos hablado —lo dijo mirándome a mí, muy tranquila—. Me has dicho que podíamos intentarlo.

Los observé a los dos, flipada por escuchar cosas tan contradictorias. Sí, ella era una mentirosa pero era tan buena actriz que no sabías a quién creer.

—¡Dios, Paola!

—A veces le pasa, es un desmemoriado y no recuerda dónde ha dejado las llaves. ¿Verdad, peque?

Lo miró con cariño, pero o se le iba mucho la pinza o estaba enferma de verdad. Lógicamente yo creí a Bruno.

—Sí, lo sé Paola —me dirigí a ella—. Hay días que no recuerda si hemos echado tres o cuatro polvos. 

Me miró más seria y continué.

—Y le digo: cariñito, hoy han sido cuatro, ayer fueron tres.

Bruno soltó una risilla y yo me aguanté la mía. A ella no le gustó lo que oyó.

—Bueno, un verdadero placer Paola, dale recuerdos al Papa de mis partes.

Bruno y yo nos tocamos los dedos al pasar por su lado y nos sonreímos.

—Eres única —me dijo en un susurro.

—Lo sé —le dije mientras me iba.

Sonreí al saber que Bruno no mentía pero hablaría con él. Aquello del juego de las preguntas me había dejado mosqueada... ¿Y en el metro? Venga ya...me subió un escalofrío por la espalda al imaginármelo...yo y él, claro. Tampoco debería sorprenderme tanto, Bruno era muy...sexual. Es decir, no era el típico tío de cama, de misionero y de chúpamela que me corro. Era creativo. Sí. Original. Diferente. Y lo podía imaginar follando en el metro, la verdad era esa. A mí me había preguntado si quería probar cosas con él...pero ¿qué tipo de cosas?

Había conocido chicos de todas las maneras, y algunos, los menos, me habían propuesto cosas varias: tríos, que nos miraran mientras lo hacíamos, grabarnos, sado, posturas miles, intercambio de pareja e incluso uno me propuso participar en una orgía. A algunas me había negado, y no por nada, sino porque en ese momento no me había apetecido. Quiero decir con esto, que no me cierro en banda a ninguna experiencia sexual: ¡oh no!, esto no lo haría nunca, que asco. No, no diré eso jamás porque lo que me parecía raro a los quince años me pareció la leche a los veinte. Así que mutis y a dejarse llevar. Además, la sexualidad es algo muy personal, no tiene por qué haber un límite marcado, el único límite que veo yo es que una esté a gusto con lo que hace, que sea voluntario y de mutuo acuerdo.

Cada uno folla como quiere o como puede, que dice Sofía. Unos con música, otros siendo observados, qué más da. El morbo, el erotismo, la excitación, todo vale, siempre que uno lo desee así.

Con Bruno, de morbo iba sobrada, pero me había jodido que aquella mosquita muerta me diera tantos detalles de su anterior vida sexual. A ver, que yo no era la primera, eso lo tenemos todos clarísimo, pero de ahí a saber al detalle algunas cositas que hacía con la buenorra de su ex, pues me hacía poca gracia.

Cuando llegué al piso, Sofía estaba mucho mejor, gracias a Santi. Estuvimos los tres charlando y con ella más entera, intentamos entender el porqué de ese susto pero no sacamos nada. Los dejé en el salón después de cenar y me metí en la cama, pensando en Bruno, en Paola, en Sofía... joder, la una de la mañana, no iba a poder dormir. No dejaba de dar vueltas. Necesitaba su abrazo, ver su sonrisa, escuchar su voz... La luz del móvil me avisó de un mensaje.

“Daniela, ¿duermes?”

Sonreí al leerlo.

”No puedo”

“Ábreme”

“¿Qué?”

“Estoy abajo”

Di un salto en la cama y le di al botón. Abrí la puerta y lo esperé. Bruno apareció por las escaleras y me lancé a su cuello. Nos besamos con ganas y con aquella risita tonta entramos en mi habitación. Nos tumbamos en la cama, cara a cara, jugando con nuestros dedos trenzados mientras hablábamos.

—¿Te has escapado? —le pregunté.

—No, le he dicho que no se podía quedar allí. Ha cogido una habitación en el AC Atocha.

—¿Y ha aceptado? ¿Sin más?

—Al principio me ha montado el numerito, ha llorado y después ha intentado...ya sabes, se ha quitado la camiseta y el sujetador pero le he dicho que ni hablar. Que ya podía ir vistiéndose y recoger sus cosas.

Me gustó que fuera sincero. Bruno se parecía a mí.

—Tengo preguntas —le dije seria.

—Sé por dónde vas...

—¿Te lo ha dicho ella?

—No, me lo has dicho tú antes.

Me miró esperando.

—¿Tienes patentado el juego de las preguntas?

Bruno chasqueó la lengua.

—A ver nena, es como si me dijeras que tengo patentado el misionero. No es tan extraño... En literatura erótica encontrarás ese juego en mil versiones distintas.

—Quien pierde paga, ¿eso lo has hecho con ella? —pregunté un poco picada.

—No, no Daniela. No lo planeo ¿vale? Sale así, sin más. ¿De verdad quieres saber qué he hecho o no con ella? Porque si nos ponemos así y empiezo yo a preguntar...

Nos miramos unos segundos pensando ambos, yo en Paola y él supuse que en Martín.

—Vale, tienes razón, al final la muy puta ha logrado picarme.

Bruno me acercó a él.

—Picarte a ti es muy fácil, no tiene mérito.

Nos reímos y me besó introduciendo su lengua. Mmmm.

—Bruno, ¿en el metro? ¿En serio?

Me miró sorprendido y me reí.

—Ni se te ocurra responder —le dije con rapidez volviendo a por su boca.

Aquella noche, hubo sexo, pero más tranquilo y relajado. Me gustaba ver que lo disfrutábamos del mismo modo y con la misma intensidad. Hubo besos, mordiscos, caricias por todo el cuerpo y un orgasmo casi simultáneo que nos dejó exhaustos después de casi una hora de dar vueltas por mi cama.

—Daniela...

—¿Qué?

Bruno me abrazaba por detrás, desnudos, y a punto de dormirnos.

—¿Cómo decís las chicas eso de las mariposas?

Sonreí.

—Tener mariposas en el estómago.

—Creo que me pasa eso, nena —murmuró flojito.

—¿No será hambre?

Yo tan burra como siempre. Bruno se rio y me contagió la risa, tanto que no podíamos parar. Respiramos hondo los dos y logramos dominar ese ataque.

—Bruno...

—¿Mmm?

—Yo también siento...cosas...

Me abrazó fuerte inspirando mi pelo.

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