@daniela

@daniela


@danielatuespacio

Página 3 de 35

@danielatuespacio

 

 

“No voy a justificarme cuando creo que no tengo por qué hacerlo. Podría decirte que tuve una infancia muy dura pero no sería cierto, podría decirte que durante mi adolescencia tuve la cara llena de granos pero mentiría, o podría decirte que alguien me rompió el corazón pero me partiría de risa y sabrías que estoy de cachondeo. Con lo cual, solo puedo decirte que yo soy así. No es una postura, no es una reivindicación ni es mi manera de decirle al mundo que no me gusta su cara, simplemente soy consecuente con mi forma de ser. ¿Qué quiero decir? Que intento no esconder mi personalidad bajo capas de maquillaje… para que me entiendas, no soy una persona común, y supongo que tú tampoco lo eres, pero yo no lo escondo entre formalidades y florituras. No soy diplomática, no busco gustar a nadie ni me corto si tengo que decirte que ese corte de pelo, de esa que se hace llamar tu peluquera, te queda como un orinal en la cabeza, te lo diré, y a ti no te gustará, pero no me saldrá de dentro mentirte ni ser hipócrita. ¿Presumo de sincera? Para nada. No me considero una persona excesivamente sincera, simplemente me comunico sin filtros, y eso no gusta en una sociedad donde tú, amiga, que te crees tan libre, estás atada de pies y manos.” @danielatuespacio.

 

—Muy directo —Jaime dejó mi escrito en la mesa y se quitó sus pequeñas gafas. Observé su gesto y supe que le había gustado, como casi siempre. Esperé a que continuara hablando mientras yo daba un repaso a mis uñas color rojo pasión—. Daniela, me gusta.

—Gracias —Ya lo sabía, no necesitaba la aprobación de nadie. Sabía cuáles eran mis puntos fuertes y cuáles los débiles. Y en el arte de la provocación no tenía problema alguno.

En el último artículo habíamos recibido miles de tweets, tanto a favor como en contra. Algunas personas se lo tomaban demasiado a pecho, la verdad; que yo dijera que estaba segura que la mayoría de mujeres fingían en la cama para agradar a sus parejas, no me parecía tan descabellado. Solo lo dije para animarlas a buscar alternativas: lubricadores, consoladores, bolas chinas y cosas varias. Otras tantas me habían dado la razón; estamos tan sometidas en este mundo masculino que incluso nuestros orgasmos son de ellos. Y no, a eso sí que me niego.

Que quede constancia de que el artículo lo he recortado porque había escrito algo más, pero a Jaime le hubiera dado algo y el hombre ya tiene una edad. Explicaba a mis lectoras que me gusta follar sin mesura, que no necesito sentir algo para tener sexo, que si me apetece no tengo por qué darle vueltas a “qué pensarán los demás”, no es problema suyo. ¿Por qué no disfrutar de ello? No lo entiendo. Estamos programados para sentir química, para tocarnos, para sentir piel con piel, ¿por qué nos lo negamos constantemente? Es demasiado pronto, no quiero que piensen  que soy una zorra, nadie va a quererme… Bah, gilipolleces. Nadie te va a querer sino te quieres a ti, eso lo primero. ¿Una zorra? ¿Y ellos que son? Ah, sí, ellos acumulan experiencia, saben dónde tocar y tú eres “la chica”. Venga, venga, menos Disney y más Nacho Vidal (un actor porno, sí amigas). ¿Y demasiado pronto para qué? ¿A qué tenemos que esperar? ¿A que vengan con el corcel blanco? Si es que me pongo nerviosa solo de pensarlo, menuda educación sexual de mierda tenemos. ¡Chicas, follad, follad como si mañana se acabara el mundo!

La última frase me hizo reír porque eso se lo decía a menudo a mi amiga y compañera de piso, Sofía.

En fin, que eliminé estas líneas y al final lo encaminé por otros derroteros más suaves, aunque con ganas de provocar reacciones, que es eso lo que atrae lectores. La gente necesita que le metan caña, que alguien les haga saltar las alarmas, que se escandalicen, que puedan criticar y opinar. De ahí que mi tweet de redactora @danielatuespacio esté siempre más que activo. Es cierto que la mayoría son mujeres pero también hay un buen número de hombres que, acojonados fijo, no les gusta casi nunca lo que escribo sobre ellos y su mundo de las pelotas.

Aunque a Jaime le encanta, porque lo que buscan en la revista TuEspacio es eso, que la gente hable de ellos, mal o bien, pero que hablen.

Jaime es el director aunque debe rendir cuentas a la junta directiva, un grupo de personas a las que nunca vemos el pelo, por suerte. Hace un par de años que trabajo con él y la verdad es que no puedo tener queja, desde el primer día conectamos y entendí a la primera qué quería de mí. Mi columna funciona desde entonces y es la más leída, para qué negarlo. También colaboro en otros artículos sobre moda, viajes, pareja, trabajo o sexo. No tengo problema en los temas que vamos tratando cada mes y no tengo problema en trabajar junto a alguien, sea hombre o mujer, aunque con algunas de mis compañeras no me llevo nada bien.

Me gusta mi trabajo y estudié duro para sacarme la carrera de periodismo, no voy a decir que me resultó sencillo, hinqué codos y conseguí buenas notas. En mi último curso, uno de mis profesores, me recomendó como becaria a un colega suyo en una revista online. Ahí empecé a salirme un poco de tiesto porque era una revista alternativa y poco usual que, casualmente, Jaime solía leer, entre otras muchas. Él vino a por mí, como a mí me gusta, y solo por eso ya lo respetaba; era una persona que tenía muy claro lo que quería. En la redacción no era la única que lo admiraba, más de una estaba colgada de sus canas, porque era cierto que Jaime era un hombre atractivo, uno de esos a lo Sean Connery, aunque mucho más joven. Bueno, a mis veinticinco años yo lo veía así; atractivo pero demasiado mayor para mi gusto.

Recuerdo la primera vez que entré en su despacho y me observó con detenimiento. Mi falda voleada y corta de Diesel, mi chaqueta vintage de color crema y mis zapatos de tacón de vértigo. Vi en sus ojos que yo le gustaría y que nos íbamos a entender sin problema alguno. Soy muy intuitiva y no me cuesta ver lo que trasmiten las personas con su lenguaje no verbal. Es algo que se me da bien, otro de mis puntos fuertes. De ahí que vi con rapidez qué compañeras iban a ser las que no se sentirían cómodas conmigo. Una de ellas era Carla, la voz cantante de un grupito de tres cotorras. Sus camaradas eran Ana y Diana. Cuando me tocaba currar con alguna de ellas, siempre resoplaba por lo bajini pero soy buena en lo mío y no interpongo temas personales cuando hay que trabajar.

“Llevo la ropa que me da la gana, es mi cuerpo y yo lo visto como quiero, no como quieren los magnates de la moda. Suelo usar faldas más bien cortas porque me gustan mis piernas y me da igual quien las mire al pasar, todo eso que se lleva. Suelo llevar blusas o camisetas ajustadas, depende del día. En invierno gasto medias en cantidades inmundas y en verano me encanta la brisa rozando mis pantorrillas. Zapatos o sandalias de tacón y un bolso práctico al hombro. Mi colección de ropa interior es digna de ver, eso es un defecto supongo, porque no necesito tanta pero me pirra y como más cara es, más me gusta. Llámalo pija o llámalo como quieras, es lo que hay. Probablemente soy de esas chicas que el resto llaman “amenaza”. No te digo que no, porque seguramente tu chico gire su cabeza al verme pasar y eso no te gusta nada, y sin conocerme vas a odiarme, porque yo voy a arrastrar los ojos de los hombres cuando entre en la discoteca, mientras tú estarás echando chispas por los tuyos. ¿Pero, te digo un secreto amiga? Tú puedes ser como yo. Siendo tú. Simplemente. No te escondas bajo esa ropa que no te gusta porque crees que tienes que estar perfecta para poder vestirla. ¿Quién lo dice? ¿Ellos? ¿El mundo de la moda dominada por ellos? ¿Pero tú has visto esas modelos que no tienes por dónde cogerlas? Olvida todo lo que te han enseñado y empieza a ser tú misma, es tu vida.” @danielatuespacio.

Cuando escribí este artículo me acordé bastante de Carla y su séquito de brujas arpías que no me soportaban solo por el hecho de ser guapa, tener buen cuerpo y vestir como me apetecía. Creo que también influía el hecho de que los hombres de la redacción, de publicidad y de marketing no sabían disimular sus miraditas hacia mis piernas. Quizás no saben que ellas también tienen piernas. Es su problema, no el mío. A mí me gusta que me miren y ver que gusto es algo que me motiva, ¿a quién no le gusta gustar? Y que quede claro que no me visto por ni para ellos, la primera en mi vida soy yo y me gusta lo que veo cuando me miro en el espejo. Si sumo que gusto a los demás pues mucho mejor.

Al salir del despacho de Jaime, me crucé con Carla. Tiene solo un par de años más que yo pero siempre me mira por encima del hombro, un mecanismo de defensa, supongo.

—Se te marca el potorro —susurré al pasar para picarla.

—¿Cómo? —Su voz aguda me ponía de los nervios.

—¿Qué moda es esta de llevar una hamburguesa entre las piernas?—le pregunté sin cortarme un pelo.

—Son mallas Daniela y están a la última.

—Sí, claro a la última de la fila, para que no se le vea el papo. Vamos Carla, que trabajas en la columna de moda, no me jodas.

Me miró mal pero me la sudaba. Yo soy de esas personas que si no te caigo bien sin conocerme tú me vas a caer peor, porque no me parece justo que solo por mi aspecto me pongas en el saco de las repudiadas. No me importaba pero sí me molestaban las injusticias y para mí eso era una verdadera injusticia: y daba igual si el rechazo era por ser demasiado guapa o por ser demasiado ancha o demasiado alta.

—Por eso mismo, es mi sección y tú no tienes el bagaje suficiente ni los conocimientos necesarios para poder opinar, Daniela.

—Carla, cada vez que te pones una de esas mallas y se te marca todo, de esa forma tan vulgar, estás dejando que el mundillo de la moda haga contigo lo que le da la gana.

—No me vengas con tus rollos y eso lo pones en tu columna, que para eso la tienes. No sé cómo te aguantas.

Nos miramos con desprecio y supongo que si hubiéramos sido dos tíos nos hubiéramos liado a hostias. Había llegado a un punto en que nos soportábamos bien poco y Jaime, que lo veía, casi nunca nos hacía trabajar juntas.

—Ale pues, a pasear el pavo  —le dije dándole la espalda.

—Niñata —era su despedida habitual y como ya me lo esperaba la imité con los labios.

Bah, ni caso.

“Sé que soy joven y que apenas he empezado a vivir pero siempre he tenido las cosas muy claras. Mi madre dice que tengo una mente de cuarentona en un cuerpo de veinte y eso a mí me halaga. Siempre he sido algo más madura, pero quizás porque no le doy demasiadas vueltas a las cosas. Mi mejor amigo dice que tengo ideas de hombre, que a veces soy simple como ellos y muy resolutiva. No hace falta ser dramática para solucionar los problemas. Cuando leo alguna novela o veo alguna película en la que la chica está esperando a que actúe su príncipe azul, me muerdo las uñas de rabia y pienso ¿qué cojones? Nos hemos deshecho de los corsés que las damitas llevaban en la edad media, pero seguimos esperando que los demás nos solucionen la vida. Si no tengo pareja no seré feliz. ¿Quién fue el primer idiota que dijo eso? ¿Y por qué nos lo creemos? Yo soy muy feliz conmigo misma, con mis amigos, con mi familia, con un libro en una tarde de otoño, con una excursión con mi sobrina de cuatro años, con una buena charla y un café, con un millón de cosas. ¿Y tú? ¿Eres realmente feliz? ¿Estás con tu pareja porque es realmente lo que quieres? ¿Segura amiga?” @danielatuespacio

Ir a la siguiente página

Report Page