@daniela

@daniela


Bonito culo Bruno

Página 27 de 35

Bonito culo Bruno

 

 

Bruno me dio esa copa.

—Suave, para que no te siente mal —dijo susurrándome al oído.

—Gracias, guapo —le dije bailando.

—¡Eh chicos! ¡Natalia no ha jugado! —soltó Enrique gritando por encima de la música.

Era cierto, ella era la última y con el jueguecito de los culos, nos habíamos puesto todos a bailar.

—¡Venga, venga, que pringue como todo el mundo! —gritó alguien.

Le ofrecieron las cartas y ella escogió una. Santi bajó un poco el volumen para que pudiéramos escucharla.

—Quita una prenda a un jugador con los dientes.

Hablaron todos a la vez y yo miré a Bruno, sabiendo quién sería el afortunado. Natalia fue a por él, como una gata y Bruno me buscó con la mirada. Me aparté a un lado.

—¡Bruno! ¡Bruno! —gritaron empujándolo hasta Natalia.

Ella se agachó, ni corta ni perezosa, y con la boca intentó quitarle el botón del vaquero, pero no pudo, claro. Todos gritaban y reían, y Bruno apurado, se apartaba en cuanto podía de la boca de ella. Supongo que aquello ponía caliente a cualquiera. Natalia se levantó y con sus dientes cogió la camiseta de Bruno y la fue subiendo mientras el personal silbaba y gritaba. Bruno siguió el rollo y a mí me quemaba algo por dentro. Ella terminó de quitarle la camiseta con las manos y todas vimos los suaves abdominales de nuestro compañero. Volvieron a silbar, esta vez las chicas. Yo simplemente sonreía con una mueca. Y Natalia quiso aprovechar la ocasión, como no. Con la música de Robin Thicke, Blurred lines, bailó pegada a Bruno, cogiéndolo del cuello y moviéndose sensualmente. La chica bailaba bien y el miembro de Bruno debía estar ya alterado, casi tanto como yo, seguro.

Cuando terminó la función, el grupo se dispersó y evité a Bruno, charlando con Enrique. ¿Por qué? Porque comenzaba a estar saturada de tantas sensaciones y de recibir una de cal y otra de arena. No estaba habituada y me costaba tragar según qué cosas.

Salimos los dos al balcón y estuvimos charlando, de nada importante, pero me entretuvo un rato y dejé de pensar cinco minutos en Bruno. Que hiciera lo que le diera la gana. Que se las folle a todas, pensé. Joder. ¿Eran celos aquello? Lo eran, sí amiga. Madre mía, me toqué el estómago, como si estuviera embarazada y fuera viendo cómo mi cuerpo cambiaba a lo largo de aquellos nueve meses. ¿Qué coño estaba haciendo ese hombre conmigo?

Toni reclamó a Enrique y entramos hacia dentro. Bruno se lo pasaba bien, charlando y riendo con todos, y yo no iba a ser menos. Nunca me había comido tanto la cabeza como en los últimos días y todo por un error que no había sido ni siquiera culpa mía.

Me fui en busca de Sofía y Ruth, que bailaban como dos locas junto a Santi y Álex. Bruno y yo cruzamos nuestras miradas, una vez más. Era como el juego del gato y el ratón pero sin final.

La fiesta debía ir acabando porque era algo tarde para continuar con tanto ruido en el piso de Santi, así que nos propuso continuar en un pub que había a dos calles de allí. Recogimos lo que pudimos, rapidito y mal, y bajamos intentando no molestar al vecindario. Era complicado, porque entre que éramos una veintena y que habíamos bebido más de la cuenta…

Llegamos al Silence, de paredes oscuras, luz tenue mezclada con luces de colores que giraban y música a todo trapo que iba pinchando un muchacho muy joven.

Los del pub saludaron a Santi y charlaron mientras un camarero servía una ronda de chupitos. Observé el ambiente y lo típico: chicos y chicas bailando, riendo, charlando, besándose.

—¡Vamos peña! —Santi nos fue pasando los chupitos y cuando lo olí, tuve claro que no me lo iba a tomar.

Después pasa lo que pasa, me dije.

—¡Por Santi! —gritaron algunos y se bebieron el whisky mientras que yo daba un pequeño sorbo, muy pequeño.

Total, nadie se iba a enterar.

—Daniela, eso es trampa —el espía de Bruno, que lo tenía detrás.

Me cogió de la mano y se acercó mi chupito a sus labios. Lo sentí demasiado cerca y rocé sus labios con mis dedos. Ufff. Un sofoco recorrió mi cuerpo. Me hubiera girado y lo hubiera besado hasta con rabia, pero me quedé quieta, viendo mi vasito vacío y oyendo su voz cerca de mi cuello.

—No te preocupes, será nuestro secreto.

No era lo que decía, sino cómo… Este tío debía tener un máster en poner la voz más sexi del mundo.

—¿Me ves preocupada? —al final reaccioné aunque sin saber bien qué decía porque me dejaba algo descolocada.

Al hablar, giré mi cabeza hacia él, con lo que nuestras bocas se quedaron muy cerca, peligrosamente cerca. Bruno seguía allí, junto a mi oído.

—Estoy seguro de que eres muy feliz, Daniela, con tus escarceos amorosos.

—Seguro que no tanto como tú y tu grupo de animadoras.

Bruno soltó una carcajada y yo seguí hablando, ignorando su sarcástica risa.

—El día que veas cómo me quitan la camiseta con los dientes, hablamos.

—He visto cosas peores —se refería a Martín en pelotas, claro.

—No voy a seguir hablando con un crío —le dije sin justificarme por eso, yo tenía la conciencia muy tranquila.

Y lo dejé plantado, con la palabra en la boca.

Habíamos intercambiado más frases aquella noche que durante la última semana. Frases y miradas, porque no dejábamos de mirarnos y de contradecirnos con los ojos. Era inevitable.

El alcohol corría por allí como si fuera agua y los de la revista estaban desmadrados, casi todos, porque yo había procurado controlar bastante y era consciente del pedal que llevaban, Bruno incluido. Algunos comenzaron a irse en taxi a sus respectivas casas. Eran las cinco de la madrugada y sólo quedábamos unos pocos: Sofía y Santi, Bruno, Álex, Ruth, Toni, Natalia y yo. Santi insistió en que volviéramos a su piso y fuimos a tomar la última.

Santi y Bruno prepararon las copas, mientras el resto charlábamos, reíamos y comentábamos alguna que otra anécdota de la noche. Estábamos sentados por el sofá, con la música flojito y procurando no liarla mucho a aquellas horas.

Bruno me pasó un vodka y se sentó a mi lado. Mira qué bien.

—Si no bebes, pagarás prenda —me dijo por lo bajini.

—¿Me la quitas tú? —respondí con ironía.

—¿Con los dientes?

Nos miramos fijamente, yo imaginando sus dientes en mi hombro desnudo y él sonriendo feliz.

—Oye Daniela, ¿mañana es lo de Lucas? —preguntó Sofía.

—No, pasado.

—Yo igual voy —dijo Bruno tomando otro sorbo.

—Sí, al cielo vas a ir tú —solté yo.

Bruno colocó una mano en el principio de mi espalda y lo miré frunciendo el ceño. Él sonrió, iba bastante borracho.

—Contigo al fin del mundo, nena —los demás se rieron por el comentario porque también iban finos.

Subió su mano por debajo de mi blusa y sentí otra vez aquel calor infernal. Apreté mis piernas. ¿Por qué no le decía que parara?

—Ese gesto me pone muy tonto, Daniela —lo dijo en un susurro.

—Esos secretitos —Toni se metió con Bruno.

—Shhhhh  —replicó él.

—Voy al baño —dije escapando de sus caricias.

—No tardes —murmuró con su voz grave.

Joder con Bruno.

¿Qué haces Daniela? ¿Vas a consentir que te ponga las manos encima? ¿Sin más? No. No me daba la gana. Bruno iba bebido y se dejaba llevar. Muy bien, pero yo no iba a seguirle el rollo. Llevaba días queriendo esto pero no así.

Al volver del baño mi sitio había sido invadido por Natalia, y Bruno también. Ella estaba colgada de su cuello y él le hablaba tan cerca que parecía que iba a besarla en cualquier momento.

Me acerqué a Sofía, que estaba hablando por los codos con Álex. Le dije que me iba y ella asintió con una gran sonrisa. Mañana nos vemos, le susurré y le di un beso. No me despedí de nadie más y me fui.

Llegando al piso, en el taxi, recibí una llamada de Bruno, pero pasé de cogerle el teléfono. Ahora te jodes tú, pensé. Pero vamos que de joderse poco.

 

Sofía llegó a mediodía, mientras Martín y yo preparábamos la comida y me cogió del brazo para llevarme a su habitación.

—¿Qué pasa? —le pregunté preocupada al ver su cara de circunstancias.

—Al final se quedaron todos a dormir en el piso de Santi porque iban con una peana que no veas…

—Sí, lo vi —la corté y Sofía resopló—. ¿Qué, joder?

—Esta mañana Bruno y Natalia estaban en una de las habitaciones.

Bruno y Natalia, resonaba en mi cabeza.

—Ella desnuda, él no lo sé.

—¿Qué quiere decir que no lo sabes?

—Bueno, iba sin camiseta, y el resto lo cubría una sábana.

Qué más daba; Natalia estaba en pelotas con él, en una cama.

—¿Algo más? —pregunté apretando mis labios.

Dolía, dolía dentro y no sabía bien qué hacer con aquel dolor.

—No, creí que debías saberlo…

Qué putada, colarme por un tío así. A la mínima de cambio ya tenía a una tía en su polla. La del sábado, Natalia y vete a saber cuántas más. Y yo de monja. De coña, Dani.

—Necesito que me cambies las vacaciones, Sofía.

Me miró sorprendida. Ella las cogía en una semana y yo después, coincidiendo con Bruno. Si Sofía me hacía ese favor, podría estar veinte días sin verlo. En veinte días iba a volver a ser yo, me lo juré en aquel momento.

—Está bien, no me importa, no tengo nada planeado y Santi las coge en septiembre.

—Gracias, ¿se lo pasó bien ayer?  —intenté cambiar de tema.

—Daniela, ¿estás bien? —preguntó preocupada.

—Lo estaré, tú tranquila. Solo es un tío.

Sí, pero no uno más.

El domingo fue el bautizo de Lucas y me olvidé de Bruno y mis movidas con él. Mi hermana no comentó nada de él y se lo agradecí mentalmente. Fue una pequeña fiesta donde el protagonista se pasó la mitad durmiendo y la otra mitad bebiendo del biberón. Hice algunas fotos muy buenas y me reí mucho con Lucía, quien posaba para mí como si fuera una top model. Esta enana…

Por la tarde regresé sonriente al piso, hasta que al pasar por el Jamaica la voz de Andrea me detuvo.

—¡Daniela!

—¡Andrea! ¿Qué tal?

Nos saludamos cordialmente y me comentó que estaba esperando a Toni, que habían quedado en aquella cafetería.

—¿Te apetece un capuchino? —preguntó sonriendo y no pude negarme.

—Cinco minutos y me voy, que estoy agotada. Ir a un bautizo es peor que… —no seguí la frase al ver a Bruno en la mesa, concentrado en unos papeles—. Mierda —murmuré para mí.

—Peor que hacer una maratón, lo sé —terminó Andrea la frase por mí—. Bruno, mira a quién me he encontrado —le dijo ella con retintín.

Clarísimo: Andrea estaba al tanto de nuestra situación y quería hacer de Celestina. Otra que lo llevaba crudo.

Él me miró parpadeando y yo me senté sin saludarlo. Con Natalia, so mamón, ya te vale…

—¿Qué tal Daniela? —tuvo los huevos de preguntarme mientras Andrea pedía a una camarera que pasaba por nuestro lado.

—Vestida, quiero decir, bien, gracias.

Me miró sin entenderme.

—Ahora mismo te traen el capuchino —Andrea se sentó delante de mí, al lado de su hermano.

—Gracias, oye Andrea, ¿y qué tal con Toni?

Quise centrarme en ella para no tener que cruzar una palabra con él, y lo conseguí porque Andrea comenzó a explicarme maravillas de mi compañero. Yo iba asintiendo, con una sonrisa por verla tan feliz. Me alegraba por ella, a ver si Toni lograba que Andrea volviera a creer que los hombres no son unos monstruos (o no todos).

Pero Andrea, que era cabezota de familia, insistió en que entre Bruno y yo surgiera algún tipo de conversación.

—Daniela, ¿sabes que viene Moccia a visitar a Bruno?

—Ah no, no lo sabía.

—¿Cuándo viene? —Le preguntó Andrea a su hermano.

—En un par de semanas, durante nuestras vacaciones.

—Tus vacaciones —le dije sabidilla y sin mirarlo.

—¿No tenemos los mismos días? —preguntó extrañado.

—He hecho un cambio —lo miré, con rabia.

—Ya, ¿y lo sabe Jaime? Porque fue él quien dijo que tú y yo debíamos coincidir por el tema de la revista on line.

Sí, lo sabía, pero esperaba que Jaime fuera misericordioso.

—Siempre pueden poner a otra —aquello era una indirecta en toda regla y Bruno me miró poniendo los ojos en blanco.

—Poder pueden, pero quizás yo no quiera —dijo volviendo a sus papeles.

¡Dios! Me superaba ese tono de superioridad.

—Me importa una mierda lo que tú no quieras —le solté cabreada y Andrea me miró abriendo los ojos—. Perdona Andrea, pero tu hermano me saca de mis casillas.

—Porque vas mal follada —dijo por lo bajo mientras escribía.

—¡Ey!, Bruno, no te pases… —le advirtió Andrea.

—Cosa que no se puede decir de ti, que vas sobrado, ¿no?

—¿Tienes algo que decir Daniela? —me miró de nuevo, esperando.

—Sí, claro. Que me he equivocado contigo, simplemente —se lo dije tranquila, levantándome con calma—. Andrea, nos vemos.

No sé para qué discutía, no sé qué quería encontrar, no me valía la pena y ahí estaba, peleando de nuevo con él.

El lunes, nada más llegar, le pedí el favor a Jaime, no le expliqué las razones, pero sí le dije que era importante para mí, que lo necesitaba a nivel personal y que si me decía que no, lo entendería. Posiblemente era la primera vez que Jaime me oía hablar de ese modo y también la primera que yo le pedía algo. Y me lo concedió.

El martes estaba el cambio hecho y en cuanto Bruno lo vio, preguntó.

—Planes alternativos —le respondí tecleando en mi ordenador.

—¿Sola?  —insistió en saber.

—No es cosa tuya, Bruno, somos compañeros, y no llegamos ni a amigos. Hemos follado, muy bien, pero no creo que vayas preguntando a todas las que te follas de la redacción si vamos solas de vacaciones. Así que déjame en paz.

Seguía cabreada, por supuesto. Me jodían dos cosas básicamente. Que él fuera capaz de tirarse a otras, y la segunda, que yo no.

—Parece que me haya follado a medio barco —su tono irónico me superaba.

—Voy a pedirte una cosa Bruno, solo una —me miró con interés—. De aquí al viernes, no me dirijas la palabra.

Me puse los cascos y di por terminada la charla. Me quitó uno de los cascos de un tirón.

—No entiendo ese cabreo, ¿me he perdido algo?

Esa vez fui yo la que me reí sarcásticamente. Te has perdido entre las piernas de Natalia cabrón. Olvídame.

Durante el resto de la semana volví a evitarlo como si tuviera la peste, a ignorarlo en las conversaciones y a pasar de él como si no existiera. No dejé de ir a desayunar o a comer con mis compañeros, pero rehuí de él.

Quien no dejaba de perseguirlo era Natalia, quien supongo quería repetir, si no es que habían empezado algo, claro. Y el viernes a mediodía, en El Café, estalló la bomba…

—Daniela, ¿has mirado el WhatsApp? —preguntó Sofía dándome un codazo.

—¿Qué pasa? —preguntó Toni a mí lado.

—En el grupo del curro, Carla ha colgado una foto…

¿Una foto? ¿Y qué? En ese grupo siempre se estaban colgando fotos y paridas de aquellas que circulaban por la red.

Toni cogió su móvil, abrió el WhatsApp y de reojo vi la foto. Dos personas en una cama, tumbados y ella desnuda. ¡La hostia!

—¡Joder! —exclamó Toni.

—¡Carla! —exclamó Bruno con el móvil en la mano.

La mesa entera la miró y ella como si no hubiera roto un plato.

—¿Qué cojones es esto?

Murmullos en la mesa y todos sacando el móvil o mirando el del vecino. Me crucé de brazos para disfrutar de la función. Supuse que no todos sabían que aquellos dos se habían acostado juntos. Mmm, saborear la venganza… y además me la ofrecía mi archi-enemiga. Perfecto.

—Bruno, cariño, una foto muy mona del trasero de Natalia, o ¿no lo ves?

Todos le rieron la gracia, yo incluida.

—¿Quién hizo esta foto? —preguntó Bruno cabreado y nadie habló.

A ver, solo podían haber sido unos pocos pero supuse que si no salía el culpable, nadie acusaría al resto. Éramos colegas y entre colegas uno no se putea. Y total, era una foto con el culo de Natalia, a la que muchos no tragaban. A Bruno no se le veía nada, aparte de su ancha espalda y la forma de su duro trasero.

Si la foto había llegado hasta Carla, supuse que había sido Álex o quizás Ruth, no podía ser nadie más. Toni se lo hubiera dicho y parecía no saber ni que Bruno había estado en la cama con ella. Sofía y Santi tampoco, sino yo hubiera visto esa foto mucho antes. 

Bruno me miró unos segundos, esperando mi cara de sorprendida o de enfadada, no lo sé.

—Bonito culo —le solté como si nada y todos rieron—. Gracias por compartir, Carla.

Mi tono tranquilo puso a Bruno en alerta y entendió que yo ya sabía algo del tema. ¿Pero acaso no lo esperaba? Estaba Sofía por allí, joder.

—¿Y se puede saber qué coño haces conmigo en la cama? —preguntó Bruno alterado a Natalia.

Callamos todos, y yo lo miré sorprendida, esta vez sí.

Natalia enrojeció como un tomate y balbuceó no sé qué. Algo así como no me acuerdo…

—Pues yo sí me acuerdo Natalia, y cuando me metí en esa cama, estaba solo.

Sofía me dio otro de sus codazos y yo cerré la boca de la sorpresa. ¿¿Solo??

—Pues Bruno, en la foto parece… —empezó a decir Carla con su tono de repipi.

—Carla, me parece lamentable que la rabia te lleve a hacer este tipo de cosas —Bruno se levantó de la mesa y nos miró a todos—. Sois una panda de hipócritas.

Y se fue. Cabreado con todos nosotros.

—¿Se levantó primero Natalia? —le pregunté a Sofía, sabiendo la respuesta.

—Sí, mucho antes.

Vaya, vaya, aquella petarda se había metido en su cama y él sin enterarse. Lógicamente me alegré de que no fuera verdad. Mucho.

Cuando llegamos a la redacción, Bruno estaba en el despacho de Jaime.

—Este tío es capaz de irse —dijo alguien entrando.

¿Irse?

Bruno salió al cabo de una media hora y se sentó para cerrar su ordenador y largarse sin decir nada a nadie, ni a Toni, quien sabía que no haría jamás algo así y menos al hermano de su chica.

Me dieron ganas de levantarme y no sé, darle un achuchón fuerte y decirle vamos, ha sido una tontería, no hagas caso que en dos días nadie piensa en ello. Pero me quedé sentada, viendo cómo se iba. Y no lo iba a ver en muchos días.

Por la noche le explicamos el cotilleo a Martín, durante la cena y flipó, qué menos. Sofía se disculpó conmigo, diciendo que había juzgado demasiado pronto a Bruno, que ni se le había pasado por la cabeza que a la tonta de Natalia se le ocurriera hacer algo así.

—Bueno Daniela, has hecho lo mismo que Bruno cuando me vio en pelotas —soltó Martín como si nada.

—Sí, claro, igualito.

—Parecido —reconoció Sofía—. Y yo he sido la primera en creerlo.

—Da igual, si no es esta, será otra.

—El sábado aquel se fue solo Daniela —dijo Sofía como si se acordara de algo de repente.

—¿No se fue con aquella? —pregunté extrañada.

—No, me dijo Santi que se fue agobiado y solo.

Martín y Sofía me miraron.

—¿Qué?

Joder, ni con una ni con la otra. Y yo con un cabreo de dos pares.

—A ver, si estaba con una tía y desaparece, ¿qué queréis que piense?

—A ver, si estás con Martín en pelotas, ¿qué quieres que piense?

Jodida Sofía.

—Vale, ya está.

—Sí, señorita Sánchez —Sofía me nombraba así cuando yo no quería entrar en razón.

“Ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos, ¿cuántas veces hemos oído esa frase? Y es muy cierta. Juzgamos sin saber o sin querer saber. Nos ahorraríamos muchos enfados y malos ratos simplemente preguntando, pero da la impresión que nos gusta el mal rollito y que ser una Drama Queen está de moda. Vamos a darle la vuelta a la tortilla, chicas. ¿Qué algo te molesta? No lo calles. ¿Qué dudas de que miente? Dilo. ¿Qué no lo tienes claro? Pregunta. Y me da igual si es mi pareja, mi amiga del alma o el vecino de enfrente. Seguro que nos va mucho mejor. Recordad: hablando se entiende la gente.” @danielatuespacio.

Y sí, vale, me había equivocado, pero él se había equivocado primero conmigo y ni siquiera se había planteado que podía haber sido un error. Así que no había más que hablar. Ahora tenía por delante unos días de vacaciones, en los que iba a desconectar al cien por cien. Ya me había buscado plan, evidentemente. Un grupo de amigos habían planeado pasar unos días en la montaña, yendo de albergue en albergue. Una semanita de aire puro me iría bien. Y así fue. Porque cuando llegué a Madrid, me sentía fuerte, con ganas de comerme el mundo de nuevo y segura de mí misma.

¿Sobre Bruno? Había asimilado que seguía en algún rincón de mi mente, pero dejar de verlo constantemente era lo que necesitaba para que no fuera el protagonista de mi universo. Estaba segura de que con un par de semanas más, lo vería como un compañero, al que me había tirado, sí, y con el que podría haber tenido algo más, vale, pero ahora ya no era lo principal en mi cabeza.

Incluso, allí en la escapada, me había acostado con un chico. No había sido para tirar cohetes, pero por algo se empezaba. A parte que, hacerlo detrás de unos baños, con el culo helado, no era la mejor opción.

El fin de semana antes de currar, concretamente el sábado, cené con Martín, Eli y Sofía. Eli, la amiga de Martín, era cachonda por naturaleza y nos reíamos con ella una barbaridad. No le pregunté a Martín si ella sabía algo de lo que había pasado entre nosotros, pero si lo sabía parecía no importarle, porque me tenía un cariño especial, como si el cariño de Martín la llevara a acercarse a mí. Me gustaba, mucho, y me gustaba la idea de que Martín estuviera con una chica como ella.

—Vamos Martín, sácanos un poco ¿no? Nos tienes aquí encerradas con tu delantal de flores —Eli lo besuqueó y yo me reí por sus palabras—. Daniela, ¿salimos?

—¿Los tres? —pregunté.

—Solas no os dejo ni “jartovino”.

Nos reímos con él y nos fuimos a Somnis, aprovechando que tenía el pase vip que me había dado Bruno en su día, y animamos a Sofía y a Santi a ir con nosotros.

Al entrar, sin poderlo evitar, me acordé de Bruno y le pregunté a Sofía por primera vez. Ella no había hecho ningún comentario sobre él por orden expresa mía. Le pregunté si ya se le había pasado el mosqueo de la foto, de aquello ya hacía más de una semana y Sofía me dijo que el lunes mismo Álex le pidió un millón de disculpas por hacer la foto. Se excusó diciendo que la hizo por hacer el tonto. Bruno lo perdonó. El resto, también fueron hablando con él: Natalia por meterse en su cama, Carla por ser tan vengativa y los demás por el cachondeo. Total, que las cosas habían vuelto a su cauce y la calma había vuelto a la redacción.

—Pero creo que te echa de menos —me dijo dando un sorbo a su gin-tonic.

—¿Qué dices?  —no sabía si había oído bien.

—Sí, chica, está como apagado. No sé. Santi y Toni dicen que le faltas tú. Y Toni…sabe cosas, ya sabes por quién.

La miré pensando que me gustaba lo que oía pero debía quitarme de la cabeza a Bruno.

—Bueno, a ver si cuando volvamos a currar juntos, las cosas están mejor.

Quería estar bien con él, a ver, no en el sentido que me gustaría realmente, pero al menos poder tener una conversación normal, sin puyas ni cabreos. Y yo sabía que el tiempo jugaba a mi favor porque yo era de las que a medida que pasaban los días, iba dejando de lado mi enfado.

Esperaba que él también volviera del mismo modo.

Ir a la siguiente página

Report Page