@daniela

@daniela


Lo tenemos claro

Página 39 de 45

—No te ha gustado… —dijo con el ceño fruncido.

—Ehm, no, qué va… me encanta, pero un mensaje de Paola me ha desconcentrado.

—Joder, que pesadilla.

—Decía algo sobre que viene el viernes...

—¿Cómo? —Bruno me miró incrédulo y esperando que yo bromeara.

Alcé las cejas a modo de: es lo que he leído. Resopló y apartó la comida del fuego para dirigirse hacia el ordenador. Lo esperé allí observando lo impecable que estaba su cocina, al estilo Martín, y cuando entró lo hizo maldiciendo a Paola.

—¿Te puedes creer que viene sin preguntar? Yo no lo entiendo, no entiendo esa obstinación.

—Lucha por algo que quiere —dije defendiéndola no sé porque.

—No, Daniela, ella sabe que no tiene ninguna opción. Es…es como Julen, ¿entiendes? —Lo dijo algo picado conmigo.

—Sí, sí, perdona.

—Joder, perdóname tú, pero es que esta mujer me saca de mis casillas. Yo ya no sé cómo hacer para que lo entienda.

Puso la comida en el fuego de nuevo.

—Pues nada, otra vez a hablar de lo mismo. Debería mandarla a la mierda.

Estaba cabreado y me acerqué a él. Lo abracé por la espalda y Bruno se relajó.

—Lo siento, no quiero meterte en estos marrones.

—No pasa nada —le dije sintiendo su perfume.

Bruno se giró y cogió mi cintura. Nos miramos con una sonrisa en los labios.

—¿Pongo la mesa? —le pregunté con sus ojos en mis labios.

—Ehm, sí…

Se acercó despacio y me dio un suave beso.

—No lo he podido evitar —susurró.

—¿Y por qué lo quieres evitar? —pregunté del mismo modo.

—Dudo que me conforme solo con un beso —su voz grave se coló en mi ropa interior.

Ufff.

—Inconformista —le dije besándolo yo ésta vez y soltándome de sus manos para ir a poner la mesa—. ¿Puedo poner música?

—Sí, tú misma.

Enchufé el iPod de Bruno en el altavoz y puse la radio. Sonaba una de Justin Bieber. Fui haciendo viajes de la cocina a la terraza y viceversa mientras Bruno terminaba de preparar la ternera con salsa de setas. Qué suerte estar rodeada de hombres que sabían cocinar. Me reí al escuchar al locutor nombrar a Meghan Trainor y su nueva canción No, porque pensé en Eli bailando y en Martín flipando con nosotras. Comencé a cantarla flojo pero me animé y subí el volumen mientras el cuerpo se me iba solo con el ritmo, bailando con sensualidad, a mi bola. Sin acordarme de que Bruno estaba a un metro de mí, loca del coño.

Noté su mano en mi cintura y su sexo pegarse al principio de mi espalda. Bruno bailó conmigo, siguiendo mi ritmo. Cuando terminó la canción me giró hacia él y podía notar su erección perfectamente.

—¿Quién era esta?

—Meghan Trainor.

—Joder, Daniela…

—¿Te pasa algo? —le pregunté divertida.

—Estabas tan sexi…

Acercó su boca a la mía pero se quedó a un centímetro.

—Tan deseable…

Levanté la punta de mis pies para llegar a sus labios y Bruno me abrazó subiéndome un poco. Me cogí de su cuello y nos besamos en la boca. Nos miramos sonriendo.

—¿Cenamos? —preguntó indeciso y asentí con la cabeza.

—Si no como, me pongo de mal humor —le dije medio riendo.

—Entonces mejor cenamos.

La comida riquísima y la compañía más, ¿qué decir? Tonteo, coqueteo y risas por todos los rincones de la terraza de Bruno. Una botella de vino del bueno entre los dos y estábamos achispados, no sé si por sentirnos cerca otra vez el uno del otro o por el líquido negro que entraba demasiado bien. Estás muy guapa, ¿lo sabes? Y tú muy bueno, ¿te lo he dicho ya? Y más risotadas de aquellas.

Le ayudé a recoger y a dejarlo todo bien puestecito, pero me obligó a sentarme mientras preparaba el café. Me recosté en una de aquellas hamacas de teca y miré el cielo. Una noche clara en la que se veían las estrellas sin problema alguno. Suspiré satisfecha, por estar dónde quería estar. ¿Qué mejor sensación que aquella?

Tomamos el café tranquilamente y charlando sobre lo que había leído de su libro. Seguía pareciéndome increíble que fuera tan creativo y que sus personajes pisaran tan fuerte en tu cabeza cuando los leías. Tenía incluso algún trozo de conversación de ellos en mi mente. Le pedí poder leer el resto, ¿otro día? Me miró sonriendo y me dijo que cuando quisiera.

—Lectura y cena, eres todo un señor —le dije burlándome.

Me miró levantando sus cejas.

—Ven —ordenó con voz suave.

Me senté entre sus piernas, en la hamaca, y me recosté en su pecho. Algo se aceleró dentro de mí, como si al tenerlo tan cerca mi cuerpo reaccionará al segundo. Lo curioso era que también notaba su corazón algo acelerado…

—Daniela…

—¿Mmmm?

Estaba en la gloria, sintiendo sus dedos entre mi pelo, viendo las estrellas y sintiendo el calor de su cuerpo duro.

—No sé qué hacer contigo.

—¿A qué te refieres? —me giré para verle los ojos.

Nos miramos fijamente.

—No eres como ninguna chica que haya conocido antes y me tienes…desconcertado. Te acercas y te alejas de mí constantemente. Sé que huyes de las relaciones pero a la vez me parece que quieres algo de mí.

Me quedé callada y pensando en sus palabras. No le faltaba razón aunque no sabía que quien me había separado radicalmente de él, había sido él mismo, con la historia de Martín en bolas.

—Me lo voy a tomar como un piropo  —le sonreí—. Y, bueno, ¿qué quieres? Yo también estoy desconcertada contigo y con esto…bueno, lo que sea esto nuestro.

—Esto nuestro, suena bien —dijo con su media sonrisa—. Así pues ¿hay un algo nuestro?

Me reí por su pregunta.

—Bruno, no me líes.

—Eso me gustaría, liarte, volverte loca, tanto que acabaras pidiéndome que fuera tu…

Me besó el cuello a conciencia y uffffff.

—¿Tu qué? —pregunté en un gemido.

—Pareja, novio, chico, amante, cariño, churri…

Nos reímos los dos por su retahíla de palabras en referencia al tema.

—Entonces, ¿se trata de poner un nombre?

—No, Daniela, se trata de saber qué quieres tú.

Me giré y me senté encima de él, rozando inevitablemente nuestros sexos. Yo llevaba una de mis falditas.

—¿Tú lo tienes claro?

—Yo sí, aunque ahora mismo mi sangre no esté en mi cerebro.

Soltamos los dos una buena carcajada. Me gustaba lo que oía: Bruno quería algo conmigo.

—Yo estoy donde quiero ahora mismo —le dije mirando sus preciosos ojos negros.

Me acerqué a su boca y le di un leve mordisco.

—¿Y después? —preguntó serio.

—Seguiré aquí.

Volví a besarlo, con calma, saboreando sus labios hasta que los entreabrió y me ofreció su boca. Rozamos nuestras lenguas y las enredamos, jugueteando, reencontrándonos y degustando la calidez del otro. Madre mía, cuánto echaba de menos su boca, su lengua, sus labios, aquellos mordiscos y lamidas mutuas.

Me separé un poco para coger aire y nos miramos con esa intensidad que me dejaba sin respiración. Joder, Bruno me tenía ida.

—Nena, me vuelves loco…

Seguimos besándonos como si quisiéramos recuperar los besos perdidos.

—Bruno, me encantas…

No dejamos de decirnos cosas mientras nos besábamos hasta que nuestras manos tocaron nuestros respectivos sexos. Gemimos al sentirnos. Bajé su cremallera y se la saqué, rozándola con cuidado. Ufff, su piel tersa, suave… no había nada mejor en el mundo que sentirlo tan cerca.

Nos miramos con deseo. Un deseo contenido de hacía demasiados días y… noches. Me despojé del tanga con rapidez y rozamos de nuevo nuestros sexos, soltando gruñidos de placer. Subió mi camiseta, admirando mi cuerpo, y bajó la copa de mi sujetador para besar mis pechos. Lo cogí del cuello y él de mis nalgas. Nos sonreímos otra vez. Sacó un preservativo y se lo colocó mientras yo le miraba con deseo. Bruno entró despacio, mirándonos de aquella manera que no hacían falta palabras de ningún tipo. Eché mi cabeza hacia atrás, sintiéndolo. No solo su pene, sino a Bruno. Porque Bruno no follaba, Bruno ponía los cinco sentidos en lo que hacía y hablaba a través del sexo.

—Bruno…

Sentí las mil maravillas revoloteando dentro de mi cuerpo. ¿Era posible tanto placer?

—Daniela…

Comenzamos a movernos con lentitud y en sincronía. Su sexo rozaba el mío a la vez que iba penetrándome sin prisas. Ufff, estaba algo apurada porque lo había fantaseado en demasiadas ocasiones en los últimos días.

—Nena…

Bruno notó mi humedad y empezó a empujar más fuerte con pequeños gruñidos. Gemimos los dos, sabiendo que llegábamos al final.

—Bruno —le nombré apurada.

—¿Qué?

—Yo…también… —le dije notando el principio de mi orgasmo.

—¡Dios nena! —empujó fuerte y nos corrimos a la vez gimiendo y gritando nuestros nombres hasta acabar en un apretado abrazo.

Yo también lo tengo claro...

Ir a la siguiente página

Report Page