@daniela

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Feliz cumpleaños Sofy

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Feliz cumpleaños Sofy

 

 

Una declaración sin condiciones. Bandera blanca, Dani. Reconócelo. Estás enamorada de él. Bruno, con su labia, su risa, sus ojos, su pose de niño bueno, te ha calado hondo. Le has abierto la puerta y ha entrado a lo grande. Arrasando con todos tus prejuicios sobre el amor. Pero ¿sabes qué? Que me gusta este sentimiento. Que soy feliz. Que me llena. Que no quiero que termine nunca. Que le quiero.

Iba pensando aquello mientras lo veía dormir, con sus largas pestañas, aquella nariz recta, su boca marcada y sus apetitosos labios, esas mechas cayéndole por la cara y su brazo por delante... Estaba para comérselo. Y eso fue lo que hice, bueno, parte de él.

Me deslicé con cuidado por entre las sábanas y con un movimiento rápido, para que no reaccionara, me la metí en la boca. ¿No le gustaba ser creativo? Pues a mí también.

Se despertó y se movió un poco.

—¿Daniela?

No le respondí y seguí lamiendo la suave piel de su polla, despacio y saboreándola como si fuera un helado. Una lamida. Y Bruno retiró la sábana. Nena... Otra lamida. Lo miré a los ojos y le sonreí con mi mirada. Otra más...Buenos días Abreu... La introduje de nuevo, succionando y sin dejar de mirarlo. Estaba medio dormido y excitado. Una combinación exquisita en su cara. ¿Has dormido bien?, seguí lamiendo y él dijo un sí jadeando. Vamos a jugar a las preguntitas Bruno, si pierdes te quedas con las ganas. Seguí lamiendo a conciencia. ¿Aceptas? Volvió a decir un sí parecido.

—¿Quieres que siga?

—Sí...no pares...

Sus jadeos y su respiración entrecortada me ponían a mil. Inevitablemente mojé mis braguitas.

—¿Te masturbas pensando en mí?

—Sí...

—¿Desde cuándo?

Bruno medio sonrió.

—Desde el día uno.

Ufff.

—¿Estás mintiendo?

—No, es verdad. Tus faldas, tus piernas, tu boca...me tenían loco.

Madre mía. Mis braguitas estaban a punto de desintegrarse. Apreté su pene con mí mano y comencé a entrarla en mi boca con más velocidad y hasta el fondo, casi ahogándome. Bruno lo notó y gruñó mi nombre. No me detuve, ni un segundo, aun sabiendo que Bruno era de los que tardaban en correrse.

—Nena...Daniela...Dios...

Moví también mi mano, acompasada con mi boca, mirando sus ojos oscuros de placer. Y de repente noté como se tensaba su sexo en mi lengua, para dar paso a su orgasmo. Bruno la sacó de repente, no me lo esperaba, y se corrió en mi cara. Gimió mi nombre varias veces mientras recorrió mis mejillas y yo lo miraba extasiada. Joderrrrrrrrrrrrrrrrrr.

—Dios Daniela...me matas...

De un salto me fui al baño a quitarme el pringue ese y sonreí porque con Bruno una no podía planificar ni una mamada. Me miré en el espejo y me reí. Anda que... Mientras me limpiaba, apareció por detrás.

—¿Así das tú los buenos días, señorita Sánchez? —me abrazó por la cintura y me envolvió con su cuerpo besando mi cuello.

—Son los buenos días especiales —le dije con una gran sonrisa.

—Daniela, ¿soy el primero, en serio?

Lo miré por el espejo y le respondí mirándolo, más seria. Él esperaba mí respuesta.

—Claro, no he salido con nadie, nunca. Y no dormía con nadie, tampoco.

—Pues tus buenos días son de diez —nos reímos los dos hasta que Bruno metió un dedo por mis braguitas, por detrás, buscando mis labios y mi humedad—. Joder, cómo estás...

Gemí un poco.

—¿Cómo quieres que esté?

—Preparada para mí...eso me encanta...me pone muy tonto...

Noté su erección en el principio de mi espalda. Otra vez a punto. Apartó mis braguitas a un lado y me rozó con su sexo. Dios...

—Mírame... —me lo decía a través del espejo—. Míranos...

Bruno se puso un poco de lado y pude observar su sexo junto al mío, nuestros cuerpos y su boca en mi cuello.

—Mira nena...

Sus manos en mi cintura y su pene que entraba despacio. Lo vi desaparecer en mi cuerpo. Sus músculos tensos. Sus manos reteniendo su fuerza. Y Bruno mordiendo su labio. No podía dejar de mirarlo, de forma casi hipnótica. Entrando y saliendo. Nos miramos a los ojos unos segundos y Bruno medio sonrió poniendo cara de vicio. Apreté mis dientes e intenté no dejarme ir porque me correría en dos segundos si continuaba así. Quería sentirlo un poco más.

—Daniela...

Me mordisqueó la espalda y después me dio una palmada suave en el culo.

—Daniela...tengo que pedirte algo...

Lo miré sorprendida y él aceleró el ritmo.

—¿Qué? —logré decir antes de empezar a sentir que venía otro de aquellos sublimes orgasmos.

—Nena —oí que me decía—. Dime que sí —su tono era suave, controlado y como si estuviera sentado en la barra del bar diciéndome todo aquello.

¿Sí a qué?

Me cogió más fuerte de las caderas y aceleró más. Dios. Nos miramos un momento antes de sentir las convulsiones por todo el cuerpo.

—Dímelo...

—Sí...sí...

Sí a lo que quieras, por Dios.

Cerré los ojos dejando que sus embestidas incrementaran mi placer hasta tal punto que acabé casi gritando su nombre. Bruno se corrió dentro de mí, con una furia controlada, gimiendo y diciendo algún que otro taco, al estilo Bruno.

Me abrazó con cariño y me sonrió al espejo, todavía dentro de mí. Nos duchamos juntos y seguimos con los mimos en la cama: besos dulces y caricias tiernas.

—¿Se puede saber a qué he dicho sí? —tenía curiosidad.

—Has dicho sí a tocar el cielo con tus manos.

Lo miré sonriendo.

—Has dicho sí a todo Daniela. A salir conmigo, a ser mi amiga, a ser mi compañera de vida y a probar cosas...

—Mmmm, vale, me gusta.

—Quería saber cuánto confías en mí.

—¿Y tú confías en mí?

—Me das miedo, a veces, porque llevas toda una vida peleada con el romanticismo y eso es difícil de cambiar de un día para otro, pero quiero confiar en ti.

—No te engañaría Bruno —le dije con firmeza. No era mi estilo aunque no hubiera salido jamás con nadie.

Él me miró pensativo.

—No es solo eso Daniela, es todo lo demás. Tener una relación implica muchas más cosas.

—Lo sé y son esas cosas que no he querido hasta hoy. Contigo es... distinto. Quiero estar contigo.

Nos miramos con una sonrisa en los ojos.

—Eres increíble, ¿lo sabes?

—Ufff, te como...

Estampé mis labios en los suyos y nos reímos otra vez.

Desayunamos juntos y poco después Paola lo llamó. Estaba en el portal de Bruno, esperándolo. Se iba. Había logrado adelantar el vuelo y se marchaba en un par de horas. Genial, ¿no?

Quedamos en vernos por la noche, en el cumple de Sofía. Yo tenía el día súper ocupado con la fiesta: comida, bebida, decoración, viajes al pub,... A Sofía le fue bien estar tan liada porque así no tuvo tiempo de lamentarse por lo ocurrido, aunque ella no era de las que se recreaban en sus desgracias. Al mal tiempo buena cara, decía normalmente.

El pub de Alejandro, el primo de Sofía, estaba en Chueca, entre garitos de todo tipo: bares de toda la vida, pubs de diferentes estilos musicales, coctelerías y algún que otro cabaret. Alejandro nos ayudó con todo el percal. Eli llegó un poco más tarde y también nos echó un cable. Al verla me sentí mal, como si tuviera la obligación moral de decirle lo que había visto en la vinacoteca.

—¿Y este morenazo? —preguntó Eli.

—¿Alejandro? Es guapo a rabiar el tío...pero es gay nena, o sea que...

—Vaya hombre.

Nos reímos y se lo presenté.

—Pero chica, qué voz tan sexi tiene ¿no?

—Sí, es locutor de radio también.

La verdad es que Alejandro era un bombón, pero solo para mirar. Siempre le había dicho que si cambiaba de idea me llamara, bromeando, claro. Bueno, o no bromeando tanto porque no me hubiera importado, en su día, montármelo con él.

—¿Qué habláis tanto? —Martín apareció de la nada.

—¿Puedo hablar contigo? —pregunté queriendo quitarme ese peso de encima.

Nos apartamos de los demás, mientras inflábamos algunos globos.

—¿Qué? —preguntó él.

—Te lo montaste con la prima —confirmé más que preguntar.

—¿Celosa? —preguntó con su sonrisa de ligón.

—Yo no, ¿pero qué dirá ella?

—Eli sabe lo que hay, no estamos saliendo ni nada por el estilo.

—Vale, muy bien, una relación abierta, pero ¿con la prima, Martín? Joder, ¿no?

—Que puritana te estás volviendo, ese Bruno...

—Él no tiene nada que ver, no lo metas porque estamos hablando de ti. Eli es una chica muy maja, no me gustaría que acabara llorando por tu culpa.

Martín me miró con el ceño fruncido. Seguidamente giró la vista hacia ella.

—Vale, sí, tienes algo de razón.

Por su tono no supe si me daba la razón para zanjar el tema o si realmente había visto que se había pasado tres pueblos.

—¿Están esos globos?  —nos preguntó Lorena.

Llegó la hora de la fiesta y la gente empezó a llegar: los de la revista, amigas de la universidad, amigas de toda la vida, etc. Mucha gente, pero eso ya lo sabíamos. Sofía estaba radiante, guapa y con ganas de pasarlo bien. Yo andaba algo preocupada todavía por todo aquello, sobre todo después de hablarlo con Bruno porque él tampoco entendía el objetivo de aquella putada.

Cuando lo vi entrar, me dio un vuelco el corazón, tal cual. Como si llevara días sin verlo. Algo curioso. Nos sonreímos y vino directo hacia mí. Estaba charlando con Alejandro y su pareja, Leo. Me colgué de su cuello, sin pensar que estaban allí los del curro. Me dio un beso en los labios, abrazándome.

—¿Ligando nena?

—¿Cómo lo sabes?  —le seguí la broma.

—Porque te veo con los dos tíos más guapos del pub.

—¿Te parecen guapos?

—Lo son, no es que me lo parezcan.

—¿Quieres probar cosas nuevas Bruno?

Me miró alzando las cejas, divertido.

—Daniela, ¿con tres tíos? Qué rápido vamos ¿no?

Nos reímos los dos.

—Creo que no me has entendido.

Lo cogí de la mano y les presenté a Alejandro y Leo. Lógicamente, y como era de esperar, aquellos dos le dieron un buen repaso a mi compañero, cosa que él notó al momento. Apretó mis dedos y me reí.

—Creo que paso de probar cosas nuevas —me susurró al oído disimuladamente y no pude para de reír.

Bruno fue saludando al personal que había por allí, Carla y Natalia incluidas. Sonreían pero con cierta mueca que no podían disimular demasiado bien. En fin.

Cuando estuvimos todos, Sofía propuso un brindis y nos invitó a una copa.

—¡¡Por Sofía!!

Y continuó la fiesta: música, alcohol, risas, conversaciones varias... Bruno y yo íbamos y veníamos, sin dejar de echarnos miraditas y sonrisillas. Me gustaba que no fuera uno de aquellos tipos que no te dejan ni respirar, ¿estábamos hechos el uno para el otro? Podía ser...

Las doce de la noche, la hora de los vampiros, decía Martín con su sonrisa de ligón. Eli le dio un codazo y nos reímos. La verdad era que el local estaba hasta los topes, en parte gracias a nosotros que éramos unos cuarenta. La fiesta no era muy íntima que digamos, pero estábamos a gusto, y a Sofía la veía súper contenta, rodeada de los suyos y junto a Santi.

Y llegó la hora de los regalos.

Los del curro le regalamos unos pendientes y una pulsera de Folli Follie, que sabíamos que le pirraban. Un grupo de amigas unos zapatos, otras un bolso y nos tocó el turno a Lorena, Martín y a mí. Le pasamos un sobre y cuando vio el vale para un viaje para dos a Nueva York: una semana, avión y hotel, nos miró casi llorando y nos dimos un apretón entre los cuatro.

Bruno se fue al baño y yo me quedé con Sofía y Lorena, hablando sobre el viaje. ¿Con quién irás? Está claro con quién, Lorena, no será contigo, jodida... Nos reímos felices, bueno, yo dejé de reír en cuanto empecé a ver que un chico repartía unos papeles por el local. ¿Y eso? Al segundo, me di cuenta de que la gente nos miraba. Todo ocurrió a la velocidad de la luz. Más papeles, a los del curro, caras extrañas y sorprendidas...

—¿Sofía? —nos giramos las tres y vimos a un chico desconocido que le ofrecía un sobre—. De parte de Julen.

Nos miramos las tres, confundidas, y yo centré mi atención en aquello. Se lo quité de las manos y aquel tipo se fue rápido.

—Ábrelo —me indicó Sofía.

Dentro había fotos, de tamaño estándar: Sofía desnuda con un tío encima de ella. En otra sobándola. En la tercera besándola, joder, por Dios... Las tres nos quedamos mudas mientras yo las iba pasando. Miré un segundo al personal y me di cuenta de que tenían en sus manos lo mismo que nosotras: a Sofía con aquel tío. En la última, donde ella salía con la polla de aquel asqueroso en su boca, vi que había algo escrito detrás. “Sofy te espero en la esquina de Tay´s, sola, o habrá más consecuencias, tú misma”. Hijo de puta.

Salí de allí inmediatamente, sin pasarle la foto a Sofía y sin pensar en nada más que en encararme con Julen. Sabía que era él por lo de Sofy, sólo él escribía su nombre con la i griega.  El pub Tay´s estaba cerca y pasé por delante como un huracán, yendo hacia aquella esquina que daba a una pequeña calle más solitaria. Solo pensaba en ver la cara del imbécil de él y así fue. En la otra punta de la calle, apoyado en una de las paredes, fumando con un par de amigos.

—¡Eres un hijo de puta Julen! —le grité yendo hacia él.

Los tres se giraron para mirarme. Me acerqué corriendo y me puse frente a él. Le di un empujón y se le cayó el cigarro de la mano.

—¿Y Sofía? —preguntó con rabia.

—No vendrá gilipollas, ni ahora ni nunca, ¡nunca!, ¿me oyes? Sofía no te quiere, y ahora te va a odiar toda tu puta vida. Estás loco tío. ¿Qué cojones es esto? —le mostré la foto y él sonrió.

—Estaba guapísima...

Lo miré flipada.

—¡Te va a caer una buena! Me voy a encargar de que Sofía te meta un puro de dos pares de narices...

Julen me soltó una hostia, pero de las buenas, en toda la cara y sentí el escozor de sus dedos en mi mejilla. Me giró la cara, literalmente y seguidamente me hizo mirarlo, cogiendo mi cara. Del dolor tuve ganas de llorar pero me tragué con rapidez aquellas lágrimas.

—Te he ido avisando Daniela, eres una zorra entrometida.

—Suéltame —le dije rabiosa.

Julen me empujó hacia la pared y atrapó mis manos con una sola de las suyas. Me miró y vi sus ojos vidriosos. Conocía esa mirada en los chicos: deseo. Cerré un segundo los ojos, pensando cómo salir de allí, pero lo tenía jodido. No había pensado que Julen era capaz de todo cuando había salido corriendo del pub.

Me tapó la boca con un pañuelo con un olor agradable pero que no reconocí. Al momento sentí ardor en la boca y un ligero zumbido en los oídos. Y un embotamiento extraño, como si llevara un pedal del cincuenta pero sin la parte exultante de la borrachera.

—¿Qué es...esto?  —pregunté somnolienta pero consciente de que Julen me había dado algo.

—No te quejes, solo es cloroformo.

Julen pasó mi brazo por su cuello y cogió mi cintura. Como una pareja y dos amigos, andamos hacia la calle paralela, todavía más estrecha y menos transitada. Los oía hablar y reír y decir barbaridades sobre mí, pero no podía reaccionar, como si me pesara todo y no tuviera fuerzas para escapar de las manos de Julen.

—En nada se le pasará el efecto, pero antes de irnos quiero que se lleve un recuerdo. Estoy segura de que esta zorra le ha estado comiendo la cabeza a Sofía, ¿verdad Daniela? Nunca te he caído bien del todo, reconócelo —me apoyó otra vez en la pared.

Noté los dedos de Julen en mí blusa. Joder. Iba desabrochando botones.

—Vigilad chicos —los tres rieron.

—Daniela, ¿recuerdas que te dije que ibas a atragantarte con mi polla?

—Gilipollas...

—Despierta me gustas más. A ver qué tenemos por aquí...

Aquellas palabras me despejaron bastante y sentí que se me iban pasando los efectos de aquella mierda. Como si de una borrachera de cuatro cubatas pasara a una de dos.

—¡No me toques! —le empujé con fuerza y Julen dio un paso atrás.

Volvió a por mí y me dio otro golpe, esta vez en la boca y solté un grito de dolor. Noté el calor de la sangre que empezó a caer por mi labio inferior. Madre mía. Me toqué con los dedos, temblando y los observé, manchados de sangre, pensando que aquello no me estaba pasando a mí. Miré a Julen, muy sorprendida por ser capaz de todo aquello.

—Si vuelves a gritar, te caerá una tras otra —me amenazó con el dedo y como si mi silencio lo cabreará más me cogió del pelo y tiró de él con fuerza echando mi cabeza hacia atrás—. Puta...

¡Dios! Solté otro grito, no lo pude evitar. Me cogió con fuerza de los hombros y me impulsó hacia la pared, golpeando mi espalda con ella. Miles de cristales rotos me rasgaban la piel, o eso me parecía a mí después de aquel impacto.

—Deja de chillar como una zorra —escupió con desprecio.

Apreté los labios para no decir nada, no provocarlo más ni gritar. Me abracé a mí misma, deseando con todas mis fuerzas que se fueran, que Julen me dejara en paz. Sentía mi corazón en el labio y en la mejilla, y la espalda me dolía horrores. Una lágrima salió sin querer y agaché la cabeza, no quería darle más motivos para meterse conmigo.

—¿Nos vamos Julen?  —preguntó uno de aquellos.

—La estarán buscando y vendrán —le avisó el otro.

—Coged el coche, ahora voy —les ordenó.

Seguí con la vista en el suelo, esperando que se fuera. Me levantó otra vez la cara, con sus dedos apretando en mi mejilla ardiendo. La sangre seguía cayendo por mi labio y se pringó los dedos.

—Qué asco —dijo y se limpió en el pantalón.

De repente apoyó su sexo en el mío. Me tapó la boca con su mano y me moví todo lo que pude para lograr salir de la presión de su cuerpo pero no podía mover ochenta quilos de peso. Empecé a llorar de impotencia, de dolor, de angustia, de rabia.

Oí que algo crujía cerca de mi cara y de repente Julen gritó, y me vi liberada de él.

—¡¡Hijo de puta!! —era Martín.

Abrí los ojos y vi a Bruno.

—Daniela... —su tono de preocupación me llegó al alma.

Me abrazó y yo lo cogí con fuerza, como si temiera que fuera un sueño. Olí su perfume. Me quejé cuando pasó su mano por la parte alta de mi espalda y Bruno me cogió de más abajo.

—¡Cabrón, cabrón de mierda, eres un mierda...! —era Martín de nuevo.

—¡Martín, para!  —Le pidió Santi.

—¡¡Martín!! ¡Para, para joder, lo vas a matar! —Y aquella era Eli que venía corriendo.

—Llamo a la poli —oí que decía Santi—. Hola, estamos en la calle...

—¡Martín para joder! Ya está, déjalo, la poli se encargará de él...

Cerré los ojos, enterrando mi cabeza en el pecho de Bruno, y volví a llorar. No solía llorar, lo hacía pocas veces, pero parecía que había dado rienda suelta a algo que no podía parar. Los oía a todos como de muy lejos y a Bruno algo más cerca.

—Nena, estoy contigo, ya está, ¿vale? Daniela, mi niña...

—Daniela, cariño... —Sofía acababa de llegar.

—Enana...

Me dolía la cabeza de la tensión, el labio me rabiaba, la mejilla me palpitaba y tenía un sabor extraño en la boca.

Logré dejar de llorar y abrí los ojos. Bruno me abrochó la camisa y yo le dejé hacer mirando a mí alrededor. Martín cogiendo a Julen. Eli, Santi y Sofía junto a ellos. Vi las luces azules de un par de coches de la policía. A partir de ahí preguntas, muchas, demasiadas. A mí, a todos ellos, y se llevaron a Julen, con la cara marcada por Martín.

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