Daisy

Daisy


Capítulo 11

Página 18 de 46

Tyler no tenía ni idea. No sabía absolutamente nada sobre venados, pero se imaginó que no era lo más apropiado que podía decirle a Daisy.

—Seguro. Simplemente, no está acostumbrado a tener gente cerca —dijo, echando mano de lo primero que se le ocurrió para explicar por qué el condenado animal no se comportaba de la manera en que Daisy esperaba—. Normalmente salen corriendo cuando ven gente.

—Ah —Daisy lo miró pensativa.

—Dejémoslo solo un rato. Puede que coma.

—¿Y si no lo hace?

—Tendré que encontrar algo que le guste.

Cuando abandonaron la cabaña, el sol estaba sobre los árboles.

—Vamos a tener un bonito día —dijo Tyler.

—Pero frío. No parece que se vaya a derretir mucha nieve.

—No, pero será muy bonito.

—¿Crees que tendré que quedarme aquí mucho más tiempo?

—Me gustaría que no lo pensaras en esos términos.

—¿Cómo? —Se había echado la capucha hacia atrás y podía verlo mejor.

—Como si te tuvieras que quedar.

Daisy se hizo sombra con la mano sobre los ojos para impedir que la cegara el resplandor del sol. Miró a Tyler con intensidad.

—Pensé que querías que me fuera.

—Ya no.

—Yo tampoco.

Se miraron durante un largo momento. Daisy fue la primera en moverse. Comenzó a caminar de vuelta a la cabaña.

—Pensé que no te gustaba tener gente a tu alrededor. Zac dice que eres el solitario de la familia.

Tyler la alcanzó.

—A mí me gustan las personas. Lo que pasa es que no las necesito mucho.

—Desde luego, no las necesitas en absoluto, si tienes la intención de quedarte a vivir aquí. —La joven señalaba la cabaña, el cobertizo y las montañas tapizadas de nieve.

—Un hombre tiene necesidades que las personas no pueden satisfacer.

—Lo sé, pero quedarte solo aquí arriba durante meses…

—Déjame mostrarte algo —dijo Tyler y le tendió la mano.

Daisy se quedó inmóvil.

—¿Qué? —preguntó.

—Tendrás que verlo con tus propios ojos.

Daisy no estaba segura de querer seguirlo. Sentía que acompañarlo sería como ceder en cierto sentido, bajar la guardia, dar un paso del que tal vez podría arrepentirse luego. No obstante, había algo irresistible en la sonrisa que esbozaron los labios de Tyler, al igual que en la luz que iluminó sus ojos. Usualmente era tan poco expresivo, tan inconmovible, que era imposible negarse a descubrir qué le causaba tanta emoción.

—No es muy lejos, no tardaremos nada —dijo.

Daisy no estaba preocupada por el tiempo ni por la distancia. No se fiaba del sentimiento que la hacía sonreír, aceptar la invitación y tomarlo de la mano. Sentía una emoción desconocida, un ánimo inquieto y sin control que creía muerto desde hacía mucho tiempo. La asustaba la marejada de excitación que sentía, la expectativa de que estaba cerca de algo especial, algo bueno, algo maravilloso.

Pero ella sabía que eso no era cierto. Hacía tiempo que había aprendido su lección. Y no quería olvidarla ahora. Le había costado mucho aprenderla.

En cierto momento Daisy se preguntó si iban a poder llegar al lugar que Tyler tenía en mente. La nieve era muy espesa y la capa de hielo estaba lo suficientemente dura para aguantarla, quizá no era bastante dura para soportar a Tyler. Sin embargo, él caminaba vigorosamente, abriendo un camino que Daisy podía seguir. Entonces ella se preguntó si había algo que pudiera interponerse en el camino de un hombre así. Si alguien podía lograr que sus sueños se hicieran realidad era Tyler.

Pero de inmediato se dijo que no debía ser tan tonta. El poder físico no se traducía en control del destino, ni era garantía de triunfo en empresas fantásticas. Tyler nunca iba a poder convertir en realidad el sueño de los hoteles si para lograrlo buscaba minas de oro perdidas. Esa era una empresa que necesitaba algo más, algo que los soñadores no tenían.

Sin embargo, no pensaba ya lo mismo después de que la alzara y la cargara a través de un banco de nieve particularmente hondo.

Tyler no le preguntó si podía llevarla en brazos. Tampoco avisó. Simplemente dio media vuelta, la levantó como si fuera una pluma y se enfrentó a un banco de nieve que le llegaba hasta la cintura, como si estuviera caminando sobre nata batida. Nunca le había pasado nada así y la sensación que experimentó la dejó sin aliento. Daisy se sintió ligera, como si fuera casi inmaterial. Al mismo tiempo se sintió maravillosamente contenta. Era como si al no tener los pies sobre el suelo ni ser responsable del movimiento y la dirección de su propio cuerpo, estuviese también libre de cualquier otra responsabilidad.

Se sintió femenina, frágil y gozosamente diminuta.

El optimismo con el que Tyler se enfrentaba a la vida invadió el cuerpo y el alma de la chica. Por unos pocos segundos, sintió que su espíritu se liberaba de las presiones que normalmente lo tenían apabullado. Cosas que jamás consideró que fueran posibles parecían estar al alcance de la mano.

Luego Tyler volvió a ponerla sobre el suelo y el carrusel de la felicidad se detuvo.

—Ya casi llegamos —le dijo, al tiempo que la agarraba de la mano y la ayudaba a avanzar—. Es detrás de esas piedras.

Daisy lo siguió, asombrada por sus repentinos cambios de humor. A duras penas se daba cuenta de que estaba caminando sobre rocas cubiertas de hielo y nieve. Cuando finalmente llegó a la cúspide y se detuvo, una ráfaga de viento helado casi la tumbó. Tyler la agarró de la mano para ayudarla a mantener el equilibrio y luego le pasó el brazo por encima de los hombros y la acercó hacia él.

—Esto era lo que quería que vieras.

Ir a la siguiente página

Report Page