Crystal

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Capítulo 17

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Capítulo 17

 

La atmósfera del apartamento se hallaba sumida en una horrible calma. Sky estaba sentada junto a Zed dejando que él le tomara la mano en un gesto que carecía de todo entusiasmo. Yves le mostraba a Phoenix algo en su computadora como si fueran dos atentos extraños en una biblioteca pública. Trace y Diamond se hallaban sentados en la cocina revisando la lista de los invitados a la boda. Me rompió el corazón oír cómo él le recordaba cuáles eran sus amigos y parientes y ella respondía con susurros. Los hombros pegados, Uriel y Victor se hallaban junto al fregadero, dos hermanos buscando solidaridad ante la horrible suerte que se había ensañado con la felicidad de su familia.

Al verme, el rostro de Uriel se iluminó. Me agradó que alguien me recibiera con alegría.

–Hola, Crystal. ¿Te encuentras bien?

–Sí, gracias. Victor, ¿qué piensas de todo esto? –señalé a las mujeres–. Tú conoces la mente más que yo. No logro entender qué les sucedió.

Victor se frotó la piel áspera de la barbilla. Debido a la dura noche que habían pasado, todos los hermanos tenían aspecto de forajidos.

–Sky me permitió que observara su mente puesto que yo ya había estado antes allí y me resulta familiar. Había tenido lagunas en la memoria causadas por traumas de su infancia pero esto que le hicieron es completamente diferente. No logro acercarme a su verdadero ser.

–Continúa.

–No he podido detectar que le hayan colocado información falsa, más bien me pareció que se trataba de una caja cerrada herméticamente. Cuando levantemos la tapa, no sé si encontraremos algo adentro.

–Ojalá supiera qué ha hecho exactamente la condesa como para poder revertirlo.

–¿Qué recuerdas?

–Cuando ella nos atacó, sentí como si un camión me pasara por encima.

–¿Como mi barredora mental? ¿La que utilicé en el castillo?

–No, fue distinto. Yo pude sentir el poder de tu ataque, tenía un sonido, un zumbido. El de ella fue más parecido a un golpe en la nuca: inesperado, paralizante.

Uriel se sentó de un salto sobre la mesa de mármol.

–Esa anciana es una araña.

–¿Qué quieres decir? –preguntó Xav.

–Las arañas a menudo paralizan a sus víctimas y luego las dejan en reserva…

–Antes de chuparlas y dejarlas secas –concluyó Xav y luego echó una mirada a las chicas–. Dios mío, por favor dime que no son realmente las… cáscaras vacías que aparentan ser. Mis hermanos nunca se recuperarían… ni papá. Sin mencionar cómo se sentirían ellas mismas si lo supieran.

–Lo saben –dije en voz baja al recordar los sollozos de Sky de la noche anterior.

Victor tamborileó los dedos sobre el antebrazo.

–Crystal, en realidad eso me da esperanza. Estaría más preocupado si ellas ignoraran todo lo que han perdido. El cerebro tiene una capacidad de recuperación asombrosa. Fíjense en los que han sufrido infartos… hay tantos casos de traumatismos mentales. Después de todo, tal vez haya algo dentro de esa caja cerrada.

Xav me rodeó con sus brazos.

–No nos obsesionemos tanto con nuestras metáforas. Está bien, la condesa será una araña pero eso no significa que posea todas las habilidades de esos arácnidos. Lo que quiero decir es que no vi que lanzara telas de araña. Es una maldita y patética mujer araña, podemos aplastarla como a un insecto.

–Ojalá –repuse dándole una palmada en el dorso de la mano.

–Sí, podemos. Te tenemos a ti, nuestra exterminadora de arañas. Nuestras mujeres están con nosotros y de nuestro lado. Vamos, no dejaremos que ninguna loca liquide a los Benedict sin presentar pelea.

De pronto, Yves alzó la cabeza.

–Chicos, vengan a ver, esto les va a interesar –había sintonizado un canal de noticias–. Estamos entre las principales noticias.

Nos apiñamos alrededor de la pantalla. Un simpático periodista italiano entrevistaba a la condesa mientras ella se encontraba sentada cómodamente en su antiguo sillón. Vestía de negro y lucía convincentemente frágil, una pobre abuelita conmocionada ante el ataque perpetrado a su casa por jóvenes ordinarios. En ese momento la odié como nunca lo había hecho en toda mi vida.

–¿Qué está diciendo, Crystal? –preguntó Yves.

Escuché unos segundos.

–Está dando su versión de la historia. Dice que el hogar de sus ancestros fue invadido por una banda de campesinos norteamericanos que se opusieron a que ella se relacionara con sus parejas. Lo que quiere decir es que ustedes son xenófobos y están en contra del viejo mundo. La muy zorra también está dando a entender que Victor y Trace aprovecharon sus contactos dentro de la policía para perseguirla solo porque su hijo había sido atrapado en una complicada transacción financiera y arrestado bajo cargos falsos. Trata de dar la idea de que todo esto fue armado para deshonrar a su noble familia.

–¿Y cuál es nuestro móvil? –preguntó Victor.

–Bueno, tú tienes acceso a un importante fondo para fianzas. Está sugiriendo que has estado obteniendo ganancias ilegales de tu trabajo como policía y está pidiendo que te suspendan o te echen.

–¿Ninguna mención del tema savant?

Escuché un poco más. El periodista prácticamente pedía la cabeza de Trace y de Victor.

–No… no. Supongo que eso suscitaría preguntas sobre sus propias habilidades, transformando a una víctima indefensa en alguien más que capaz de cuidarse a sí misma.

Trace se alejó.

–Hemos vivido años sin llamar la atención y ahora, en una sola noche, nos convertimos en una gran noticia. Esto va a arruinar todo.

–Y es lo que ella pretendía –interrumpió Victor.

–Yo creo que se está vengando a la vieja usanza italiana, de manera cruel y absoluta. “Me golpearon donde más me duele, de modo que los voy a hundir por completo”. No es suficiente quitarnos los vínculos de las almas gemelas, también quiere vernos deshonrados como su hijo.

–Si la hubieran colocado a ella a cargo de la red criminal de savants, no habrían caído tan fácilmente en Londres. De eso no me cabe la menor duda –indicó Uriel.

–No me importa perder mi trabajo pero no quiero perderte a ti, Diamond –Trace le tomó la mano.

Mi hermana la apretó comprensivamente.

–Yo lamento diferir ya que sí me importaría que me echaran –Victor jugó con el teléfono mientras se debatía pensando a quién llamar–. Creo que llegó la hora de iniciar un fuerte contraataque. Crystal, lo primero es conseguir una declaración de tu banquero milanés. Quiero que quede registrado hasta el menor detalle para poder dar nuestra versión de los hechos.

Xav lanzó un grito inesperado.

–¡Diablos, no hagas eso! –exclamó Yves llevándose la mano al pecho.

–Acaba de ocurrírseme una idea realmente malvada.

–Mis favoritas –acotó Zed. Sky esbozó una tenue sonrisa.

–La vieja bruja imagina que su reputación en Italia jugará a su favor… nosotros somos desconocidos. Ella puede decir cualquier mentira ya que nadie tiene la menor idea de quiénes somos. Fuimos muy buenos manteniendo un bajo perfil.

–Hermano, no capto cuál es la parte malvada.

–Ella no tuvo en cuenta que tenemos de nuestro lado a uno de los nombres más conocidos del planeta. Steve Hughes, el novio de Crystal, es un gran héroe y vendrá resuelto a salvar a la hermana de su chica.

–Pensé que yo era tu novia –balbuceé.

–Lo eres, cariño, pero estamos hablando de los rumores que inventan los medios, que es el sitio en donde la condesa está librando esta batalla. ¿Qué tal si le haces una llamada a tu galán de Hollywood y consigues que dé una entrevista exclusiva a alguna cadena de noticias internacional? Vamos a destruir por completo la historia de la condesa. Cuando aparezca el acorazado de Steve, ella apenas será un patito de goma flotando sobre el océano.

–¿Crees que nos ayudará? –preguntó Phoenix frotándose las sienes con fuerza. Percibí que estaba haciendo un gran esfuerzo por recordar. Antes de que se lastimara, Yves tomó su mano y le beso los nudillos.

–Sí, lo hará. Hasta es posible que obtenga de todo esto algo positivo para él, ya que imagino que ahora quiere distraer a la prensa de su nueva relación con Lily. Esto les dará algo sobre lo cual escribir durante algunas semanas.

–Es probable que tengan que dar una entrevista –advirtió Trace–. Diamond, ¿estás lista para eso? ¿Crystal?

–Lo que sea necesario –respondió Diamond con firmeza–. Solo tienes que ayudarme a decir lo que sea correcto.

–Siempre –prometió Trace.

Si Diamond era lo suficientemente valiente como para hacerlo sabiendo que solo una sección de su mente funcionaba normalmente, ¿cómo habría yo de negarme?

–Claro. Cuenten conmigo.

–Genial –Xav se frotó las manos–. Hagamos unas llamadas.

 

***

 

Cuando Saul y Karla regresaron después de haber transferido a Will a un hospital veneciano, la historia ya se había propagado por todos los canales importantes de noticias. El arresto del conde de Monte Baldo era una buena nota de fondo. La BBC había encontrado fotos de la operación en Londres y las compartía con los demás medios de comunicación. La versión de la condesa de la inocencia de su hijo se veía ahora fuertemente debilitada por la foto de prontuario con ojos desorbitados y rostro pálido que le habían tomado mientras era procesado. Luego venían las seis fotos de los hermanos Benedict tomadas en la estación de policía de Verona.

Observamos el desarrollo completo de las noticias.

–Victor, pareces un asesino serial –se mofó Zed. Por ser chicos que rehuían la publicidad, estaban disfrutando de su reciente fama. Yo pensaba que todos se veían divinos, especialmente Xav. No me sorprendería que comenzaran a recibir e-mails de admiradoras.

Luego vino la entrevista a Steve realizada en la pintoresca cima de la montaña, el helicóptero como telón de fondo.

–Sí, salí corriendo para ayudar a mi novia. Por supuesto. Su hermana es muy importante para ella.

–¿Y qué piensa de la afirmación de la condesa de que Diamond Brook y sus amigas no eran más que invitadas? –preguntó la periodista.

Steve lanzó un resoplido.

–Esa dama es muy extraña. Si das una fiesta en tu casa, ¿dejas inconscientes a tus invitadas? ¿Abandonas a una en una isla para que se muera de frío y luego mantienes a las demás como rehenes y les impides ver a su familia? Yo prefiero enviar invitaciones y asegurarme de que todos pasen un buen momento.

La mujer esbozó una sonrisita pícara con la obvia esperanza de recibir una invitación para la próxima fiesta de Steve.

–Estoy segura de ello.

–Hablo en serio, tal vez esté sola, pero yo pienso que lo que hizo se parece mucho a la manera de proceder de una mujer profundamente trastornada. Su hijo está en la cárcel, ella vio la manera de vengarse y luego las cosas se le fueron de las manos.

–Si se trataba de un secuestro, ¿por qué no llamaron a la policía? –después de todo, la reportera no era tan ingenua como parecía.

Steve nos deleitó a todos con su encantadora sonrisa.

–¿Por qué esperar cuando teníamos el helicóptero y podíamos hacerlo nosotros mismos? Solo íbamos a llamar a la puerta y pedir que nos dejaran llevárnoslas a casa.

Sí, justo.

–Fue la condesa la que complicó la situación. Ella le disparó a uno de mis amigos. Ninguno de nosotros estaba armado.

En ese momento, la historia pasó a un reportaje frente al hospital de Will, donde se informaba que él estaba recuperándose. Eso generaría una ola de simpatía hacia nuestro lado.

La sección final era la entrevista que Diamond y yo habíamos dado esa tarde afuera del apartamento. Di se veía pálida pero resuelta; yo lucía lo más glamorosa posible, en un gran intento de mantener mi reputación como novia modelo de Steve. Diamond brindó una breve explicación de lo sucedido, similar a la que le dio al policía. Yo corroboré sus dichos describiendo de manera exhaustiva que me habían dejado abandonada en la laguna llevando nada más que un vestido de fiesta. A los medios les agradó ese pequeño detalle y hasta me hicieron describir el corte y el color.

–¿Acaso son estos los actos de una mujer en su sano juicio? –pregunté.

La periodista decidió concluir la nota con esa pregunta para luego dedicarse a hacer especulaciones sobre mi inexistente romance con Steve.

El poder de las celebridades: ¿no es genial?

Sentado junto a mí en el sofá, Xav me besó el cuello.

–Estuviste muy bien. Ahí tiene, condesa.

–Solo espero que eso no la lleve a hacer nada peor.

Victor se levantó.

–Voy a visitar a Will. ¿Alguien me acompaña?

Para mi sorpresa, Diamond se ofreció.

–Si él va a ser mi cuñado, es mejor que lo conozca apropiadamente.

Trace sonrió con tristeza y se reunió con ella en la puerta. ¿De modo que habían resuelto seguir adelante con la boda?

–Yo también voy.

Después de que se marcharon, los que quedamos decidimos irnos a dormir temprano. Habiendo sobrevivido con mucho menos sueño de lo normal, esperaba caer fulminada como un rayo pero, en cambio, di vueltas en la cama mientras mi cerebro de auto de carrera giraba alrededor del circuito de nuestro grave problema.

La batalla mediática con la condesa me recordó la historia de dos ciudades italianas del renacimiento que se lanzaban insultos mutuamente desde atrás de sus fortificaciones. Eso no ayudaba de ninguna manera a salvar el asolado valle que las separaba… en nuestro caso, las ruinas eran las mentes sobre las cuales la condesa había ejercido su don malévolo. Yo había prometido resolver el problema pero, a menos que tuviera el plano que me mostrara lo que ella había hecho, no tenía la menor idea, no sabía por dónde comenzar.

Tal vez podría negociar algún tipo de información. Pensé en su hijo, ¿nos contaría cómo funcionaba el poder de su madre a cambio de un trato más indulgente?

Sin embargo, Xav me había dicho que su caso todavía seguía en los tribunales. Hasta que recibiera la sentencia, no estaría interesado en llegar a un acuerdo con nosotros.

Y con respecto a la condesa, ¿qué podría desear ella a cambio de información?

¿Un alma gemela? Quizá no para ella sino para su amado hijo o para algún savant que hubiera entre sus nietos. Era lo único que yo podía ofrecer y que ningún savant habría de rechazar. Era un factor realmente decisivo para llegar a un acuerdo.

Aparté las mantas, me puse pantalones deportivos, un suéter y salí sigilosamente de la habitación. Si se enteraba de mi plan, Xav me asesinaría. Iba a correr un riesgo enorme pero no podía soportar la idea de seguir fallándole a las chicas y a sus almas gemelas, sobre todo cuando había algo que yo podía hacer.

En mi camino hacia la puerta del frente, me tropecé con Barozzi y caí en el sillón.

–¿Ibas a algún lado? –preguntó Phoenix, que estaba sentada al lado de la ventana observando el juego de luces y sombras sobre la pared del jardín.

–¡Me asustaste! –me llevé la mano a la garganta–. Voy a abrirle al gato. No tardo. No me esperes, vete a dormir cuando quieras.

El hecho de que Phoenix no sospechase de mi explicación no fue más que otra señal de lo distinta que estaba.

–De acuerdo.

Al llegar a la puerta, me detuve.

–Phee, ¿por qué estás aquí y no en el hotel con Yves?

Se encogió de hombros.

–No me pareció bien.

Eso terminó de decidirme. No podía soportar la idea de lo que debería estar sufriendo Yves solo en la habitación del hotel sin su mujer.

–Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras, Phee –deslicé los pies dentro de las botas de goma–. Nos vemos por la mañana.

En los embarcaderos junto al Puente de la Academia, encontré a un gondolero que estaba por terminar su turno. Un hombre corpulento de cara regordeta con aspecto de ajado querubín, estaba embalando todo para la noche mientras aceptaba una considerable propina de la pareja de su último viaje. Estaba trasladando su equipo desde su brillante góndola a una lanchita a motor destartalada para regresar a su casa.

–¿Cuánto me cobra para llevarme a la isla de la

contessa Nicoletta? –pregunté.

–Cien euros –respondió con naturalidad parado en su lancha tambaleante como si fuera un jinete montado sobre el pelo de un caballo indomable.

–Claro –exclamé– y yo nací ayer. Mire, no soy una turista y es probable que usted esté por regresar a su hogar en la Guidecca, de modo que no lo alejo mucho de su camino.

Me miró de arriba abajo. Mi aspecto no tenía nada que ver con el de esa tarde frente a las cámaras, ya que llevaba mi ropa más amplia y cómoda.

–¿Por qué quiere ir allí tan tarde?

–Reunión urgente del personal. Me imagino que ha oído los rumores de los problemas en que se ha metido la condesa.

Desplegó una franca sonrisa.

–Sí. Una vieja muy extraña, nunca me gustó. Me parece que esta vez perdió la cabeza. ¿Trabaja para ella?

–Soy asistente del chef –los dedos cruzados en la espalda.

–Muy bien,

signorina, puede subirse nomás. La llevaré hasta el embarcadero por veinte euros. Tendrá que volverse por su cuenta, ¿de acuerdo?

–Perfecto –si realmente consigo escapar. En ese momento, no podía preocuparme por los detalles del regreso.

Con un par de tirones al cordel del motor de arranque, mi envejecido angelito me trasladó por las aguas abiertas y agitadas del Canal della Guidecca.

–¿Quieres que cante? –me preguntó con tono burlón.

–No le pagué tanto –incliné la cabeza contra las piernas. Estaba temblando de nervios pero no quería que lo notara para que no pensara que tramaba algo.

–Lo haré gratis –y comenzó su interpretación algo desafinada de arias de óperas italianas. En general, los gondoleros heredaban de su familia el bote y la amarra; era una lástima que no le hubieran pasado también los genes musicales.

Recordé la última vez que había hecho un viaje junto a un hombre que cantaba. Había sido Xav al llevarme al aeropuerto.

Hey, soul sister: la canción había demostrado ser cierta. Rogué no estar arriesgando nuestra conexión al hacer ese viaje hacia la guarida del león. Sin embargo, me dije con firmeza, yo también era una leona; entraría protegida por mi poder. El dominio de la vieja hembra alfa estaba a punto de ser cuestionado por la chica nueva de la manada savant.

 

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