Crypta

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II. El blog de Natalia (1) » Cuando crezca te seguiré queriendo

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Cuando crezca te seguiré queriendo

No soporto esta sensación que sigue a los mejores sueños. Es como si la frustración se te instalara en la nuca, después de dejar en el paladar un sabor metálico, amargo, de realidad mezclada con derrota. Cuando terminan los sueños, solo nos queda la realidad. Y, a veces, la realidad es amarga y frustrante.

¿Habéis adivinado ya quién protagonizaba mi sueño? Claro. Otra vez Bernal. Por alguna extraña razón, estábamos en una piscina. Él llevaba bañador, pero yo me encontraba completamente vestida, con zapatos incluidos. Le observaba nadar tumbada en una hamaca mientras fingía leer. Durante mucho rato le deseaba sin decir nada. Luego él venía hacia mí, empapado, en busca de su toalla, y antes de secarse me besaba. Su lengua estaba fría, como sus labios, y el beso sabía a chicle de menta. Él no tenía frío, pero yo temblaba. Cuando se apartaba de mí para envolverse con la toalla, yo tenía toda la ropa empapada y pensaba: «Papá y mamá se van a enfadar conmigo cuando me vean aparecer así».

Los besos reales de Bernal también sabían a chicle de menta. Escribo en pasado porque hace mucho que no los pruebo, por desgracia. Los probé, hace tiempo, más allá de los sueños. Aunque eso ahora solo me sirve para maldecir que algunos sueños sean tan reales.

Necesito hablar de ello. Es como una obsesión con nombre propio, lo sé. Ya comienzo a temer que jamás me libraré de ella. Por eso estoy aquí, vaciando mi razón, o mi rabia, en este blog que no sé quién va a leer. Lectores, solo os quiero decir una cosa: si nunca habéis amado a alguien hasta la desesperación, no continuéis leyendo. Hay muchas cosas que ver en la red, no sé qué estáis haciendo aquí. Si, por el contrario, sabéis de qué hablo, si comprendéis mi rabia profunda, mi tristeza infinita… entonces, os pido por favor que os quedéis conmigo. Tal vez juntos podamos sentirnos un poco más acompañados. Tal vez mis palabras le sirvan a alguien que esté atravesando por lo mismo que yo.

Tal vez podríamos fundar el Clan de los Corazones Desolados.

Voy a hablaros de Bernal.

Le conozco desde cuarto. Él era nuevo en el instituto, estaba en segundo de bachillerato, que era el curso donde le habría tocado estar a mi hermana Rebeca si no hubiera repetido tercero (siempre fue una estudiante muy mediocre). Así que, académicamente, Bernal tenía el atractivo de los mayores. Y no era el único. Se tomaba los estudios muy en serio, le gustaba caminar por la montaña —conocía un montón de rutas— y no era la típica bomba de hormonas sin cerebro que suelen ser los chicos a esa edad. En resumen: era diferente. No gritaba en el recreo, ni decía palabrotas, ni le faltaba al respeto a la gente. Era empollón pero sin ser repelente. Quiero decir que no era de esos empollones que solo saben hablar del colegio y de lo listos que son. Además, era guapísimo. Cerebro de científico en un cuerpo de gimnasta, o algo así. Desde que le vi por primera vez pensé que tenía que ser para mí.

Luego, nos hicimos amigos, y eso fue un poco triste. Os voy a dar un consejo: nunca aceptéis la amistad de aquel a quien amáis. Es como conformarse con unas pocas migas cuando te estás muriendo de hambre. Coincidíamos en la biblioteca, y hablábamos un poco. De libros o de música, casi siempre. Gracias a él escuché por primera vez Las cuatro estaciones, de Vivaldi (¡qué alucinante!). Es una especie de experto en música clásica, porque sus padres no escuchan otra cosa. No les interesa nada que se haya compuesto después del siglo XIX. Para corresponder, yo le grabé algunas cosas. Beatles, Rolling Stones, Police o Queen. Le dije que eran los clásicos del siglo XX, y me creyó. Algunas canciones le gustaron mucho, como Love of my life, de Queen, que yo había grabado la primera para que la escuchara bien, porque quería decirle aquellas palabras que en la voz de Freddie Mercury te ponen los pelos de punta: When I grow older / I will be there at your side / to remind you how I still love you / I still love you[2]. Bernal no tenía ni idea de quién era Freddie Mercury, así que primero le regañé, recordándole que no se puede ignorar al que muchos creen el mejor vocalista de rock de todos los tiempos, y luego no tuve otro remedio que reparar su error y contarle la vida del líder de los Queen: desde que nació en Zanzíbar en los años cuarenta hasta su triste muerte de sida en el 91. Creo que le impresioné un poco con mis conocimientos.

El amor está hecho de cosas misteriosas. No recuerdo en qué momento comencé a sentir por Bernal algo tan intenso. De pronto, no podía dejar de pensar en él, como si alguien le hubiera encerrado en mi cabeza y no le dejara salir. Creí que me estaba obsesionando. Una vez lloré desconsolada porque no se despidió de mí antes de las vacaciones. Nadie me lo dijo, ni le pregunté a nadie, pero de pronto reconocí lo que me estaba ocurriendo. De algún modo, todos estamos programados para ello: me había enamorado de Bernal.

Aún no se me ha pasado.

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