Crypta

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II. El blog de Natalia (1) » Una curiosa forma de escapar del dolor (o de intentarlo)

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Una curiosa forma de escapar del dolor (o de intentarlo)

A mis padres decidí no decirles nada. No sirve de mucho preguntar si nadie está dispuesto a responderte. De todos modos, entre ellos y yo comenzaba a crecer la misma barrera de silencio que me ha separado siempre de la gente que quiero. De pronto, sus preocupaciones y las mías no tenían nada que ver. Ellos estaban en otro mundo. En uno donde huir del dolor era posible.

Todas las personas tienen sus estrategias para escapar del dolor. La de mis padres fue de lo más curiosa:

¡Sorpresa! Llego a casa un día cualquiera y encuentro a mi madre en el cuarto de baño, vomitando.

—Estoy embarazada —me suelta, a bocajarro—. Vas a tener un hermanito. O tal vez otra hermanita. ¿Estás contenta?

Estoy petrificada.

—Nacerá dentro de seis meses. Es normal tener náuseas durante el primer trimestre. Ya casi no me acordaba de cómo era.

Sonreía. Papá tenía los ojos vidriosos. No sé si porque estaba emocionado o porque estaba ausente.

Lo normal, me contó mamá, es que los mareos pasen en la semana doce o trece de embarazo, pero a ella no le ocurrió. Esta vez fue distinta a sus otros dos embarazos.

El médico le dio una explicación más o menos convincente: con los años, el cuerpo cambia, el útero ya no está en su mejor momento, no es lo mismo un embarazo a los veintitrés que a los cuarenta y dos.

El médico fue demasiado diplomático.

Yo le hubiera dicho: «¿A quién se le ocurre quedarse embarazada con cuarenta y dos años?».

Tal y como había predicho mamá, seis meses después nació mi hermano.

Creo que ha llegado el momento de hablar de ciertas cosas. Mi próxima entrada tratará de la verdad.

Almas sensibles, absteneos de seguir leyendo. A todas las demás: no os la perdáis.

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