Crypta

Crypta


VI. El blog de Natalia (2) » Vida familiar un poco extraña

Página 43 de 58

Vida familiar un poco extraña

El tema elegido para el día de hoy es este: «Las estupendas relaciones que mantengo con mis hermanos desde que anochece hasta que sale el sol».

¡Advertencia importante! (solo para psicólogos): si sentís deseos de conocerme para poner en práctica vuestros amplios conocimientos sobre el complicado cerebro de una adolescente traumatizada, ahorraos la molestia. Con un psicólogo que me diga lo que tengo que pensar y cómo debo comportarme tengo suficiente, gracias.

 

1) MI HERMANO RAFAEL BERREA TODA LA NOCHE. Tiene hambre, dice mamá, nunca tiene suficiente comida. La primera noche, mi padre tuvo que ir a toda prisa a la farmacia más cercana para comprar un bote de una leche asquerosa (en polvo, de color amarillo) con la que prepararle un biberón al escandaloso. Nada más terminárselo, cerró los ojos y durmió de un tirón varias horas.

Me preguntan todo el tiempo si quiero tomarle en mis brazos. Observo cómo lo hace mamá. Se nota que tiene práctica. Nunca se olvida de que el bebé es un inútil que no sabe sostener su propia cabeza. Cuando le quita el pañal no siente ganas de vomitarle encima solo de verle el pellejo asqueroso que le cuelga del ombligo. Por no hablar de esa caca verde que expulsa de vez en cuando y que apesta a varios metros de distancia.

Le contesto, sin levantar la voz:

—No, gracias.

Ella insiste.

—Vamos, Natalia. Seguro que lo harás muy bien. No tengas miedo. Ya eres una mujercita.

Detesto los diminutivos. Son ridículos. No soy «una mujercita». Soy una mujer. Solo hay que mirarme con atención para darse cuenta. Además: sé que no lo haría bien. Y no me da miedo el bebé. Más bien tengo miedo de mí misma.

Cada vez que lo miro siento ganas de comérmelo.

En serio. Eso es lo que siento.

Queridos psicólogos que me estáis leyendo: ¿hay algún tratamiento que evite convertirse en un monstruo?

 

2) MI HERMANA REBECA SUSURRA TODA LA NOCHE. Lo peor es que, a diferencia del bebé, ella no se calla si le preparamos un biberón. Habla y habla, sin descanso, murmurando, a veces entre gemidos, y solo de vez en cuando entiendo alguna frase o alguna palabra suelta.

Dice que alguien la envía, la obliga a estar aquí, pero que ella no desea obedecerle. Lo hace porque no le queda otro remedio, porque forma parte de una guerra (esa es la palabra que ella utiliza, «guerra») en la que nadie puede intervenir, solo los dos contrincantes. Si fuera por ella, desaparecería para siempre, porque lo que más desea —dice— es descansar.

Ha cambiado. Ya no me mira con aquellos ojos turbios desde debajo de la cama. No me agarra cuando voy al baño. Parece que me respeta.

Anoche me pareció escuchar algo raro. Algo así como «te echo de menos». Estoy segura de que venía de debajo de la cama.

No tengo ni idea de cómo debo tomármelo.

Ir a la siguiente página

Report Page