Cross

Cross


SEGUNDA PARTE - Caso enfriado » 36

Página 41 de 131

36

El siguiente giro de la historia empezó así. John Sampson era una estrella dentro del Departamento de Policía de Washington por entonces. Desde que Alex lo dejó para pasarse al FBI, su reputación no había parado de crecer, y no es que antes Sampson no estuviera bien considerado, ni que no se hubiera ganado mucho respeto por razones de todo tipo. Lo curioso del caso es que a Sampson se la sudaba. La aprobación de sus pares nunca había significado mucho para el Gran Hombre. Salvo quizá si se trataba de la de Alex, y aun eso a ratos.

Su caso más reciente era todo un desafío. Acaso porque detestaba al pésimo actor al que trataba de dar caza. El montón de escoria en cuestión, Gino Bola de Grasa Giametti, controlaba locales de strip-tease y casas de masaje que se extendían por el sur nada menos que hasta Fort Lauderdale y Miami. Su «otro» negocio era suministrar chicas adolescentes, y a veces prepúberes, a pervertidos. El propio Giametti estaba obsesionado con lo que algunos llaman «complejo de Lolita».

—Capo —musitó Sampson entre dientes mientras conducía por la calle de Giametti, en el lujoso distrito de Kalorama, en el D.C. El pomposo término era abreviatura de capitano, un capitán de la Mafia. Gino Giametti llevaba años haciendo mucho dinero. Había sido uno de los primeros mafiosos en darse cuenta de que se podía hacer una fortuna trayendo guapas jovencitas de los países del antiguo bloque soviético, en particular de Rusia, Polonia y la ex Checoslovaquia. Ésa era su especialidad, y la razón por la que ahora Sampson le estaba pisando el culo. Lo único que sentía era que Alex no lo acompañara en esta redada. A éste lo iban a pillar con los pantalones bajados.

Poco después de medianoche, se detuvo frente a la casa de Giametti. El mafioso no llevaba un estilo de vida muy ostentoso, pero tenía bien cubiertas sus necesidades. Así era como la Mafia cuidaba de los suyos.

Sampson echó una ojeada al retrovisor y vio un par de coches más que reducían la marcha justo detrás de él. Habló a un micrófono que sobresalía del cuello de su camisa.

—Buenas noches, caballeros. Y, la verdad, creo que va a ser una gran noche. Me da en la nariz. Vamos a sacar de la cama a esa bola de grasa.

Ir a la siguiente página

Report Page