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TERCERA PARTE - Terapia » 72

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—Mierda, Alex. Violación múltiple, asesinato múltiple, ¿y ahora una conexión con la Mafia? —Sampson dio un puñetazo en el techo del coche—. No puede ser una coincidencia. ¡Es imposible! ¡Imposible!

—Puede llevarnos a alguna parte, desde luego… si es el mismo tío —le recordé—. Vamos a ver qué encontramos. Intentemos no precipitarnos, si es posible.

No era que John estuviese desbarrando. Nuestro sospechoso parecía ser cada vez más un monstruo sádico con una costumbre muy siniestra y muy particular. Y no es que hubiéramos estado buscándolo en sitios equivocados, sólo que puede que no lo hubiéramos buscado en suficientes sitios.

—Pero si de aquí sale algo —prosiguió Sampson—, nada de llamar a tus antiguos colegas esta noche. ¿Vale? Quiero tener un poco de tiempo para estudiar esto antes de que desembarquen los federales.

El FBI ya se habría enterado del asesinato de Fontana, asumiendo que tenía que ver con la Mafia. Pero las violaciones seguían siendo del Departamento de Policía del D.C. Seguían siendo un asunto local.

—Tampoco puedes estar seguro de que vayan a hacerse cargo del caso —dije.

—Ah, es verdad —Sampson chasqueó los dedos y me señaló—. Se me olvidaba. Te borraron la memoria cuando dejaste el FBI, como hacen en Men in Black. Pues déjame que te lo recuerde: se harán cargo de este caso. Los casos como éste les encantan. Nosotros hacemos todo el trabajo; ellos se cuelgan todas las medallas.

Lo miré de reojo.

—Mientras estuve con los federales, ¿te fastidié alguna vez por intervenir en un caso? ¿Lo hice?

—Si ocurrió, no te preocupes —dijo—. Si en su día hubiera merecido la pena hablarlo, habría sacado el tema. ¡Diantre, no, nunca te inmiscuiste en uno de mis casos!

Paré el coche frente a un bloque de apartamentos situado delante de Kalorama Park. Era un emplazamiento agradable; estoy seguro de que el asesinato de Fontana había conmocionado al edificio, si no al barrio entero. También estaba a sólo tres kilómetros del lugar donde había sido agredida Lisa Brandt, no mucho después de que Benny Fontana muriera.

Pasamos la siguiente hora en el interior, utilizando las fotos del escenario del crimen y las manchas de sangre que se apreciaban aún en la alfombra para recrear lo que podía haber pasado. No encontramos ninguna conexión concreta con el resto de agresiones, pero al menos era un punto de partida.

Cuando salimos, fuimos en dirección suroeste hacia Georgetown, siguiendo la ruta más lógica para llegar al barrio de Lisa Brandt. Ya eran las doce de la noche. Ninguno de los dos teníamos ganas de parar ahora, así que hicimos el tour completo del caso, pasando por cada uno de los lugares en que se habían producido las violaciones de que teníamos noticia, por orden cronológico. No estaban demasiado lejos unos de otros.

A las dos y media de la madrugada, estábamos en el compartimiento de una cafetería abierta las veinticuatro horas. Teníamos expedientes criminales desparramados sobre la mesa y los releíamos, demasiado acelerados para parar, demasiado cansados para volver a casa.

Era la primera oportunidad que tenía de estudiar a fondo el expediente de Benny Fontana. Había leído los informes de la policía y el forense varias veces. Ahora repasaba la lista de objetos recogidos en el apartamento. A la cuarta o quinta vez, mis ojos se detuvieron ante un objeto en particular: la esquina arrancada de un sobre blanco con forro metalizado. Lo habían encontrado debajo del sofá, casi a los pies del cuerpo de Fontana. Hablando de pies, o de su falta.

Me enderecé. Éstos son los momentos que uno espera que lleguen cuando tiene entre manos un caso que no consigue resolver.

—Tenemos que ir a un sitio.

—Sí, señor. Tenemos que irnos a casa —dijo Sampson.

Llamé a la camarera, que estaba medio dormida en la barra.

—¿Hay algún drugstore que no cierre por aquí cerca? Es importante.

Sampson estaba demasiado cansado para discutir. Me siguió cuando salí de la cafetería, cuando giré la esquina y a lo largo de varias manzanas, hasta llegar a un Walgreens bien iluminado. Un rápido examen de los pasillos y encontré lo que buscaba.

—Mena Sunderland dijo que las fotos que vio eran Polaroids. —Abrí una caja de película, rompiendo el envoltorio.

—Tiene que pagarla primero —advirtió un empleado desde la entrada. Yo lo ignoré.

Sampson sacudía la cabeza.

—Alex, ¿qué coño estás haciendo?

—La lista de pruebas del escenario del crimen del caso Fontana —dije—. Había un sobre blanco con forro metalizado. Un trocito, al menos.

Saqué el sobre nuevo de la caja, rompí una esquina y la sostuve en alto.

—Igualito que éste.

Sampson empezó a sonreír.

—Sacó fotos de Benny Fontana después de rebanarle los pies. Es el mismo tío, John.

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