Cross
CUARTA PARTE Matadragones » 81
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Era tarde, y decidí ir a dar una vuelta en el R350. Me estaba encantando el coche. A los chicos, igual. Hasta a Yaya, bendito sea Dios. Me sorprendí pensando otra vez en Maria. En la larga investigación de su asesinato que llevé a cabo y en la que fracasé. Estaba calentándome yo solo la cabeza, tratando de recordar su cara, tratando de oír el sonido exacto de su voz.
Más tarde, ya de noche, de vuelta en casa, intenté dormir, pero no podía. Me desesperé tanto que fui al piso de abajo y volví a ver Diary of a Mad Black Woman. De hecho, estuve ahí jaleando a la luz parpadeante de la pantalla como si estuviera chiflado. La película de Tyler Perry encajaba perfectamente con mi estado de ánimo.
Hacia las nueve de la mañana del día siguiente llamé a Tony Woods a la oficina del director. Luego me tragué mi orgullo y le pedí a Tony que me echara una mano con el caso de violación y asesinato. Necesitaba averiguar si el FBI sabía algo del asesino a sueldo conocido como el Carnicero, algo que a Sampson y a mí pudiera sernos de utilidad; información clasificada, tal vez.
—Sabíamos que me llamarías un día de éstos, Alex. El director Burns está ansioso por volver a trabajar contigo. ¿Estás dispuesto a asesorarnos alguna vez? Sólo asuntos menores. Tú decides qué y dónde. Más ahora, que vuelves a aceptar casos.
—¿Quién dice que acepto casos? Esto es una circunstancia especial —le dije a Tony—. Es probable que fuera el Carnicero quien asesinó a mi mujer hace años. Es el único caso que no puedo dejar sin resolver.
—Te entiendo. Te entiendo, de veras. Intentaremos ayudarte si podemos. Te daré lo que necesites.
Tony dispuso que utilizara el despacho de un agente que estaba fuera de la ciudad, y dijo que podía ponerme en contacto con una investigadora-analista del FBI llamada Monnie Donnelley si quería.
—Ya he hablado con Monnie —le dije.
—Ya lo sabemos. Nos lo dijo Monnie. Ahora le hemos dado permiso. Oficialmente.
Los dos días siguientes los pasé, prácticamente, en el edificio del FBI. Resultó que tenían un montón de información sobre Michael Sullivan, el Carnicero. Su expediente contenía docenas de fotografías. El problema era que las fotos tenían seis o siete años, y parecía que no habían tenido ningún contacto con Sullivan últimamente. ¿Dónde se había metido? Lo que descubrí fue que Sullivan se había criado en una parte de Brooklyn conocida como Flatlands. Su padre había sido carnicero de verdad allí. Conseguí incluso los nombres de antiguos contactos y amigos de Sullivan de los tiempos en que se movía por Nueva York.
Lo que leí del pasado de Sullivan era curioso. Había ido a escuelas parroquiales hasta décimo curso, y había sido buen alumno, pese a que no parecía que estudiara mucho. Luego, Sullivan dejó los estudios. Entró en contacto con la Mafia y fue uno de los pocos no italianos que conseguían entrar. No era miembro de pleno derecho, pero le pagaban bien. Sullivan cobraba cheques de seis cifras cuando con veintipocos años se convirtió en el asesino favorito de John Maggione Senior. A su hijo, el Don actual, nunca le gustó Sullivan.
Después empezó a ocurrir algo inquietante y extraño para todos los involucrados. Hubo informes de que Michael Sullivan torturaba a las víctimas y mutilaba sus cuerpos; de que había asesinado a un sacerdote y a un laico acusados de conducta inapropiada con chicos en su antigua escuela; de un par de casos de justiciero anónimo; sobre el rumor de que Sullivan pudiera haber matado a su propio padre, que desapareció un día de su carnicería y cuyo cuerpo no había sido hallado nunca.
Luego Sullivan parecía haber desaparecido por completo de la pantalla de radar del FBI. Monnie Donnelley estuvo de acuerdo con mi hipótesis: que Sullivan podía haberse convertido en confidente de alguien de la casa. Era posible que el FBI o la policía de Nueva York lo estuvieran protegiendo. Incluso que Sullivan estuviera en el programa de protección de testigos. ¿Era eso lo que había sido del asesino de Maria?
¿Era el soplón de alguien?
¿Estaba el FBI protegiendo al Carnicero?