Cross

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EPíLOGO - Una fiesta de cumpleaños » 122

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Y así es cómo empieza mi nueva vida, o quizás es sólo cómo continúa de historia en historia. Hoy básicamente es un día estupendo y alegre, porque es el cumpleaños de Yaya, aunque se niega a decir cuál, y hasta de qué década estamos hablando.

Yo habría pensado que estaría en una fase en que le daría por empezar a presumir de longevidad, pero no es el caso.

De cualquier modo, es su noche, desde luego, su semana de cumpleaños, que dice ella, y puede hacer lo que le dé la gana. «Igual que cualquier otro día del año», me digo para mis adentros; pero me lo callo.

Es la voluntad de su alteza que «los chicos» preparen la cena, de modo que Damon, Ali y yo vamos en el coche familiar al mercado y damos uso a parte de los dos metros cúbicos y medio de espacio de carga. Luego nos pasamos la mayor parte de la tarde preparando dos tipos de pollo frito, galletas, mazorcas de maíz, judías con mantequilla, gelatina de tomate.

Se sirve la cena a las siete, e incluye un buen burdeos, con un sorbito para los chicos y todo.

—¡Feliz centenario! —digo, y alzo mi copa.

—Yo también quiero proponer algunos brindis —dice Yaya, y se pone en pie—. Os veo alrededor de esta mesa, y tengo que decir que quiero a nuestra familia más que nunca, y me siento orgullosa y feliz de formar parte de ella. Sobre todo teniendo en cuenta mi edad. Sea la que sea, que no son cien años, en cualquier caso.

—¡Bien dicho! —asentimos todos, y aplaudimos como esos monitos de lata que tocan los platillos.

—Brindo por Ali, que ya lee libros él solito, y sabe atarse los cordones de los zapatos como un campeón —prosigue Yaya.

—¡Por Ali! ¡Por Ali! —coreo yo—. ¡Bravo por atarse esos cordones!

—Damon tiene tantas opciones maravillosas a elegir para su futuro… Canta divinamente, es muy buen estudiante… cuando se aplica. Te quiero, Damon.

—Y yo a ti, Yaya. Pero se te ha olvidado la NBA —dice Damon.

—No me he olvidado de la Asociación Nacional de Baloncesto —dice Yaya, asintiendo con la cabeza—. No vas muy bien de la mano izquierda. Tendrás que trabajarla como un poseso si quieres jugar a un cierto nivel.

Luego continúa:

—Janelle también es una estudiante excelente, y no lo hace por su padre ni por mí; lo hace ella sola, por sí misma. Me enorgullece decir que Janelle gobierna a Janelle.

Entonces Yaya se sienta, y todos nos quedamos un poco sorprendidos, pero sobre todo yo, ya que no he merecido ni una triste mención. Ni siquiera era consciente de que me tuviera castigado hasta este momento.

Entonces se vuelve a levantar con una sonrisa ladina de oreja a oreja en su carita angulosa.

—Ah, casi se me olvida alguien. Alex es quien ha cambiado más profundamente en este año, y todos sabemos lo que le cuesta cambiar a este hombre. Vuelve a tener su propia consulta y se entrega a los demás. Además, trabaja en la cocina del San Antonio, aunque cuesta Dios y ayuda que se meta en mi cocina.

—¿Quién ha hecho esta cena?

—Los chicos han hecho un trabajo magnífico, todos vosotros. Estoy orgullosísima de nuestra familia, y ya sé que me repito. Alex, estoy muy orgullosa de ti. Eres un enigma. Pero me das muchas alegrías. Siempre lo has hecho. Que Dios bendiga a los Cross.

—¡Que Dios bendiga a los Cross! —repetimos juntos.

Más avanzada la noche, acuesto a Ali, como suelo hacer, y me quedo con él en la cama unos minutos más. El chico ha tenido un día muy agitado, y cae redondo.

Entonces suena el teléfono como una alarma, y me levanto de un brinco y corro al salón. Lo cojo y dejo temblando la inestable mesita.

—Residencia familiar de los Cross —respondo, embargado por el espíritu del día.

—Ha habido un asesinato —oigo, y se me encoge el estómago.

Dejo pasar un instante antes de decir nada.

—¿Y por qué me llama a mí? —pregunto.

—Porque usted es el doctor Cross, y yo soy el asesino.

* * *

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