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CUARTA PARTE Matadragones » 112

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Dos horas más tarde, la subasta había acabado, y Michael Sullivan iba conduciendo su Lexus por la autopista de peaje de Massachusetts. El coche marchaba razonablemente bien, suave como el culito de un bebé, o quizás era sólo que se sentía bien.

Quedaban un par de detalles por aclarar, pero el trabajo estaba hecho. Le había reportado 350.000, abonados en su integridad en una cuenta del Union Bank en Suiza. A decir verdad, hacía tiempo que no sentía tanta seguridad económica, aunque probablemente había quemado a su contacto de Boston con el trabajo. Puede que tuviera que volver a trasladar a la familia, también. O tal vez era el momento de romper amarras y largarse por su cuenta, una idea que le rondaba bastante la cabeza últimamente.

Probablemente, había valido la pena: trescientos cincuenta de los grandes por un día de trabajo. Jerry Steiner había sido el mejor postor, pero al final se había cargado a ese hijoputa odioso igualmente. Lo de Melinda era distinto. Le gustaba, no quería hacerle daño, pero ¿qué otra elección tenía? ¿Dejarla suelta para que hablase? Así que lo hizo de modo que no le doliera: un tiro en la nuca de Mel. Luego un par de fotos para guardar el recuerdo de su bonita cara en su colección.

El caso es que iba cantando una balada de los Rolling que siempre le había encantado, Wild Horses, cuando tomó una curva de la carretera. Allí estaba su casa de la colina, en el mismo sitio en que la había dejado.

Y… ¿qué coño pasaba?

¿Error?

Pero ¿error de quién?

Apagó las luces del coche al llegar a la siguiente y suave curva de la carretera. Luego se metió por un camino cortado, desde el que dominaba mejor su casa y el terreno.

Joder, últimamente no le daban tregua. No conseguía dejar atrás su pasado por más lejos que se fuera.

Los había visto a la primera, en un coche azul oscuro, tal vez un Dodge, con el morro apuntando a la casa como una pistola. Dentro había dos hombres, por lo que alcanzaba a distinguir. Esperándolo a él, eso podía darse por seguro.

Error.

¡De ellos!

Pero ¿quién coño eran esos dos tíos a los que tenía que matar ahora?

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