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SEGUNDA PARTE - Caso enfriado » 22

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Yo, desde luego, no veía el modo de salir de aquel huerto, ni los demás tampoco. Por eso me había hecho venir Mahoney, con la esperanza de que le sacara las castañas del fuego.

Por eso, y porque las penas se llevan mejor en compañía, claro, sobre todo en una tarde soleada en que el último sitio en que uno querría estar es en mitad de un posible tiroteo en que con toda probabilidad iba a haber muertos.

La primera reunión para evaluar la situación tuvo lugar en el auditorio de un instituto cercano. Estaba a rebosar de personal de la policía de Washington, pero también de agentes del FBI, incluidos miembros destacados del equipo de Rescate de Rehenes: los chicos estaban listos para entrar en acción si llegaba el caso, y todo indicaba que eso podía no tardar mucho.

Casi al final de la reunión, el capitán Tim Moran, jefe de Operaciones Especiales de la metropolitana, hizo un resumen de los hechos conforme a la información de que disponía. Tenía que estar muy afectado, por razones obvias, pero parecía sereno y templado. Conocía a Moran de mis años en el cuerpo, y me merecía respeto por su valor.

Más aun, por su integridad, y más que nunca esta tarde en que era posible que tuviera que actuar contra sus propios hombres.

—Para resumir la situación, nuestro objetivo es un edificio de cuatro pisos donde transformaban resina de heroína, negra como la brea, en polvo y un montón de pasta. Tenemos como mínimo una docena de trabajadores del laboratorio en el interior, mujeres en su mayoría. Tenemos a los guardias del laboratorio, bien armados y distribuidos por al menos tres plantas. Parece que son como una docena también. Y tenemos seis miembros de Operaciones Especiales que han intentado un robo y se han quedado atrapados dentro. Parece ser que tienen en su poder parte de la heroína y el dinero. Están pillados entre traficantes y otro personal, que está en los pisos superiores, y una media docena de otros guardias armados que se presentaron mientras llevaban a cabo el robo. Ahora mismo, están todos en un buen atolladero, amenazándose unos a otros. Hemos establecido un primer contacto con ambos bandos. Ninguno quiere ceder. Supongo que todos piensan que ya no tienen nada que perder, o que ganar. Así que están a verlas venir. —Tim Moran prosiguió con voz calmada—: Dado que hay miembros de Operaciones Especiales en el interior, con las complicaciones que ello supone, el equipo de Rescate de Rehenes dirigirá la operación. La policía metropolitana prestará su plena cooperación al FBI.

El resumen del capitán Moran fue claro y conciso, y no debió de resultarle fácil ceder el mando de la operación al FBI. Pero era lo que había que hacer, si al final tenía que entrar alguien y posiblemente disparar a los tipos de Operaciones Especiales. Aunque fueran polis malos, seguían siendo polis.

A ninguno nos hacía gracia tener que disparar a nuestros hermanos.

Ned Mahoney se inclinó hacia mí.

—¿Qué hacemos ahora, Einstein? Los de Rescate de Rehenes están pillados en medio de un sándwich de mierda. ¿Ves por qué quería tenerte aquí?

—Sí, vale, perdona que no me deshaga en agradecimientos.

—Tranquilo, de nada igualmente —dijo Mahoney, y me dio con el puño en el hombro en un gesto burlón de camaradería que nos hizo reír a los dos.

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