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TERCERA PARTE - Terapia » 56

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Había quedado con John aquella noche después de mi última sesión de terapia para un combate ligero de boxeo. La consulta iba ganando clientes, y los días que pasaba allí hacían que me sintiera feliz y satisfecho por primera vez en muchos años. Ahora tenía a menudo la chocante noción de normalidad en la cabeza, aunque no sé qué significaba la palabra en realidad.

—Mete más los codos —dijo Sampson—, si no quieres que te arranque la puta cabeza.

Yo los metí. Aunque no me sirvió de mucho.

Me enganchó con un buen derechazo corto, que me escoció como si tuviera el puño de hierro. Cambié el peso de pie y conecté con fuerza con su flanco desprotegido, pero me pareció que me había hecho yo más daño que él.

Así fue la cosa un rato, pero lo cierto es que no llegué a tener la cabeza puesta en el cuadrilátero. Cuando no habían pasado ni veinte minutos, levanté los guantes con gran dolor en ambos hombros.

—KO técnico —farfullé con el protector dental en la boca—. Vamos a beber algo.

«Algo» fueron unas botellas de Gatorade rojo en la acera de enfrente del Roxy. No era exactamente lo que tenía en mente, pero ya estuvo bien.

—Pues oye —dijo Sampson—, o yo he mejorado muchísimo ahí dentro o tú no estabas hoy en lo que estabas. ¿A ti qué te parece?

—No has mejorado —dije con cara de póquer.

—¿Sigues pensando en lo de ayer? ¿Qué hay? Cuéntame.

Los dos nos habíamos sentido fatal con la entrevista a Lisa Brandt. Una cosa es presionar a un testigo como ella y sacar algo en claro, y otra hurgarle bien en la herida y salir vacío.

Asentí.

—Lo de ayer, sí.

Sampson dejó resbalar la espalda por la pared y se sentó en la acera junto a mí.

—Alex, no puedes estar siempre preocupado.

—Eso quedaría estupendo en una pegatina gigante —farfullé.

—Creía que te iban bastante bien las cosas. Últimamente, al menos.

—Y así es —dije—. El trabajo va bien, mejor incluso de lo que esperaba.

—¿Cuál es el problema, entonces? ¿Te va demasiado bien? ¿Qué te pica, tío?

En la cabeza tenía la respuesta larga y la respuesta corta. Opté por la corta.

—Maria —fue todo lo que dije.

Él supo lo que quería decir, y también por qué lo decía.

—¿Lo de ayer te hizo acordarte de ella?

—Sí, es extraño, pero sí —dije—. Estaba pensando… ¿Te acuerdas de la temporada en que la mataron? Entonces también tuvieron lugar una serie de violaciones. ¿Lo recuerdas?

Sampson entornó los ojos mirando al aire.

—Sí, ahora que lo dices…

Yo me restregué los escocidos nudillos y continué:

—Bueno, pues por ahí voy. Es como que últimamente sólo hubiera dos grados de separación: cualquier cosa en que piense me recuerda a Maria. Todo lo que hago me lleva de vuelta al caso de su asesinato. Me siento un poco como si estuviera instalado en el purgatorio, y no sé qué debo hacer al respecto.

Sampson esperó a que acabara de hablar. Normalmente, sabe cuándo ya ha dicho lo que tenía que decir y le toca callarse. No tenía nada que añadir de momento. Finalmente, hice una inspiración profunda, nos levantamos y echamos a caminar por la acera.

—¿Has oído algo sobre el asesino de Maria? ¿Alguna novedad? —le pregunté—. ¿O va a ser que Giametti sólo estaba jugando con nosotros?

—Alex, ¿por qué no pasas página?

—John, si pudiera pasar página lo haría, ¿vale? Puede que ésta sea mi forma de hacerlo.

Él siguió mirándose los pies a lo largo de media manzana. Cuando por fin respondió, lo hizo a regañadientes.

—Si me entero de algo sobre lo de su asesino, serás el primero en saberlo.

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