Cristina

Cristina


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– Cuando la vi me negué rotundamente a hacerlo y ahí fue cuando empezaron las amenazas. Yo entonces estaba felizmente casado, mi trabajo en la empresa era perfecto, me gustaba lo que hacía y lo hacía bien y…no quería perderlo. Ese fue mi primer error. Hasta ahora la mentira de nuestro parentesco no había perjudicado a nadie pero lo que quería hacer Agnes ahora si era muy serio. Me amenazó con cuanta cosa pudo… Y yo me acobardé y capitulé ante su chantaje. Cuando vi que usted estaba en el aeropuerto por poco me muero. – Dijo mirando al viejo Gallagher – yo pensé que sería Anthony quien estaría con Agnes. En fin, ya estaba hecho y pensé que no había otra salida. Seguí el juego, recibí el dinero de su parte y regresé con la forma, también creada por Fiona donde decía que la denuncia contra Paul había sido anulada.

Justin hizo una pausa y tomó otro sorbo de agua, parecía que se achicaba más y más a medida que seguía contando la historia. El viejo y Anthony estaban tan sorprendidos que no podían decir palabra y esperaban la continuación del cuento.

–De allí, se llevaron a Cristina para un almacén cerca del aeropuerto, su madrastra fue con ellos. Fiona andaba con un par de hombres que parecían matones profesionales. En ese lugar, después de drogarla con una inyección de no sé que, le dijeron a la niña que si la veían cerca de Paul la matarían, no solo a ella, sino a su niñera y a los padres de esta. La tenían amarrada a un camastro con una mordaza en la boca, parecía una nena de cinco o seis años, lloraba desconsoladamente sin poder hablar. Y yo, no hice nada por ayudarla.

–Cuando ustedes ya se habían ido las llevaron al departamento donde vivía Cristina con su criada y le entregaron una carta escrita por Paul que decía, en pocas palabras, que no la quería ver nunca más, que tenía una muchacha embarazada con la que se iba a casar en esa misma semana y que todo cuanto había querido de ella era su virginidad… Se burlaba de ella diciéndole que con todo lo inteligente que era, él se había salido con la suya y se la había llevado a la cama como a tantas otras mujeres… Por supuesto, la carta nunca la escribió Paul sino Fiona, pero la niña reconoció la letra de Paul y la creyó cierta. Lo mismo hicieron ellas con Paul, le entregaron una carta que supuestamente había escrito Cristina, cuya letra él también reconoció como autentica de la niña, en donde le decía que solo quería su dinero y que lo engañó y no sé cuantas cosas más, y claro Paul también se lo creyó. Así fue como lograron separarlos.

Beagle se detuvo y tomó una respiración profunda, buscando fuerzas para poder continuar contándoles la vergonzosa historia. Aunque estaba blanco como un papel, Justin tenía un brillo de tranquilidad en la mirada que decía a gritos “gracias”… Gracias por haber podido desahogarse de aquella culpa que por tantos años llevó en su conciencia.

–¿Qué paso con el dinero?–Preguntó Anthony.

–Agnes lo cogió. Le tuvo que dar un millón a Fiona, esta se quedó con copias de todo lo que falsificó y Agnes tuvo que comprárselas. A la madrastra de la niña también le dieron algo de dinero, unos veinte mil dólares o algo así y por supuesto la amenazaron y le dijeron que se perdiera del mapa. Perdieron el rastro de Cristina y nunca más supieron de ella hasta un año después cuando Cristina le escribió a Paul para informarle que su hijo había nacido. Para aquel entonces Fiona ya era secretaria de Paul y tenía acceso a su correspondencia, por eso Paul nunca la recibió. Agnes hizo que Fiona le enviara otra carta a Cristina, esta creo que fue peor que la primera, en la que le decía que no quería saber nada de ella ni de ese bastardo, no exactamente con esas palabras. Claro, después de eso nunca más supieron de ella hasta ayer que según me dijo Fiona Cristina llamó a Anthony..

Tanto el abuelo como el padre de Paul estaban en shock. No podían creer lo que estaban oyendo. Hasta Anthony que se imaginaba la culpabilidad de Agnes estaba completamente estupefacto…Paul tenía un hijo, él era abuelo y se habían perdido casi diez años de sus vidas por una mentira de odio… Una mezcla de repulsión y desprecio se empezó a formar dentro de su corazón y quiso salir corriendo y matarla de una vez. Pero no lo hizo, la muerte sería muy fácil, ella tendría que pagar con creses lo que le había hecho a su propio hijo… ¡A su hijo…!

–¿Tienes la dirección de donde precedió la segunda carta?–Preguntó el viejo Gallagher que ya parecía haber tomado las riendas del asunto.

–No, era un Apartado Postal de un pueblecito en Texas, cerca de la frontera con México. Por eso fue que me enteré yo de la segunda carta porque Agnes quería que averiguara los datos personales de la persona que había alquilado el Apartado Postal. Por supuesto me negué rotundamente y le dije que eso no se podía hacer. Se enfadó mucho conmigo pero me volvió a amenazar para que me quedara callado y no dijera nada a Anthony, ni a usted. Desde aquel momento mi vida empezó a desmoronarse, empezaron los problemas con mi esposa, nos divorciamos, ella cogió la custodia de los niños y yo… Yo llevó esperando este momento hace diez años.

Por alguna razón incomprensible, la tormenta había cesado, los truenos ya no se oían y no había lluvia, todo el ruido y los rayos se habían marchado sabe Dios a donde, y en el televisor, que tenía el sonido apagado, se veía como el juego de los Yankees y los Bravos se desempeñaba sin problemas.

–¿Por qué te has decidido precisamente ahora a decir la verdad?–Preguntó el viejo.

–Porque el cuento no acaba aquí. Con este nuevo contacto de Cristina, ambas se han vuelto locas y están planeando matarla. Yo de ellas lo creo absolutamente todo. Yo también estoy bajo amenaza de muerte; quizás me lo merezca. No vine a buscar el perdón de ustedes, sé que lo que hice no tiene justificación alguna, solo quiero que sepan la verdad y que busquen a la chica y la encuentren primero que estas dos lo hagan. Estoy seguro que no fue solo una amenaza, sino que van a llevar a cabo su plan… Ustedes tienen que encontrar a Cristina cuanto antes.

–¿Qué castigo crees que mereces tú?

Preguntó el viejo cuya ira necesitaba ver la sangre de los culpables correr.

–Yo no cuento. Mi vida se destruyó hace muchos años. He hecho arreglos para que mis hijos queden bien económicamente, mi ex esposa es una buena mujer y sabrá administrar lo que les he dejado.

–Muy bien. De momento esto quedará entre nosotros. Te encargaras de conseguir las copias de esas cartas, y la denuncia y todo lo demás. También te encargo que busques a Cristina. Todo cuanto encuentres me lo traerás a mí y bajo ninguna circunstancia ellas deben saber que has hablado con nosotros. Cuando todo esto se arregle habrá tiempo para decidir qué haré contigo, como bien dices lo que has hecho no tiene justificación alguna y menos perdón. Ahora puedes marcharte y empezar a trabajar en lo que te he encargado inmediatamente.

Justin Beagle se levantó del butacón donde estaba sentado, la curvatura de su espalda seguía presente al igual que su figura débil y vacilante, pero su mirada había cambiado por completo; ahora se podía ver en sus ojos el color brillante de la esperanza; ese color que llega después de haber confesado nuestras culpas.

Al quedar solos, padre e hijo se sumieron en un silencio lleno de preguntas que se ahogaban bajo la fuerza del odio y el rencor. Sus respiraciones eran profundas y calculadas, como un predador que vigila a su presa desde un escondite secreto sabiendo que esta no tendrá escapatoria.

–Quiero pedirte un favor.–Dijo Anthony mirando a su padre.

–Quiero ser el que se encargue del castigo de Agnes.

–No, ese acontecimiento será solamente mío. El futuro de Agnes lo voy a escribir yo en los anales de su maldita vida. No habrá más preguntas ni explicaciones al respecto. ¿Queda claro?

Anthony no insistió, la voz de su padre no dejaba lugar a dudas.

 

♣♣♣

 

Con una magnifico alarde de control desde el montículo, el pitcher de los New York Yankees, Andy Pettitte había blanqueado a los Bravos de Atlanta por ocho innings, los últimos tres outs fueron responsabilidad del incomparable Mariano Rivera y así en una noche de tormenta que nunca llegó, los Yankees habían ganado el primer juego de la Serie Mundial y al día siguiente saldrían para Atlanta donde se jugarían los próximos tres juegos.

El grupo de los Smith y los Gallagher habían disfrutado de lo lindo. El próximo juego seria el miércoles y todos irían a apoyar a su equipo. Cristina limpió su agenda, de manera que no hubiera conflictos de ninguna clase, aunque siempre quedaban las emergencias que eran impredecibles. Will y Ali habían hecho lo mismo. Pauly faltaría un par de días al colegio, pero con solo nueve años y una gran inteligencia, eso no lo afectaría en nada. Cristina se ocuparía de que así fuera. Billy, que había ido al primer juego con ellos, esperaba la respuesta de sus padres para ver si lo dejaban ir con Pauly. Cristina no había hablado con Crystal del asunto pero sabía que el final lo dejarían ir.

Will y Ali estuvieron pendientes de ella en todo momento, al igual que Rosi, pero Cristina no daba señales de estrés o incomodidad alguna. Ella sabía que la observaban, después de lo sucedido con los Hackman y los Gallagher, ella no había podido quitarse de la mente a Paul. ¿Cómo sería su vida ahora? ¿Le habría sido infiel a su esposa? ¿Cómo serian sus hijos… o hijas…? Pensar estas cosas no la alteraban tanto como cuando pensaba en tener un encuentro con él… Frente a frente…Y eso era lo que tenía en su mente en todo momento y lo que luchaba por suprimir. Sinceramente no sabía cómo reaccionaría. Cuando estaba sola en su cama se imaginaba el incidente de mil maneras diferentes, pero ninguna era la perfecta puesto que siempre terminaba llorando y en sus brazos… Y eso era inadmisible… Como tantas otras veces, sus padres, sus ángeles celestiales, la ayudarían a sobrevivir el momento…

Salir del Stadium les costó casi una hora, nadie quería irse, todos querían cantar New York, New York, y ver a los jugadores todavía en el campo dando saltos de felicidad. Aunque solo fue un juego, a todos les parecía que era un buen augurio de lo que quedaba por recorrer.

–En el próximo juego, yo le voy a los Bravos.

Dijo Will, y todos se le tiraron arriba amagando darle golpes.

–No tío, no, tú no puedes hacer eso.–Le gritaba Pauly.

Entre risas y juegos llegaron a la casa después de la media noche. Los niños se durmieron en el carro y hubo que cargarlos hasta sus respectivas camas. Billy ya tenía su lugar de dormir en el cuarto de Pauly.

Los mayores se fueron al estudio de Cristina a tomar un último trago.

–Qué maravilla de juego.–Dijo Cristina, sinceramente emocionada con el triunfo de su equipo.

–No cantes victoria, todavía quedan muchos más juegos que ganar.

–Tú eres un pájaro de mal agüero y como sigas molestando no te llevaremos a Atlanta.–Le dijo Ali.

–Yo voy a ir a Atlanta porque yo tengo que cuidar a mi hermanita que en estos días se hace la que está bien pero yo sé que no lo está. Tú no tienes que fingir delante de nosotros, acuérdate que nunca aprendiste a mentir…

Cristina sabía que Will tenía razón y que por mucho que tratara de ocultarlo se le notaba tensa.

–Está bien, lo admito, me siento un poco confundida. Siempre supe que este día llegaría y pensé que estaría preparada para ello pero parece que me equivoqué. Necesito arreglar esta situación aunque solo sea en mi mente, debo llegar a un acuerdo conmigo misma antes de intentar elaborar una respuesta para Pauly. En verdad quien me preocupa es él, no yo.

–Pero bueno, vamos a ver, los Gallagher no se han puesto en contacto contigo, ni les han dicho nada a los Hackman que te haga pensar que saben donde estas.–Dijo Ali.

–Sí pero ya sé que están aquí cerca, que hay un vínculo, que en cualquier momento nos podemos encontrar…

–¿Entonces es por eso que quieres salir del escondite? Quizás, subconscientemente quieras encontrarte con él.

–No, lo que me tiene intranquila no es mi reacción, o la del él, sino la de Pauly. Te juro que si le hacen pasar un mal rato los mando a matar a todos.

Ali y Will se miraron. Tenía que estar bromeando… Cristina nunca sería capaz de hacer eso, era el momento lo que la hacía hablar de esa manera, pensaron ambos.

–Cristy, yo creo que tratar de cruzar el puente antes de llegar al rio es perder el tiempo, como dice Rosi. Estoy segura que si se encuentran todo saldrá bien. Sobre todo si esta Pauly presente.

–Por supuesto que lo sé, no voy a armar ningún drama ni ninguna gritería ni nada de eso, es solo…La incertidumbre que me mata…

–Todavía lo amas verdad.–Preguntó Will.

–Will, estas locos, como puedes preguntarle eso así, a ti que te importa eso, y mira, ya me estas llenando la paciencia, déjate de decir tonterías de una vez…

Alison estaba furiosa con su marido.

–Déjalo Ali, déjame contestarle. Will, tú me conoces tanto o más que nadie, ¿Cómo puedo amar a alguien que me ha hecho tanto daño? ¿Cómo puedo amar a alguien que no le interesó conocer a su propio hijo? El tiempo ha pasado William, ya no soy la niña que se enamoró del quarterback, soy una mujer que ha sufrido mucho y ha salido adelante venciendo barreras en todos los campos en los que me he movido. No, el amor es loco pero no masoquista. Sin embargo, después de todo debo agradecerle que me diera a Pauly…

–Y si él es inocente y todo esto tiene una explicación.

–Ya es muy tarde. De todas formas te doy las gracias por haberme hablado tan claro, me hiciste decir con palabras lo que no podía arreglar en mi pensamiento. Ahora si estoy segura de que todo saldrá bien.

Will le dio una sonrisa y asintió con su cabeza, pero muy dentro de su corazón sabía que no era verdad. La batalla final estaba por llegar y temía por ella, por eso tenía que estar cerca para protegerla. Ya se inventaría algo para quedarse a su lado unos días más, Ali lo entendería.

36

La tormenta que no pudo escaparse de las alturas la noche anterior, lo hizo a la mañana siguiente con toda la fuerza que acumuló mientras la ciudad dormía. La lluvia era tan tupida que apenas se podía ver a través del parabrisas del carro aunque la velocidad fuera de 20 millas por horas.

Cristina se dirigía a su oficina en el hospital Lenox Hill, luego pasaría por el Sloan – Kettering y por último llegaría al Hospital Presbiteriano. Aunque su agenda estaba vacía, quería cerciorarse de que todo estuviera bien antes de marcharse. Llevaba tantos estudios investigativos en tantos lugares a la vez, que a veces se le hacía muy incómodo ya que perdía mucho tiempo moviéndose de un hospital al otro. Gracias a Dios que contaba con un equipo de personas excelentes, trabajadoras y buenas profesionales que estaban ahí apoyándola en todo momento. Todos sabían su pasión por el Baseball y se alegraban que se marchara aunque fuera un par de días a estar con su hijo y su familia. Nadie sabía nada de su vida privada. Conocían a Pauly por fotos que ella tenía en su oficina, también sabían de Rosi y de los Smith, pero nadie le preguntaba nada. Hacía mucho tiempo que había dejado bien claro que su vida personal no era parte de su mundo profesional y al parecer todos respetaban su privacidad.

Llegó al hospital y dejó su carro en el aparcamiento reservado para ella, dirigiéndose sin perder tiempo a su oficina. Cuando llegó se encontró con un colega esperándola. El Dr. Karl Sanders había sido uno de sus profesores cuando Cristina empezó a trabajar en este hospital como residente, y como todos ellos él sentía un gran aprecio y respeto por ella.

–Buenos días Karl.

–Hola Cristina. ¿Tienes un minuto?

–Sí, entra.

Tuvo razón en querer pasar por sus oficinas aunque fuera por un momento, siempre había alguien esperándola o queriendo consultarle algo

–¿Qué pasa?

–Anoche me llegó un paciente con un pequeñísimo aneurisma de la Cerebral Media roto, una hemorragia tremenda, solo pude tratar de disminuirle la presión intracraneal un poco pero no creo que se salve, está en coma desde que llegó. El asunto es que su tiempo de coagulación es altísimo, pero tiene las plaquetas bien, no tiene historia familiar de nada parecido y no sabemos por qué sangra. No sé si te has encontrado con algo así antes o si tienes alguna experiencia con eso.

–¿Está tomando alguna medicina?

–No, es un hombre joven de unos 25 años, fuerte y saludable. Según la familia parece que le gusta beber, pero tiene el hígado bien y todas las pruebas sanguíneas y de encimas hepáticas han salido normales, solo el PT (Tiempo de Protrombina) y el PTT (Tiempo Parcial de Protrombina) ambos los tiene elevadísimos, pero según dice la madre él no toma ninguna medicina, ni aspirina ni nada que alteren estos parámetros en la sangre.

Cristina se detuvo a pensar por un momento, se acordaba de algo parecido hacia algunos años en otro hospital…

–Yo tuve un paciente hace quizás tres o cuatro años, no recuerdo bien, que me llegó igual, con un pequeño aneurisma de la Arteria Cerebral Media, roto, sin historia de hipertensión arterial o trauma en la cabeza. Estuvo muy grave. Había algo en el caso que no me convencía y así se lo hice saber a la policía. Resultó ser que la esposa del paciente tenía un amante y le estaba administrando a su esposo Warfarina en sus bebidas alcohólicas, esperando que se muriera de una hemorragia. Al final, cuando el hombre se salvó, se descubrió todo el royo y la mujer y el amante fueron a la cárcel por intento de homicidio. Al parecer mi paciente tenía un muy buen seguro de vida y su mujer estaba ansiosa por cobrarlo y deshacerse de él al mismo tiempo; desgraciadamente para ella y el amante la conspiración de asesinato no salió como ellos esperaban.

–Este no es el caso de mi paciente. Este hombre no está casado, y trabaja de ayudante de mucamo para una familia muy rica de aquí de New York. Sus padres están con él y parecen ser una familia buena y unida. ¿Tú crees que le podrías echar un vistazo al expediente, por si se te ocurre algo?

–Por supuesto, vamos.

Al salir le preguntó a su secretaria si había algo para ella pero esta le respondió que no, que su agenda seguía vacía como ella lo había ordenado.

Cristina y Karl bajaron al piso ocho donde se encontraba la Unidad Neurológica de Cuidados Intensivos del hospital. Cristina examinó al paciente y luego leyó su expediente. Nada le saltaba a la vista como anormal. Le sugirió a Karl ir a hablar con la familia.

–¿Saben ustedes si el tomaba muchas aspirinas, o Advil, o Ibuprofeno?

–No doctora, el solo toma alcohol. Siempre se lo he advertido de que algo así iba a pasarle pero nunca me hizo caso.

Fue la madre del paciente quien respondió y Cristina siguió con las preguntas.

–¿Por qué pensaba usted que algo así pasaría?

–Me da vergüenza decirlo pero.

–Cuéntenos señora, sin pena, somos médicos y solo queremos ayudar a su hijo.

La sala de espera estaba llena de parientes de los allí ingresados y en el aire flotaba un olor a angustia y frustración que lo hacía todo más oscuro.

–Vera, nosotros trabajamos para una familia muy adinerada aquí en la ciudad, pero no quiero mentar su nombre. El asunto es que mi hijo a veces espera a que sea de noche y se roba el Whisky Escoses del patrón y se lo toma. Según él, nadie nunca se da cuenta de que las botellas se vacían muy rápido porque el patrón es un… Bueno….El…Toma mucho, eso es, toma demasiado, pero digo yo ¿Y si alguien le ha echado algo a ese pobre hombre para matarlo y lo que ha hecho es arruinarle la vida a mi hijo?

Cristina miró a Karl Sanders como diciéndole “Pudiera ser”, pero fue Karl mismo quien le preguntó a la madre del paciente.

–¿Señora, que le hace pensar así? ¿Tiene alguna evidencia?

–Ay doctor usted dirá que yo estoy loca pero… Es que creo que estoy en lo cierto. Vengan hasta acá que les cuentos.

La señora se levantó y se dirigió a un rincón alejado donde los familiares de los demás pacientes no podían oírla, su esposo la miró como reprimiéndola por lo que iba a hacer pero ella solo se limito a mover su cabeza de un lado a otro como diciéndole al esposo.. “tengo que decírselos”, el pobre hombre bajo la cabeza y mirando al suelo se puso ambas manos en la cara y se quedo inmóvil; estaba llorando.

–Mire, yo trabajo en la misma casa donde trabaja mi hijo. La señora de la casa es una mujer mala y estoy segura que quiere matar a su marido. La otra noche la encontré en el bar revisando las botellas; traía algo en la mano y la vi destapar la botella de donde toma el señor, echarle algo, y volverla a tapar. Estaba muy oscuro y no pude ver lo que hacía pero me pregunté, que haría ella allí a aquellas horas de la noche. Hace apenas unos días, dos o tres, no recuerdo bien, estaba limpiando el baño del señor y vi un montón de sangre en las toallas, en el suelo y en la papelera, parece que se había cortado afeitándose y sangró mucho. Yo nunca había visto nada igual en su baño, así que me puse a examinar los hechos y llegué a esta conclusión. Yo creo que la señora le está haciendo algo a las bebidas del señor para matarlo y mi hijo está pagando las consecuencias con su conducta.

Karl y Cristina se volvieron a mirar, esta vez algo preocupados. La señora les dijo muy bajito, casi en un susurro.

–La familia es de apellido Gallagher, son los dueños de la multinacional GALCORP. Ay por favor no digan nada, yo solo quiero que mi hijo se salve.

Cristina por poco de cae de narices en el suelo… Dios mío, que estaba pasando ahora…

 

♣♣♣

 

Cristina tuvo que hacer un gran esfuerzo para que Karl no notara su reacción. Le aconsejó que empezara un tratamiento para revertir el efecto de la Warfarina y se fue. ¿Qué estaba pasando en esa casa? ¿Quién era la mujer que estaba tratando de matar a su marido? ¿Y si fuera Paul? Ay no, no, no, esto era inaudito. ¿Cómo era posible que esto estuviera pasando? ¡Dios se estaba riendo de todos ellos!

Salió disparada para la oficina de los Hackman. Desde el carro llamó a sus otras oficinas para comprobar que todo estaba bien; hoy no habría visita en más hospitales y quizás no habría viaje a Atlanta tampoco.

La lluvia seguía cayendo inclementemente en New York, pero la tormenta en la mente de Cristina era mucho mayor que todo aquello. Guiando en “piloto automático” llegó al edificio de las oficinas de los Hackman, dejó el carro en medio del aparcamiento y subió en el elevador privado de los dueños. Cuando alcanzó el piso indicado le dio gracias a Dios por no haber nadie en la antesala y se dirigió casi corriendo a la oficina de Bailey donde le preguntó a su secretaria.

–¿Está ocupado?

–No doc…

No le dio tiempo a responder, abrió la puerta y entró

–Cristina.

–Bailey, tenemos que hablar, llama a Gene por favor.

♣♣♣

 

Cuando Agnes abrió los ojos como a las nueve de la mañana la lluvia caía en torrentes así que se dio media vuelta y se propuso seguir durmiendo. Las cortinas de su cuarto no estaban completamente cerradas así que llamó por el intercomunicador para que subiera una criada a arreglarlas. Al rato entró la criada, pero no era la de ella, ¿Quién era esta intrusa?

–¿Y quién eres tú? ¿Dónde está Guadalupe?

–La señora Guadalupe esta en el hospital con su hijo que lo ingresaron de emergencia.

–Y a mí eso que me importa. Te comunicas con ella ahora mismo y le dices que si no está aquí cuando me levante queda despedida. Y tú vete de aquí y no vuelvas a entrar a mi cuarto nunca más.

La pobre muchacha salió como alma que llevaba el diablo, bajó a la oficina y les contó a los otros empleados lo que había pasado

–Un día de estos esa mujer las va a pagar todas juntas.

–Que Dios te oiga…

 

 

 

Bailey y Gene se quedaron en silencio cuando Cristina terminó el cuento. Qué desgracia de familia. Menos mal que Cristina nunca llegó a pertenecer a ella.

–Ustedes tienen que decirles algo; de lo contrario alguien morirá.

–¿Y qué le decimos? ¿Que tú encontraste evidencias de que la mujer de Anthony o de Paul estaba tratando de matar a su marido y en su lugar mató al mucamo?

–Sí. Eso mismo le puedes decir, solo que omite mi nombre, diles que la información te llegó de una manera anónima, yo que sé, pero alguien va a morir si no detienen a esas mujeres. Siempre supe que la madre de Paul era mala pero nunca pensé que llegara a estos extremos, en cuanto a la esposa de Paul, se llama Bamby, la conocí en nuestra fiesta de graduación y me pareció algo tonta pero de eso a que sea una asesina… Dios mío, pero que nos está pasando…

–¿Y si la tal Guadalupe se lo está inventando?

–¿Qué gana la sirvienta con inventar semejante cuento?

–No lo sé, aquí hay tantas cosas raras que no tienen sentido, yo no entiendo nada.–Dijo Bailey

–Yo estoy en las mismas.–Respondió Gene

–Discúlpenme que haya venido a traerles semejante responsabilidad pero no se dé que otra manera avisarles.

–¿Y si le mandamos una carta anónima?–Dijo Gene

–No, no, por favor, no somos niños. Cristina, tarde o temprano vas a tener que lidiar con esta gente. Miren, creo que lo correcto sería hablar con la señora y convencerla de que hable con su empleador y le cuente lo sucedido.

–¿Y si la despiden y se queda sin trabajo?

–Mejor sin trabajo que sin vida. No lo sé, he estado pensando mucho en todo esto, y la verdad es que por muy indignado que este con los Gallagher no puedo concebir que hayan hecho todo lo que contaste; no quiero ofenderte Cristy, es que nada tiene sentido.

–Entonces crees que miento y que he inventado todo el cuento.

La cara de Cristina cambio, ya no estaba preocupada, si no indignada, sus ojos se volvieron dos trozos de granito negro y sus hombros se irguieron levantando el busto y la barbilla en forma amenazadora.

–No, no he dicho eso, solo que aquí está pasando algo muy extraño que no entiendo. Mira yo viví con Anthony Gallagher por cuatro años consecutivos, y siempre fuimos buenos amigos. Ya sé que luego se convirtió en un alcohólico pero quien sabe por qué, el asunto es que no lo creo capaz de hacer mal a nadie, eso es todo.

Gene se sentía incómodo confrontando a Cristina y dudando de su historia pero no le quedaba más remedio que decir lo que sentía. Este asunto había que resolverlo lo antes posible o de lo contrario todos terminarían disgustados, y tendría que hacerse con ambas partes presente.

 

 

 

Guadalupe Chávez había llegado a los Estados Unidos cuando tenía nueve años de edad. Sus padres eran obreros que trabajaban en los campos frutales de California. Cuando la familia Chávez inmigró no había los problemas que se veían actualmente con los inmigrantes ilegales y el contrabando de drogas; eran otros tiempos, pensó Guadalupe.

Aunque sus padres hubieran preferido que ella terminara la escuela superior, puesto que la niña era muy inteligente, la llegada de tres hermanitos uno detrás del otro lo impidió, su mamá tuvo que quedarse en casa y ella salir a trabajar con su papá. La chica se distinguió por la presteza con que empezó a organizar los otros trabajadores para hacer el trabajo más fácil y a la vez elevar la productividad. El capataz, un buen hombre también mexicano, se dio cuenta y la puso a trabajar de supervisora con los nuevos trabajadores que llegaban casi a diario, y a los que ella tenía que enseñar como recoger la fruta sin dañar la siembra, y como disponerla para que llegara fresca a los almacenes donde se empaquetaban.

En esa hacienda agrícola fue donde conoció ella al viejo Gallagher. Cuando Paul empezó a caminar y el viejo se dio cuenta de que sus padres no se ocupaban de él; después de encontrarse a Anthony y a Agnes peleando delante del niño como si este no existiera, se lo llevó con él y se hizo cargo de su crianza. Andaba buscando a una persona joven que le ayudara con la educación de Paul y esta muchacha trabajadora e inteligente le pareció perfecta, además el niño aprendería otro idioma. Guadalupe se fue con el viejo Gallagher para New York porque el sueldo que ganaría sería mucho más que lo que ganaban ella y su papá juntos. Para sorpresa del viejo y de la misma Guadalupe, Paul no necesitó niñera ni cuidados especiales, siempre fue un chico muy activo e independiente. Cuando Paul empezó la escuela superior en Washington Guadalupe pasó a trabajar en la casa de Agnes y Anthony. A pesar de que su trabajo era el de Ama de llaves, Agnes se la cogió para ella y Guadalupe tenía que trabajar el doble; primero llevando la casa como ama de llaves, y segundo como esclava particular de Agnes. Pero no se quejó, porque en casa del viejo había conocido a quien luego fuera su esposo que en aquel tiempo era el Mayordomo del viejo, y ambos pasaron a trabajar juntos en la casa de Anthony. Su único hijo Pedro tenía unos quince años cuando esto sucedió, todavía no había terminado la escuela superior, pero cuando lo hizo y empezó la universidad, el viejo Gallagher lo dejó que trabajara en la casa como ayudante para que se ganara algo de dinero y ayudara con los gastos de su educación. Pedro se crio con todas sus necesidades cubierta, y dentro de una familia que lo quería y lo apoyaba en todo, sin embargo el chico les había salido medio vago y bebedor, pensó Guadalupe, pero no había de otra, mejor era que se quedara trabajando con ellos para así poderlo guiar mejor.

Cuando Guadalupe se dio cuenta de lo que estaba haciendo su hijo lo regañó y lo amenazó con decírselo a los señores, pero nunca lo hizo y ahora se sentía culpable de no haber sido más dura con él. El Dr. Sanders le había aconsejado que diera parte a la policía de lo que había sucedido pero ella no quiso hacerlo por no arriesgar el sustento de su familia, aunque la señora Agnes estuviera loca, la verdad era que se la pasaba en la calle y ya Guadalupe había aprendido a tolerarla, pero si la metía en problemas se iba a ver en la calle. Lo pensó mucho antes de decidir que iba a hacer, no lo consultó con su esposo ni con nadie, si su hijo moría… No, por Dios, eso no… Esto tenía que acabar de una vez. Se decidió a hablar con el viejo Gallagher.

37

El número 721 de la Quinta Avenida de Manhattan lo ocupaba uno de los rascacielos más impresionantes de la ciudad. Diseñado por el famoso Arquitecto Der Scott y con sus 68 pisos, se levantaba como una torre de cristal sobre la esquina de la Quita Avenida y la calle 56 en el sector Este de la isla, justo al lado de Tiffany’s. Como una dramática cortina de espejos cayendo del cielo, el edificio refleja el Parque Central de una manera única y espectacular. El inmueble tenía una entrada particular por la calle 56 para los residentes de los condominios. La base en la Quinta Avenida la formaba la nueva tienda de Gucci. Allí, la residencia del señor Paul Gallagher abuelo, ocupaba la totalidad del piso sesenta.

Hacia mucho tiempo que Guadalupe no venía a la nueva casa del señor Gallagher, este se había convertido en un ser triste y callado desde que su nieto Paul sufrió algún tipo de problema sentimental hacia casi diez años, o al menos eso era lo que se comentaba entre la servidumbre. No sabía si el señor la recibiría o no, no había llamado anunciando su visita, había venido directamente del hospital donde estaba su hijo moribundo hasta aquí. La lluvia la había mojado hasta los huesos y su aspecto no era lo suficientemente presentable como para lo que iba a hacer, pero ya estaba allí y tenía que hacerlo.

Con algo de dificultad abrió la puerta que daba paso al lobby del edificio, allí se encontró con un portero–guardián que no conocía, este sin dejarla entrar del todo le preguntó qué quería.

–Vengo a ver al Sr. Gallagher, él no me espera, pero quisiera me hiciera el favor de avisarle que Guadalupe Chávez está aquí y que tiene algo muy importante que decirle.

–Señora, esto es un edificio privado y aquí no puede entrar nadie que no haya hecho una cita previa, además no tiene usted aspecto de ser amiga del señor Gallagher.

–No soy su amiga, soy su sirvienta y la información que le traigo es de vida o muerte.

El portero se le quedó mirando con recelo. ¿Qué tan importante podría ser esta mujer para el Sr. Gallagher? Había algo en sus ojos que lo animaron a admitirla aun cuando dudaba de su credibilidad, ojala que no se metiera en problemas por molestar al señor tan tarde.

–Yo esperaré afuera.

–No, no, señora, está lloviendo mucho, espere un momento.

El portero hizo la llamada y asombrado con la respuesta le dijo

–Pase usted señora, tome el elevador número tres.

–Muchas gracias señor.

Una vez dentro del elevador Guadalupe se puso a ordenar lo que iba a decir, sin embargo antes de que las puertas del mismo se abrieran en el piso sesenta, se dio cuenta que ya no había tiempo, tendría que decirlo como le saliera. Trató de escurrirse un poco el agua pero no tenia con que secarse así que se paso la mano por el pelo estirándolo hacia atrás y le rogó a Dios que le diera fuerzas para hacer lo que tenía que hacer.

Mientras tanto en el despacho de los Gallagher el viejo pensaba ¿Qué puede querer Guadalupe a estas horas? Hacía mucho tiempo que no la veía ni habla con ella, el había dejado de visitar la casa de su hijo hacía mucho tiempo. Su hijo Anthony estaba con él. No tuvo ocasión de responder a su propia pregunta puesto que ella llegó casi inmediatamente después de ser anunciada.

Guadalupe había envejecido, pensó el viejo, pero bueno, todos lo hemos hecho, se veía muy compungida, como si llevara un gran peso en el alma.

–Sr. Gallagher, disculpe que haya venido sin avisar, tengo que decirle algo importante que no puede esperar.

–Siéntate Guadalupe y dime que sucede.

Anthony la reconoció

–¿No trabaja usted en mi casa?

–Sí señor, quizás debí hablar con usted antes de venir acá, pero su padre fue quien me contrató y creo que él me podrá ayudar con este problema, aunque usted está directamente involucrado en lo ocurrido.

–Guadalupe, hable de una vez por favor.

–Vera señor, mi hijo Pedro…No es una persona muy responsable, le gusta mucho el alcohol y bueno….Ahora le ha dado por ir a media noche al bar del señor Anthony y tomar de su Whisky Escocés; yo lo he amenazado varias veces con echarlo de la casa pero siempre me promete que no lo hará más. Hace apenas unos días me escondí detrás de las cortinas para enfrentarlo cuando lo descubriera tomando del Whisky del señor, pero mientras estaba esperando vi llegar a la señora Agnes y me quedé muy callada para que no me descubriera. Desde mi escondite la vi entrar en el bar y echar algo en su botella, esa que está en un decantador de cristal con su nombre, la vi verter algo dentro de la botella y luego irse. Me extrañó su actitud pero quién soy yo para pedirle cuentas a mis amos, en fin, justo después llegó mi hijo y se sirvió casi un vaso entero de la botella que la señora Agnes había cogido, cuando estaba a punto de salir para regañarlo lo oí correr hacia la cocina y luego lo vi entrar a usted, que por cierto también se sirvió un trago de la misma botella y se fue. Cuando salí de allí fui directa a buscar a mi hijo pero el muy descarado se me escapó y no lo pude alcanzar. Al otro día por la mañana me enfrasqué en mi trabajo diario y se me olvidó el incidente. Dando vueltas en la casa y supervisando a las muchachas de la limpieza llegué al baño del señor Anthony y me encontré un montón de toallas llenas de sangre, la muchacha estaba asustada porque había demasiada sangre, pero pensé que usted quizás se había cortado afeitándose o algo así y no le di más importancia. En fin le dije a la muchacha que lo limpiara y me fui. Ese mismo día por la noche mi hijo se desvaneció en casa de su novia y la pobre tuvo que llamar a la ambulancia y llevarlo a una sala de emergencia, esa misma noche lo ingresaron con una hemorragia muy grande en el cerebro, de hecho todavía no se sabe si se salvará o no…

Guadalupe no pudo contenerse por mucho que lo intentó y empezó a llorar

–Disculpen por favor, ya sigo.

Se limpió como pudo las lagrimas.

–En fin, el doctor nos dijo que Pedro tenía como una vena o algo así en la cabeza que se le había roto, el problema está en que su sangre estaba muy fina y por eso sangró tanto; de ahí su gravedad. El Dr. Anderson, el médico de mi hijo, consultó con una doctora que según dicen es la mejor de todo el hospital, y ella sugirió que cabía la posibilidad de que alguien le hubiera echado una sustancia a la bebida que hacia sangrar mucho a la persona que la tomara, ahora no me acuerdo como dijo que se llamaba, Garina o Wanina, algo así. La doctora dijo que ella tuvo un caso así hacia unos años y que tuvo que darle parte a la policía, de hecho fue ella quien insistió en que les avisara a ustedes. Pero señor, esta mañana la señora me andaba buscando y cuando le dijeron que yo estaba en el hospital con mi hijo dijo que si no estaba allí en cinco minutos me despediría. Imagínese señor, ahora con Pedro en el hospital y los tres sin trabajo como vamos a sobrevivir. Por eso es que vine a hablar con usted señor Gallagher, si usted no me cree mi familia está perdida…

Volvió a llorar, esta vez sollozando de dolor. El padre y el hijo no podían creer lo que estaban oyendo; sin lugar a dudas Agnes había tratado de matar a Anthony.

–Guadalupe, no tienes nada que temer, ve con tu hijo y cuídalo, quédate con él el tiempo que sea necesario; si necesitas algo me lo haces saber. Toma mi teléfono celular.

–Gracias señor, y usted señor Anthony, perdóneme que no fui a decírselo a usted, pero la señora Agnes nunca me lo hubiera perdonado.

–No te preocupes Guadalupe, yo me encargo de todo.

Ambos esperaron callados a que Guadalupe saliera; luego fue Anthony quien rompió el silencio.

–Esto no se puede quedar así, me dijiste que te harías cargo de ella, pues bien, lo haces inmediatamente o lo hago yo, aunque más nunca vuelva a verte ni a ti ni a Paul, la voy a matar.

–No vas a hacer nada de eso, no vale la pena que arruines tu vida por ella, en este mismo momento voy a hacer los arreglos necesarios para deshacernos de ella, pero tienes que prometerme que te quedaras aquí tranquilo y no harás nada.

–Dime lo que vas a hacer.

–En este momento no. Ahora bien, no importa cuánto te llame o te busque, tienes que prometerme que no la vas a ver ni hablar con ella ni en persona ni por teléfono. Si quieres vete de la ciudad, quédate aquí, haz lo que quieras pero por nada del mundo aceptes sus llamadas, de acuerdo.

–¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

–Nunca he estado tan seguro como lo estoy ahora.

–¿Y Paul?

–Con Paul voy a hablar yo en cuanto ponga todo esto en orden…

–No papá, yo hablaré con Paul.

Lo dijo con una determinación que su padre no tuvo más remedio que asentir.

–Nos esperan días difíciles.

–No padre, te equivocas, lo difícil ya pasó, ahora solo queda enmendar todo el daño que Agnes nos ha hecho a todos.

 

♣♣♣

 

El viejo Gallagher había empezado su negocio como cualquier otro hijo de obreros emigrantes, vendiendo por aquí y comprando por allá, arriesgándose a invertir en industrias nuevas, y pasando muchas noches sin dormir calculando hasta donde podía llegar. A muy temprana edad, sea por suerte o por habilidad financiera, ya había alcanzado un estatus respetable dentro de la comunidad comercial de la gran metrópolis. Su amigo de la infancia y también hijo de inmigrantes Miguel Montelobo, le ofreció adquirir un espacio en el recién inaugurado Empire State Building cuando este se puso a la venta. Entre los dos consiguieron un magnifico precio por un espacio de muchos miles de pies cuadrados que vino con la opción de adquirir más espacio si así lo deseaban, al mismo precio de la venta inicial, por los siguientes diez primero años. El edificio más conocido en el mundo en su época, tuvo la desgracia de abrir sus puertas en medio de una economía frágil e incierta, producto de la mayor depresión financiera que hubiese conocido el país.

Así fue como la Multinacional GALCORP entró a formar parte de los privilegiados que vieron multiplicarse sus fortunas desde la torre de cemento y acero que desafiaba las alturas en la ciudad que nunca duerme.

Paul no perdió tiempo en mudarse para la oficina de su abuelo, el mismo día que este le informó de su decisión se fue para ella. No le avisó a Fiona porque para él, aquella mujer que trabajaba fuera de su despacho no era nada, no existía, por eso no la extrañó en su nueva oficina. Benjamín Baker, su asistente personal le buscó una recepcionista nueva a la cual sentó al frente del despacho y le dio instrucciones para que no pasara ninguna llamada al nuevo jefe hasta que este no se lo indicara.

Paul y Benjamín estaban inclinados sobre la mesa de conferencias del despacho de Paul, enfrascados en un problema, cuando oyeron abrirse la puerta. Benjamín se viró inmediatamente para recriminarle a la secretaria por haber entrado, Paul hizo lo mismo…. Pero se quedó asombrado cuando vio quien era.

–Papá, estoy muy ocupado, debiste haber llamado…

–Lo que tengo que decirte es mucho más importante que cualquier cosa que estés haciendo. Por favor, nos deja solos Ben.–Dijo dirigiéndose a Benjamín. Este miró a Paul esperando su respuesta. Por alguna razón que no podía explicarse Paul oyó en la voz de su padre algo que nunca antes había oído; firmeza y determinación.

–Por favor Ben, déjanos solos.

Ben salió sin decir palabra, Paul no acostumbraba a repetir las órdenes.

–¿Y bien, cual es el apuro?

–Te vas a sentar y me vas a oír…

–Un momento te dije que…

–Paul, por una vez en tu vida me vas a hacer caso y me vas a oír. Lo que tengo que decirte te será difícil de creer, pero ese no es mi problemas, yo solo estoy aquí para darte la información más importante de tu vida, lo que tú hagas con ella eso es totalmente responsabilidad tuya.

Anthony hizo una pausa esperando que Paul le contestara pero este no dijo nada. La verdad era que estaba algo confundido, nunca había visto a su padre en este plan de persona responsable y algo le decía que debía oírlo.

–Hoy, tu abuelo y yo hemos descubierto algo que te llenara de ira, que quizás no admitas como cierto pero que es la verdad. Tu madre, hace diez largos años, se las arregló para separarte de Cristina. La convenció a ella que tú no la querías y te convenció a ti de lo mismo. Le robó a tu abuelo tres millones de dólares con los que pagó a sus cómplices que le ayudaron a desarrollar el plan. Yo comprobé…

Paul se paró del sofá donde estaba sentado como un felino predador.

–¿Cómo te atreves a hablarme de semejante cosa? No sabes que ese tema está prohibido para….

–Cállate la boca y siéntate; no he terminado. Tu madre trató de matarme a mi ayer, y por su culpa hay un joven muriendo en un hospital con una hemorragia cerebral. Pero eso no es todo… TIENES UN HIJO….y ella lo ha sabido durante todo este tiempo y no los has ocultado a todos, y por supuesto, Cristina piensa que tú eres un malnacido que la abandonó y se rio de ella…. Todo eso lo ha hecho tu madre por ambiciosa, por envidiosa y por mala… Eso es lo que estamos encontrando por arribita, sabrá Dios cuanto más hay detrás de todo esto…

Paul estaba paralizado, sus ojos se clavaban en su padre queriendo matarlo con la mirada…

–Estas completamente loco, eso no puede ser cierto, por qué me estás haciendo esto, por qué quieres que vuelva a revivir lo que un día acabo con mi vida. ¿Es que acaso quieres que me muera para quedarte con la fortuna del abuelo?

La voz de Paul era fría como el acero, su sonido cortaba el alma de su padre quien estaba a punto de estallar a gritos.

–Esa es la verdad. Ahora te toca a ti decidir qué hacer con ella.

Anthony se levantó, abrió la puerta, y desde allí se viró para decirle a su hijo.

–Ya puedo morirme tranquilo. Nunca fui un padre para ti, pero hoy te he regalado una nueva vida, ojala que sepas aprovecharla y ser feliz.

Salió cerrando la puerta. Paul no se podía mover. ¿Qué estaba pasando? Aquello era un mal sueño, una tortura que su padre le quería imponer. Pero ¿Por qué?..

Después de tantos años sufriendo por el engaño de Cristina, ahora le decían que no era ella la causante de su desgracia, eso no podía ser cierto. ¿Y el abuelo? ¿Qué diría su abuelo? Tenía que hablar con él urgentemente, esto era una trama sucia de su padre para quedarse con la herencia…

Decidió irse de la ciudad, salió corriendo de su despacho y fue a buscar su Ferrari… Tenía que alejarse de aquel infierno cuanto antes.

38

Cristina no dijo nada de lo sucedido en el hospital ni a Ali ni a Will, y mucho menos a Rosi. Karl le había avisado que la madre del muchacho había ido a hablar con los Gallagher; ya ella no tenía la responsabilidad de hacer nada más. La incertidumbre la consumía… ¿Quién quería matar a quien? ¿Acaso la esposa de Paul quería matarlo? Y si así era ¿Por qué? ¿Seguiría Paul siendo un pica–flor, un marido infiel? A ella ya nada de eso le importaba ¿Entonces por qué no se lo podía quitar de la mente? ¡Qué incertidumbre…! Gracias a Dios, se irían pronto para Atlanta siguiendo a los Yankees. Dios mío ayúdame a quitarme este tormento de mi mente, por favor…

 

♣♣♣

 

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