Cristina

Cristina


Portada

Página 5 de 23

–Me preocupa que cada día estés más enamorada de Paul. –Dijo Rosi y al momento se dio cuenta que no debía haberse expresado de esa manera tan brusca.

Cristina guardó silencio por un momento que a Rosi le pareció una eternidad. ¿La habría ofendido?

–Mi niña, perdóname.

–No Nana, tienes razón, y te agradezco que me lo hayas dicho. Ya tengo la suficiente madurez como para entender que para Paul siempre seré su hermanita menor. Gracias por hablarme claro y hacerme ver la realidad. De hoy en adelante te prometo que pondré todo mi empeño en sacármelo del corazón.

–Me da mucha pena oírte decir esas cosas.

–No te preocupes, acuérdate que aparte de ser valiente, también soy muy fuerte y puedo hacer todo cuanto me propongo. Además hay otra cosa que tengo que hacer. Tengo que empezar a disfrazarme de fea.

–¿Que dices?

–Mi papá me dijo que durante mi juventud tendría que esconder mi físico y exponer mi inteligencia, que la sociedad nunca me dejaría usar las dos a la vez. Una vez que obtenga mis títulos y haya demostrado mis facultades intelectuales, entonces, podre sacar a la luz mi físico. ¿Me entiendes?

–Si mi amor, a mí también me lo dijo. Qué mundo tan injusto este en que vivimos.

–No Rosi, no pienses así. Este mundo lo hacemos nosotros mismos con nuestras acciones.

–Que Dios te bendiga ese optimismo hija mía.

–Y hablando de bendiciones. Cuando fuiste a acostar a los abuelos Espinosa, yo fui al baño, y sabes qué, estoy teniendo mi primera regla menstrual.

–¿Qué? ¿Ay mi niña porque no me lo digites antes?

–Porque no hubo necesidad. Pero eso quiere decir que mi cuerpo empezará pronto a cambiar así que tenemos que diseñar un atuendo que cubra mi pubertad. Yo creo que amplios overoles sobre holgados suéteres en invierno y anchas camisetas en verano será lo más sencillo. Bracieres deportivos para aplastar el busto y zapatos tenis de los más feos que encuentre; el pelo lo llevare cubierto con un sombrero o un pañuelo. Ah, creo que necesitaré también espejuelos que disfracen mi cara.

–Vas a parecer un payasito mi niña.

–Esa es exactamente la idea mi querida Rosi.

 

♣♣♣

 

Paul no podía conciliar el sueño, lo que le dijera el abuelo en el camino a casa lo puso de mal humor. ¿Cómo era posible que su abuelo pensara que Cristina estaba enamorada de él? Cristina era una niña, y sí, definitivamente, Cristy era suya y de nadie más. Ninguno de los otros la quería tanto como él, nadie, ni Rosi… No dejaría que nadie le hiciera daño, estaría siempre a su lado. Y si cuando crezca no te quiere como guardián; recordó las palabras del abuelo. Imposible, ella lo quería a él más a que todos, así lo sentía muy dentro en su corazón. No se imaginaba la vida sin ella. Nunca.

Ya se las arreglaría para que nunca se casara ni se buscara novios, la retendría siempre a su lado; no había nada malo en eso. Entonces por qué no se podía dormir pensando que alguien se la podría quitar. Nunca. ¿Sería verdad lo que decía el abuelo, que Cristina estaba enamorada de él? A él le encantaba la idea, lo llenaba de regocijo saber que ella con su intelecto y sabiduría lo prefería a él; eso quería decir que Cristina era incondicionalmente de su propiedad.

9

El invierno en Harvard llegó después de un otoño corto y atropellado. El azul del cielo se perdió bajo un gris interminable que oscurecía el pensamiento. El motor intelectual de los profesores y nuevos discípulos se atemorizaba con las bajas temperaturas y la perenne nieve que cubría las callejuelas de la pequeña ciudad universitaria. Los días se acortaban y las noches se hacían interminables, la ausencia de sol invitaba al recogimiento y las clases se convertían en espacios desiertos donde solo viejos y cumplidores profesores derramaban sus invaluables conocimientos a los pocos valientes estudiantes que el frio no lograba amedrentar.

Aquí era donde se separaban los niños de los hombres, aunque en este caso los niños; Cristina, Lucas y Winona, eran los que se comportaban con mayor responsabilidad y sentido del deber que los adultos. Algunos maestros invitaban a los escasos alumnos que asistían a clases a sus despachos particulares, y allí en la intimidad de antiguos estantes y añejas paredes de la centenaria universidad era donde el conocimiento pasaba de una generación a otra.

Los deportes de invierno se hacían populares después de las vacaciones de Navidad, puesto que los últimos días de Diciembre el estudiantado solo pensaba en irse de la escuela y disfrutar con sus familias las fiestas navideñas y el comienzo del año nuevo.

Cristina y Rosi no tenían a donde ir. Lucas y Winona, sin dar explicaciones que Cristina nunca se atrevió a pedir, también se quedaron. Habían conseguido un apartamento en el mismo edificio donde vivía Cristina y no perdieron tiempo en mudarse juntos. Nadie tuvo objeción con el nuevo arreglo domiciliario de los chicos, porque al parecer ninguno de los padres se interesaba mucho por ellos. Fue así como Rosi, de una manera u otra se convirtió en su madre postiza.

La última semana antes de las vacaciones hubo fiestas de Navidad en todos los departamentos de la universidad y Los Albertos fueron contratados para todas ellas. Lo cierto era que se habían hecho famosos en estos círculos sin que nadie supiera a ciencia ciertas quienes eran. Los tres niños se transformaban para sus presentaciones en serios adultos. Lucas vestía un viejo frac que compró en una venta de segunda mano y que Rosi le arregló hasta quedar como nuevo, las niñas vestían largos vestidos negros de mangas amplias hechos también por Rosi, que les daban una aire de distinción y clase inigualable, con el pelo recogido hacia atrás y unos espejuelos de grueso marco ocultando sus facciones parecían músicos salidos de una orquesta sinfónica, no tenían nada que envidiarle a ningún trío de música de cámara profesional. Varios profesores del departamento de música les guardaban el secreto y los ayudaban a conseguir contratos.

Ali y Will se fueron para Washington D.C. en cuanto pudieron, no sin antes despedirse de Cristina y rogarle que viniera con ellos, lo cual ella no aceptó alegando el deber que tenia de quedarse con la única familia que conservaba, Rosi y sus padres. Con Paul la cosa fue más difícil, este se empeñó en llevárselos a todos con él, a lo que Cristina tampoco accedió, esta vez usando la salud de los viejos como excusa.

En la mañana de su partida, Paul fue a ver a Cristina que desde temprano estaba trabajando en la biblioteca donde más tarde se reuniría con Winona y Lucas.

–Cristy, no quiero irme y dejarte aquí sola, este lugar es como un cementerio durante las vacaciones, no hay nada más que nieve y frio.

–No todos los estudiantes pueden irse de vacaciones Paul, Winona y Lucas se quedaran y entre los tres nos haremos compañía y descansaremos, que falta que nos hace. Además vamos a ir a ver todas las películas nuevas que saldrán en esta navidad.

–¿Te gusta mucho estar con ellos verdad?

–Claro, son los únicos amigos de mi edad que tengo.

–Los quieres más que a mí.

–Yo nunca podre querer a nadie más que a ti Paul.

–Eso es lo que dices pero nunca me lo demuestras.

–¿Y qué debo hacer para demostrártelo?

–Venir conmigo. Me voy a San Ignacio, a tirarme en la playa, tomar el sol, y olvidarme de todo lo que tenga que ver con estudios y obligaciones.

–¿Y a quien llevas de acompañante?

–A nadie. El Yacht Club de San Ignacio está lleno de mujeres.

–Lo ves, tú tienes tus planes. ¿Qué haría yo allí sola?

Por mucho que Cristina se esforzó, le pareció reconocer un sutil matiz de celos en sus palabras; creo que metí la pata, pensó.

–¿Estas celosa Cristy?

–Celosa no, un poco decepcionada sí. No me explico cómo es que puedes andar con una mujer diferente cada día. Tú eres un hombre inteligente, con un gran futuro. No entiendo la atracción a esa cultura tan promiscua en la que viven envueltos la mayoría de los jóvenes de tu edad.

–Tú no lo entiendes porque todavía eres una niña.

–Estas completamente equivocado. Ya soy una mujer, al menos desde el punto de vista biológico, y como tal tengo un montón de hormonas corriendo por todo mi cuerpo, pero eso no quiere decir que me voy a costar con el primer muchacho que se me pase por delante.

–Un momento, de qué hablas. ¿Tu acostarte con alguien? Ni lo sueñes. Esas ideas las has sacados de tus queridísimos amigos, los genios, porque yo estoy seguro que esos dos se traen algo entre manos.

–¿Y si así fuera a ti que más te da? ¿Qué edad tenías tú cuando tuviste sexo por primera vez?

–¿Cristina, como puedes preguntarme semejante cosa?

–¿Por qué no? Tú y yo hemos hablado a acerca de temas mucho más serios que el sexo, puesto que al final eso no es más que una necesidad fisiológica que todos tenemos que satisfacer.

–¿Qué? Cristina, voy a llamar a Rosi ahora mismo, y a Alison y Will, y al abuelo. Como puedes decir semejante cosa, tú tienes diez años y yo…

–Ya tengo once años, y según el esquema de la madre naturaleza o la biología, o como le quieras llamar, ya estoy equipada con todo lo necesario para tener hijos; que por cierto es la función principal de la sexualidad, mantener la especie. No, no, no, no hables y escúchame. ¿A qué edad empezaron Will y Ali a tener sexo? ¿Qué hacen ustedes cuando se van para la playa los fines de semana? ¿Leer cuentos? Por favor Paul, estas insultando mi inteligencia. Creo que merezco un poco más respeto. A mí me importa un pepino que tú te acuestes con veinticinco mil mujeres, pero no me vengas tú a decir lo que yo debo o no debo hacer, porque eres la persona menos indicada para dar ese tipo de consejos.

Paul permaneció en silencio, la miraba como si acabara de conocerla, como si su niña se hubiera convertido de la noche a la mañana en. ¿Qué? Se la imaginó por un instante en brazos de un hombre y estalló.

–Escúchame tú a mí ahora. Yo podré ser un promiscuo o lo que tú quieras pero el cuento ese de niña inteligente y biología y toda esa verborrea no sirve conmigo. Yo te conozco como si te hubieran sacado de una de mis costillas y sé que estas celosa, y por eso hablas de esa manera, pero eso no te da derecho a ponerte a hacer cosas indebidas solamente por molestarme. Bueno, a mí y a todos los que te queremos y velamos por ti. Eso es todo, queremos lo mejor para ti, yo quiero lo mejor para ti y no voy a permitir que te pongas a hacer tonterías solamente por contradecirme y molestarme.

Ahora fue Cristina quien cayó. Lo miró de una manera que nunca antes lo había hecho. Muy despacio se levantó de donde estaba y vino a sentarse en sus piernas, tomó la cara de él entre sus manos y acercó su boca a la de él. Casi cuando estaba a punto de tocar sus labios movió su barbilla hacia arriba y lo beso en la frente diciéndole con un suave murmullo.

–Yo creo que el celoso eres tu amor.

Paul se quedó plantado y aturdido, y Cristina aprovecho el momento para recoger sus libros y salir corriendo del cubículo de la biblioteca.

Una vez fuera le entró un ataque de risa y nerviosismo que no podía controlar. Estaba orgullosa de haberlo hecho. De haber cogido el toro por los cuernos, como diría su padre. Iba por la calle corriendo y riéndose, al llegar a la casa se fue corriendo a donde estaba Rosi y le dijo.

–Rosi, ya planté la semilla, ahora solo tengo que cuidarla para que retoñe en la primavera.

–¿Qué? ¿Qué semilla? ¿Compraste una planta?

Cristina reía y reía de felicidad y Rosi no entendía nada.La verdad era que durante las últimas semanas, y como se lo prometiera a Rosi, había tratado de apartase de Paul lo más posible poniendo escusas absurdas. Rosi sabía que su voluntad la traicionaba pero no podía hacer nada por ayudarla. Se seguían reuniendo a diario pero nunca los fines de semanas. Había días que Cristina añoraba la compañía de Paul más que el aire que respiraba y se ahogaba con el dolor de su ausencia, pero aun así se mantenía firme.

Nadie se daba cuenta de lo que pasaba por el corazoncito de la niña, solo Rosi sabía de su dolor.

–Mi niña, desde que decidiste olvidarte de Paul eres muy infeliz, pero ahora te veo muy contenta. ¿Cuéntame que ha pasado?

Era el primer día de vacaciones, cuando el frio se podía oír en el silencio que dejaba la soledad, sin embargo en el semblante de Cristina brillaba el sol en todo su esplendor y Rosi no entendía nada de lo que estaba pasando.

–A veces pienso que todo este esfuerzo que estoy haciendo no vale la pena Rosi. No importa lo que haga voy a sufrir. ¿Qué más da si sufro ahora o después?

–Tengo que darte la razón. ¿Por qué no te olvidas de todo este plan de olvido y vuelves a ser la niña feliz que eras antes?

–Cuando le prometí a mi padre que iba a ser feliz nunca pensé que fuera tan difícil, aunque en lo que a Paul se refiere, solo con tenerlo a mi lado me basta.

–Pues olvídate de tu plan y adelante con la vida mi amor. Se vive solo una vez.

–Creo que tienes razón Rosi, eso mismo es lo que voy a hacer.–Respondió Cristina todavía riendo y brincando en camino a su cuarto.

 

♣♣♣

 

Rosi trajo a sus padres para la Noche Buena y todos cenaron en casa. El día de Navidad y después de abrir los regalos, los muchachos se fueron al cine a ver los estrenos anunciados y Rosi se fue con sus viejos para la vivienda de estos.

La semana siguiente los niños la aprovecharon metiéndose de lleno en el material nuevo de sus futuras clases. Aunque se instruían en carreras distintas les encantaba sentarse juntos, cada uno con su materia, a estudiar. Sin que se hiciera público, en este primer semestre ya los tres habían cumplido con los requerimientos de un año completo y esperaban que ante los hechos, sus profesores se animaran a dejarlos acelerar la ambiciosa agenda de su educación. Todo el que trabajaba con ellos los admiraba y apreciaba, pero de entre todos Cristina seguía siendo la que más daba y menos pedía.

–Cristina, hasta cuando vas a estar ayudando a Paul y a Will.

–Hasta que ellos no me necesiten más.

–Ese día nunca llegará, los he de ver sentados en sus lujosos bufetes llamándote para que les resuelvas los casos.

–Y si puedo, así lo hare. Pero no lo creo, los dos son muy capaces, serán muy buenos profesionales; lo mismo que Ali.

–Ella es la única que sirve del grupo.

 

♣♣♣

 

Por mucho que lo intentó, Paul no pudo quitarse de la cabeza lo que le dijera e hiciera Cristina el último día que se vieron. ¿Acaso Cristina lo estaba seduciendo? Ni loca que estuviera, qué más daba once, doce o trece, Cristina era una niña todavía. Que inteligencia ni ocho cuartos, ella era una chiquilla. Y él por poco comete la estupidez del año. Estuvo a un milímetro de besarla en los labios. ¿Me estoy volviendo loco? ¿Qué pasa conmigo? Quizás Cristina tenga razón y soy un promiscuo que solo piensa en sexo. No soy un pedófilo, que Dios me libre de semejante bajeza; nunca podría mirar a ninguna niña con malas intenciones. Entonces ¿Por qué me comporto así con Cristina? ¿Por qué quieres protegerla tanto? Se preguntó Paul, porque como hombre conoces el mundo y sabes lo malo que hay allí afuera, en ese ambiente guiado por la fuerza más poderosa del universo; las hormonas. Cuando regrese hablare seriamente con ella, este impase tenemos que aclararlo.

♣♣♣

 

Así pasó la Navidad y llegó el año nuevo. El primer lunes de Enero las aulas de Harvard volvieron a llenarse de estudiantes dispuestos a vencer lo que quedaba de invierno con la promesa de una pronta primavera.

–¿Cristy qué vas a hacer este fin de semana?

Le preguntó Paul estando reunidos en la biblioteca con Ali y Will, a punto de terminar la jornada de estudio. No había podido hablar con ella a solas desde que llego y ella se mostraba tan campante como si nada hubiera pasado. El tercer fin de semana de Enero se celebraba el día de Martin Luther King Jr., por lo que los estudiantes tenían tres días de asueto.

–No me digas que tienes que trabajar.

–Pues fíjate que sí.

–Estoy harto de ese trabajo tuyo que no te deja descansar. Por qué no dejas que te ayude, sabes que no me costaría nada, además el abuelo estaría más que feliz de hacerlo el mismo si tú lo dejaras.

–Gracias Paul pero ya sabes que no voy a aceptar tu ayuda. Gracias a Dios tengo dos manos y dos pies y muchas otras cualidades con las que puedo ganarme el sustento, y estoy muy orgullosa de hacerlo.

–Y dale con el orgullo. Aunque sea un fin de semana, por favor.

–Y si te digo que estoy libre qué harías.

–Te llevaría con nosotros. Nos vamos a esquiar.

–¿Quiénes son nosotros?

–Will, Ali, yo y una amiga mía.

Cristina sabía la respuesta, ¿Por qué había cometido la torpeza de preguntar? ¿Sería masoquista?

–¿Qué voy a hacer yo con ustedes? Todos son grandes y están en parejas. No, no, mejor déjame aquí con Lucas y Winona.

–Si quieres los invito a ellos también.

–Paul, no te preocupes por mí, yo estoy bien aquí con ellos. Ustedes vayan y diviértanse.

–A veces me dan ganas de que crezcas de una vez para poder ir a muchos lugares juntos.

Cristina no contestó. Si hablaba se notaría el dolor en su voz.

–Cristy, nosotros vamos también, te aseguro que lo pasaras bien.

Ahora era Will quien insistía

–Will, por favor, yo sé que ustedes tienen las mejores intenciones del mundo, pero

–Déjenla tranquila los dos. Cristy, no te preocupes por ellos, si no te sientes bien yendo con nosotros no hay problemas, ya habrán otras ocasiones.

Con esto Ali miró a Will y a Paul como diciéndoles; déjenla quieta.

Una vez más Cristina se quedó pensando en la imposibilidad de su amor por Paul. Por fin la llevaron a su casa y se fueron los tres a buscar la amiga de Paul.

Tenía que encontrar algo que hacer. Llamó a Lucas y le propuso reunirse para inventar algo. Este, que se pasaba la vida fantaseando sueños, estuvo allí en menos de cinco minutos con Winona.

–En estos meses la música clásica no nos va a dar mucho porque las fiestas en la universidad se terminaron, al menos por ahora. ¿Por qué no expandir nuestro repertorio?

–¿Qué repertorio? ¿De qué hablas?

–De otros géneros. Los tres sabemos tocar varios instrumentos, y todos cantamos. Podemos hacer arreglos en los tres teclados eléctricos y sonar como una orquesta y así presentarnos en clubes y bares. ¿Qué les parece?

–No nos dejarían entrar, no tenemos edad para eso.

–¿Y tú de veras crees que todos los que entran a esos lugares tienen la edad requerida? Además nosotros no vamos a tomar alcohol, solo vamos a tocar música.

Winona levantó los ojos al cielo y miró a su alrededor como diciendo; ya esta se me enloqueció también. Cristina al verla se echó a reír.

–Me gusta la idea – dijo Lucas.

–Ahora sí, a los dos les están fallando las sinapsis.

–Nos llamaremos Los Enmascarados y usaremos un antifaz para que nadie pueda distinguir nuestras caras.

–¿Y quién será el loco que nos de trabajo? Te recuerdo que el mayor del grupo eres tú y solo tienes trece años.

–Si pero todos somos altos y bien formado, parecemos mayores, y si nos tapamos la cara muchísimo más.

–Eso es perfecto, además como dice Lucas si ajustamos los tres teclados electrónicos podríamos sonar como cualquier orquesta que escojamos, con estilos diferentes, desde Fox, Soul, Salsa, Jazz, lo que sea. Qué maravilla Lucas, eres un genio.

–Claro que lo soy, por qué crees que estoy aquí. –Respondió Lucas echándose a reír.

–Ustedes dos están locos, dejen que Rosi se entere, ella no nos va a dejar hacerlo.

–Seguro que sí, yo la convenceré.

La magistral idea de Lucas hizo que Cristina se olvidara, aunque fuera por unas horas, de su dolor. Los tres corrieron a buscar sus teclados electrónicos y comenzaron a ensayar. Cuando Rosi llegó le contaron sus planes y aunque al principio no estuvo de acuerdo, viendo a Cristina tan entusiasmada, se dejó convencer y prometió ayudarlos.

Por mediación de uno de los profesores del departamento de música y siempre guardando la máxima discreción, consiguieron presentarse en el famoso Scullers Jazz Club de Boston. El éxito no se hizo esperar y quedaron contratados para tocar todos los sábados como número de apertura de los famosos cantantes de Jazz que se presentaban en dicho local. Varias veces durante sus presentaciones, productores musicales se les acercaban para ofrecerles la posibilidad de grabar un disco, pero por supuesto ellos nunca aceptaron. Nunca hablaron directamente con ningún productor musical y eso los hacían más atractivos.

A través de un amigo de Lucas en la facultad de Física consiguieron un contrato para los domingos tocando toda clase de música caribeña. Y así, sin darse cuenta, lo que empezó como un pasatiempo se convirtió en un trabajo fijo. Los ingresos no eran exagerados pero si suficientes como para sentirse cómodos. No requerían de ensayos prolongados y nunca tocaban más de dos horas por noche. Rosi les servía de modista, manager, guardaespaldas, chofer y madre.

Aunque Enero y Febrero eran los meses más lentos del año puesto que la nieve y el frio lo entorpecían todo, para los chicos pasó mucho más rápido de lo esperado. La verdad era que no tenían ni un minuto de descanso. Así fue como Winona, inesperadamente les dijo.

–Escúchenme por favor, lo siento muchísimo pero no puedo más, tengo que dejar de trabajar tantas horas. Estoy extenuada, nerviosa, me duermo en las clases y mi rendimiento académico se deteriora cada día más.

En las últimas semanas Winona había cogido un tremendo catarro del cual no se había recuperado aun. Cristina y Lucas guardaron silencio, sabían que ella tenía razón, todos estaban sintiendo el rigor del horario descabellado en que vivían aunque ninguno de los dos se atrevía a decirlo. De hecho, pensó Cristina, me alegro de que Winona haya abordado el tema, definitivamente necesitamos un descanso.

–Yo hago lo que ustedes quieran. –Dijo Cristina, a lo que Lucas agregó.

–Es verdad que trabajamos demasiado pero también ganamos dinero y todos lo necesitamos. ¿Qué tal si disminuimos las horas de trabajo?

–Recuerda que firmamos un contrato. –Dijo Winona que por ser la más afectada físicamente era la más pesimista de los tres.

–Por eso no se preocupen, somos menores de edad y los dueños no pueden exponerse a que se sepa que están empleando menores. Yo me encargo de la parte legal.

–Entonces, echaremos por la borda todo lo que hemos conseguido en estos dos meses.

–Qué tal si por esto pierdes la beca y la oportunidad de realizar tus sueños. –Respondió Winona que estaba decidida a no ceder. Cristina se dio cuenta que la frustración de ambos los hacía especular con ideas que los alejaban al uno del otro.

–Por qué no cortamos los días. Podríamos seguir trabajando dos fines de semanas al mes y tener dos libres. Vamos a probar a ver qué pasa.

–Estoy segura de que los dueños se negaran, o tocamos todos los días o nos corren.

–Pues que nos corran, pero yo no puedo más.

Winona no pudo contenerse y empezó a llorar. Cristina y Lucas vinieron a su lado y la abrazaron para consolarla. Cristina miró a Lucas por sobre la cabeza de su amiga y le hizo señas de que dejara de presionarla.

–Saben qué, Harry Rhode está cansado de brindarme una casa de playa que la compañía Pfizer tiene en Martha’s Vineyard. ¿Por qué no nos vamos este fin de semana para la playa y descansamos y nos olvidamos de todo? Yo me encargo de arreglar lo del trabajo.

–Buena idea. Vamos Winona, tenemos que preparar un maletín con nuestras cosas. En una hora estamos listos Cristina.

Winona levantó la vista y miró a Cristina con incredulidad, pero esta la abrazó con ternura y le dijo.

–No te preocupes, todo va a salir bien. Aunque Lucas no lo diga, todos nos sentimos abatidos y necesitamos un respiro. Ve con Lucas y regresen pronto.

Cuando los muchachos se fueron Cristina llamó a su amigo Harry.

La Firma Farmacéutica Pfizer es una de las compañías farmacéuticas más grande del mundo, es la primera en ventas de medicinas a nivel internacional, su base de operaciones está en la ciudad de Nueva York y su centro de investigación en Connecticut. Es la compañía que produce medicamentos como el Lipitor, Lyrica, Difulcan, Zithromax y la muy famosa Viagra. Cristina trabajaba con ellos en un proyecto de vacunas antivirales allí en Harvard. Los ejecutivos de Pfizer se habían portado muy bien con ella, Harry Rhode hacía de liaison entre ella y la compañía Pfizer y no dejaba de llamarla semanalmente para preguntarle si necesitaba algo. Cuando recibió la llamada de Cristina se sintió muy complacido de poder ayudarla y poner la casa de la playa a su disposición.

Aunque Enero en Massachusetts era frio y oscuro, no necesariamente tiempo de playa, lo que ellos necesitaban era tranquilidad y un cambio de panorama.

–¿Te mando un limosín para que los lleve?

–No, Rosi va con nosotros.

–De acuerdo, la casa estará lista con comida y todo lo que necesiten, además tendrán sirvientes, Rosi merece su descanso también.

Así fue como una vez que Cristina solucionó lo del trabajo, ofreciéndoles a los contratistas un plan que no pudieron rehusar, se fueron todos a la casa de la playa.

Martha’s Vineyard es una hermosa y pequeña isla en la costa Noreste de los Estados Unidos, justo al sur de Cape Cód, ambas en el estado de Massachusetts. Es principalmente una playa de veraneo para millonarios, accesible solamente por aire o por mar. Esta pequeña isla alcanzó reconocimiento mundial el día 18 de Julio del 1969 cuando el entonces joven Edward Kennedy, mientras manejaba por el Puente Dike perdió control de su vehículo cayendo al vacío y matándose su acompañante Mary Jo Kopechne; ese fatal evento marcó la vida del menor de los hermanos Kennedy para siempre.

En 1974 el famoso director cinematográfico Steven Spielberg usó como escenario la isla para la filmación de Tiburón, película que lo lanzó a la fama, y el día 16 de Julio de 1999 el hijo del malogrado Presidente John F. Kennedy perdió la vida junto con su esposa y su cuñada cuando el avión que el mismo pilotaba se estrelló en el mar yendo hacia la residencia familiar de los Kennedy en Martha’s Vineyard.

En los meses de invierno el pequeño pueblo costero servía de albergue a adineradas familia que poseían propiedades en la isla y a turistas exclusivos que detestaban el tumulto del verano. A Cristina y sus amigos les encantó el paisaje de invierno que se reflejaba en un Atlántico encrespado y desafiante. La parte posterior de la casa tenía como fachada el océano que entraba como una alfombra azul por los inmensos ventanales del salón familiar. De estilo Victoriano, la casa se rodeaba de jardines y caminos que llegaban hasta la playa dándole el aspecto de castillo encantado.

–Nunca pensé poder estar en una casa como esta. ¿Cuánto costara?–Preguntó Winona que no podía dejar de dar vueltas mirándolo todo.

–Uno, dos, tres millones, yo que sé. Lo único que te puedo decir es que cueste lo que cueste en este momento es nuestra y vamos a disfrutarla.

–De verdad es muy acogedora. Quizás algún día pueda tener una casa como esta, cerca de mar.

Dicho esto Cristina abrió las puertas de Cristal que daban al patio posterior y embrujándose en su abrigo salió a oler el Atlántico en pleno invierno; el inmenso mar olía a vida. Nunca antes había encontrado en el gran océano la paz que ahora la extasiaba. Algún día vendría aquí con Paul y al compás del indómito Atlántico le diría lo mucho que lo amaba. Cuanto lo quería.

–¿En qué piensas mi niña?

Rosi había salido tras ella y la observaba bebiendo cada instante de aquella naturaleza indómita, queriendo robarle su poder.

–En nada Nana, solo miraba lo lindo que se ve desde aquí. Mi padre siempre me dijo que había mucha más vida en el mar que en el resto del planeta; no creo que muchas personas sepan esa gran verdad.

–Cristina, entra y cierra las puertas que nos congelamos. –Grito Lucas desde adentro.

–Pónganse los abrigos y vengan a disfrutar aquí conmigo. Nunca antes he vistos algo parecido.

Los chicos acudieron a la llamada de Cristina.

–Que maravilloso es nuestro planeta, verdad.

Estas últimas palabras de Lucas sellaron el momento y todos se dejaron llenar de aquella energía indomable que les ofrecía el Atlántico.

El encrespado océano vestía de un azul profundo, el viento frio de invierno lo encabritaba alzando paredes coronadas con encaje de sal y espuma.

Cristina reconoció de inmediato y sin la más mínima arrogancia, como todo aquel despliegue de vida era para ella. El Universo se había detenido para que en este diminuto Sistema Solar que formaba parte de la pequeña Vía Láctea, el planeta azul brillara por unos instantes para que la esperanza entrara en el espacio más sagrado de su alma.

10

Las cortas vacaciones sirvieron para recargar la energía de los niños y al volver continuaron con su pesada carga, aunque ahora le dedicaban menos tiempo a trabajar y más a estudiar. Fue Lucas quien propuso adelantar todavía más su agenda de clases. En verdad, los tres podían leer y retener la información mucho más rápido y con más eficacia que cualquier otro estudiante de la universidad; y eso que allí los había muy buenos. Sobretodo Cristina, que parecía como que cada día su intelecto se multiplicaba y podía coordinar diferentes conceptos para llegar mucho más rápido a conclusiones que a veces tomaban a otros meses o años. Lucas y Winona le guardaban el secreto porque estaban seguros que de haber conocido algunos de los maestros las habilidades de Cristina le hubieran hecho la vida imposible cuestionando sus métodos de aprendizaje. La mezquina mediocridad no perdona la existencia de la perfección y el refinamiento, por eso era tan importante para Cristina no revelar todas sus facultades a la vez.

Will, Ali y Paul seguían requiriendo la asistencia de Cristina cinco veces a la semana. Los fines de semana los mayores se perdían y Cristina quedaba sola con Rosi y con sus fantasías. Desde que Winona y Lucas escribieron a sus padres y les contaron que vivan bajo la tutela de un adulto, Rosi, esta se hizo oficialmente cargo de los muchachos y aunque Lucas y Winona seguían compartiendo el pequeño apartamento en el mismo edificio, la mayoría de las comidas las hacían en el apartamento de Cristina. La trabajadora social que monitorizaba el progreso de Winona y Lucas se hizo gran amiga de Rosi; en sus visitas semanales se quedaba a comer con ellos. Durante la semana los chicos se reunían en la biblioteca, antes o después de que Cristina se reuniera con los amigos grandes pero una vez terminada la jornada de estudio cada uno iba para su casa a hacer las tareas individuales y a cumplir con los muchos compromisos que tenían.

Paul nunca tuvo una frase amable para los niños a los cuales miraba con recelo y desagrado, sin embargo Ali era muy amable con ellos y siempre les brindaba su ayuda para lo que ellos quisieran. Will ni se daba cuenta de que existían.

–No sé qué tanta ayuda le brindas. Le dijo Paul a Ali. ¿No dicen que son tan inteligentes como Cristina? Si es así no creo que requieran nada de ti. Tampoco entiendo porque tienen que reunirse con Cristina todos los días.

Ali y Paul en la biblioteca esperaban por Cristina. Will estaba en cama con fiebre y un tremendo catarro de invierno.

–Tú no entiendes nada de nada Paul. Yo no les brindo ayuda intelectual sino humana. Esos niños están solos. ¿No te das cuenta del gran vacío que hay en sus vidas?

–Los dos geniecitos quizás, pero no Cristy, Cristy tiene a Rosi, a sus padres y a nosotros. Ella no tiene nada de vacíos ni ocho cuartos.

–Eso no es exactamente correcto.

Cristina había entrado sin que ellos la vieran llegar.

–¿Dónde estabas?–Preguntó Paul volviéndose a verla

–Haciendo algo, como siempre.

–Oye, y por qué dices que estoy incorrecto en lo que le estaba diciendo a Ali. Nosotros estamos a tu disposición siempre.

–Cuando fue la última vez que yo fui al cine con ustedes, o a la playa, o a comer a un restaurante, a un concierto, a un fiesta. ¿Dime Paul cuándo?

La pregunta los cogió desprevenidos. Ali fue la primera en contestar.

–Cristy tú eres todavía una niña y no puedes entrar con nosotros a discotecas, ni a la mayoría de la películas que vemos. Alguna vez recuerdo que te hemos invitado a la playa pero no has querido venir con nosotros. Tú no puedes tomar alcohol ni puedes acostarte tarde porque todavía eres una niña y además asumes muchas obligaciones que no te dejan tiempo para nada.

–Si yo no te estoy reclamando nada Ali, solo les estoy diciendo que nosotros somos amigos académicos o de estudios, o como lo quieras llamar, pero no amigos sociales. Como bien dices yo no puedo hacer nada de lo que ustedes hacen, sin embargo ustedes si pueden hacer lo que yo hago. No hay ley que les impida ir conmigo a ver una película de Disney y luego a comer en McDonald. ¿Por qué nunca lo han hecho? Porque no les interesa, no tienen paciencia para lidiar con niños y créanme que los entiendo, pero por favor, no me juzguen porque ustedes no saben nada de mi vida extracurricular.

–Pues explícanos esa tan difícil vida que llevas. –Dijo Paul entre malhumorado y curioso.

–No hay nada de difícil en mi vida, ni hay nada que explicar, solo que somos de generaciones diferentes y como bien dice Ali yo no puedo hacer las cosas que ustedes hacen. Yo no estoy recriminándoles nada, al contrario, soy muy feliz con tenerlos como amigos, sin embargo mi vida no se limita solo a los momentos en que estoy con ustedes. Y tu Paul es quien menos puede quejarse porque cuando tú me llamas yo dejo cualquier cosa que esté haciendo y corro a ver qué quieres.

Se hizo un silencio algo incómodo, sobre todo para Paul y Ali que no hallaban que decir porque sabían que la niña tenía razón.

–Tienes razón Cristy, discúlpanos. –Dijo Alison con tono de arrepentimiento y pesar.

–De acuerdo, de ahora en adelante te vienes con nosotros todos los fines de semanas.

–Paul, no has entendido nada, qué voy a hacer yo en una casa con dos parejas, mirar como hacen el amor o preguntarles cuando terminen como es que se hace eso, como para que me eduquen en ese campo. O quizás tú podrías explicarme cómo es que cambias de mujer cada semana y luego no te acuerdas ni como se llaman. Como es que cada vez que estás con una de ellas y llego yo, me dices que me espere un momento, la despachas como si fueran un ser inanimado y no me la presentas. Eso me confunde porque ¿Cómo es que mi mejor amigo, una de las personas que más yo quiero en el mundo, se comporta de una manera tan grosera con las mujeres, será que no las respetas para nada? Esa es la principal razón por la que nunca quiero ir con ustedes a la playa. Además, por lo que he visto ninguna de ellas es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que las usas como objetos sexuales. ¿Cómo quieres que pueda compartir tiempo contigo en esas circunstancias?

Ahora el silencio era tal que solo se oían las respiraciones de los presentes, la de Cristina fuerte y profunda. Ali miró a Paul en espera de una respuesta. Nunca había oído a nadie hablarle así a su amigo, el cual, tal y como lo describiera Cristina, hacia exactamente lo dicho.

–De acuerdo. Nunca he hablado de eso contigo porque no pensé que tenías la edad suficiente como para discutir cosas que solo conciernen a personas mayores, pero si insistes. Pues sí, las trato como las trato porque ellas así lo aceptan. No tengo compromiso con ninguna y les advierto que no estoy interesado en ellas, pero si insisten en servirme de objeto sexual pues allá ellas. Yo tengo necesidades fisiológicas que necesito satisfacer, eso es todo.

–Paul, estás loco, como puedes hablarle así a Cristy. No le hagas caso; él no sabe lo que dice. –Le dijo Ali dirigiéndose a Cristina mientras con la mirada quería matar a Paul.

–No Ali, al contrario, está bien que me lo explique. No puede haber dos estándares; si soy madura para unas cosas también tengo que serlo para otras. No hay nada de malo en eso, además, ahora entiendo porque Paul se comporta de esa manera. Y lo que es más importante para mí, ahora él entiende porque yo no ando con ustedes como una amiga más, y porque él no puede requerir de mi presencia como lo hace con ellas.

Cristina miraba a Paul mientras hablaba, con una voz calmada y llena de sabiduría.

–Solo espero que nunca me trates a mí como las tratas a ellas.

–Por favor Cristina, como puedes decir semejante cosa. Tú eres solo una niña. Como voy yo a hacer algo así.

–Lo de ser niña es cuestión de tiempo, en una ocasión ya te expliqué que estabas equivocado. Sin embargo, todavía no soy legalmente adulta, cuando ese día llegue e intente imitarlos, y esto va contigo y con Will también –dijo Cristina mirando a Ali– No me digan lo que tengo y no tengo que hacer; si es bueno para ustedes también será bueno para mí.

Se oyó abrir la puerta del cubículo y los tres se viraron a ver quién era. Will, con cara de enfermo y enrollado en varios abrigos acaba de entrar.

–¿Qué haces tú aquí? Deberías estar en cama. ¿Cómo has salido con este frio?–Alison le dijo mirándolo con desaprobación

–Estoy cansado de estar en la cama, además me puse a leer las correcciones que me hizo Cristy en mi último ensayo y después de corregirlo decidí venir para que me ayude.

Nadie respondió. El silencio se hizo demasiado largo para pasar desapercibido por Will que no se imaginaba lo que estaba pasando a su llegada.

–¿Que está pasando aquí?

–Estábamos discutiendo la conducta sexual de Paul y la manera con que tú y Ali la aceptaban sin reparos, compartiendo con sus mujeres durante los fines de semana como la cosa más normal del mundo. Y como yo me estoy acercando cada día más al momento en que fisiológicamente, como diría Paul, empezaré a tener curiosidad y necesidad sexual, pues bien, ya tengo un patrón por donde guiarme.

–¿Queeeeeé?

–En fin, déjame echarle una miradita a tu ensayo que con tanto hablar de sexo ya nos atrasamos y todavía tengo mil cosas más que hacer.

–No puedo dejarlos solos.

–La culpa la tiene Paul.

–No la culpa la tienes tú por no explicarle antes.

Los tres gritaban y se decían cosas unos a otros; Ali trataba de explicarle a Will lo que había pasado y Paul no la dejaba, tratando de exponer su versión de los hechos, mientras tanto Cristina leía el ensayo de Will. Si Rosi hubiera estado allí la hubiera regañado por soberbia, pero ya hacía mucho tiempo que tenía ese comentario destrozándole el corazón y tenía que sacarlo a como diera lugar; Paul le proporcionó la ocasión en bandeja de plata.

–Se me callan los tres ahora mismo, nos van a botar de la biblioteca. –Dijo Cristina alzando la voz por encima de la de sus amigos. Estos pararon de hablar y la miraron abochornados por su conducta. Hasta Paul, quien quería manipular el cuento para no quedar como un promiscuo cualquiera, tenía cara de bochorno y vergüenza.

–Will, luego ellos te lo cuentan, ahora vamos a ponernos a trabajar porque tengo un dolor de cabeza grandísimo y quiero llegar a casa temprano.

Con estas palabras los mayores se sentaron y la jornada de estudio continuó en silencio, interrumpiéndose solo cuando alguno de ellos tenía alguna pregunta qué hacer. Pero algo había cambiado y todos lo sabían. Al cabo de un rato que pareció durar siglos, Cristina dijo que quería irse pues el dolor de cabeza no la dejaba pensar. En verdad lo que la estaba matando era el llanto que tenía retenido en su garganta, tenía que irse pronto de ahí o se pondría a llorar delante de todos ellos y perdería todo el respeto que pensó haber ganado unos minutos antes.

–Vamos, yo te llevo a casa. –Dijo Paul en voz baja, casi un murmullo.

–No, está bien, quiero caminar, quizás un poco de aire fresco me haga bien.

Con la misma recogió su mochila, la cual pesaba hoy más que nunca, y salió de la habitación. No había llegado al primer piso y ya las lágrimas le corrían por ambas mejillas sin poder contenerlas. Le dolía el alma de una manera que nunca antes imaginó. Era como el despertar de un sueño maravilloso y reconocer que su vida era una pesadilla. Que tonta había sido. Rosi se lo había dicho varias veces pero nunca la creyó porque la esperanza pesa más que la realidad. Acababa de perder a Paul para siempre, quizás a Ali y a Will también. ¿Qué haría sin ellos ahora? Moriría. Se acordó de la promesa que le había hecho a su padre de ser feliz y le dolió mucho el reconocer que nunca la podría cumplir porque su vida sin Paul no valdría la pena vivirla.

No podía llegar a casa de esta manera. Rosi se preocuparía mucho, además del sufrimiento que le causaría. Al llegar al edificio se sentó en la escalera a pensar que hacer. Era una tarde fría de invierno que luchaba con el cielo por tener un día más de luz. Así la encontró Lucas cuando llegó, había ido a buscar unas cosas al pequeño mercado que les quedaba cerca

–¿Cristina, que te pasa? ¿Por qué estas así? ¿Qué te han hecho?

Cristina no le pudo contestar. Llorar sola era una cosa, pero llorar delante de Lucas le era muy difícil.

–Ven, deja que te ayude a subir a tu casa.

–No, a mi casa no, por favor, no quiero que Rosi me vea así.

–Está bien, entonces vamos a la nuestra. Winona está esperándome.

Cristina se levantó y lo siguió como una autónoma. Que difícil era amar; ella había perdido a sus padres y aun con ese gran dolor había podido sobrevivir, pero esto era muy diferente. Toda su fuerza, todo su optimismo y toda su inteligencia la habían abandonado, no podía pensar, no sabía cómo era que respiraba ni como su corazón seguía latiendo, estaba convencida que de un momento a otro moriría y ansiaba el descanso que la muerte le traería.

No supo cómo llegó al apartamento de Lucas y Winona, solo veía bultos a su alrededor que se movían y la empujaban de un lado a otro. Sintió que alguien se sentaba a su lado y le ponían algo en las manos.

–Cristy, toma un poco de agua.

Como una muñeca–maniquí hizo lo que le decían.

–Cristy, ya estás aquí con nosotros, todo va a estar bien. Ven recuéstate en este sillón.

–Déjala Noni, está en shock.

El apartamento de Winona y Lucas era un pequeño estudio con una sola habitación, pero el salón familiar era amplio y cada uno de ellos tenía un sillón reclinable donde hacían sus tareas mientras miraban la televisión.

Cristina percibió una intensa luz proveniente de su pecho que le hizo abrir los ojos. Una fuerza inexplicable la rodeo delicadamente abrigándola y fue entonces cuando oyó la voz de su padre que le decía; Cristina tienes que seguir adelante, tienes que sacar fuerzas de tu manantial de vida y sobrevivir. Te prometo que al final serás muy feliz. Con un aullido que salió de lo más profundo de su ser se oyó gritar.

–Papi, por qué me dejaste sola.

Lucas se sentó a un lado, Winona en el otro, y entre los dos la abrazaron muy delicadamente y la dejaron llorar hasta que el cansancio la venció y se quedó dormida entre suaves sollozos. Winona llamó a Rosi y le dijo que se quedarían a estudiar en su apartamento, que tenían mucho que hacer, cosa que Rosi aceptó sin preguntas pues era algo normal entre ellos.

 

♣♣♣

 

Unos momentos después de salir Cristina, Paul se paró de la silla de donde parecía haberse clavado y recogiendo sus cosas se fue sin decir nada a nadie.

–¿Qué paso aquí Ali?

–Que hemos sido unos egoístas con Cristy. Nunca le hemos preguntado que esperaba de nosotros y lo que es mucho peor, somos tan brutos que no lo hemos deducido por nosotros mismo.

–¿Qué estás diciendo?

Preguntó Will quien obviamente no había entendido nada. Pero Ali no lo oyó y siguió hablando como si estuviera confesándose ante un juez invisible e implacable.

–Que no hemos mirado por el bienestar de Cristina como debíamos haber hecho. Que solo nos hemos preocupado de darle cosas materiales que para nosotros eran importantes. Que nunca hemos sido sus verdaderos amigos porque nunca nos hemos interesados por su salud mental, por sus sentimientos, por sus temores, por su soledad. Bastante tiene la pobre niña con ser diferente a todos quienes la rodean y tener que enfrentarlo todo sin padres. Rosi la quiere mucho y la cuida, pero no es su madre, no es sangre de su sangre; nosotros tampoco lo somos. Que infeliz debe haberse sentido cada vez que la hemos abandonado y nos hemos ido a divertir confiados que cuando regresáramos nuestros papeles y nuestras tareas estarían perfectamente bien corregidas y nuestras calificaciones seguirían siendo de las mejores gracias a su ayuda y a sus desvelos. Me siento tan avergonzada que no se qué hacer, no sabría cómo empezar a pedirle perdón.

Ir a la siguiente página

Report Page