Cristina

Cristina


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–No se moleste, puedo subir con ustedes, su hijo debe de tener un condominio muy lindo, juzgando por la fachada.

–No, espere aquí, ya vuelvo.

Se lo dijo en forma de orden y Gavina se dio cuenta, en otras circunstancias la hubiera pateado a la infeliz, pero ahora la necesitaba, y no podía disgustarse con ella.

–De acuerdo señora, como usted diga.

Cuando Agnes tomó el ascensor empezó a ensayar lo que le diría a su hijo, iba preparada para sentarse a conversar con Paul y echarle el cuento de la madrastra despreciada, y de cómo Cristina le había robado todo el dinero que le dejó su esposo. Ahora no estaba el viejo aquí y Paul la creería, era su madre, no le quedaría más remedio.

En el último piso, bajó del ascensor y tocó el timbre de la puerta. ¿Por qué no tenia ella la llave de la casa de su hijo? Porque el viejo zorro lo había criado independiente y despegado de ella, pero eso se iba a arreglar bien pronto. Se dio cuenta que se había perdido en sus pensamientos, había pasado un largo rato y todavía no había obtenido ninguna respuesta en la puerta. Apretó el timbre otra vez, esta vez dejó que sonara por unos minutos, pero tampoco obtuvo respuesta. ¿Dónde estaría Paul? ¿Con el abuelo? Volvió a tocar, esta vez además del timbre golpeo la puerta con sus nudillos, haciéndose daño con los fuertes golpes. ¿Donde carajos estaba Paul? Cogió el teléfono de su cartera y marcó su número, le respondió un mensaje que decía que su contestador no estaba conectado; maldito chiquillo, que error tan grande había cometido dándoselo al abuelo como lo hizo, ahora estaba sufriendo las consecuencias. No iba a regresar al carro diciéndole a la fulana esta que no lo había podido ver, eso nunca. Dejó pasar algunos minutos más para que su cuento fuera lo suficientemente convincente y bajó.

–Mi hijo estaba con su prometida, lo he despertado, los dos se acostaron muy tarde por la fiesta. Me dijo que él hace mucho que no ve a su hija y que no sabría darle la dirección.

–¿Y ahora qué hago?

Lo que te dé la gana imbécil, ya ese no es asunto mío, le quiso decir Agnes pero se contuvo.

–Mi chofer puede llevarla hasta la estación de autobuses o hasta el aeropuerto, si lo desea.

Gavina la miró fijamente traspasándola con sus ojos

–Señora, creo que es hora que usted y yo hablemos sin tapujos.

–¿Perdón?

–Señora, yo no tengo su dinero, pero conozco su clase, puesto que de ahí mismo vengo yo.

–De que habla usted, insolente, bájese.

–Señora, déjese de remilgos conmigo, no sé por qué pero odia a Cristina tanto o más que yo, eso se le ve a la legua. No sé lo que le dijo su hijo, no sé siquiera si lo vio, pero si se que usted y yo podríamos estar buscando la misma cosa, así que antes de desecharme como un trapo sucio, escúcheme lo que quiero proponerle.

Agnes la miró como se mira una lagartija, con asco y desprecio, pero se mantuvo callada por unos segundos sopesando las posibilidades que le brindaba esta descarada. La verdad era que no tenía nada que perder, si no le convenía lo que esta mujer le propondría, la dejaría allí plantada y desaparecería de su vista para siempre, pero si la escuchaba era posible que pudiera aprender algo que le sirviera para apartar a la chiquilla de Paul.

–Prosiga.

–Mire, a mi esa insulsa ni me va ni me viene, pero se va a graduar pronto y empezará a trabajar. Todavía es menor de edad y lo será por un par de años más, yo soy su albacea legal y aunque en estos últimos años se las ha arreglado para no darme ni un centavo de lo que coge de todas estas gentes para quienes trabaja, de ahora en adelante el dinero que empiece a ganar lo manejaré yo. ¿Me explico?

–Usted acaba de decirme que Cristina usó todo el dinero que su padre le dejó para sus estudios, no la entiendo. ¿O es que usted solo está interesada en el dinero?–Dijo Agnes, sin esperar respuesta

–De acuerdo. Vera, lo que yo quiero es sacarla de la vida de mi hijo a como dé lugar. La muy sabandija está pegada a él como una sanguijuela y no lo va a soltar muy fácilmente. Encima de eso, mi suegro también la quiere mucho, y no me va a permitir que los separe muy fácilmente.

–Aquí es exactamente donde yo puedo ayudarla. Podría decir que su hijo la violó, y como ella es menor de edad yo lo denunciaría y le pondría una demanda millonaria.

–Un momento, con quien cree usted que está hablando, usted no va a decir nada de mi hijo.

–Señora, permítame que le siga explicando. Por supuesto que yo no voy a decir ni a poner ninguna demanda en contra de su hijo, pero esto no tienen porque saberlo ni él ni su suegro. Usted le dice a su hijo que Cristina lo único que quiere de él es su dinero, que si no lo consigue lo mete en la cárcel.

–¿Y cómo piensa hacer usted todo eso?

–Lo primero que hay que hacer es encontrarlos y lo segundo separarlos. Usted le mete un cuento a su hijo, y yo le meto otro a Cristina, un cuento tan horrible que ninguno de los dos quiera verse jamás, que se odien; así usted se queda con su hijo y yo hago un poco de dinero que mucha falta que me hace con la chiquilla.

–¿Y cuanto me va a costar todo esto?

–Tres millones de dólares.

–TRES MILLONES DE DOLARES… ¿Usted está loca o que le pasa…?

–Señora, los millones no tiene que pagarlos usted, sino su suegro, no dice que él defiende a su hijo en todo, pues en cuanto usted le cuente que hay una demanda contra su nieto por violación de una menor, que se puede arreglar sin ir a los tribunales con solo tres millones de dólares, su suegro se los dará.

“Esta mujer piensa como yo” –se dijo Agnes– “Pero no tiene los recursos que yo tengo, así que podré usarla y luego desecharla”

–De acuerdo. ¿Cuándo empezamos?

–Ahora mismo, si es verdad que su hijo está arriba como dice, vuelva y túmbele la puerta hasta que le abra, y luego explíquele el porqué de su insistencia en verlo, dígale que la demanda está ya puesta, y que hay que solucionar el problema rápidamente antes de que se convierta en un escándalo, también llame a su suegro, y cuéntele todo el lio.

Hizo una pausa para coger aire y organizar sus ideas; ya se veía gastando el dinero que obtendría de esta vieja rica.

–No ha mencionado a su esposo, así que deduzco que no sirve para nada, con el mío sucede lo mismo, así que no tiene que preocuparse por él.

–¿Usted ha hecho esto antes?

–Eso a usted no le interesa, lo único que usted tiene que saber es que yo he llegado muy alto sola, con mi inteligencia y mi capacidad para sobrevivir, y una vez más voy a salirme con la mía.

–¿Cómo piensa localizar a Cristina?

–De eso va a tener que ocuparse usted también. En cuanto averigüe donde esta, me llama y me lo dice y yo empiezo a trabajar por mi lado.

–Muy bien. ¿A donde se hospeda usted?

–Acabo de salir de un mugriento hotel del aeropuerto y no pienso volver a él. Usted se ocupará de que yo me aloje en un lugar apropiado para mi categoría, y desde allí esperaré su llamada.

–Un momento, yo no puedo ponerla en ningún hotel ni mucho menos, eso no entró en el trato.

–Habrán cosas que no entraron en el trato que usted va a tener que asumir, yo no tengo nada de dinero, pero usted… Pues se le ve a la legua que puede disponer de todo lo que quiere.

Gavina aprendió muy pronto en la vida que la vanidad de las personas era su mayor debilidad y una vez más la uso contra esta vieja. Por su parte Agnes no permitiría que Gavina se enterara de su arreglo financiero con el viejo Gallagher; para todos, ella era una millonaria que disponía de la cantidad de dinero que deseara en el momento que así lo quisiera.

–De acuerdo, pero mis finanzas las maneja mi contador, y no quiero tener que explicarle porque me gaste tanto en un hotel que nunca pise.

–Usted sabrá. Lo dejo a su discreción, pero acuérdese que nos conocemos, no me trate de jugar una mala pasada porque usted no sabe de lo que soy capaz si me siento traicionada.

–¿Me amenaza?

–La prevengo.

Las dos pensaron lo mismo la una de la otra. Ambas desconfiaban puesto que como decía el refrán, “el ladrón juzga por su condición” y ninguna de las dos sabía cuál de ella era la peor.

Gavina pensó, “a esta vieja le voy a sacar mil veces más de lo que hubiera podido sacarle a Pepe. Me llegó mi hora de triunfo. Cuando tenga el dinero lo primero que voy a hacer es mandar a matar al puerco de mi marido, quiero que lo hagan en mi presencia para que su postrero recuerdo sea mi risa sobre su desgracias. Después me iré a Madrid a restregarle en la cara a mi padre lo poca cosa que es. Por último voy a hundir a la criada, quizás la mande a matar también, y a la chiquilla la voy a hacer que trabaje para mí por todo lo que le resta de vida.

21

Los planes del abuelo no salieron como él esperaba. Paul se comportó civilizadamente y Cristina estuvo riendo y haciendo cuentos todo el tiempo después del intercambio de explicaciones, pero durante el transcurso del desayudo, no hubo ninguna interacción entre ellos. Quizás se había equivocado, pensó que con solo juntarlos se arreglaría el problema pero no fue así; lo mejor sería esperar.

Todos sentían como una etapa maravillosa de sus vidas llegaba a su fin. Seguirían en contacto pero ya no sería igual. Paul no sabía cómo iba a poder vivir sin Cristina pero no dejó que nadie lo notara.

–Creo que no puedo levantarme de la silla por un rato, estoy llena hasta las orejas.

Dijo Cristina pasando la mano suavemente sobre su abdomen como un Buda feliz.

–Yo estoy igual. Creo que van a tener que llamar a una ambulancia.–Le contestó Will.

–Eso les pasa por comer con los ojos en lugar de con el estomago.–Les respondió Alison a ambos.

Se sentía la tensión entre Paul y Cristina que por cierto no volvió a dirigirse a él durante todo el desayuno. Ali y Will trataban de suavizar el momento con bromas que no daban resultado.

–Me alegro mucho que hayamos podido disfrutar de este magnífico desayuno. Yo me voy a New York hoy mismo y no sé cuando volveré a verlos, pero por favor que sea pronto.

–No te preocupes papa, serás el primero en saber mi dirección en New York.

–Nosotros también te informaremos en cuanto decidamos a donde nos vamos.–Respondió Alison.

–Si quieren trabajo con GALLCORP no tienen más de decirlo.

–Gracias papa, si hace falta te llamaremos, pero tenemos un par de ofertas que ambos estamos considerando y nos parecen muy buenas. De todas formas, te informaremos a donde estaremos enseguida que lo sepamos.

Paul sintió que le tocaba el turno de hablar pero decidió quedarse callado.

–¿Y tú que harás Paul?

Le preguntó Alison que no sabía qué hacer para romper el hielo.

–Trabajaré en GALCORP. –Lo dijo con desgano, y algo de apatía, se veía que no deseaba hablar con nadie.

El abuelo pensó que no tenía sentido prolongar esta incómoda situación y se levantó de la mesa. Uno a uno, todos se fueron levantando y empezaron las despedidas, los besos y los abrazos.

–¿Cristy, tu vienes con nosotros?–Preguntó Will.

–No, yo la llevo.–Respondió Paul.

Todos esperaron que Cristina rechazara la oferta pero no fue así. Lo hizo ver como algo muy natural, pero no pudo evitar la sonrisa que le salió del alma. Cuidado, no bajes la guardia, no te dejes convencer cuando estés a solas con él, la ofensa que te hizo fue muy grande y tendrá que comportarse debidamente si quiere volver a ser tu mejor amigo. Claro que es posible que me muera antes de que suceda, porque sinceramente no sé cómo voy a vivir sin él, pensó Cristina.

Una vez en el automóvil Paul le preguntó.

–¿Adónde te llevo?

–A casa.

La distancia del restaurant al apartamento de Cristina era solo de 3 cuadras, y ambos permanecieron en silencio durante el corto tiempo que les tomó llegar.

Paul detuvo el carro en frente de la entrada del edificio y esperó que Cristina bajara. Ella se desmontó sin decir una palabra y él se fue de prisa sin romper el silencio.

Cristina entró en el lobby y esperó a que Paul desapareciera, entonces salió a la calle y empezó a caminar sin rumbo fijo. ¿Qué les sucedió? ¿Cómo era que habían llegado a esta situación tan… ilógica? Seis años de su vida tirados a la basura y su corazón roto e irreparable…

Ensimismada en sus pensamientos caminó y caminó sin darse cuenta a dónde iba o a dónde estaba. ¿Por qué seguía el destino castigándola de esta manera? ¿Qué culpa estaré pagando? De todas las teorías que formuló acerca de cómo terminarían Paul y ella, nunca imaginó que pudiera pasarles lo que les estaba ocurriendo. ¿Quizás deba llamarlo y ser sincera con él? No, no te humilles, no reduzcas tu estima personal de esta manera. Ya eres adulta, actúa como tal. Si pude sobrevivir la muerte de su padre, sobreviviré esta situación también.

 

♣♣♣

 

Cuando Paul dejó a Cristina buscó de prisa la calle Cambridge, viró a la derecha y se dirigió hacia el Este buscando la autopista 93, una vez allí la tomó en dirección Norte y dejó que el Ferrari alcanzara su potencial de velocidad. Iba volando, pero no se daba cuenta, pasaba calles y calzadas, lugares que nunca había visto, sin saber a dónde se dirigía. Al llegar al cruce con la carretera 28, la tomó hacia el Este hasta llegar a Foss Park, donde se detuvo. No entendía cómo era que las cosas habían llegado a este extremo. ¿Por qué? ¿Qué paso, qué hizo? Tenía que hablar con Cristina aunque fuera la última vez que lo hiciera, no podía quedarse así sin… Nada… Años de convivencia tirados a la basura, destrozados e solo unos minutos, y ese vacío que dejaba su ausencia.

El orgullo no lo dejaba coger el teléfono y llamarla. Ese orgullo con el que había vivido todos estos años, y que alimentaba con la arrogancia y frivolidad que formaban parte central de su carácter. Nunca le había dolido el alma, nunca sintió dolor por nada abstracto, y le molestaba no poder ahora controlar ese dolor. Aquello era lo peor que había sentido en su vida. No sé que es este peso en mi pecho que me aplasta, solo sé que me lastima y se me clava como punzantes aguijonazos en todo mi cuerpo.

Seria mejor morir… Si se iba a morir ya no interesaba nada, no tenía nada que perder… Cogió el teléfono y la llamó.

–¿Tienes algo que hacer ahora mismo?

Cristina, sorprendida con la llamada no pudo contestar de inmediato. “Ayúdame Dios mío.”

–Pues tanto como tener…Tener…Tener, no, no tengo nada de importancia que hacer hoy, pero quisiera descansar. Esa fiesta de anoche me dejó agotada. Tu sabes que yo me acuesto temprano y me levanto con las gallinas, y hoy estoy medio aturdida por el cambio de horario, eso sin contar el dolor que tengo en las piernas por haberme pasado la noche de pie; cuando llegué a la casa y me quité los zapatos no pude caminar por un buen rato.

Le respondió con la naturalidad usual entre ellos. ¿De dónde había sacado ella todo ese cuento y por que se estaba justificando con Paul? Le sorprendió poder ser tan dura con él.

–¿Crees que puedo ir a hablar contigo unos minutos?

Por qué le había pedido permiso. Mejor se hubiera presentado allí y tumbado la puerta.

–Sí, como quieras.

–Estaré allí en 20 minutos.

Cerró el teléfono y partió hacia Cambridge. Tenía exactamente 15 minutos para pensar lo que iba a decir, de lo que dijera dependería su futuro. Mejor dejarlo que salga virgen y sin correcciones, de todas formas después de esta conversación no habría nada más…

 

 

 

Cristina no sabía a dónde estaba y tenía exactamente 15 minutos para llegar a la casa, ponerse un pijama y tirarse en el sofá de la sala para dar la impresión de haber estado descansando. Salió corriendo para su casa, había caminado casi una milla; apúrate Cristina, apúrate…

Llegó al edificio en 5 minutos, subió corriendo las escaleras sin esperar el ascensor. ¿Dónde pusiste la llave? En el marco de la puerta. Entró al apartamento y trancó. Corrió a su cuarto, se quitó el vestido y todo cuanto traía arriba, se puso un pijama, una bata de casa y unas pantuflas que tenia de Eeyore, pero se dejó el pelo suelto. Corrió hasta la sala y se tiró en el sofá cogiendo el control de la televisión y tratando de buscar algo que usualmente veía. Encontró a los Yankees jugando contra los Red Sox; perfecto.

Cogió una almohada y se tiró a todo lo largo en el sofá para mirar el juego. Lo había hecho todo en diez minutos, todavía tenía diez más para pensar, que iba a decir o hacer. El timbre de la puerta la hizo dar un brinco; ya llegó. Este tiene que haber venido volando. Se le acabó el tiempo, tomó dos o tres respiraciones profundas y fue hasta la puerta.

Abrió, Paul estaba parado muy serio con las manos en los bolsillos. Parecía más maduro, más adulto. Su sonrisa siempre lo hizo lucir guapísimo, pero esta expresión seria, con las mandíbulas apretadas haciendo resaltar sus altos pómulos y su cuadrado mentón, lo hacía aún más bello… “Dios mío, esta precioso… Me voy a morir…” Pensó Cristina.

–¿Puedo entrar?

–Sí, pasa. Estaba media dormida cuando llamaste.

–¿Quieres que me vaya?

–No, por favor, entra.

Ella se sentó en el sofá, encaramó las piernas cruzándolas como un Buda y lo miró esperando que el hablara.

Eran a penas las once de la mañana, el sol brillaba en lo alto del cielo. La puerta del balcón estaba abierta y por ella entraban los olores de la primavera. El murmullo de la calle era casi imperceptible. Estaban rodeados de paz natural, aunque por dentro ambos se afanaban por sobrevivir la erupción volcánica de sus almas.

–Cristina, sé que he hecho muchas cosas indebidas e injustas, sé también que me he portado como un patán, que mi arrogancia te ha herido, que…

–Olvídalo Paul.

No, no, tonta, déjalo que siga, no digas nada. Mantente calladita a ver qué pasa.

–Por favor, permíteme terminar. Sé que he sido egoísta contigo, que quizás nunca le di valor a todo lo que hacías por mí, pero lo que siempre, siempre, siempre ha sido cierto, es que te he querido como no he querido a nadie en mi vida. Sé que te ofendí inmensamente, y no vengo a implorar tu perdón, todo lo contrario, creo que merezco mucho más de lo que me está pasando; mi castigo será perder tu amistad, pero quiero que te quede bien claro, que continuamente, desde el día que te conocí, siempre te he querido, y nunca dejare de hacerlo. Tú has sido lo mejor que le ha pasado a mi irresponsable y desordenada vida.

–Paul…Espera… Hablemos…

–No Cristy, no hay nada más que decir. Acaso no te has dado cuenta que yo no puedo vivir sin ti, que anoche por poco mato al tipo ese con quien andabas, que me porté como un chiflado cuando vi que estabas con él, cuando no quisiste venir conmigo. Tan inteligente que eres y todavía no te has dado cuenta que estoy perdidamente enamorado de ti, que lo he estado desde siempre. Nunca pude controlar esa atracción hacia ti, al principio me daba vergüenza conmigo mismo porque tú eras solo una niña, pero luego se convirtió en una obsesión. He salido con miles de mujeres tratando de liberarme de tu amor, tratando de poner en perspectiva mis sentimientos hacia ti, pero nunca he podido hacerlo.

–¿Por qué no me llevaste a la fiesta Paul?

Le preguntó Cristina que seguía sentada, mirándole a los ojos, con una voz muy suave, envuelta en un amasijo de dolor.

–No lo supe hasta después que te vi. Sentí vergüenza de que yo, el Don Juan de la facultad de Derecho, tuviera como pareja un nerd vestida de payaso. Tenía miedo que todos se rieran de mí y, fui un cobarde, por favor perdóname…Pero y tu… ¿Por qué no peleaste y me dijiste mil cosas cuando te lo dije? Yo iba dispuesto a pelear contigo, a darte todos los argumentos del mundo, a verte llorar por mi decisión, a sentirme grande y poderoso con tu pena, a desquitarme de todos los malos ratos que había pasado pensando ilógicamente en ti, pero tú no hiciste nada de eso, al contrario, lo aceptaste de la manera más civilizada, creo que dijiste un par de cosas y te fuiste… ¿Cómo pudiste hacer eso? ¿Dime Cristy, cómo pudiste hacerlo?

–Porque en el momento en que entendí lo que me estabas diciendo mi corazón dejo de latir y sentí que me moría allí mismo, porque el dolor no me cavia en el cuerpo, porque si me llego a quedar un minuto más no hubiera podido aguantar las lagrimas y hubiera llorado delante de ti como una tonta…La niña tonta, enamorada de ti todos estos años, sabiendo que nunca me querrías como a una mujer…Creo que mi padre, que siempre está conmigo, me tomó de la mano y me sacó de allí para que no muriera delante de todos ustedes. De allí me fui a caminar bajo la lluvia y lloré y saqué todo el dolor que tenia acumulado por años… Cuando llegué a la casa Will y Ali estaban esperándome, y por algún milagro de Dios que todavía no entiendo, mis ojos estaban secos y nadie notó mi dolor. Cuando al fin se fueron, Rosi me llevó hasta mi cama y me acosté a llorar con ella, la única que siempre ha sabido mi secreto, y así me quedé dormida. No sé cómo tuve fuerzas para vestirme e ir a la fiesta, no pensé que podría, pero una vez más saqué el valor de no sé dónde y lo hice, me vestí y me fui; cuando noté tu reacción al verme, me alegré que te arrepintieras, me alegré que me vieras con un hombre guapo como William, y que no pudieras hacer nada al respecto. Tú sabes cuantas veces te he visto yo a ti con mujeres que no sirven para nada, y me he tenido que tragar las lágrimas y fingir una ecuanimidad que no sentía… Qué sabes tú lo que yo he sufrido por ti…

–Tienes razón, no quiero hacerte perder más tiempo. Ya dije lo que vine a decir. Te deseo lo mejor. Sé que triunfaras y que serás muy feliz. Adiós Cristina.

Un relámpago que opacó el brillo de la estrella solar apareció de la nada entrando por el balcón con su luz electrizante y poderosa. Inmediatamente después llegó el trueno, ensordecedor y desafiante; lo que empezó como una mañana primorosa se había convertido en una tormenta infernal… Y por encima de todo ese estrepito se oyó el grito de Cristina que salió de los más adentro de su ser.

–Paul…No te vayas…. ¡No me dejes!… Paul por favor ¡¡¡no me dejes!!!...

La tormenta se enfurecía más y más a cada instante, la oscuridad ensombreció el rayo y los rodeo dejándolos desamparados… Paul corrió hacia Cristina y la envolvió entre sus brazos. El amor dolía, quemaba las entrañas, pero el contacto de sus cuerpos los hizo olvidar el dolor y la tempestad. Se quedaron abrazados mientras afuera el cielo lloraba y la luz se perdía por los rincones de la sombras.

Ninguno de los dos sabía cuánto tiempo habían pasado abrazados. Ninguno intentó desprenderse del otro por temor a romper el hechizo que los envolvía. La tormenta se escapó tan repentinamente como llegó y la luz de la primavera volvió a brillar.

Cristina había mantenido sus ojos cerrados durante todo este tiempo; su cara se perdía en el cuello de Paul, sus labios aun cerrados saboreaban la dulzura de su piel. Con mucho cuidado y muy suavemente Paul levantó su barbilla y separó a Cristina de su pecho, un poco, solo lo suficiente para poder mirar sus ojos.

–Cristy…

–Ssssss…. No, no digas nada, por favor, solamente abrázame y déjame apoyarme en tu pecho.

Paul la obedeció. Todavía le dolía el alma pero ahora el sufrimiento se mezclaba con la felicidad que le traía el tener a Cristina en sus brazos…Y sobre todo, sus palabras. Ella lo quería, ella lo quería y lo había perdonado.

Después de una eternidad donde ambos se perdieron disfrutando del contacto único del amor, se separaron lentamente y se miraron a los ojos como nunca antes lo habían hecho. Paul fue el primero que hablo.

–Te quiero Cristy, y te amo. Te amo tanto que no creo poder vivir sin ti ni un momento más…

–Tú no sabes el tiempo que llevo esperando oír esas palabras de tus labios. Yo me enamoré de ti el día en que te conocí. He tratado de sacarte de mi corazón una y mil veces, sin embargo nunca he podido. Me quedaba la esperanza de poder disfrutar de tu compañía, como mujer, en la fiesta de graduación, y cuando me dijiste que no me llevarías creí morir. Salí corriendo para no empezar a llorar y a gritar de dolor delante de ustedes. Nunca pensé que amar doliera tanto.

–Perdóname Cristy, perdóname por favor… Todos estos años te he tenido a mi lado sin darme cuenta lo que significabas para mí. Cuando te vi con ese hombre me volví loco, quería matarlo, no entendía lo que me estaba sucediendo. Tengo que agradecerte que hicieras lo que hiciste, de lo contrario nunca hubiera sabido que te amaba. Creo que yo también te amo desde el primer día que te vi, pero nunca lo admití. Hubo veces en que me sentí avergonzado de sentirme atraído hacia una niña… Pero siempre me decía… La quiero como a una hermanita chiquita…

Tomándole la cara con sus dos manos, Paul la beso despacio y suavemente en los labios. El contacto los hipnotizo a los dos dejándolos pegados uno al otro en medio de una eternidad colosal. Se separaron un instante para mirarse a los ojos, y Paul la atrajo sentándola en sus piernas y haciéndola que se recostara en su pecho mientras que el acariciaba su pelo.

–No puedo vivir sin ti Cristy, no puedo. No quiero separarme de ti nunca más.

–Yo tampoco podría vivir sin ti ni un segundo más; prométeme que estaremos juntos para toda la vida.

–Te lo prometo mi amor, te lo prometo. Nunca más nos separaremos.

Volvieron a besarse. Este fue un beso húmedo, y llego de sensualidad. Paul no recordaba nunca antes haber besado así a nadie, ni haber sentido esa entrega total que Cristina le ofrecía. Era como si hubiera nacido de nuevo con ella.

Ahora fue Cristina quien se separó de él, y con la picardía que la caracterizaba le dijo.

–Siempre anhele tus besos pero nunca imagine que tu boca fuera tan rica.

–La tuya es mucho más, y estoy seguro que todo lo demás es rico también.

–¿Señor Gallagher, está usted haciéndome proposiciones deshonestas?

–Absolutamente. ¿Qué me contesta señorita? ¿Quisiera convertirse en la señora Gallagher? De esa forma no tendría que hacerle proposiciones, solo tendría que tomarla en mis brazos y hacerle el amor donde quiera y cuantas veces quisiera…

Cristina… no… entendió… ¿O sí?..

–Acabo de proponerte que vivas conmigo por el resto de tu vida, no me hagas esperar por favor…

–La respuesta es….Sí…Sí….Sí… Mil veces si…

Se volvieron a besar, perdiéndose cada uno en brazos del otro.

–Entonces no perdamos tiempo. Hagámoslo ahora mismo.

–¿Qué?

–Casarnos.

Cristina no podía creer lo que estaba oyendo

–Tengo que decírselo a Rosi.

–Como quieras, pero no voy a dejar que nadie se interponga a nuestros deseos.

Cristina se le agarró del cuello y se apretó contra su cuerpo gritando de felicidad. Paul la envolvió en sus brazos y la acaricio suavemente, atrayéndola mucho más hacia él. De nuevo se perdieron en ese mundo donde el amor todo lo puede y se olvidaron de la realidad…

 

♣♣♣

 

Ya en el carro de Paul, Cristina le preguntó.

–¿A dónde vamos?

–A San Ignacio.

–¿Cómo?

–Con el abuelo.

Mientras Cristina llamaba a Rosi y le daba la buena nueva, Paul llamó a su abuelo que saldría para New York en unos minutos y le dijo que lo esperara un momento, que Cristina y él se iban también. El viejo Gallagher no preguntó nada, solo le dijo

–Aquí los espero.

Sinceramente no le importaba lo que hubiera pasado entre ellos, el hecho de que querían irse juntos a cualquier lugar era ya un triunfo. Cristina no podía pensar en otra cosa que no fuera Paul, sus besos, sus caricias, su mirada, su fortaleza, su resolución precipitada y maravillosa.

Cristina había oído hablar tanto de aquella isla maravillosa en el Caribe, donde tantas veces el abuelo la había invitado y a la cual siempre anhelo conocer… Quien le hubiera dicho que la llegaría a conocer de una manera tan especial como esta. ¿Qué pasaría después? En verdad ella no tenía ningún tipo de compromiso con nadie. Todos sus proyectos estaban concluidos y aunque nadie lo supiera, ya había aceptado las plazas en New York donde trabajaría simultáneamente en tres hospitales y terminaría su especialidad de Cirugía General y Neurocirugía en menos de un año.

 

♣♣♣

 

El Golfstream G650 se introdujo en el mercado en el 2008, se hizo expeditamente y sin competencia alguna. Era más alto, largo y ancho que cualquier otro avión de su clase, podía transportar hasta 18 personas cómodamente si se usaba como avión comercial, sin embargo la mayoría de ellos los utilizaban compañía y empresas privadas para sus ejecutivos. También, lo utilizaban celebridades, políticos y atletas famosos entre otros. El de los Gallagher estaba equipado ricamente con una cabina para ocho personas, amueblado con sofás, butacas de fina piel, y una mesa de trabajo; además contaba con todo el equipo especial de comunicación, navegación y seguridad, el cual no tenía nada que envidiarle a los Jets de tamaño regular; podía acomodar una tripulación de cinco personas contando con el piloto y copiloto, pero el viejo Gallagher no era muy exigente en este sentido y solo viajaba con una tripulación de tres, el piloto, el copiloto y una azafata. Paul había aprendido a pilotar este avión al igual que otros que tuvieron anteriormente, y muy a menudo lo hacía, especialmente para viajar a San Ignacio. Con un motor Roll–Royce BR725 podía volar 7000 millas náuticas sin necesidad de tener que rellenar su tanque de gasolina. Podía conectar Dubái con New York, o Londres con Buenos Aires en un vuelo directo.

–Este avión es una maravilla.

Exclamó Cristina una vez sentada con el abuelo y con Paul en la cabina.

–¿Ustedes saben que velocidad puede alcanzar este aparato?

Nadie respondió así que ella continúo.

–Esta maravilla de la aeronáutica puede alcanzar casi Mach 1, exactamente Mach 0.925.

–¿Y qué es eso del Mach? Yo siempre lo he oído pero nunca sé exactamente qué significa, solo sé que va muy rápido. ¿Cómo es ese lio Cristy?

–Papa, el “Mach” se obtiene dividiendo la velocidad en que un objeto se desplaza a través de un medio determinado, ya sea gas o fluido, por la velocidad en que viaja el sonido en ese mismo medio. Se le llama Mach por el Físico y Filósofo Australiano Ernst Mach, quien fuera el primer hombre en concebir el concepto de medir la cantidad de algo que no tuviera dimensiones.

Los dos se le quedaron mirando unos segundos y rompieron a reír.

–No tengo ni idea de lo que acabas de decir pero te creo – dijo el abuelo.

–¿Por qué te aprendes esas cosas Cristy, para que te sirven?

Le dijo Paul algo confundido, cosa que le sucedía siempre que Cristina hablaba de un tema que él no podía dominar; lo peor del caso era que pasaba muy a menudo… ¿Cuando se acostumbraría a la inteligencia de Cristina? El solo tenía que acostumbrarse a su amor, lo demás no tenía ninguna importancia.

–Yo no me aprendo nada, pero si lo oigo, o lo leo, aunque sea una sola vez, se me queda en la memoria, no sé cómo se me queda grabado. Además, lo que uno sabe siempre le sirve para algo. Ahora mismo los he hecho reír a ustedes, eso para mí vale mucho.

–Y cambiando de tema.

Dijo el abuelo.

–¿Cristy, le avisaron a Rosi de que venias con nosotros?

–Sí.

–¿Y no se opuso?

–¿Qué si se opuso? Me armó tremenda bronca, no quería dejarme venir de ninguna manera.

Dijo Cristina.

–¿Y cómo la convencieron?

–Ella hace días que anda buscando algo especial para regalarme por mi graduación, yo le dije que si me dejaba venir, ese sería el regalo más grande que pudiera hacerme en toda su vida…

Esto lo dijo Cristina con una voz mezcla de felicidad y sosiego, como alguien que anhela algo que está cerca pero que no se puede tocar todavía. Paul, que estaba sentado frente a ella en una de las amplias butacas, se paró, la sacó del asiento en que estaba y de un solo movimiento se la colocó en sus piernas abrazándola y haciéndola reposar sobre su pecho. Cristina se acurrucó encima de él como un caracolito y cerró los ojos para soñar despierta.

–Ella es mía abuelo, sola mente mía, y nadie, nunca me la podrá quitar. ¿Verdad Cristy?

Ella solo movió la cabeza en un gesto afirmativo y siguió disfrutando de la proximidad de su amor.

El abuelo empezó a decir algo pero Paul lo interrumpió.

–Abuelo, se me olvido decirte; Cristy y yo nos casaremos en San Ignacio.

El viejo no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Estaría soñando? Tanta felicidad no podía ser posible… Vio como los jóvenes estaban viviendo uno de esos momentos que tiene la vida, donde se borra el derredor, no se oye ningún sonido, ni se ve a nadie más que con quien compartes semejante experiencia…Los ojos de Paul se ataron a los de Cristina y con una fuerza mágica la atrajo despacio hacia él, fue entonces cuando sus manos subieron por el cuello de ella y se enredaron en su cabello a la vez que la atraía mas y mas, Cristina se dejaba llevar hacia él, imitando sus acciones y enlazando su cuello hasta que sus manos lo rodearon, así se quedaron por unos instantes que parecieron siglos y muy lentamente sus labios se tocaron, siempre parecía como si fuera la primera vez… La sensación de amor que experimentaron era nueva para ambos…Al fin Paul la atrajo un poco mas y sus labios se sellaron en un beso infinito que detuvo el tiempo y borró el espacio; se convirtieron en un solo ser, cedieron ante la gran fuerza de su amor y se perdieron en aquella galaxia húmeda y sensual que eran su bocas…

–Anselmo.

Ambos dieron un brinco ante la intrusión de aquella voz que no sabían de donde venia. Se habían olvidado por completo que estaban frente al abuelo y al darse cuenta se echaron a reír porque era lo mismo que el viejo Gallagher hacia.

–Mira, estoy en camino a San Ignacio, necesito un gran favor y no admito negativas.

Se hizo una pausa después de la cual el abuelo siguió diciendo en el teléfono.

–Voy con mis nietos para allá, llegaremos en unas tres horas, necesito que los cases en cuando lleguemos… No, no, la muchacha no está embarazada, no seas mal pensado, pero si están a punto de comerse la manzana… La manzana Ignacio, es que se te olvido el Génesis y la Biblia…

Se hizo un silencio largo que correspondió a la respuesta del interlocutor del abuelo al otro lado de la línea.

–No puedo darte detalles, si…son circunstancias especiales, si no, no te estuviera llamando… No, no hay ningún problema, ya te explicaré cuando lleguemos… ¿Dos testigos? Yo soy uno y búscate otro que nos sirva…Anselmo déjate de majaderías y escucha, mi nieto y su prometida van a casarse en San Ignacio y tu vas a ser quien los case, no hay nada irregular o ilegal, todo está bien, solo que están sedientos el uno del otro y no creo que pueda detenerlos por mucho más tiempo, si no los casas caerán en el pecado por tu culpa.– Dijo el viejo mientras les guiñaba el ojo a los muchachos.

–Tú arregla las cosas y luego te cuento.

Se hizo una pausa un poco más larga esta vez.

–No, una vez casados los dejaré en la casa para que pasen su luna de miel allí, yo tengo que regresarme a New York… No lo sé, el tiempo que ellos quieran, me imagino, todavía no hemos hablado de eso… No, ellos van a vivir en New York…No, sin fiesta, tomaremos algo en la casa después que los cases y nada más, yo tengo que regresar lo antes posible… Exactamente… Claro que sí… Nos vemos en un rato…

Cristina y Paul se habían quedado mudos…

–Llamé a Anselmo para que se prepare, quiero los case en cuanto lleguemos.

Se volvieron a besar, esta vez con más pasión y menos reparos; no podían saciarse el uno del otro; una fuerza magnética los unía.

–Ya está bien de besos. Tenemos que arreglar las cosas.

–¿Qué cosas?–Preguntó Paul con una sonrisa irreconocible en sus labios.

–Yo que sé. Tu madre va a poner el grito en el cielo, y Rosi…. Bueno, a ella la contentaremos luego.

–Por mi madre no te preocupes, a mí nunca me ha importado lo que ella dice y no pienso empezar ahora. En cuanto a Rosi…

–Con Rosi no hay problema, se enfadara pero se le pasará. Ella es la única persona que supo desde el principio que yo te amaba. Aunque por fuera finja estar brava conmigo, por dentro está muriendo de felicidad, estoy segura.

En eso entraron la azafata y los pilotos llevando una bandeja con copas y una botella de champan.

–Lo siento–Dijo el piloto–pero no pudimos evitar oír la conversación, y en fin, creo que debemos celebrarlo, esta es la primera vez que participo de un acontecimiento como este volando a 30,000 pies de altura.

–¿Y quién está pilotando el avión?

–Por eso pagó usted tanto por este aparato, porque puede volar solo.

Paul destapó la botella y Cristina sirvió las copas… Todos brindaron por la felicidad de los novios.

Una vez más el viejo Gallagher sintió aquella impresión de alarma que había sentido antes cuando pensaba en el futuro de los muchachos, y aunque trató de quitársela de la mente no pudo hacerlo, los ojos se le llenaron de lágrimas que trataba de reprimir

–¿Abuelo, qué te pasa?

–Nada hijo, es que estoy muy feliz.

Era la primera vez que le mentía a su nieto y eso no era buen augurio. Le pidió a Dios con todas sus fuerzas que estuviera equivocado, y que lo dejara disfrutar de la felicidad de aquellos dos seres jóvenes que eran la única alegría de su vida.

22

A Agnes no le quedó más remedio que llamar a Will y Ali; su número de teléfono lo había cogido del celular de Paul, en una de las pocas visitas que este hiciera a su casa durante el curso de todos estos años, ellos seguro que sabrían dónde estaba Paul. No concebía como su hijo podía ser amigos de aquellos negros, en fin, ya estaban a punto de separarse para siempre. Una vez que Paul empezara a trabajar en GALCORP ella se encargaría de que ninguno de estos imbéciles pobretones volviera a comunicarse con su hijo; esa era el arma secreta que tenía guardada hacía mucho tiempo.

–Halo.

–Soy la señora Gallagher, ando buscando a mi hijo.

Will y Alison estaban en camino a Boston, habían quedado en almorzar con sus padres, cosa que sería casi imposible después del suculento desayuno que acababan de tener con los Gallagher y Cristina. Del restaurant habían ido a cambiarse al apartamento y a recoger las cosas de memorabilia que se habían hecho para la clase graduanda de este año, para llevárselas a sus familiares.

–Yo no sé donde esta Paul, señora.

Paul se había llevado a Cristina cuando todos salieron del restaurant; a donde se habrían metido, pensó Will; casi seguro Paul se está escondiendo de su madre.

–No me mienta, dígame dónde puedo encontrarlo ahora mismo. Tenemos una emergencia en la familia.

¿Le habría pasado algo al abuelo? No, si no ya Paul o Cristy los hubieran llamado. ¿Le habría pasado algo al padre de Paul, o esta vieja estaba inventando esta mentira para localizarlo? Las pocas veces que Agnes Gallagher llamó a Will en estos últimos años era cuando después de agotar todos los medios posibles para comunicarse con su hijo, no le quedaba más remedio que acudir al amigo, ella sabía que siempre andaban juntos, pero esta vez se equivocó.

–Lo siento señora pero no tengo ni idea donde pueda estar.

–Me está mintiendo y lo sabe, se cree que soy estúpida. ¿Me va a decir que no lo ha visto desde anoche?

–Si, estuve con él hace un rato, desayunamos juntos, pero de eso hace casi dos horas. Nosotros estamos en camino a Boston a reunirnos con nuestros padres, yo no sé donde esta Paul.

–¿Y la chiquilla, la Cristina esa, saben donde esta?

Will pensó que la cosa se complicaba.

–No señora.

–Deme su teléfono, necesito hablar con ella de urgencia.

¿Qué estaría pasando?

–No puedo dárselo sin su consentimiento señora.

–Mire lo que le voy a decir, mal educado, me lo da ahora mismo o se va arrepentir por el resto de su vida. No sea impertinente y démelo de una vez.

Agnes gritaba en el teléfono, estaba fuera de sí, como podía este desgraciado negro hablarle a ella así, se las iba a pagar.

–Ya le dije que no puedo señora. Que tenga buenos días.

Con la misma le colgó el teléfono y se viró hacia Alison que lo miraba con curiosidad

–Era la madre de Paul, anda buscando a Cristina y Paul. ¿Qué habrá pasado?

–Llámalos a ver por dónde andan y qué pasa.

Lo que ellos no sabían era que a 30,000 pies de altura les sería imposible localizarlos. Quizás, de haberse podido comunicar con ellos las cosas hubiesen salido de otra manera, pero el destino es un viejo majadero y tozudo que no cambia de rumbo fácilmente.

 

♣♣♣

 

Agnes no quería que Gavina se enterara del desplante que le había hecho el muchacho así que una vez más recurrió a ese talento que usaba diariamente desde que tuvo uso de razón para sobrevivir; la mentira.

–Parece que no andan juntos, mi hijo está con su abuelo y cuando están juntos el cochino viejo le desconecta el teléfono para que no pueda hablar conmigo, él es el único culpable de que Paul me contradiga. En cuanto a su hijastra, no tengo ni idea de donde puede estar; tampoco sé donde vive.

–Entonces déjeme en el hotel y en cuanto tenga alguna noticia me avisa.

–Señora, yo no puedo tenerla en un hotel indefinidamente.

–Yo no estoy diciendo eso, lo que quiero decirle es que esto tenemos que arreglarlo pronto. Usted se va a comunicar con su hijo hoy mismo. ¿Verdad? Eso es todo lo que necesitamos. Cuando usted le cuente a él lo acordado, solo dos cosas pueden suceder, o él la cree y se aleja de Cristina, con lo que usted habrá ganado, o no la cree, en cualquier caso, él la llamará en algún momento, y ahí usted puede descubrir a donde se ha escondido la muy puñetera.

Agnes lo pensó rápido. Lo del hotel no era problema, a ella nunca nadie le revisaba sus cuentas, solo las pagaban, pero si esta mujer no localizaba a la chiquilla le pediría dinero a ella, y no estaba dispuesta a darle ni un centavo. Tendría que hablar con Fiona a ver qué hacían con la tal Gavina.

 

♣♣♣

 

Cuando el Golfstream aterrizó en el aeropuerto de la isla, ya el padre Anselmo los estaba esperando. Nadie supo cómo ni cuándo llegó aquel cura a la islita, algunos decían que había venido con los primeros conquistadores, y otros, que había nacido allí hacía muchos años. No tenía una edad definida, parecía nunca haber sido joven, y su piel curtida por el sol y el mar lo hacían parecer más un marinero que un sacerdote, sin embargo todos los respetaban como si fuera un patriarca. Entre sus amigos se contaban los grandes magnates y los más pobres pescadores. Anselmo y el viejo Gallagher se conocieron cuando este vino a comprar una propiedad destinada a vacacionar en la isla, después que su amigo Miguel Montenegro le hablara de San Ignacio. Montenegro fue quien los presentó y desde entonces se hicieron buenos amigos. Aquí había Gallagher moldeado a su nieto sin interferencias de su madre, y para los dos la isla representaba paz y libertad.

El día resplandecía, el sol brillaba con gusto, la vegetación tropical que vestía la isla de verde no tenía nada que envidiarle al mejor paisaje irlandés. El Caribe, según algunos científicos, es uno de los mares mas azules del planeta, su poca profundidad en combinación con su porcentaje de sal lo convierten en un espejo del cielo. Su nombre viene, según Américo Vespucio, de Caraibi, palabra que usaban los indígenas para los “hombres sabios”. Así le llamaron los nativos a los primeros europeos que llegaron a las islas, antes de que estos empezaran a matarlos y hacerlos sus esclavos.

El avión paró justo delante del hangar de los Gallagher y un segundo después se abrió la portezuela lateral dejando ver al abuelo, seguido de Paul llevando de la mano a Cristina.

–Me imagino que estos son los novios.

Les dijo el sacerdote estrechando la mano de Gallagher mientras miraba a los chicos.

–Yo no los veo muy desesperados.

–Es que tú no llevas dos horas con ellos en ese pequeño avión tratando de entretenerlos.

–Papa, que calumnia…

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