Cristina

Cristina


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Sasha saltaba al lado de su ama como hacía tiempo no lo hacía. Estaba vieja y cansada, pero parecía como que una energía nueva la llenara para poder de nuevo disfrutar de la felicidad de Cristina que a su vez la acariciaba con ternura diciéndole.

–Estoy muy feliz, mi Popi, muy feliz….

 

♣♣♣

 

La reconciliación de la familia se convirtió en algo que supero las esperanzas que cualquiera de ellos hubiese imaginado. La felicidad pura no se puede describir, solo se siente y se disfruta con un sentido todavía no descubierto por los anatomistas.

Cuando llego la hora de dormir Pauly insistió que su padre durmiera con él, eliminando así la turbación que sentía Cristina al pensar en la posibilidad de volver a estar íntimamente con Paul. Ya habría tiempo para eso.

Se levantó muy temprano y los dejo a todos durmiendo, tenía que hacer una diligencia que no podía posponer. La neblina de Octubre arropaba el camino de cipreses que conectaba la hacienda con la carretera principal, pero por encima de las nubes se instruía un día soleado.

Cristina llego a Manhattan en 20 minutos. Aparco su carro y entro al Precinto de Policía donde tenían a Agnes encarcelada. Pidió verla identificándose como miembro de la familia. A esa temprana hora de la mañana el lugar estaba lleno de los que pasaron la noche esperando por algo que nunca llego. El sitio no podía lucir más lúgubre.

Después de unos minutos la llamaron y un policía la condujo hasta el lugar donde tendría llevaría a cabo la entrevista. Era una habitación alta rodeada de de sucias ventanas y dividida por una pared subdividida a su vez en cubículos dotados de teléfonos a cada lado y separados por un vidrio transparente que era lo único limpio del lugar. Como si todos supieran que lo más importante era el reconocimiento de las caras de los allí presentes.

Cristina se sentó a donde le indicaron y espero ver llegar a Agnes. Cuando la puerta se abrió Cristina vio como una mujer vestida con un overol naranja, despeinada y sucia se dirigía hacia ella. Al principio no la reconoció, pero en cuando Agnes levanto la cara reconoció los rasgos duros y repulsivos de la persona que más daño le había hecho en su vida.

Agnes se sentó delate de ella y tomo el teléfono sin esperar que el policía que la acompañaba le diera las instrucciones de que hacer.

–¿A qué vienes imbécil, a reírte de mí?

–No señora, eso se lo dejo a sus futuras compañeras de celda. Yo vine a decirle que Paul y yo estamos de nuevo unidos y que somos muy felices con nuestro hijo, que viviremos todo lo que nos queda de vida juntos y que nunca más volveremos a acordarnos de usted. Sin embargo usted se acordara de nosotros todos los días de su vida y nuestro recuerdo hará que su existencia sea un miserable suplicio. Ojala que viva muchos anos. Adiós.

–Vuelve aquí imbécil, a que no me dices eso cara a cara, puta, arribista, degenerada. Los voy a mandar matar a todos…

Pero Cristina ya no la oía. Se alegró de haber venido; aquella era una herida que solo podría cerrar lavándola en las turbulentas aguas del olvido. Ahora empezaría a ser feliz…

 

♣♣♣

 

Al llegar a casa lo primero que vio fue a Paul parado en la puerta de entrada, la estaba esperando.

–Me le escapé a Pauly, nos dormimos muy tarde y esta rendido. Fui a buscarte pero no estaba. Me volví loco…No te alejes de mi de esa manera más nunca en tu visa…NO PUEDO VIVIR SIN TIN…

Cristina le tiró los brazos para atraerlo hacia ella y el la complació besándola tiernamente como había estado anhelándolo por diez largos años. Suavemente apartó su cara de la de ella y le preguntó.

–¿Fuiste a saldar una cuenta con el destino?

–Fui a enterrar el dolor para siempre.

–Yo también lo intente pero a mí no me salió bien. Si no llega a ser por Will…

–Ya mi amor, ya todo eso paso.

–Entonces vámonos ahora mismo para San Ignacio.

Cristina no contestó. Ansiaba estar de nuevo en sus brazos pero no sabía qué hacer con el vacio que le dejaran los diez últimos años.

–Tengo miedo Paul.

–No te preocupes, yo seré valiente por los dos…

 

Epílogo

 

Cristina no recordaba haber estado tan nerviosa nunca antes en su corta vida. No tenía miedo, solo que su ímpetu no la dejaba relajarse para confiar en que todo saldría bien. Lo habían planeado y ensayado muchas voces y había llegado la hora de ponerlo en práctica.

La mañana estaba cerca y el amanecer con su mágico color dorado entraba en la alcoba tratando de despertar suavemente su interior. Cristina tenía la alarma del reloj para las cinco, pero puesto que no pudo dormir más de una ahora seguida en toda la noche, a las cuatro ya estaba duchándose. Después se había secado el pelo, se había vestido con algo suelto y cómodo y ahora esperaba que fueran las cinco para despertar a Paul que dormía como un oso.

Sabía que Rosi ya estaba despierta y arreglada, esperando verla salir con Paul. Ella se quedaría con Pauly y lo llevaría a reunirse con ellos a las nueve; hoy no habría colegio para él.

Los Smith habían llegado la noche anterior e irían más tarde, junto con los abuelos. Winona y Lucas vendrían más tarde con sus mellizas. Los padres de Rosi esperarían en la casa. De los Hackman solo vendría Crystal y Billy para acompañar a Pauly, Gene y Bailey se reunirían con ellos al medio día.

Cristina dejó que su vista se perdiera a través de las ventanas, vio como ya clareaba y como el color del sol naciente se filtraba por las cortinas entreabiertas; vio que los cristales se veían empañados y nublados por la temperatura de afuera que era mucho más alta que la de dentro de la casa. Ya faltaba poco, sin embargo los segundos le parecían interminables, y luchaba por tranquilizarse y mantener la calma que tanto necesitaba para que todo saliera bien.

–Todo saldrá bien, ya verás.

Se sorprendió al oír la voz de Paul

–¿Desde cuándo estas despierto?

–No eres la única que no ha podido dormir.

–¿Por qué no me dijiste que estabas despierto?

–Porque no quería preocuparte más de lo que estas. Ven siéntate aquí conmigo un ratico, ya me voy a levantar y a arreglar para irnos, pero quiero que estés tranquila, todo saldrá bien.

–Lo sé amor, lo sé, pero no puedo evitar estar así…

–Esta vez estaré contigo.

–¿Vas a entrar conmigo?

–Claro.

–¿Estás seguro?

–Por supuesto. Estaré a tu lado en todo momento.

 

♣♣♣

 

Cristina Cecilia Gallagher, nació a las siete y catorce minutos de la mañana de un claro y alegre día de verano, en el Hospital Presbiteriano del alto Manhattan, en New York. Su padre después de prometer a su esposa y pregonar entre todos los allí reunidos que iba a estar presente en el nacimiento de su hija, cayó como un pollo mojado cuando vio que el cirujano tomaba el bisturí para abrir el vientre de su esposa; dicen que tomó más de veinte minutos reanimarlo y que cuando al fin lo pudieron despertar hubo que ponerlo en una silla de ruedas para llevarlo a ver a su recién nacida.

Como era de esperar, el tío Will no podía parar de reírse de su amigo al oír como este había caído desmayado en la sala de operaciones ocasionando un revuelo mayor que la operación de su esposa.

Los amigos que no pudieron venir inundaron la habitación donde descansaba la niña y su mamá con precisos ramos de flores llegados de todas partes del mundo.

Al final del día y después de haber recibido a decenas de colegas y amigos, por fin quedaron los padres y la niña a solas.

–Cristy, ¿La has visto? Es perfecta.

–Si mi amor, lo sé.

Al fin había cumplido la promesa que un día le hiciera a su padre de ser feliz, y mientras Paul miraba a su hija y le hablaba fascinado con su pequeña presencia, Cristina aprovechó para levantar la vista al cielo, desde donde seguro sus padres la estaban mirando y les dijo:

“Mami, gracias por haber cuidado de mí siempre, y Papi, gracias por haberme pedido que fuera feliz, porque ahora sé que la felicidad es el único y verdadero color de la esperanza…”

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