Cristina

Cristina


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–Yo lo sé. Yo también te quiero mucho a ti. ¿Tú lo sabes?

–¡¡¡A veces tengo mis dudas!!!...

Will se viró y le empezó a hacer cosquillas y ella salió corriendo y gritando… La vida era un enigma, las lágrimas y las sonrisas vivían en el mismo rincón del alma…

 

♣♣♣

 

Cristina pudo oír la voz de Pauly desde el final del pasillo que daba a su habitación. La puerta estaba abierta. También oyó la voz de Billy, claro, seguro Pauly lo había llamado para demostrarle que el si tenía papá. Volvió a sonreír, ya eran dos las veces que lo hacía en menos de una hora, y todo por pensar en su hijo. Tomó una profunda respiración y entró en la habitación.

–Mami, que bueno que llegaste. Mira, a papi le gustan todos mi juguetes, y sobre todo, la Cueva de la India.

El cuarto de Pauly lo diseño Cristina teniendo en cuenta todo lo esencial para el buen desarrollo de un niño. Pauly tenía solo dos añitos cuando se mudaron a esta casa pero ya Cristina sabia cual era su color favorito, el verde, y así utilizo los distintos matices del mismo para crear un ambiente en el que el niño se sintiera cómodo, relajado, seguro. Si un niño no se siente bien en su habitación es posible que busque refugio en la de sus padres, sobre todo de noche, cuando la oscuridad lo hace todo más incierto y perplejo. El cuarto de Pauly contaba con un área de recreo donde estaban todos sus juguetes, un área donde la tecnología lo envolvía entre computadores, televisores, y otros juguetes que requerían de habilidades específicas para su uso. A Cristina nunca le gustó que Pauly pasara mucho tiempo en esta área pues allí estaba solo, aislado del resto del mundo, sin embargo a la vez entendía que su hijo debería estar preparado para disfrutar de su propia compañía. En el área de música Pauly tenía un equipo de sonido que no tenía nada que envidiarle a la mejor discoteca del mundo, allí pasaban mucho tiempo, a Cristina le encantaba bailar con su hijo, y se reían y disfrutaban de la mutua compañía envueltos en la magia de las distintas melodías; Cristina sabia que la música es un estimulo imprescindible para el desarrollo del niño. El área de dormir era sacada de un cuento de príncipes y princesas; era una cueva encantada donde Pauly se sentía seguro y feliz, con controles remotos que le permitían manejar el cuarto completo desde ella; Cristina se durmió muchas noches a la vera de su hijo hasta que este se acostumbró a quedarse solito. En las noches de fuertes tempestades, sin embargo, el venia a la habitación de su madre para “acompañarla y que no tuviera miedo.”

Con todas las cosas que había en el cuarto se pensaría que estaba atestado y amontonado sin dejar espacio para moverse, pero no era así, todo estaba tan bien organizado que parecía amplio y limpio; el lugar perfecto para que un niño fuera feliz. Cristina siempre insistió en que Pauly tuviera su habitación organizada y que valorara lo que tenia; hábitos que creía indispensables para desarrollar la disciplina y el respeto a la vida y las cosas que le rodeaban.

–Mami, ven aquí con nosotros.

–Tía Cristy, Pauly si tiene papá, que bueno.

Cristina vio como Paul se paraba y se dirigía a ella.

–Hola.

–Hola.

Se quedaron mirando por unos instantes que se extendían ante la incertidumbre de qué hacer después. Paul pensó “está más linda que nunca”. Cristina pensó algo parecido a cerca de él, pero por supuesto ninguno de los dos dijo nada. Cristina nunca imaginó que aquel encuentro ocurriría de la manera en que se estaba desarrollando. La presencia y el amor que irradiaba Pauly dominaban cualquier otro sentimiento que ambos pudieran tener. Estaban allí de pie, uno frente al otro, sostenidos por la inercia del momento.

Paul extendió su mano.

–¿Cómo estás?

Cristina se la estrechó.

–Bien, gracias.

El contacto los hizo recordar momentos vividos hacía mucho tiempo atrás en una isla del Caribe, pero el instante duró muy poco puesto que Pauly requería la atención de ambos.

–Mami, podemos comer aquí en mi cuarto. Yo tengo mucha hambre ya.

–Y yo también tía Cristy. ¿Podemos comer aquí?

–Si claro, ahora le digo a Rosi para que les prepare almuerzo.

–Y también para papi. ¿Qué tu quieres comer papi? Marino es el mejor cocinero del mundo y te puede preparar lo que desees.

–No tengo mucha hambre Pauly, mejor coman ustedes.

–¿No tienes hambre? Pero si llevamos jugando mucho tiempo y no has comido nada. Rosi dice que si uno no come cada tres horas se enferma.

–Bueno entonces tendré que comer.

–Mami, le puedes decir a Rosi que venga y ya le decimos a ella lo que queremos para que Marino lo prepare. Yo quiero una hamburguesa con papas fritas.

–Yo también. Dijo Billy.

–Yo comeré lo mismo que ustedes.

–Mami, ya le puedes decir a Rosi. Oye mami, por qué no comes con nosotros. Tengo muchas cosas que contarle a mi papá y así tú me ayudas.

–Ya tenderemos tiempo de eso luego, ahora tengo que ir a ver a tus tíos.

–Mami, dile a las niñas que vengan para que conozcan a mi papá. Ya deben de haber terminado sus clases.

–Sí, ahora voy mi amor.

Cristina no esperó a que Pauly dijera nada más. Salió del cuarto despacio y tranquila, no quería que Paul pensara que estaba huyendo de él, “Y a mí que me importa lo que piense Paul”, pensó, pero no podía engañarse a sí misma de esa manera tan tonta, claro que le importaba. No sabía que estaba sintiendo, su mente se balanceaba en un limbo que solo le permitía desempeñar las funciones básicas de un ser humano. Por eso todavía podía respirar, caminar, contestar, pero no dilucidar, no podía hacer nada que requiriera intelecto. Se sentía como una maniquí de vidriera, de pie, erguida, mostrando un bonito atuendo, pero completamente vacía por dentro. Sin saberlo llegó a la cocina donde encontro a Mariano preparando el almuerzo.

–Me acaba de llamar Pauly.

Le dijo el Chef con una sonrisa de complicidad.

–Todos estamos muy contentos señora, sígale, que yo me encargo de ellos.

–Gracias Mariano.

Volvió al pasillo, iba caminado por inercia. Se dirigió a su estudio donde encontró a Ali, Will, Rosi, Winona y Lucas que acababan de llegar.

–Quisimos venir cuando antes, no queremos que estés sola con ese hombre por aquí, rondándote otra vez.

–Ese hombre, es mi amigo, y es el padre de Pauly, así que hagan el favor de respetar.

–¿Y dónde ha estado metido tu amigo en los últimos diez años?

–Ya por favor. Ya. No más discusiones. Rosi, se buena y prepáranos un trago a todos.

–Cristina, quisiera hablar contigo un momento, en privado.

Dijo Lucas mirando a los demás.

–Lucas–Respondió Winona–No sigas luchando contra ellos, no vas a conseguir nada más que importunar a Cristina. Vinimos a estar con ella no a pelearnos con estos…

–¿Estos qué?

–Estos nada, por Dios. Ya dejen de discutir de una buena vez. Ustedes son mi familia, cómo creen que me siento cuando los veo comportarse de esa manera.

–Ya está bien, voy a preparar Martini para todos, y esta vez ustedes, Lucas y Winona, también se tomaran uno, me importa un bledo que se enfermen o se emborrachen, quizás eso sea precisamente lo que les haga falta.

–Gracias Rosi.

46

 

 

Dos días atrás Anthony Gallagher convenció a su padre para que viniera con él hasta su condominio en Park Avenue y se quedara allí hasta ver en que paraba todo el drama que estaban viviendo. De Agnes no supieron nada más, a ninguno de los dos les inquietaba su suerte. Ahora esperaban la llamada de Paul o de Will que les infamaría como había ido la reunión con el niño.

–Anthony, tú dices que siempre imaginaste algo así, por qué no dijiste nada antes.

–Porque nadie me hubiera hecho caso. Acuérdate que yo soy el borracho de la familia, el vago que vive de su padre.

–¿Y qué cambio?

–Muchas cosas. La primera fue encontrarme con Gene. El me recordó el hombre que algún día fui y también el cambio que hubo en mí después de mi matrimonio.

–Eso te lo hubiera podido decir yo.

–Sí, pero nunca lo hiciste.

El viejo suspiró profundamente tratando de sacarse del alma la culpabilidad que lo azotaba cada vez que pensaba en lo mal padre que había sido para Anthony.

–Sabes papá, cuando me llamaste y me pediste que buscara a alguien para hacer el cambio de propiedad de GALCORP pensé que lo estabas haciendo porque te sentías mal, y viejo, y querías dejarlo todo arreglado en caso de que te sucediera algo. Entonces me di cuenta que yo era mucho más viejo que tu y que solamente me quedaba energía para arreglar una sola cosa, la vida de Paul. Aquel mismo día fui a ver al investigador privado, y a medida que le narraba lo sucedido, me escuchaba a mi mismo como si lo estuviera oyendo por primera vez, y claro, me di cuenta de que era Agnes, tenía que ser Agnes, no había otra explicación. Decidí dejarle ese regalo a Paul antes de morir. Luego tu me llamaste y deje de tomar, y bueno, todo lo demás. Te digo que ahora ya puedo morir tranquilo. Mi diligencia le ha dado a Paul las armas que necesita para vencer a su propio destino, para salirse de su coraza protectora y darle otra oportunidad a su vida, pero el resto lo tiene que hacer el solo.

 

♣♣♣

 

–Pauly, tu conociste a tus abuelo hace unos días. ¿Quieres que los invite a que vengan a verte?

Inmediatamente después de decirlo Paul se arrepintió. ¿Y si Cristina no lo aprobaba? Lo dijo porque le salió del alma, pensó en lo feliz que estaría su abuelo de estar ahora mismo allí con ellos. Tenía que tener cuidado, él no poseía ningún derecho sobre su hijo, y todo debería ser consultado con Cristina.

Desde que la vio no pudo seguir prestando atención a lo que el niño le decía, trataba de concentrarse en la conversación con los chicos pero no lo lograba. Una fuerza salvaje lo halaba hacia ella. Sería mejor no acercársele mucho puesto que no estaba seguro de poder contener sus impulsos teniéndola cerca. ¿Qué pensaría ella? Pareció muy normal y completamente neutral cuando vino a la habitación de su hijo. Ella ya se había olvidado de todo, pero sobre todo de él. Al final Agnes había ganado…El niño lo sacó de sus reflexiones.

–Claro papi, eso es una buena idea.

–¿No crees que tu mamá se enoje?

–Bueno, ella ha estado un poco enojada en estos últimos días, pero creo que ya está bien. Mejor ve y pregúntale, ven yo te llevo porque tú no sabes andar por la casa.

–Pauly, le voy a decir a mis papás que vengan también, ellos no conocen a tu papá tampoco. ̶ Dijo Billy.

–Si, está bien.

Pauly tomó a su padre de la mano mientras Billy llamaba a su mamá.

 

♣♣♣

 

Rosi acababa de entregarle sus Martini a todos los presentes cuando la puerta del despacho se abrió y entro Pauly con Paul de la mano. El recinto era amplio, y la claridad otoñal entraba por los amplios ventanales dándole al mismo un toque antiguo y señorial.

–Mami, papi quiere invitar a los abuelos a que vengan para acá. Hola tía Wini, hola tío Lolo. Fíjate mami, tenemos a toda la familia en la casa con nosotros. Billy fue a buscar a tío Gene y a tía Crystal. WOW… Que bueno mami… Papi, llama a los abuelos para que vengan.

Pauly se desprendió de la mano de su padre y fue a saludar a sus tíos. La inocencia de este niño hacia posible que todo fluyera con naturalidad. Pauly no hizo ninguna pregunta, no quiso saber nada de antes, para él lo importante era tener a su padre y poder mostrarlo a todos en la familia.

–Tía Wini, este es mi papá. Papi, esta es mi tía Wini y este mi tío Lolo. Tú no los conocías, verdad.

Will clavó su mirada en Winona. “No te atrevas a decir algo indebido”, le trató de decir con sus ojos, que luego se movieron hasta Lucas.

–Si Pauly, nosotros nos conocemos.

Respondió Lucas con una sonrisa en sus labios. Winona sin embargo no pudo decir palabra, estaba enojadísimo con todo aquello. ¿Cómo podría este tipejo venir a presentarse así, sin más ni más después de haber abandonado a Cristina como lo hizo? Esto tendría que explicárselo alguien luego, porque ella no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Una cosa era que se hubieran encontrado, y otra muy distinta es que estuvieran como si nada hubiese ocurrido.

–Si Pauly, claro que puedes invitar a los abuelos.

Se oyó decir Cristina, recordándose de cuando Mr. Darsy invitó a bailar a Miss. Bennet y esta respondió afirmativamente sin darse cuenta de lo que hacía. ¿Existiría alguna similitud entre el cuento de Henry James y ellos? Ambos mantenían su orgullo delante de la audiencia, pero ¿Qué pasaría si se encontraran solos?

–Gracias –Dijo Paul sacando su teléfono para llamar a su abuelo.

Algo en la mirada de ambos le dijo a Will que tenía que aprovechar la oportunidad para dejarlos solos y que hablaran. ¿Pero cómo hacerlo sin que los interesados se dieran cuenta? Rosi no era problema, a Ali se la llevaría el, pero que hacer con los “genios”…

–Ya vienen para acá.–Dijo Paul. Gracias de nuevo.

–Ali, ve a preparar las niñas que ya deben de haber terminado, para que conozcan a los Gallagher. ¿Ustedes trajeron a sus geniecitos?

–Will…

–Es una broma…

–No, vinimos solos. No pensamos que esto se convertiría en una fiesta familiar.

–Cuidado con lo que dices Winona.

–¿Están peleando?–Preguntó Pauly, el cual se había quedado en medio de todos ellos pero que con la dinámica de la conversación había sido olvidado.

–No mi amor, tu sabes que tus tíos están siempre bromeando.

–Bueno, puesto que todo está en orden y no nos necesitas para nada, nosotros nos marchamos porque tenemos mucho que hacer.

–Winona… ¿Por qué tan rápido?

–Porque tenemos mucho que hacer. Ten cuidado con lo que haces–Dijo está mirando directamente a Paul–Si nos necesitas nos llamas.

Rosi salió para acompañarlos y quedaron Will, Paul, Cristina y Pauly solos.

–Pauly, le enseñaste a tu padre el libro que hiciste el curso pasado, donde pintaste todos esos aviones volando…

–No tío, se me olvidó, pero ahora mismo se lo busco.

–Pauly, no tienes que buscarlo ahora mismo…

Le dijo Cristina casi gritándole puesto que el niño ya salía corriendo a buscar su obra.

–Yo voy… A dar una vuelta para cerciorarme de que todo esté bien…

–¿Bien de que Will, que estás haciendo?

–Es obvio, los estoy dejando solos para que conversen.

–Sigues metiendo la cuchareta donde no debes…

–Siempre. Good luck brother…

Respondió Will mirando a Paul, y salió dejándolos solos en el despacho.

 

♣♣♣

 

Como dijo la escritora francesa Georgina Sand, “El otoño es un andante melancólico y gracioso que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno.” Que bien describió la estación, pensó Cristina. Palabras como melancolía, desconsuelo, y nostalgia eran también aplicadas al reseñarse los meses de Octubre y Noviembre, pero lo más relevante para ella, era que el color de la esperanza, ese verde puro que nace de la fusión del amarillo sol y el azul cielo, desaparecía, siendo sustituido por los colores café, rojizo, y naranja, los cuales caían con las hojas de los árboles abatidos por el viento fuerte que anunciaba el invierno.

Con la mirada fija en los colores que entraban por los ventanales del despacho, Cristina se refugiaba en la reflexión de lo abstracto para evitar la realidad que estaba viviendo.

–La diplomacia nunca fue su fuerte.

Dijo Paul refiriéndose a Will.

–En eso estamos de acuerdo.

–De todas formas esta conversación tenía que suceder.

–No necesariamente.

–¿Te sentirías mejor dejando las cosas como están?

–¿Cómo crees tú están las cosas, Paul?

–A medias. Sin embargo, yo estoy feliz de haber encontrado a un hijo que nunca supe que tenía, y que este sea un ser humano maravilloso. Eso es lo más importante para mí, lo demás es secundario.

Claro, “Típico de Mr. Darsy”, pensó Cristina.

–Entonces la conversación de la que hablas no tiene porque suceder.

–Tienes razón. Disculpa.

–Son embargo hay algo que es muy importante para mí. Tú dices que estás feliz de tener a Pauly; él a su vez está disfrutando de ti al máximo, pero si esto es solo un interés pasajero, una curiosidad, un ensayo para probar que se siente cuando se es padre, te agradecería que no lo llenaras de ilusiones. Si no planeas estar en su vida de una forma permanente, no lo engañes, ni le prometas cosas que no cumplirás.

–Que poco esperas de mí.

–Espero lo que la vida me ha enseñado a esperar; ni más ni menos.

–Ya. Te comprendo, yo también estoy lleno de dudas y resentimiento por todos estos años perdidos, pero la existencia de Pauly ha vencido mis temores, creo que poco a poco podre superarlos.

–Dichoso tú.

–¿Tu no piensas que puedes superar tus dudas?

–Yo no tengo dudas, yo tengo recuerdos. El pasado no se borra. A veces elegimos olvidar o encasillar los malos recuerdos en lugares donde nos es difícil percibirlos, pero en lo más profundo de nuestro ser sabernos que están allí, esperando para regresar y doler en cuando los recordemos.

–Pasaste mucho trabajo, verdad.

–El trabajo no fue nada comparado al dolor que me dio verme abandonada.

–Yo sentí lo mismo.

–Imposible, a ti no te secuestraron, ni te drogaron, ni te pegaron golpes, ni te amenazaron con matar a tus seres queridos. Tú no cargaste a un bebe en tu vientre por nueve meses, ni anduviste en la calle hasta encontrar un refugio donde dormir. Tu no trabajaste veinte horas diarias, ni tuviste que soportar las especulaciones de los que te rodeaban y te creían una chiquilla que se embarazó con el primer hombre que encontró. Yo tuve que ganarme el respeto del mundo que me rodeaba, segundo a segundo. Tuve que abrirme paso en un mundo de hombres que no creen que las mujeres de cara bonita puedan ser inteligentes. Que sabes tú lo que yo pase.

–Ya.

–No fui, soy, ni seré nunca víctima de nadie. Siempre tuve la inteligencia y la destreza necesarias para salir adelante, y así lo hice; mucho más rápido y con mucha más fuerza de lo que jamás imaginé.

–¿Piensas que te abandoné?

–Lo que yo piense o lo que tú hiciste ya no importa.

–Te equivocas, me importa que mi hijo entienda que yo nunca abandoné a su madre.

–Entonces como tú le llamas a lo que hiciste.

–Te hubiese buscado bajo cielo y tierra, pero tu carta no dejaba lugar a duda.

Paul metió la mano en su chaqueta y sacó un sobre arrugado y viejo.

–Aquí está tu carta.

Cristina la cogió. “No… No… Devuélvela, tú no tienes que ver ninguna carta…” Pero la curiosidad fue más fuerte que su resolución. Sacó el papel del sobre, se veía que había sido manoseado muchas veces. Definitivamente era su letra, pero lo que decía nunca pudo haber salido de ella.

–¿Y tú creíste que yo escribí esto?

–Me dijeron que tu tenias una carta similar a esta; quisiera verla.

Cristina se levantó y fue hasta la caja fuerte, la abrió y sacó dos sobres, tan viejos y estrujados como el de Paul. Volvió a sentarse frente a él y se las dio.

Paul sacó las cartas. Era su letra, definitivamente era su letra, pero él nunca escribió lo que ahí decía.

–¿Tu creíste esto?

–Es obvio que ambos lo creímos.

Paul se levantó de su asiento y caminó hasta la ventana más cercana. El viento elevaba remolinos de hojas naranjas y amarillas. El sol se escondía tras una nube gigante que no dejaba filtrar su claridad. El invierno estaba cerca. Las noches frías de soledad, el pesimismo, y el cansancio de una existencia sin rumbo lo amenazaban una vez más.

Se viró hacia Cristina. La semi penumbra de la tarde que moría formaba un halo alrededor de su imagen haciéndola más bella y más distante.

–Yo no quiero seguir viviendo así.

Sin dejar de mirarla avanzó hasta ella y se sentó a su lado.

–No puedo seguir viviendo así.

Muy lentamente movió su mano y la posó sobre la de Cristina que reposaba en el brazo del butacón. Cristina sintió que una corriente de alto voltaje le inundaba su cuerpo. ¿Moriría allí? Sintió la mano de Paul apretarse sobre la de ella. Aquel calor que no sentía desde hacía siglos… Volvió a surtir el mismo efecto de antes. Diez años después todavía lo amaba como el primer día. Todo cuanto sufrió no fue suficiente para dejarlo de amar. Estaba loca. ¿Cómo era posible que volviera a exponerse de esa manera a algo tan fugaz como el amor? Si, ahora era más fuerte, pero no sobreviviría a otra traición.

–No sobreviviré a otra desilusión. Mi hijo me necesita, no puedo arriesgarme a destrozar mi corazón una vez más.

–Cristy…

–No me digas Cristy…

Paul tomó la otra mano de Cristina entre las suya.

–Cristy, perdóname… Por favor perdóname… Te lo suplico…

El nudo que ataba sus miradas, empañadas por las lágrimas se hacía cada vez más fuerte.

–Paul, busco y rebusco en mi alma la fuerza para alejarme de ti… No puedo capitular ahora que he logrado una vida estable y segura. Crees que solo tu contacto me hará ignorar el pasado. Las palabras no cuentan. Todo cuanto nos dijimos, todo el amor que nos juramos, todo lo olvidamos ante falsas pruebas elaboradas por gente muy inferior a nosotros. Creímos todas estas atrocidades escritas aquí–Dijo mirando las cartas que todavía se encontraban en sus manos–¿Cómo puedes asegurarme que no volverá a suceder?

–Te lo puedo asegurar porque yo no me separaré de ti nunca más. No me separare ni un día, ni una hora, ni un minuto, ni un segundo; nunca volveré a separarme de ti Cristy, tienes que creerme…

Las lágrimas corrían por las mejillas de Cristina como si un manantial nuevo hubiera nacido después de la erupción de un volcán dormido. Muy suavemente Paul se levantó y la atrajo así si, acurrucándola en sus brazos como a una sirena frágil que hay que proteger durante la tormenta.

Allí, es sus brazos, Cristina lloró todo el dolor acumulado en todos estos años de sufrimiento, angustia y amargura. Sus sollozos la hacían temblar rítmicamente y Paul la sostenía como un gigante quijotesco protegiéndola se los molinos de la vida. Con su cara perdida en el cabello de Cristina el también lloraba, era el mismo dolor, los mismo años y la misma sensación de vencimiento, ante un amor que nunca murió.

Cuanto tiempo paso uno en brazos del otro nunca lo supieron. El ruido de la puerta al abrirse de par en par, con la entrada de Pauly acompañado de los abuelos los devolvió a la realidad. Se separaron rápidamente y se miraron con incredulidad.

¿Estarían soñando?

–No, no estamos soñando. Yo pensaba hasta hace unos instantes que nuestro amor era muy frágil y por eso no pudo sobrevivir la vil mentira que nos alejó, pero ahora me doy cuenta que estaba equivocado. Nuestro amor fue y sigue siendo tan fuerte que toda la maldad del mundo no ha logrado vencerlo. Nosotros mismo no sabemos qué tan fuerte es este amor nuestro…

Después de una década que pareció un siglo Paul envolvió a Cristina en sus abrazos atrayéndola hasta posar sus labios de los de ella… “Después de media vida las estrellas aun nos sonríen”, pensó Paul.

 

♣♣♣

 

Los abuelos Gallagher se detuvieron al verlos. No sabían qué hacer. La felicidad de ver a Paul y a Cristina abrazados y besándose tiernamente los paralizo.

Pauly rompió el silencio.

–¿Mami, ya no estás brava con papi? Qué bueno Papi, ahora te puedes quedar a vivir con nosotros.

Pauly no los dejo responder, llego corriendo hasta donde estaban y se abrazo a ellos.

–¿Por qué lloran? ¿Todavía están bravos?

–No mi amor, recuerda que también se puede llorar de alegría.

Le dijo Cristina agachándose para que su cara quedara a la altura de la del niño. Paul hizo lo mismo, diciéndole

–Tu mamá me perdonó. Hace muchos años, antes de tu nacer unas personas malas nos separaron, me dijeron cosas muy feas de tu mama y a ella también le dijeron cosas horrendas de mi, pero ya todo se aclaro. Ya siempre estaremos juntos, siempre, siempre, y yo podre regocijarme con un hijo tan extraordinario como tú y una esposa tan maravillosa como tu mamá. Todos seremos felices juntos, te lo prometo hijo.

Paulo Coelho dijo que, “Cuando quieres realmente una cosa, todo el universo conspira para ayudarte a conseguirla.” En aquel momento el universo conspiraba para que todos los seres involucrados en esta historia alcanzaran su sueño.

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