Cristina

Cristina


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–Espera, hay mas, esta señora está exigiendo tres millones de dólares en efectivo, como mínimo, y los quiere ahora mismo. Si pasan más de 24 horas pedirá más dinero y por supuesto venderá todo el cuento a los periódicos amarillista. A mí lo de los millones no me importa, pero el futuro de mi hijo está en juego y no puedo dejar que esto suceda.

–Voy a tratar de comunicarme con él, pero por favor deja de llamarlo. Ya te llamaré yo cuando tenga noticias.

–La madrastra me dijo que Cristina había planeado todo esto, especialmente lo de hacerse pasar por fea y luego aparecer luciendo como lo hizo, y todo esto por atrapar a Paul, pero parece que ahora no quiere compartir el dinero con la madrastra y claro, ella está encolerizada con la chiquilla. Papa, por favor no le digas nada a Paul, no le eches a perder su graduación por culpa de esta insulsa y su hijastra. Vamos a arreglar esto entre nosotros.

–Te llamo.

El viejo colgó el teléfono y se le quedó mirando. Dalila estabas parada frente a él y lo miraba con susto.

–Señor, está bien. Ha perdido el color.

–Ojala sea eso lo único que pierda.

–Quiere un vaso de agua, un té, un café, un trago, algo… Esta muy pálido señor, estoy asustada.

La presión del pecho se iba aminorando a medida que pasaban los minutos y un dolor punzante en medio de la frente, justo detrás de los ojos, empezaba a crecerle como un tumor gigante que quisiera hacer explotar su cabeza.

–Estoy bien Dalila, ya sabes que no me llevo bien con mi nuera y me altera con sus estupideces, pero no me pasa nada. Sigue no más.

Cuando Dalila salió intentó levantarse, había envejecido mil años en los últimos cinco minutos. No podría ser que Dios fuera tan injusto con su nieto, no era verdad, esto era un invento de la bruja de Agnes. ¿Pero por qué se inventaría semejante cosa? ¿Cómo habría encontrado la madrastra de Cristina a su nuera? Tenía que haber sido Cristina, era la única que tenía acceso a Paul y con él, a su teléfono. Todo esto era tan increíble que no podía ser fruto de las maquinaciones de su nuera, ella no era tan inteligente. ¿O sí? Quizás el destino estaba ensañándose con él haciendo sufrir a quien más quería en este mundo. ¿Pero por qué? ¿Qué había hecho él para merecen semejante castigo? El no sabía mucho de la madrastra de Cristina pero le pareció recordar que esta no había sido buena con la niña, que prácticamente la había abandonado, y que si no fuera por la buena de Rosi la chica estaría hoy en un orfelinato. ¿Sería esto un cuento mas, parte del plan? Tenía que llamar a Paul y decirle que regresara, pero no podía decirle el por qué. Creía que la niña nunca se prestaría a semejante bajeza, pero él no conocía bien las leyes y la verdad era que Cristina era menor de edad. Qué tal si por primera vez en su vida Agnes estuviera diciendo la verdad y su nieto se encontrara en una posición comprometedora; si la mitad de lo que decía Agnes era cierto el muchacho estaba en tremendo problema, violación y secuestro…

Tenía que hacer algo rápido. Tomó su teléfono celular y llamó al padre Anselmo.

–Halo.

–Anselmo, es Paul Gallagher, necesito que me hagas un favor.

–¿Otro casamiento?

–No es broma Anselmo, escúchame. Quiero que te comuniques con mi nieto y le digas que me llame lo antes posible. Yo mismo le dije que apagara su teléfono celular y ahora que tengo necesidad de hablar con él no puedo localizarlo.

–¿Existe algún problemas que yo deba saber? ¿Algo que ver con el casamiento?

–No, nada de eso, solo necesito hablar con él a la brevedad posible.

–En diez minutos tengo misa pero en cuanto termine iré yo mismo a llevarle el recado.

–Dispongo de poco tiempo. Llámalo por teléfono a la casa de la playa y dile que me llame él a mí lo antes posible, o mejor… ¿Que estoy diciendo? Yo puedo llamar a la casa… No sé el teléfono, maldita sea, Anselmo, dame el número de mi casa

–De acuerdo, pero ahora el preocupado soy yo. Qué pasa Paul, cual es el apuro. Sabes que puedes contar conmigo.

–Ya te explicaré luego, ahora no tengo tiempo, solo haz lo que te he dicho, por favor, luego hablamos.

El viejo Gallagher colgó el teléfono sin esperar que Anselmo le diera el número de teléfono. Llamó a Dalila y le dijo que le buscara el número de teléfono de la casa de playa en San Ignacio; era ridículo pero no lo sabía. También le dijo que cancelara cualquier compromiso que tuviera, y que no le pasara ninguna llamada. Por último le dijo que estaría trabajando hasta tarde en algo personal, que no quería que nadie lo supiera, y que se preparara para una noche larga.

–Entendido.

Contestó Dalila dispuesta a quedarse hasta que fuera necesario para ayudar al viejo que tanto respetaba y quería.

 

♣♣♣

 

Elisa se acercó a donde descansaban los nuevos esposos.

–Señor Gallagher, le llama el padre Anselmo.

Paul y Cristina se habían quedado en el patio trasero después de comerse un suculento desayuno, se habían recostado en una de las hamacas que colgaban del pinar que llevaba a la playa, y se habían quedado medio dormidos, estaban muy cansados, el amor es un trabajo fuerte y agotador…

Como que Paul dormía plácidamente fue Cristina quien contestó el teléfono.

–Buenos días padre y mil gracias por mandarnos a Elisa a que nos ayudara, es un encanto de persona.

–Sí, sí lo es hija, pero el mérito no es mío. Ahora necesito hablar con tu esposo.

–Está rendido padre.

–Debes despertarlo, tengo un recado importante de su abuelo para él.

–¿Pasa algo malo padre?

Ay Dios mío que pasará ahora. Quiero ser optimista y pensar en cosas buenas pero la voz del padre me parece demasiado seria y apremiante, pensó Cristina.

–Paul, amor, despierta.

–No quiero…

La atrajo hacia él, y la beso largamente.

–Amor, el padre Anselmo esta en el teléfono, tiene un recado para ti del abuelo.

Paul abrió los ojos como si viniera de un lugar remoto. No se trató de incorporar, si no que tomó el teléfono de manos de Cristina y volviéndola a abrazar apretándola contra su pecho la beso largamente en los labios para luego contestar.

–¿Qué pasa padre?

–Tu abuelo quiere que lo llames inmediatamente.

Ya mi madre se debe haber enterado y está armándole tremendo lio al abuelo, eso se veía venir, pensó Paul.

–Padre, recuérdele al abuelo que fue él mismo quien nos trajo y nos dejó aquí para disfrutar de nuestra luna de miel, después de decirnos que apagáramos nuestros teléfonos que él se ocuparía del resto.

–Pues hijo, parece que las circunstancias han cambiado. No estoy bromeando Paul, lo encontré muy preocupado, por favor hijo, debes llamarlo de inmediato.

Ah…que poco les duró la alegría, sabía que tendría que enfrentarse a su madre, pero no creyó que tendría que hacerlo tan rápido. ¿Por qué no podía el abuelo arreglarlo? O quizás se tratara de otra cosa. ¿Pero qué otra cosa podría ser? ¿Algún problema con Cristina? Imposible, Rosi sabía dónde estábamos. ¿Cuál será el apuro?

–Muy bien padre, ahora mismo le llamo.

Cristina miró a Paul con cara de preocupación, algo estaba pasando y era algo malo… Cualquier cosa que fuera…era mala…

–¿Qué pasa Paul?

–No lo sé, el abuelo quiere que lo llame.

–Okey, llámalo.

–Primero quiero que te acurruques aquí conmigo y me dejes que te bese mucho, mucho, mucho…

Diciéndolo y haciéndolo. A Cristina se le olvidó el abuelo, las cosas malas, el lugar donde estaban, el día en que vivían y hasta quien era, solo podía concentrar su atención en aquellos labios que la enloquecían y la llenaban de dulzura. Se olvidaron del tiempo y se mezclaron en un abrazo infinito desde donde desafiaban el principio físico que decía que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio…

–Señor, eh… perdón, señor, es su abuelo en el teléfono.

Ambos volvieron de la otra galaxia donde solo ellos existían y Paul tomó el teléfono.

–¿Abuelo, que pasa, cual es la urgencia?

–Hijo, necesito que regresen a Boston inmediatamente. El avión está en camino, los recogerá en el aeropuerto en exactamente tres horas. Yo los estaré esperando en Boston y allí les explicaré.

–¿Qué está pasando Paul?

–No lo sé. El abuelo quiere que regresemos lo antes posible.

Cristina vio como el semblante de Paul cambiaba y su mirada se perdía en la distancia.

–No lo sé. No lo sé…Y creo que no quiero saberlo…

24

Después de arreglar la casa y de tranquilizarse un poco con la noticia de Cristina yéndose para San Ignacio con Paul y el abuelo, Rosi se fue para casa de sus padres. Se decía una y mil veces que no debía haberla dejado ir, que aquello no estaba bien. ¿Pero por qué no estaba bien? ¿Qué había de malo en el asunto? Nada, se decía una y mil veces, pero entonces por qué tenía aquella sensación de malestar en el estómago como si estuvieran empujándola contra una pared. Ahora que al fin la niña había terminado sus estudios y se disponía a comenzar una nueva vida como profesional y adulta, las preocupaciones deberían desaparecer, pero Rosi no lo sentía así. Muy adentro en su pecho se estaba llevando a cabo una batalla entre la ansiedad y la lógica.

¿Por qué no la habría llamado? Porque estaba disfrutando de sus bien merecidas vacaciones. Estaba con el abuelo ¿Qué mal pudiera estar pasándole? El ruido del teléfono la asustó y dio un brinco en el sillón donde estaba sentada conversando con sus padres.

–¿Rosa María, que te pasa, porque saltas?

–No es nada papá, estaba distraída y me asustó el teléfono. Halo.

–Rosi.

–¿Mi niña, donde estas? Gracias por llamarme mi amor, ya me estaba preocupando. ¿Está todo bien?

–Pues no lo sé, regresaremos a Boston en unas horas, llegaremos esta noche.

–¿Por qué regresan tan pronto?

–No lo sabemos, el abuelo llamó pidiéndonos que regresáramos.

–¿El abuelo no está con ustedes? ¿Están solos? ¿Por qué?

–Ya te explicaré cuando llegue, solo quiero avisarte para que estés en casa pues yo no me lleve llaves al salir, y no tengo como entrar. Bueno, la verdad es que no se si seguiré con Paul para su casa. De todas formas quisiera hablar contigo cuando llegue, tengo muchas cosas que contarte.

–Estoy con mis padres pero ya mismo me voy para el apartamento.

–No hay apuro, el vuelo demora unas tres o cuatro horas, y todavía no hemos salido de la casa así que tienes mucho tiempo, no creo que lleguemos antes de las siete o las ocho de la noche.

–No importa, me voy de todas formas. ¿Estás bien mi niña?

–Si Rosi, estoy muy bien, es más, nunca he estado mejor, soy muy feliz.

–Me asustas hija, que hiciste.

–¿Rosi, qué pasa, no me conoces? No hice nada malo, solo que estoy muy feliz, ya te cuento cuando llegue ahora tengo que dejarte. Besitos.

Rosi apretó el botón del teléfono celular para terminar la llamada y se le quedó mirando como si Cristina estuviera metida allí adentro.

–¿Qué pasa hija?

–Cristina está regresando esta noche.

–Cortas vacaciones diría yo.

–Si demasiado cortas.

 

♣♣♣

 

En San Ignacio

–Ya llamé a Rosi para que nos vaya a esperar.

–Pero tú no te vas con ella, tú vienes conmigo.

–Ya lo sé mi amor, pero en algún momento tengo que decirle que nos casamos.

–Está bien, eso lo arreglamos cuando lleguemos, pero tú no duermes en otra parte que no sea conmigo. Tú vas para mi casa. Después que nos instalemos a donde decidamos vivir, ella puede venir a vivir con nosotros. Aunque eres totalmente mía, sé que no puedes vivir sin Rosi. Además, a mi me gusta mucho como cocina así que ella será el ama de llaves oficial de nuestro hogar.

–Nuestro hogar, que lindo suena.

–Mas lindo se siente mi amor, mucho más.

 

♣♣♣

 

En Nueva York

–Fiona, necesito hablar contigo ahora mismo.

–Ya lo estás haciendo Agnes.

–No, necesito verte en persona.

–¿A quién robaste esta vez? Si es mucho dinero quiero la mitad.

–No hables así por favor, pueden estar escuchando.

–Estas paranoica. ¿Qué quieres?

–Voy para tu casa.

–Cualquier cosa que sea te va a costar, yo no hago favores, recuerdas.

–Si, lo sé, te pagaré, pero no te muevas de allí.

–De acuerdo.

Agnes nunca cambiaria, no importaba cuánto dinero tuviera o cuanta señora se creyera, siempre seria white trash. El trato con ella no le había salido mal, pero tampoco le había salido bien. Ella cumplió años en la cárcel para proteger a Agnes y esta nunca le había dado lo que ella se merecía. Un mísero trabajo de secretaria en GALCORP que la tenía harta. Sin embargo Fiona sabía que el día llegaría en que Agnes la necesitaría otra vez y entonces iba a cobrarle todo lo que justamente le pertenecía y que nunca le dio. Quizás esta fuera la oportunidad que estaba esperando. Los golpes en la puerta la sacaron de su conversación consigo misma.

–¿Qué haces aquí, acabas de llamarme?

–Te llamé de la esquina, quería estar segura de que estuvieras sola.

–¿Y a qué se debe tanto misterio? Ya quieres matar al viejo, pensé que ibas a esperar más.

–No seas imbécil…

–Hey, un momento, sin insultos porque te largas de aquí ahora mismo y te denuncio con tu familia aunque tenga que volver a la cárcel. ¿Me entendiste?

Cálmate Agnes, acuérdate que la necesitas. A esta también le llegará su hora, pero de momento me tiene que ayudar.

–Disculpa, estoy un poco nerviosa.

–Pues habla de una vez. ¿Qué pasa?

–Necesito varias cosas, primero un par de rufianes que se hagan pasar por policías, en Boston, y otro par para que te ayuden a secuestrar a una mujer; también necesito un documento legal que muestre cargos criminales contra mi hijo de parte de una mujer cuyo nombre te daré y por ultimo dos cartas, una dirigida a mi hijo y otra a una muchacha con quien anda. Tendrás que falsificar sus letras, que parezca que ellos las escribieron. Tienes que hacer todo esto en seis horas. Aquí tienes un cuaderno de Paul y otro de la fulana esa para que puedas copiar sus caligrafías.

–Tú estás loca, ni en seis días puedo hacer todo lo que me pides.

–¿Cuanto quieres Fiona?

–Ahora estamos entendiéndonos. Quiero saber a quién le estás haciendo esto y por qué.

–Eso no te interesa, solo dime una cifra y hazlo.

–Esta vez estoy muy vieja para ir a la cárcel, y si me cogen tenlo por seguro que no iré sola, tú me acompañaras.

–Nadie va a ir a ninguna cárcel, el plan es perfecto.

–Quiero un millón.

–Ah… ¿Quién es la loca? ¿De dónde piensas que voy a sacar semejante cantidad?

–De donde mismo sacas todo lo demás. Lo quiero en efectivo, nada de cheques ni acciones de la empresa, y lo quiero antes de hacer el trabajo.

–De acuerdo, aquí tienes treinta mil, vete al aeropuerto y coge un avión para Boston. Te alquilas un carro y me esperas en un lugar cerca del hangar de GALCORP. Ahora empieza a anotar los detalles que necesitas para hacer tu trabajo.

Agnes le explicó a Fiona el plan dándole todos los detalles, que por supuesto deberían cumplirse al pie de la letra para que la artimaña funcionara. Eso era todo lo que tenía que hacer, Fiona se encargaría de todo, había nacido para el crimen y disfrutaba de él. Agnes no se quedaba tampoco atrás, durante las últimas 24 horas había conseguido toda la información necesaria para que Fiona pudiera hacer el trabajo a sus anchas. También le hizo saber, que el abogado que estaría en el hangar esperando a Paul con el abuelo, estaba trabajando para ella, así que no habría problema. Por último le dijo que los tres millones los estaba tratando de juntar el viejo en Boston y el abogado se encargaría de entregarlos. La madrastra había tenido una gran idea. ¿Por qué no se le ocurrió a ella antes? Esa mujer era muy astuta, tendría que deshacerse de ella lo más pronto posible, Quizás Fiona podría hacerle el trabajo.

 

♣♣♣

 

Después de hablar con su abuelo Paul se volvió a dormir en la misma hamaca en que estaban, en brazos de Cristina, pero esta no podía dormir. Tenía la profunda sospecha de que había algo mal. Ella sabía que la madre de Paul se opondría, pero nunca pensó que fuera algo que el abuelo no pudiera arreglar con un par de órdenes. ¿Por qué entonces el apuro para regresar? Nadie sabía que ella estaba allí con Paul, solo Rosi; quizás el problemas era con Paul y no con ella, aunque era lo mismo porque ya eran uno… Eran uno… Qué lindo sonaba aquella frase… Estaba viviendo los momentos más felices de su vida y se sentía firme y segura de poder enfrentar cualquier circunstancia que se le presentara.

Cuando por fin pudo despertar a Paul ambos volvieron a la habitación para cambiarse de ropa e ir para el aeropuerto. De alguna manera que ella ignoraba el closet de la alcoba estaba lleno de ropa para ella y para Paul… Por supuesto que antes de vestirse volvieron a hacer el amor, ya Cristina había perdido la cuenta, estaba agotada pero feliz, feliz, feliz… “Papi, si me estas mirando desde el cielo perdóname la lujuria, pero es que no puedo estar ni un minuto sin él…”

La limosina de los Gallagher con su chofer los estaba esperando a la entrada de la casa para llevarlos al aeropuerto. Cristina tuvo que frenar a Paul enérgicamente porque este quería hacer el amor otra vez en el carro…

En el aeropuerto se encontraron al padre Anselmo que los esperaba.

–¿Padre, le dijo mi abuelo de que se trata todo este corre–corre?

–No hijo, no me dijo nada, solo que deberías regresar cuanto antes.

–¿Y de mi no dijo nada?–Preguntó Cristina

–No hija, no me dijo nada de nada, solo que debían regresar de inmediato. Por favor cuando se resuelva el problema asegúrense de darme una llamadita, me quedo algo preocupado.

–No se preocupe padre, yo lo llamaré.

Contestó Cristina, que aunque lógicamente trataba de convencerse de que nada malo podría estar ocurriendo, no pudo evitar que la migraña se le posara detrás del ojo derecho.

 

♣♣♣

 

El Golfstream llegó a la isla pasadas las cinco de la tarde; había mal tiempo en el Caribe y tuvo que desviarse para evitar la tormenta. En San Ignacio llovía torrencialmente y no pudieron despegar hasta pasadas las ocho de la noche. Cristina llamó a Rosi y le avisó de los cambios de horarios; Paul llamó al abuelo el cual estaba a su vez en camino a Boston.

La preocupación se notaba en el rostro de Cristina.

–No quiero verte nunca más con cara triste y preocupada, no hay nada en el mundo que pueda hacernos perder nuestra alegría y nuestra felicidad.

–Entonces bésame otra vez para que me veas contenta.

–Mejor hacemos el amor y te veras feliz.

Paul cada vez se volvía más cariñoso y tierno con ella, como si tocara una porcelana fina, la arrullaba de la cabeza a los pies con sus manos, con su boca, con toda su piel y Cristina era incapaz de resistirse a sus mimos, se dejaba amar de una manera desmedida y sin reservas. Ninguno de los dos se daba cuenta de lo que les estaba sucediendo, solo sabían que estaban juntos y que eso no cambiaria jamás.

 

Eran aproximadamente las nueve de la noche cuando Agnes llegó al hotelito de Boston, después de recoger a Gavina, donde debía encontrarse con su antigua amiga; la delincuente. Fiona no era el único recurso que tenía, con el tiempo había comprado a varios empleados de GALCORP a través de los cuales se mantenía al tanto de los movimientos de su suegro. Así fue como se enteró que el avión privado del viejo lo habían mandado vacio a San Ignacio y regresaba esa misma noche con alguien; tenía que ser Paul, y estaba cien por ciento segura que la chiquilla estaba con él. El odio crea vínculos obscuros entre las personas que lo sienten y Agnes nunca odio más a nadie que a aquella muchachita inteligente a quien Paul adoraba, mientras que a ella, aun siendo su madre, ni la miraba. Pero el final estaba cerca, de una vez y por todas se quitaría a la imbécil esa de arriba y se ganaría la confianza de su hijo. Mientras más se sufre más vulnerable se sienten las personas y era esa vulnerabilidad la que Agnes usaría para arrebatarle al viejo Gallagher de una vez y para siempre el amor de su hijo.

–Espero que ya lo tengas todo listo.

–¿Te he fallado alguna vez?

–No, pero siempre hay una primera vez, y si fallas hoy será el fin mío y tuyo. ¿Donde están los policías?

–En la habitación contigua. Aquí tienes copias de la denuncia que se levantó hoy en el Distrito de policía A.15 de la ciudad, aquí está la carta para tu hijo y esta otra es para ella, no te confundas.

–No lo haré. Esta es la señora Robledo, madrastra de Cristina.

Fiona la miró como se mira a una cucaracha. Nunca le gustaron los mexicanos que llegaban a su pueblo para trabajar durante el verano. Ella no distinguía entre las nacionalidades, lo mismo era España que México, todos eran insectos que venían a robar a su país y nunca aprendían a hablar el idioma.

–Esta es la carta que usted le dará Cristina.

Dijo Agnes entregándole un sobre a Gavina.

–No, mejor que la lleve el abogado, tendrá más credibilidad.

–De acuerdo.

–¿Y qué hay de mi dinero?

–Aquí tiene una parte, dentro de las próximas veinticuatro horas le daré el resto.

–Un momento señora, usted no dijo nada de pagos a plazos…

–Señora, estoy haciendo lo que puedo en el corto tiempo que tengo. Usted y su hijastra irán al apartamento de esta, dos hombres las llevaran hasta allí y se quedaran un rato por si tiene problemas controlándola. Este es un sedante que tiene que darle para que una vez allí se duerma. Tenga cuidado de no darle más de lo indicado pues la puede matar. Si la criada esta allí, cosa que es casi seguro, los hombres que la acompañan la ayudaran con eso también. ¿Algo más?

–No, gracias, pero quiero que sepa que yo también tengo mis habilidades y si no me paga no se librará de mi tan fácilmente como lo está haciendo con la niña.

–Aquí no hay nada fácil, me está costando mucho todo este teatro; que sabe usted de estas cosas.

Hizo una pausa y continúo.

–Mañana a esta misma hora Fiona le entregará la otra parte del dinero.

–Yo me vuelvo a New York esta misma noche.

Se oyó protestar a Fiona

–Tu harás lo que yo te diga, por favor. Solo estoy pidiéndote veinticuatro horas.

 

♣♣♣

 

Rosi pensó ir al aeropuerto a esperarlos pero a última hora se arrepintió, seguro estaría allí la madre de Paul y ella no toleraba a esa mujer. Sin embargo algo en su subconsciente le decía que tenía que cuidar a la niña, que estaba en peligro. Pensó llamar a Will y a Ali para que fueran ellos, pero no quiso involucrarlos en este lio. Lo mismo hizo con Winona y Lucas cuando preguntaron por ella y Rosi les mintió diciéndoles que había ido a New York a firmar su contrato, los muchachos la creyeron inmediatamente, ella nunca les había mentido.

 

♣♣♣

 

Paul y Cristina se habían dormido; era de esperar, pensó la azafata cuando fue a avisarles que llegarían en 15 minutos. Estaban uno en brazos del otro y dormían plácidamente. La muchacha tocó a Cristina en el hombro y trató de despertarla:

–Señora Gallagher, ya estamos a menos de quince minutos del aeropuerto.

–Gracias, nos quedamos dormidos.

Dijo Cristina con algo de vergüenza al darse cuenta que la tripulación seguro sabía lo que habían hecho ella y Paul durante el camino. Pero que bien sonaba lo de señora Gallagher.

–Ya lo despierto.

Cristina esperó a que la joven se fuera y posó sus labios en los de Paul, mordiéndolos dulcemente. Paul sonrió, estaba despierto, había oído a la azafata, solo que no quería despertar.

–Amor estamos llegando.

–Ya lo sé, señora Gallagher

Paul se incorporó y pasándose las manos por el pelo todo alborotado le dijo a Cristina.

–Pase lo que pase cuando bajemos del avión el pleito es conmigo, no contigo. Tu estate tranquilita y no digas nada que yo me ocupo de todo, de acuerdo.

–Si amor, lo que tu digas.

 

♣♣♣

 

El hangar a donde llegaría el Golf Stream estaba desierto. Agnes, amparada por las sombras, le daba las últimas instrucciones a Gavina. El abuelo y el padre de Paul esperaban el arribo del avión afuera.

–Ya están aquí. ¿Esta lista señora?

–Sí.

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