Cristina

Cristina


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–Entonces cambie la cara y aléjese de mí, acuérdese que tiene que fingir que no me conoce y que esta enojadísima por lo que ha hecho Paul con su hijastra.

Gavina entendió perfectamente lo que debía hacer. Se apartó del lado de Agnes y sacando un pañuelo de la cartera empezó a llorar. Agnes la miró y sintió envidia por lo buena actriz que era aquella mujer. En otras circunstancias estaba segura que hubiesen sido buenas amigas. Los policías estaban detrás de Gavina y uno de ellos tenía en la mano el papel que le diera Fiona.

Agnes no se percató de la proximidad del viejo Gallagher y de Anthony hasta que estos se dirigieron a la pista cuando el avión tocó tierra y empezó a acercarse. ¿Qué carajos hacia allí su marido? Ay por Dios, pensó Agnes, ojalá que este maldito viejo no me haya visto conversando con la madrastra. No había tiempo que perder. Se dirigió directamente a él con cara de angustia y desolación. Anthony permaneció detrás de su padre.

–Papa, gracias por haber venido, no creo que hubiera podido lidiar con esta situación yo sola.

El viejo no respondió, ni la miró, tenía los ojos clavados en la puerta lateral del avión. Anthony se apartó de ellos silenciosamente, preguntándose por qué había ido. Cuando al fin este se detuvo y se abrió la portezuela vio como bajaba la azafata seguida de Paul y de Cristina, a quien este llevaba de la mano. Una gritería se oyó venir del lugar donde estaba Gavina.

–Desgraciado, sinvergüenza, que has hecho a mi pobre niña, la vas a pagar muy caro, yo no voy a parar hasta meterte en la cárcel. Infeliz abusador de menores, si no fuera una señora te caería a puñetazos aquí mismo.

Cristina oía todo aquello pero no entendía nada. Era como una pesadilla. Vio como los policías se acercaron a Paul y le daban un papel, seguidamente lo agarraron por los brazo y empezaron a tirar de él. Paul tampoco entendía nada. ¿Que era todo aquel rollo?

Paul no podía entender lo que decía la madrastra de Cristina pero intuía que eran insultos. ¿De dónde había salido aquella mujer?

Los policías “comprados” empezaron a caminar con Paul, siempre agarrándolo a ambos lados, casi arrastrándolo de prisa.

–Disculpe oficial, pero nada de esto no es necesario, le informo que hay una explicación lógica para todo esto. Este es mi abogado, por favor entréguele los papeles a él. Mi nombre es Paul Gallagher.

–Señor Gallagher mi problema no es con usted sino con él. –Dijo el policía falsario señalando a Paul.

El abogado presente con el viejo Gallagher era Justin Beagle, primo de Agnes, que llevaba trabajando en la empresa desde que esta se casara con Anthony, el padre de Paul.

Justin Beagle se dirigió a los policías

–Oficial, aquí tengo una orden del Juez Robert Lambert, miembro de la corte suprema de Massachusetts, donde se da la autorización para que el joven Paul Gallagher quede bajo el cuidado de su abuelo aquí presente.

El abogado primo de Agnes le entregó el papel al policía y este lo leyó detenidamente. Eran buenísimos estos rufianes, pensó Agnes, valían cada centavo de lo que cobraban.

–Muy bien, pero mañana temprano tiene que presentarse en la jefatura de policía del distrito A–15 para que haga su deposición. Buenas noches.

Ambos policías se dieron la media vuelta y se fueron. Paul estaba como en un trance, no sabía que estaba pasando y cuando se viró a ver a Cristina esta había desaparecido.

–¿Dónde está Cristina?

–Se fue con su madrastra. Hay una demanda en contra tuya por secuestro y abuso de una menor. Están pidiendo tres millones de dólares para quitar la demanda. Esto es una pesadilla hijo, lo tenían todo muy bien planeado, no sabes cuánto lo siento.

–Abuelo, que está pasando aquí, dime que eso no es verdad…

–Vamos hijo, nuestro abogado se encargará de todo.

–Eso no es verdad, Cristina no ha hecho nada de esto, tú lo sabes, tú la conoces, eso es una calumnia, abuelo, tienes que ayudarme.

–Ya lo sé hijo, ya lo sé, pero vamos a la casa, allá hablaremos.

Paul se viró una vez más buscando a Cristina pero ya no había nadie, todos se habían marchado. No era posible, esto no era posible, aquí había algo mal…

–CRISTINA…….CRISTINA….DÓNDE ESTAS CRISTINA….

Sin todavía entender nada de lo que pasaba Paul sintió como alguien lo empujaba dentro de la limosina y las puertas se cerraban. Con su madre a un lado, el abuelo al otro, y su padre en frente, lloraba como un niño pequeño… Agnes no podía contener la cólera, pero a la vez sabía que había vencido, que la mentira le había salido perfecta. Ahora solo era esperar que Fiona y la madrastra hicieran bien su trabajo.

Al llegar con su padre al aeropuerto, Anthony se extraño de ver a Agnes conversando con la madrastra de Cristina, pero no dijo nada. En esta familia él solo era un borracho que nadie tomaba en cuenta y prefirió no estorbar inmiscuyéndose en algo que no le concernía, como era su hijo…!

25

 

Cristina trató de abrir los ojos pero sus parpados estaban terriblemente pesados y no podía lograrlo, quiso incorporarse pero sus manos y pies estaban atados con algo. Dios mío sácame de esta pesadilla…

Se acordaba muy vagamente de la llegada al aeropuerto, donde alguien la cogía y la metía de cabezas en la parte trasera de un automóvil, después sintió un pinchazo en su brazo y luego nada…Con mucho esfuerzo, como si tratara de levantar un camión con los párpados, pudo abrir los ojos, cuando al fin lo logró, vio como la habitación donde estaba daba vueltas y vueltas y así fue como sintió que el estomago se le subía a la garganta y empezó a arquear. Trató de incorporarse de nuevo pero no pudo, la cara y el cuello se le llenaron de algo caliente y agrio, y en un momento de lucidez sacó fuerzas de su inagotable voluntad para ladear la cabeza y evitar ahogarse con su propio vómito.

A ver Cristina, concéntrate, respira profundo, y trata de pensar lógicamente. Estas viva, estas atada y has sido sedada; todo eso significa que estas prisionera. ¿De quién? Eso ahora no importa. ¿Qué pasó en el aeropuerto? La madre y el padre de Paul estaban allí con el abuelo, ambos estaban con Paul y dos hombres que estaban vestidos de policías… ¿Policías? ¿Por qué? Alguien me agarró del brazo izquierdo, muy fuerte y me tiraron en la parte trasera de un automóvil. GAVINA…Era Gavina, estaba allí en el carro conmigo, y otra mujer que no pude reconocer… Un hombre era el chofer y otro se sentaba a mi lado aguantándome; entonces fue cuando sentí el dolor del pinchazo en mi brazo y…no recuerdo más, hasta ahora.

Nos separaron, ¿Pero por qué?

El ruido de una puerta abriéndose le hizo virar la cabeza y vio como la mujer que estaba en el carro con Gavina entraba y se dirigía asía ella.

–Eres una puerca, te has vomitado toda.

La desconocida mujer se dirigió a Gavina y le dijo.

–Desátela para que se limpie.

Gavina lo hizo. Estaba asustada y seguía las instrucciones de la mujer como si fuera su esclava, nunca había conocido una mujer tan cruel como esta. Con Agnes no había problemas, pero esta tal Fiona era un animal salvaje y mejor sería no importunarla.

–Ahora tú, levántate y lávate un poco en el baño y no intentes nada raro porque te mato aquí mismo.

Llevaba una pistola en la mano y la apuntaba.

La habitación era estrecha y oscura, dos ventanas pequeñas y sucias muy arriba de la pared dejaban ver el exterior; era de noche o de madrugada, no lo sabía. Tampoco sabía si todavía este era el mismo día o habían pasado más. Cristina se vio tirada en un camastro rodeada de cajas y tratos viejos; aquello parecía un sótano, se dijo, pero ¿Dónde? ¿En Boston? Tranquilízate Cristina y piensa, vamos concéntrate, tú puedes.

Con mucho trabajo Cristina se incorporó del lecho donde estaba. Aunque le dolían todos los huesos y todo le seguía dando vueltas pudo ponerse de pie, y poco a poco se dirigió a donde le indicara la mujer. El baño era también pequeño y estaba sucio, las paredes estaban negras, la luz era escasa. Una vez allí se metió bajo la ducha sin quitarse la ropa y la abrió, el agua fría sobre su cara la reanimó.

–Quien te dijo que te podías bañar imbécil, solo límpiate y apúrate que no tengo mucho tiempo.

Cristina ya estaba metida bajo la ducha y siguió allí tratando de limpiarse lo más rápido posible. La mujer se acercó a ella y la empujó a un lado cerrando la llave del agua.

–Si no me obedeces lo vas a pasar muy mal, estúpida. Usted, tráigale una ropa limpia, está en la maleta encima de la mesa.

Gavina salió mandada de la habitación.

–Escúchame lo que te voy a decir mojigata… Paul no quiere seguir contigo, yo trabajo para él. Vete con tu madrastra lo más lejos posible porque si no él te va a mandar a matar.

–No le creo nada de lo que dice.

Cristina sintió como una mano dura y fría, como un pedazo de hierro helado, la abofeteaba y caía en el piso mojado de la ducha golpeándose la cabeza con la pared. Trató de levantarse y sintió como la mujer le ponía un pie encima de su pecho.

–Piérdete de la vida de Paul. ¿Me entendiste? El no quiere verte más. Mira lo que ha hecho para deshacerte de ti, y esto es a las buenas, si quieres hacerlo a las malas puede que te desaparezca y te descubran en al fondo de la había de Boston de aquí a un mes… Esto es una prueba del poder del dinero. El puede hacer esto porque es millonario, él puede pagar a personas como yo para que hagan su trabajo sucio. Tú no tienes donde caerte muerta, solo puedes obedecer. Si no haces lo que te digo mataremos a tu querida criaducha y a sus padres y luego les caeremos arriba a tus amigos negros y luego a tus queridos amiguitos genios y así seguiremos hasta que te quedes sola y lleves en la conciencia las vidas de todos ellos.

Cristina no se movió. El dolor corporal la ayudaba a pensar… Piensa Cristina, piensa rápido, usa tu inteligencia.

–Ya entendí. No habrá necesidad de llegar a esos extremos. Nunca más me acercaré a Paul.

–Estas mintiendo para ganar tiempo desgraciada. El también nos dijo eso, que eras muy inteligente y que intentarías manipularnos. El te conoce muy bien, y por eso te ha quitado lo único que quería de ti, idiota, tu virginidad…ja…ja…ja… Que estúpida eres, cómo pudiste pensar que un hombre como él, que lo tiene todo, iba a querer estar contigo…Solo a una niña estúpida y equivocada como tu se le puede ocurrir semejante idiotez. Solo quería tu virginidad, imbécil, y ahora que la tiene ya te tiró como tira a todas las mujeres con que se acuesta. Que te hizo pensar que contigo sería diferente. Para ser tan inteligente como dicen que eres has resultado ser bien bruta.

Piensa Cristina, sigue pensando, rápido, tienes que reponerte.

Se hizo un silencio, el que Cristina interpretó como que era su turno para hablar. Apoyándose en la pared se levantó, Gavina estaba detrás de la mujer con su ropa en la mano. Sin el más mínimo pudor se quitó su ropa sucia, los ojos de Fiona se la querían comer, los sentía ardiendo en su piel. ¿Qué era aquella sensación que la quemaba? Ah… Envidia… Se volvió hacia aquella extraña mujer y tomó los trapos que le dieron, comenzando a vestirse. La mirada siempre clavada en el suelo, fingiendo sumisión; eso era, tenía que fingir obediencia hasta averiguar qué había detrás de todo esto, porque de lo que si estaba completamente segura era de que Paul no podía haber hecho esto, nada ni nadie se lo haría creer.

Se puso la ropa sobre su cuerpo mojado y se quedó de pie esperando instrucciones.

–Así me gusta, calladita y obediente. Señora, no tendrá usted ningún problema llevándosela porque ella sabe que si no obedece usted me llamará a mí y ella lo pasara muy mal. ¿Entendiste niña?

Cristina hizo un movimiento afirmativo con la cabeza sin levantar los ojos. Sabía que todo esto era una farsa montada por alguien, no sabía por quien, pero lo averiguaría. De momento lo único que podía hacer era esperar y tratar de acumular la mayor cantidad posible de información.

Vio como la desconocida mujer salió del baño, no sin antes hacerle una señal para que la siguiera. Gavina también lo hizo. En aquel baño sucio y pequeño no cabía más que una persona, pero las tres estaban allí. Ya en la habitación la extraña, desconocida, se sentó en la única silla que había en el oscuro cuarto, y mirando a Cristina le dijo.

–Paul no te quiere para nada. No trates de llamarlo ni de comunicarte con él por ningún medio. Lo de la llamada por teléfono del abuelo fue planeado por el mismo Paul, después que te uso. La madre de Paul también te aborrece y el abuelo se prestó a la mentira, lo que quiere decir que tú no le importas nada a ninguno de ellos. Además cuando el viejo se dé cuenta que estas molestando a su príncipe no lo pensaría dos veces y te mandará a matar, a ti y a la estúpida de tu criada. Tú no sabes nada de esta familia, son unos ricachones que hacen lo que les da la gana con la gente y después las desechan como trapos viejos. Piérdete de aquí, vete para otro país, cámbiate el nombre, haz lo que quieras pero lejos de Paul. Si lo buscas o intentas comunicarte con él no sobrevivirás. El dinero es poder; él lo tiene todo y tú no tienes nada. Y si estas pensando engañarme te diré que cuando tú ibas ya yo estaba de vuelta hacia rato. No me desafíes porque vas a perder. Es toda suya señora, mi trabajo aquí terminó.

–¿Y mi dinero?

–Cállese estúpida y venga conmigo.

Ya afuera Fiona le preguntó.

–¿De qué dinero habla?

–De mi dinero, el que me van a dar para que quite la denuncia de la policía.

–¿Señora, usted es imbécil o qué le pasa? No ve que si su hijastra se da cuenta que esto es un teatro puede echarlo todo a perder. Aquí tiene su dinero y ahora váyase cuanto antes y llévese a su chiquilla y como las vuelva a ver a cualquiera de las dos cerca de los Gallagher las mato ¿Me entendió?

Fiona le dio un sobre lleno con billetes de cien dólares.

–Pero esto no es un millón de dólares.

–¿Y usted que creía, que se lo íbamos a dar? Mire, coja lo que le damos y piérdase de vista. Sabemos que está en el país con visa de esposa pues su marido trabaja para una aerolínea extranjera; lo sabemos todo a cerca de usted. Si no quiere que la deportemos o más fácil, la matemos, piérdase, me entendió, PIERDASE AHORA MISMO DE AQUÍ….

Cristina oía los gritos pero no podía entender lo que decían.

–¿Y con Cristina que hago?

–Uno de estos hombres las llevarán al apartamento donde vive la perra esa. Recojan las tres cosas que tienen y lárguense a su país, aquí no queremos verlas más.–Diciendo esto se dirigió a los hombres dándole las instrucciones de lo que debían hacer y se fue. Estos se dirigieron a Gavina.

–Venga conmigo.

Le dijo uno tomándola del brazo. El otro apareció unos segundos después con Cristina. A ambas las sentaron en el asiento trasero del automóvil y salieron conduciendo a toda prisa. Cristina cerró los ojos y trató de concentrarse. Le dolía la cabeza, estaba mojada y el pelo le caía en la cara, le choreaba la ropa sucia y vieja que le dieron, sentía mucho frio y el dolor de cabeza no la dejaba pensar.

–¿Cristina, a dónde está la criada?

–No lo sé.

–Mejor, una persona menos con quien lidiar.

Cristina esperaba que Rosi estuviera en la casa, entre las dos podrían con Gavina, llamaría a la policía inmediatamente y levantaría una denuncia contra todos los involucrados.

Las calles de Cambridge estaban vacías, la mayoría de los estudiantes estaban durmiendo. Era una noche de lluvia, oscura y amenazante. Aunque había llegado la primavera todavía el Atlántico tenía una cantidad considerable de humedad y viento acumulado en el invierno, y este se derramaría en la ciudad en noches sin luna como esta, para asustar a sus moradores.

El carro paró delante del edificio donde vivía Cristina y los hombres se bajaron para sacarlas y dejarlas en el lobby de la entrada, una vez hecho esto, salieron y montándose en el carro se perdieron en la noche. Cristina se dirigió al elevador.

–¿No me vas a hablar? Será peor para ti, yo soy lo único que tienes.

Cristina no contestó, no valía la pena, ya pronto se la quitaría de encima. El elevador se detuvo en el piso correcto y ambas se bajaron. Cristina caminó lentamente hasta la puerta y tocó suavemente con los nudillos, no sabía si podría mantenerse en pie un segundo más. Casi inmediatamente se abrió la puerta y Cristina vio a Rosi. Como en un arrebato de locura ambas se tiraron una en los brazos de la otra y comenzaron a llorar mientras Sasha salía como una leona cuidando a su cachorro, ladrándole a Gavina, queriéndosela comer.

–Agarren a la maldita perra, me va a matar.

Rosi no la oía, solo miraba a Cristina y no podía creer lo que veía.

–¿Que está pasando mi niña?

–No lo sé Rosi, no lo sé.

–Está pasando que el tal Paul ya no la quiere, se la durmió, la sopeteó por todos lados y después de usarla la votó como trapo viejo, como hace con todas la mujeres…

Respondió Gavina con ese tono hiriente y vil que la caracterizaba.

–No la creas Rosi, eso no es verdad, Paul me quiere Rosi, él me quiere mucho.

Cristina sollozaba desconsoladamente en brazos de Rosi mientras que Gavina le daba la vuelta a la casa buscando que coger, con Sasha siguiéndola de cerca y sin dejar de ladrar.

–Ya déjense de llantos. Todo esto es mío. Tú tienes que empezar a trabajar de inmediato y tu a limpiar que es lo tuyo. Yo me instalaré en la habitación grande y ustedes pueden dormir en la pequeña, me voy a dormir, estoy muy cansada, no me molesten… Y callen a esa maldita perra, mañana temprano la quiero fuera de aquí.

Gavina las dejó abrazadas en la sala y entró en la habitación de Cristina cerrando la puerta tras ella. Cristina se apartó de Rosi y tomándola de la mano la sentó junto a ella en el sofá.

–No sé qué está pasando Rosi, pero lo vamos a averiguar. Esta mujer es tan bruta que no se ha dado cuenta que la están usando. Esperaremos a que se duerma, recogeremos algunas cosas y nos marcharemos a donde tus padres. Desde allí empezaremos a averiguar qué hay detrás de todo este rollo.

Siguieron abrazadas por un rato una en brazos de la otra, esperando que Gavina se durmiera para fugarse. Rosi tenía algún dinero guardado en la casa para emergencias y…

Unos golpes muy suaves en la puerta les interrumpieron la conversación. No había pasado ni una hora desde que Gavian se fuera a dormir, esperaban que esta estuviera profundamente rendida para irse. Cristina se paró de inmediato tratando de que el ruido no despertara a su madrastra y tratando que Sasha no ladrara más mientras Rosi fue a abrir la puerta. Allí estaba uno de los hombres que las habían traído hasta el apartamento, con un sobre blanco en la mano.

–Esto es para usted, de parte del señor Gallagher.–Dijo el hombre quien no esperó respuesta y se marchó dejando a Cristina parada en la puerta.

–Es la letra de Paul…–Dijo Cristina pintándosele la cara con el color de la esperanza. Como pudo abrió el sobre del cual extrajo una cuartilla de papel blanco, escrita con el puño y letra de Paul.

 

“Cristina, tu no me engañaste a mí, yo te engañe a ti. Ya tomé de ti lo que quería; la verdad es que hacía mucho que no me tiraba a una virgen. En fin, como sabes, yo no soy hombre de una sola mujer y tú ya no me sirves. Bamby está embarazada de mí, tiene dos meses, nos casaremos esta misma semana. No me busques, no me molestes, no quiero saber nada de ti. Ah…Y esto es para que veas que lo de la inteligencia no te valió de nada conmigo…”

 

Cristina sintió como todo a su alrededor se nublaba, sintió que caía al piso, que se hundía en un mar negro donde manos diabólicas con uñas afiladas le rasgaban la piel hasta encontrar su alma y se la hacían girones…

 

♣♣♣

 

Mientras Cristina sentía como su corazón se partía en mil pedazos y la esperanza se fugaba hacia los rincones más oscuros del universo, en el condominio de Paul el abuelo trataba de lidiar con la confusión de su nieto.

–Paul, tranquilízate por favor, todo se va a arreglar.

–¿Donde está Cristina, quiero saber donde esta Cristina?

–Ya te lo expliqué hijo, se fue con su madrastra.

–No, eso no es verdad, esa mujer ha sido muy mala con ella, no entiendo nada de lo que está pasando.

–Paul, la madrastra de Cristina levantó una denuncia en la policía contra ti acusándote de abuso de una menor y secuestro. Está pidiendo tres millones de dólares para quitar los cargos. Si Dios quiere en estos momentos nuestro abogado esta entregándoselos. Hay que tener paciencia y esperar.

–Pero Cristina no tiene nada que ver con eso, ella ha estado conmigo todo este tiempo.

Al fin llego mi momento, a ver qué vas a hacer ahora, mal hijo, pensó Agnes.

–Ay hijo, abre los ojos, quien tú crees que planeo todo eso. Tú crees que esa insulsa de la madrastra tiene la inteligencia de planear algo de esta envergadura, por favor Paul, esto es trabajo de Cristina. Por qué tú crees que se ha hecho pasar por fea durante todos estos años, cómo esperó el momento oportuno para revelarse ante ti y conquistarte. Tu sabes lo súper inteligente que ella es. Siempre estuvo detrás de tu dinero, Paul, desgraciadamente tu nunca me creíste y mira, ahora estamos pagando las consecuencias.

–Eso no es verdad, eso es imposible, yo no soy un idiota, yo sé que Cristina me quiere, me adora. Abuelo tú estás de acuerdo conmigo verdad, tú la conoces, ella sería incapaz de hacer algo así. ¿Es más, como pudo saber ella que la invitaría a ir a San Ignacio si eso se me ocurrió a mí de camino a su casa? Contéstame abuelo por favor.

Agnes no dio tiempo a que el abuelo contestara y volvió al ataque, esta vez con más fuerza.

–Paul, hijo, el plan era solo para acusarte de violación de una menor, el hecho de que te la llevaste a ese lugar solo aumentó las posibilidades que tenían de ganar. No te das cuenta, los cargos de secuestro son mucho mayores que los de violación puesto que te la llevaste del país siendo menor de edad, eso es un delito Federal, la sacaste sin el consentimiento de su madrastra que es su única familia y tiene todos los derechos legales de una madre. Si ellas ganan tu nunca obtendrás la licencia para practicar leyes… Me entiendes hijo, esto es muy grave.

El abuelo no decía nada, con la mirada fija en un lugar inexistente parecía estar dormido con los ojos abiertos.

–Abuelo por favor…Dime que es mentira, por favor, te lo ruego…

–No lo sé hijo, tenemos que esperar que el abogado termine de hacer los trámites. Todo se aclarará, por favor tranquilízate.

–Pero como quieres que me tranquilice si mi vida entera se ha derrumbado delante de mis ojos en unos pocos minutos, como pretendes que esté tranquilo cuando acabo de perder lo que más he querido en mi vida.

Agnes no creía lo que estaba oyendo, como era posible que su hijo, la sangre de su sangre, pudiera haber salido tan imbécil como para enamorarse de una muchachita insulsa e infeliz como la Cristina. Como pudo dejar que el viejo lo hubiera criado de esta manera tan estúpida. Debí haber insistido en criarlo yo, si así hubiese sido hoy Paul seria mi aliado en vez de comportarse como un verdadero idiota. Tenía que controlarse, tenía que aparecer ante los ojos de Paul como una madre que sufría por los problemas de su hijo.

–Escucha al abuelo hijo, todo se arreglará. Si es verdad que esa niña no tiene nada que ver con todo esto, podrás regresar con ella.

–Tú siempre la has odiado, no sé a qué viene ese cambio tan radical.

–Hijo, una cosa es que tenga una opinión diferente, acerca de tus amistades, y otra muy distinta es que quiera verte sufrir. Aunque tu abuelo te haya criado yo soy tu madre, y quiero que seas feliz no importa con quien, ni como, ni cuándo.

Oyeron como el elevador se habría y de él salía el abogado. Traía una carta en la mano.

–¿Qué está pasando?

–Todo está arreglado. Ya se le entregó el dinero a la señora, y ya ella quitó los cargos contra Paul. Ya no tienes por qué preocuparte muchacho.

–¿Y Cristina?

–Ah, sí disculpa, me olvidaba. Esto me lo dio ella para ti.

Paul saltó a coger el sobre que le ofrecía el abogado. Era la letra de Cristina. De un tirón se la arrebató al abogado de las manos y la abrió, estaba escrita con el puño y letra de ella.

 

“Paul, una vez más te he demostrado que soy mucho más inteligente que tú. Llevo años planeando esta jugarreta y al fin la pude perpetrar. Tienes mucho dinero pero tu Coeficiente Intelectual es muy bajo. Te engañé todos estos años y solo con ponerme un poco de pintura en la cara, zapatos de tacón alto y un vestido seductor, te conquisté. Necesito dinero para irme a España y montar mi propio negocio así que una vez más te utilicé para conseguirlo; tres millones para el viejo no es mucho pero para mí sí. Gracias por ser tan bruto. Ah…hazle llegar mis saludos a los negros, a esos también les saqué una buena tajada. No me busques, ya no me sirves para nada, no quiero verte más nunca en mi vida…”

 

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