Cristina

Cristina


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Cristina sabía que sus ángeles la estaban ayudando y les dio las gracias. La conversación se desvió hacia otros temas y cuando se dieron cuenta ya estaban aterrizando. Cristina se hizo una nota mental de hablar con Rosi y contarle lo que le había dicho a Pauly, no quería que hubieran dos cuentos distintos.

32

La salida de Cristina y el niño tan temprano le extrañó a Ali quien esperaba que se quedara al menos un día más con ellos.

–¿Will, tú crees que Cristy esté tan bien como dice?

–No, acuérdate que no sabe mentir, se le ve al instante que está diciendo mentiras.

–¿Y por qué no le reclamaste?

–Por lo mismo que no le reclamaste tú que eres la que más le pelea de los dos. Acuérdate que ella es ya un adulto, no es nuestra hija, y es mucho más inteligente que nosotros.

–La inteligencia no tiene nada que ver con esto. Yo no le reclamé porque no quise hacerla sufrir.

–Lo mismo me pasó a mí.

–¿Qué tan ocupado estas tu esta semana? Me gustaría ir a su casa con algún pretexto y quedarnos unos días.

–Buena idea, voy a arreglar el viaje ahora mismo.

 

♣♣♣

 

La mañana anunciaba la cercanía del otoño, pero todavía no llegaba. El día estaba gris sin embargo la temperatura era agradable. Desde la oficina de Gene Hackman se podía ver el puerto de New York con sus transatlánticos y sus yates. Manhattan era una ciudad única, no importaba el color del día o la estación del año, solo había que saber quererla.

Gene no había podido quitarse de la mente el cuento de Cristina. No podía concebir que Anthony Gallagher tuviera algo que ver en una cosa tan baja como esa. Anthony podría ser un borracho pero era un hombre de buen corazón y quería a su hijo. El viejo Gallagher era otra cosa, era duro y guardaba las distancias, pero tampoco parecía un mal hombre. ¿Entonces cómo se explicaba todo cuanto había pasado Cristina? El no conocía al tal Paul Junior, pero se lo imaginaba… Engreído, petulante, vanidoso… ¿Qué podría haber visto Cristy en semejante imbécil? Claro que ella era muy joven cuando aquello y ese cretino seguro se habían burlado de ella muy fácilmente. En fin, lo hecho, hecho estaba, aunque no se sentía bien trabajando con los Gallagher iba a terminar este asunto del pase de propiedad e iba a dar por concluida su amistad con Tony; tenía que controlarse, él era un profesional y así lo haría, pero esta sería la última vez que tuviera contacto con alguien de esa familia.

Oyó la puerta privada de su despacho abrirse y miró, era Bailey que tampoco traía buena cara.

Gene le había hecho el cuento de Cristina y Bailey estaba enojadísimo, no quería ver a los Gallagher.

–Los documentos están listos. Llama a tu amigo Anthony y dile que vengan cuanto antes a terminar con ese asunto y no los quiero ver más por aquí.

–Ya Helen los llamó y están esperando.

Helen había sido secretaria de Gene por muchos años y era de toda su confianza, él le había dado instrucciones de que hiciera esperar a los Gallagher por lo menos unos 15 minutos, sin invitarlos a sentarse o tomar nada y que luego los pasara. Los títulos estaban encima de la mesa del salón de conferencia donde se llevaría a cabo el último trámite; la firma. Ninguno de los hermanos los quería en su oficina. Aunque Cristina les había indicado que esto no tenía nada que ver con ella no podían resistir la tentación de ponerlos en su lugar como se merecían, si no lo hacían era por respeto a ella, pero ya habría tiempo en un futuro de arreglar las cuentas con los Gallagher.

El principal salón de conferencia de la firma Hackman y Hackman se encontraba en el mismo piso que las oficinas de Gene y Bailey, había otros salones pero este era para uso de los hermanos solamente. Pensaron encontrarlos en un salón pequeño e impersonal de cualquier otro piso, pero luego cambiaron de parecer puesto que sería una molestia mas para ellos, además, lo único que querían era terminar cuando antes con todo aquello. El salón se encontraba en una esquina del edificio y sus paredes la formaban grandes ventanales que dejaban ver la parte baja de la isla y la salida del rio hasta la Estatua de la Libertad.

Oyeron la puerta abrirse y vieron como Helen los precedía.

–Buenos días Bailey, Gene, cómo se encuentra tu esposa.

La pregunta lo cogió desprevenido pero se repuso enseguida.

–Bien.

Ni gracias ni nada, solo monosílabos.

–Siéntense allí.

Ni por favor ni buenos días. Gene, dirigiéndose al viejo Gallagher le dijo.

–Empiece a firmar por aquí. Hay 10 originales, de ellos emplearemos unos cinco, entre ellos uno se enviará a la Bolsa de Valores, otra al registro del condado, otro se les hará llegar a sus accionistas, etc. Nosotros nos quedaremos con uno y usted tendrá los demás por si los necesitara en un fututo.

En la gran mesa había 10 sets de papeles, todos con una pluma al lado para ser firmados. Gene y Bailey no se sentaron, esperaron de pie hasta que el viejo Gallagher terminara con las firmas.

Aquí pasa algo, pensó el viejo, estos están muy callados y circunspectos. Cuando terminó de firmar los miró de una manera inquisitiva y les preguntó.

–¿Ocurre algo? ¿Hay algún problema?

–No. dijeron al unísono los hermanos.

–Entonces a que se debe la frialdad con que se están comportando. Les ruego que me expliquen, qué cambió del sábado a hoy para que su actitud se tornara fría y poco amable.

Bailey fue quien contestó. Quería a Cristina como a su propia nieta y quería matarlos a ambos por haberse comportado de una manera tan baja con ella.

–Sr. Gallagher, somos personas ocupadas y tenemos el día lleno de trabajo.

Si las palabras hubiesen sido más frías se hubieran congelado en el ambiente. Anthony preguntó dirigiéndose a Gene.

–¿Tiene esto algo que ver con la reacción que tuvo tu esposa ayer cuando nos vio?

–Lo que mi esposa haga o deje de hacer no es de tu incumbencia.

–Bien, si eso es lo que desean –Dijo el abuelo Gallagher– No tengo ninguna objeción. Sin embargo si no nos dicen que hemos hecho para provocar semejante reacción en ustedes, no podremos corregirlo.

–Hay errores que no pueden corregirse nunca.–Le respondió Bailey

–Gene – dijo Anthony – ¿Qué pasa? Hace apenas unos días me estabas sermoneando a cerca de la amistad y ahora resulta que no quieres saber nada de mí; porque eso es lo que están haciendo ustedes, diciéndonos que terminemos y nos larguemos de una vez. ¿O era solo palabrería barata lo que usaste conmigo? Nunca supe que fueras un hipócrita o que te callaras las cosas que deberían salir a la luz. ¿Es que acaso esto tiene algo que ver con mi hijo Paul y tu esposa? Porque si es así, dímelo ahora mismo y se arregla inmediatamente, mi hijo es mayor de edad y dueño de sus actos y si tuvo algo que ver con tu esposa antes de tu casarte con ella es ridículo que te pongas así ahora.

–Que tantas estupideces estás hablando. ¿Qué tiene mi mujer que ver con tu hijo ni con todo esto? ¿Qué estas insinuando? Tu hijo puede ser un cretino que va por la vida destruyéndole la vida a jovencitas inocentes, pero mi esposa es una señora decente y nunca en su vida se enredaría con un delincuente como tu hijo.

–Un momento. ¿Por qué dices que mi hijo es un delincuente? ¿Qué ha hecho? Vamos, habla…

–Tú sabes perfectamente que ha hecho…

Bailey tomó a Gene del brazo aguantándolo, creía que le iba a ir arriba a Anthony en cualquier momento.

–Señores, nuestro trabajo con ustedes ha terminado. Por favor esperen fuera, una secretaria les entregara los documentos en breve.

Anthony y su padre se miraron sin comprender lo que pasaba.

–No, yo no me voy, yo tengo que aclarar esta situación. Creo que estamos todos hablando de cosas diferentes… Gene tu eres mi mejor amigo, una de las personas más decente que he conocido en mi vida, no conozco a tu hermano de nada pero si te conozco a ti, por favor habla de una vez y dinos cual es el problema.

Bailey miró a Gene como diciéndole, “no lo hagas”…. “no la nombres”…

–Si lo dejamos así no le estaremos haciendo bien a nadie, si alguien esta ofendido por algo díganlo y le buscaremos solución. Bailey ¿Desde cuándo nos conocemos? ¿Sabes tú de alguna circunstancia en que yo haya actuado de una manera injusta e irracional con alguien?

–Sí.

–Pues dila de una vez.

–No Paul, eso es asunto tuyo, yo no tengo nada que decir. Señores, por favor salgan y esperen afuera.

El viejo Gallagher se levantó y salió caminando hacia la puerta dejando a Anthony detrás, el cual miraba con ojos desorbitados a Gene.

–Por amor de Dios Gene, dime de una buena vez qué pasa.

Pero Gene no respondió, se dirigió a la puerta privada del salón y salió con Bailey dejando a Anthony en la sala. Cuando se dio cuenta de que estaba solo se dirigió a la puerta no sin antes quedarse mirando el lugar por donde había salido Gene, esperando que un milagro lo hiciera regresar. La secretaria apareció en menos de cinco minutos con los originales encuadernados individualmente y se los entregó a Anthony. Este tomó el ascensor con su padre y por fin salieron del edificio. Entraron en el carro donde el chofer los estaba esperando; fue Anthony quien rompió el silencio.

–Tiene que haber una explicación lógica para todo esto. Gene es un hombre honrado y serio, nunca conocí a nadie como él.

–Lo mismo puedo decir yo de Bailey. Sencillamente no entiendo nada.

Anthony cogió el teléfono y llamó a su hijo.

–Paul, los papeles están en regla, ya eres el propietario de la fortuna de tu abuelo, incluyendo GALCORP. Hijo, necesito que me contestes una pregunta, es muy importante para mi…

–Tú dirás.

Siempre con el tono de voz comedido y sin emociones, como un robot.

–¿Tu tuviste algo que ver con una señora mayor llamada Crystal?

–Me lo preguntaste la otra noche y te dije que no.

–Te acuerdas del nombre de todas las mujeres con quien te has acostado entonces.

Paul no respondió inmediatamente, pasaron unos segundos eternos antes de decirle a su padre.

–¿Te acuerdas tú de todas la botellas de whisky que te has tomado en tu vida?

Se lo merecía, se dijo a si mismo Anthony, el hecho de llevar unos días sin beber no lo redimía de una vida tirada a la basura por culpa del alcohol. Anthony no supo que responder, por eso fue el abuelo quien le contestó.

–Hijo, tenemos un problema y nos gustaría que nos ayudaras. No sabemos por dónde empezar. Espéranos en tu despacho, ya vamos para allá.

Paul no contestó, solo colgó el teléfono. Que se traían ahora su padre y su abuelo y desde cuando les interesaba su vida sexual… Los oiría, porque precisamente eran los problemas los que lo hacían vivir, lo sacaban de los tenebrosos abismos de su mente, de sus pensamientos oscuros y de las cobardes lamentaciones con las que batallaba a diario.

Cualquier problema era bien venido, y si necesitaba el usa de la violencia, mejor.

33

Fiona vio llegar al viejo acompañado de Anthony y se paró enseguida para abrirles la puerta del despacho de Paul pero estos no le dieron tiempo, sin tan siquiera mirarla entraron y tiraron la puerta cerrándola de un golpe. Una vez había intentado oír lo que pasaba dentro encendiendo el intercomunicador que la conectaba con Paul, pero este la había descubierto. Ella se disculpó diciendo que no entendía bien cómo funcionaba aquello, y como respuesta Paul quitó dicho aparato y la aleccionó diciéndole que si quería comunicarse con él usara el teléfono regular.

Aquel muchacho apuesto y arrogante la tenía loca. Se había enamorado de él el mismo día que empezó a trabajar como su secretaria, fue como la corriente eléctrica que descargan los rayos en medio de las tormentas, no podía quitárselo de la mente. Él ni la miraba, a veces pensaba que ni cuenta se daba de su existencia pero a ella no le importaba, se conformaba con verlo entrar y salir de su oficina. Cuando la llamaba para algo se derretía tratando de congraciarse con él pero este nunca se dio cuenta de nada, vivía en su mundo, solo y enfurecido con su destino. ¿Qué hubiera dicho Agnes si supiera lo que sentía por Paul? ¿Y qué pasaría si este supiera que toda aquella tragedia fue orquestada por su madre? ¿Qué le haría? Cuantas veces pensó decirle la verdad para ganarse sus favores, pero nunca lo hizo porque ella también saldría perdiendo. El día menos pensado se lo diría, aunque solo fuera para arruinar a Agnes, a la cual odiaba desde lo más hondo de su podrido ser.

Decidió llamarla para sacarle más dinero.

–Agnes, te tengo una información que te puede interesar, ¿Cuánto me pagas por ella?

–Si no me dices de qué se trata como voy a saber cuánto vale.

–Digamos que tiene que ver con tu familia.

–Dímelo ahora mismo.

–Primero el precio.

–No seas estúpida, sabes que siempre te pago bien, vamos, suelta la lengua.

–Esta noche, en el Skinny Bar.

–No, ahora.

–No.

Le cortó la comunicación. La dejaría esperar algunas horas para sacarle más. ¿Qué harían el abuelo, el padre y Paul encerrados en su oficina? Había entrado a la oficina con el pretexto de preguntarles si necesitaban algo pero Paul le dijo que no y que saliera; tan cortante y arrogante como siempre. Cuanto odiaba a este malcriado niño bonito…El amor y el odio que sentía por el iban de la mano. Ya le llegaría el día, como a su madre…

 

♣♣♣

 

Mientras tanto, en el despacho de Paul se desarrollaba la reunión familiar más extraña que este recordara en su vida.

–Lo que me cuentan no tiene ningún sentido.

Les dijo Paul que los había esperado sentado en su salón de estar. Allí ellos le había contado lo ocurrido, pero él seguía sin entender.

–Ustedes piensan que yo me acosté con la mujer de Gene y que cuando esta los vio, asoció nuestro parecido físico y le dio una ataque de algo para deshacerse de ustedes. ¿Entonces por qué no los dejaba ir, por qué insistía en que se quedaran…? A mi entender eso no tiene ningún sentido. Además me ofende un poco que enseguida hayan pensado en mí. Ninguno de los dos me conoce lo suficiente como para inventar semejante cuento.

–¿Entonces qué tú crees que pasó?

Preguntó el abuelo, aunque se dio cuenta que era absurdo preguntarle a Paul.

–Ese es el problema – Contestó Anthony – No lo sabemos, pero estoy seguro que cualquier cosa que sea, tiene algo que ver con la esposa de Gene.

–Busquen un detective privado que les averigüe.

“¿Sabría Paul lo que él estaba haciendo?”– Pensó Anthony. –”Imposible…”

–Es buena idea. Anthony, por qué no te encargas tú de eso.

–Si claro.

–Entonces, no me necesitan más.

–¿Deseas almorzar con nosotros? Podríamos seguir especulando y empatando cabos, estoy casi seguro que descubriríamos que hay detrás de todo esto.

–No, no me interesa, a mi no me metan en sus líos. Yo tengo algo que hacer. Los veo en el fin de semana.

Con la misma se levantó y se fue. El abuelo y el padre se quedaron sentados en el despacho de Paul y Anthony le dijo a su padre.

–Papá, hice algo sin consultar contigo y tengo la corazonada de que debo decírtelo, no sé por qué creo que todo esto tiene algo que ver, lo uno con lo otro.

–¿Qué hiciste Anthony?

–Retuve los servicios de una compañía de investigación para averiguar el paradero de Cristina.

El viejo Gallagher se irguió en su butaca

–¿Por qué has hecho eso?

–Porque creo que aquí hay algo que no encaja. El cuento de Cristina y la carta y el dinero, nada de eso tiene sentido.

–Ya es muy tarde para reaccionar de esa manera Anthony, si tenias alguna duda, el momento de expresarla era hace diez años, no ahora, ahora no sirve para nada.

–Yo creo que sí. Imagínate que alguien que estaba completamente opuesto a la relación entre Cristina y Paul hubiese hecho algo drástico para impedir que esos dos se juntaran.

–Estas pensando en Agnes.

–Efectivamente. ¿Por qué fue ella quien te vino a la mente?

–Porque ella nunca ocultó su desprecio hacia la chica. Pero por muy mala que sea tu mujer, no la creo capaz de arruinarle la vida a su propio hijo. ¿Además que tiene eso que ver con la mujer de Gene y con los Hackman? No quiero que sigas indagando nada sobre esa muchacha, si tu hijo se entera te odiara para toda la vida. El estiércol mientras más se revuelve peor huele. Vamos a almorzar y a olvidarnos de todo este desagradable incidente. Si hasta ahora hemos vivido sin los Hackman podremos seguir haciéndolo. Yo me encargaré que uno de nuestros abogados revise estos documentos, no vaya a ser que los Hackman hayan hecho algo mal a propósito.

Anthony se paró del sofá donde estaba sentado y encaró a su padre como nunca lo había hecho.

–¿Estás oyendo lo que dices? Resulta que el borracho y el que no sirve para nada soy yo, pero tú y Paul han perdido la humanidad. ¿Con qué derecho dudas de unos señores de conducta intachable como ellos? ¿Es que desde que desapareció Cristina el mundo ha cambiado para ustedes y todos son malos hasta que se demuestre lo contrario? ¿Tú crees que los buenos son ustedes? Habría que oír el cuento contado por la muchacha. Tú no sabes lo que pasó en aquella isla y mucho menos lo que pasó aquí.

–Anthony, no estoy para…

–Pues si no estás te aguantas porque me vas a oír hasta el final.

Le dijo Anthony asombrando de su bravata e ignorando de donde le salía.

–Si mal no recuerdo fue Agnes quien te llamó con la noticia de que la madrastra de Cristina había levantado una denuncia en contra de Paul. ¿Le preguntaste como se enteró, quien se lo dijo? No, te pusiste a temblar porque tu niño estaba en problemas e hiciste lo que ella te dijo. Cuando llegamos a Boston las encontramos a las dos juntas conversando, yo las vi así que tú tuviste que verlas también. Luego Agnes te dijo que estaba discutiendo con esa señora pero tú nunca lo viste. Luego Beagle, el primo de Agnes, muy convenientemente, te enseñó los papeles de la policía con la denuncia y tú le diste un maletín con tres millones de dólares, y al rato lo viste volver con un papel diciendo que la denuncia se había anulado. ¿Comprobaste tu alguna vez si esa denuncia existió? ¿Viste acaso a Cristina en algún momento? ¿Y la niñera de ella, la tal Rosi, donde estaba en todo esto? Ustedes decían que Rosi era como su madre, ¿Por qué entonces no estaba allí? ¿Llegaste a hablar con la madrastra de Cristina?

–¿Y eso que tiene que ver con lo que está pasando ahora?

–Pues no lo sé, pero tú y Paul desechan todo lo que tenga que ver con Cristina, como si ya nada tuviera relevancia y ahí es donde se equivocan. ¿Qué tal si Cristina fue engañada por alguien y cree que Paul la abandonó?

–Tomate un trago, te está haciendo falta.

Contestó el viejo poniéndose de pie y dirigiéndose a la puerta, pero Anthony no lo dejó, lo tomó del brazo como quien coge un cubo lleno de agua y lo empujó con un tirón haciendo que se sentara.

–Seguro que me lo tomaré luego, pero ahora tú me vas a escuchar hasta el final. Tú no tienes ni idea de que pasó entonces, cuando Paul se convirtió en un ermitaño amargado tú lo seguiste y así llevan ya diez largos años. Es posible que lo que pasa con los Hackman no tenga nada que ver con Cristina, pero yo voy a averiguarlo para estar seguro, yo voy a averiguarlo todo, hasta el final, y tu no vas a decir nada, vas a guardar silencio y esperar a que yo encuentre la verdad de ese cuento que ha destruido la vida de Paul.

Anthony hizo una pausa, asombrado de hasta donde había llegado enfrentándose a su padre. Decidió no pensar en las consecuencias y seguir adelante, si se paraba ahora todo estaría perdido… ¿Y si probaba algo…? No tenia bases fundadas para lo que iba a hacer pero tampoco tenía nada que perder.

–El día de hoy me pertenece a mí y tú vas a hacer todo lo que yo diga. No te muevas de ahí.

Cogió su teléfono celular e hizo una llamada.

–Agnes. Podrías almorzar con mi padre y conmigo. Tenemos algo importante que discutir, se trata de Paul.

Pausa…Se oía la voz chillona de Agnes contestando.

–Sí, allí está bien, nos vemos a las doce del medio día. Gracias.

Cerró el teléfono y guardándolo en un bolsillo de su chaqueta se acercó a su padre al cual ayudó a pararse del sofá donde lo había sentado diciéndole.

–Ven conmigo, hoy se van a aclarar muchas cosas.

Su padre se dejó llevar sin protestar. ¿Sería posible lo que decía Anthony?

 

♣♣♣

 

El Hotel Waldorf Astoria, el cual fuera diseñado por los arquitectos Schultze & Weaber, abrió sus puertas al público en el año 1931. El mismo se localizaba en el número 301 de Park Avenue en Manhattan. Sus 47 pisos proporcionaban un vivo testimonio de la elegancia estadounidense; cosa que los europeos que no podían pagar su estancia allí ponían en duda. Con varios restaurantes, boutiques, bares, y salones de conferencias, este maravilloso hotel había sido testigo de históricas reuniones políticas y comerciales. El Hotel tomó su nombre de la palabra alemana Waldorf que significa “Villa en el Monte”, y el apellido germano–americano Astoria. Fue el primer hotel que brindó a sus huéspedes servicio de comida en la habitación, cosa que transformó para siempre la industria hotelera no solo en los Estados Unidos si no en el mundo entero. El hotel contaba con una plataforma de ferrocarril privada que la unía al Gran Central Station, que había servido a grandes personajes de la política y comercio norteamericano; desde Roosevelt hasta MacArthur. Hoy en día existe un hotel dentro del Waldorf Astoria conocido como The Waldorf Towers, usado por dignatarios extranjeros y magnates industriales del mundo entero. Los representantes de los Estados Unidos en las Naciones Unidas viven en el Waldorf Astoria durante todo el tiempo que sirven como embajadores en la institución.

En el restaurante Bull & Bear Steakhouse, situado en la gran plataforma del lobby del hotel, era donde el viejo Gallagher y su hijo Anthony esperaban a Agnes. Las hermosas paredes forradas de madera y adornadas con famosos cuadros, a donde se notaban incrustadas bodegas de vino que podían verse a través de puertas de cristal, y sobre alfombras de colores donde reposaban inmaculadas mesas con manteles de hilo blanco vestidos con vajilla y cristalería fina, era donde se llevaría a cabo la reunión con Agnes. Anthony y su padre mantenían un silencio incomodo, cada uno con un trago en la mano, donde concentraban sus miradas para evitar el uno la del otro; fue Anthony quien rompió el silencio

–Cuando llegue Agnes yo voy a hacer algunos comentarios, tu solo sígueme la corriente. ¿De acuerdo?

–De acuerdo, aunque no tenias que pedírmelo, ya veo que la sobriedad te ha dado una energía nueva y nunca antes vista, y que estas dispuesto a llevar a delante tus planes sin contar conmigo.

–Si estoy equivocado no se habrá perdido nada, pero si estoy en lo cierto podré darle a mi hijo el mejor regalo del mundo.

–Que Dios te oiga.

Agnes llegó unos instantes después, venia vestida con un nuevo juego de chaqueta amarillo del diseñador italiano Salvatore Ferragamo, en combinación con un estrafalario sombrero. Anthony pensó en aquella muchacha coqueta y alegre que conoció en la universidad, y en lo mucho que había cambiado. Siempre que recordaba los pocos días en que ambos fueron felices le daba una sed de alcohol irresistible, así que era mejor no pensar; sin embargo ahora se daba cuenta que quizás, y desde aquel entonces, ya esta mujer mezquina en quien se había convertido Agnes, tenía un plan para atraparlo. Claro que eso dejaba mucho que desear de él como hombre, pero la realidad no tenia substituto.

–Hola, gracias por haberme llamado. Tuve que cancelar un almuerzo que tenia con unas amigas, las pobres se la pasan rogándome para que pase algún tiempo con ellas pero estoy tan ocupada, mi agenta esta tan llena, que no me queda espacio para nada.

Se acercó al viejo Gallagher y lo besó en la mejilla.

–¿Y a qué se debe tal acontecimiento? ¿No invitaron a Paul…? Están planeando algo para él, claro, debí darme cuenta, yo estoy encantada de hacerle una fiesta en la casa grande, será el acontecimiento del año en New York. Invitaremos al gobernador y al alcalde por supuesto. ¿Y cuándo será? Tienen que darme tiempo para preparar algo a nuestra altura, que no haya nadie que diga que los Gallagher no saben hacer buenas fiestas. ¿Qué tal si invitamos al senador republicano, o no, mejor al demócrata?

–Agnes, cállate la boca y escucha.

Anthony no había podido aguantar más, sentía como la mano se le iba hacia el vaso de whisky que quería devorar para servirse otro más…

–Si te he citado aquí con mi padre es porque tengo un problema que debemos resolverlo en familia.

–¿Qué problema? ¿Dinero? Ay no me digas que no tenemos dinero porque me quitaría la vida, no podría soportar semejante bochorno…

–Que te calles y escuches, o te vas. ¿Me entiendes?

La voz de Anthony era baja pero llena de firmeza, Agnes pensó que nunca lo había visto en este plan de macho.

–A mi no me grites. ¿Quién te estás creyendo…

–Agnes, o te callas o te arrepentirás por el resto de tus días.

El abuelo decidió inmiscuirse antes de que Anthony la abofeteara delante de todo el mundo. Su intervención resultó ser efectiva; Agnes se cayó. Cuando Anthony vio que tenía toda su atención dijo.

–Esta mañana recibí una llamada de Cristina.

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