Cristina

Cristina


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Cuando Fiona lo llamó y le dijo que Cristina se había comunicado con los Gallagher perdió la razón y lo único que pensó fue ir buscarlas a las dos; quería deshacerse de ellas. Cuando él llegó, Agnes se había ido y no le quedó más remedio que hablar con Fiona, la cual sabía era mucho peor que Agnes; ¿O era Agnes la peor? Qué más daba ya, su vida estaba arruinada para siempre. Si es verdad que entró en GALCORP valiéndose de una mentira, por todos estos años había hecho su trabajo bien, y había siempre mirados por los intereses de la empresa, sin embargo nunca se le incluyó en el círculo familiar como lo tenía pensado Agnes y más deseado él. Por supuesto que no eran primos, habían sido amantes y cuando Agnes le propuso hacerse pasar por su primo para entrar en la empresa él aceptó. El se graduó un año antes que Anthony y aunque enseguida paso el examen de la licencia del estado nunca tuvo un bufete propio, ni siquiera clientes fijos. Se la pasaba rondando las salas de emergencia y siguiendo ambulancias para ganarse la vida con los problemas de otros. No era un mal abogado, pero había tenido mala suerte y cuando se le presentó la oportunidad de trabajar en una empresa de prestigio como GALCORP no perdió tiempo pensándolo. Desde entonces Agnes lo chantajeaba con descubrir su verdad y por eso le servía de espía de todo cuando pasaba en la compañía. Que cobarde había sido, que vergüenza sentía. Este era el final, y no haría nada para evitarlo.

¿Qué pasaría cuando todo se descubriera? Iría a la cárcel con las otras dos delincuentes. ¿Y si contaba la verdad a los Gallagher antes que explotara la bomba? Quizás lo perdonaran, y solo lo echaran de su trabajo. Esa perspectiva no era tan mala, había reunido algo de dinero y después de más de treinta años practicando su carrera se podía ir a un lugar donde no lo conocieran y empezar de nuevo, al menos por unos años hasta que se retirara. Dios mío, ¿Qué hacer?

“Entonces sabrás la verdad y ella te liberará”, Juan 8:23. Tenía que tomar una decisión y debía que hacerlo pronto.

 

♣♣♣

 

La tormenta que amenazaba el cielo neoyorkino no se había ido a pesar de los rezos de todos los seguidores de los Yankees, y como todos ellos, Cristina y su extensa familia estaban allí, con paraguas en mano, dispuestos a mojarse pero nunca a abandonar su equipo. El Stadium de los Yankees estaba lleno hasta el tope, no había ni una sola silla libre, ni en las gradas de los fields. Las voces de los fanáticos se levantaban por encima del estruendo de los truenos dando la sensación de una marcha de guerra.

El Himno Nacional lo cantó nada menos que la famosa Whitney Houston, acompañada por el majestuoso coro de la Escuela Militar del Ejército Americano en West Point, y de los miles y miles de fanáticos que llenaban el Stadium. La primera bola la lanzó el presidente, neoyorkino de nacimiento y fiel seguidor del equipo, y cuando toda la ceremonia terminó y los Yankees salieron al campo parecía que una tormenta humana explotara en el recinto y todos a una voz comenzaron a dar gritos y aplausos. El momento era electrizante y Cristina lo estaba disfrutando al máximo, como hacía años no disfrutaba algo así; que tonta había sido de dejar pasar el tiempo sin disfrutar su vida y la de su hijo adorado… Ya no más, esta era una nueva etapa de su vida, y en ella no perdería ni un minuto de tiempo en lamentaciones ni malos recuerdos. Los buenos recuerdos empezarían a formarse hoy mismo…

El pasado era parte de su vida, y mirándolo bien, ese pasado tumultuoso y cruel le había dado a Pauly… ¿Cómo no valorar el pasado? También la había enseñado a ser fuerte, a enfrentar la vida con determinación y a no rendirse nunca. Además, es ese pasado había amado de una forma limpia y total, cosa que nunca más en su vida lo volvería a hacer…

35

 

 

Una llovizna fina como aliento de ángel caía sobre la isla de Manhattan, el otoño insistía en acabar con el verano a pesar de las plegarias de los neoyorquinos que querían una vez más perderse en las emociones de su equipo preferido y olvidarse de todo lo que no fuera los Yankees. El apasionamiento por un deporte no es más que el escape de una realidad que no se puede controlar o de un sentimiento que no se puede compartir, y la Serie Mundial de Baseball servía para canalizar las intensas pasiones de sus fanáticos.

Anthony decidió quedarse en casa de su padre. Este nuevo mundo en que ambos convivían le atraía de una forma tranquila y relajante; no quería perderlo. Agnes llamó puesto que estaba esperándolos para “discutir” el tema de Cristina pero Anthony le dijo que no quería hablar más del tema y que se hiciera ella cargo de ese lio, cosa que ella le agradeció inmensamente pero no se lo hizo saber, al contrario le respondió.

–No te preocupes, yo lo arreglaré todo, como siempre.

Que sorpresa tan grande se iba a llevar su malvada esposa cuando se viera desenmascarada ante todos y desposeída de todo cuanto tenia, pensó Anthony sin poder ocultar una sonrisa de satisfacción; quién dijo que la venganza no se disfrutaba… ¡Nunca la experimentó!

Después del almuerzo con su padre había llamado a Wiseman para que investigaran a Fiona y a Agnes. Ahora estaba sentado con el viejo en el estudio mirando el primer juego de la Serie Mundial cuando ambos oyeron entrar a la sirvienta.

–Señor Gallagher, lo busca el señor Beagle.

El viejo la miró con extrañeza.

–¿Quién?

–El señor Beagle, empleado suyo. Dice que es muy importante que hable con usted.

Este era el hombre que Manolo le había dicho; el que recogió a Fiona del bar. ¡Curioso…!

–Hágale pasar.

–¿Quién es?

Preguntó Anthony.

–Ya verás.

Cuando Beagle entró a la sala Anthony no lo pudo reconocer a primera vista, había pasado tanto tiempo desde su boda con Agnes… Más de treinta años. Lo recordaba como un muchacho joven y alegre aunque sin una gota de sofisticación. Ahora se veía viejo y encorvado, con unas cuantas libras de más, sin embargo lo que más le llamó la atención fueron sus ojos entre tristes y avergonzados.

–Buenas noches Beagle. ¿Cuál es el ente tan importante que no puede esperar hasta mañana?

El viejo notó lo mismo que su hijo. Se veía encorvado como quien lleva una pesada carga en la espalda y estuviera a punto de caer.

–¿Me puedo sentar?

–Por supuesto.

Justin Beagle se sentó en uno de los butacones que rodeaban la mesa de centro, dándole la espalda a los altos ventanales desde donde llegaba el sonido de la tempestad que trataba de abrirse paso afuera. Justo encima de la chimenea se apoyaba la pantalla gigante donde los Gallagher seguían el juego de Baseball.

Se prolongó el silencio; los dueños de la casa esperaban que el recién llegado empezara a hablar, pero parecía que este tampoco se decidía. Anthony pensó echarle una mano y romper el hielo pero se contuvo, algo le decía que la culpa que se veía en sus ojos no merecía perdón. Al fin se le oyó tomar una fuerte y profunda inspiración después de la cual comenzó a hablar.

–No sé cómo empezar, por el principio, quizás, aunque no se cual es el principio pero si se que este es el final… Yo… Yo les he mentido durante todos estos años, yo no soy primo de Agnes…Yo la conocí en la universidad, salimos un par de veces y nada más. Yo me gradué un año antes que Anthony; lo sé porque Agnes ya había decidido enredarte, o eso fue lo que me contó. No sé lo que pasó con ella durante ese tiempo, cuando me gradué volví a mi pueblo que era también el de ella y allí empecé a trabajar en lo que pudiera, los pueblos pobres no necesitan abogados. En fin, al cabo del tiempo vino a verme para decirme que se casaría contigo. Desde ese momento se olvidó de su familia, que por cierto todavía está en Tennessee; su madre, dos hermanas y un hermano. Me propuso que me hiciera pasar por su primo y único familiar que le quedaba, me prometió un puesto en su empresa y bueno… Yo vi mi futuro hecho, inmediatamente le dije que sí. No creí que hubiera nada malo en ello. Nadie se perjudicaba con la pequeña mentira, y si yo hubiera sido ella también me hubiera avergonzado tener que presentar mi verdadera familia. Cuando aquello su mejor amiga, Fiona Nelson, estaba en la cárcel por un delito que ambas cometieron, pero que por alguna razón que todavía no conozco Fiona se culpó ella sola y nunca delató a Agnes; aparte de su amiga y de mí, no tenía a nadie más. Yo no sé si ustedes se acuerdan pero yo empecé a trabajar en el departamento de personal, empleo que no sé cómo me consiguió ella. Yo hacia los contratos de los diferentes empleados, de los consultantes, en fin… Luego fui pasando de un departamento a otro, hasta que llegué a donde estoy ahora, al famoso piso veintisiete, la antesala de la dirección; nadie me ayudó a llegar allí, lo hice solo con mi trabajo… ¿Puedo tomar un poco de agua?

Anthony se levantó y le trajo un vaso del bar.

–Gracias. Como les decía, seguí trabajando bien y poco a poco fueron promoviéndome hasta llegar al puesto que tengo hoy. Me sentía feliz y agradecido de Agnes, aunque ella dejó de tratarme en el momento que se casó contigo. Dijo mirando a Anthony… Hasta hace apenas unos diez años, cuando me llamó para que le hiciera un favor.

Otro silencio y otro trago de agua, ahora venia la dura verdad. ¿Cómo seguir? Justin pensó que se mareaba y que de un momento a otro caería en el suelo, oía los truenos entrar por las ventanas y explotar en su pecho… Tenía que seguir.

–Por supuesto le dije que si, como antes mencioné, yo le estaba muy agradecido. Me dijo que tu hijo Paul se había ligado con una muchacha de baja reputación y quería sepáralos. Yo no encontré nada malo en eso, cualquier madre o padre lo hubiera hecho. Para ese entonces Fiona ya había salido de la cárcel y estaba viviendo en un apartamento pequeño que Agnes le pagaba. Fiona es falsificadora profesional, desde dinero, certificados, diplomas, títulos, licencias, pasaportes, de todo ha hecho. Agnes se me presentó con una forma ya llena, de las que se usan en la policía para levantar cargos en contra de alguien, por supuesto no era la forma verdadera, era una falsificación hecha por Fiona, en la misma se acusaba a Paul de secuestro y violación de una menor.

Hizo otra pequeña pausa.

– Cuando la vi me negué rotundamente a hacerlo y ahí fue cuando empezaron las amenazas. Yo entonces estaba felizmente casado, mi trabajo en la empresa era perfecto, me gustaba lo que hacía y lo hacía bien y…no quería perderlo. Ese fue mi primer error. Hasta ahora la mentira de nuestro parentesco no había perjudicado a nadie pero lo que quería hacer Agnes ahora si era muy serio. Me amenazó con cuanta cosa pudo… Y yo me acobardé y capitulé ante su chantaje. Cuando vi que usted estaba en el aeropuerto por poco me muero. – Dijo mirando al viejo Gallagher – yo pensé que sería Anthony quien estaría con Agnes. En fin, ya estaba hecho y pensé que no había otra salida. Seguí el juego, recibí el dinero de su parte y regresé con la forma, también creada por Fiona donde decía que la denuncia contra Paul había sido anulada.

Justin hizo una pausa y tomó otro sorbo de agua, parecía que se achicaba más y más a medida que seguía contando la historia. El viejo y Anthony estaban tan sorprendidos que no podían decir palabra y esperaban la continuación del cuento.

–De allí, se llevaron a Cristina para un almacén cerca del aeropuerto, su madrastra fue con ellos. Fiona andaba con un par de hombres que parecían matones profesionales. En ese lugar, después de drogarla con una inyección de no sé que, le dijeron a la niña que si la veían cerca de Paul la matarían, no solo a ella, sino a su niñera y a los padres de esta. La tenían amarrada a un camastro con una mordaza en la boca, parecía una nena de cinco o seis años, lloraba desconsoladamente sin poder hablar. Y yo, no hice nada por ayudarla.

–Cuando ustedes ya se habían ido las llevaron al departamento donde vivía Cristina con su criada y le entregaron una carta escrita por Paul que decía, en pocas palabras, que no la quería ver nunca más, que tenía una muchacha embarazada con la que se iba a casar en esa misma semana y que todo cuanto había querido de ella era su virginidad… Se burlaba de ella diciéndole que con todo lo inteligente que era, él se había salido con la suya y se la había llevado a la cama como a tantas otras mujeres… Por supuesto, la carta nunca la escribió Paul sino Fiona, pero la niña reconoció la letra de Paul y la creyó cierta. Lo mismo hicieron ellas con Paul, le entregaron una carta que supuestamente había escrito Cristina, cuya letra él también reconoció como autentica de la niña, en donde le decía que solo quería su dinero y que lo engañó y no sé cuantas cosas más, y claro Paul también se lo creyó. Así fue como lograron separarlos.

Beagle se detuvo y tomó una respiración profunda, buscando fuerzas para poder continuar contándoles la vergonzosa historia. Aunque estaba blanco como un papel, Justin tenía un brillo de tranquilidad en la mirada que decía a gritos “gracias”… Gracias por haber podido desahogarse de aquella culpa que por tantos años llevó en su conciencia.

–¿Qué paso con el dinero?–Preguntó Anthony.

–Agnes lo cogió. Le tuvo que dar un millón a Fiona, esta se quedó con copias de todo lo que falsificó y Agnes tuvo que comprárselas. A la madrastra de la niña también le dieron algo de dinero, unos veinte mil dólares o algo así y por supuesto la amenazaron y le dijeron que se perdiera del mapa. Perdieron el rastro de Cristina y nunca más supieron de ella hasta un año después cuando Cristina le escribió a Paul para informarle que su hijo había nacido. Para aquel entonces Fiona ya era secretaria de Paul y tenía acceso a su correspondencia, por eso Paul nunca la recibió. Agnes hizo que Fiona le enviara otra carta a Cristina, esta creo que fue peor que la primera, en la que le decía que no quería saber nada de ella ni de ese bastardo, no exactamente con esas palabras. Claro, después de eso nunca más supieron de ella hasta ayer que según me dijo Fiona Cristina llamó a Anthony..

Tanto el abuelo como el padre de Paul estaban en shock. No podían creer lo que estaban oyendo. Hasta Anthony que se imaginaba la culpabilidad de Agnes estaba completamente estupefacto…Paul tenía un hijo, él era abuelo y se habían perdido casi diez años de sus vidas por una mentira de odio… Una mezcla de repulsión y desprecio se empezó a formar dentro de su corazón y quiso salir corriendo y matarla de una vez. Pero no lo hizo, la muerte sería muy fácil, ella tendría que pagar con creses lo que le había hecho a su propio hijo… ¡A su hijo…!

–¿Tienes la dirección de donde precedió la segunda carta?–Preguntó el viejo Gallagher que ya parecía haber tomado las riendas del asunto.

–No, era un Apartado Postal de un pueblecito en Texas, cerca de la frontera con México. Por eso fue que me enteré yo de la segunda carta porque Agnes quería que averiguara los datos personales de la persona que había alquilado el Apartado Postal. Por supuesto me negué rotundamente y le dije que eso no se podía hacer. Se enfadó mucho conmigo pero me volvió a amenazar para que me quedara callado y no dijera nada a Anthony, ni a usted. Desde aquel momento mi vida empezó a desmoronarse, empezaron los problemas con mi esposa, nos divorciamos, ella cogió la custodia de los niños y yo… Yo llevó esperando este momento hace diez años.

Por alguna razón incomprensible, la tormenta había cesado, los truenos ya no se oían y no había lluvia, todo el ruido y los rayos se habían marchado sabe Dios a donde, y en el televisor, que tenía el sonido apagado, se veía como el juego de los Yankees y los Bravos se desempeñaba sin problemas.

–¿Por qué te has decidido precisamente ahora a decir la verdad?–Preguntó el viejo.

–Porque el cuento no acaba aquí. Con este nuevo contacto de Cristina, ambas se han vuelto locas y están planeando matarla. Yo de ellas lo creo absolutamente todo. Yo también estoy bajo amenaza de muerte; quizás me lo merezca. No vine a buscar el perdón de ustedes, sé que lo que hice no tiene justificación alguna, solo quiero que sepan la verdad y que busquen a la chica y la encuentren primero que estas dos lo hagan. Estoy seguro que no fue solo una amenaza, sino que van a llevar a cabo su plan… Ustedes tienen que encontrar a Cristina cuanto antes.

–¿Qué castigo crees que mereces tú?

Preguntó el viejo cuya ira necesitaba ver la sangre de los culpables correr.

–Yo no cuento. Mi vida se destruyó hace muchos años. He hecho arreglos para que mis hijos queden bien económicamente, mi ex esposa es una buena mujer y sabrá administrar lo que les he dejado.

–Muy bien. De momento esto quedará entre nosotros. Te encargaras de conseguir las copias de esas cartas, y la denuncia y todo lo demás. También te encargo que busques a Cristina. Todo cuanto encuentres me lo traerás a mí y bajo ninguna circunstancia ellas deben saber que has hablado con nosotros. Cuando todo esto se arregle habrá tiempo para decidir qué haré contigo, como bien dices lo que has hecho no tiene justificación alguna y menos perdón. Ahora puedes marcharte y empezar a trabajar en lo que te he encargado inmediatamente.

Justin Beagle se levantó del butacón donde estaba sentado, la curvatura de su espalda seguía presente al igual que su figura débil y vacilante, pero su mirada había cambiado por completo; ahora se podía ver en sus ojos el color brillante de la esperanza; ese color que llega después de haber confesado nuestras culpas.

Al quedar solos, padre e hijo se sumieron en un silencio lleno de preguntas que se ahogaban bajo la fuerza del odio y el rencor. Sus respiraciones eran profundas y calculadas, como un predador que vigila a su presa desde un escondite secreto sabiendo que esta no tendrá escapatoria.

–Quiero pedirte un favor.–Dijo Anthony mirando a su padre.

–Quiero ser el que se encargue del castigo de Agnes.

–No, ese acontecimiento será solamente mío. El futuro de Agnes lo voy a escribir yo en los anales de su maldita vida. No habrá más preguntas ni explicaciones al respecto. ¿Queda claro?

Anthony no insistió, la voz de su padre no dejaba lugar a dudas.

 

♣♣♣

 

Con una magnifico alarde de control desde el montículo, el pitcher de los New York Yankees, Andy Pettitte había blanqueado a los Bravos de Atlanta por ocho innings, los últimos tres outs fueron responsabilidad del incomparable Mariano Rivera y así en una noche de tormenta que nunca llegó, los Yankees habían ganado el primer juego de la Serie Mundial y al día siguiente saldrían para Atlanta donde se jugarían los próximos tres juegos.

El grupo de los Smith y los Gallagher habían disfrutado de lo lindo. El próximo juego seria el miércoles y todos irían a apoyar a su equipo. Cristina limpió su agenda, de manera que no hubiera conflictos de ninguna clase, aunque siempre quedaban las emergencias que eran impredecibles. Will y Ali habían hecho lo mismo. Pauly faltaría un par de días al colegio, pero con solo nueve años y una gran inteligencia, eso no lo afectaría en nada. Cristina se ocuparía de que así fuera. Billy, que había ido al primer juego con ellos, esperaba la respuesta de sus padres para ver si lo dejaban ir con Pauly. Cristina no había hablado con Crystal del asunto pero sabía que el final lo dejarían ir.

Will y Ali estuvieron pendientes de ella en todo momento, al igual que Rosi, pero Cristina no daba señales de estrés o incomodidad alguna. Ella sabía que la observaban, después de lo sucedido con los Hackman y los Gallagher, ella no había podido quitarse de la mente a Paul. ¿Cómo sería su vida ahora? ¿Le habría sido infiel a su esposa? ¿Cómo serian sus hijos… o hijas…? Pensar estas cosas no la alteraban tanto como cuando pensaba en tener un encuentro con él… Frente a frente…Y eso era lo que tenía en su mente en todo momento y lo que luchaba por suprimir. Sinceramente no sabía cómo reaccionaría. Cuando estaba sola en su cama se imaginaba el incidente de mil maneras diferentes, pero ninguna era la perfecta puesto que siempre terminaba llorando y en sus brazos… Y eso era inadmisible… Como tantas otras veces, sus padres, sus ángeles celestiales, la ayudarían a sobrevivir el momento…

Salir del Stadium les costó casi una hora, nadie quería irse, todos querían cantar New York, New York, y ver a los jugadores todavía en el campo dando saltos de felicidad. Aunque solo fue un juego, a todos les parecía que era un buen augurio de lo que quedaba por recorrer.

–En el próximo juego, yo le voy a los Bravos.

Dijo Will, y todos se le tiraron arriba amagando darle golpes.

–No tío, no, tú no puedes hacer eso.–Le gritaba Pauly.

Entre risas y juegos llegaron a la casa después de la media noche. Los niños se durmieron en el carro y hubo que cargarlos hasta sus respectivas camas. Billy ya tenía su lugar de dormir en el cuarto de Pauly.

Los mayores se fueron al estudio de Cristina a tomar un último trago.

–Qué maravilla de juego.–Dijo Cristina, sinceramente emocionada con el triunfo de su equipo.

–No cantes victoria, todavía quedan muchos más juegos que ganar.

–Tú eres un pájaro de mal agüero y como sigas molestando no te llevaremos a Atlanta.–Le dijo Ali.

–Yo voy a ir a Atlanta porque yo tengo que cuidar a mi hermanita que en estos días se hace la que está bien pero yo sé que no lo está. Tú no tienes que fingir delante de nosotros, acuérdate que nunca aprendiste a mentir…

Cristina sabía que Will tenía razón y que por mucho que tratara de ocultarlo se le notaba tensa.

–Está bien, lo admito, me siento un poco confundida. Siempre supe que este día llegaría y pensé que estaría preparada para ello pero parece que me equivoqué. Necesito arreglar esta situación aunque solo sea en mi mente, debo llegar a un acuerdo conmigo misma antes de intentar elaborar una respuesta para Pauly. En verdad quien me preocupa es él, no yo.

–Pero bueno, vamos a ver, los Gallagher no se han puesto en contacto contigo, ni les han dicho nada a los Hackman que te haga pensar que saben donde estas.–Dijo Ali.

–Sí pero ya sé que están aquí cerca, que hay un vínculo, que en cualquier momento nos podemos encontrar…

–¿Entonces es por eso que quieres salir del escondite? Quizás, subconscientemente quieras encontrarte con él.

–No, lo que me tiene intranquila no es mi reacción, o la del él, sino la de Pauly. Te juro que si le hacen pasar un mal rato los mando a matar a todos.

Ali y Will se miraron. Tenía que estar bromeando… Cristina nunca sería capaz de hacer eso, era el momento lo que la hacía hablar de esa manera, pensaron ambos.

–Cristy, yo creo que tratar de cruzar el puente antes de llegar al rio es perder el tiempo, como dice Rosi. Estoy segura que si se encuentran todo saldrá bien. Sobre todo si esta Pauly presente.

–Por supuesto que lo sé, no voy a armar ningún drama ni ninguna gritería ni nada de eso, es solo…La incertidumbre que me mata…

–Todavía lo amas verdad.–Preguntó Will.

–Will, estas locos, como puedes preguntarle eso así, a ti que te importa eso, y mira, ya me estas llenando la paciencia, déjate de decir tonterías de una vez…

Alison estaba furiosa con su marido.

–Déjalo Ali, déjame contestarle. Will, tú me conoces tanto o más que nadie, ¿Cómo puedo amar a alguien que me ha hecho tanto daño? ¿Cómo puedo amar a alguien que no le interesó conocer a su propio hijo? El tiempo ha pasado William, ya no soy la niña que se enamoró del quarterback, soy una mujer que ha sufrido mucho y ha salido adelante venciendo barreras en todos los campos en los que me he movido. No, el amor es loco pero no masoquista. Sin embargo, después de todo debo agradecerle que me diera a Pauly…

–Y si él es inocente y todo esto tiene una explicación.

–Ya es muy tarde. De todas formas te doy las gracias por haberme hablado tan claro, me hiciste decir con palabras lo que no podía arreglar en mi pensamiento. Ahora si estoy segura de que todo saldrá bien.

Will le dio una sonrisa y asintió con su cabeza, pero muy dentro de su corazón sabía que no era verdad. La batalla final estaba por llegar y temía por ella, por eso tenía que estar cerca para protegerla. Ya se inventaría algo para quedarse a su lado unos días más, Ali lo entendería.

36

La tormenta que no pudo escaparse de las alturas la noche anterior, lo hizo a la mañana siguiente con toda la fuerza que acumuló mientras la ciudad dormía. La lluvia era tan tupida que apenas se podía ver a través del parabrisas del carro aunque la velocidad fuera de 20 millas por horas.

Cristina se dirigía a su oficina en el hospital Lenox Hill, luego pasaría por el Sloan – Kettering y por último llegaría al Hospital Presbiteriano. Aunque su agenda estaba vacía, quería cerciorarse de que todo estuviera bien antes de marcharse. Llevaba tantos estudios investigativos en tantos lugares a la vez, que a veces se le hacía muy incómodo ya que perdía mucho tiempo moviéndose de un hospital al otro. Gracias a Dios que contaba con un equipo de personas excelentes, trabajadoras y buenas profesionales que estaban ahí apoyándola en todo momento. Todos sabían su pasión por el Baseball y se alegraban que se marchara aunque fuera un par de días a estar con su hijo y su familia. Nadie sabía nada de su vida privada. Conocían a Pauly por fotos que ella tenía en su oficina, también sabían de Rosi y de los Smith, pero nadie le preguntaba nada. Hacía mucho tiempo que había dejado bien claro que su vida personal no era parte de su mundo profesional y al parecer todos respetaban su privacidad.

Llegó al hospital y dejó su carro en el aparcamiento reservado para ella, dirigiéndose sin perder tiempo a su oficina. Cuando llegó se encontró con un colega esperándola. El Dr. Karl Sanders había sido uno de sus profesores cuando Cristina empezó a trabajar en este hospital como residente, y como todos ellos él sentía un gran aprecio y respeto por ella.

–Buenos días Karl.

–Hola Cristina. ¿Tienes un minuto?

–Sí, entra.

Tuvo razón en querer pasar por sus oficinas aunque fuera por un momento, siempre había alguien esperándola o queriendo consultarle algo

–¿Qué pasa?

–Anoche me llegó un paciente con un pequeñísimo aneurisma de la Cerebral Media roto, una hemorragia tremenda, solo pude tratar de disminuirle la presión intracraneal un poco pero no creo que se salve, está en coma desde que llegó. El asunto es que su tiempo de coagulación es altísimo, pero tiene las plaquetas bien, no tiene historia familiar de nada parecido y no sabemos por qué sangra. No sé si te has encontrado con algo así antes o si tienes alguna experiencia con eso.

–¿Está tomando alguna medicina?

–No, es un hombre joven de unos 25 años, fuerte y saludable. Según la familia parece que le gusta beber, pero tiene el hígado bien y todas las pruebas sanguíneas y de encimas hepáticas han salido normales, solo el PT (Tiempo de Protrombina) y el PTT (Tiempo Parcial de Protrombina) ambos los tiene elevadísimos, pero según dice la madre él no toma ninguna medicina, ni aspirina ni nada que alteren estos parámetros en la sangre.

Cristina se detuvo a pensar por un momento, se acordaba de algo parecido hacia algunos años en otro hospital…

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