Cristal

Cristal


7. La oportunidad que no debía dejar escapar

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Aquel verdugo era mucho más rápido que el otro, se movía con más agilidad y se notaba que no daba ningún golpe a ciegas. A pesar de ello, Cristal también era rápida, le habían enseñado bien, y aunque nunca había estado en un duelo real, pensaba salir victoriosa de aquel.

Intentó repetir con él la misma jugada que con el otro, pero le era casi imposible levantar la pierna para darle patadas, el otro no se lo permitía, y cuantas más veces lo intentaba más se le resentía la herida de la pierna izquierda.

Una de las veces la espada le rozó el costado, y por un momento se desequilibró. A su contrincante no le faltó nada más para empujarla y hacerla caer de espaldas al barro. Perdió los palos en la caída. Intentó agarrar la espada, pero se había hundido en el barro, y no la localizaba.

―Vampiro estúpida. ―Murmuró el asesino alzando la espada y preparándose para dar el golpe final.

Por fin, Cristal encontró la empuñadura de la espada y tiró de ella antes de que fuera demasiado tarde. Mientras su adversario mantenía la espada en alto, ella se levantó hacía él con la espada por delante y se la clavó en el pecho. Sin darle tiempo a reaccionar la sacó de su cuerpo y lo degolló sin pensárselo dos veces.

En aquellos instantes el otro se levantaba, pero estaba aturdido, y no le hicieron falta más que un par de movimientos rápidos y certeros para acabar con su vida.

Recogió sus palos del suelo y se los volvió a colocar en la espalda. Sintió una especie de satisfacción al haber tenido la oportunidad de matar a dos verdugos, pero no se entretuvo en echarse flores a sí misma y ayudó a la yegua a levantarse del fango para ponerse en marcha de nuevo.

Se miró la pierna. La herida le dolía bastante, y sabía que le dolería aún más al sacarse la flecha. Pero si se la dejaba dentro la herida se le infectaría y entonces sí que sufriría de verdad.

Agarró la punta con la mano para poder sacársela con firmeza, miró hacia otro lado por si le impresionaba la escena y dio un fuerte tirón. Se mordió los labios hasta hacerse daño y se sobrepuso para seguir manteniendo la cabeza fría. Se arrancó un trozo de manga de la chaqueta y se vendó la herida con él para que le dejara de sangrar y no se le infectara con el barro. Se miró el costado y se dio cuenta de que no era más que un corte superficial. Escocía, le escocía bastante, pero no era nada serio, así que no le dio importancia. Volvió a subirse a su montura y siguió su camino, aunque un poco más despacio.

Al caer la noche todavía seguía en las colinas que había antes de llegar a la ciudad. Penélope iba al paso, y Cristal cabeceaba de vez en cuando porque se estaba quedando dormida. Un pensamiento confuso y borroso que tuvo entre el sueño y la vigilia la hizo despejarse. A esas alturas los verdugos ya estarían matando gente en le ciudad, ella era la única esperanza que tenían. Si ella fracasaba en su misión, podían perderse cientos de vidas, y quería cumplir con su cometido para no quedarse atada de por vida a aquel cargo de conciencia. Pero sobre todo para hacer algo de lo que Andrea pudiese sentirse orgulloso.

Agitó la cabeza para salir de su somnolencia y gritó con ganas mientras espoleaba a su yegua prestada.

Pensaba llegar en tiempo récord a su destino, y evitar con eso una masacre en la ciudad.

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