Cristal

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15. Conoces los siete pasos

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Cuando Gairel decía o hacía algo que sabía que le chocaría a Cristal, Luca sonreía y la miraba divertido. Aquel día les quedó claro a los dos que Gairel no era como la joven se imaginaba pero, cuando por la noche se encontró a solas con Luca, le aseguró que, a pesar de eso, seguía pensando que Gairel no era como el resto de los nobles.

El tercer día, la imagen que Cristal tenía del muchacho cambió por completo. Por la mañana, le vio gritándole a una de las mujeres del servicio, y no le parecía que esa fuera la forma correcta de tratar a alguien. Antes de que Luca le dijese <<Te lo dije>> habló con él para expresarle su opinión, y Gairel simplemente se disculpó porque hubiese tenido que presenciar aquello. <<No tengo un buen día, y supongo que lo he pagado con la pobre mujer>> Le dijo, intentando convencer a Cristal.

Aunque aparentemente ella había aceptado la excusa, por dentro empezaba a plantearse si Luca tendría razón. Se pasó la noche pensando en ello, en todas las manías y los caprichos del noble, en todas las formas de pensar en las que había descubierto que chocaban, en su afición por la caza, en esa superioridad sobre los demás... Quizá tuviera razón, y entonces tendría que disculparse con Luca por no haberle creído desde el principio. Pero eso no era lo que más le importaba. El caso era que Gairel parecía una buena persona, le había caído bien desde el primer día y, aunque se conocieran desde hacía poco, ya lo consideraba un amigo. Tenía pocos amigos, y no quería perder ninguno si podía evitarse.

Pensó también en los siete pasos. Se paró a pensar y Luca tenía razón, parecía que Gairel los estaba empleando contra ella. Primero el baile, después la amistad con él, más tarde la invitación a la casa de campo...

Estuvo toda la noche preguntándose si no serían todo simples coincidencias, pero por más que intentaba dormir no podía. Se desveló, planteándose sus dudas, y no pudo volver a conciliar el sueño.

Al mirarse por la mañana en el espejo descubrió que la noche en vela le había pasado factura. Tenía los ojos hinchados y unas profundas ojeras. Pero ya no podía hacer nada por solucionarlo, así que se limitó a vestirse y a bajar al salón.

Allí la esperaban los dos jóvenes, hablando. Desde lejos, pudo ver la sonrisa divertida de Luca, y supo que no se estaba riendo con el noble, sino de él, como hacía siempre. Se preguntó de qué se trataría aquella vez y, cuando se acercó un poco más, entendió que Luca pensaba contárselo con esa expresión suya de “ya te lo dije”.

―Gairel me estaba diciendo lo mucho que le gusta nuestro carruaje. Sabe mucho de ese tema, ¿sabes? ―Comentó el vampiro cuando Cristal se sentó a su lado en el sofá.

―¿En serio? ―No veía nada de malo en ser un entendido en carruajes, pero quería ver a qué venía la media sonrisa de Luca, y siguió sin cambiar de tema. ―No es nuestro, lo alquilamos en la Ciudad de las Tinieblas cuando salimos de viaje.

―Vaya, ¿y no os saldría más rentable comprar uno? ―Preguntó Gairel poniendo una expresión seria y de interés.

―No... no creo que...

―Sí. ―La cortó Luca. ―Creo que sí nos saldría más rentable. En estos últimos meses hemos viajado mucho y el carruaje no es barato. Además, lo alquilamos durante semanas...

―¿Por qué no lo compráis entonces? ―Preguntó Gairel apoyando la barbilla sobre los nudillos.

―No sé. Ese carruaje en especial no es muy cómodo... ―Empezó Luca. Y aunque Gairel se lo estaba tomando muy en serio, Cristal se dio cuenta que, a pesar de su expresión de estar reflexionando sobre el tema, Luca no estaba nada serio, al contrario, aquello parecía divertirlo.

―¿De qué hablas? Ese carruaje es cómodo, ¡muy cómodo! El otro día tu mismo dijiste que no tendríamos por qué parar en las posadas, que aquello era suficiente para dormir bien. ―Protestó Cristal, sin entender a qué estaba jugando.

―No, me malinterpretaste; era ironía, querida.

<<¿Querida? ¿Está haciéndole la burla a Gairel? Él no hablaba nunca de esa forma, ni se preocuparía tanto por un simple carruaje>>. Pensó Cristal, tratando de entender su actitud.

―En cualquier caso, yo podría conseguiros un carruaje perfecto para viajes largos. Ventanas en ambos laterales, una escotilla de comunicación para el cochero, amplio maletero cubierto... Ya sabéis, esas cosas que siempre son útiles, pero con calidad. Además, os saldría tirado de precio. En el mercado el tipo de carruaje del que os hablo cuesta una fortuna, pero por ser amigos podría haceros una oferta... Incluso. ―Añadió con tono fingido de ilusión por su idea. ―Con una pequeña inversión, por debajo del valor del vehículo, por supuesto, podríais convertiros en socios y os saldrá gratis. ¿Qué os parece?

Luca cerró los ojos, disfrutando del momento, y los volvió a abrir para deleitarse con la cara que ponía Cristal.

No salía de su asombro, se quedó en blanco, no podía contestar, aquella oferta... Una oferta que sería de idiotas rechazar... Era uno de los pasos.

―Maldita sea. ―Murmuró ella.

―¿Ocurre algo? ―Le preguntó Gairel, aparentemente preocupado.

―No, nada. Solo es que... es una buena idea, pero no necesitamos carruaje.

―Luca acaba de decir que... ―Empezó el aristócrata.

―Sí, es cierto que lo he dicho. Pero creo que Cristal tiene razón, no necesitamos un carruaje ahora mismo, quizá dentro de poco...Bueno, por si acaso, para saber cómo localizar los carruajes...¿Cómo me habías dicho que se llamaba la empresa familiar? Era igual que uno de tus apellidos...pero ahora mismo no me acuerdo... Gel...Grin... ―Tanteó Luca en busca de su apellido.

―Grest, la empresa se llama Grest. Pero mi madre se ha vuelto a casar y puede que la empresa cambie su nombre por el de Gulsar Grest. Cuando os decidáis, tendréis que tenerlo en cuenta por si ya ha cambiado...

―Lo tendremos en cuenta, te lo aseguro. ―Murmuró Cristal, agotada. ―Entonces tú eres... Gairel Grest Gulsar.

―Así es, aunque puede que también cambien de orden, no lo sé.

Cristal dejó caer la espalda contra el sofá. Todo lo que había estado sospechando durante la noche, todo a lo que había estado dándole vueltas, se estaba haciendo realidad. Luca tenía razón. Gairel solo era un aristócrata arrogante miembro de una empresa en la que quería involucrarle para así acercarse a ella y a su vez familiarizarla con la corte.

No había dormido en toda la noche, y aquella revelación también la dejó agotada mentalmente, así que decidió dejar de hacerse preguntas y olvidarse de la posibilidad de considerar a Gairel un amigo.

Esa misma noche se despidió de Gairel. Le dijo que se iban, sin consultarlo si quiera con Luca. No creía que fuese a importarle, él se marcharía encantado.

El joven noble se mostró desconcertado, no entendía por qué se iban tan repentinamente, y como Cristal no tenía ganas de discutir sobre los siete pasos, dejó pasar el tema y le dijo que Luca estaba enfermo y que aquel clima no era demasiado bueno para él.

Se quedó bastante convencido, pero intentó disuadirla un par de veces de que abandonara la Ciudad de las Lluvias y cuando se dio cuenta de que no podía hacer nada para que se quedase le dijo que volviese cuando quisiera, y que la próxima vez podrían ir a otra de sus casas, a un sitio más soleado.

Nada más hablar con él fue a buscar a Luca a su habitación. Tocó a la puerta antes de entrar y, cuando él respondió desde dentro, abrió la puerta y entró. Se desplomó sobre la cama, abatida. Llevaba mucho tiempo sin dormir, y estaba sin ganas de nada.

―Estás enfermo, haz las maletas, nos vamos.

―¿Ahora? ¿Cómo que estoy enfermo? ¡No me pongas a mí como excusa! Te vas porque viste raro, y punto. Confiésalo. ―Le dijo Luca, intentando animarla.

Cristal esbozó una cansada sonrisa, pero no respondió. Fue a su cuarto, arregló las maletas, avisaron al cochero y salieron de viaje.

Habían sido unos días muy cortos. Y el trayecto a recorrer se le hacía mucho más largo que a la ida, tal vez por el hecho de que no había hallado en la Ciudad de las Lluvias al amigo que esperaba encontrar, solo a un noble intentando manipularla.

Cuando las sombras que veía por la ventana desaparecieron, al salir de la ciudad, corrió la pequeña cortinilla y se acomodó en su asiento. No tenía ganas de nada, estaba triste, desilusionada. La próxima vez no se dejaría llevar por la emoción de haber hecho un nuevo amigo tan fácilmente.

Se cambió rápidamente de lado y se sentó junto a Luca. Tenía la sensación de que la cabeza le pesaba demasiado y necesitaba apoyarla en algún sitio. Por eso se recostó a su lado y al encontrar cómodo el hombro del muchacho decidió quedarse ahí.

―¿Te importa que me apoye? ―Le preguntó al sentir que la miraba, confuso.

―Claro que no. ―Le sonrió él.

―Bueno, bien, de todas formas no pensaba quitarme aunque te importara...Estoy demasiado cansada... Esta noche he estado pensando en los siete pasos, en Gairel, y resulta que al final has tenido razón. Te debo una disculpa.

―No, tranquila. Olvídalo. Lo que importa es que no te has dejado engañar y que ahora Andrea no me tendrá que pegar por no haberte protegido de la gente de la corte. ―Bromeó él alzando un mechón castaño del pelo de Cristal para juguetear con él.

―¿Solo intentabas advertirme de lo que pretendía Gairel por miedo a que Andrea te pegara una paliza? ¡Vamos, eso es muy poco creíble!

―Sí, es verdad. ―Reconoció él, sin dejar de sonreír. ―Es muy poco creíble, pero en mi cabeza sonaba más convincente.

No dijeron nada más. Cristal no necesitó mucho tiempo para quedarse dormida, y, al cabo de un rato, Luca se durmió también. Aquel carruaje era muy cómodo para dormir.

 

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