Cristal

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18. Pruebas de acceso

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No tuvieron la oportunidad de levantarse para regresar. Ambos se habían quedado dormidos con la calidez del amanecer, y se despertaron sobresaltados por la voz de alguien.

Luca fue el primero en alzar la cabeza, bruscamente, para averiguar de quién se trataba. Frente a ellos se alzaba la figura de su hermano Angelo. Con los brazos cruzados ante el pecho y con su habitual sonrisa pícara.

―¿Angelo? ―Pudo preguntar Cristal al tiempo que se daba la vuelta para mirarlo y se aclaraba la voz.

―Sabía que estabais aquí. Anthony no me quiso hacer caso, pero en cuanto se dé cuenta de que no estáis en el bosque, vendrá.

―¿Anthony? ¿Por qué dices que va a venir? ―Se extrañó Luca.

―Porque ayer por la tarde os fuisteis al bosque a estudiar, y no habéis aparecido en toda la noche.

―¡Tú pasas días fuera de casa sin que tengamos noticias tuyas! ―Le espetó su hermano poniéndose en pie.

―Pero yo no paso esas noches en un bosque, y con Cristal. ―Le respondió él sin darle opción a replicar. ―De todas formas, a mí me importa bien poco que quieras dormir en un bosque en pleno invierno, por muy raro que sea. Solo he venido porque me aburría y, como ya he dicho antes, Anthony estará al llegar.

Cristal se incorporó y se frotó los ojos, intentando despejar su mente.

―Si volvéis a la villa rápido y no os lo cruzáis por el camino... ―Empezó él dirigiéndose a la joven. ―Podéis decir que habéis estado en la ciudad, que se os hizo tarde y que os quedasteis en un hotel... Se enfadará igualmente, pero creo que le molestaría menos y que no se preocuparía tanto por el peligro que conllevaba haber estado aquí.

―Buena idea, Angelo. ―Afirmó ella pasando por su lado y revolviéndole el pelo. ―¡Luca, vamos, deprisa! ―Apremió después al joven vampiro para que emprendiera el camino de regreso a la villa cuanto antes.

Se apresuró a coger la mochila. El fuego se había apagado hacía ya tiempo, pero, por si acaso, se aseguró de ello. Al cruzarse con Angelo se le quedó mirando, intentando averiguar qué le pasaba por la mente. Pero él no apartó la mirada, seguía con la misma expresión jovial y alegre de siempre.

Quizá motivados por la posibilidad de apaciguar el enfado de Anthony, o tal vez por estar ya descansados, bajaron rápidamente del lago. Volvieron a cruzar arroyos y a rodear algunas formaciones rocosas. Cuando divisaron las blancas paredes de la villa, a lo lejos, se apresuraron para salir del bosque cuanto antes.

Al llegar, entraron por una de las puertas secundarias y se colaron en la casa procurando que nadie les viese. Movida por la preocupación, antes de ir a su cuarto, Cristal comprobó si Andrea estaba en su habitación. No sabía qué excusa pondría por molestarlo tan temprano si lo encontraba dentro pero, por suerte, no había nadie en su cuarto; estaba vacío.

Respiró aliviada; entró en su habitación, se quitó la ropa y se dio una ducha caliente. Agradeció poder liberarse del frío por completo de una vez.

Les cayó una buena por haber desaparecido así durante una noche. Luca alegaba que Angelo era menor que él y que solía pasar más tiempo fuera de casa. Angelo reía y se regodeaba de él, y entonces empezaban a pelearse.

Alina intentaba apaciguarlos. Al uno le decía que no, que su hermano mayor tenía razón y que no debía volver a ausentarse durante tanto tiempo sin dar explicaciones. Y al otro que no podía desaparecer con Cristal de repente, que él podía ser mayor, pero que ella era aún muy joven.

Luego estaba el tema de Andrea. Anthony explicaba lo mucho que le molestaría lo sucedido y opinaba lo que habría hecho él en esa situación. Luca salía siempre mal parado, por ser tan imprudente.

Cristal propuso, por el bien de todos, no comentarle nada de lo sucedido al protector, y Alina decía que debían contárselo, que él era el tutor de Cristal y que debía estar al corriente de todo lo que le pasaba.

Por suerte, para cuando Andrea llegó varias semanas después, el asunto estaba casi olvidado, casi... El único problema era que Cristal seguía con fiebre y Luca parecía realmente un vampiro, con la cara pálida y los ojos enrojecidos debido al fuerte resfriado.

Estaban sentados bajo el pórtico de la casa, en un banco y, de pronto, Andrea apareció, saliendo desde el interior de la vivienda. Había llegado.

―¡¿En qué diablos estabas pensando?! ―Le gritó, malhumorado, a Luca nada más verlo. ―¡¿Y tú, por qué decidiste que pasar la noche en un bosque sería buena idea?! ―Volvió a vociferar, mirando a Cristal.

―¿Un bosque? ―Intentó engañarlo Luca. ―Estuvimos en...

―¡En un bosque, en un bosque en pleno invierno! ―Cristal se quedó bloqueada por unos segundos. ¿Cómo había podido saberlo? ―Angelo es muy fácil de manipular, además, no me cuadraban algunos datos contradictorios sobre vuestra escapada a la ciudad. ―Empezó él, como si fuera capaz de leerle la mente. ―¿Qué es eso de que os vais a estudiar y aparecéis en la ciudad? No me sorprende que Anthony lo creyera, se altera fácilmente y es fácil de convencer, ¿Pero mi madre? Me es difícil creer que haya aceptado esa versión de lo ocurrido, sin más. ¡Por favor! ―Gritó alzando los brazos. ―¡Si parece una mentira confeccionada por Angelo!

Cristal dejó escapar un leve amago de sonrisa pero, al ver la cara de su maestro, volvió a adoptar una expresión seria.

Luca se levantó de un salto del banco y le cogió de las manos a Cristal con una expresión muy teatral.

―Lo siento, Cristal. Lo he intentado, pero no hay nada que hacer. Tranquila, a ti no se atreverá a pegarte. ―Tras decir aquello salió corriendo del pórtico derrapando en una esquina y ella se dedicó a mirar a Andrea.

―¿Tú también quieres escapar por un pasillo sin salida? ―Dijo dirigiéndose a Cristal, con voz neutra.

En esos momentos Luca apareció en la esquina por la que se había marchado y caminó hacia el otro lado, pasando al lado de ellos como si la cosa no fuera con él. Andrea le fulminó con la mirada, pero él siguió andando tranquilo, como si nada.

Cuando se hubo marchado, Andrea suspiró y se pasó la mano derecha por la cara, exasperado. Se sentó al lado de la joven; parecía algo más calmado.

―¿Por qué diablos pasasteis la noche en un bosque?

Cristal cogió aire y se dispuso a narrarle todo lo que había pasado. Andrea parecía volverse comprensivo a ratos, pero la mayor parte del tiempo se dedicaba a mover la cabeza de un lado a otro.

Cuando Cristal lo convenció para que dejara de darle vueltas al asunto, empezaron con el entrenamiento. Andrea no se había dado cuenta de que tenía fiebre, y no puso pegas en practicar un rato.

La felicitó por su notable mejora con la espada desde que habían empezado a entrenar, años atrás. Y, movida por el orgullo que sentía cuando su maestro le decía ese tipo de cosas, le aseguró que también sería capaz de completar la prueba de cruzar el bosque con los ojos vendados y sin sufrir ningún rasguño.

Quizá por terquedad, pero lo consiguió a la primera, ante el asombro del protector, y ante el suyo propio. Todo estaba listo para las pruebas, Andrea ya había enviado una carta diciendo que su pupila había decidido inscribirse en ellas y, además de perfeccionar lo que ya había aprendido, no tenía mucho más que hacer.

Al cabo de una semana se había recuperado por completo y los últimos días previos a la prueba Cristal fue aconsejada para que hiciera menos duros los entrenamientos, y así lo hizo. Cuando tan solo quedaban un par de días para que partiera, dejó el entrenamiento por completo y se dedicó, únicamente, a descansar.

Por fin llegó el día de partir. Las pruebas de ingreso se celebrarían en las Cavernas del Viento, un lugar al sur de la Ciudad de las Tinieblas. Alina bajó en coche a la capital a Andrea, a Cristal y a Lia, que quiso acompañarle, para apoyarla. Una vez allí, hicieron lo que siempre se hacía para cruzar a la otra realidad, pusieron una mano sobre el agua y pronunciaron el nombre de “Deresclya”.

Llegar hasta las Cavernas del Viento no fue difícil. Habían contratado un carruaje que les llevaría hasta allí, y el trayecto no fue excesivamente largo. Llegaron de madrugada, y se quedaron a pasar la noche en una posada.

Llegó el gran día, el día de las pruebas. Cristal no estaba del todo descansada, porque no había logrado dormir bien por los nervios, pero estaba dispuesta a dar lo mejor de ella.

Llegaron hasta un edificio de piedra que se encontraba en medio de la ciudad, y entraron en él. Allí, un hombre vestido con un atuendo parecido al de los mayordomos de la Tierra, les recibió. El suelo era negro brillante y los muros parecían fríos y demasiado vacíos.

Después, les acompañó a todos hasta una sala de espera, donde se quedaron los dos acompañantes de Cristal. Ella fue conducida hasta una habitación sin ventanas en la que muchos vampiros aguardaban ansiosos a que comenzaran las pruebas. Se sentó en una esquina, en uno de los bancos que parecían estar esculpidos en la misma pared de la estancia, y esperó. El hombre que se iba a encargar de guiarlos durante la jornada no tardó en aparecer.

―Los que estáis presentes queréis llegar a formar parte de las Sombras del Plenilunio, algún día. Aquí, damos una oportunidad a todo aquel que es digno de ella. Así que demostrad que sois dignos de esa oportunidad, y aprovechadla.

Fue un discurso mucho más corto de lo que se esperaba Cristal, pero le pareció lo suficientemente alentador como para llegar a superar las pruebas. Caminaron a través de anchos y elegantes pasillos, de estrechos y oscuros corredores, y bajaron por unas escaleras en espiral hasta que llegaron a un patio abierto, rodeado por muros de piedra.

―La primera prueba no es difícil. En este patio hay seis grutas subterráneas. Algunas están conectadas entre ellas, y todas tienen varios caminos y galerías que no llevan a ninguna parte. Tendréis que escoger una de las seis puertas que dan paso a una de las grutas para llegar al final a la salida, donde esperaré a los que consigan pasar a la siguiente prueba. Pero, eso no es todo. A medida que avancéis, las paredes se irán cerrando tras vosotros. De manera que, si os equivocáis de camino, no podréis retroceder. Suerte a todos. ―Les dijo su guía, recorriendo con la mirada a los aspirantes a alumnos de la escuela de las Sombras del Plenilunio. Se fijó en un joven en concreto, y llamó a otro vampiro para que le entregara un papel para escribir.

―Tú ¿Cómo te llamas?

―Genwit Delaire.

―Muy bien, Delaire. Tú serás el primero. Escoge una puerta, estaremos esperando al otro lado. Adelante.

Así, uno por uno, dijeron sus nombres para que aquel vampiro los anotara y entraron en una de las seis puertas que podían escoger para descender por las escaleras de piedra que estas contenían en su interior.

Una de las veces, una chica se alarmó al poco tiempo de entrar y empezó a gritar. Dos vampiros acudieron a socorrerla y, aunque ni Cristal ni el resto de los que aguardaban su turno vieron por dónde, entraron y la sacaron rápidamente de las galerías. Por su puesto, las pruebas terminaron en ese instante para la joven, y tuvo que irse por donde había venido.

―Tú, ¿Cómo te llamas?

―Cristal de Liánn, o Cristal Palazzi, no sé cómo estoy apuntada en...

―Otro Palazzi ¿Eh? ―La interrumpió él. ―Vale, es la siguiente.

Se imaginó que aquello lo diría por Andrea, podría ser que lo conociera. Pero estaba demasiado nerviosa como para preocuparse por ello en esos momentos.

Respiró hondo y caminó hasta estar frente a las puertas. El resto de jóvenes ya había decidido qué puerta escoger. Cristal les había escuchado murmurándolo, pero ella ni siquiera lo sabía entonces. Cerró los ojos y, simplemente, se dejó llevar. Eligió la segunda puerta empezando desde la izquierda. La abrió, con decisión, y bajó las primeras escaleras con pasos firmes y seguros.

Una vez se hubo cerrado la puerta tras ella y, hasta que sus ojos se acostumbraron, estuvo en la más absoluta oscuridad. De pronto, escuchó un ruido a su espalda y, al girarse, comprobó que era cierto aquello de que las paredes se cerraban a medida que avanzabas.

La puerta que acababa de cruzar desapareció entre la oscura y fría piedra. Cristal volvió a respirar hondo, intentó mantener la calma, y siguió andando hacia adelante. Al cabo de un rato, llegó a un cruce de caminos. Ante ella se abrían dos galerías como la que iba a dejar atrás de un momento a otro. Se giró sobre sus talones y observó la pared de piedra que la seguía, impasible.

Se dejó guiar por su instinto, y eligió el camino de la derecha. Se internó por él, y escuchó el sonido de la roca cerrándose tras sus pasos.

Aquella no fue la única decisión que tuvo que tomar. A lo largo del recorrido se encontró con cinco bifurcaciones más, y empezó a temer que no estuviera escogiendo los caminos adecuados.

Poco a poco, su temor se fue incrementando porque los caminos cada vez se hacían menos accesibles y más estrechos y apenas podía caminar por ellos. Acabó desesperada, sucia y magullada. Tuvo que arrastrarse por el suelo. No sabía cuánto tiempo llevaba dentro de las galerías, pero sospechaba que era demasiado para haber escogido los caminos correctos.

Cuando creía que nunca llegaría al final, el túnel por el que se arrastraba empezó a ensancharse y, de pronto, pudo ver el final del pasadizo. Se arrastró hasta allí y se puso de pie, mientras el angosto túnel se cerraba tras ella.

Cuando vio dónde estaba le temblaron las piernas. Se encontraba atrapada entre cuatro paredes de piedra. Miró hacia arriba. Se podía ver una luz que llegaba desde unos treinta metros de altura. Se dejó caer al suelo de rodillas y no pudo evitar romper a llorar de frustración y de rabia.

―No hay salida. ―Sollozó.

No tenía miedo, porque tenía la certeza de que, en cuanto pidiera auxilio, acudirían en su busca. Pero pensar que aquellos meses de entrenamiento intensivo no le habían servido de nada... que no pasaría de la primera prueba... que no podría llegar a ayudar a otros vampiros como hacía Andrea, que le decepcionaría, que no sería un orgullo para él... No, definitivamente, no podía abandonar.

Reflexionó durante unos minutos acerca de lo que perdía si no lograba salir de allí por su propio pie. Y, al cabo de unos instantes, se levantó decidida a escapar de los túneles.

Palpó la fría pared que se alzaba ante ella buscando un saliente. Al encontrarlo, se aferró a él y alzó la pierna buscando algo en que apoyarse. Se impulsó con fuerza y levantó la otra pierna. Volvió a buscar otro saliente y se agarró a él. Apenas había ascendido un metro cuando sintió que el suelo se alzaba al mismo tiempo que ella. Sonrió, satisfecha. No sabía que el suelo también se cerraría tras sus pasos.

Decidida y dispuesta a llegar hasta el final, siguió escalando la pared. En una ocasión, el risco al que quería agarrarse estaba demasiado lejos, así que saltó, pero la mano resbaló por encima de la piedra y las piernas le fallaron. Cayó al suelo de espaldas. Por suerte, no estaba muy lejos de ella y no se hizo demasiado daño. Volvió a ponerse de pie y escaló la pared, incansable.

Llegó hasta arriba. Por una apertura en el techo entraba la luz del patio. No era muy ancha pero, con un poco de esfuerzo, lograría escurrirse por ella. Estiró un brazo y se impulsó con las piernas para lograr llegar a sus bordes.

Con un grito, mezcla de sufrimiento, esfuerzo y victoria, hizo fuerza para elevarse hacia arriba. Cuando consiguió sacar el torso fuera solo tuvo que hacer un pequeño esfuerzo más y, al cabo de un rato, ya estaba tirada sobre la hierba, llorando y riendo a partes iguales.

Escuchó la felicitación del vampiro guía por haber pasado la prueba, y miró a su alrededor. Claramente faltaba gente, eran muchos menos que antes. Los que no estaban habrían fracasado o abandonado.

Se pusieron en marcha de nuevo, volvieron a entrar dentro del edificio y caminaron hasta entrar en una sala de techo alto.

En medio había una plataforma de piedra de forma rectangular y en uno de los palcos de la estancia, el que estaba frente a la plataforma, había sentados tres vampiros. Serios todos ellos y de apariencia física algo más mayores que ella.

―La siguiente prueba consiste en la lucha. ―El guía se agachó y recogió dos varas de madera parecidas a las que solía usar Cristal para entrenar. Volvió a recorrer con la mirada a todos los jóvenes que lo escuchaban. ―No se trata de vencer a tu contrincante. ¿Veis a los vampiros del palco? Son los directores de la escuela de las Sombras del Plenilunio. Ellos evaluarán todos vuestros movimientos, vuestra forma de luchar, vuestra fuerza de voluntad... Así que, suerte a todos de nuevo. Empezaremos por orden alfabético.

Fueron adquiriendo las barras de madera y luchando, de dos en dos, entre ellos. Cristal tuvo que concentrarse. Después de haber creído que fracasaría en la primera prueba y de haberla superado con éxito, estaba rebosante de energía, se creía capaz de cualquier cosa, pero su mente se centraba en todo menos en la prueba.

Se fijó en una chica y un chico que combatían en aquellos momentos. Él era mucho más imponente que ella pero apenas se movía cuando atacaba a su rival. Y ella se deslizaba ante él con ágiles y vivos movimientos. Parecía que la joven llevaba el control del combate pero no conseguía desarmarlo, porque él se defendía con fuerza. Además, estaba a la defensiva y, si su oponente no se daba cuenta, podría acabar pillándola por sorpresa y ganándola.

Fue exactamente como Cristal había previsto. De pronto, él alzó su arma y desarmó a la joven con un brusco movimiento. Un vampiro que parecía hacer de juez dio por finalizada la pelea, y entonces los dos rivales salieron del cuadrado de piedra dejando las armas a un lado.

Cuando llegó su turno, caminó con la cabeza alta y dispuesta a superar también la segunda prueba. Le tocó luchar contra una joven algo mayor que ella, en apariencia. Era más alta y delgada, y su forma de agarrar el arma indicaba que tenía bastante fuerza. Sin embargo, Cristal no se sintió intimidada.

La joven atacó desde arriba, aferrando el palo con las dos manos y Cristal alzó su arma para parar el golpe. Recordó todo lo que había aprendido con Andrea aquellos años y sobre todo aquellos últimos meses; y se esforzó por dar lo mejor de ella.

Se sentía observada, no solo por las decenas de vampiros que se agrupaban alrededor de la plataforma, sino también por los representantes de la escuela, que evaluaban a los combatientes. Eso la hacía ponerse aún más nerviosa de lo que estaba.

Al no ser la primera vez que utilizaba ese tipo de arma para pelear, podía usar varios movimientos que ya conocía. Y realizaba las fintas y los amagos con soltura ante su rival.

Las dos barras chocaron. A Cristal le temblaron los brazos. Su oponente se percató de ello y no perdió la oportunidad. La empujó y la hizo retroceder. Hizo un amago de avanzar hacia la derecha, que confundió a Cristal, y se colocó detrás de ella por la izquierda. Su oponente le arreó un golpe en las costillas; pero, antes de que volviera a golpearle, Cristal logró girarse sobre sí misma y le alcanzó el hombro con su arma.

Un poco más relajada, por haberla alcanzado ya, intentó propinarle un golpe en el estómago con la punta de la vara, pero no llegó a rozarla. Su contraria desvió el golpe y golpeó su arma con semejante fuerza que a Cristal se le resbaló de entre las manos.

Observó, desalentada, cómo su arma volaba por los aires y se quedaba desprotegida. Antes de que el juez diera por finalizada la pelea, se apresuró a dar una patada en las rodillas a su rival. Ella le atacó con la barra y Cristal tuvo que saltar hacia atrás para esquivarla. Pero tropezó y cayó al suelo, de espaldas.

Su contrincante aprovechó la situación y avanzó hasta ella para alzar el arma e intentar alcanzarla. Cristal dio una vuelta sobre el suelo y la punta del arma rebotó a su lado. Rápidamente, Cristal volvió a darle otra patada, mucho más fuerte que la anterior, y la hizo tambalearse hasta que casi perdió el equilibrio.

Eligió ese momento para ponerse en pie, dispuesta a continuar plantándole cara con las manos vacías. Esperó, mientras ella asestaba un golpe alto. Decidió arriesgarse e interpuso la palma de su mano entre el arma y su propia cara.

El impacto le dolió bastante pero, nada más sentir el contacto del arma en su mano, la garró con fuerza y tiró de ella haciendo que su enemiga también se acercara. Volvió a darle otra patada y aprovechó para arrebatarle la barra.

Cambiados los papeles, no le costó demasiado lograr que, con un par de golpes certeros, el vampiro juez diera por finalizado el combate.

Cuando terminó estaba cansada. Pero, aún así, se agachó para tender la mano a su adversaria y ayudarle a levantarse. Volvieron a su sitio. Pero, de pronto, uno de los vampiros del palco se levantó, carraspeando.

―Que vuelva a luchar contra el siguiente de la lista. ―Dijo con voz ronca y fría.

Cristal y la chica contra la que acababa de combatir se miraron mutuamente, sin entender a qué se debía esa repentina exigencia, y se preguntaron a cuál de las dos se refería.

―Liánn, la que debe pelear es la señorita de Liánn.

Cristal no se sorprendió al comprobar que sabían su apellido. Miró al guía y este le hizo un gesto con la mano para que volviese a subir a la plataforma. Ella obedeció sin rechistar, subió y se agachó para recoger de nuevo su arma.

Su siguiente contrincante y ella se prepararon para pelear. Por su tamaño, Cristal pensó que sería igual de torpe que el muchacho al que antes había observado, pero se equivocó; era fuerte, pero también ágil. Con él lo tuvo mucho más difícil para vencer, estaba cansada, y él la agotó aún más.

Se cansó enseguida. Era evidente que tenía más técnica y experiencia que ella, y esa ventaja estaba jugando a su favor. Pero Andrea le había enseñado bien y no se dejaría vencer tan fácilmente. Aunque por el momento lograse subsistir, no sabía cuánto más sería capaz de aguantar.

En un golpe de suerte logró hacerlo retroceder hasta el borde de la plataforma y, sacando fuerzas de donde no las había, volvió a empujarlo hasta hacerlo tropezar.

―Otra vez. ―Volvió a repetir otro de los vampiros del palco.

Cristal gimió, agotada, pero enseguida volvió a serenarse y dirigió una rápida mirada a los tres vampiros que la observaban desde lo alto. Tratando tal vez de encontrar respuesta a por qué era justamente ella la que tenía que luchar por tercera vez. Sin embargo, los rostros de los vampiros seguían mostrándose inexpresivos.

De nuevo, volvió a tocarle contra otra joven y, aunque cansada, logró salir vencedora. A pesar de sus tres victorias consecutivas, los vampiros del palco no se dieron por satisfechos y exigieron una cuarta pelea.

Volvió a ganar. En el quinto combate no duró mucho. Si hubiera sido su primer contrincante lo habría derrotado, pero al tratarse del quinto, este no tardó demasiado en desarmarle. Desde el primer golpe supo que iba a perder pero, a pesar de eso, se esforzó todo lo que pudo.

Iba a ponerse de pie de nuevo, dolida, cuanto escuchó la fría voz de uno de los observadores vampiros del palco.

―Basta.

Tuvo la impresión de que si el joven que había luchado contra ella no le hubiese tendido la mano, se habría quedado allí sin poder levantarse. Volvió a su sitio junto con los demás y se apoyó contra la pared, tomando aliento mientras los últimos aspirantes realizaban la prueba.

Fue la única que tuvo que pelear varias veces, ninguno de los asistentes lo hizo más de una vez. No sabía si eso sería bueno o si, por el contrario, era una mala señal.

―Antes de pasar a la siguiente prueba. ―Empezó el guía. ―Leeré los nombres de los finalistas. ―Cogió varios papeles y comenzó a leer. Cristal se aferró a la esperanza de que su nombre estuviera entre los escogidos. ―...Cristal de Liánn... ―Dijo por fin. Y entonces, pudo respirar tranquila.

―¿Por qué le ha hecho combatir tantas veces? ―Preguntó una de las vampiros del palco al observador que había hecho repetir las pruebas a Cristal.

―Es interesante ver combatir a una de Liánn. ―Le respondió él.

―Cierto, y aún más interesante si esa de Liánn ha sido instruida por un Palazzi. ―Coincidió el vampiro que quedaba.

Llegaron hasta una estancia oscura y poco iluminada. Allí, el guía empezó a explicarles en qué consistía la tercera prueba.

―La última prueba no se puede ganar o perder. Delante de vosotros tenéis un estanque. ―Señaló un lago artificial cuadriculado en el suelo. Estaba en una caverna tétrica y fría, iluminada tan solo por las tenues luces de unas pobres velas que se consumían lentamente. ―En él se refleja vuestro futuro, vuestra propia personalidad, un fragmento muy importante de vosotros mismos, vuestros destinos... La prueba consiste en asomaros y descubrir lo que reflejáis. Los representantes de la escuela volverán a evaluaros, observaran las formas que se forman en el agua y decidirán si sois dinos de estudiar en su escuela o no. El resultado de esta prueba no está en vuestras manos, solo podéis desear ser dignos de superarla. ―Como ya había hecho dos veces antes, miró a todos de uno en uno, sacó los papeles del listado de aspirantes y pronunció el nombre del primero. ―En el agua veréis cosas importantes, vuestra vida, vuestros miedos... todo. Pero la última imagen es la más importante, es una señal, una premonición... o, tal vez, un posible futuro.

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