Cristal

Cristal


18. Pruebas de acceso

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El primer vampiro se acercó al agua. Su imagen apareció en la superficie pero al poco tiempo se difuminó y fue el reflejo de un niño pequeño corriendo con más niños el que se pudo ver. Después, surgieron imágenes rápidas y en movimiento del crecimiento del niño. De pronto, la imagen se paralizó en una serpiente de considerables proporciones que parecía nadar en el estanque. Cuando esta alzó su cabeza y simuló atacar, el vampiro retrocedió un poco, pero enseguida se dio cuenta de que era una ilusión óptica.

Así, los que faltaban fueron acercándose al espejo natural. Primero mostraba sus vidas, parándose en una escena que marcó para bien o para mal a la persona que hacía la prueba. Luego, gente importante para ellos, momentos especiales, miedos como el de la serpiente, sueños que ni si quiera algunos recordaban haber tenido...

Cristal pudo comprobar que la mayoría de los vampiros que estaban allí eran de familias de pura sangre vampírica. Todos ellos parecían haber nacido siglos atrás, y tuvo la sensación de que era la más joven de los que se encontraban allí.

Era cierto que se desvelaban hasta los secretos más oscuros, no en vano aquello era el espejo de alma. Por eso algunos de los asistentes a la prueba decidieron abandonar antes de que les llegara su turno.

La última escena que se podía contemplar era la más emocionante. Era algo irreal que quizá ocurriría, que tenía muchas probabilidades de que se hiciera realidad... Pero a pesar de eso parecía la imagen más sólida, con más forma, y más real al fin y al cabo, de todo el repertorio. Algunos se vieron siguiendo con el negocio familiar, otros cuidando de sus familias... Otros veían cosas que solo ellos llegaban a entender.

Cuando volvió a escuchar su nombre, se levantó algo más insegura que antes. No le hacía demasiada ilusión que toda esa gente pudiera ver su vida, sus sentimientos, sus secretos... Pero estaba dispuesta a pagar ese precio si aquello implicaba tener una mínima posibilidad de pasar la última prueba. Se inclinó sobre el estanque sin pensarlo mucho y se arrodilló para poder estar más cerca del agua y verlo así todo mejor.

La primera imagen fue algo confusa y extraña. Era ella misma, de pequeña. Tenía menos de cinco años y era un recuerdo que, hasta entonces, no creía conservar. Estaba con su madre... apenas recordaba sus rasgos, pero supo desde el principio que era ella. Se acercó más para observarlo todo con detenimiento, pero la imagen comenzó a volverse borrosa. La nostalgia se adueñó de pronto de ella como un parásito. Hacía mucho que no sentía aquello y se sorprendió a sí misma, triste.

Más tarde, apareció la imagen de la primera vez que había visto a Andrea a través de una ventana con barrotes, imágenes amistosas entre ella y Angelo... Incluso el primer día que había estado en la villa y había visto a Luca. Recordaba ese día, pero no se imaginaba que la apariencia del vampiro la hubiese impresionado tanto.

Hasta entonces todo eran recuerdos bonitos, cosas reconfortantes... pero pronto empezaron las cosas desagradables. El espejo hizo una parada tan larga como la cicatriz que se había quedado en su alma el día en el que habían asesinado a sus padres.

No recordaba nada de aquello pero, según iban apareciendo las imágenes, los recuerdos se hacían claros y nítidos en su mente, como si siempre hubiesen estado allí. Iba en un coche con sus padres. Ella iba detrás, su madre conducía. Entonces, otro vehículo se acercó peligrosamente, y su madre dio un volantazo que hizo que se salieran de la carretera.

Las imágenes eran oscuras, bañadas por una luz rojiza bastante desagradable y estaban borrosas. Del coche que los había sacado fuera habían salido varias personas, habían forcejeado con sus padres y entonces ella se desmayaba. Se acercó más al espejo intentando ver mejor lo que ocurría pero pronto se difuminaron y se confundieron con el agua.

Aquel parecía ser uno de sus miedos. Al cabo de un rato, también apareció la imagen de una mujer de indudable belleza, de larga melena castaña con reflejos dorados, tez morena, y unos increíbles labios gruesos y rojizos. Era su abuela. A ella también la echaba de menos, y la nostalgia volvió a adueñarse de ella.

Se acercaba el momento final, la predicción de su futuro. No creía que nada fuera capaz de impactarle más que los recuerdos perdidos del asesinato de sus padres.

La predicción comenzó. Una mano se materializó en la superficie del agua, alguien le tendía la mano y ella la cogía, sonriente. De pronto, todo cambiaba; el escenario se volvía oscuro. Se convertía en un oscuro bosque adornado por las sombras esbeltas de los árboles y alumbrado por el leve tintineo de alguna estrella que se intentaba hacer ver entre las tinieblas. Luego, aparecían unos ojos verdes, sus ojos, y se alejaban para descubrir su figura vestida con un uniforme negro, el uniforme de las Sombras del Plenilunio. Aunque no le dio tiempo de poder averiguar a qué rango correspondía, su expresión se llenó de satisfacción, y mostró una sonrisa orgullosa.

De nuevo todo se quedó a oscuras y, de pronto, se vio el vuelo de una capa gris reflejada en el agua. La capa gris del uniforme de los asesinos, los Cazadores de Sombras. Cristal pudo escuchar los murmullos entre sorprendidos y rabiosos de la gente. Se preguntó si un encuentro con uno de esos asesinos sería decisivo en su destino.

Luego Cristal reapareció en la imagen, con las manos ante el pecho, como si retuviera algo entre ellas. Sus dedos dejaron escapar lo que parecía ser una gota de sangre, y la gota hizo el efecto de tocar la superficie del agua y romper la ilusión. Todo el estanque comenzó entonces a volverse del color de la sangre. Pero era tan real que Cristal podía olerla. Reprimió una arcada. ¿Qué podía significar aquello? Nada bueno seguro, porque los vampiros volvían a murmurar cosas, alarmados.

Sin poder contenerse, hundió la palma de la mano en el estanque de sangre y, al sacarla y ver que era sangre real, soltó una exclamación de horror. Se echó hacia atrás, y el espejo del alma dejó de retrasmitir su destino, adquiriendo el reflejo del techo de la gruta. Sin embargo, su mano aún albergaba algunas gotas de sangre...

El vampiro guía les informó, al finalizar, que se les comunicaría si eran admitidos en la escuela o no mediante una carta. Cristal se desilusionó bastante; quería conocer los nombres de los elegidos cuanto antes y quería escuchar el suyo entre ellos.

Cruzó la puerta por la que horas antes habían entrado y buscó a sus acompañantes con la mirada. La esperaban sentados en un banco pegado a la pared. Andrea con la mirada perdida, seguramente sumergido en sus reflexiones, y Lia medio dormida y apoyada en su hombro.

―¿Y bien? ―Preguntó Andrea, levantándose, sin darse cuenta de que su hermana estaba apoyada en él.

―He llegado hasta la última prueba, si consigo superarla me lo dirán por carta. ―Respondió ella sonriente.

Después de eso, volvieron a la posada donde se hospedaban y Cristal estuvo un buen rato dándoles todo tipo de detalles sobre la prueba. Aunque Andrea pareció molesto por el hecho de que la hubieran hecho repetir la segunda prueba, seguramente porque ya se imaginaba cuál había sido el motivo, no comentó nada al respecto. Después, dejaron a Cristal sola para que pudiera descansar.

 

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