Cristal

Cristal


21. La escuela

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Una furgoneta la esperaba en la entrada de la villa. En ella irían a la Escuela de las sombras del Plenilunio todos los vampiros residentes en la Tierra que habían superado las pruebas de acceso. Caminó hasta allí acompañada de Lia y dejó el equipaje en el maletero.

Se despidió con un abrazo de ella y, una vez dentro, se pegó al cristal para despedirse con la mano. Desde el interior, la furgoneta parecía más un autobús pequeño. A su lado iba una joven más bien bajita, de ojos rasgados y azules, y pelo largo, negro y completamente liso.

Detrás de ellas se habían sentado otros dos jóvenes que no parecían conocerse entre sí. Los únicos que hablaban, y a voces, eran los que iban sentados en el lado contrario a ellas, unos asientos más adelante.

Hablaban en la lengua de los vampiros, esa lengua que por instinto Cristal conocía y que a veces utilizaba sin ni siquiera darse cuenta de ello. Parecían estar discutiendo. Uno de ellos, el que gritaba, no escuchaba al otro; y éste intentaba hacerle hablar más bajo, pero no lo conseguía.

Llegaron hasta la capital y, como siempre que se cruzaba de la Tierra a Deresclya, se dirigieron a la fuente de los 99 chorros. El chófer que los acompañaba les hizo un gesto para llamar su atención y que no cruzaran aún.

―Algunos alumnos os estarán esperando en la posada de las Dos Lunas, avanzad hasta allí y después os reuniréis con los demás en la academia. Yo me quedo aquí.

A pesar de que el chófer ya se había marchado, nadie parecía dispuesto a atravesar la puerta.

―Será mejor que nos pongamos en marcha. ―Opinó un vampiro de estatura media, bien vestido, y con el cabello pelirrojo peinado hacia atrás.

Con un mudo asentimiento cruzaron de uno en uno la puerta, y Cristal estuvo a punto de tropezar con la chica con la que se había sentado, ya que había cruzado la puerta casi al mismo tiempo que ella.

―¡Lo siento! ―Exclamó ella haciéndole un gesto con las manos.

―Tranquila. ―Susurró Cristal con voz tímida. Pudo mirarle directamente a la cara y descubrió que sus rasgos eran exóticos y delicados. Su cara era menuda, sus ojos grandes y rasgados, de pestañas exuberantes. Aquellos ojos parecían artificiales. Tenía la nariz algo achatada, pero el resto de la cara no tenía rasgos asiáticos. Su pelo, sin embargo, sí parecía el de una asiática, al ser muy liso y negro. Sin duda, lo que no cuadraba era el color azul de sus ojos. ―Te vi en las pruebas... Bueno, vi a todos los que participaron, quiero decir que... me acuerdo de tu cara.

―¿Sí?

―Sí, creo que todo el mundo te conoce, tuviste que repetir la segunda prueba varias veces, llamaste la atención. ―Le contestó ella con sinceridad.

―Bueno, pues me llamo Cristal. ―Se presentó ella, sonriente.

―Yo Luna, encantada. ―Hablaba casi en susurros. A Cristal le dio la impresión de que era bastante tímida.

Siguieron conversando durante todo el viaje. Hablaron sobre todo de lo que se podía hablar entre dos completas desconocidas y, aunque no era gran cosa, hicieron que así el tiempo pasara más rápido.

Lo nuevos autoproclamados guías del pequeño grupo les hicieron internarse por el bosque. Estaba lloviendo, pero las ramas de los árboles frenaban un tanto la caída del agua. De vez en cuando, Cristal tenía la sensación de que pasaban más de una vez por el mismo sitio y empezó a dudar de la eficacia de sus guías. Se lo comentó a Luna y le hizo un gesto para que aligeraran el paso y así alcanzar a los dos jóvenes.

Cristal levantó una ceja cuando descubrió que eran los mismos que discutían durante el viaje en autobús. El chico pelirrojo y de apariencia intelectual y el moreno de ojos castaños.

―¿Llegaremos antes de que anochezca? ―Preguntó Cristal, colocándose entre los dos.

―¡Claro! ―Respondió el moreno, jovial.

―No. ―Contestó el pelirrojo al mismo tiempo.

Cristal y Luna se miraron la una a la otra al tiempo que los guías volvían a discutir sobre si saldrían del bosque antes del anochecer.

―Si caminamos hacia el exterior del bosque en vez de hacia el interior... ―Murmuró Luna muy bajito. ―Tendremos más posibilidades de salir.

―¿Entonces para qué hemos entrado en el bosque? Si salimos sería una vuelta tonta.

―¡Ajá! ―Gritó el moreno plantándose frente a él y cortándole el paso. ―¡Has dicho que intentabas sacarnos de aquí y, en realidad, nos conduces hacia el interior del bosque! ¡Traidor! ―Lo decía con tono divertido, pero su compañero no parecía bromear. ―Venga, cambiemos de dirección. ―Le rodeó los hombros con un brazo e intentó encaminar su dirección.

―¡Quita! ―Gritó él, liberándose de su brazo. ―Creo que ya había dejado claro que os llevaba al corazón del bosque.

―Pensaba que me estabas tomando el pelo.

―¿Por qué iba a tomarte el pelo con eso? ¡No es algo precisamente gracioso! ―Volvió a farfullar el pelirrojo, fuera de sus casillas.

―Ah, pues no, la verdad no tiene gracia. Pero como eres tan rarito vete a saber si a ti te hacía gracia o no...

El vampiro movió la cabeza exasperado e intentando controlarse para no cruzarle la cara. Mientras, el joven alegre seguía caminando a su lado intentando hacerle cambiar de opinión insistentemente.

Asqueado, se giró hacia las chicas.

―¿Conocéis el tópico de que los guapos solo tienen serrín en la cabeza? ―Esperó a que Cristal y Luna asintieran, y continuó. ―Pues no es un tópico.

A Cristal se le escapó una carcajada, y Luna soltó una risita tímida.

―¡Me has llamado guapo! ―Empezó a proclamar el joven, repetidamente.

―¿Dormiremos al aire libre? ―Preguntó Luna haciéndose oír por encima de las voces del otro.

―Sí, busco una formación rocosa que se encuentra por aquí cerca para resguardarnos del viento en una cueva. ―Ni siquiera se giró para contestarles, estaba muy ocupado mirando a su alrededor. ―Por cierto, me llamo Lorimer.

―Podéis llamarlo Lori. ―Saltó de pronto su compañero, vivaracho.

―¡¿Qué son esas confianzas?! No hables por mí. Además, no me gusta que me llamen Lori, es demasiado femenino.

―Yo... No importa cómo me llamo, llamadme Driny. ―Les dijo el joven resuelto.

―¿Driny? ¿Te lo has inventado? ―Le espetó el pelirrojo.

―¡No! ¡Es la abreviatura de mi nombre!

Y vuelta a empezar. Un nuevo tema sobre el cual discutir.

Siguieron caminando largo rato. La lluvia les dio una pequeña tregua de vez en cuando, pero no durante el tiempo suficiente como para que se les secara la ropa. Por suerte, al llegar a la escuela podrían cambiarse.

Recogieron algunas frutas que crecían en los árboles, pero ninguna había resultado ser comestible y, para cuando llegaron a la cueva de la que hablaba Lorimer, estaban cansados, mojados y hambrientos.

Cristal descubrió que Driny era como un niño. Podía parecerse a Angelo, era igual de cabezota y de crío que su amigo, pero más inocente. Le gustaba hacer rabiar a la gente, especialmente a Lorimer. Pero el tipo de bromas que hacía no tenían ni punto de comparación con las de Angelo. Estas siempre más macabras y fuera de lugar. Driny era inocente, Angelo no.

Cuando todos se quedaron dormidos, Cristal se dio cuenta de que se había quedado sola velando las tonterías del vampiro. Pero no le importó. Tampoco estaba tan cansada y no le gustaba quedarse dormida teniendo la ropa mojada. Por eso estuvo un rato más riéndose de las ocurrencias de Driny y, cuando le venció el sueño, se quedó dormida.

Fue también él quién la despertó por la mañana, a ella y a todo el grupo. Empezó a atizar un palo contra la pared de la cueva y a dar gritos. Alguien intentó callarlo lanzándole una zapatilla, pero aquel acto solo incrementó la alegría del joven e intensificó su voz.

Todos estaban agotados, Sobre todo Cristal. Había dormido poco y mal. Se sentía sucia por llevar la misma ropa que el día anterior. Tenía hambre y sabía que le costaría llevar el ritmo que había llevado hasta entonces. Miró a sus compañeros de uno en uno, todos parecían estar en la misma situación que ella. Todos excepto Driny, que charlaba, gritaba, bromeaba, saltaba de roca en roca y rompía ramas que se iba encontrando a partes iguales. Se lo imaginó en un día de sol, con una temperatura agradable, habiendo descansado bien, recién desayunado... Y se asustó. Aquel chico era sobrenatural.

Por la tarde, llegaron a la posada de las Dos Lunas; se reunieron con el resto de alumnos y se pusieron inmediatamente de camino hacia la escuela. Lorimer y Driny fueron relevados irremediablemente por otro vampiro que conocía mejor el camino, pero ninguno de los dos protestó.

El día que llegaron a la escuela, Cristal no pudo evitar oprimir la mano de Luna, por la emoción. Miró a su nueva amiga antes de volver a dirigir la mirada hacia la escuela, y comprobó que en sus ojos también brillaba la ilusión que experimentaba ella misma.

Era un gran edificio cuyas torres competían con la montaña que se erguía detrás por sobresalir por encima de la otra. Su estructura era semejante a la de un castillo. Estaba en lo alto de una pequeña colina. La inmensa puerta, que unía dos muros de piedra más altos que ella, era custodiada por dos guardias armados.

Cristal pudo distinguir desde su posición cuatro torres en total, una en cada esquina de la arquitectura rectangular. Según se fueron acercando, pudo contar tres filas de ventanas y más tarde descubriría que en total eran cinco filas, que equivalían a cinco pisos.

Cuando apenas les quedaba un trecho por recorrer, un vampiro vestido de negro y con una banda verde en el brazo salió a recibirles.

―Bienvenidos. ―Les dijo cuando los tenía a menos de un par de metros de distancia. Y sin decir nada más hizo una seña para que los centinelas apostados a cada lado de la puerta la abrieran y entró por ella.

Tras unos segundos de vacilación, los nuevos alumnos de la escuela de las Sombras del Plenilunio fueron tras él. Serían algo menos de cien y todos ellos iban comentando, asombrados, lo impresionante que era la escuela por fuera.

Un pequeño pórtico daba paso a un magnífico edificio de piedra rodeado de balaustradas y engalanado con grabados con el emblema de la escuela. Cristal tuvo que echar la cabeza hacia atrás para descubrir las almenas que asomaban cinco pisos por encima de ellos.

Entraron por unas puertas de un material parecido al bronce tras el vampiro que les había dado la bienvenida y se encontraron en un recibidor. Era amplio, muy amplio, adornado con muebles elegantes de tonos verdes oscuros y azabache. Una lámpara de araña colgaba del techo. Sin embargo, Cristal pudo apreciar que lo que daba luz a la estancia no eran bombillas, sino velas.

A cada lado del recibidor se extendían amplios espacios con sillones, pequeñas mesitas, y anchos ventanales cubiertos con cortinas. Parecía una sala de espera. Al final se apreciaban una especie de cabinas, una a cada lado del pasillo y, al lado de estas, dos guardias que cruzaban unas lanzas para cortar el paso.

Se detuvieron cerca de las cabinas. Dentro de cada una de ellas había un vampiro rodeado de papeles. El que los guiaba hizo que todos se detuvieran, carraspeó y levantó la voz al hablar para que pudiesen oírle.

―Estas son las cabinas de recursos. Son totalmente imprescindibles para el centro. Aquí recibiréis los pases que os identificarán como alumnos, los cuales utilizaréis siempre que queráis entrar o salir del recinto.

Los murmullos de desconcierto se encendieron entre los que escuchaban y el vampiro se apresuró a aclararlo sin alterase.

―Por motivos de seguridad, la escuela tiene que estar al corriente de todos y cada uno de los alumnos que se encuentran dentro en todo momento. Eso también incluye a los profesores, instructores y alumnos de mayor grado que vosotros. Como iba diciendo, los pases que os darán os servirán para acceder a los dormitorios, a vuestros respectivos comedores, salones, a la biblioteca, a las estancias de los instructores y al recinto Media Luna, donde podréis entrenar. Sin mencionar el resto de establecimientos que se encuentran fuera del edificio, pero dentro del recinto. ―Hizo una pausa y siguió. ―Podría nombraros cada estancia de la escuela, pero en vuestras habitaciones os espera un manual general que contiene el plano de esta, así que no tengo nada más que comentar acerca de esto. ―Volvió a hacer una pausa, quizá demasiado larga, porque hubo quien pensó que había terminado de hablar. ―Cada torre representa un dormitorio, las principiantes o novatas, como prefiráis llamaros, os alojaréis en una de ellas; los novatos, en otra. Las otras dos torres son para alumnos de más nivel, a las que, con un poco de esfuerzo, podréis llegar algún día. ¿Alguna pregunta? ¿No? Bien, pues entonces haced cola frente a las cabinas de recursos para que os entreguen vuestro pase. Por cierto, soy un alumno de grado superior. Ya os hablarán de los grados más adelante. Soy el instructor Nicco Taser, el subdelegado de los alumnos superiores y responsable de las alumnas de este curso. Mi compañero os dará la bienvenida a los nuevos de un momento a otro. Pero, mientras tanto, y cualquier día que él falte, podréis consultarme o pedirme ayuda para lo que sea.

Como les había pedido, formaron dos colas frente a las cabinas y esperaron a que les entregaran los pases de identificación. Simplemente les pidieron el nombre y buscaron una ficha que sería su expediente junto con una pequeña tarjeta que les entregaban.

―¿Cómo te llamas? ―Le preguntó el vampiro, haciéndose ver por encima de las montañas de papeles.

―Cristal de Liánn. ―Lorimer, que había pasado por delante de ella, se giró para mirarla. Pero ella hizo caso omiso y siguió mirando al vampiro de la cabina.

―¿de Liánn? ―Repitió, incrédulo.

―Sí.

―¿Eres hija de la miembro de la corte...?

―No, nieta. ―Respondió Cristal, intentando que se olvidara del tema y que le diera su pase lo antes posible.

Recibió el pase y se apresuró en reunirse con los demás. Estaba ansiosa por conocer el lugar. El instructor Nicco Taser les acompañó hasta las torres de los dormitorios. Primero fueron a la de los novatos, que quedaba en el Noroeste, y después las acompañó a ellas hasta la torre Suroeste. Allí, encontraron un gabinete donde les pidieron los pases y, después, entraron.

Desde dentro, la torre parecía mucho más amplia. Había escaleras que bajaban hacia las plantas inferiores, pero ni siquiera estaban iluminadas, y ellos fueron hacia arriba. Por el pasillo se encontraron con algunas chicas vestidas de uniforme que saludaron al instructor y siguieron hacia adelante. Llevaban el uniforme de la escuela; apenas cambiaba de aspecto al tratarse de los uniformes de los ya graduados, lo sabía bien por Andrea. Cuando pasaron a su lado se les quedó mirando sin importarle lo descarada que pudiera llegar a parecer. No importaba quienes fueran, buenas o malas personas. El caso era que llevaban aquel uniforme y todas ellas le parecían perfectas con él. Ansiaba tanto poder ponerse las ropas de la escuela, llevar su escudo, demostrar de lo que era capaz...

Llegaron a la primera habitación. La torre tenía más de cinco plantas, bastantes más, pero no sabría decir cuántas, y el instructor tampoco lo mencionó.

Abrió la puerta de un cuarto para que las alumnas pudiesen ver cómo era por dentro, y enseguida empezaron a comentarlo entre ellas.

Se trataba de una habitación de tamaño medio teniendo en cuenta que era para dos personas, con dos camas, una estantería, dos escritorios, dos armarios y un baño. Las paredes tenían cierta inclinación hacia los lados, pero como bien había apreciado Cristal nada más entrar, la torre era tan amplia que aquello apenas se notaba.

―Bien, sobre la cama tenéis vuestro manual. En él se especifica qué uniforme debéis usar en cada ocasión, las normas de la escuela, el horario de las clases, una agenda para que anotéis fechas, entrenamientos, notas, citas... y, además, un plano de la escuela... Se os tomarán medidas para confeccionaros vuestros uniformes. Para ello necesitaréis el pase y el plano donde encontraréis el lugar en el que se encuentran los talleres de costura. Este manual y vuestro pase serán vuestros mejores amigos aquí dentro, no perdáis ninguno de los dos. Os lo digo también como alumno. Tiene demasiados datos importantes y, además, en ciertas cosas sirve para que los profesores puedan sellarlos un apartado específico del libro al daros permiso para algo... Para los que vivíais en la Tierra y sepáis de lo que hablo, el pase es como vuestro carnet de identidad y el libro... una mezcla entre agenda y pasaporte. ―Volvió a enseñarles una de sus encantadoras sonrisas. Todas, absolutamente todas, le prestaban atención y era extraño, teniendo en cuenta lo emocionadas que estaban. Se las había ganado con su simpatía. ―Bien, ahora tenemos que solucionar el tema de las habitaciones. Os daré dos llaves por habitación, y un número para que podáis encontrarla. Es recomendable que los instructores elijamos al azar las alumnas que ocupan cada habitación, pero esta vez haré una excepción. ―¿Alguna quiere compartir cuarto con alguien en concreto?

―Sí, ¡contigo! ―Gritó una de las nuevas alumnas, y todas rieron su broma.

―Me siento halagado, de verdad, pero me temo que tendréis que elegir una de las compañeras que se encuentran hoy aquí.

Luna y Cristal se miraron al mismo tiempo y sonrieron. No conocían al resto de chicas, pero entre ellas habían hecho buenas migas y no les hacía falta conocer a nadie más, por el momento.

―A nosotras nos gustaría compartir habitación. ―Comentó Cristal alzando la mano.

―Oh, bien, ¿Vuestros nombres son...?

―Cristal de Liánn y Luna... ―Iba a preguntarle el apellido a su nueva compañera cuando el instructor pareció encontrar los nombres en su lista y la detuvo. Anotó un par de cosas, se sacó dos llaves del bolsillo y se las entregó en mano. ―Prometo aprender vuestros nombres esta semana. ―Les dijo dirigiéndose a todas. Y siguió anotando los nombres que el resto de chicas que habían decidido ponerse de acuerdo, le daban. ―Id a vuestras habitaciones, asearos, buscad los talleres de costura y bajad al comedor oeste para la cena.

Sin decir nada más, Cristal y Luna se pusieron en camino en busca de su cuarto, y, cuando lo encontraron, se instalaron, se cambiaron de ropa, se dieron una ducha en un baño muy similar al de la Tierra, pero con agua del mar, y ojearon los manuales durante un rato.

 

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